Lily se despertó temprano, algo muy extraño en ella. Al abrir los ojos y darse cuenta que no se volvería a dormir, se levantó de su cama con un estirón.

Vio que su habitación estaba oscura y silenciosa.

"Me he despertado antes del alba" pensó la chica, viendo dormir profundamente a sus amigas. "Genial. Nada tan romántico para empezar un día que ver el amanecer" sonrió complacida ante ese pensamiento.

Se dirigió al baño, donde se puso unos pantalones de jean, una franela de manga larga color crema y unos zapatos del mismo color.

Salió del baño en puntillas. Le dio una última mirada divertida a sus amigas, y salió del dormitorio, no sin antes agarrar su gabardina, también crema[N/A: alguien ha visto Casablanca? Bueno, Humphrey Bogart (Rick), en la última escena, con su gabardina, saliendo de escena con el francés. Algo así me imagino a Lily con la suya... aunque, claro, chica...]

La chica bajó a la sala común, viéndola totalmente desierta. Pasó por ahí rápidamente. Le asustaba la idea de la sala común tan tranquila.

Cuando llegó al retrato, vio a la señora gorda profundamente dormida.

- Diario "El Profeta" – dijo Lily, tratando de despertarla. Emitió un ronquido. Repitió lo mismo, un poco más alto. Nada -. DIARIO "EL PROFETA" – gritó al fin la chica. La señora gorda se despertó de un sobresalto. Luego la miró con furia, lo que hizo que Lily se sonrojara.

- ¿Qué demonios haces despierta a esta hora? – preguntó la señora gorda. Lily frunció el entrecejo.

- Si me disculpa, eso a usted no le incumbe. He dicho la contraseña, y eso es todo lo que tiene que saber – dijo la chica. Ella la miró con chispas en los ojos y abrió el retrato de mala gana -. Gracias – dijo Lily, suspirando.

"¡Que tipa tan metida" pensó mientras pasaba, negando con la cabeza.

La pelirroja siguió caminando, mientras se ponía la gabardina. Se veía.. fuera de tono con el ambiente. Demasiada magia, muchas velas... y ella parecía recién sacada de un catálogo de moda muggle.

Por eso era que brillaba tanto en Hogwarts. Tenía un look extravagante, entre todas las túnicas. Aunque no era la única chica de familia muggle, todo lo contrario. Pero todas esas chicas se sentían... avergonzadas por no ser de familias de magos.

Lily no entendía eso. De hecho, veía su situación como una interesante mezcla de culturas y formas de pensar y funcionar. Y así lo hacía ver en su ropa. Y su actitud independiente, que aparentaba – y no sólo en apariencias, era cierto – que no le importaba lo que otra gente aparte sus amigos pensaran de ella.

Por eso era popular. Por eso la perseguían los chicos. Por eso...

- Quizá no tenga oportunidad con James – murmuró, mientras salía del castillo.

Ese era el problema. Eran tan parecidos pero aún tan... distintos.

La chica miró su reloj. Eran las cuatro y media, en una madrugada de otoño.

La chica cerró los ojos con fuerza y se abrazó a su gabán, mientras seguía caminando, ahora lentamente.

- Señorita Evans, ¿qué hace usted fuera del castillo a estas horas de la madrugada? – preguntó una voz. La chica abrió los ojos, mirando en dirección a quien habló. No le sorprendió ver al conocido chico de pelo negro y ojos azules encerrados en gruesos lentes sonriéndole amablemente a unos metros a la derecha.

- No pude dormir más – respondió ella -. ¿Y qué hay de ti? También deberías estar en los brazos de Morfeo a esta hora...

- Mismo síntoma – se encogió de hombros -. Además, el amanecer en Hogwarts es algo que vale la pena ver – terminó, mirando al cielo.

- Pensaba venir a verlo también. Aunque con el frío que hace, empiezo a preguntarme si debería regresar al castillo – se sobaba los brazos con fuerza, temblando ligeramente.

James la miró, manteniendo su sonrisa. Su expresión estaba dividida entre la diversión y la preocupación.

- Eso tiene solución, ya lo creo – dijo asintiendo -. Si es que no te molesta, por supuesto.

La chica lo miró divertida. Luego se encogió de hombros.

- Lo que sea necesario para no tener que morir congelada.

El chico rió, y se acercó a ella. Luego la abrazó con fuerza.

Lily no sabía si era el frío o el hecho de que James la estuviera abrazando, pero sin duda sentía los colores subírsele a la cara.

- Sabes, esta no era la solución que había pensado en primer lugar – le murmuró James al oído, sin moverse.

- No importa. Ésta funciona – murmuró ella también, acostando la cabeza en el hombro del chico.

Una vez más, los dos se quedaron callados, dejando que el silencio dijera todo lo que las palabras no podían.

Momentos después se separaron, al mismo tiempo, como si hubiese por previo acuerdo.

Quedaron mirándose y bastante cerca, sonriendo los dos.

James empezó a hurgar en los bolsillos de su túnica, buscando algo.

Al fin lo encontró, y lo sacó de su túnica al instante.

Era una barra de chocolate.

Lily rió suavemente mientras lo miraba divertida.

- Una de las millones de virtudes que tiene el chocolate – empezó James, agitando la barra – es la... cura para el frío – le dio un buen pedazo a la chica.

- Gracias – dijo ella, tomándolo sorprendida. Le dio un mordisco. Abrió mucho los ojos, mientras su cuerpo se iba llenando de vigor y calor. Masticó más rápido -. ¡Este es el mejor chocolate que he probado en toda mi vida! – dijo después de tragar.

- Lo sé. Mira... – dijo James, señalándole el cielo. La chica alzó la vista.

- El sol – dijo ella, su rostro iluminándose.

James asintió. Los dos miraban hacia arriba.

Varias tonalidades de rojo y anaranjado llenaban una esquina del cielo, dándole un aspecto de corona totalmente... soberbio.

Lily trató de mirar un poco más allá de eso, tan obvio. La Torre de Astronomía se interponía entre ella y el sol, pero no era para nada algo lamentable.

Podía verla con una luz distinta – literalmente, a decir verdad - y se veía un toque rojo entre las piedras que era genial.

- Lily... – llamó James, mirando la Torre de Astronomía fijamente.

- Dígalo – respondió Lily, sin quitar la vista del cielo.

- Vamos a la Torre – propuso, sonriendo con malicia.

La chica volteó a verlo, sorprendida.

- James, sé que es temprano pero...nos van a ver... – dijo ella al fin.

El chico amplió la sonrisa, teniendo un aspecto más diabólico a cada momento.

- Un merodeador siempre está preparado – dijo. Sacó de su túnica una especie de agua seca plateada. Lily abrió la boca, en expresión de sorpresa.

- Dios mío – exclamó, agarrando el objeto -. ¡Tienes una capa invisible!

James alzó las cejas, pasando la vista de la Torre a Lily.

Ella se mordió el labio inferior, tentada.

- Si nos descubren... sería una lástima, por no decir vergüenza, que los dos Premios Anuales fueran descubriendo merodeando a las siete de la mañana.

James rió. Luego, una vez más, buscó en su túnica. Sacó de ella un pergamino, además de su varita.

- Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas – dijo James, poniendo su varita encima. El pergamino, antes en blanco, comenzaba a formar líneas, algunas finas, otras gruesas. Lily observaba cada línea detalladamente, de una forma tonta.

La chica notó, cuando ya todas las líneas estaban colocadas, que era un mapa. "EL MAPA DEL MERODEADOR" rezaba el principio.

- Ustedes no... – preguntó sorprendida.

- Nosotros sí...

Lily rió ligeramente. Luego alzó la vista para verlo otra vez.

- ¿Vamos? – preguntó James -. O si quieres nos podemos quedar aquí, o podemos ir a desayunar...

- ¿Qué te parece ese viaje a la Torre? – preguntó la chica, brillando su mejor sonrisa.

- Bien – los cubrió bien a ambos con la capa. Le dio el mapa a Lily -. Tú sostenlo. Me lo sé de memoria.

Caminaron de regreso al castillo.