Capítulo 2

Acababa de anochecer en Hong Kong, la mansión Li se hallaba en completa calma. Para Syaoran Li, la noche significaba un momento de descanso. Durante los últimos meses lo habían sometido a entrenamientos realmente duros, argumentando que el joven debía estar preparado pues en cualquier momento podría verse obligado a asumir su lugar como jefe del clan. Realmente estaba agotado, después de cerca de diez horas en entrenamiento continuo estaba tan cansado que no podía mover ni un músculo, le dolía todo el cuerpo. Después de despedirse del anciano se dirigió al ala este de la mansión, donde se encontraba su recámara. Sin embargo, antes de poder dirigirse a ella a descansar, tenía algo muy importante que hacer como para postergarlo al día siguiente.

Se dirigió hacia la habitación principal donde descansaba su madre, tenía que hablar con ella urgentemente, era la última esperanza que tenía para que el consejo de ancianos del clan Li cambiara su veredicto. Sin embargo, en su estado actual, la hechicera no estaba en condiciones de interceder por él. La mujer llevaba varias semanas de estar enferma y no daba muestras de mejoría. Las cosas se agravaban cada vez más en China. Además, la decisión ya había sido tomada, no había mucho que hacer al respecto. Y sin embargo, la madre del muchacho no dejaba de sentir pena al ver los ojos suplicantes de Syaoran que no dejaban de mirarle y de implorar que hiciera algo.

-"En verdad la amas, ¿no es así?"- Preguntó Irean Li mientras le observaba. Syaoran sólo asintió con tristeza. Irean empezó a comprender por lo que Syaoran estaba pasando, después de todo, ella sabía lo doloroso que era perder al ser amado.

La madre de Syaoran siempre había sido muy estricta con él, pero en el fondo, sólo deseaba lo mejor para su hijo. Ella había empezado a notar varios cambios en su personalidad, cambios que habían iniciado desde que comenzó su relación con la maestra de cartas que vivía en Japón. Antes parecía que Syaoran estaba disgustado con todo el mundo, no demostraba ningún sentimiento o emoción, parecía que nada le importaba en lo más mínimo, sólo cumplir con su deber como hechicero y futuro jefe del clan, era como si no tuviera corazón. Su manera de ser cambió drásticamente desde que regresó por segunda vez de Japón. La capa de hielo que lo envolvía comenzó a derretirse, se volvió más cálido para con sus seres queridos, ya no era tan callado ni tan frío como antes, incluso ahora sonreía. Si bien, su carácter seguía siendo bastante serio, ya no parecía estar enfadado con todo lo que le rodeaba, por fin parecía disfrutar la vida.

La jefa del clan Li se dio cuenta de que todos esos cambios en la actitud de su hijo los había provocado esa chica, Sakura. Se percató de que la joven Kinomoto había sido capaz de sacar lo mejor del interior del muchacho. También se percató de que Syaoran nunca sería feliz sino al lado de esa muchacha, por ello, finalmente decidió que tomaría medidas al respecto.

- "Lo mejor será que vayas a descansar Syaoran. Debes estar muy agotado. No te preocupes, yo mañana me encargaré de hablar con el consejo de ancianos."

- "¿Lo dices en serio, madre?"- Los ojos de Syaoran se iluminaron al ver a Irean asentir. No pudo contener su emoción al saber que su madre lo apoyaba. Inmediatamente se apresuró a abrazarla. –"¡Gracias! ¡Gracias! De verdad, gracias."

Irean sonrió levemente, pero unos segundos después su actitud volvió a tornarse seria.

-"Sin embargo, no debes cantar victoria todavía. Ya sabes que el consejo de ancianos no cambia sus decisiones fácilmente. Y la situación tampoco es tan buena para ello. Te prometo que haré todo lo que pueda para reunirlos a ti y a la maestra de cartas de nuevo, pero no te aseguro que sea suficiente. Es muy poco probable que a estas alturas el consejo de ancianos cambie su veredicto, así que no te ilusiones demasiado."- Dijo la hechicera con tono grave.

Syaoran asintió en forma seria. En el fondo estaba agradecido por tener el apoyo de su madre, sin embargo, sabía que en su condición actual, la hechicera no sería capaz de cambiar, al menos no del todo, la decisión de los ancianos. Al final probablemente tendría que resignarse y acatar las ordenes que le habían dado. Se despidió de su madre y del mayordomo y marchó hacia su recámara. Irean y Wei le vieron partir con tristeza. En verdad se podía apreciar el sufrimiento del joven chino.

-"¿Cree que podrá cambiar la decisión del consejo, señora?"- pregunto Wei después de que Syaoran saliera de la habitación.

-"No estoy segura Wei, y sin embargo, tal vez pueda llegar a un acuerdo con el consejo de ancianos que favorezca a Syaoran, pero para ello necesitaré la ayuda de "alguien" en particular."

-"¿De quién?"- preguntó el mayordomo, extrañado.

-"Tú sabes bien de quien hablo."- Dijo Irean sonriéndole a Wei. El mayordomo comprendió todo después de un momento y asintió.

-"Me comunicaré con el señor mañana mismo, sólo espero que acepte."

-"Aceptará, confió en él..."- Irean permaneció pensativa unos momentos.

-"¿Qué sucede, señora?"- preguntó Wei. La hechicera respondió sin dejar de meditar.

-"Sé que lo único que ansia mi hijo es poder ver de nuevo a la maestra de cartas. En este momento desearía poder hacer algo para reanimarlo, aunque fuera un poco."

-"¿Como qué, señora?"

-"Tal vez... si empleo el pergamino..."- Al darse cuenta de lo que su señora pensaba hacer, Wei se aterrorizó.

-"¡Pero señora, no debe! En su condición actual podría ser muy peligroso."- La hechicera rió levemente ante la reacción del mayordomo, aunque le agradecía su preocupación por ella.

-"No tienes porque preocuparte, Wei. Aún en mi condición soy perfectamente capaz de usarlo sin que ponga en riesgo mi vida. Es el último recurso que me queda y estoy decidida a emplearlo si con ello logro reunir de nuevo a mi hijo y a la joven Kinomoto... aunque sea sólo por un momento."

-"Espero no se equivoque, señora"- respondió el mayordomo aún preocupado ....

La conversación continuó en la habitación de la jefa del clan Li mientras que Syaoran se dirigía a su recámara. Una vez que estuvo dentro del cuarto, el muchacho simplemente dio un suspiro y se dejo caer de espaldas en la cama. Estaba harto de todo, ya no quería saber nada sobre lo que el consejo pretendía hacer con él. Y aunque le alegraba saber que su madre lo apoyaba, eso no disminuía la frustración que sentía al no lograr convencer a los ancianos de cambiar su decisión. Esta situación lo molestaba, desde que recordaba, esos malditos viejos siempre se la habían pasado tratando de controlar su vida, pero ahora habían ido demasiado lejos.

 "¿Por qué razón tiene que pasarme esto? ¿Por qué no pueden dejarme hacer mi vida en paz?", pensó para sí, no obstante, conocía la respuesta. En momentos como ese maldecía haber sido el único hijo varón del antiguo jefe del clan Li. Eso lo marcaba a convertirse en el nuevo líder una vez que su madre falleciera, le imponía responsabilidades bastante serias, y como se veían las cosas, todo parecía indicar que pronto se vería obligado a cumplir con ellas.

No soportaba lo que estaba sucediendo, no soportaba que el consejo de ancianos del clan continuamente tomara decisiones por él, sin si quiera considerar su opinión al respecto de las mismas. ¡Cómo desearía poder liberarse alguna vez del control de los ancianos! Y desgraciadamente, a pesar de sus quejas, sabía que la actitud de los miserables viejos tenía una razón de ser, una razón poco válida para él, pero una razón al menos. Sin embargo, aún cuando la situación fuera tan seria, eso no les daba derecho a ellos para decidir sobre su futuro sin tomar en cuenta lo que él pensaba o lo que sentía.

Además, hasta donde a él concernía, no le debía absolutamente nada a los ancianos, por el contrario, los detestaba tanto como ellos lo detestaban a él. Entonces pensó en sus hermanas, en su madre, en su mayordomo Wei y en su prima Meiling. La seguridad de ellos también estaba en juego. De entre todos los miembros del clan, ellos eran los más importantes para él: eran su verdadera familia, los únicos que le habían mostrado afecto y comprensión. A ellos era a los únicos que les debía lealtad y sólo por ellos estaría dispuesto a tomar la responsabilidad en sus manos y a convertirse en líder. Lo que no estaba dispuesto a permitir era que a costa de asumir su puesto como jefe, le obligaran a renunciar a la persona más importante para él. Definitivamente no lo haría.

Volteó hacia la mesa de noche que se hallaba a un lado de la cama. Encima de ella se encontraban las últimas cartas que Sakura le había enviado. La situación en verdad lo deprimía, hasta el momento todos sus intentos por cambiar la decisión del consejo habían resultado inútiles. Se sentía mal sobre todo por Sakura, ella debía estar muy preocupada al no saber nada de él en dos meses, y sin embargo, no podía escribir diciéndole que la situación estaba bien en Hong Kong, porque ciertamente no lo estaba. Tampoco podía decirle la verdad porque de hacerlo la terminaría angustiando más. El problema era bastante serio esta vez, no quería involucrar a Sakura, y sin embargo, éste era uno que definitivamente tenía que ver con ella.

Tomó la última carta que Sakura le había escrito. La había recibido hacía apenas un par de días. Ante las circunstancias presentes, las cartas de su novia eran su único consuelo. Sin embargo, ya llevaban más de diez cartas que Sakura le había enviado durante esos dos meses y a ninguna le había respondido. En ellas podía ver lo angustiada que su novia se encontraba por él, y lo peor era que no podía hacer nada al respecto, no sin antes haber hecho algo con los planes del consejo de ancianos. No obstante, no dejaba de preocuparle como se encontraría Sakura. Realmente deseaba poder verla. Ya no aguantaba más, lo único que deseaba era poder estar de nuevo con ella.

Decidió que al final le escribiría contándole lo que realmente estaba ocurriendo, era mejor decirle la verdad de una vez antes de que la situación se complicara más. Se dirigió hacia su escritorio donde se hallaba abierto un libro de biología. Ahora recordaba que no había terminado de estudiar el capítulo de sexualidad, pero había algo más importante que hacer como para molestarse con eso. Tomó el libro entre sus manos para cerrarlo, antes miró por unos instantes la página en la que se había quedado. Después de observarla un rato cerró el libro y lo puso en el estante de un librero que se encontraba en la esquina del cuarto.

Desde hacía mes y medio que se había dado de baja en el sistema escolarizado y había comenzado a cursar la preparatoria en modalidad abierta. Lo había hecho por ordenes del consejo, quienes consideraban más importante en ese momento que el muchacho desarrollara sus habilidades mágicas, dándole menor prioridad a su educación formal. Ciertamente el sistema abierto era mucho más sencillo de cursar que el escolarizado, no necesitaba asistir a clases ni entregar tareas, sólo debía ir a presentar los exámenes. Claro que ello implicaba mayor responsabilidad pues debía estudiar por su cuenta, pero para Syaoran no significaba problema alguno... o mejor dicho, no significaría de no ser porque los entrenamientos lo mantenían ocupado la mayor parte del tiempo y le impedían estudiar apropiadamente. De cualquier modo, su principal preocupación en ese momento no era el estudio precisamente.

Sacó una hoja de papel y empezó a escribir la carta que le enviaría a Sakura al día siguiente. Intentaba pensar en alguna frase romántica que le ayudara a disculparse por haber cortado contacto con ella por tanto tiempo, pero por más que trataba no se le ocurría nada. Realmente era muy difícil para él escribir algo de ese estilo, peor si agregábamos que su mente estaba completamente en blanco. Permaneció mirando a la nada por varios segundos hasta que en un momento dado desvió la mirada hacia el librero y, específicamente, hacia su libro de biología. Empezó a pensar en todo lo que había leído a lo largo del capítulo: los cambios en la adolescencia, caracteres sexuales primarios y secundarios, funciones de los aparatos genitales masculino y femenino, ciclo menstrual, embarazo y relación sexual.... relación sexual, esas dos palabras entraron en su cabeza y se albergaron en su mente.

-"Relación sexual. Me pregunto como será tener con...."- Inmediatamente se sonrojó y empezó a sacudir la cabeza tratando de alejar esos "nefastos" pensamientos que habían cruzado por su mente. –"¡¿Es qué acaso no tengo vergüenza?!"- Se dijo recriminándose, como se atrevía a pensar en algo como eso en una situación así. Definitivamente no era el momento más apropiado para empezar con fantasías sexuales. Bajó la mirada con algo de tristeza hacia la carta que se suponía estaba tratando de escribir.

-"Me siento como un pervertido cada vez que pienso en ella de esa forma... y sin embargo... la amo demasiado. Esa clase de sueños que he tenido con ella últimamente... He soñado varias veces con poder estar con ella de esa forma. Desearía que algo así sucediera aunque fuera sólo una vez, sólo una vez.... Y al final, siempre acabo sintiéndome culpable al pensar que hago mal cada vez que me imagino teniendo relaciones con ella... pero es que no puedo evitarlo, esos sueños son tan hermosos, tan fantásticos, y la vez tan irreales..."-

El muchacho dirigió la mirada al libro una vez más.

-"Pero realmente es algo tan malo tener esa clase de sueños con la persona que amas, realmente hago mal al desear compartir esa clase de experiencias con ella, no lo comprendo."

El muchacho sacó su billetera de uno de los cajones del escritorio. La abrió y contempló el pequeño obsequio que un amigo muy cercano le había hecho. Empezó a recordar la conversación que había sostenido con él hacia unos meses, poco después de que regresara de su última visita y antes de que todos sus problemas comenzaran:

(Nota del autor: lo que está entre corcheas es un flash back)

[-"Y dígame joven, ya tuvo relaciones con la señorita Sakura."

-"¡Wei! ¿Cómo se te ocurre pensar en eso"- Dijo el muchacho bastante asustado y ruborizado mientras desviaba la vista hacia otro lado. –"Sakura y yo no hemos hecho nada de lo que tú piensas."

-"No se enfade, joven Syaoran. No se lo pregunto con mala intención, sólo lo hago porque deseo ayudarlo y orientarlo al respecto. Por lo que veo usted respeta a la señorita, y al parecer no se atreverá a tocarla hasta el matrimonio."

-"Exacto, se supone eso es lo más correcto, ¿no es así Wei?"

-"Pues déjeme decirle que está equivocado, joven."- Syaoran se sorprendió al escuchar lo que dijo el anciano. –"Aunque eso es lo que dicta la tradición familiar, yo en realidad nunca he estado a favor de ella. No se sorprenda ni se espante. Tampoco se preocupe por si alguien del consejo me escuchó decir eso y va a decírselo a su madre, ella ya conoce mi punto de vista al respecto. Yo creo que si dos personas se aman lo correcto es que estén juntas, no importa si están casados o no. Joven Syaoran, desgraciadamente nuestra sociedad es bastante retrograda, tendemos a exaltar demasiado el valor de la virginidad, cuando en realidad no vale absolutamente nada. Lo importante en una relación de ese tipo es el amor de la pareja y lo que se expresan entre ellos, no el acto en sí."

-"Wei..."- El muchacho permaneció pensativo unos instantes, aunque de nuevo se ruborizó y añadió irritado –"¡No me parece correcto!"

-"¿No le parece? Tal vez se deba a que aún es demasiado joven y no lo ha experimentado. Aunque supongo ya habrá tenido sueños húmedos, no es así."

-"¡¡¡¡Weiiiii!!!!"- El muchacho estaba tan sonrojado que parecía la luz roja de un semáforo.

-"No tiene porque enfadarse. Es algo natural en los jóvenes de su edad. Supongo que han sido con la señorita Sakura, ¿no es así?"-

Syaoran no respondió, estaba aterrado, avergonzado y extremadamente sonrojado, daba la impresión de que se iba a desmayar de los nervios en cualquier momento.

-"Su rubor lo delata, joven. No debe sentir vergüenza por ello. Usted tiende a ser muy duro consigo mismo, y eso no es correcto. No hay nada de malo en fantasear con la persona que se ama. Tampoco tiene nada de malo querer hacer el amor con ella. Lo que no está bien es pensar en ello las 24 horas del día o fijarse nada más en el aspecto sexual de una relación de pareja. Y mientras usted no llegué a ese extremo no debe sentirse culpable. Es algo muy normal que se desee expresar el amor de esa manera. Y por  lo que veo, usted realmente ama a la señorita Sakura, no debe sentirse apenado por ello."

-"Pero es que... Wei."

-"Escúcheme joven. Quiero hacerle una pregunta. ¿Usted sabe cuál es la diferencia entre hacer el amor a una persona y simplemente fornicar con ella?"- Syaoran permaneció mudo. -"Con gusto se la explicaré, hacer el amor con una persona implica una carga afectiva y sentimental muy fuerte. Para fornicar con una persona no se necesita sentir nada por ella, pero para hacer el amor se tiene por fuerza que estar enamorado. Y si bien, es verdad que una relación sexual puede brindar mucho placer por si sola, un simple complemento como lo es el amor puede transformarla en algo mucho mayor."

Syaoran estaba atónito, pero aún así escuchó atentamente la explicación del viejo mayordomo. En verdad lo admiraba y respetaba mucho. El había sido prácticamente un padre para él, lo había educado y  cuidado desde que era un niño. Con él podía hablar sobre temas de los que no podía o no se atrevía a hablar con su madre.

-"Por otra parte joven, recuerde que lo que hace grandiosa una relación sexual no es sólo el placer físico, sino también el placer emocional y espiritual. Al hacer el amor no debe volverse egoísta, en ningún momento debe serlo. No se enfoque nada más en su placer personal, enfóquese también en hacer feliz a su pareja, trate de brindarle el mayor placer que pueda, pero tampoco se vaya al extremo de olvidarse de sí mismo. Recuerde que hacer el amor no es más que un juego entre dos personas que se aman, y en ese juego sólo debe haber ganadores, nunca perdedores. Esfuércese y opte por prácticas y posiciones que le brinden placer tanto a su pareja como a usted mismo. Y no se olvide que lo más importante es que pueda expresarle todo su amor, todos sus sentimientos por ella. Es más, olvídese de prácticas y posiciones, sólo concéntrese en hacer sentir bien a su pareja, hacerla feliz y trasmitirle todo lo que siente. Y sobre todo disfrute, disfrute al estar con ella. De esa manera le será más fácil saber como actuar y como moverse. Le traerá una satisfacción mucho mayor saber que ha sido capaz de hacerla feliz y de satisfacerla, y sobre todo, saber que ha sido capaz de expresarle todas sus emociones por ella."

Syaoran realmente estaba sorprendido de todo lo que decía el anciano. Parecía saber mucho sobre ello. Estaba maravillado con sus palabras. Se preguntaba dónde fue que Wei aprendió tanto sobre sexo... Así fue hasta que una serie de ideas cruzaron por su mente, entonces se sorprendió y le miró bastante ruborizado.

-"¡¡¡¿¿¿Weeeiii???!!!"

El mayordomo sólo contestó con su sonrisa afable.

-"No me vea con esos ojos, joven Syaoran, sé que quizá le cueste trabajo creerlo, pero yo también fui joven y también tuve mis propias experiencias. No soy casto y no creo que haya alguien que lo sea a mi edad. Ni siquiera los sacerdotes de la religión católica que han hecho un voto de celibato. A veces lo miró a usted y me sorprendo de la forma como la época les brinda tantas facilidades a ustedes los jóvenes. Siento un poco de envidia."- Rió ligeramente. –"Antes yo tenía que aprenderlo todo por la mala, no había fuentes de información que me hablaran sobre eso. Tenía que aprender por experiencia propia y sufrí muchas cosas desagradables por lo mismo. Hablando de eso, deseo regalarle algo."- dijo entregándole un paquete lleno de pequeños objetos de látex (NA: que si tienen imaginación, ya saben de antemano que son -_-U). –"Siempre es bueno tener de reserva, le recomiendo guardar uno en su billetera y llevarlo con usted a todas partes. Nunca se sabe cuando puede ser necesario. En lo personal, a mí no me preocupa que deje embarazada a alguna muchacha, aunque a su madre si que le preocuparía. Lo que yo temo es que llegué a contraer alguna enfermedad rara, más en países como el nuestro donde son muy comunes. No le estoy diciendo que salga ahora mismo a tener relaciones con la primera mujer que se encuentre, sólo se los doy porque considero que siempre es bueno estar prevenido, sólo por si acaso."]

-"Wei, siempre tan sabio."- Se dijo Syaoran mientras reflexionaba sobre las palabras del viejo mayordomo. Tal como su amigo se lo había aconsejado, siempre procuraba llevar uno de esos pequeños "salvavidas" (como Wei les llamaba) en su billetera, aunque no le veía mucho caso, después de todo, él no se caracterizaba por ser muy sociable y rara vez aceptaba las invitaciones a fiestas, bares, discotecas o lugares parecidos. De cualquier modo seguía meditando al respecto de esa conversación, principalmente sobre lo que él le explicó acerca del amor y el sexo.

-"Wei tiene razón, tal vez estoy siendo demasiado duro conmigo mismo. Viéndolo bien, no tiene nada de malo desear hacer "eso" con la persona que amas. Y yo definitivamente amo a Sakura. Ella es lo más importante para mí, cada vez que pienso en ella mi corazón late más aprisa y no puedo dejar de sonreír ni quiero apartarla de mi mente. Siempre me he preguntado por esa sensación de felicidad que me invade al pensar en ella. Tal vez se deba simplemente a que la amo demasiado."

El muchacho guardo la billetera en el pantalón y dirigió nuevamente la vista hacia la hoja de papel en el escritorio.

-"Ella es tan hermosa, tan pura e inocente... pensar en acercármele y tocarla me produce escalofríos. De hecho cada vez que voy a visitarle me invade el terror al pensar que podríamos llegar a estar en alguna situación de esas. Pero a pesar de eso, no dejo de sentir curiosidad. ¿Qué se sentiría compartir esa clase de experiencias con ella? ¿Será tan agradable como lo es en mis sueños? No lo sé..."- Entonces un horrendo pensamiento cruzó por la mente del muchacho. Era un pensamiento horrible que acabó borrando la sonrisa dibujada en su rostro. –"¿Y que tal si acabara siendo desagradable? ¿Qué sucedería después de que lo hiciéramos? ¿Cambiaría en algo nuestra relación? ¡Oh! ¡Dios mío! ¿Qué tal si lo hago mal y ella no me vuelve a dirigir la palabra nunca? Wei dice que lo principal es hacer feliz a mi pareja y demostrarle cuanto la amo, ¿pero y si no soy capaz de ello? ¡¿Qué tal si no soy capaz de brindarle placer?! ¡Santo Díos! ¿Qué clase de hombre sería entonces?"

Syaoran respiraba agitadamente y sudaba frío. Nunca se había puesto a pensar que pasaría si las cosas no resultaran bien entre Sakura y él al estar en una situación de esas. Al final eso podría acabar arruinando su relación con ella. Él había escuchado cosas horribles acerca del sexo: violaciones, enfermedades venéreas, embarazos no deseados, abortos, incestos... Pero curiosamente la mayoría de sus compañeros del colegio, e incluso, la mayoría de las personas adultas que conocía no hablaban sobre esas cosas. Por lo general se referían a la insatisfacción sexual como lo más terrible de todo.

-"Insatisfacción... en realidad será tan desilusionante..."

Syaoran recordó una conversación que había escuchado entre sus hermanas mucho tiempo antes de la que tuvo con Wei. Ellas estaban desayunando y él había bajado al comedor por un vaso de limonada, ninguna de ellas se percató de su presencia y las cuatro siguieron conversando animadamente, aunque cuando finalmente se dieron cuenta de que había un extraño colado en la plática, no tardaron en correrlo a palos.

[-"Y entonces Fuutie, dices que tu amiga Tsing cortó con su novio."- Preguntó Feimei.

-"Sí, eso dije. Debiste haber visto a la pobre, no sólo estaba triste sino también desilusionada. Me dijo que nunca se esperó que él llegara a comportarse de esa manera."

-"¿Y por qué lo cortó? No sabes."- Preguntó Shiefa.

Fuutie dio un sorbo a su limonada antes de responder.

-"No estoy muy segura, pero probablemente lo cortó por impotente."- Dijo en tono de broma. Las demás se rieron, aunque Syaoran sí que tomó el comentario muy en serio.

-"Tienes razón, Fuutie, cortar a un hombre por impotente es la mejor decisión."- Dijo Feimei jocosamente.

-"No sólo por impotente, sino también por indecente e inútil. Hay hombres que de plano se la pasan pensando todo el día en sexo y en 'ligarse' a cualquiera que se les cruce, pero eso sí, a la hora de la verdad no saben como satisfacer a una mujer en la cama."- Añadió Shiefa tratando de aparentar seriedad, aunque en el fondo se expresaba en el mismo tono que Feimei.

-"Ningún hombre sabe como y donde tocar a una mujer. Eso me ha quedado constatado."- Dijo Fuutie.

-"¡Ay! ¿A poco has tenido a tantos?, no me digas. No te conocía esas mañas, Fuutie."- Dijo Fanren, en tono de broma.

-"Créelo o no, pero es la verdad. Para lo único para lo que sirven los hombres es para el sexo, pero si a la mera hora también nos fallan en eso, ¿entonces que podemos hacer?"

En ese momento, las cuatro se percataron de que Syaoran había escuchado toda su plática. El pobre estaba muy sonrojado y realmente nervioso. Sobra decir cual fue la reacción de sus hermanas.

-"¡Chiquito! ¡¿Pero qué haces tú aquí?!"- Exclamó Fanren asustada.

-"¡Sal de aquí inmediatamente, Syaoran!"- Le gritó Fuutie.

-"¡Ay de ti si te ocurre ir de chismoso con mamá sobre lo que hemos estado hablando!"- Amenazó Feimei.

-"¡Vamos, atrápenlo!"- Dijo Shiefa al tiempo que se lanzaba junto con las otras tres a perseguir a Syaoran para evitar que abriera el pico.

-"¡¿Pero yo que?! ¡Sí yo ni siquiera quería escuchar su tonta conversación! ¡Sólo bajé por un vaso de limonada!"- Gritaba el muchacho aterrorizado mientras huía de la furia de sus hermanas.

-"¡No nos engañas! Si ya nos dimos cuenta de que eres un pervertido que le gusta escuchar las pláticas privadas entre mujeres. ¡Te vamos a dar tu merecido!"- Gritó Fuutie quien, al igual que sus otras hermanas, traía un enorme y afilado objeto punzo cortante en las manos.]

Syaoran sacudió la cabeza tratando de alejar esos horribles recuerdos. Apenas si pudo escapar del horrendo castigo y las terribles horas de tortura a las que lo hubieran sometido sus hermanas de haberlo atrapado. Al final prefirió no delatarlas, aunque no le faltaban ganas de hacerlo. Decidió que lo más sensato era no hablar con su madre sobre lo que las había escuchado conversar. Era preferible, ya que lo más seguro es que de haberlo hecho, sus hermanas lo hubieran torturado cruelmente para después asesinarlo, enrollarlo en una alfombra y arrojarlo a cualquier barranco que encontraran por allí.

Decidió que lo mejor era olvidarse de todo el asunto del sexo y continuar escribiendo su carta para Sakura. Pero no pudo pasar ni del primer párrafo, pues al instante cayó dormido, víctima del cansancio que sufría por todos los entrenamientos que le habían impuesto últimamente.

Al despertar se encontró parado en un lugar extraño pero a la vez muy familiar. Después de observar atentamente a su alrededor se sorprendió de sobremanera. Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de que estaba en la terraza de la casa de Sakura. Se sintió desorientado, ¿acaso se trataba de un sueño? Se pellizcó para cerciorarse de que no se hallaba en otra de esas bromas que su subconsciente solía jugarle tan a menudo. Entonces se dio cuenta de que efectivamente no estaba soñando, ¡se hallaba en casa de Sakura!

Continúa...