Fan fic: La estafa
Sinopsis: Isabella Swan es la CEO de la empresa de sus padres. De repente, un día descubre que faltan dos mil millones de dólares del fondo.
¿Quién podría ser capaz de robárselos?
Su prometido, Jacob Black, el responsable financiero de la empresa, desapareció sin dejar rastros.
¿Acaso sería él, quién la traicionó?
.
.
.
Capítulo 1
Nueva York 2018
Bella POV
Respiré hondo.
–Un nuevo día –observé el gran cartel iluminado C.S Electronics.
Crucé la puerta de vidrio, me dirigí a los elevadores algo apresurada, estaba llegando una hora tarde.
Mis tacones golpeaban contra el suelo de mármol.
–Señorita Swan –me saludó el guardia de turno, agachando la mirada.
–Hola –respondí ladeando la cabeza.
Me subí al primer elevador que llegó.
Una muchacha se metió tras de mí.
–Oh, lo siento –se bajó rápidamente al darse cuenta de quién era.
Quería demostrarle mi sonrisa, decirle que no me molestaba su presencia; pero no lo hice, la dejé bajar temerosa.
¿Por qué lo hice?
Es simple, no podía ser demasiado gentil, debía infundir algo de miedo entre los empleados, lamentablemente era parte de mi función.
Mi madre siempre decía, "es preferible que te teman, a que te tomen de tonta. Para estar en la cabeza de compañía deber ser fuerte, debes ser estricta, no puedes parecer débil, no puedes mostrar emociones, no debes encariñarte con nadie"
Sabía que todos me odiaban, los empleados me temían y me veían como una mujer fría y sin corazón; tenía que tomar decisiones que nadie más quería, era la responsabilidad que recaía sobre mí, al ser la CEO, de la empresa de tecnología más exitosa del país.
Yo no era una mujer fría, pero debía fingir serlo.
Algunos días disfrutaba de mi trabajo, otros, deseaba desaparecer.
Marqué PISO 44
Observé mi celular, tenía dos llamadas perdidas de Ángela, mi asistente personal.
Le llamé –Estoy subiendo, prepárame un café por favor.
Al bajar del elevador, me crucé con Jane, la asistente de Alice.
–Buen día –me sonrió.
–Hola –caminé hasta mi oficina –Ángela –la saludé con un beso en la mejilla.
–¿Todo bien?
–Me quedé dormida, no sé qué me pasó –negué nerviosa.
–Te dejé el café sobre el escritorio.
Ángela era una buena amiga, y confidente.
Era una de esas pocas personas en quién confiaba.
–Jacob aún no volvió y no responde mis llamadas –me rasqué el cuello.
–¿Pero… le habrá pasado algo?
Caminé en círculos, mientras le daba un sorbo al café.
–Quizás está asustado…
–¿Por la boda?
–¿Por qué más? –bufé.
–¿Y si llamas a su primo?
–¿Puedes buscar su número en la agenda?
–¡Sí, ahora mismo lo busco!
Me senté en la silla, intenté relajarme.
Inhalé.
Sonó el teléfono.
–¿Me pasaste una llamada? –pregunté a Ángela.
–¡No, yo no fui! –respondió.
Atendí –Aquí Isabella Swan
–Soy Mike –el hombre se aclaró la voz –Mike Newton de contabilidad.
–Sí, dígame.
–Bueno… es que… yo…
–Por favor, Newton, dígame que sucede.
–Es que estuve revisando unos números...
–¿Y?
–Y algo no me cuadra.
–Venga a mi oficina –ordené colgando.
–¿Quién era? –Ángela se asomó.
–Newton de contabilidad, hay algún problema –me acomodé la camisa –Y como Jacob no responde su teléfono, seguro que ahora este tema tendré que resolverlo yo.
–Debe ser una estupidez, no te preocupes –mordió su labio inferior.
Me temía que no fuera así, Newton sonaba preocupado.
–Cuando venga, hazlo pasar. Y, Ángela, no me pases otros llamados, mientras tanto.
–Sí –asintió cerrando la puerta –¡Ah! –regresó golpeándose la frente –Ya tengo el número de Sam –me entregó un pequeño papel.
–Perfecto, gracias.
Después de resolver el asuntillo de contabilidad, llamaría a Sam para averiguar por Jacob.
Rápidamente alguien golpeó la puerta.
–¡Pase! –indiqué levantándome de la silla.
–Señorita Swan –Newton cruzó la puerta.
–Dígame, Newton –le señalé la silla frente a mí –¿Cuál es el problema?
–He intentado comunicarme con Black, pero no responde mis llamados –musitó algo incómodo.
–Mmmjj
–Y pues… no me cierran algunos números.
–¿Cuánta diferencia es?
–Dos mil millones –frunció el ceño.
–¿¡Dos mil millones!? –golpeé el escritorio –¿Cómo es eso posible?
–No tengo idea, señorita Swan –parecía temerme.
–¿Es del último mes? –aclaré mi voz.
–Descubrí que falta un poco cada mes, desde hace un año, hasta acumular dos mil millones en este mes.
–¿Alguien estuvo robándose dinero del fondo? ¿Eso me dices? –no podía creerlo.
–Eso me temo –afirmó temblando.
¿Quién podría hacer algo así? ¿Cómo?
¡Joder!
Hoy era un día para desaparecer.
