Parte 2:
Nisao curioseaba entre los puestecillos del mercado en busca de algo especial.
Todos los sábados, el lugar se llenaba con los vivos colores de las telas y las claras voces de los avispados vendedores. Aquel era realmente el sitio ideal para encontrar de todo, desde: ropas exóticas, cajas de diversos tamaños, colores y diseños e incluso hasta animales. De hecho, fue allí donde compró su gatita blanca Saki (a la que Katan llamaba cariñosamente: bola de pelo). Ya casi lo tenía todo e iba a marcharse a casa, cuando tropezó con otra mujer de largos cabellos negros. Su primera intención fue la de disculparse pero...
- ¡¡Kaho!! ¿Que haces por aquí?- Hacía mucho tiempo que no te veía. ¿Que tal estas?
-¡Hola!- La chica le dio un beso en la mejilla.- Muy bien. No sabes lo que me alegro de verte. ¿Qué tal tu? ¿Y Katan?
- Yo estupendamente, y él ya sabes; encantador como siempre. Ahora mismo estaba comprando las cosas para prepararle una velada especial. Hoy es nuestro aniversario- Le comentó ilusionada mientras le enseñaba su anillo a su amiga Kaho.
-Guau! Es fantástico. Así que al final se decidió a pedírtelo, ¿eh?
-Si. Tras 12 años de noviazgo ya era hora ¿verdad?
Ambas se rieron.
-Él siempre fue un poco lento para todo.
Nisao la dio un suave codazo. -No te pases. ¿Y tú que? No me dijiste en tu última carta que había un chico guapísimo intentando ligar contigo?
-Si, pero no estoy segura. Ahora mismo no podría...
-¿Por el trabajo?
-Bueno... se podría decir que si.
-No seas tonta y disfruta de la vida que es muy corta.- Le dijo con una sonrisa.
--
En un lugar más apartado Sorata y Arashii se habían separado para localizar la fuente del poder que los había atraído hasta allí.
Al rato, Sorata se acercó sigilosamente por detrás de la joven, intentando no ser descubierto, pero en cuanto esta notó su presencia, se volvió.
-¿Has descubierto algo? – preguntó con su rostro serio.
-No. Ese tipo desprende un poder realmente impresionante, pero no consigo saber donde esta. Esta cerca. Pero… ¿Donde?
-Yo tampoco pude. Esto nos acabara dando problemas. Busquemos un rato más antes de regresar al palacio. Casi es la hora de la reunión.
-¿Podríamos considerar esto como una cita, belleza?- Indagó Sorata
-No seas idiota y sigue buscando.- le respondió chica exasperada.
-No te enfades, cielo que así me gustas incluso más. Jooo. Si al menos nos hubiera dicho la posición exacta.
--
-He de irme ya, Kaho. De verdad que me alegró mucho volver a verte.
-A mi también. Cuídate y dale recuerdos a Katan
-Así lo haré. A ver si vienes a visitarnos.- La gritó desde lejos.
Misao sonrió y continuó con sus compras.
Sólo necesitaba unas flores y podría regresar a casa. Se acercó a un puesto de una señora anciana y quedó fascinada por la variedad y el colorido de plantas. Las violetas desprendían un aroma tan agradable que le fue difícil resistirse. Cogió un ramo de ellas y las olió.
- Son preciosas, ¿verdad? - le comentó la vendedora. Nunca encontrará nada tan agradable para decorar un hogar. Además, el aroma que desprenden es muy fresco.
Ella la sonrió y asintió.
-Póngame éstas- le dijo tendiéndoselas a la mujer.
-Gracias. Vuelva cuando quiera.
Guardó el ramo en la cesta y como ya tenia todo lo que necesitaba se dispuso a marchase a casa dando un paseo. El tiempo acompañaba y no tenía prisa así que, decidió volver atravesando el parque Ueno.
Ya estaban en pleno mes de Mayo. Los hermosos cerezos ya daban sus blancas flores, llenándolo todo con su puro color, recreando la vista de todos los transeúntes y acompañando los juegos de los más pequeños.
La mujer iba pensando en sus cosas, cuando algo llamó su atención. Al otro lado de la calle, un par de niñas caminaban hacía el callejón de una banda. Misao no sabía mucho sobre tribus urbanas, pero sí que recordaba la ultima vez que se le ocurrió pasar cerca de allí y descubrir de la peor de las formas que había sitios en aquella, aparentemente pacifica ciudad, en las que no era recomendable entrar ni siquiera de día.
¡Hey! ¡Niñas!- gritó mientras corría hacia allí. Ambas la miraron extrañadas pero aguardaron a que estuviera junto a ellas. Cuando lo hizo, se detuvo intentando recuperar el aliento. Las dos chicas eran idénticas como dos gotas de agua; no parecían tener más de 8 años y sus ropas eran bastante extrañas. La de la derecha, llevaba un vestido largo recargado de bordados dorados con piedras azules; mientras la otra, lucia bordados con hilo de plata y piedras verdes. Sus ojos eran como dos trozos de cristal, (sin vida), azul y un tatuaje adornaba la frente de las dos.
La mujer alargó una mano para apartar el flequillo de una de las chiquillas y así poder ver mejor el dibujo, pero la niña dio un paso atrás.
- No te asustes. No voy a hacerte nada, pequeña. ¿Os habéis perdido?
-"¿Pequeña?"- le oyó decir Nisao, sin tan siquiera ver moverse sus labios.
-¿Que?
-"¿Shara, por que se empeñan en llamarnos pequeñas? Odio a estos estúpidos humanos." – se quejó la que llevaba una cinta azul, también sin despegar los labios.
Nisao tenía los ojos abiertos de par en par. Parecía como si le estuvieran hablando directamente a su cerebro. Sus voces resonaban en su cabeza como si se tratara de una habitación vacía. La sangre se le heló ante aquella sensación desagradable.
-"Olvídala. Pronto recuperaremos nuestra apariencia real y no tendremos que preocuparnos más de estas criaturas inferiores, Ishar. Pronto podremos medirnos con él y acabar..."
-¿Que? ¿¿??.
-"¿Qué hacemos con esto?"- Preguntó señalando con el dedo a la mujer que se había quedado petrificada.
Las flores de los árboles comenzaban a ser arrastradas por el viento y rozaban su cuerpo casi inerte.
-"Déjamela a mi, hermana" – dijo Ishar, ante lo que su hermana solo asintió. –
Continuara...
Nisao curioseaba entre los puestecillos del mercado en busca de algo especial.
Todos los sábados, el lugar se llenaba con los vivos colores de las telas y las claras voces de los avispados vendedores. Aquel era realmente el sitio ideal para encontrar de todo, desde: ropas exóticas, cajas de diversos tamaños, colores y diseños e incluso hasta animales. De hecho, fue allí donde compró su gatita blanca Saki (a la que Katan llamaba cariñosamente: bola de pelo). Ya casi lo tenía todo e iba a marcharse a casa, cuando tropezó con otra mujer de largos cabellos negros. Su primera intención fue la de disculparse pero...
- ¡¡Kaho!! ¿Que haces por aquí?- Hacía mucho tiempo que no te veía. ¿Que tal estas?
-¡Hola!- La chica le dio un beso en la mejilla.- Muy bien. No sabes lo que me alegro de verte. ¿Qué tal tu? ¿Y Katan?
- Yo estupendamente, y él ya sabes; encantador como siempre. Ahora mismo estaba comprando las cosas para prepararle una velada especial. Hoy es nuestro aniversario- Le comentó ilusionada mientras le enseñaba su anillo a su amiga Kaho.
-Guau! Es fantástico. Así que al final se decidió a pedírtelo, ¿eh?
-Si. Tras 12 años de noviazgo ya era hora ¿verdad?
Ambas se rieron.
-Él siempre fue un poco lento para todo.
Nisao la dio un suave codazo. -No te pases. ¿Y tú que? No me dijiste en tu última carta que había un chico guapísimo intentando ligar contigo?
-Si, pero no estoy segura. Ahora mismo no podría...
-¿Por el trabajo?
-Bueno... se podría decir que si.
-No seas tonta y disfruta de la vida que es muy corta.- Le dijo con una sonrisa.
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En un lugar más apartado Sorata y Arashii se habían separado para localizar la fuente del poder que los había atraído hasta allí.
Al rato, Sorata se acercó sigilosamente por detrás de la joven, intentando no ser descubierto, pero en cuanto esta notó su presencia, se volvió.
-¿Has descubierto algo? – preguntó con su rostro serio.
-No. Ese tipo desprende un poder realmente impresionante, pero no consigo saber donde esta. Esta cerca. Pero… ¿Donde?
-Yo tampoco pude. Esto nos acabara dando problemas. Busquemos un rato más antes de regresar al palacio. Casi es la hora de la reunión.
-¿Podríamos considerar esto como una cita, belleza?- Indagó Sorata
-No seas idiota y sigue buscando.- le respondió chica exasperada.
-No te enfades, cielo que así me gustas incluso más. Jooo. Si al menos nos hubiera dicho la posición exacta.
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-He de irme ya, Kaho. De verdad que me alegró mucho volver a verte.
-A mi también. Cuídate y dale recuerdos a Katan
-Así lo haré. A ver si vienes a visitarnos.- La gritó desde lejos.
Misao sonrió y continuó con sus compras.
Sólo necesitaba unas flores y podría regresar a casa. Se acercó a un puesto de una señora anciana y quedó fascinada por la variedad y el colorido de plantas. Las violetas desprendían un aroma tan agradable que le fue difícil resistirse. Cogió un ramo de ellas y las olió.
- Son preciosas, ¿verdad? - le comentó la vendedora. Nunca encontrará nada tan agradable para decorar un hogar. Además, el aroma que desprenden es muy fresco.
Ella la sonrió y asintió.
-Póngame éstas- le dijo tendiéndoselas a la mujer.
-Gracias. Vuelva cuando quiera.
Guardó el ramo en la cesta y como ya tenia todo lo que necesitaba se dispuso a marchase a casa dando un paseo. El tiempo acompañaba y no tenía prisa así que, decidió volver atravesando el parque Ueno.
Ya estaban en pleno mes de Mayo. Los hermosos cerezos ya daban sus blancas flores, llenándolo todo con su puro color, recreando la vista de todos los transeúntes y acompañando los juegos de los más pequeños.
La mujer iba pensando en sus cosas, cuando algo llamó su atención. Al otro lado de la calle, un par de niñas caminaban hacía el callejón de una banda. Misao no sabía mucho sobre tribus urbanas, pero sí que recordaba la ultima vez que se le ocurrió pasar cerca de allí y descubrir de la peor de las formas que había sitios en aquella, aparentemente pacifica ciudad, en las que no era recomendable entrar ni siquiera de día.
¡Hey! ¡Niñas!- gritó mientras corría hacia allí. Ambas la miraron extrañadas pero aguardaron a que estuviera junto a ellas. Cuando lo hizo, se detuvo intentando recuperar el aliento. Las dos chicas eran idénticas como dos gotas de agua; no parecían tener más de 8 años y sus ropas eran bastante extrañas. La de la derecha, llevaba un vestido largo recargado de bordados dorados con piedras azules; mientras la otra, lucia bordados con hilo de plata y piedras verdes. Sus ojos eran como dos trozos de cristal, (sin vida), azul y un tatuaje adornaba la frente de las dos.
La mujer alargó una mano para apartar el flequillo de una de las chiquillas y así poder ver mejor el dibujo, pero la niña dio un paso atrás.
- No te asustes. No voy a hacerte nada, pequeña. ¿Os habéis perdido?
-"¿Pequeña?"- le oyó decir Nisao, sin tan siquiera ver moverse sus labios.
-¿Que?
-"¿Shara, por que se empeñan en llamarnos pequeñas? Odio a estos estúpidos humanos." – se quejó la que llevaba una cinta azul, también sin despegar los labios.
Nisao tenía los ojos abiertos de par en par. Parecía como si le estuvieran hablando directamente a su cerebro. Sus voces resonaban en su cabeza como si se tratara de una habitación vacía. La sangre se le heló ante aquella sensación desagradable.
-"Olvídala. Pronto recuperaremos nuestra apariencia real y no tendremos que preocuparnos más de estas criaturas inferiores, Ishar. Pronto podremos medirnos con él y acabar..."
-¿Que? ¿¿??.
-"¿Qué hacemos con esto?"- Preguntó señalando con el dedo a la mujer que se había quedado petrificada.
Las flores de los árboles comenzaban a ser arrastradas por el viento y rozaban su cuerpo casi inerte.
-"Déjamela a mi, hermana" – dijo Ishar, ante lo que su hermana solo asintió. –
Continuara...
