Capitulo 12: Y de nuevo al bosque.

Laika entró a toda velocidad en dirección a la cocina donde le esperaba su tazón de agua, su dueña la observó con una sonrisa y cansada, se desplomó sobre el viejo sofá cuyos muelles produjeron un chirrido. Observó a su alrededor, intentando retener cada detalle de aquella casa en la que apenas había vivido.

Todo parecía seguir en el mismo sitio que la primera vez que llegó, excepto porque esta vez había un elfo junto a la ventana que observaba al exterior ensimismado. Erika lo miró unos segundos, para después volver la cabeza de un lado a otro, como si buscara algo entre las sombras de los muebles antiguos.

- ¿Dónde está Delmir?- preguntó ella.

El elfo parecía no haberla escuchado pues no movió ni un músculo, sumido aun en sus pensamientos.

- ¡Eh! ¿me estás escuchando?- dijo Erika subiendo el tono de voz.

Maglor giró entonces la cabeza y se quedó mirándola fijamente.

- ¿Qué? ¿te has quedado mudo?- dijo ella notando como sus mejillas ardían al saberse tan escrupulosamente observada.

- No, solo que no prestaba atención, perdona.- respondió él.

Erika abrió los ojos como platos y se contuvo para no dejar caer su mandíbula de la sorpresa. ¡Maglor pidiendo perdón! Jamás pensó que llegaría a ver aquel día.

- ¿Qué?- dijo el elfo encarnando una ceja, al ver como lo miraba.

- Nada, nadate preguntaba que dónde está Delmir.- respondió ella.

- Se ha marchado.- dijo él con voz seca.

- ¿Marchado? ¿A casa?

- Sí.

- ¿Por qué? Quiero decir, ¿por qué no esperó a que volviera? Me lo podía haber dicho

- No sé.

Erika se inclinó hacia delante, para observar mejor a su interlocutor.

- ¿Habéis discutido o algo así?- dijo ella de pronto.

- No.

La respuesta fue contundente, pero a Erika no acabó de convencerla, algo en su tono de voz le decía que no se lo estaba contando todo. Pero tratándose de Maglor, las posibilidades de que consiguiera sonsacarle la información sin usar la fuerza bruta le parecía imposible.

Resignándose, suspiró y se dejó hundir en el sillón. Tras unos segundos de incómodo silencio en el que Erika solo balanceaba las piernas mientras observaba a Laika caminar de un lado a otro, decidió levantarse y no posponer más aquello que hacía ya un buen rato trataba de evitar.

Se metió en su habitación y comenzó a abrir todos los cajones, mientras, Maglor la observaba por el rabillo del ojo. Dos veces salió de su habitación para entrar en el cuarto de baño y salir con algunas toallas y frascos que depositaba sobre la cama.

El elfo movido por la curiosidad, se había colocado junto al marco de la puerta de la habitación de Erika y la observaba sin entender muy bien lo que estaba haciendo.

- Veamos camisas, faldas, pantalones, zapatos- decía ella mientras contaba con los dedos. - toallas, jabón, peine

Sobre la cama, había una montaña con todas las posesiones de Erika, desde sus calcetines hasta su ordenador portátil. Ella señalaba con el dedo algunos objetos para después irlos colocando junto a la cabecera de la cama.

- ¿Qué haces?

La pregunta de Maglor la tomó completamente por sorpresa, y dio un pequeño brinco. Se volvió a mirarlo y le dirigió una sonrisa burlona.

- ¿Acaso no es obvio? Hago las maletas.

El elfo parpadeó - ¿Por qué?

- ¿Cómo que por qué? ¿Dónde te has dejado el cerebro, Maglor? Si me marcho, lo lógico es que haga las maletas.- respondió ella.

- Pensaba que ahora te quedarías aquí, en tu casa.

Si no lo hubiera creído imposible, Erika habría jurado que la voz del elfo había temblado.

- ¿Bromeas?- dijo ella- Esta no es mi casa (aún no he pagado el alquiler -.-) y además
¿qué crees que pensará ahora la gente de mi si digo que he estado desaparecida unos días porque estaba con los elfos?

- No tienes porqué decírselo- apuntó Maglor.

- No sería capaz de guardarme algo como eso durante mucho tiempo- respondió con un suspiro- Me tomarán por loca, y en menos de lo que imaginas me meterían en un manicomio.

El elfo no sabía que era exactamente un manicomio, pero se imaginó que no debía ser algo demasiado agradable, tal y como Erika hablaba de él.

- ¿Y a donde irás?- preguntó Maglor, cruzándose de brazos, como si en realidad no le importara la respuesta.

- No estoy segura del todo- dijo ella, con un dedo sobre el labio, en gesto pensativo.- Supongo que les pediré a los hobbits una casa en alquilerespero que tengan alguna de mi tamaño.

El elfo encarnó una ceja, parecía querer formular una pregunta pero ningún sonido salió de su boca. Erika siguió hablando, más para sí, que para Maglor.

- Claro que tendré que ponerme a trabajar, pero soy bastante aplicada cuando me lo propongo di algunas clases de cerámica, quizás pueda trabajar en esola verdad es que el Viejo Hobbiton es un lugar agradable, a Laika le encantay así podré visitaros ¿no?

Ella lo miró como esperando una respuesta.

- Ehsí, supongo que sí- dijo el elfo.

- Bien- sonrió Erika- ¿Puedo pedirte un favor, Maglor?

Su cara se mostró bastante sorprendida, y le costó disimularlo, intentando que su tono sonara igual de sereno que siempre dijo:
- Depende del favor.

- Necesitaré de nuevo un guía para volver, y de paso algo de ayuda con las maletas.

El elfo suspiró, como si no tuviera otro remedio.
- Supongo que sí.

- Muchas gracias, intentaré no llevar demasiado equipaje de todas formas.- añadió ella sonriente aún.

Le llevó dos horas más tenerlo todo listo para salir, le costaba mucho decidirse qué llevar y que dejar, considerando que posiblemente nunca más volvería a aquel lugar. Maglor tenía los nervios crispados, pero haciendo gala de su actitud de elfo imperturbable permanecía en pie, con la mirada fija en el paisaje tras la ventana, sin apenas moverse. Erika iba de aquí para allá diciendo "esto sí, esto no¡no, espera! Esto síno mejor no" mientras Laika corría tras su dueña como si aquel ir y venir fuera simplemente un juego.

- ¡Listo!- dijo ella cuando el reloj de pared anunció con una campanada que eran las diez y media.

Maglor suspiró aliviado, se ponía nervioso de verla yendo de un lado a otro sin parar. Erika había colocado junto a la puerta una maleta negra no demasiado grande, y su mochila, que estaba llena hasta casi reventar.

- ¿Eso vas a llevar?- preguntó el elfo señalando.

Ella asintió, pero antes de que pudiera decir nada más, Maglor había tomado la maleta oscura y se encaminaba hacia el exterior. Erika sonrió, agradecida de que hubiera cogido el equipaje más pesado, lo siguió rápidamente tras echar un último vistazo al interior de esa casa a la que no regresaría.


Les costó algo más de lo habitual llegar hasta el lago, y después al bosque, pues una espesa niebla se había levantado en toda la zona y apenas podían ver a unos pocos metros de distanciao al menos Erika no podía ver, ya que parecía que Maglor podía contemplar a su alrededor a la perfección.

Los pinos continuaban poderosos y sombríos, aunque la humedad no era particularmente agradable, el ambiente era tranquilo y lo único que escuchaban eran sus propios pasos sobre la mullida alfombra de hojas pardas.

- Que siniestro- murmuró Erika.

El elfo pareció no haberla escuchado y continuó el camino en silencio. Ella sacó una galleta de su bolsillo y se puso a mordisquearla mientras contemplaba los árboles junto a los que pasaba.

Todo transcurría con normalidad hasta que de pronto, Maglor se detuvo en seco y dejó caer la maleta que llevaba en la mano.

- Pero qué

Mas, antes de que Erika terminara la frase, el elfo le había tapado la boca, haciendo que casi se atragantara con la galleta. Permanecieron inmóviles unos segundos, Maglor parecía estar escuchando algo, aunque ella no escuchaba absolutamente nada.

El elfo masculló algo y tomando la maleta, y el brazo de Erika echó a correr, llevándola casi en volandas. Ella intentaba preguntar qué demonios estaba pasando, pero su cerebro estaba demasiado ocupado intentando no tropezar con los obstáculos del camino.

Mientras corrían, Maglor observaba las copas de los árboles, como si buscara algo en particular. La carrera se prolongó varios minutos, hasta que el elfo se detuvo, y Erika chocó con él.

- Maglor, dime qué rayos

- Shhhhh

Ella lo observó preguntándose si se habría vuelto loco de repenteo si era posible que los elfos se volvieran locos. Él contemplaba un haya particularmente gruesa, y asintió como para sí.

- Servirá- dijo sin dar más explicaciones.

Y con una agilidad asombrosa, se subió al árbol hasta perderse en la copa.

- Chalado- masculló Erika.

Apenas un minuto después, con un sonido silbante, una cuerda de color gris cayó de lo alto del haya.

- Sube.- era la voz de Maglor, que hablaba desde la copa.

Ella encarnó una ceja. - Sabes, no se me daba muy bien en el colegio eso de trepar por la cuerda, y por si no te has dado cuenta, Laika no es un mono.

Escuchó como el elfo suspiraba, y al momento, lo vio bajar. Al llegar al suelo, Maglor tomó a Laika y ascendió de nuevo por el tronco del árbol, ayudándose con la cuerda. La perrita gimoteó un par de veces, y cuando se perdieron en lo alto, su dueña la escuchó ladrar una vez. Parecía que había llegado sana y salva hasta arriba.

De nuevo, el elfo bajó y tomando la cuerda entre sus manos, dijo:
- Súbete a mi espalda, será más rápido.

- ¡¿Qué?! ¿Tu estás tonto o qué? ¿Y si me resbalo y me caigo antes de llegar?

- Creo que es preferible correr ese riesgo a quedarse aquí y morir despedazado.

- ¿Morirdespedazado?- repitió Erika con voz ahogada.- ¿Son los lobos otra vez?

- No, son algo peor.

Como parecía que no iba a explicarle mucho más, ella asintió sin preguntar, no tenía más opción que fiarse de él. Así que rezando a todos los dioses que conocía, Erika se agarró al cuello de Maglor con los brazos, esperando no asfixiarlo, y juntos comenzaron el ascenso.

- Aguantad, brazos, aguantad- mascullaba mientras notaba sus pies colgando ante el vacío.

Cuando finalmente pisó de nuevo sobre algo firme, Erika se desplomó, profiriendo un profundo suspiro de alivio.

- Oh, señorcreía que no lo iba a contar

Maglor dejó escapar un ¡Ja! en voz baja, pero lo suficientemente perceptible para ella, pues se giró a mirarlo, con el ceño fruncido.

- ¿Qué significa ese "¡ja!"?

- Nada.

- ¿Cómo que nada? Ese tipo de comentarios no son por "nada". ¿¿Acaso pensabas que no lo iba a conseguir?? Pensabas que soy débil??

- No he dicho que seas débil, además no sé porqué te quejas, yo cargué contigo- repuso él.

- ¡Y ahora me llamas gorda!- estalló Erika.

- ¡Yo no he dicho eso! Deja de malinterpretar mis palabras.

- ¡Y ahora soy idiota!

- ¡Que yo no te he llamado idiota, y baja la voz por los Valar! Nos van a descubrir!

Ella se sentó en la gruesa rama del árbol en la que se encontraba, con la rabia contenida, pero consciente de que no era buena idea montar un escándalo cuando algo que podía cortarla en cachitos andaba cerca. Dirigió una mirada insegura hacia abajo, mientras apretaba a Laika en su regazo.

- Oh dios- susurró, poniéndose pálida.

En verdad estaban muy alto, y aunque había estado otras veces subida en un árbol, aquella haya no tenía ninguna plataforma (o un talan) y a pesar de que las ramas eran gruesas, no le parecían lo suficiente como para evitar una caída si se despistaba un segundo; además la niebla no ayudaba mucho, pues daba una sensación de vacío infinito.

Erika sacó una galleta de su bolsillo y se la metió en la boca, para evitar que se le escapara un grito o unas cuantas maldiciones.

Llevaba varios minutos así, en silencio, concentrada simplemente en masticar cuando escuchó unos extraños ruidos que provenían del suelo. De nuevo, ella echó un vistazo hacia abajo, y esta vez, se quedó blanca e inmóvil como una estatua.

Había algo allíalgo que se movía despacio, como si buscara y emitía gruñidos que ponían los pelos de punta. Parecía un lobo, pero no podría asegurarlo.

Maglor al ver su extraña reacción se inclinó y observó a la criatura que ahora, lentamente, se alejaba hacia el norte. El elfo, con un gesto, le indicó a Erika que permaneciera en silencio y él comenzó a descender ligero entre las ramas.


- ¿Dónde se habrá metido?- se preguntó Erika moviendo nerviosamente las piernas.

Había pasado una hora desde que Maglor se había ido, y empezaba a preocuparse, aunque no estaba segura de si estaba preocupada por él o por si misma. Hacía ya un buen rato que no escuchaba nada, y no parecía que aquella criatura asesina tuviera la intención de volver.

Sin poder contenerse más, se sacó de encima a Laika y se puso en pie.

- Que los dioses me ayuden- dijo agarrándose al grueso tronco y tanteando con los pies para, poco a poco, ir descendiendo.

La hazaña le costó más de lo que un principio había imaginado, pero por fin, tras unos amargos minutos, descubrió que se encontraba en las ramas más bajas, y el suelo estaba a unos pocos metros.

- Uf

Estaba lista para bajar al suelo de un salto cuando una sombra apareció, y si no hubiera sido por sus rápidos reflejos, probablemente hubiera perdido una pierna.

Erika se agarró fuertemente al tronco intentando trepar, pero estaba cansada y solo consiguió subir una rama más. Abajo, unos dientes afilados dejaban escapar gruñidos agudos y extraños, no parecía un loboen realidad no se parecía a nada que ella hubiera visto en su vida. Dejaba escapar un horrible hedor que a duras penas pensó que soportaría.

Erika temblaba de arriba abajo, y no se sentía a salvo aunque estuviera fuera de su alcance. Pronto supo que su instinto no se había equivocado para nada, pues la extraña criatura se había colocado junto al tronco, colocado las patas delanteras en ély trepaba.

Un grito de terror salió de su boca y comenzó a subir desesperada, mientras la criatura la seguía. Escuchó a Laika ladrando desde lo alto. Las ramas la arañaban pero no podía preocuparse por ello, tenía que subir, tenía que huir.

De pronto, sintió como algo detenía su ascenso por el árbol. Su falda se había enganchado. Erika tiró mas no consiguió liberarse. Tiró más fuerte. Y más fuerte. Se acercaba. Tiró de nuevo. Nada. Estaba muy cerca. Quiso deshacerse de su falda, pero no pudo. Ya estaba allí. Tiró. Tiró otra vez. Lo sintió bajo ella. Tiró. Cerró los ojos, no quería verlo.

Pero sí que lo escuchó. Mas no fue lo que esperaba escuchar, un sonido seco y lejano irrumpió en sus oídos. Abrió los ojos. Ya no estaba.
Al mirar hacia abajo, lo vio, estaba en el suelo, inmóvilmuerto.

- Idiota, te dije que no te movieras.

Era la voz de Maglor, que ahora estaba a su lado, sosteniendo una daga en su mano y mirándola con enfado.
A Erika se le saltaron las lágrimas y se le echó encima, en un abrazo tan fuerte que casi lo dejó sin respiración, sollozaba de miedo, nunca había estado tan aterrorizada, nunca.
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¿Un poco largo? Bueno, espero que aun así les haya gustado ^^
Tenía previsto terminar el fic con el siguiente capi, pero la verdad es que no voy a poder. Por alguna razón que ni yo misma sé, me extendí mucho en este y quiero contar algunas cosas más, además ya tenía ganas de hacer que estos se pelearan un poco jejeje. Solo espero que me aguanten un poco más :P (es que mi musa ya volvió y ahora estoy en pleno arrebato creativo ^^)

¡¡¡Gracias, gracias y gracias a todas por los reviews!!!
Y por si no pongo otro capi antesFELIZ NAVIDAD!!