Bueno. . . en realidad han tenido que convencerme para seguir con este fic.
No me sentía con fuerzas, ya que todos me decís que he puesto a Lucius como
un monstruo. Pero seamos realistas, Lucius es un nombre derivado de
Lucifer, ¿qué esperáis de el? ¿que sea un angelito? El caso es que, de no
ser por Hermione (Isilme aquí) no habría seguido con esto.
Akane: no te preocupes. Aquí no hay nada de parejas. Y no te enfades conmigo, sólo escribí lo que sentí en aquel momento de depresión. Supongo que la pagué con Lucius. Me alegro de que aún así te guste el fic.
Espero que este capítulo tb sea de "vuestro agrado".
**************************
Hogwarts . . . Escuela de Magia y Hechicería. . . Cualquier niño no vería en ella más que eso, una escuela. . . Pero para mí era algo más que eso. Era mi salvación. Al fin podría estar lejos de mi padre. Pero me dolía pensar que mi madre seguía en casa. . .
Sí, claro que todo el mundo respetaba a los Malfoy. Mi padre se hacía respetar, siempre impecable ante los ojos de los demás. Una gran mansión, montones de dinero, una familia. . . se olvidaban el adjetivo "destrozada", porque aquello no era una familia.
Yo estaba bien en Hogwarts, pero mi madre. . . sólo tenía noticias de ella muy de vez en cuando, cuando mi padre se iba de viaje de negocios, supongo. Siempre me decía que estaba bien, pero yo sabía que sólo quería que no me preocupase.
Hablando de Hogwarts. . . por supuesto que yo era el malvado Draco Malfoy, no podía ser de otra manera, siendo mi padre quien era: un mortífago, y algo más que el resto del mundo desconocía. Yo nunca odié a Potter, Weasley ni Granger. Simplemente. . . los envidiaba. Y había construido un escudo a mí alrededor. Anda podía entrar, tampoco salir. Ya nada podía hacerme daño.
Obviamente, mi padre debía seguir actuando ante los demás. Me trataba bien fuera de casa, incluso me compró aquella Nimbus 2001. Hubo un momento en el que creí que la pesadilla había terminado. Pero estaba equivocado.
Toda aquella violencia disminuyó considerablemente, es cierto, pero nunca se fue del todo. Tenía miedo de regresar a casa. No por mí, sino por ver a mi madre. Me aterraba descubrir qué atrocidades le podía haber hecho. Pero, afortunadamente, nunca le hizo nada, dentro de lo que cabe. Pero aquellas marcas quedarán en su cuerpo para siempre. . .
Y aunque algunas señales desaparezcan, el dolor siempre permanecerá ahí. No quiero mirar atrás. . . pero he de enfrentarme a todo aquello. Debo superarlo. Por mi madre, por los dos.
Ya ni siquiera me dolían los golpes de mi padre. Estaba completamente insensibilizado. O quizá no lo hiciese tan fuerte como antes. No lo sé con seguridad. Pero había cierto cambio. Pero. . . mi madre. . .
Aquella noche, antes de regresar a Hogwarts después de Navidad, no permití que él se acercara a ella. Pero no pude evitarlo. Me cogió del pelo y me lanzó contra el suelo. Si hubiese tenido más fuerza, ahora mismo tendría un hermano. . . o una hermana. Nunca lo sabré.
Cuando regresé a Hogwarts el día siguiente, me encerré en una de las mazmorras y comencé a llorar desesperadamente. No podía entenderlo. ¿Por qué lo había hecho? Aunque sabía que no obtendría respuesta. Me despojé de la túnica y la camisa, y comencé a ver una a una las cicatrices, aún con lágrimas en los ojos, cuando alguien abrió la puerta.
Akane: no te preocupes. Aquí no hay nada de parejas. Y no te enfades conmigo, sólo escribí lo que sentí en aquel momento de depresión. Supongo que la pagué con Lucius. Me alegro de que aún así te guste el fic.
Espero que este capítulo tb sea de "vuestro agrado".
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Hogwarts . . . Escuela de Magia y Hechicería. . . Cualquier niño no vería en ella más que eso, una escuela. . . Pero para mí era algo más que eso. Era mi salvación. Al fin podría estar lejos de mi padre. Pero me dolía pensar que mi madre seguía en casa. . .
Sí, claro que todo el mundo respetaba a los Malfoy. Mi padre se hacía respetar, siempre impecable ante los ojos de los demás. Una gran mansión, montones de dinero, una familia. . . se olvidaban el adjetivo "destrozada", porque aquello no era una familia.
Yo estaba bien en Hogwarts, pero mi madre. . . sólo tenía noticias de ella muy de vez en cuando, cuando mi padre se iba de viaje de negocios, supongo. Siempre me decía que estaba bien, pero yo sabía que sólo quería que no me preocupase.
Hablando de Hogwarts. . . por supuesto que yo era el malvado Draco Malfoy, no podía ser de otra manera, siendo mi padre quien era: un mortífago, y algo más que el resto del mundo desconocía. Yo nunca odié a Potter, Weasley ni Granger. Simplemente. . . los envidiaba. Y había construido un escudo a mí alrededor. Anda podía entrar, tampoco salir. Ya nada podía hacerme daño.
Obviamente, mi padre debía seguir actuando ante los demás. Me trataba bien fuera de casa, incluso me compró aquella Nimbus 2001. Hubo un momento en el que creí que la pesadilla había terminado. Pero estaba equivocado.
Toda aquella violencia disminuyó considerablemente, es cierto, pero nunca se fue del todo. Tenía miedo de regresar a casa. No por mí, sino por ver a mi madre. Me aterraba descubrir qué atrocidades le podía haber hecho. Pero, afortunadamente, nunca le hizo nada, dentro de lo que cabe. Pero aquellas marcas quedarán en su cuerpo para siempre. . .
Y aunque algunas señales desaparezcan, el dolor siempre permanecerá ahí. No quiero mirar atrás. . . pero he de enfrentarme a todo aquello. Debo superarlo. Por mi madre, por los dos.
Ya ni siquiera me dolían los golpes de mi padre. Estaba completamente insensibilizado. O quizá no lo hiciese tan fuerte como antes. No lo sé con seguridad. Pero había cierto cambio. Pero. . . mi madre. . .
Aquella noche, antes de regresar a Hogwarts después de Navidad, no permití que él se acercara a ella. Pero no pude evitarlo. Me cogió del pelo y me lanzó contra el suelo. Si hubiese tenido más fuerza, ahora mismo tendría un hermano. . . o una hermana. Nunca lo sabré.
Cuando regresé a Hogwarts el día siguiente, me encerré en una de las mazmorras y comencé a llorar desesperadamente. No podía entenderlo. ¿Por qué lo había hecho? Aunque sabía que no obtendría respuesta. Me despojé de la túnica y la camisa, y comencé a ver una a una las cicatrices, aún con lágrimas en los ojos, cuando alguien abrió la puerta.
