Capitulo 14: El verdadero hogar.
Despertó con la dulce fragancia de las flores, una fragancia que Erika
solo asociaba con un lugar: Ferenorë, el hogar de los elfos.
Abrió los ojos que al principio solo le mostraron imágenes borrosas
de lo que parecía una pared. Tras parpadear un par de veces, su vista
se aclaró y descubrió con sorpresa donde se encontraba. Era una
casa.
Ella descansaba en una cama de paja y helechos, de sábanas blancas y mullida almohada, y justo a su lado reposaban su mochila y su maleta. La habitación en la que se encontraba era pequeña, con las paredes de madera gris y una ventana sin cristal por la que la luz del sol llenaba la estancia.
Se incorporó para quedar sentada, puso las manos sobre sus mejillas comprobando que la fiebre aún persistía. Recordaba perfectamente todo lo ocurrido el día anterior y se avergonzaba de no haber tenido fuerza ni razonamiento suficiente durante su enfermedad.
Aunque en ese momento no recordaba donde estaba exactamente, quizás estaba dormida cuando Maglor la llevó hasta allí.
- ¡Erika! Me alegro de que hayas despertado.
La alegre voz de Thiriel que estaba junto al marco de la puerta abierta, la
hizo dar un brinco.
La elfa corrió a su lado, con cara de preocupación.
- ¿Te he asustado? Perdóname ¿te sientes bien?¿quieres que te traiga algo? Quizás tengas hambre.
Erika sonrió divertida. - Estoy bien, gracias.
Thiriel puso la mano sobre la frente de la joven y puso una mueca.
- Aún tienes fiebre, aunque menos que ayer.
- Sí, me he dado cuentaThiriel ¿dónde estamos?
- Estás en mi casa- respondió la elfa sonriendo.
- ¿Tu casa?- repitió Erika con curiosidad - pensaba que tú
y los demás elfos os pasabais
el día en los árboles.
Thiriel rió divertida. - Nos gustan los árboles pero todos tenemos nuestro pequeño hogar, si no, lo pasaríamos muy mal en invierno ¿no crees?
- Supongo que tienes razón - respondió la joven pensativa.
- Bueno, ahora que estás despierta te traeré algo de comer y un poco más de té para bajar la fiebre.
- ¿Té para bajar la fiebre?- dijo Erika con extrañeza, pero la elfa ya había desaparecido.- Me pregunto que me habrán estado dando estos elfos.
Se recostó nuevamente y suspiró, al final había terminado
en el lugar que no había planeadoaunque no negaba que lo había
deseado.
¿Por qué si lo deseaba no había decidido quedarse allí
desde el principio? Erika se lo preguntaba cada dos por tres y siempre la misma
respuesta de su orgullo se hacía eco en su cabeza.
Si se quedaba con los elfos significaba que le gustaban tanto como para querer convivir con ellos, y eso era ridículo pues con los elfos solo había compartido dos días, y en dos días no se podían tomar decisiones de esa clase. A excepción de Maglor, que la había acompañado durante siete días, y por lo tanto, eso significaba que el elfo habría sido el único causante de que ella decidiera quedarse y que por ello Maglor le gustaba lo suficiente como para querer convivir con él.
Aunque Erika no quisiera admitirlo sus pegas y extravagantes conclusiones se resumían en una no-aceptación de sus sentimientos y el qué dirán.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Thiriel que había vuelto con un tazón de caldo en el que flotaban pedazos de pan y un vaso humeante de un té que olía a menta y miel.
- Yo esto lo he probado antes- dijo Erika, haciendo un esfuerzo por recordar dónde había tomado algo parecido.
- Sí, fue una suerte que Maglor recordara mis largas charlas sobre las hierbas curativas- dijo Thiriel.
- Ahora lo recuerdo, Maglor me lo dio a beber cuando estábamos en el árbol escondiéndonos. ¿Esto sirve para bajar la fiebre?
La elfa asintió sonriente.
- ¿Por qué demonios estás tan feliz? No has parado de sonreír ni un momento.- dijo Erika.
- Es que nunca había tenido la ocasión de curar a nadie- respondió Thiriel- hasta ahora solo había vendado algún brazo.
- Así que ya estás contenta por tener un nuevo conejillo de indias ¿no?- respondió la joven con una mueca.
- ¿A qué te refieres?
- Bah, olvídalo. Gracias de todas formas, sin ti podría haber acabado mucho peor.
- Yo apenas he hecho nada - dijo Thiriel, aunque parecía que lo decía más por cortesía que por convencimiento.
Erika sonrió - Por cierto ¿sabes dónde está Laika y Maglor?
- Maglor estaba afuera hace un rato, pero lo mandé a descansar, volverá esta tarde.- dijo la elfa con una sonrisa divertida.
- Pero estaba cuidando de Laika ¿no?
- Sí
La joven suspiró, no le gustaba como la había mirado Thiriel cuando había preguntado, como si supiera algo que ella quería esconder. Malditos elfos cotillas.
Tras terminar de tomar el caldo y el té, y sólo cuando el sol
comenzaba a declinar, Thiriel permitió a Erika levantarse y salir de
la casa. Aunque la hizo prometer que no haría ningún tipo de esfuerzo,
y que al anochecer estaría de nuevo en la cama.
Al poner un pie fuera del hogar de la elfa, Erika suspiró.
- Tendría que habérmelo imaginado- dijo poniendo los ojos en blanco.
Bajo sus pies se abrían varios metros hasta el suelo de hierba fresca, evidentemente estaba en un árbol.
Una escalera de cuerda descendía hasta el suelo, y Erika masculló entre dientes ¿Cómo pretendía Thiriel que no hiciera esfuerzos? ¡Si tenía que estar subiendo y bajando de los árboles aunque no quisiera!
Despacio y aferrándose con fuerza para no resbalar, bajó hasta suelo firme y sonrió al pisar al fin algo que no podría romperse y hacerla caer.
Apenas había dado tres pasos cuando escuchó los ladridos de Laika, y al instante la divisó entre los árboles, corriendo en su dirección como una bala. A pesar de ser pequeña, la perrita estuvo a punto de derribar a su dueña cuando se abalanzó sobre ella.
- Eh, vamos, vamos - rió Erika- no hace falta que me babees toda.
Laika se puso a dar vueltas alrededor de ella y agitando la cola como nunca, mientras su dueña se limpiaba las babas en la camisa.
- Erika, veo que ya estáis levantada ¿os encontráis mejor?
Al girarse, se topó con Delmir que sonreía alegre y casi parecía divertido.
- Delmir- dijo ella casi sin creerlo- ehsí, estoy mejor, gracias a Thiriel.
- Es una gran sanadora, siempre lo he dicho, aunque no hubiera tenido ocasión de demostrarlo.
- Bueno, ahora ya lo ha demostrado- confirmó Erika.
El elfo permaneció en silencio unos segundos como si quisiera preguntar algo y no supiera cómo decirlo.
- Vale ¿qué es?- dijo Erika con un suspiro.
- No os entiendo- respondió Delmir.
- Tú quieres decirme algo y yo no tengo ganas de esperar a que te salgan
las palabras
adecuadas, así que desembucha.
El elfo rió divertido.
- Supongo que soy bastante previsible. En realidad quería haceros una
pregunta.
- Adelante entonces.
- ¿Cómo está Maglor? ¿Sabéis si está enfadado conmigo? No quise hacer ese comentario sobre él pero me pareció la única forma de que reaccionase.
- No entiendo del todo lo que me estás explicando- dijo Erika.
- Entonces¿no os dijo por qué me marché sin despedirme?- dijo el elfo con sorpresa.
- Bueno, algo sí que me dijo pero no fue muy específico, la verdad- dijo ella- además creo que ni siquiera le estaba prestando demasiada atención, la fiebre me tenía un poco atontada.
Delmir suspiró para después negar con la cabeza.
- Sigue siendo igual de bobo- comentó.
Erika sonrió divertida, jamás pensó que aquel elfo tan educado fuera capaz de insultar a alguien.
- ¿Me vas a explicar que fue lo que pasó?- inquirió ella- Es que me has dejado a medias.
- Sí, sí, aunque no estoy muy seguro de que a Maglor le guste que os lo diga.
- Maglor puede quejarse todo lo que quiera pero tú me lo vas a contar,
venga.- replicó
Erika tomando asiento en la hierba.
El elfo se sentó a su lado sonriendo.
- Muy bien.- dijo Delmir- Cuando os marchasteis al pueblo, Maglor y yo comenzamos a charlar, al principio de cosas sin importancia, pero no mucho más tarde le comenté que erais una joven muy activa y que era mejor vigilaros bien para que no os metierais en problemas
Erika le dirigió una mirada un poco molesta, pero no dijo nada y dejó que continuara.
-Maglor me respondió que eso es lo que él había
estado haciendo desde el principio y yo me reí. Al preguntarme por qué
me reía yo no pude menos que decirle la verdad, que era evidente que
él sentía algo especial por usted, señorita Erika.
Ella se puso colorada pero no respondió.
- Le dije que un enamorado no es siempre un buen guardián por que tus sentimientos pueden hacer que tomes malas elecciones, pero como siempre Maglor no me escuchó, por no decir que se le veía un tanto enfadado por mis comentarios. Me dijo que él sabía muy bien lo que hacía y que no me necesitaba para nada, no sin antes negar varias veces que él no estaba enamoradoque cabeza hueca
Erika se contuvo para no reír, añadiendo un poco más de color a sus ya bastante sonrojadas mejillas.
- El caso, es que se me ocurrió que si los dejaba solos quizás Maglor se daría cuenta de que en realidad sí que está enamorado, así que poniendo como pretexto que él era suficiente para protegeros, me marché. Espero no haberos causado muchas molestias.
Después de semejante revelación a Erika solo se le escapó
un "Oh" y se quedó allí sentada en silencio, completamente
roja como si fuera una colegiala de quince años.
Maldijo a su estúpida cara que se sonrojaba por nada, ella había
tenido varios novios en su vida y nunca jamás se había puesto
así al enterarse de que a algún chico le gustaba.
- ¿Estáis bien, Erika?- dijo Delmir con cara de preocupación - ¿Tenéis fiebre de nuevo?
- Sícreo que la fiebre me ha subido un poco.- dijo ella, sonriendo forzadamente.
Sabía perfectamente que la fiebre no tenía nada que ver en aquello.
- Debéis descansar ¿queréis que os acompañe hasta la casa de Thiriel?- preguntó el elfo.
- No, nome quedaré aquí un rato, la brisa es muy agradable y no me gusta estar encerrada.
- Iré a avisar a Thiriel entonces para que prepare algo más de medicina. Vendré luego a buscaros.
- Pero si no es necesa
Pero Delmir ya había desaparecido. Erika suspiró, los elfos eran a veces demasiado amables.
De pronto, Laika empezó a ladrar y cuando su dueña levantó la vista, vio a Maglor que se acercaba con esa cara de indiferencia tan característica en él. Erika no supo si se había puesto aún más roja o pálida como una estatua, de lo único que estuvo segura es que cuando el elfo se detuvo ante ella, sonriendo ligeramente, se quedó muda.
- ¿Puedo sentarme?- preguntó.
Ella asintió con la cabeza y Maglor tomó asiento a su lado.
- Thiriel me ha dicho que ya estás mejor.
Erika asintió nuevamente.
- Me alegro.
Se quedaron unos segundos en silencio, mirando al frente.
- Oye Maglor¿puedo hacerte una pregunta?- dijo ella de pronto.
El elfo se echó a reír, y la cara de Erika era de puro asombro, jamás le había escuchado reírse de aquella manerade hecho, nunca lo había escuchado reírse.
- Por lo visto tu enfermedad no ha pasado del todo- comentó el elfo.
- ¿A qué te refieres?- dijo ella.
- Mejor olvídalo. ¿Ibas a preguntarme algo?
- Sí. ¿Recuerdas esa historia que me contastela de Luthien y Beren?
- Sí, la recuerdo. ¿Por qué?
- Al final me dijiste que acabaron casándose, pero no me dijiste si fueron felices el resto de sus días.
Maglor arqueó una ceja con curiosidad - Supongo que sí fueron felices. ¿Por qué me preguntas eso?
- Solo quería estar segura.
- ¿Segura de qué?
- De que los elfos y los hombres pueden ser felices juntos.
Si alguna situación en su vida hubiera sido digna de estar en una fotografía, era aquella sin ninguna duda. Chasqueó los dedos con disgusto por no tener una cámara a mano ¿Cuántas veces en su vida podría ver a Maglor sonrojado hasta las orejas?
Aquello provocó que Erika se echara a reír, pero reía de felicidad. El elfo parecía haber perdido toda su fuerza de voluntad de pronto y parecía un niño avergonzado.
No pudo reprimirse, estaba tan adorable que el fuerte impulso de abrazarlo como si le fuera la vida en ello le pudo.
Maglor la miró, sorprendido como pocas veces.
- Delmir me lo dijo- le dijo ella de pronto.
El elfo masculló algo con cara de enfado, para después sonreír.
- Algunos se meten donde no les llaman.
- Lo sé, pero si no lo hubiera hecho quizás yo no habría admitido ante mí misma que me he enamorado de ti.
Maglor se sonrojó aún más que antes - ¿Qué tú
Pero no pudo terminar la frase pues los labios de la joven le impedían
articular palabra.
Cuando se forzaron a separarse para respirar, el elfo había tomado a
Erika por los hombros y la miraba, no decía nada pero sus ojos brillantes
hablaban por él.
- ¡¡Cuidado abajo!!
Fue un grito seguido de un sonido estridente, el sonido de cuatro cuerpos que cayeron al suelo desde una altura considerable.
- ¡Por todos los Valar!- exclamó Maglor levantándose de un brinco- ¡¿Qué estáis haciendo?!
- Ya os dije que nos iban a pillar- masculló Lirwen al tiempo que frotaba su espalda por el golpe.
- Shhhh- dijo Nieniel.
- Nosotros no hacíamos nada- replicó Delmir sonriendo con inocencia.
- ¿Entonces que significa esto?- dijo Maglor.
- Nada, solo¿nos paseábamos por el árbol y se rompió una rama?- dijo Thiriel.
- Inténtalo de nuevo -rió Erika - Sois unos cotillas.
Los cuatro elfos sonrieron avergonzados. Maglor puso una mueca de disgusto y tomando a Erika del brazo, la arrastró con él, alejándose de los cuatro elfos que miraban con incredulidad la escena.
- ¡No hagas esfuerzos Erika!- le gritó Thiriel cuando ésta se alejaba.
- Por Elbereth, Thiriel que bruta eres a veces.- dijo Delmir.
Erika solo se despedía con un gesto de la mano y riendo divertida. Tenía la impresión de que su vida ya no volvería a ser igual. Al fin había encontrado un hogar.
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¿El final? bueno, no exactamente jejeje lean por favor el pequeño apéndice y fin de esta historia ---------
