Citrus así como sus personajes, son propiedad de Saburo Uta.
El resto de los personajes y la anécdota aquí escrita son de mi propiedad.
Bullet days
Primera bala:
La vida es una ruleta, cariño.
La vida da giros sorprendentes en los momentos menos esperados; no se puede confiar en que las cosas avanzarán sin ningún problema, pues nadie sabe si un día cualquiera el destino querrá jugar una broma y cambiar de manera radical el mundo de una persona. Para Yuzu Aihara, aquella jugarreta fue el matrimonio de su madre. Nuevo padre, nueva casa, nueva escuela, nuevas amigas, nueva hermana. Ella no lo sabía, pero acababa de subir a una ruleta llena de sorpresas. Resultado del primer giro: enamorarse de su hermanastra.
Y aun cuando la situación se tornó oscura y complicada, la determinación de Yuzu terminó por triunfar ante cada nuevo giro. Desde hacía unos meses que las cosas comenzaban a ser brillantes y al fin podía ser feliz después de la tormenta sentimental en la que se convirtió su vida tras el matrimonio de su madre. Creyó que venían días alegres, lo peor ya había pasado y todas las pruebas que el destino podía ponerle fueron superadas de manera satisfactoria. Rivales en el amor, numerosos intentos de expulsión, confusiones, lágrimas, la encarnación del demonio con cabello rosa, la estricta hermana de su mejor amiga, unas curiosas gemelas de cabello blanco, esconder su trabajo de medio tiempo, conocer al fantasma de la Academia Aihara y una carrera contrarreloj para impedir la boda de su hermanastra y único amor: Mei. Pudo con todo eso. La tinta que dirigía su vida, la pluma que escribió todas las dificultades que debía enfrentar, aquella misteriosa entidad, autora de sus aventuras y desventuras al fin le dio la tan anhelada felicidad. ¿Y cómo no pensar eso? Incluso había logrado que Mei utilizara de pijama una playera de Yuzubocchi, cosa que parecía imposible.
Esa mañana, si alguien le hubiese preguntado sobre el futuro, Yuzu habría respondido con una radiante sonrisa y de sus labios saldrían palabras cargadas de felicidad, convencidas del brillante porvenir que le esperaba en compañía de Mei. Pero, si las cosas debían ser así ¿por qué estaba atrincherada detrás de la barra de la cocina, tumbada en el suelo y cubriéndose la cabeza con ambas manos mientras un grupo de hombres en trajes negros se batían a balazos con un extranjero pelirrojo? La ruleta de la vida aún no dejaba de girar.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó desesperada.
—Te estoy salvando la vida —respondió el pelirrojo con una voz potente pero tranquila a pesar de la situación—. Eso pasa.
Y pensar que su día había comenzado como cualquier otro. Despertó temprano para acompañar a Mei rumbo a la escuela, charló con Harumi antes de clases, dio su mayor esfuerzo por prestar atención a las palabras de sus maestros por más aburridas que estas fueran. Solo dos cosas fueron diferentes. A lo largo de la jornada tuvo una extraña sensación, como si alguien le estuviese vigilando y aunque pensó que era sospechoso, le restó importancia al descubrir a Nene escondida detrás de un árbol. El segundo suceso era más preocupante. Durante el receso, Mei se acercó para informarle de algo delicado: su abuelo había tenido una emergencia pero no dio más detalles. En consecuencia, se quedaría hasta tarde en la academia. Para la rubia, aquello era un obstáculo en su objetivo de pasar todo el tiempo posible con su amada, pero no fue algo que con la ayuda de sus amigas no pudiera olvidar durante la tarde.
Tras una prolongada parada en una cafetería y la visita a una librería donde compró el nuevo tomo de las Hermanas Momoiro, Yuzu llegó al edificio departamental donde vivía. Corrió por el recibidor y tomó el primer asesor libre. Aún era temprano y en su mente solo podía imaginar a Mei esperándola en la sala, quizá abrazando a Kumagoro. En el trayecto saludó a sus vecinos, incluso al nuevo inquilino: un extranjero que desde hacía dos semanas ocupaba un departamento cercano al suyo. No estaba segura de su nombre, pero le gustaba su cabello rojizo.
—¡Estoy en casa! —anunció con la esperanza de recibir una respuesta. Pero nada. No hubo bienvenida, ni saludo, ni un regaño por la demora. Todo lo que encontró fue un departamento vacío con las luces apagadas.
Sonrió con malicia. Quizá era buen momento para cobrarse los regaños que siempre recibía de Mei por llegar tarde. Ahora ella actuaría como una hermana mayor estricta, aunque se tratara de una broma inocente. "Por otro lado", pensó, "ella está fuera por deber, no por capricho". Sentada a la mesa ante Kumagoro y mirando sus inexpresivos ojos, meditó en que debería hacer. No tenía idea de cuánto tardaría Mei en llegar y, como había pasado los primeros meses que vivieron juntas, probablemente se había cargado de trabajo en la academia y volvería agotada.
—¡Lo tengo! —gritó para ella misma. Levantó a Kumagoro de su asiento y le sonrió con alegría. Paseó con él por la sala dando pasitos, miró por la ventana con los ojos llenos de brillo e ilusión.
¿Cuál era la mejor manera de recompensar a alguien por su trabajo? Una buena comida y un mejor postre. En la mente de la joven comenzó a trabajar su cocinera interior y ya armaba el menú para la cena. Había muchas posibilidades para consentir a su amada, cada una tan apetitosa como la anterior; elegir solo una o dos se tornaba complicado. Lo único seguro era el postre: crepas. No sabía prepararlas, pero hacía unos días encontró un lugar cerca de casa donde podría comprarlas. Miró el reloj, cerca de las seis en punto. Mejor se daría prisa para sorprender a Mei. Dejó al enorme oso de peluche en uno de los sofás y con un gesto de complicidad se despidió de él. Estaba rumbo a su habitación para cambiarse de ropa cuando unos golpes en la puerta principal le detuvieron. Se detuvo a medio camino. Lo golpes cesaron unos segundos y de nuevo volvieron a escucharse.
Fue la tercera vez que llamaron. Los golpes eran tranquilos pero potentes. Sin sorprenderse, Yuzu revisó por la mirilla digital, encontrándose con la imagen del extranjero pelirrojo. Tenía un auricular inalámbrico puesto y pese a su expresión de serenidad, miraba de extremo a extremo del pasillo, esperando algo. ¿Qué ocurría? Yuzu no podía hacer otra cosa más que verlo con desconfianza y temor. El hombre era alto y a simple vista destacaba su físico entrenado. Debía ser precavida.
—¿Sí? —hablo a través de la mirilla—. ¿Necesita algo? —preguntó con cierta desconfianza.
—Buenas tardes vecina —respondió el extranjero en un perfecto japonés. Su voz, aunque grave, era tranquila y arrastraba un poco de ironía en su tono—. ¿Tienes un minuto? Necesito hablar contigo de algo importante —y dicho esto, el extranjero sacó de su bolsillo una hoja de papel firmada por el abuelo Aihara—. Muy importante.
Fue la primera ocasión en la cual aquel extranjero pelirrojo le dirigía más de tres palabras que no fueran un saludo. Volvió a mirarlo por la pantalla. Estaba serio, imperturbable y con la firma del abuelo a la vista. ¿Cómo había conseguido algo así? El papel incluso estaba membretado por la academia y eso solo podía significar que lo obtuvo directamente del viejo Aihara. A pesar de las dudas en su mente, abrió la puerta y dejó pasar al extranjero que realizó una reverencia antes de presentarse.
—Hola, mi nombre es Julian Sky. Puedes llamarme Julian o puedes llamarme Sky, realmente no me importa.
—Mucho gusto —titubeó Yuzu al hablar. Tal vez no era correcto juzgar a alguien por su ropa, pero si algo sabía muy bien como gyaru, era que la manera de vestir de alguien podía decir mucho de su personalidad y gustos. Por ejemplo, Matsuri no temía mostrar sus gustos freak y su carácter rebelde; Harumi relucía su personalidad relajada y segura; por supuesto, Mei usaba ropas más sencillas pero lindas, reflejo de su forma de ser tan tranquila. Pero si miraba al pelirrojo ante ella, difícilmente podría creer que se tratara de un conocido o que al menos tuviera tratos con el abuelo. Las pocas veces que lo vio en alguna reunión fue con otros hombres vestidos de saco y corbata, con relojes caros en sus muñecas y ese aire de superioridad que da el dinero. En cambio, el nuevo inquilino del edificio parecía alguien común, con jeans desgastados y camisetas de solo un color sin diseño ni estampado alguno. Lo más distintivo era su chaqueta a pesar de su notorio desgaste y un guante negro en su mano izquierda—. Me llamo Yuzu…
—Aihara, lo sé, tú abuelo me lo dijo —interrumpió Sky entrando al departamento. Con la mirada inspeccionó el recibidor y avanzó hasta la sala dejando a una intrigada Yuzu a sus espaldas. Sí él quería hacer algo malo, no le hubiese dejado escapar tan fácil—. Es un lindo departamento, muy espacioso. Ah, espero no ser una molestia. Aun no conozco las costumbres japonesas —agregó el extranjero al notar la mirada de Yuzu.
—Descuide, no es una molestia —respondió con una forzada sonrisa que trataba de ser gentil. ¿Qué se supone que debía hacer en ese momento? La atmosfera era extraña con ese hombre en el departamento. Si bien era su nuevo vecino y se mostraba sereno, había un aire siniestro en él. En ese momento solo quería la compañía de alguien, ya fuera Mei o su madre, no le importaba con tal de no estar sola con Sky—. Puede tomar asiento. ¿Gusta té o algo de beber?
—Preferiría que llamaras a Mei —dijo de inmediato. Aún tenía el papel en su mano—. Esto también le concierne.
—Disculpe pero —sabía el nombre de ambas. Las cosas se tornaban más alarmantes a cada segundo—, ella no se encuentra. Si gusta volver en una hora puede que…
—¿No está? —le interrumpió con una voz tranquila—. Entonces debemos ir por ella.
—¿Disculpe?
Sky no respondió. Llevó su mano derecha al auricular y corrió a las grandes ventanas del departamento. Yuzu sintió miedo del insólito proceder del extranjero pelirrojo; era la primera vez que hablaban, él entró a su departamento sin explicar los motivos, conocía el nombre de ambas chicas y de pronto se asomaba por las ventanas, dando la impresión de buscar a alguien. La primera idea que cruzó por la mente de Yuzu fue correr hacia el pasillo para pedir auxilio. Había visto tantas películas en las cuales se presentaba una situación así: un sujeto comenzaba a actuar raro y de pronto se volvía contra la persona que le acompañaba en la habitación y la atacaba hasta dejarla irreconocible. Se aferró a su celular, alistándose para correr cuanto antes.
—Sí fuera tú no saldría, al menos no por ahora —dijo la voz serena del pelirrojo. Se acercó a Yuzu lentamente mientras ella solo sentía como sus piernas temblaban de miedo por la situación tan extraña en la que se encontraba—. A la cocina, escóndete detrás de la barra.
—¿Qué… qué piensa hacer? —balbuceó Yuzu llena de pánico. Intentó correr pero fue interceptada por Sky. Ese hombre era más veloz de lo que parecía. Sus miradas se cruzaron. De verse en el espejo, habría notado que sus ojos verdes estaban inundados de lágrimas provocadas por el miedo a lo que podría pasar; en cambio, el ámbar en la vista de Sky permanecía sereno.
Unos ruidosos golpes en la puerta terminaron con la confrontación y la atención del hombre cambió de objetivo. De inmediato llevó su mano a la chaqueta y sacó un arma. Sin importar cuando maquillaje tenía encima, el rostro de Yuzu se tornó pálido. De mero milagro no cayó de rodillas ante Sky, pero ya daba por perdida la vida cuando distinguió la pistola en la mano de aquel hombre.
—Salvarte la vida —contestó Sky apartando a Yuzu de su camino. Se detuvo ante el recibidor y con la mano enguantada señaló la cocina—. Escóndete y cubre tus oídos con ambas manos, esto se pondrá muy ruidoso.
Aturdida, sin entender que pasaba a su alrededor, Yuzu se tambaleó hasta la cocina. En ningún momento le quitó la mirada de encima a Sky, aunque sus posibilidades de detenerlo fueran nulas. El corazón le latía con fuerza en el pecho y podía sentir como su cuerpo expedía un sudor helado, incluso sus manos se sentían congeladas. Los golpes en la puerta se volvían más agresivos con cada segundo que pasaba, escuchándose en todo el departamento. Tenía miedo. Asomada detrás de la barra, la joven Aihara encontró a Sky parado ante el pasillo del recibidor, apuntando su arma directo a la puerta. Parecía una estatua, inamovible y con el rostro petrificado, carente de emoción alguna. Los gritos de varios hombres se escucharon antes de presentarse un sonido aún más aterrador. La madera de la puerta se rompió y al departamento entró un grupo de cinco varones vestidos de negro. Entre gritos y maldiciones, dos balazos resonaron, provocando una momentánea retirada de aquellos sujetos.
—¡Tiene un guardia! —alcanzó a gritar uno de aquellos.
—¡Mátenlo! ¡Pero no lastimen a la chica!
Los disparos de Sky tenían una doble función; por una parte, fueron de advertencia para los misteriosos atacantes. Su objetivo no estaba indefenso y no les resultaría fácil llevársela del departamento. Por otra, quería saber si ellos también iban armados. Para su mala suerte, así era.
Una serie de balas entró por la puerta principal, obligando al extranjero a arrojarse al suelo para evitarla. En respuesta, volvió a disparar su pistola, derribando a uno de los agresores. Yuzu miraba todo desde la cocina, congelada por el miedo y aturdida por el ruido de las detonaciones. ¿Por qué ocurría eso en su casa? ¿Quiénes eran esos sujetos? No lograba comprender nada de lo que ocurría ante sus ojos; la rapidez con que todo cambió y el shock del momento nublaban su juicio, entorpecían sus acciones y oprimían su corazón. Solo tenía certeza de una cosa: Julian Sky estaba ahí para protegerla.
—¡Abajo!
La orden del pelirrojo llegó a los oídos de Yuzu cuando él ya estaba a su lado. Sus piernas no dejaban de temblar pero aun así eran incapaces de doblarse, sus manos se aferraban a la barra con tal fuerza que sus uñas podían rayar la loza. No quería mirar lo que ocurría, se negaba a creer en la situación que le rodeaba y daba por hecho que eso era un sueño. ¡Sí! Debió quedarse dormida mientras miraba una película de acción, esas filmadas en Estados Unidos y, tanto Sky como los hombres de traje, eran producto de su ensoñación; porque no había motivo para verse envuelta en asuntos que involucraran armas de fuego, ¿verdad? Lamentablemente sintió sobre su cabeza la mano de Julian Sky que le obligaba a esconderse. Alzó la mirada. Ahí estaba ese extranjero, su vecino desde hacía dos semanas, cubierto de astillas provenientes de los muebles. No era un sueño, todo era real.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó desesperada. De alguna manera y sin darse cuenta, estaba tumbada en el piso, cubriendo sus oídos con ambas manos.
—Te estoy salvando la vida —respondió Sky sin perder la calma. Se agachó para evitar los disparos enemigos y en una breve pausa respondió el fuego con dos balas. A las detonaciones les siguieron un par de alaridos. Fue el último aliento de uno de los agresores—. Eso pasa.
En ese momento, mientras los muebles de la cocina se reducían a astillas y las detonaciones de las armas ensordecían sus oídos, se preguntó el porqué de tantas desventuras. ¿Por qué la vida se empeñaba en complicársele de maneras tan extrañas, absurdas, hasta ridículas? Siempre sospechó que alguien disfrutaría leer sus diferentes vivencias por más descabelladas que pudieran parecer, incluso había pensado en publicarla por algún medio. Y esta sería la cereza sobre el pastel. De drama a acción con solo abrir la puerta. Otro grito de dolor que se apagó de la nada y Sky estaba agachado a su lado.
—Me faltan dos —dijo sin que sus palabras mostraran alguna emoción—. Quédate abajo.
La balacera se detuvo por un momento, un instante de paz. ¿Cuántos eran los atacantes? ¿Había más afuera del departamento? ¿Qué buscaban en el departamento? Yuzu se atormentaba con todas las preguntas que venían a su cabeza. Su pecho bajaba con dolor, su aliento se sentía helado; no quería mirar la escena que habían dejado en su casa, pero tenía la esperanza de encontrar una ruta de escape. Lenta y cuidadosa, asomó la cabeza sobre la barra, apenas lo suficiente para distinguir a los pistoleros que entraron a su hogar. Uno de ellos se había atrincherado detrás de la mesa del comedor y el otro esperaba sobre el sofá. Al ver movimiento, el primero se alteró y realizó un disparo de advertencia que impactó cerca de Yuzu. Aterrada, cayó de espaldas al suelo lanzando un chillido.
—¡Te dije que abajo! —le regañó el extranjero, mostrando al fin algo de emoción. De la chaqueta sacó un nuevo cartucho y con este recargó su arma: una Beretta 92 FS, la favorita del ejército estadounidense. El cargador entró en su lugar y tras amartillar la pistola, Sky volvió al ataque con una ráfaga de balas, provocando otra baja en los agresores.
En respuesta, el último de aquel grupo misterioso disparó en repetidas ocasiones. La última bala detuvo el tiempo para Yuzu. El cuerpo de Sky se sacudió con violencia y se desplomó ante la impotente mirada de la Aihara mayor. La caída de su protector, como había asumido, parecía eterna; distinguió un brillo de asombro en sus serenos ojos y lo que parecía una maldición en ingles provenir de sus labios. Cuando al fin llegó al suelo, el tiempo volvió a su transcurso normal. Las astillas dejaron de caer, la Beretta 92 yacía a un lado de su dueño, el silencio dominó en el departamento y el miedo invadió a Yuzu.
—Se…señor Sky… —balbuceó. Desorientada por lo que acababa de ver, extendió la mano hacia aquel extranjero que le defendió con su vida.
—Entonces el viejo contrató a alguien —mencionó el hombre de traje a espaldas de Yuzu. Ella volteó para encontrarse cara a cara con el único superviviente de los agresores. Un hombre joven, cercano a los 30 años y el cabello negro cortado a máquina con el numero mínimo. No le quedaba para nada ese corte—. Tú vienes conmigo niña. No hagas esto más difícil.
—¿Qué… qué quieren… de mí? —alcanzó a preguntar con un hilo de voz. Cada parte de su cuerpo temblaba y sentía sus extremidades heladas a causa del pánico. El hombre chasqueó la lengua y extendió su mano para tomar a su objetivo del brazo.
—Obviamente a ti. Ahora levanta… —una nueva detonación le interrumpió y con el sonido de la misma cayó su cuerpo inerte antes de tocar a Yuzu. Ella no pudo evitar gritar de nuevo y arrastraste lejos de él. Turbada, se dio la vuelta. Sky seguía acostado en el suelo, con la cabeza alzada y en su mano humeaba una pistola de bolsillo.
—El truco más viejo del mundo y siguen cayendo —dijo a modo de mofa. Guardó la pistola en su pantalón y se levantó. No tenía herida alguna—. Si fuera tú no voltearía a verlo, quedó más feo de lo que ya era y esa imagen no es para una gyaru.
La mano del pistolero se extendió hacia la desorientada Yuzu que, siguiendo el consejo, se concentró en el rostro de su protector. Sus manos aun temblaban y el corazón latía con dolor en su oprimido pecho. Acababa de estar en un tiroteo, dentro de su departamento y a punto de ser secuestrada. Hasta donde alcanzaba a ver, los muebles estaban por completo destruidos, hasta el refrigerador estaba lleno de agujeros y había restos de vidrio y porcelana regados por todo el suelo. Se esforzaba por no mirar los resultados fatales del enfrentamiento y el único punto que parecía calmarla era la mirada ambarina y serena de Sky. Aun así le provocaba escalofríos. ¿Cómo podía mantenerse tan tranquilo durante y después de la balacera? Ella estaba aterrada, tanto que no tenía ni idea de cómo reaccionar. Pero él se mantenía inexpresivo.
—¿Quiénes... eran ellos? —alcanzó a decir sin saber cómo pudo lograr que su voz saliera.
—Tipos malos con una puntería aún peor. Te explicaré todo pero cuando estemos en un lugar seguro y con Mei. Ahora vámonos.
El agarre de Sky era firme y poderoso. Tiró del brazo de Yuzu para hacerla andar entre el desastre que había resultado del enfrentamiento. Ella no quería ver los resultados y aunque le dolían las pérdidas materiales, agradecía salir viva de ese incidente. Sus ojos evitaban el contacto con los cuerpos tendidos en el suelo y las manchas de sangre en las paredes y el piso. Su hogar ahora estaba lleno de muerte, el lugar donde esperaba pasar muchas alegrías de pronto se cubrió de un aura mortífera y peligrosa, tenía que huir en ese instante. ¿Qué pasaría ahora? ¿Por qué las buscaban esos hombres? Todo había pasado tan rápido, un parpadeo bastó para cambiar las cosas y, peor, estaba sola cuando ocurrió.
—¡Kumagoro! —gritó al pisar el recibidor.
—¿Quién?
—Kumagoro… es un oso de felpa. Lo necesito —dijo sin pensarlo y en verdad no sabía por qué vino a su mente el gran muñeco que Mei solía abrazar—. Por favor.
—¿El enorme oso que tenían sentado en el sofá? —Yuzu respondió con varias cabezadas—. No sabía que las chicas de tu edad fuesen tan apegadas a sus muñecos.
—No es eso… solo es importante.
¿Aquello era una burla? Aunque la calma era constante, la voz de Sky se sentía un tanto insolente, no solo en ese momento, sino desde que le saludó al llamar a la puerta. Yuzu miró la entrada a su departamento; había algunas manchas de sangre sobre esta y lo que se distinguía como un zapato se asomaba desde el pasillo. Pensó en huir inmediatamente pero corría el riesgo de encontrarse con otros agresores. El pistolero volvió a su lado con Kumagoro. De inmediato se lo entregó y tomándola del brazo salieron del departamento, rumbo a la puerta de evacuación.
Bajar las escaleras de emergencia fue tan rápido como el tiroteo en su departamento. Los muros y los letreros de advertencia le resultaban borrosos a su paso. ¿Serían los nervios o la velocidad con la que bajaban? No podía asegurarlo. Tampoco había utilizado la ruta de evacuación antes.
La última puerta se abrió. Una brisa refrescante sopló sobre el rostro de Yuzu, revolviendo sus cabellos. Un pequeño respiro después de la tormenta de plomo. Sky de nuevo tiró de su brazo y la guio hasta un automóvil gris que ya esperaba su arribo con las puertas abiertas. Ella ocupó el asiento trasero junto a Kumagoro y él se sentó al frente. Pero no estaban solos, el asiento del conductor era ocupado por otro hombre de lacio cabello castaño. En cuanto Sky cerró, ordenó que arrancaran.
—¿Qué no eran dos chicas? —preguntó el conductor al ver solo a Yuzu en el asiento trasero.
—La otra se quedó estudiando en la Academia Aihara, así que ya sabes cual camino tomar —respondió Sky—. Debemos llegar antes que ellos la encuentren… o nos encuentren.
—Tardarán en hacerlo, ya me hice cargo de sus conductores —el habla del conductor era más relajada que la de Sky.
—Y por eso eres mi socio preferido.
—Soy tu único socio. A todo esto, me llamo Joey Horse —dijo ofreciéndole una cálida y amistosa sonrisa a Yuzu—. Seré su conductor personal por un tiempo, señorita Aihara.
—Encantada —respondió. La cabeza aun le daba vueltas. A sus oídos llegaban, lejanas, las palabras que entre los dos hombres intercambiaban pero en su cabeza aun resonaban los balazos. Tenía muchas preguntas que hacer pero solo necesitaba la respuesta de una. Tomó uno de los brazos de Kumagoro y, como si ese gesto le transmitiera valor, se aclaró la garganta—. Disculpen pero… ¿qué está pasando? ¿Qué es ese papel firmado por el abuelo?
—¿No le dijiste nada? —preguntó Joey.
—Estaba ocupado con ese grupo de criminales novatos —respondió Sky con ese rastro de ironía en su voz. De nuevo mostró el papel firmado por el abuelo de Mei. Se trataba de un contrato—. Escucha Yuzu, el viejo Aihara nos contrató para protegerte a ti y a tu noviastra de esos tipos.
—¿Noviastra? ¡Oiga! —gritó sumamente apenada. Incluso les contó sobre eso.
—No las estoy juzgando, yo estoy a favor del amor.
Por otro lado, pensó Yuzu, tal vez ese gesto era una muestra de aceptación por parte del abuelo. Sin embargo, el término inventado por Sky le causaba una sensación extraña y muy incómoda.
—¿Puedo leerlo?
—Adelante, es tu seguridad.
Yuzu tomó el papel firmado y lo extendió en sus manos. El documento se autodenominaba como contrato y debajo del membrete de la Academia Aihara se podía leer lo siguiente:
El señor Kinryu Aihara y el señor Julian Sky celebran el presente contrato de prestación de servicios en el cual se solicita al señor Sky para brindar las labores de: protección, rescate y vigilancia de las señoritas Mei Aihara y Yuzu Aihara, bajo las siguientes:
Condiciones
1. El trabajo será pagado por adelantado, entregando al señor Sky la cantidad de XXXXXXXX dólares. Dependiendo de los resultados se considerará regresar el pago íntegro o un porcentaje del mismo.
2. Los gastos producidos por el trabajo correrán a cuenta del señor Sky, exceptuando la renta de un departamento en el complejo habitacional XXXXXX, gasto que será cubierto por el señor Aihara hasta que el señor Sky lo indique.
3. El trabajo inicia con la firma del presente contrato. Este documento es válido hasta garantizar la seguridad de las señoritas Aihara o hasta que el señor Aihara exprese la cancelación del mismo por voluntad propia. El señor Sky se abstiene de cancelarlo.
4. Todo comentario discriminatorio (misógino, racial, xenófobo, homófono y demás similares) provocará una amonestación económica que será impuesta por el señor Sky.
5. El señor Sky siempre dará recomendaciones y opiniones sobre el trabajo. Es decisión de sus clientes obedecerlas o ignorarlas.
6. Los clientes y el señor Sky tienen derecho a no responder preguntas de índole personal.
Al final, las firmas de ambos hombres daban la formalidad y el sello oficial de la academia fechaba el documento. Era breve y muy conciso en sus cláusulas, pero a fin de cuentas era un contrato valido. ¿Ante que autoridad? Yuzu prefirió no preguntarlo. Al menos ya sabía cuál era el nombre del abuelo de Mei. Dobló el contrato y se lo regresó a Sky. Él lo tomó con delicadeza y volvió a guardarlo entre su ropa.
Los dos extranjeros siguieron platicando sobre el asunto. Mientras Joey insistía en explicar el caso, Sky se negaba con la excusa de no repetir dos veces la misma plática. La curiosidad de Yuzu era fuerte, ¿por qué el abuelo se vio en la necesidad de contratar a esas personas? ¿Quién estaba detrás de ellas? Eran tantas las cosas que no entendía y prefería no estar sola para enfrentarlas. Se acomodó en el asiento y miró por la ventana. Necesitaba descansar un poco. Con algo de suerte, pensó, encontrarían a Mei a medio camino. La imagen de su amada pelinegra se dibujó en su mente de pronto. ¿Cómo reaccionaría ella a esa situación? Con esa idea tomó en sus brazos a Kumagoro y lo abrazó con fuerza. Eso bastó para calmarla. El oso de felpa estaba impregnado por un aroma maravilloso que le hacía sentirse acompañada.
El automóvil siguió su marcha rumbo a la academia. Sky y Joey discutían algo sobre un cleaner. ¿No era esa persona que se encargaba de limpiar la escena de un crimen? Al menos así pasaba en las películas. Yuzu prefirió ignorar la conversación a partir de ese momento. Le entraron ganas de escuchar música para recuperar la calma, pero su teléfono apenas tenía carga y no contaba con audífonos.
—Disculpen —les interrumpió—. ¿Podrían encender la radio?
—Claro, claro. No es problema señorita —respondió Joey.
Encendió la radio y, como si el destino jugara una broma de mal gusto, en las bocinas del automóvil se escuchó la melodía Dirty Bullet, interpretada por el conjunto de jazz TRI4TH. Curiosamente, sus composiciones eran de las pocas que Mei le permitía escuchar mientras estudiaban.
Si al despertar alguien le hubiera dicho que durante la puesta de sol estaría abordo de un auto, acompañada por dos extranjeros rumbo a la academia para rescatar a Mei, ella no lo hubiera creído. Sin embargo, cuando su madre volvió a casarse y conoció a su hermanastra, no creyó que pudieran llevarse bien. El tiempo le demostró cuan equivocada estaba y aprendió que no importaba cuantas visiones del futuro se hiciera en su imaginación, la vida es una ruleta y día con día se encargaría de recordárselo.
To be continued
¡Oh yeah! ¡Y comenzamos una nueva aventura!
Si me han seguido en Facebook, ya sabían que desde hace tiempo tenía ganas de escribir una historia sobre Citrus. Bueno, las cosas por fin se dieron y después de muchos días pensando... ¡ha llegado! Veamos como les va a las Aihara en un ambiente lleno de criminales y balas.
También quiero decirles que este fic contará con apoyo musical. Cada capítulo vendrá acompañado por una canción o melodía que, si gustan, pueden escuchar. Así podrán conocer un poco del ambiente en el cual escribí.
Segundo aviso: Este fic se publica en paralelo con "Amor en escena" de mi amiga Kyomori! No son historias en común, solo nos pusimos de acuerdo para regalarles más historias.
Tercero. ¿Pueden adivinar por qué el abuelo de Mei se llama Kinryu en esta historia?
Y sin más...
Nos leemos luego!
