A pesar del aire de misterio que he creado alrededor de él, éste no es el fanfiction que con tanto empeño he venido prometiéndoles (aunque, no se preocupen, ese de todas maneras lo pienso subir). Este, que de por sí es un "acompañamiento" al otro, lo he hecho con el fin de dejar consignadas ciertas "experiencias" de las cuales sé me voy a reír en unos años.
Esta historia se la dedico a toda la promoción 2002B, en especial a Marge que cumplió años en plenos N.E.W.T.s y a mi fianceé Fleur quien espero de corazón que me perdone (ella sabe por qué).
De resto, ya saben, los personajes pertenecen a Rowling, no a mí, y las experiencias narradas son propiedad exclusiva de las pobres niñas que las vivieron.
'Los N.E.W.T.s a través de los ojos de sus víctimas'
Prólogo
"La citación"
Hay cartas que todos procuraros evadir: cartas ofensivas, howlers –y en el caso de Hermione- cartas de amor sin destinatario ni remitente, sin embargo, hay un tipo de correspondencia diferente, aquella clase de carta que por más que no quieras, llega cuando menos la necesitas.
Aquella mañana, el desayuno en el Gran Comedor transcurría con toda normalidad: como de costumbre, la mesa de Gryffindor estaba en constante tensión con la mesa de Slytherin, las mismas miradas de odio corrían de un lado a otro desde la mesa de los maestros, y claro, la comida era tan excepcional como siempre. Invadido de un aire tan normal (dentro de los límites de lo normal en el colegio Hogwarts), era difícil pensar que algo extraordinario pudiera pasar, cosa que se suele sentir hasta que las cosas finalmente pasan, y cuán arrepentidos llegarían a sentirse todos aquellos que confiaban en su invariable rutina.
Harry, Ron y Hermione a penas entraban en el comedor aquella mañana cuando un silencio, sólo interrumpido por el aleteo de varias docenas de lechuzas, invadió el salón. Harry, que a pesar de estar en séptimo año, seguía encontrando fascinante las costumbres de los magos, de modo de que un murmullo casi inaudible le preguntó a Ron:
-¿Qué sucede? ¿Por qué todo el mundo se ha quedado en silencio? Creí que el correo vía lechuza era algo normal.
-No éste –dijo Ron palideciendo.
-¿Ves esa marca dorada en sus patas? –agregó Hermione señalando una de las aves que volaban en formación- Son lechuzas del Ministerio de Magia.
Ahora que lo pensaba, Harry habría visto una de esas lechuzas alguna vez, entregando cartas a Dumbledore o a McGonagall ocasionalmente, sin embargo, en esta ocasión no parecía que la bandada se dirigiera a la mesa alta.
-Es mejor que nos sentemos con los demás –dijo Ron caminando ágilmente, pero sin hacer ruido, hacia la mesa de Gryffindor.
-Bueno, ¿ahora qué se supone que suceda? –preguntó Harry mirando con interés el vuelo en círculo de las lechuzas.
-Espera y verás –dijo Ron que, al parecer, no parecía ajeno a la situación.
Dumbledore, que miraba extasiado el espectáculo desde la mesa alta, se puso de pie y con un leve movimiento de su cabeza, las lechuzas se dividieron en cuatro grupos que sobrevolaron las mesas de Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff y Ravenclaw. Una a una, las lechuzas dejaron caer las cartas que llevaban aferradas a sus garras sobre las cabezas de cierto grupo de estudiantes, siendo Harry, para sorpresa de él, uno de ellos.
-¿Una carta del Ministerio? ¿Por qué estoy recibiendo una carta del Ministerio? –preguntó el chico de gafas que miraba con curiosidad el sobre de pergamino.
-¿No te das cuenta del patrón? Yo he recibido una, Ron ha recibido una, Neville ha recibido una… incluso Draco ha recibido una –dijo Hermione que sujetaba cuidadosamente su sobre.
-Harry, lo que Hermione quiere decir es que recibir esta carta es una de las cosas que implica estar en séptimo año –dijo Ron pasando del blanco al rojo intenso.
Después de unos minutos de caos, las lechuzas pro fin dejaron el comedor. Con un aire de satisfacción personal, la profesora McGonagall se levantó junto a Dumbledore y con voz autoritaria pero gentil dijo de modo que todos escucharan:
-Justo a tiempo: ya que todos los estudiantes de séptimo tienen sus citaciones, deberán quedarse aquí al sonar el timbre para que les dé algunas indicaciones. Los demás pueden retirarse a sus respectivas clases.
Harry llenó su plato con el contenido de las bandejas a todo lo largo de la mesa sin terminar de entender lo que estaba sucediendo: ¿citación? No le parecía muy lógico que todos los estudiantes de séptimo hubieran cometido un crimen tan grave como para ser llamados a juicio: claro, todos habían hecho alguna que otra broma y no existía el estudiante que jamás hubiera roto alguna regla, sin embargo, esto parecía demasiado severo.
-Espero que me toque en un buen lugar –decían las chicas entre sí, todas sin atreverse a abrir el sobre, lo que sólo consiguió desconcertar aun más al pobre Harry. El sentía deseos de preguntarle a Hermione o a Ron que estaba sucediendo, sin embargo, ambos parecían demasiado ocupados muriéndose de los nervios y por la expresión en sus rostros, prefirió no interrumpirlos.
El timbre finalmente sonó y uno a uno los estudiantes que no eras de séptimo año dejaron el Gran Comedor haciendo comentarios en voz muy baja, todos involucrando el extraño espectáculo de las lechuzas. Pasados cinco minutos, los únicos que quedaron en el comedor fueron los estudiantes de últimos año repartidos en las mesas de las cuatro casas, y los profesores liderados por el director.
-Por favor cojan sus cartas y síganme –dijo Dumbledore dirigiéndose a una pequeña puerta detrás de la mesa alta. Harry encontraba esa puerta bastante familiar, después de todo, había sido a ese salón donde había sido llevado cuando el cáliz de fuego sacó su nombre. El salón lucía igual que la vez pasada, a diferencia que esta vez, cuarenta asientos divididos entre los destinados a los estudiantes y a los profesores habían sido acomodados en fila frente a la chimenea.
-Por favor, tomen asiento –dijo el director que se había parado frente a su silla al frente del salón, rodeado por los profesores Snape, McGonagall, Sprout y Lupin. Cada uno de los estudiantes tomó asiento con un aire de timidez en las sillas que encaraban a las de los profesores, todos comentando en voz muy baja lo que estaba sucediendo.
-Silencio por favor –dijo Dumbledore barriendo con su mirada el salón-. Ya que estamos todos aquí, la profesora McGonagall proseguirá a explicarles todo lo necesario.
-Gracias, Albus –dijo Minerva poniéndose de pie mientras el director se sentaba en la silla del medio-. Como ya todos sabes, este año les corresponde a ustedes presentar los N.E.W.T.s…
-¡Lo sabía! –dijo Ron imprudentemente, ganándose una incómoda mirada de la profesora.
-Como les venía diciendo antes de que Weasley nos interrumpiera, en un mes ustedes estarán presentando sus Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas, o N.E.W.T.s, para los cuales se han venido preparando –dijo la profesora mirando a su público de adolescentes nerviosos.
-¿Preparado? Yo no me he preparado para ningún examen terrible –dijo Ron de nuevo.
-Lo dijo a principio de año, pero Harry y tú estaban demasiado distraídos como para escuchar –dijo Hermione.
-Señor Weasley, Señorita Granger, ¿les importa? –dijo McGonagall notablemente enojada mientras ambos bajaron la cabeza en silencio- La próxima vez que alguien me interrumpa tendrán que arreglárselas por su cuenta.
-No hablaremos más –dijo Hermione tímidamente.
-Eso espero –dijo Minerva, luego aclaró su garganta y prosiguió-. Este año, siguiendo el programa de integración entre los principales colegios de magia y hechicería de Europa, hemos decidido que los N.E.W.T.s se lleven a cabo simultáneamente y con estudiantes de los tres colegios: Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang, para así poder darnos cuenta que tan bien estamos en comparación con ellos, y desde luego, sería una vergüenza vernos inferiores –seguido al comentario, la profesora dirigió una mirada un tanto fría a todos los estudiantes-. En todo caso, a cada uno de ustedes le fue asignado un lugar para presentar el examen, repartidos estratégicamente por los principales centros mágicos de Europa, dependiendo de las materias que hayan elegido para profundizar. Espero que estén concientes de que esta decisión fue tomada directamente por el Ministerio de Magia y no hay cambios. El sitio que les tocó está en esa carta que recibieron esta mañana, y ésta a su vez contiene la ubicación y apariencia del translador que les permitirá llegar a ese lugar: por lo que más quieran, ¡no la pierdan! –esta vez la mirada fría fue explícitamente para Neville- De igual manera, en la carta encontraran los materiales necesarios para presentar el examen: una pluma reglamentada por el Ministerio, tinta a prueba de fraude y un borrador de tinta. Espero que ese día ninguno se retrace, y sobre todo, mucha suerte para todos.
Cuando la profesora terminó de hablar, ellos no sabían si aplaudir o quedarse en silencio. Albus, con una sonrisa en su rostro, comenzó a aplaudir sólo mientras los estudiantes seguían su ejemplo bastante confusos.
-Maravilloso, Minerva, estuviste genial –dijo el director- ahora… estoy seguro que todos se mueren por saber dónde les tocó presentar su examen, así que pueden abrir sus cartas.
Hermione fue la primera en romper el lacre del sobre mientras sacaba cuidadosamente la carta:
-¡Genial! Me tocó en el Instituto de Alta Investigación en Pociones en Diagon Alley, Londres. A ti, Harry, ¿dónde te tocó?
-En la Escuela Real de Clarividencia, cerca de Stonehedge –leyó Harry con un gesto a alivio.
-¿Y a ti, Ron? –preguntó Hermione mirando al pelirrojo.
Ron palideció notablemente y dijo con un hilito de voz:
-Colegio Gregory Rasputín en Siberia.
~ Continuará ~
En los siguientes capítulos, narraré lo que fue la experiencia de los personajes: les prometo que se van a reír, y más porque este fanfiction es basado enteramente en hechos reales.
Se aceptan comentarios y sugerencias (es el momento de vengarse, jajaja), aunque es poco probable que cambie el curso de los hechos debido a que esto es una reacomodación de las cosas que en verdad sucedieron.
Sinceramente,
Lady Susyte, mejor conocida como La Mione
