Recordándote en las estrellas

Capítulo 1: Las Estrellas

Yo sé que sólo he sido un vagabundo

Un sinvergüenza, un perro inmundo

Una bala perdida

Una hoja caída

¿Cómo había podido ser que la había dejado ir? Se le había escapado, en un segundo, nada más se le había ido. Se le había escapado la última oportunidad de decirle cuanto lo sentía, cuanto lo lamentaba, cuanto se arrepentía. ¿Por qué había actuado como un inútil? No sólo en ese último día, sino también todos esos siete años atrás...

¿Cómo había podido ser tan imbécil, tan despreciable y tan idiota? Él siempre la había insultado, la había despreciado, y quién sabía si también le había hecho llorar. Se había comportado tan mal con ella, no le había mostrado sus sentimientos de una, y en vez había esperado hasta el último día, cuando ya todo había sido demasiado tarde. Había perdido el último tren a la felicidad.

Desde que había ayudado a Potter a combatir el Señor Tenebroso en su quinto año, todo entre el trío y él había cambiado. Todo.

Ya no le importaba lo que el padre pensara de él. ¿Cómo no recordar todas las palizas que había recibido de parte de su padre, cuando éste se había enterado de lo que había hecho? ¿Ayudar a Potter? Ni el mísmisimo Lucius se hubiera esperado eso de un Malfoy, mucho menos de su hijo. Draco sentía los escalofríos al recuerdo de todo lo que había tenido que luchar para volver a Hogwarts, y no seguir en casa Malfoy a recibir palizas y regaños, y, quién sabe, llegar a la muerte. Pero Draco había sido protegido después de ese momento, y había podido seguir su vida en Hogwarts, aunque no muy tranquila.

Había tenido que empezar a frecuentar más al trío fantástico, había tenido que seguirles el paso si no quería morir. Había empezado a conocer cada uno de ellos, y finalmente había podido entender porqué estaban siempre tan unidos. Había un amor inmenso, un amor que sobrepasaba los límites de conocimiento de Draco, que era imposible de desatar y mucho menos de romper. Sinceramente los admiraba, y eso era algo raro en él, porque Draco nunca había admirado a nadie. No almenos hasta que ella apareció en su vida.

Y entonces cuando pienso en el pasado Y en todo lo que me has dado Es como el argumento Con el cual me defiendo

En un momento, en un segundo, todo su mundo había cambiado. Se había encontrado paseando por los jardínes, una linda noche donde la luna brillaba como nunca, y donde las estrellas parecían diamantes, tratando de alejar esas pesadillas que posiblemente Voldemort se las creaba... cuando llegando al lago, le pareció de encontrar a la diosa Afrodita contemplando el cielo, con su larga melena que danzaba en el aire, y su linda figura que parecía una rosa florecida en primavera. Pero al instante, se había dado cuenta de estar equivocado, cuando había divisado la perfecta figura de Hermione Granger.

Se veía tan linda, tan angelical, tan dulce, toda sola a las orillas del lago, sentada con las rodillas apretadas al pecho y con una expresión de alivio. Draco la admiraba desde atrás, pero presentía que la chica estaba sonriendo ante aquel precioso espectáculo que aquella noche se presentaba. Y entonces un sentimiento inundó su mente y corazón, un sentimiento que nunca antes había probado hacia nadie, un sentimiento totalmente diferente al odio, al desprecio y a la arrogancia. Un sentimiento que también tenía miedo de descubrir qué era, pues se sentía como un animal indefenso ante un cazador...

Sin pensarlo una sonrisa sincera había aparecido en su rostro, una verdadera sonrisa, una sonrisa que nadie hubiera podido creer en ese momento ni con sus propios ojos, en los labios de Draco Malfoy. Se había dejado llevar fácilmente, su carácter frío de Malfoy había ido desapareciendo a medida que cada día conocía más a ese trío que había odiado por todos esos siete años, y cada vez más le era fácil asimilar las cosas bellas de la vida, si se pensaba que él había crecido con la idea de volverse el Sucesor de Voldemort.

Sin preaviso alguno, esa débil sonrisa había sido descubierto por aquella persona que la había hecho aparecer. Hermione se había volteado de repente, y Draco no había hecho en tiempo a apartar su mirada y desvanecer la pequeña sonrisa de su rostro, cuando la muchacha lo había encontrado mirándola. Y en vez de hacerle preguntas, había optado por dedicarle una amplia sonrisa, e invitarlo a contemplar el majestuoso cielo nocturno.

Como cartas tus

Sorpresas en la mesa

Son pequeños milagros

Cotidianos...

- ¿Tú también miras las estrellas? – le gritó Hermione, ya que Draco estaba un tanto lejos de ella. El Slytherin borró su sonrisa de la cara, pero no frunció el ceño ne hizo ver algún guiño, el cual no mostraba de hacía tiempo.

- No – dijo Draco acercándose lentamente, y observando el reflejo de la luna y las estrellas en el lago. Hermione no se ofendió, ya estaba más que acostumbrada al modo frío de Draco, pero de todos modos presentía que este iba cambiando poco a poco.

- ¿No te parecen hermosas? – dijo Hermione, como olvidándose de que Draco no podía entender tal sentimiento.

- ¿Qué cosa? – preguntó Draco, que ahora estaba parado al lado de ella, y esta vez contemplaba la luna.

- Las estrellas – dijo Hermione, con sus lindos ojos miel que observaban ahora el cielo – son tan hermosas, tan mágicas, tan... oops, disculpa, me dejé llevar.

- No importa, continúa – quiso decir Draco, pero obviamente su orgullo quedaba siempre intacto – Tranquila – murmuró Draco, dedicándole una mirada sincera, a la cual Hermione respondió con una sonrisa, y volvió a mirar el cielo.

- Sabes, Draco – murmuró después de unos segundos – todo esto me parece increíble – Draco se extrañó, y se sentó, cansado de estar parado.

- ¿Qué te parece increíble? – le preguntó Draco, mirando su perfíl que con los rayos de la luna reflejados en el lago, parecía un cristal brillante.

- Todo lo que ha pasado en estos últimos seis años... no puedo creer, como es que hayamos escapado de las garras de Voldemort por cinco veces consecutivas... y como todos nosotros tres hayamos sobrevivido, y hayamos podido llegar hasta nuestros dieciseis años – Draco desvió la mirada y continuó mirando al vacío, pero en dirección al lago.

- Para más, tú también has cambiado, Draco – el susodicho la miró, sin expresión alguna, pero la miró a los ojos. Hermione también lo miró. – No logro imaginar qué hubieramos hecho sin ti, en ese momento – se apretó las rodillas más hacia sí – fue todo tan rápido... en el Bosque Prohibido, Harry bañado en sangre, Ron inconsciente... y tú, ahí, que sinceramente no tengo idea de como hayas llegado hasta allá, de repente te sumbaste contra Voldemort... nos ayudaste, Draco – el nombre del muchacho parecía como una melodía nombrado por Hermione. El susodicho no podía hacer más que estar callado, pero quería aclarar rotundamente la situación.

- Me encontré ahí, en medio de la pelea de Potter y el Señor Tenebroso, no podía dejar que él venciera... porque gracias a Voldemort estaba por volverme uno como él... su sucesor... – Draco ya no veía a Hermione en los ojos, sólo veía la calmada luna en el lago, acompañada de las luminosas estrellas. Hermione no podía más que sentir pena por él, para ella era un completo desconocido, que la había insultado mitad de su vida.

- Yo no podría entender obviamente lo que sentías al hacer algo en tu contra... – dijo Hermione – pero sinceramente me da lástima que hayas sufrido tanto – Draco guiñó un momento, no con malicia, sino con sorpresa: Hermione Granger le tenía lástima. Bueno, era mucho mejor que el odio.

- No te preocupes, no me tienes porqué tener lástima – dijo Draco con un pequeño guiño. Hermione lo miró, el viento de la primavera se hacía cada vez más fuerte y su melena se alborotaba cada vez más.

- Sabes, Draco Malfoy – dijo Hermione, Draco que ahora la miraba con los ojos un poco cerrados por el viento que le caía encima.

- ¿Qué?

- A mí aún me duele todo lo que nos has hecho y dicho en estos años – dijo Hermione, ahora viendo hacia la luna y apartándose el pelo de la cara – sinceramente no he logrado perdonártelo, jamás lo podría olvidar.

- No es para menos, y te entiendo a la perfección – dijo Draco como si nada, viendo también a la luna. Hermione lo miró de reojo, y luego posó su mirada en todas las estrellas.

- Por eso me es sumamente un misterio que nos hayas ayudado y que después de eso no hayas vuelto a traicionarnos. Te creía un simple idiota, que era una marioneta de su padre y que estaba cegado por la riqueza y el poder.

- ¡Jé! – rió Draco sarcástico.

- Pero verás, después de todo no cambiaste tanto. Seguiste siendo aquel muchacho frío y lejano de siempre, que insultaba a cualquiera se le pasara por el camino. Aunque me di cuenta al instante... que limitaste tus insultos a la gente, bueno, aunque no se podrían contar maravillas – Draco subió ambas cejas, y seguía mirando el lago sin interrupción.

- No puedo cambiar de un día para otro, ¿o sí? Además, ¿por qué debería cambiar? El que los haya ayudado no significa que ahora me vuelva el heróico Draco Malfoy, dispuesto a salvar el mundo mágico a costa de la vida – Draco miró a Hermione y bruscamente hizo un movimiento en la frente que Hermione entendió por una cicatriz a forma de rayo. La chica se limitó a mirarlo, no porque el chiste hubiera sido malo, sino porque ese no era el momento de reir.

- Tal vez la gente no pensaría que vas a seguir el camino de tu padre, ¿no crees? – le dijo Hermione, sabiendo que le había hablado con la verdad. Draco no asintió, se limitó a mirar el lago con los ojos entrecerrados. – ¿No te gustaría cambiar tu reputación? ¿Ser una persona diferente?

- ¿Y para qué? ¿Qué ganaría con ello? ¿Por qué me debe importar lo que piensen los demás? – dijo Draco ahora mirando inquisidoramente a Hermione, ésta que también lo miraba. Se quedaron así un rato, mirándose mutuamente a los ojos, como si hablaran através de ellos. Luego Hermione apartó la mirada.

- Tal vez algún día entenderás, la importancia de respetar y ser respetado, pero de una manera justa y no impulsiva – suspiró Hermione. Luego miró hacia el reflejo de la luna – ¿Sabes qué es el amor, Draco?

- No – murmuró Draco, dejando de estar estirado en la grama, y recogiéndose las piernas.

- Me lo suponía – dijo Hermione con un dejo de lástima. – Tal vez algún día la encuentres.

- ¿A quién? – preguntó Draco.

- Esa persona que te entregue ese sentimiento que llaman amor – dijo muy dulcemente Hermione. Luego miró a Draco que se había puesto demasiado pensativo fijando el lago. – ¡Pero mira cuantas estrellas salieron de repente! – dijo luego viendo el cielo y señalando los miles de diamantes que se hallaban en él. Draco miró hacia arriba.

- Es cierto – dijo para sí mísmo.

- ¿Me ayudas a contarlas? – dijo Hermione mirándole a la cara con una sonrisa. Draco la miró extrañado.

- ¿Cómo?

- Si quieres contarlas conmigo, así me ayudas – dijo Hermione señalando las estrellas en el cielo.

- Sí, como no... por supuesto – dijo Draco, y se sumieron a empezar el largo conteo de los diamantes en el cielo, por gran parte de la noche.

Si cuento una a una las estrellas

Sé que todas ellas

Son flores que en el cielo

Crecen para ti

Y así vas acendiendo a las alturas

Yo me quedo a oscuras

Pero no siento miedo

Debe ser así

Y desde ese momento, Draco no había podido más que pensar en las sabias palabras de Hermione, y por más que quería, no podía quitarselas de la mente. Y por eso, Hermione se le había ido metiendo cada vez más en la cabeza, primero como una simple persona que daba buenos consejos, luego como una chica donde había podido encontrar tantas cosas bellas de la vida.

Cada día la observaba más, observaba cada movimiento delicado que tenía con todos, lo disponible que siempre estaba, lo paciente que era, y lo atenta que era con la gente, que si llegaban a tener algún problema, ella estaba ahí, para ayudarlos y apoyarlos en todo.

Pero lo que más le impresionaba a Draco era que Hermione también se preocupaba por él, a pesar de que siempre tuviera presente todo lo que él le había insultado años atrás. A Draco a veces le daba la impresión de que recibía de ella el mismo trato que el de Potter y Weasley, pero al rato se daba cuenta de que eso era imposible. Era imposible que Hermione le llegara a estimar, algún día...

Pero él no podía evitar observar cada acto de Hermione, y el que la chica actuara de una manera libre y vivaz con él, en vez de distante y fría le hacía sentir uno más del grupo, en vez del rechazado, como se sentía con su familia. Obviamente él siempre pasaba la mayor parte del tiempo con el grupo de Slytherin, pero de todos modos dejaba algo de espacio para el trío, aunque fuera sólo una vez a la semana, pero de alguna manera siempre se mantenía en "contacto" entre ellos, fuese lo que fuese.

Todo lo que a ti te sale al natural

A mí me sale mal

Es cierto,

No te miento

Y sin que él se diera cuenta, cada vez que pasaba su tiempo con el trío, para discutir algo sobre los sucesos extraños que ese año se presentaban o cualquier otra cosa que tuviera que ver, él iba cambiando, iba volviéndose alguien más tolerante, más "real", casi borrando de su diccionario el odio. Pero lo que aún no parecía alejarse de él, era la ironía y la arrogancia. Ninguno de los tres pensaba que él llegaría a borrar esas dos características de su carácter, y si alguna "esperanza" había en ellos, veían eso como un futuro muy lejano.

Draco tuvo todo el sexto año para empezar a conocer ciertas cosas de la vida, pero hubieron varias oportunidades que él dejó ir, oportunidades en donde podría conocer algo más allá de sus conocimientos, pero él nunca lo habría entendido tan fácilmente. Muchas oportunidades de saber lo que era el amor se le habían escapado, él las había rechazado, como temiendo ser herido, o tal vez temiendo no saber amar, o simplemente el hecho de que no le interesaba para nada el argumento. Sólo quería seguir siendo él mísmo, tan arrogante e irónico, y tal vez posiblemente odioso, pero él no notaba que estaba cambiando, que alguien lo estaba haciendo cambiar...

Al final de su sexto año, las relaciones entre el trío y él se habían unido más, haciéndose más fuertes. Otra vez había tenido que intervenir contra Voldemort, otra vez había tenido que pelear contra esa persona que su propio padre servía con la vida. Draco había luchado justamente por él, quería exterminar a ese imbécil que había creado tantos problemas al mundo mágico, quería eliminarlo de una buena vez por todas, así hubiera podido abrirle los ojos a su padre, que por más que lo hubiera tratado mal todos sus dieciseis años, él le quería igual. Pero la cosa había sido más difícil, el Señor Tenebroso se había vuelto muy potente, y de hecho había adquirido el doble del poder de dos años atrás.

Y algo terrible había sucedido, algo inesperado, algo que marcaría los destinos de todos los presentes, aquella noche de Mayo. Harry, Ron, Hermione y Draco habían agotado todas sus energías, ya no les quedaba ni un gramo de esperanza, serían exterminados por Lord Voldemort y éste regresaría al mando como dieciseis años atrás, volvería a ser el grande, el poderoso, el misterioso Lord Voldemort. Recuperaría la fuerza que había sido robada por Potter, esa fuerza que la cicatriz a forma de rayo guardaba, ese poder que había anhelado tanto recuperar por todos esos años. Volvería a poner el mundo mágico a sus pies, incluyendo el de los muggles.

- Ríndanse, inútiles – dijo Voldemort, con la varita en alto, y un látigo mágico en la otra mano – ríndanse ante Lord Voldemort, y él tendrá piedad de ustedes.

- ¡Nunca! – gritó Harry, tratando de mantenerse de pié – ¡Nunca dejaré que vuelvas al poder! ¡Si logré robarte la energía una vez, podré hacerlo dos veces! – Harry agarró su varita, y apuntó contra Voldemort, que lo veía sonriente – ¡AVADA...!

- ¡NO POTTER, NO TE ATREVAS! – exclamó Draco, sosteniendo su brazo izquierdo, de donde chorreaba sangre a montón – No... no lo hagas...

- ¡¿Y por qué no?! ¡¿Tú de qué parte estás, maldito miserable?! – rugió Harry, mirando a Draco con rabia en los ojos. Éste no soportó más el estar en pié, y se dejó caer sentado.

- Lo que conseguirás es... ugh... es gastarle las energías, sí... – murmuró Draco, haciendo un esfuerzo inmenso por hablar – pero como él no es ya un humano... harías un contrahechizo... ¡aghh! – exclamó Draco lamentándose y apretando la mano, para tratar de evitar que saliera más sangre.

- Osea que... ¿el hechizo rebotaría? – dijo Hermione viendo a Draco preocupada, para luego mirar de reojo a Voldemort, que seguía viendo a todos muy divertidos y en especial a ella, la sangre sucia.

- Ex... exacto... – murmuró Draco apretando los ojos ante el dolor que sentía en el brazo, que practicamente no podía mover. Hermione se dirigió donde él, no podía permitir que derramara más sangre.

- Hasta una sangre sucia capta todo mejor que tú, Potter – dijo Voldemort con toda la calma del mundo, sentado en aquella majestuosa silla, moviendo una copa. – ¿Sabes qué estoy beviendo? – Harry frunció el ceño – ¿Ves este líquido rojo? Es sangre, Potter – susurró Voldemort como una serpiente – Sangre de un sangre sucia, ¿qué te parece? – y explotó en carcajadas, beviéndose la sangre.

- Maldita sea imbécil del coño – murmuró Ron, que estaba a la derecha de Harry, con la varita más empuñada que nunca – quién sabe de quién...

- ¿De quién es la sangre, Weasley? – dijo Voldemort, parándose de su trono y dirigiéndose lentamente hacia los dos Gryffindor, con la copa en mano – ¿Quiéres saber de quién es realmente? – Ron dio un paso atrás – No sé si te sonará el nombre, tal vez... ¿Creevey?

- ¡Maldito miserable! ¡Expelliarmus! – gritó Harry apuntando bruscamente hacia Voldemort, quien con su látigo mágico esquivó el hechizo y mandó a volar a Harry.

- ¡Más respeto, inútil! – gritó Voldemort como un padre regañando a su hijo, lanzando la copa a un lado – ¡Atrévete a repetir eso!

- Dios mio, ¡qué puedo hacer! – murmuró Hermione, que veía de reojo a Voldemort y no sabía cómo curar a Draco. De repente agarró su túnica, y con un hechizo cortó gran parte de ella. Draco la miraba cansado, estaba perdiendo todos los sentidos.

- No te preocupes... déjalo así...

- ¡No! ¡No dejaré que sigas así de mal! – quitó la mano que tenía Draco en su herida, y tratando de no asustarse por lo que veía, agarró la tela y se la envolvió alrededor de la herida, teniendo entonces que cortar otra parte para al fin amarrarsela. El dolor era inmenso, y Draco no podía evitar lamentarse.

Si te digo que lo sabes hacer todo bien

Hasta el amor también

Despacio,

Aprendes rápido

- ¡¡¡AGGHHH!!! – gimió Draco, sentía un dolor de los mil demonios, pero debía soportar, si quería que no le saliese más sangre del brazo.

- ¡Trata de aguantar el dolor! – exclamó Hermione a Draco, viendo como Ron y Harry trataban de defenderse del látigo de Voldemort.

- ¡Ve donde ellos! ¡Ayúdalos! – le gritó Draco a Hermione, indicando con la otra mano a Voldemort. Hermione estaba apunto de dirigirse a ellos, cuando...

- ¡¡AVADA KEDAVRA!! – se oyó de repente, y una luz verde fosforescente y cegadora inundó toda la mazmorra.

No se pudo que oir más que gritos que se lamentaban, y como si el viento se llevara todas las hojas caídas en otoño, por un largo camino. Después de unos minutos, la luz se fue desvaneciendo, y todos los que habían caído al suelo por el impacto de ella, se levantaron desconcertados por lo que había sucedido. La primera en darse cuenta y entender todo fue Hermione.

- ¡No, Dios mío, NO! – gritó la chica, precipitandose hacia el cuerpo de alguien, en el medio de la sala, con la varita en mano. Era el cuerpo de Ron.

- ¡¿Qué sucede?! – dijo Harry acercándose a su amiga, a la cual lágrimas le habían empezado a salir de los ojos.

- ¡No, no! ¡DÍGANME QUE NO ES CIERTO! – dijo Hermione sacudiendo el cuerpo de Ron, que yacía muerto en el piso. Harry miró el cuerpo de su amigo, no podía creer lo que había pasado. Simplemente bajó la cabeza, y resignado se puso una mano en los ojos.

- ¿Qué...? ¿Qué ha pasado? – dijo Draco, que también había recobrado el conocimiento, pero seguía en el mismo lugar.

- No puede ser... él... se sacrificó por nosotros... haciendo el Avada Kedavra... aún sabiendo que iba a morir... – subió la cabeza, e hizo ver una lágrima caerle por la mejilla izquierda, muy lentamente – ¡¿POR QUÉ RON, POR QUÉ FUISTE TAN IDIOTA?! – Harry apuntó hacia el techo con la varita, de donde flechas plateadas, doradas y negras salieron de ella, viajando por toda la mazmorra, en signo de rabia, dolor y tristeza.

Todo había sido tan rápido, Draco no había podido entender nada, cuando de repente había visto a Hermione llorar sobre el cuerpo de Weasley, y Potter descárgandose con el hechizo Sagittae. También no se había dado cuenta, cuando había caído inconsciente y luego había despertado en la enfermería, con a su derecha Potter y a su izquierda Hermione, que dormía. Él había entendido muy perfectamente, Hermione se había enamorado de Weasley ese último año, y la muerte de éste le había afectado obviamente muchísimo. Draco no sabía de qué lo había entendido, él no conocía ese sentimiento, pero el estar notando cada acto de Hermione las veces que podía, lo había llevado a entender que sentía algo grandísimo por Weasley, un sentimiento completamente diferente a la amistad y a la estima.

Como ya había sucedido para las vacaciones de verano de fin del quinto año, Draco había tenido que quedarse solo con los elfos en el majestuoso castillo, con Filch y con Dumbledore. Pasar las vacaciones en Hogwarts no era desagradable, aunque obviamente siempre extrañaba su casa. Pero él no podía regresar donde su padre, porque si así fuese, jamás volvería a Hogwarts, y se iniciaría el ritual para volverlo el Sucesor de Voldemort.

Y de todos modos, aún en ese grande castillo se sentía atrapado, porque no podía ir a ningún lado y miles de hechizos lo protegían de cualquier "inconveniente", por así decir. Pero él debía aguantarlo todo, para agradecer a Dumbledore, que a pesar de todo lo que Lucius Malfoy le había causado, lo apoyaba en todo.

El séptimo y último año en Hogwarts había sido el año más lleno de nuevos acontecimientos para Draco. Con la ausencia de Weasley, Draco había tenido que "internarse" en el grupo de Hermione y Potter, para darles ánimos de seguir adelante, aunque también para él no quedaban más esperanzas.

Era el 2 Noviembre, los primeros dos meses habían pasados fatales, por la ausencia de muchos alumnos que habían caído en las garras de Voldemort. Todos estaban de luto, ese día, que era el día de "Todos los Difuntos", en memoria a todos los caídos. Pero lo que no sabía nadie, era que ese mismo día, a las doce de la noche, había nacido Draco Malfoy.

Nunca nadie se había preocupado de hacerle una fiesta, de darle las felicidades sinceramente, porque nadie había querido demostrar algo de interés en esa persona tan arrogante y lejana. Nunca nadie le había preguntado "¡Oye! ¿Cuándo cumples?" ni se había dedicado a averiguar por otra persona o en el directorio de los alumnos. No hasta ese día que cumplía diecisiete años...

Draco se hallaba a las orillas del lago, ya se habían hecho las siete menos diez, y el sol se había escondido en un momento, como anunciando que pronto llegaría un frío invierno. Miraba cada particular de la naturaleza que se alzaba enfrente de sus ojos, observaba cada planta, cada hoja, cada árbol, que entregaba oxígeno al aire.

Veía lo pequeños animales que en los árboles vivían, como luchaban para seguir viviendo, y se procuraban los recursos para sobrevivir una vez más al largo invierno. Miraba hacia el cielo, la luna no estaba llena, parecía una especie de sonrisa no muy brillante, pero las estrellas ya empezaban a salir poco a poco, como iluminando corazones despechados y creando una nueva ilusión para ellos.

Sinceramente Draco trataba de encontrar en su mente de donde había sacado toda esa filosofía del firmamento y de la naturaleza, cuando a la mente le vino aquella noche donde por primera vez se había puesto a contar estrellas, con aquella muchacha que tanto había insultado y que en un año había aprendido a admirar por lo que era... Hermione.

Tiró una piedra hacia el lago, al recuerdo; se dio cuenta por una vez más que una simple noche lo había hecho cambiar practicamente del todo, lo había hecho refleccionar en tantas cosas, y le había hecho apreciar varias pequeñeces de la vida.

De repente, entre lances de piedras, Draco oyó unos pasos acercarse hacia donde él se encontraba. Al instante Draco no se giró, esperó sólo un momento, para ver si la persona se acercaba donde él la reconocía.

- Porque no lo dijiste – dijo la voz de una chica, que sonaba sutil y cálida a la vez. Draco no se volteó, sabía muy quién era.

- Decir qué – murmuró Draco lanzando otra piedra al lago. Hermione se sentó al lado suyo.

- Que hoy era tu cumpleaños – dijo Hermione, viéndole.

- ¿Te hubiera importado si te lo decía? – preguntó Draco, ahora viéndole a los ojos también. Hermione medio suspiró.

- Bueno, ahí no puedo decir nada – dijo Hermione viendo hacia los árboles y demás. Draco también los miró.

- ¿Puedo hacerte una pregunta un poco personal, Hermione? – le preguntó, sin importarle llamarle por el nombre.

- Claro.

- ¿Siempre estuviste enamorada de Weasley? – Hermione bajó la mirada, cogió una piedra y luego la lanzó lo más lejos posible en el lago.

- No. Sólo este último año. Pero todo comenzó a finales de quinto – dijo Hermione con melancolía. Draco entendió entonces que también aquella noche que se habían puesto a contar las estrellas, Hermione había estado enamorada de Weasley.

- ¿Lo has olvidado? – preguntó Draco, mirando ahora la cara de Hermione.

- Ha pasado muy poco tiempo desde que se fue. No creo que me será fácil, además que me duele el no haberle dicho que lo amaba.

- ¿Volverás a amar de nuevo? – preguntó otra vez, sin ni siquiera saber el porqué de aquella pregunta. Hermione lo miró directamente a los ojos.

- Es muy probable, pero no ahora. Este amor no se creó en un día. Fue con el tiempo, que pude entender que lo amaba. Y llevar ese amor por un año... no es fácil olvidarlo, sabes, Draco.

- ¿Sigues llorando por él?

- No hubo día en todo el verano que no me haya sentido deprimida, y que no haya derramado una sola lágrima. Yo también quería irme con él. Pero luego rectifiqué, y me di cuenta que no podía darle aquella desilusión. Porque él se sacrificó por todos nosotros, en ese momento... y si lloro aún por él, bueno, eso se ha de entender fácilmente.

- Entiendo – dijo Draco apartando la vista de los ojos de Hermione y lanzando otra piedra. La luna empezaba a brillar con toda su energía, y las estrellas le hacían compañía, ayudándola en su labor.

- Y tú, Draco, ¿has encontrado el amor? – le preguntó Hermione, tratando de calentarse las manos con la túnica. Estaba empezando a hacer mucho frío.

- Esa palabra aún no existe en mi diccionario – dijo Draco cortante, inmune al frío. – No sé lo que significa.

- ¿Jamás te ha latido el corazón hasta casi hacerte daño, por alguien? ¿No has tenido metida en la cabeza a esa persona? ¿Sentir tantos deseos de verla? ¿Y sentir un dolor en el corazón si no la veías? – Draco escuchaba cada una de las palabras de Hermione.

A veces había sentido algo en el corazón de piedra que tenía cuando estaba al lado de ella, muchas veces Hermione había estado metida en su cabeza por un largo tiempo (hasta en los sueños), a veces había querido dejar todo lo que hacía e ir donde ella, y si no la veía por un largo tiempo se sentía muy deprimido. Pero Draco pensaba que todo eso no podía corresponder del todo a lo que decía Hermione, así que el amor no lo había probado.

- No... – murmuró al fin – no lo creo – Hermione lo miró pasmada.

- ¿Has besado a alguien en tu vida? – Draco pareció sonrojarse.

- Sí, pero no significó nada, y del resto fueron puros juegos...

- Ummh.

- ¿Y tú? – Hermione también se sonrojó, pero con más intensidad que Draco.

- Una vez... a Harry, y luego unas pocas veces en los juegos. Pero más nada.

- Jamás has tenido un beso real entonces.

- Sí, al igual que tú – instintivamente se miraron a los ojos, pero rápidamente apartaron la vista.

- ¿No quisieras hacer algo especial en este día? – le preguntó mirando las estrellas.

- ¿Cómo qué?

- No lo sé, algo que jamás hayas hecho antes – dijo Hermione mirándole. Draco se echó en la grama, apoyándose en los codos.

- ¿Qué tal poder amar a alguien? – dijo Draco en broma. Hermione rió.

- Je, eso no lo puedo cumplir. Debe ser algo que esté a mi alcance – Draco la miró.

- ¿A poco no puedes cumplir eso? – dijo sonriendo.

- ¿Qué pretendes? – dijo Hermione con una sonrisa incomprensible.

- Ja ja, nada – dijo Draco rascándose la cabeza, y alborotándose más el pelo. Hermione se echó en la grama igual que Draco.

- Te doy un consejo, ¿sí?

- ¿Cuál?

- Si llegas amar a alguien, y estás completamente seguro de quererla, no dudes en decírselo – Draco giró su cabeza a la izquierda y la miró.

- ¿Por qué me das este consejo?

- Porque sería estúpido que no te advirtiera de un error que podrías lamentar toda tu vida, como yo – dijo Hermione mirando a Draco con una sonrisa muy dulce. Este sintió su corazón latir, otra vez era esa sensación, esa sensación que desconocía completamente.

- Vale... será – dijo Draco sin saber qué decir.

- Y otra cosa.

- ¿Sí?

- Si esta persona no te corresponde, no te limítes a amarla en eterno – dijo Hermione, mirando la luna – sigue adelante y constrúyete una nueva vida, dejándola en el olvido.

- Chévere pues – dijo Draco ahora mirando cada una de las estrellas. Después miró a Hermione – ¿Hermione?

- ¿Ajá?

- ¿Contarías las estrellas conmigo? – preguntó Draco, con una voz increíblemente dulce, sentándose bien.

- Por supuesto – dijo Hermione sentándose bien también.

- Ah, y por cierto – dijo Draco antes de empezar el conteo.

- ¿Qué?

- Gracias por aquella vez en las mazmorras, la herida – dijo Draco con una sonrisa sincera. Hermione le sonrió a su vez.

- Por nada ^-^.

Y escucho tus consejos

O todos o ningunos

Son pequeños enigmas

Oportunos...

Para Draco, ese había sido su mejor cumpleaños, el mejor que había tenido en diecisiete años. Tal vez fue de ahí, que había entendido el porqué de todos esos "síntomas", había entendido que finalmente estaba conociendo el amor, poco a poco, pero lo estaba conociendo y se estaba enamorando. Se estaba enamorando de aquella persona que le había abierto los ojos a la vida, que le había hecho ver que no todo era de color negro, que le había enseñado a encontrar las diferencias entre cada estrella y otra, comparándolas con la gente. Aquella persona que había herido con sus estúpidos comentarios, y que le tenía lástima a él... Hermione.

Y todo esos síntomas empezaron a aumentar, a llegar al máximo, hasta que Draco no pudo más que convencerse a sí mísmo de que estaba perdidamente enamorado de ella. La cosa no era que le fastidiaba, pero simplemente le parecía increíble el haberse enamorado de una persona que pensaba insultaría toda su vida con "sangre sucia". Pero también le preocupaba, que ese sentimiento que todos decían "maravilloso", le fuera a atacar por la espalda y le hiciera sentir tan mal. Tenía miedo de que al confesar sus sentimientos a Hermione, ésta lo rechazara, y que en el amor Draco no quisiera creer más.

Por eso fue, por ese miedo a la reacción de la chica, que Draco perdió su última oportunidad de pedirle perdón por todo y de decirle cuanto la amaba. Porque a mitad del año, antes de que Voldemort hiciera su aparición por séptima y última vez, se había atrevido a besarla, sin preaviso alguno, dejando a la chica muy desconcertada y sin darle el tiempo de entender la situación. Después se había ido, se había alejado de ella, temiendo ser rechazado.

Por más que le doliese, había decidido no hablarle, pero las circunstancias lo habían obligado a dirigirle de nuevo la palabra. Él no se había encontrado en la batalla final, cuando Potter había combatido contra Voldemort una vez más, junto a Hermione. Él no había llegado a tiempo, para ver el derrote de Voldemort. Pero se había sentido tan contento, cuando había visto a Potter todo sucio y con una enorme herida, sonriendo feliz, porque había logrado vencerlo. Y poder ver esa sonrisa en la cara de Hermione, que de seguro se había sentido feliz al vengar la muerte de Weasley. No había más felicidad que ver feliz a la persona que amaba.

Finalmente el último día había llegado, que Draco no había tenido tiempo de aclarar las cosas con Hermione, y explicarle que estaba enamorado de ella. Se encontraban ya todos en la estación de Hogsmeade, los de séptimo se estaban reuniendo para irse a casa, y no volver más, tal vez, a Hogwarts.

- Me alegro que todo haya terminado de esta manera – dijo Harry subiendo los baules al Expreso. Hermione estaba detrás de él.

- Yo también pienso lo mismo – dijo pasándole el baúl a Harry. Luego se volvió hacia atrás – ¿Y Draco? ¿Dónde está?

- Recuerda que Malfoy no tiene a donde ir. Hagrid me dijo ahorita que me despedí de él que se quedará en el castillo hasta previo aviso – dijo Harry sin importancia. Aunque ya no hubiera conflictos entre ellos, Harry siempre le mantenía una cierta distancia. A Hermione le dio lástima.

- Qué lástima. Me hubiera gustado despedirme de él. Ya no lo veremos más.

- Bueno, mejor, ¿no crees? – dijo Harry entrando al tren y buscando vagón. Hermione lo siguió, no muy convencida de lo que decía Harry.

- Bueno – dijo Hermione – será – entraron rápidamente a un vagón, y se acomodaron fácilmente. Harry notó que Hermione estaba muy pensativa, mirando por la ventana.

- ¿En qué piensas, Hermione? – Hermione lo miró.

- Ah... no, nada.

- ¿No me digas que estás pensando en Ron, o sí?

- Oh, no no. No es nada Harry, olvídalo.

- Vamos, te conozco lo bastante como para saber que algo tienes. Por algo llevamos siete años de amigos.

- ¿Te enojarías si te digo que estoy pensando en Draco Malfoy? – Harry ensanchó los ojos, pero no pareció enojado.

- ¿Por qué piensas en él?

- No lo sé. Es que días atrás... ay, olvídalo Harry, no tiene importancia – dijo Hermione, haciendo entender a Harry que no quería hablar de ello, y poniéndose a ver por la ventana la gente que entraba al Expreso. De repente, notó una cabeza muy rubia con el pelo alborotado entre la gente, era él, era Draco. Abrió la ventana y se asomó lo más que pudo.

- ¡Draco! ¡Draco! ¡¡Por aquí!!

- ¡Hermione! – exclamó Draco acercándose a la ventana de Hermione, con todos los demás alumnos que se apresuraban a subir al tren que estaba por partir.

- ¿Cómo... cómo estás? – fue lo único que se le ocurrió a Hermione, viendo a Draco desde arriba. El chico sonrió ampliamente, por primera vez en su vida.

- De maravilla... espero que tengas un buen viaje – Hermione sacó su mano y trató de alcanzar la de Draco. Cuando la tocó, sintió que estaban frías, a pesar de que el verano estaba empezando.

- Recuerda siempre mis consejos, Draco... no te olvides de ellos.

- No, nunca lo haré – sus miradas se cruzaban, los segundos pasaban y no sabían qué decirse. De repente, el tren empezó a andar, y Draco tuvo que separar su mano de la de Hermione.

- Draco... si algún día volverás a contar las estrellas... por favor, acuérdate de mí...

- ¡Tranquila! ¡De eso no hay duda! – exclamó Draco persiguiendo el tren que tomaba velocidad a medida que avanzaba.

- Y si... y si te llegas a enamorar, Draco... ¡Sólo dile que la amas! ¡No esperes un minuto más! – gritó Hermione, como si quisiera detener el tren para siempre en ese momento.

- ¡Hermione, yo...! – Draco sólo pudo gritar eso, el tren se había alejado lo suficiente como para que Hermione lo pudiera oir.

Desde ese entonces, Draco no había vuelto a ver a Hermione, pero cada vez que en la noche tenía insomnia y no podía dormir, y que el cielo estaba libre de nubes, se ponía a contar las estrellas, pensando que cada una de ellas representaban el cariño que Draco tenía por Hermione.

Si cuento una a una las estrellas

Sé que todas ellas

Son flores que en el cielo

Crecen para ti

Y así vas acendiendo a las alturas

Yo me quedo a oscuras

Pero no siento miedo

Debe ser así

Nota de la autora:

No puedo creer lo lindo que me ha quedado este fic, yo sólo espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. Traté de asimilar la canción al fic lo más posible, y me parece que lo logré. Por cierto, la canción se llama "Las Estrellas" del grupo venezolano Caramelos de Cianuro, vale como adoro esa canción!!!!! Bajensela, la recomiendo. ^^

Bueno les quería decir que como ya saben yo vivo en Suiza (no lo sabían? Pues ahora sí), y de canciones en español me debo limitar a la de Aserejé y nada más -_^. Así que quería saber si me podrían recomendar algunas canciones que estén sonando en sus países en español, y si me las podrían decir, así me las bajo corriendo. Ya saben, que sean tipo Alejandro Sanz o Juanes o La Factoría, o de otra cosa, pero traten de limitar sus gustos de salsa y merengue porq esa música no la aguanto -_- (válgame Dios, yo viviendo toda mi vida en Venezuela y no soportaba esa música! =P).

Este capítulo lo dedico a la loka lokota de Medy, o Melo, o Mely, o Melody (o como coño te tenga q decir XD) o simplemente a Akira Akizuki.

DEJEN REVIEWS please a ver si les gustó y sigo este fic!!

**KaroLokA FeLTon**

Pd: no q Draco cumpla el 2 de noviembre, Rowling nunca lo ha dicho, es solo q me parecía muy apropiado q uno como él naciese el día de "Todos los Difuntos", a las 12:00 am.