Capitulo 7: La Mered Lotion.
- Estoy mareada...
Aquellas fueron las palabras que salieron de la boca de Erika, nada más sentarse sobre la hierba. Había pasado toda la tarde bailando y bebiendo aquel curioso vino que tomaban aquellos "elfos" y ahora estaba terriblemente mareada o terriblemente borracha, según se mirara.
- ¿Te encuentras bien?
Lirwen la miraba con preocupación.
- Sí, sí, se me pasará en cuanto descanse.- respondió Erika, agitando la cabeza para que la visión doble de la elfa que tenía delante desapareciera.- Ve a divertirte, yo prefiero quedarme aquí.
- No quisiera dejarte aquí tan sola- dijo ella, echando miradas a la zona donde los demás bailaban ahora al animado son de una flauta.
- No importa.
De pronto, a Lirwen pareció ocurrírsele algo, y tras disculparse un momento, echó a correr.
- Aún me siguen pareciendo raros.- comentó Erika.
Mientras descansaba, observó a los alegres danzarines; tenían un curioso encanto, era como si aquellos personajes fueran alegres e inocentes como niños y se movían con gracia como si la tierra y las plantas fueran parte de si mismos.
- Son elfos ¿lo recuerdas?- dijo para sí, aunque aún su mente no acababa de aceptar aquella realidad.
Sonrió divertida mientras contemplaba a Laika correr tras los elfos, como si ella quisiera bailar también. Aunque no quería admitirlo, se lo estaba pasando muy bien.
- ¡Siento haberte hecho esperar!
La voz de Lirwen la hizo salir de su ensimismamiento.
- Ah ¿pero ibas a volver?- dijo Erika, aunque sus palabras no pudieron evitar que se notara la sorpresa en su voz.
La elfa traía consigo a Maglor, lo traía de la mano, más en gesto autoritario que amable.
- Maglor te hará compañía, a él no le gusta mucho bailar así que podréis quedaros aquí hablando. - dijo Lirwen sonriente.
Erika se encogió de hombros, y la elfa asintiendo, obligó a Maglor a sentarse junto a ella. Después Lirwen se despidió y prometió que volvería a buscar a Erika cuando fueran a encender las hogueras al llegar la noche.
Tras unos segundos de incómodo silencio, Erika miró de reojo a Maglor y suspiró.
- Puedes irte.
Él pareció confuso con aquellas palabras.
- He dicho que puedes irte, sé que Lirwen te obligó a venir y no quiero a nadie a mi lado que no desee mi compañía.
- Lirwen me lo pidió no me obligó.- dijo Maglor con voz seca.
Aquello si que no lo habría esperado, Erika lo observó un momento y sonrió, en el fondo le parecía una buena persona a pesar de su extraño comportamiento.
De nuevo se hizo el silencio, y como ella estaba un poco "alegre" no tardó en comenzar una conversación con el elfo.
- Así que no te gusta mucho bailar ¿eh?- dijo Erika.
- No.
- ¿por qué?
- No lo sé, simplemente no me gusta.
- Ya veo...¿y te gusta cantar?
- Ya no canto.
- ¿Por qué?
- Porque no.
- ¿Tocas algún instrumento?
- No.
- Pues vale...¿haces alguna cosa que sea divertida?
- No.
- Oh...eres muy aburrido ¿sabes?
- Lo sé.
Erika lo miró de arriba abajo. - Y también eres muy raro.
Lo lógico hubiera sido que Maglor le hubiera respondido con un monosílabo. Pero para su sorpresa, respondió:
- Tú también eres muy rara.
Aquello la hizo sonreír.
- Oye, ¿es verdad que hay enanos en la montaña esa?
Maglor encarnó una ceja. - ¿Por qué lo preguntas?
- Me gustaría ver un enano...¿cómo son? Feos y bajitos?
Él sonrió de forma casi imperceptible. - Sí, algo parecido, pero hace muchos años que no veo uno.
- ¿Cómo cuantos años?- preguntó ella.
- Unos siete mil años.
-¡¿Qué?!- Erika se interrumpió un segundo- Oh, sí, me olvidaba que los elfos no os morís y todo eso, ¿puedo preguntarte qué edad tienes?
- No pienso responderte a eso.
- Bueno, pues para haber vivido unos siete mil años te conservas muy bien.- dijo ella con una sonrisa divertida.
Maglor no respondió pero se quedó mirándola con curiosidad.
- Creo que después de la fiesta iré a hacer una visita a los enanos, a lo mejor me ofrecen un té.- dijo Erika con la mirada perdida en el cielo.
- Has bebido demasiado vino y no piensas con claridad.- dijo el elfo con seriedad.
- Claro, claro, lo que tú digas. ¿No quieres venir conmigo a hacer una visita los enanos?
- Sinceramente...
- ¡Ah lady Erika! Os buscaba.
Delmir apareció como de la nada, interrumpiendo a Maglor. Haciendo una reverencia, tomó la mano de Erika y la besó.
- ¿Me buscabas?- dijo ella.
- Sí, esperaba que me concedierais un baile.- dijo Delmir con una sonrisa deslumbrante.
Erika se encogió de hombros. - Vale. Pero antes...
Ella se volvió hacia Maglor y cogió su mano. Levantó el dedo meñique y lo enlazó con el de él. El elfo no entendía nada de nada.
- Es una promesa de meñique, así que no la puedes romper, mañana iremos a la montaña.
Y tras soltar una risita divertida siguió a Delmir hasta donde estaban los músicos. Maglor estaba pasmado, no entendía a qué había venido aquello, y ni siquiera sabía que era eso de la promesa de meñique.
- Que rara es.- murmuró.
Las hogueras eran pocas pero las llamas se alzaban sobre las cabezas de los bailarines que a su alrededor entonaban bellos y extraños cantos. Erika observaba la mágica escena, maravillada a la vez que Lirwen la llevaba de la mano, para que siguiera sus pasos alrededor de la hoguera.
- No parece real- dijo ella.
Lirwen rió. - Solo es real si lo deseas.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- No importa, vamos, bebamos y bailemos, la luna nos acompañará.
Se dejó llevar por la elfa, bailando al son de la música, hasta que sus piernas no pudieron sostenerla más y cayó rendida
- ¿Ya amaneció?
Para respuesta a su pregunta, un rayo de sol bañó su cara cuando las ramas del árbol se movieron con el viento. Erika se incorporó, le dolía la cabeza y estaba cansada. Sus recuerdos de la noche anterior eran difusos debido a la gran cantidad de vino que había tomado. Se reprendió por no saber mantener la compostura ante el vino. Aunque al menos, esta vez no había dormido en lo alto de un árbol.
Respiró agradablemente la fragancia de las flores, fragancia que notó muy cerca. No tardó en descubrir que llevaba una guirnalda de flores blancas a la cintura y algunas flores amarillas en el cabello.
- ¿Qué demonios estuve haciendo?- se preguntó, no recordaba haberse puesto todas aquellas cosas.
Un temor le asaltó de pronto, ¿y si hubiera hecho algo...? Se examinó de arriba abajo, con un suspiro, comprobó que todo seguía en orden. Se rascó la cabeza y bostezó.
- Necesito un baño. Ya.
Echó a andar, somnolienta aún, con la esperanza de encontrar una ducha. Tras algunos pasos recordó que allí no existía eso, ni siquiera tenían agua caliente ¡por el amor de dios! Giró entonces y se encaminó a la cascada que había no muy lejos, al menos tendría que lavarse la cara.
El agua de la cascada caía con un agradable murmullo, eran aguas limpias y frescas acentuadas por el olor de las flores que crecían en la orilla. Al meter una mano en el arroyo, Erika deseó darse una zambullida.
Miró a su alrededor. No había ni un alma en los alrededores. Perfecto.
Se desvistió y se tiró al agua fría del arroyo. Era una sensación vigorizante, y por fin se sintió despierta.
- Esto es maravilloso- decía mientras daba grandes brazadas en el agua.
Después de algunos minutos nadando, Erika se acercó a la orilla para salir, pero se detuvo. Algo estaba mal.
Observó a su alrededor. No, no había nadie. Miró de nuevo. No, nadie.
- Serán cosas mías- se dijo encogiéndose de hombros.
Pero al alzar la cabeza para escurrir sus cabellos, lo vio. Y gritó con toda la fuerza de sus pulmones.
- ¡AAAAAH! ¡MALDITO MIRÓN!
Tal fue el grito que el elfo que estaba sobre la rama de un árbol, cayó del susto, haciendo que probara un buen bocado de tierra.
Erika cogió su ropa y se tapó el pecho con ellas al tiempo que gritaba.
- ¡Qué coño te crees que estás haciendo! ¡Pervertido! ¡Mirón!
Con un gruñido de dolor, el elfo que había caído levantó la cabeza, preguntándose qué estaba pasando. Un grito le había hecho caer del árbol en el que estaba disfrutando de un agradable sueño. Y ahora de nuevo, estaban gritando.
La situación no mejoró cuando Erika vio de quién se trataba.
- ¡TÚ! ¡Maglor es que no tienes vergüenza, maldito pervertido!
- ¿Qué?...- Maglor enfocó la vista en ella- ¡AH! ¿QUÉ HACES ASÍ?
- ¡La pregunta es ¿qué coño haces tú aquí?!- le gritó Erika.
Con todos aquellos gritos, la mitad de los elfos del bosque se habían enterado de que algo pasaba. Fue una suerte para ellos que Thiriel y Lirwen fueran las primeras en llegar, y al contemplar el panorama (Erika metida en el agua, tapándose el torso con su ropa doblada y Maglor ante ella tapándose los ojos con la mano, y ambos gritando como locos) tuvieran a buen juicio mantener alejados a los demás, asegurándoles que no había pasado nada.
Lirwen sacó a Maglor de allí rápidamente, antes de que a Erika le diera un ataque, y Thiriel se ocupó de ayudarla a salir del agua y taparla con una gran tela. La joven tenía la cara roja y estaba a punto de echarse a llorar aunque no sabía si de rabia o de vergüenza.
Al poco, Lirwen volvió con un traje corto azul, que parecía un peplo griego, para que Erika se lo pusiera. Con cierta desconfianza, se lo puso, aunque esperaba poder secar su ropa mojada y volver a ponérsela. No se sentía cómoda con aquella pinta.
- ¿Te sientes mejor?- le preguntó la elfa.
- Sí
- Lamento el incidente- dijo Lirwen- No creo que Maglor tuviera la intención de espiarte.
- Tú no tienes que disculparte- dijo Erika - Y si Maglor es un mirón tampoco es culpa tuya.
- Aunque no lo parezca, es más caballero que todos de los que viven aquí- le explicó Lirwen con una sonrisa - Seguro que todo fue un accidente.
Erika guardó silencio un momento. - Vale, vale, si tú me lo pides, le perdonaré. ¡Aunque no pienso quitarle los ojos de encima!
La elfa rió suavemente. - De acuerdo, vamos a desayunar, después podrás descansar.
A pesar de haberle perdonado, Erika no toleró la presencia de Maglor, ni de ningún elfo de sexo masculino a su alrededor durante el desayuno.
Comió despacio y saboreando su zumo de frutas y el pan blanco con queso. Al terminar, se disculpó con sus acompañantes diciéndoles que quería descansar, y se alejó entre los árboles. Pero no era el descanso lo que tenía en mente.
Tras emitir un largo y vibrante silbido, Laika apareció corriendo de entre la espesura. Erika acarició a su perrita, feliz de que siguiera entera después de aquella fiesta de la recordaba poco.
- Vamos Laika- le dijo- tenemos que hacer una visita a los enanos, estoy segura de que al menos ellos no querrán espiarme mientras me baño.
Y echó a caminar en dirección a las montañas que se alzaban ante ella, mas alguien la había visto y no tardó en seguir sus pasos.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Espero que les haya gustado este capi jejeje en qué estaría yo pensando para que se me ocurran estas cosas que escribo...
Gracias otra vez por los reviews, gracias, gracias...y por cierto que sepas Lupe que efectivamente Erika no va por ahí haciendolo con desconocidos, no es como otras lokas que yo me sé jejeje.
hasta el proximo capi!
- Estoy mareada...
Aquellas fueron las palabras que salieron de la boca de Erika, nada más sentarse sobre la hierba. Había pasado toda la tarde bailando y bebiendo aquel curioso vino que tomaban aquellos "elfos" y ahora estaba terriblemente mareada o terriblemente borracha, según se mirara.
- ¿Te encuentras bien?
Lirwen la miraba con preocupación.
- Sí, sí, se me pasará en cuanto descanse.- respondió Erika, agitando la cabeza para que la visión doble de la elfa que tenía delante desapareciera.- Ve a divertirte, yo prefiero quedarme aquí.
- No quisiera dejarte aquí tan sola- dijo ella, echando miradas a la zona donde los demás bailaban ahora al animado son de una flauta.
- No importa.
De pronto, a Lirwen pareció ocurrírsele algo, y tras disculparse un momento, echó a correr.
- Aún me siguen pareciendo raros.- comentó Erika.
Mientras descansaba, observó a los alegres danzarines; tenían un curioso encanto, era como si aquellos personajes fueran alegres e inocentes como niños y se movían con gracia como si la tierra y las plantas fueran parte de si mismos.
- Son elfos ¿lo recuerdas?- dijo para sí, aunque aún su mente no acababa de aceptar aquella realidad.
Sonrió divertida mientras contemplaba a Laika correr tras los elfos, como si ella quisiera bailar también. Aunque no quería admitirlo, se lo estaba pasando muy bien.
- ¡Siento haberte hecho esperar!
La voz de Lirwen la hizo salir de su ensimismamiento.
- Ah ¿pero ibas a volver?- dijo Erika, aunque sus palabras no pudieron evitar que se notara la sorpresa en su voz.
La elfa traía consigo a Maglor, lo traía de la mano, más en gesto autoritario que amable.
- Maglor te hará compañía, a él no le gusta mucho bailar así que podréis quedaros aquí hablando. - dijo Lirwen sonriente.
Erika se encogió de hombros, y la elfa asintiendo, obligó a Maglor a sentarse junto a ella. Después Lirwen se despidió y prometió que volvería a buscar a Erika cuando fueran a encender las hogueras al llegar la noche.
Tras unos segundos de incómodo silencio, Erika miró de reojo a Maglor y suspiró.
- Puedes irte.
Él pareció confuso con aquellas palabras.
- He dicho que puedes irte, sé que Lirwen te obligó a venir y no quiero a nadie a mi lado que no desee mi compañía.
- Lirwen me lo pidió no me obligó.- dijo Maglor con voz seca.
Aquello si que no lo habría esperado, Erika lo observó un momento y sonrió, en el fondo le parecía una buena persona a pesar de su extraño comportamiento.
De nuevo se hizo el silencio, y como ella estaba un poco "alegre" no tardó en comenzar una conversación con el elfo.
- Así que no te gusta mucho bailar ¿eh?- dijo Erika.
- No.
- ¿por qué?
- No lo sé, simplemente no me gusta.
- Ya veo...¿y te gusta cantar?
- Ya no canto.
- ¿Por qué?
- Porque no.
- ¿Tocas algún instrumento?
- No.
- Pues vale...¿haces alguna cosa que sea divertida?
- No.
- Oh...eres muy aburrido ¿sabes?
- Lo sé.
Erika lo miró de arriba abajo. - Y también eres muy raro.
Lo lógico hubiera sido que Maglor le hubiera respondido con un monosílabo. Pero para su sorpresa, respondió:
- Tú también eres muy rara.
Aquello la hizo sonreír.
- Oye, ¿es verdad que hay enanos en la montaña esa?
Maglor encarnó una ceja. - ¿Por qué lo preguntas?
- Me gustaría ver un enano...¿cómo son? Feos y bajitos?
Él sonrió de forma casi imperceptible. - Sí, algo parecido, pero hace muchos años que no veo uno.
- ¿Cómo cuantos años?- preguntó ella.
- Unos siete mil años.
-¡¿Qué?!- Erika se interrumpió un segundo- Oh, sí, me olvidaba que los elfos no os morís y todo eso, ¿puedo preguntarte qué edad tienes?
- No pienso responderte a eso.
- Bueno, pues para haber vivido unos siete mil años te conservas muy bien.- dijo ella con una sonrisa divertida.
Maglor no respondió pero se quedó mirándola con curiosidad.
- Creo que después de la fiesta iré a hacer una visita a los enanos, a lo mejor me ofrecen un té.- dijo Erika con la mirada perdida en el cielo.
- Has bebido demasiado vino y no piensas con claridad.- dijo el elfo con seriedad.
- Claro, claro, lo que tú digas. ¿No quieres venir conmigo a hacer una visita los enanos?
- Sinceramente...
- ¡Ah lady Erika! Os buscaba.
Delmir apareció como de la nada, interrumpiendo a Maglor. Haciendo una reverencia, tomó la mano de Erika y la besó.
- ¿Me buscabas?- dijo ella.
- Sí, esperaba que me concedierais un baile.- dijo Delmir con una sonrisa deslumbrante.
Erika se encogió de hombros. - Vale. Pero antes...
Ella se volvió hacia Maglor y cogió su mano. Levantó el dedo meñique y lo enlazó con el de él. El elfo no entendía nada de nada.
- Es una promesa de meñique, así que no la puedes romper, mañana iremos a la montaña.
Y tras soltar una risita divertida siguió a Delmir hasta donde estaban los músicos. Maglor estaba pasmado, no entendía a qué había venido aquello, y ni siquiera sabía que era eso de la promesa de meñique.
- Que rara es.- murmuró.
Las hogueras eran pocas pero las llamas se alzaban sobre las cabezas de los bailarines que a su alrededor entonaban bellos y extraños cantos. Erika observaba la mágica escena, maravillada a la vez que Lirwen la llevaba de la mano, para que siguiera sus pasos alrededor de la hoguera.
- No parece real- dijo ella.
Lirwen rió. - Solo es real si lo deseas.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- No importa, vamos, bebamos y bailemos, la luna nos acompañará.
Se dejó llevar por la elfa, bailando al son de la música, hasta que sus piernas no pudieron sostenerla más y cayó rendida
- ¿Ya amaneció?
Para respuesta a su pregunta, un rayo de sol bañó su cara cuando las ramas del árbol se movieron con el viento. Erika se incorporó, le dolía la cabeza y estaba cansada. Sus recuerdos de la noche anterior eran difusos debido a la gran cantidad de vino que había tomado. Se reprendió por no saber mantener la compostura ante el vino. Aunque al menos, esta vez no había dormido en lo alto de un árbol.
Respiró agradablemente la fragancia de las flores, fragancia que notó muy cerca. No tardó en descubrir que llevaba una guirnalda de flores blancas a la cintura y algunas flores amarillas en el cabello.
- ¿Qué demonios estuve haciendo?- se preguntó, no recordaba haberse puesto todas aquellas cosas.
Un temor le asaltó de pronto, ¿y si hubiera hecho algo...? Se examinó de arriba abajo, con un suspiro, comprobó que todo seguía en orden. Se rascó la cabeza y bostezó.
- Necesito un baño. Ya.
Echó a andar, somnolienta aún, con la esperanza de encontrar una ducha. Tras algunos pasos recordó que allí no existía eso, ni siquiera tenían agua caliente ¡por el amor de dios! Giró entonces y se encaminó a la cascada que había no muy lejos, al menos tendría que lavarse la cara.
El agua de la cascada caía con un agradable murmullo, eran aguas limpias y frescas acentuadas por el olor de las flores que crecían en la orilla. Al meter una mano en el arroyo, Erika deseó darse una zambullida.
Miró a su alrededor. No había ni un alma en los alrededores. Perfecto.
Se desvistió y se tiró al agua fría del arroyo. Era una sensación vigorizante, y por fin se sintió despierta.
- Esto es maravilloso- decía mientras daba grandes brazadas en el agua.
Después de algunos minutos nadando, Erika se acercó a la orilla para salir, pero se detuvo. Algo estaba mal.
Observó a su alrededor. No, no había nadie. Miró de nuevo. No, nadie.
- Serán cosas mías- se dijo encogiéndose de hombros.
Pero al alzar la cabeza para escurrir sus cabellos, lo vio. Y gritó con toda la fuerza de sus pulmones.
- ¡AAAAAH! ¡MALDITO MIRÓN!
Tal fue el grito que el elfo que estaba sobre la rama de un árbol, cayó del susto, haciendo que probara un buen bocado de tierra.
Erika cogió su ropa y se tapó el pecho con ellas al tiempo que gritaba.
- ¡Qué coño te crees que estás haciendo! ¡Pervertido! ¡Mirón!
Con un gruñido de dolor, el elfo que había caído levantó la cabeza, preguntándose qué estaba pasando. Un grito le había hecho caer del árbol en el que estaba disfrutando de un agradable sueño. Y ahora de nuevo, estaban gritando.
La situación no mejoró cuando Erika vio de quién se trataba.
- ¡TÚ! ¡Maglor es que no tienes vergüenza, maldito pervertido!
- ¿Qué?...- Maglor enfocó la vista en ella- ¡AH! ¿QUÉ HACES ASÍ?
- ¡La pregunta es ¿qué coño haces tú aquí?!- le gritó Erika.
Con todos aquellos gritos, la mitad de los elfos del bosque se habían enterado de que algo pasaba. Fue una suerte para ellos que Thiriel y Lirwen fueran las primeras en llegar, y al contemplar el panorama (Erika metida en el agua, tapándose el torso con su ropa doblada y Maglor ante ella tapándose los ojos con la mano, y ambos gritando como locos) tuvieran a buen juicio mantener alejados a los demás, asegurándoles que no había pasado nada.
Lirwen sacó a Maglor de allí rápidamente, antes de que a Erika le diera un ataque, y Thiriel se ocupó de ayudarla a salir del agua y taparla con una gran tela. La joven tenía la cara roja y estaba a punto de echarse a llorar aunque no sabía si de rabia o de vergüenza.
Al poco, Lirwen volvió con un traje corto azul, que parecía un peplo griego, para que Erika se lo pusiera. Con cierta desconfianza, se lo puso, aunque esperaba poder secar su ropa mojada y volver a ponérsela. No se sentía cómoda con aquella pinta.
- ¿Te sientes mejor?- le preguntó la elfa.
- Sí
- Lamento el incidente- dijo Lirwen- No creo que Maglor tuviera la intención de espiarte.
- Tú no tienes que disculparte- dijo Erika - Y si Maglor es un mirón tampoco es culpa tuya.
- Aunque no lo parezca, es más caballero que todos de los que viven aquí- le explicó Lirwen con una sonrisa - Seguro que todo fue un accidente.
Erika guardó silencio un momento. - Vale, vale, si tú me lo pides, le perdonaré. ¡Aunque no pienso quitarle los ojos de encima!
La elfa rió suavemente. - De acuerdo, vamos a desayunar, después podrás descansar.
A pesar de haberle perdonado, Erika no toleró la presencia de Maglor, ni de ningún elfo de sexo masculino a su alrededor durante el desayuno.
Comió despacio y saboreando su zumo de frutas y el pan blanco con queso. Al terminar, se disculpó con sus acompañantes diciéndoles que quería descansar, y se alejó entre los árboles. Pero no era el descanso lo que tenía en mente.
Tras emitir un largo y vibrante silbido, Laika apareció corriendo de entre la espesura. Erika acarició a su perrita, feliz de que siguiera entera después de aquella fiesta de la recordaba poco.
- Vamos Laika- le dijo- tenemos que hacer una visita a los enanos, estoy segura de que al menos ellos no querrán espiarme mientras me baño.
Y echó a caminar en dirección a las montañas que se alzaban ante ella, mas alguien la había visto y no tardó en seguir sus pasos.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Espero que les haya gustado este capi jejeje en qué estaría yo pensando para que se me ocurran estas cosas que escribo...
Gracias otra vez por los reviews, gracias, gracias...y por cierto que sepas Lupe que efectivamente Erika no va por ahí haciendolo con desconocidos, no es como otras lokas que yo me sé jejeje.
hasta el proximo capi!
