Las hojas bailaban agarradas de las ramas, moviendo transparentes hilos que conducían a los gusanos a la porción de césped amarillento que había en el medio del verde claro. Esta rodeaba un gran pedazo de metal del tamaño de un auto y a una extraña criatura que se arrastraba por el suelo. Sus ojos abiertos y sus extremidades juntas daban la impresión de que se movía como un gusano, y tenía la barbilla y el cuello elevados como la punta de un bote.

Antes siquiera de pensar en incorporarse tenía que seguir moviéndose y alejándose de su nave destrozada, teniendo cuidado con el suelo de esta tierra: estaba envuelta en un traje holgado que la protegía de los pies al cuello, algo por lo cual se despreocupó por unos significativos segundos al recordarlo.

Pronto, mantener la cabeza alzada se le hizo incómodo y doloroso, teniendo que dejarla caer sobre aquellos raros pelos verdes.

Le hicieron cosquillas.

—¡AAAAAAAAH!

Su grito sacudió el bosque, espantó a las aves, y atrajo a Metro Man, cuyos cinco sentidos superaban los de cualquier humano. Solo su aspecto, todo ello, era lo que se esperaría de uno: era alto, bien tonificado y de rostro bien perfilado y carismático.

Con su supervelocidad, encontró a una criatura de apariencia humanoide, piernas bastante alargadas y frente bastante grande. Lo que más destacaba era su tez, de un tono azul apenas más claro que el de Megamente, su némesis, razón por la que era inevitable especular que podría ser un alienígena de su planeta, cosa imposible, debido a su extinción. Además, si miraba con atención, Metro Man podía ver características familiares que en nada se parecían a las del extraterrestre.

Esta "Megamente femenina", se hallaba boca arriba, hundiendo como si de mermelada se tratara sus dedos enguantados en sus ojos grandísimos hasta que a una velocidad inhumana él los quitó de ahí como si de un niño pequeño se tratara.

—¿Qué estás...? —comenzó, sin poder ocultar su incredulidad ante la situación con la que se había encontrado luego de socorrer a quien en un principio creía que solo sería una ciudadana de Metro Ciudad, común… Humana…

—¡Era la única manera! —exclamó en un tono dramático—. ¡Era la única manera de continuar luego de que tocaran mis ojos!

¿Cómo hablaba el idioma inglés? No tenía la menor idea. Metro Man trató de aclarar su mente y hallar un camino a seguir como usualmente siempre podía.

—¿Tío?

Al vislumbrarlo, la criatura parpadeó varias veces, confundida, algo que él no pudo evitar imitar.

—¿Te golpeaste tan fuerte la cabeza?

La extraterrestre se la sobó un par de veces, frunciendo el ceño de una manera particular que a Metro Man le recordaba a alguien.

—¿Te suena el nombre Roxanne Ritchi? —preguntó súbitamente hablando su idioma, haciéndose comprender. Y por fin se incorporó, aunque con cautela, y creó una distancia prudente con el superhéroe, quien no apartaba la mirada de ella, receloso de sus raras actitudes, sus brazos cruzados y ojos inexplicablemente ensanchados o quizá solo grandísimos.

—¿Luego de que uno de tu especie la secuestra semanalmente y hay que "rescatarla"? "Rescatarla" porque Megamente no mata ni a una mosca —De repente olvidó a quién le hablaba pese a mantener sus sentidos agudos. Era como si de alguna manera intuyera que no había nada de qué preocuparse… No obstante Metro Man, confuso y más confuso, enseguida se había tensado al darse cuenta, aunque él mismo no supiera apartar esa sensación de seguridad.

Poco sorprendida ante su arrebato, la criatura arqueó una fina ceja color castaña, resaltando sus verdes ojos, mismos que interesaron a Metro Man.

¿Todo ser azul tendría ojos así?

—Entonces sí soy tu sobrina —Su tono contrastaba bastante con su expresión, curiosamente, como si Metro Man tuviera una cara olvidable y ella poca conexión de neuronas. Sería entendible si realmente fuera del espacio, otra sobreviviente como Megamente.

—No tengo hermanos.

—No de sangre —aclaró, paciente y despreocupada.

—No me digas —Y entonces soltó una deducción a la que no podría haber llegado en tan poco tiempo. Tan loca, tan… comprensiblemente común en una Metro Ciudad con Megamente. Se encogió de hombros mientras la decía—: el Megamente del futuro creó una máquina del tiempo, de algún modo la terminaste usando, y no sabés qué es el pasto porque allá no existe.

—En realidad sí existe —No era la primera vez que sentía que de algún modo interrumpía a alguien, sentimiento inculcado por su madre para que al menos tratara de pensar antes de largarse a hablar y hablar como su padre.

Eligió no retener sus palabras.

—Solo que nunca lo toqué: problemas de no ser humana ni alienígena.

—¿Y cómo es que ahora lo hiciste?

—La atmósfera es más estable, por eso no floto.

Metro Man eligió ignorar aquella información, algo que sabía que haría en muchas ocasiones hasta que la de tez azul pudiera volver a su tiempo.

—Te llevo con tus padres entonces —sugirió torpemente en un intento por cambiar el sabor de la, de entrada, extraña charla.

—Supongo —contestó su sobrina del futuro—. Mi joven padre debería reenviarme al futuro mientras mi padre se vuelve loco reparando la máquina del tiempo que los Cerebots destruyeron para descubrir que no puede encontrarme y entonces construir una brújula con mi ADN —finalizó, de un modo tan tranquilo que uno no pensaría que acababa de hablar muy rápido y sin respirar, formas a las que Metro Man les podía seguir el ritmo.

Aunque se la quedó mirando, como preguntándole si era algo semanal el que se quedara atrapada en algún lugar del pasado.

—Ah, de las aventuras que viví, Music Man —Suspiró la chica, luego añadiendo, como si de un lejano recuerdo estuviera haciendo referencias—. Además, una vez que superás tu peor miedo, el pasto, el resto no es nada.

—¿"Music Man"? —Metro Man no sintió ninguna incomodidad al ser nombrado así, sin embargo no podía entender si era algún tipo de apodo o incluso por qué alguien lo llamaría así.

—¿Aún no llegó tu crisis de mediana edad? —La alienígena exhaló, aunque elevando los hombros—: Lástima: sería más fácil revelar mi existencia a mis padres.

El todavía no Music Man abrió y cerró la boca antes de negar con la cabeza.

—Mejor no pregunto… Solo esperemos a tu padre.

—¿Cómo sabés que va a...? Para qué pregunto si con tu supervelocidad y rayos equis…

—¿Cómo es el futuro? —interrumpió. En su interior sabía que sí tenía suerte volvería a su hogar y haría caso omiso de cada suceso de hoy, fingiendo que no había mantenido una charla casual con su sobrina del futuro y temiendo arruinarlo por el solo hecho de conocerlo, aunque no se resistía a aprovechar y sacar partido de su inevitable curiosidad.

—Mejor y peor de lo que puede ser, es decir, realista —contestó sin más, sin poder evitar describir mientras era vaga… Culpaba a su madre—: Aún no lo destruimos, aunque eso ya no te importa, Music Man, no Metro.

El aludido arrugó la nariz, no disgustado pero realmente extrañado por que alguien estuviera refiriéndose a él así.

—¿Qué clase de nombre es ese?

—Eso es de lo que mi madre no para de quejarse —explicó—: "no te queda".

—Siempre me interesó la música —Hizo la acción más parecida a elevar los hombros solo para no sentir que estaba haciendo algo que no encajaba.

—No puedo decirte mu... —Sin previo aviso, se inclinó hacia la izquierda como si se estuviera asomando y articuló—: Oh, hola, pa.

Movió una mano de lado a lado como su madre le había enseñado a hacer en caso de que se sintiera nerviosa para saludar correctamente. De todas formas ella siempre estaba en algún nivel enérgica.

Un individuo azul de cabeza inhumana y un robot al mando de un pez llegaron caminando. El primero charlaba relajadamente con el segundo, que se ocupaba de poner sus ojos en todas partes, como si buscara algo. Y es que el estrellamiento del incamuflable ruido de un objeto de grandes proporciones no se podía ignorar así como así. Cuando el saludo entró por sus oídos, ambas criaturas frenaron en seco y enfocaron su mirada en la fuente de la voz. Se vieron obligadas a hacer una doble toma, reanudando su paso a una velocidad mayor y acercándose con determinación a la chica azul cuya diversión era palpable.

—¿Pa? ¿¡Pa?! —exclamó la criatura azul al estar frente a frente con la otra, que lo contemplaba sin inmutarse—: Servil, ¿tengo registro de haber tenido sexo hace más de quince años porque aparentemente ESA PARECE SER LA EDAD DE MI SUPUESTA HIJA?

Llevó sus manos a su barbilla y dramáticamente estiró la piel de sus mejillas, sin poder creer lo que sus grandes ojos tenían en frente.

—A los diez años aún seguía educándose en prisión, señor —respondió automáticamente el extraño y alto robot.

—¡Lógica…!

Inconscientemente alzó sus brazos para dar énfasis a su punto. Y si fuera alguien normal pondría una expresión irritada ante el fuerte abrazo que a continuación le dio su "hija"...

Solo que su expresión y postura no cambiaron de ningún modo que sugiriera la separación… o la resignación.

Solo su voz permanecía en alto, teatral.

—¿Cómo te llamás?

—Probablemente algo que empiece con R, no puedo revelarte mucho de tu futuro, papá —Ella se despegó así como de la nada lo había abrazado, sonriente.

—Solo por eso tu nombre no empezará con erre —La sonrisa se amplió y Megamente casi protestó en voz alta que era una tramposa.

Resopló.

—Déjame alejarte de la mala influencia de Metro Man, ya que estamos.

—Tío Metro Man —corrigió el aludido.

—Tío Music Man —corrigió la chica.

La boca de Megamente se abrió y cerró un par de veces en su estado de contemplación.

Al final dijo, de un modo anormalmente apaciguado:

—Ni en tus sueños un héroe y un villano serían hermanos. Le quitaría significado a todas nuestras batallas.

—Peleas de hermanos llevadas al extremo, padre, sabemos que nunca lo quisiste matar. El tío te quitaba la atención, creías encontrar algo en lo que eras bueno y él casualmente eligió el trabajo contrario. Ergo, siguió la competencia por probarle algo a este planeta o lo que sea.

—No te preocupa, tanto, arruinar tu presente, ¿no, hija?

—Soy un paria, así que no.

El rostro del villano se iluminó levemente, encontrando algo en común con su supuesta hija del futuro a la que le seguía la corriente.

—Me conozco lo suficiente para saber que (te llamaré Erre) sos una de las mujeres más importantes de mi vida. Tampoco puedo permitir que andes rondando por ahí y te pase algo... ¿Quién es tu madre?

—Roxanne Ritchi, vayamos a casa.

La mandíbula del extraterrestre se aflojó mientras veía el rostro de Erre y reorganizaba ciertos gestos con los de la famosa reportera.

—Ahora entiendo por qué ahora es difícil decir quiénes son tus padres —comentó Metro Man, simplemente pensativo—: Supongo que Megamente en el futuro será el protector de Metro Ciudad.

—¿PROTECTOR DE METROCIDAD? —Esa reacción fue una a la que Servil se unió, y solo por salir momentáneamente de su estado de conmoción.

—Luego lo dejas para dedicarte a la robótica, pero sí —respondió "Erre"—. Y, perdona por nunca decírtelo, pero te lo digo ahora a ver si puedo borrarlo en el futuro: por favor no grites así.

—No te escucho, Roxy Junior —repuso, aturdido, a lo que Erre suspiró.

—¿Traes a mamá, tío?

—En minutos.

El tiempo dolorosamente largo que se tuvo que tomar el héroe para convencer a Roxanne de acompañarlo consistió en que Erre se pusiera a relatarle a Servil diferencias generales entre el futuro y el presente mientras Megamente se empeñaba en examinar a su supuesta hija con ojos entrecerrados y anticipación casi nerviosa.

—Entonces la economía fue para atrás por un tiempo hasta que nos recuperamos. Claro que no había detenido a mi padre de continuar pasando el tiempo con sus máquinas, buscando una solución o supongo que entretención. Cuando se quiso volver a la realidad simplemente se volvió todo raro. Nunca me pude adaptar.

Una ráfaga detuvo a la chica o llenó el momento. Metro Man aterrizó con suavidad con Roxanne Ritchi en sus brazos y Megamente desvió la mirada mientras que Erre ensanchó su sonrisa.

Abrazó a la mujer antes de contar todo lo que necesitaba contar antes de que hiciera obvias preguntas. Incluso relató su historia con Megamente con la esperanza de que eventualmente desarrollara sentimientos por él.

—Entonces… —comenzó Roxanne.

—Sí, soy tu hija y no necesitas que te diga quién es el padre. No, no les voy a decir cuándo nací para no meterles presión. No lo merecen.

—¿No convendría que guardemos estos recuerdos y nos los devolvamos el día que venís para de paso saber cómo volviste al futuro?

—Y yo que quería hacerte un favor y matar al nombre Music Man antes de que fuera creado.

Los segundos pasaron con demora, con la reportera abriendo y cerrando la boca antes de suspirar.

—Mejor borrame la memoria para evitar cualquier anomalía, Erre.

—Odio que seas tan correcta y responsable, mamá.

Sus ojos se entrecerrados en observación mientras reía, y decía sin muchas paradas:

—De seguro de no ser por mí tendrías la imprudencia de tu padre.

—Bueno… también nos ayudas a mí y a papá a continuar…

—...Humanos.

—Sí, humanos.