Disclaimer: Nada me pertenece.
Como advertencia, todos los personas, a pesar de estar entre sus quince y catorce años, actuaran en desacuerdo con sus edades debido a las malas experiencias las cuales los han obligado a tener. Por lo tanto, si te incómoda o te entristece la pérdida de inocencia, no te recomiendo esta historia, aunque cabe aclarar que no habrá nada de contenido sexual ni siquiera mencionado o implicado entre los personajes, porque el fic no se trata de esa clase de pérdida de inocencia.
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Cuando Jimmy se había dado cuenta de que su nave había desaparecido junto con Sheen, su reacción inicial fue una simple y llana exasperación hacia su amigo. Un cansado ruedo de ojos antes de disponerse a buscarlo. Seguramente lo encontraría en un par de horas.
El niño genio no comenzó a preocuparse hasta que pasaron 2 días en los que simplemente no podía encontrar su nave. De alguna forma, el rastreador que tenía en ella había dejado de funcionar. Eso sólo podía significar dos cosas: 1. El rastreador se había descompuesto, o 2. La nave se había destruido. Siendo que la segunda opción acarrearía la posible muerte de Sheen, Jimmy prefería inclinarse hacia la primera.
La moral en su grupo fue disminuyendo gradualmente. En el primer mes todos sus amigos tuvieron la misma reacción que él, con expresiones casi burlonas por la terquedad de su amigo perdido. Cuando se cumplió 1 mes, toda la ciudad pareció ponerse frenética, incluyéndose a sí mismos, aunque ninguno lo decía en voz alta. Comenzaron a hacer protestas fuera de la casa de Jimmy, exigiendo la recuperación del niño perdido en el espacio gracias a su nave. A pesar de esto, el grupo podía ver el final del camino a través del miedo. Iban a encontrarlo.
Las cosas se salieron de control cuando se cumplieron tres meses, porque la policía se vio obligada a declarar a Sheen como muerto en funciones de la ley una vez que vieron que Jimmy todavía no tenía respuesta alguna sobre dónde podría estar su amigo, ni siquiera una vaga pista.
Empezaron a preocuparse, pero como suele hacer la gente cuando la convicción empieza a vacilar, fingieron tener una confianza que no tenían frente a cualquiera que preguntase.
Cuando se cumplieron cinco meses, Jimmy comenzó a notar las palabras de Carl y Cindy se dejaban al aire constantemente. Palabras no dichas que decían mucho y que por eso mismo no se atrevían a decir. Ellos dejaron de usar palabras como el "Cuando" y las reemplazaron por palabras como el "si". Encontrar a Sheen se había vuelto una posibilidad tan probable como el no encontrarlo para ellos dos. Sin embargo, Jimmy no se permitió siquiera pensarlo. Él tenía que encontrarlo.
A los seis meses, era bastante obvio que Carl y Cindy pensaban que Sheen estaba muerto, pero ninguno de los dos lo dijeron en voz alta. Eligieron seguir ayudando para encontrarlo a pesar de que pensaban que era inútil. Jimmy sospechaba que sólo lo hacían para que Libby y él no perdieran la esperanza o se volvieran locos. Además, hubiera sido cruel de su parte abandonarlo mientras la ciudad comenzaba a juntar firmas para sacar a la familia Neutrón de Retroville.
El apoyo por mera consideración de su mejor amigo y su novia bajó abruptamente en el octavo mes. Sólo Libby seguía yendo a su laboratorio desde la mañana hasta la madrugada con una firme determinación inquebrantable en sus ojos. Eso animó a Jimmy. A veces, sólo se necesita que alguien más tenga fe en algo que tú crees para que se sienta real. Desafortunadamente, Libby también cayó en la resignación cuando llegaron al año. Entonces, ella se volvió irreconocible.
Fue casi un alivio para Jimmy que las miradas del grupo se desviaran de él para centrarse en Libby, quien - al verse obligada a rendirse - había entrado en una profunda etapa de tristeza, furia y amargura.
La gente de Retroville lo odiaba, las protestas en su contra ya eran cotidianas, los ataques a su casa eran regulares, se le prohibió ir a la escuela de la ciudad debido a que los padres tenían miedo a que les hiciera daño a sus hijos con alguno de sus experimentos para alguna clase o feria de ciencias (obligándole a educarse en casa), y cuando no lograron sacarlo de la ciudad debido a que sus inventos eran de mucha ayuda para el gobierno, exigieron que se le cerrará su laboratorio privado y que sólo pudiera trabajar en instituciones de la NASA, con estricta vigilancia. Jimmy se vio obligado a negociar con el alcalde, tratando de hacerle ver que su trabajo de buscar a Sheen realmente era de tiempo completo y que necesitaba su propio material para encontrarlo. Al final, sus padres (en su representación) tuvieron que firmar un convenio en el que Jimmy prometía no hacer nada relativo a la ciencia a menos que fuera por fines escolares (de manera extremadamente limitada y restringida), encargo del gobierno o para encontrar a Sheen. Al niño no le molestó, de por sí, no había intentado inventar nada nuevo que no fuese para encontrar a su amigo desde que se había perdido.
Y la vida siguió. Para todos a su alrededor, más no para Jimmy. Él se había quedado atascado en el quinto mes, internamente muerto de la preocupación, hecho un manojo de nervios inteligemente oculto tras una máscara de absoluta seguridad para todos los demás, incluyendo a sus amigos, quienes ya habían perdido la fe en que lo encontraría. La verdad era que Jimmy también la había perdido, sólo fingía que no era cierto, así como fingía no darse cuenta que los demás pensaban que Sheen estaba muerto.
Habían pasado dos años desde que Sheen se había perdido, era un domingo en la mañana, y Jimmy (como todos los días) seguía buscándolo.
Tenía marcadas y oscuras ojeras debajo de los ojos rojos e hinchados por la constante falta de sueño, las músculos tensos y adoloridos, la cabeza a punto de explotarle, y había una clase de presión inusual en su frente y nariz que el niño sólo solía sentir muy de vez en cuando hacía unos 2 años y que ahora sentía casi todos los días.
Goddard lo miraba desde la esquina del laboratorio, inspeccionándolo con ojos de halcón, en búsqueda de cualquier señal de que se fuera a desmayar (lo cual le había pasado más temprano esa misma semana), experimentar un ataque de pánico (le solían dar, al menos, cada 3 días), o que tuviera un arranque de furia y frustración (preocupantemente frecuentes) que le hicieran destruir lo que se le topara en su laboratorio mientras gritaba a todo pulmón en un intento de apaciguar el dolor que llevaba dentro cada segundo de su miserable vida durante los dos últimos años. Su fiel mascota artificial solía ser la encargada de recordarle comer y medir sus horas de sueño, a pesar de que Jimmy rara vez le hacía caso a lo segundo. Probablemente esas hubieran sido ocupaciones que su madre hubiera tomado de no haberse visto obligada a comenzar a trabajar después de que las ventas de su padre bajaran drásticamente cuando las protestas contra su hijo iniciaron.
En ese momento, estaba trabajando en un escáner de gran escala con base de cohete que planeaba lanzar la espacio para que le diera imágenes 3-D de alcance profundo y específico que debía abundar hasta la más pequeña roca de cada planeta que se topara mientras pasaba entre las estrellas a toda velocidad. El ahora adolescente no tenía idea de si iba a funcionar por completo o si no iba a perder impulso eventualmente. Era el tercer detector que mandaba al espacio. El primero había sido un satélite que debía rastrear toda nave dentro de su enorme alcance que flotaba a través de la galaxia en busca del cohete de Sheen, no había recibido respuesta alguna del artefacto en los veinte meses que llevaba de funcionamiento. El segundo fue un reconocedor genético con pelos de Sheen (sacados de su peine) que debía de mandar aviso a Jimmy en el caso de que encontrara a algún ser humano con su gen específico. Tampoco había recibido respuesta y no le sorprendía, siempre supo que buscar a Sheen de planeta en planeta podría tomar toda una vida, por eso se había negado repetitivamente a la única idea que Carl había llegado a aportar de simplemente subir a una nave y buscar a Sheen de forma manual por ellos mismos. Además, la NASA ya estaba haciendo eso. La ley dictaba a Sheen presuntamente muerto, más ninguna persona respetable podía descansar tranquila sabiendo que había una desgraciada familia que ni siquiera tenía un cuerpo que enterrar por culpa de un imprudente "genio" patrocinado por el gobierno.
El escáner era, por mucho, el proyecto más ambicioso que Jimmy alguna vez había intentado llevar a cabo, lo cual conllevaba que fuese el más probable a fallar. Él lo sabía, más estaba desesperado.
Jimmy le estaba dando los últimos retoques cuando escuchó un familiar andar detrás de él. Alzó la mirada brevemente hacia el gran reloj que le había obligado a instalar y con la misma volvió a centrarse en su escáner - Deberías estar durmiendo.
- Mira quién lo dice - bufó la voz con venenoso sarcasmo. Jimmy cerró brevemente los ojos con fuerza ante el tono que habían empezado a adoptar en los últimos meses. Lo único bueno que le quedaba en su vida, y lo estaba arruinando más y más con cada día que pasaba.
Más pasos hicieron ruido contra el suelo conforme se acercaba más a él hasta que pudo verla a su lado por el rabillo del ojo, pero todavía no se giró hacia ella, seguía trabajando en el escáner.
- No dormiste - dedujo sin necesidad de preguntar - Ayer y antier tampoco lo hiciste.
Él no respondió.
Unas suaves manos lo forzaron a virar la cabeza para encontrarse con los feroces ojos verdes que lo miraban con una mezcla de enojo y preocupación.
Dios, la amaba.
Ahora, si tan sólo pudiera sacar las malditas palabras de su bocota.
- ¿Por qué te haces esto a ti mismo? ¿Qué cosa buena podría salir de matar a la única persona que podría encontrarlo? - hablaba con dureza, tenía el ceño fruncido, pero su pulgar estaba acariciando su mejilla. Si Jimmy fuese un hombre más emocionalmente abierto, pudo haber reventado a llorar en ese momento.
- Precisamente porque soy el único que puede hacerlo es que no puedo descansar - contestó secamente, apartándose tranquilamente de su agarre para dirigirse a su computadora y revisar los reportes del satélite y del reconocedor a pesar de que sabía que no habría nada para él.
Cindy dejó que revisará su falta de notificaciones sin decir nada, nuevamente acercándose a él hasta que estuvo justo detrás de su silla. Jimmy podía oler su perfume. Lo que le faltaba.
- Tienes que parar - le dijo con una calma casi cómica - Lo sabes, ¿verdad? No hay forma de que puedas seguir con este ritmo por mucho más tiempo.
- No me subestimes - gruñó, tecleando para buscar los informes diarios de la NASA que eran todavía más inútiles que los suyos.
Sus palabras lograron tocar el peligroso nervio del temperamento de su novia, y ella agarró la silla y la giró hacia ella bruscamente.
- ¡Tengo que seguir trabajando, Cindy! ¡Podré descansar cuando lo encuentre!
Ella se rio sin humor - ¡Ya pasaron dos años, Jimmy! ¿Cuánto crees que falte antes de que tu cuerpo se derrumbe por la falta de sueño, la mala alimentación, el constante encierro, el estrés, la ansiedad, o el claro bloqueo emocional que te obligaste a hacer para no retorcerte de dolor y culpa? - cada verdad expuesta le hizo encogerse cada vez más en su asiento. Su expresión se suavizó - Odio verte así. No sé cuánto tiempo yo podré seguir soportando esto.
La leve insinuación de que podría llegar a ser demasiado para ella como para tener alejarse logró algo que ninguna otra cosa hizo. Le sobresaltó visiblemente.
- Sólo un poco más de tiempo, Cindy - susurró tranquilizadora, conciliadora, casi suplicantemente - Sé que puedo encontrarlo.
Sus manos volvieron a acunar su cara - Yo también sé que puedes - reconoció con suavidad cariñosa, nada característica de ella - Pero para eso tienes que estar en tus completas facultades mentales, y descuidarte de esta forma no me parece que vaya a ayudar en mantenerte cuerdo.
La reacción defensiva a la cual se había tenido que acostumbrar tras las acusaciones de los habitantes de Retroville pateó instintivamente - No estoy loco - contestó, ofendido.
Cindy alzó una ceja desafiante - ¿Has visto tu laboratorio? ¿Has visto a Goddard? ¿Te has visto a ti mismo?
Extrañado, Jimmy estudió por primera vez en mucho tiempo el estado de su pequeño santuario científico y se sorprendió cuando vio el basurero que estaba hecho. Había una enorme cantidad de artefactos rotos repartidos por todas partes, productos de sus arranques de rabia en los cuales tiraba cosas al azar. Un sinfín de creaciones descontinuadas estaban repartidas en diferentes estantes y mesas, comida sin terminar ya descompuesta apestaban desde la esquina izquierda. La habitación entera estaba sucia, ninguna parte estaba libre de polvo, y el joven se preguntó por qué Goddard no había limpiado el lugar.
Entonces miró a su perro y su garganta se secó. Se veía completamente descuidado, destartalándose para mantenerse de pie como los autos chatarra. Su metálico cuerpo parecía oxidado y le parecía que había un pequeño rayo de corto circuito entre su cabeza y su oreja.
Se volvió hacia Cindy para intentar decir algo en su defensa, pero se topó con un pequeño espejo que su novia extendió frente a él, mostrando su reflejo.
Se veía demacrado, no había otra forma de decirlo. Mucho más pálido de lo que recordaba, con marcas de preocupación pinceladas con fuerza en su frente y debajo de sus ojos, grandes y profundas ojeras oscuras, el poco pelo facial que hacía sido capaz de crecer recientemente estaba repartido por toda su cara y sus ojos estaban vidriosos y desenfocados. No se veía para nada como un niño de catorce. Aunque eso le parecía adecuado, después de todo, no se sentía como de catorce.
- De acuerdo, ya entendí. Estoy hecho un desastre. Gracias por señalarlo - soltó agriamente, levantándose de su silla para alejarse con paso enojado, siendo seguido tercamente por la rubia.
- ¡Sólo estás lastimando más a los que te quieren! ¡Es estúpido! ¡Matarte no hará que Sheen vuelva!
Cada hueso del niño se congelo por un sólido segundo, quedándose tieso en su lugar antes de darse la vuelta abruptamente - ¡NO TE ATREVAS A DECIR SU NOMBRE! ¡NO FRENTE A MÍ!
Lejos de asustarla, la envalentó a plantarle cara, apenas dejando espacio entre sus narices - ¡ACEPTA LA REALIDAD DE UNA BUENA VEZ, NEUTRÓN!
Se quedaron mirándose por un momento, las furiosas llamas azules fulminando a las verdes y viceversa, antes de que la mano de Jimmy volará a la parte posterior de su cuello y la jalará hacia sí para estrellar sus labios contra los suyos.
Inmediatamente, las manos de Cindy encontraron su espalda, cerrando sus puños en su bata de laboratorio mientras devolvía el intenso beso con ferocidad igualada. Jimmy les dio la vuelta sin separarse para buscar a tientas una pared en donde apoyarla, terminaron tropezándose con las puertas automáticas de su expositor, las cuales milagrosamente no se abrieron en contacto al cuerpo de Cindy como se suponía que debían hacerlo. Probablemente, pensó Jimmy vagamente al tiempo que deslizaba su lengua dentro de la boca de su novia, por la falta de mantenimiento.
Así eran todos sus besos; momentos robados entre el enojo, la tristeza, el miedo y el cansancio. Tan contados que, cuando los tenían, ambos estaban desesperados por sentirse.
Se apartó brevemente para vaciar la mesa a lado de ellos de un rápido empujón limpio con su brazo entero, sintiendo cómo se le erizaban los pelos de la nuca cuando Cindy chupó el lóbulo de su oreja mientras él limpiaba la mesa frenéticamente.
Una vez desocupada, Jimmy empujó a la niña sobre la mesa y se tendió sobre ella para volver a unir sus labios con urgencia. Sus manos agarrando con fuerza sus caderas y con las manos de Cindy perdiéndose en su lío de cabello castaño.
Inevitablemente, después de varios minutos, sus besos comenzaron a alentarse conforme fueron saciando su desenfrenado anhelo inicial. Jimmy se apartó lentamente, siendo detenido por las manos de Cindy, las cuales lo llevaron hacia ella y juntó sus frentes, intentando alargar, aunque fuera por unos segundos, la pequeña burbuja de felicidad en donde sólo existían ellos y nada más en el mundo importaba.
Pero Sheen le importaba, y Jimmy no podía permitirse perderse en la bruma de feliz ignorancia en la cual sabía que sólo ella era capaz de arrastrarlo. Cada segundo con Cindy era una breve escapatoria en las que todos sus problemas simplemente se desvanecían, y era por eso que tenía que mantener cierta distancia entre ellos hasta que lo encontrará.
Por lo mismo, Jimmy sólo permitió ocho segundos contados de caricias y respiraciones compartidas antes de desenredarse del agarre de la niña que amaba, dándole la espalda y sacudiendo la cabeza en un esfuerzo de recuperar su enfoque.
- No puedo hacer lo que me pides, Cindy - dijo en voz baja, aunque ella lo escuchó con perfecta claridad - No sé cómo se supone que debó seguir con la vida cuando ni siquiera sé si él está vivo. No sé cómo ver hacia adelante cuando su papá todavía viene todos los días a suplicarme muerto en lágrimas que encuentre a su hijo. No sé cómo podría no pensar en eso, aunque sea por un segundo, cuando nadie en Retroville me deja olvidar que todo es mi culpa.
- No es tu culpa - le interrumpió Cindy con una certeza que podría haber sido admirable de haberle creído.
Jimmy torció una media sonrisa amarga, mirando brevemente hacia arriba - Claro, dile eso a Libby.
- Cuando la gente está enojada o asustada suelen buscar a alguien a quien señalar como el culpable para poder descargarse sobre esa persona. En este caso, sí hay un culpable, pero no eres tú. Tú dejaste varias notas directamente dirigidas a Sheen para que se mantuviera lejos de la nave y él eligió no hacerte caso. Nadie lo dirá en voz alta, porque nadie se atrevería a culpar a alguien quien podría estar muerto, pero es la verdad. Libby lo sabe. Es sólo que, como todos los demás, necesita culpar a alguien y ciertamente no será a Sheen. No hasta que lo encuentre, al menos.
Había que decirlo, su chica tenía más pelotas que él a la hora de afrontar las cosas.
- No es tan fácil - contestó, su voz empezaba a temblar con pesar - Era mi nave. Yo era el responsable de resguardarla. Además de que lo conozco de casi toda la vida, debí haber previsto que unas simples notas no serían suficiente para detenerlo.
Nuevamente, volvió a escuchar pisadas detrás de él, antes de que unos delgados brazos lo rodearan por detrás, dándole besos tranquilizadores en el hombro - No fue tu culpa, Jimmy. No lo fue.
Las lágrimas que había intentado retener por tanto tiempo comenzaron a deslizarse por su rostro, dejando que los susurros de su novia lo consolaran por unos segundos antes de admitir con voz llorosa - No entiendo cómo es que sigues conmigo.
Sus besos se detuvieron, un tenso segundo de silencio llenó el aire antes de que el agarre de Cindy se apretará para juntar sus cuerpos con más fuerza y continuará sus besos en la parte posterior de su cuello.
- Porque te amo, idiota. ¿Por qué más? - murmuró con voz ahogada y ligeramente temblorosa, sin dejar de besar su piel.
Jimmy tuvo que sofocar un sollozo. Quería contestarle lo mismo, sentía lo mismo, pero, como siempre, no pudo forzar las palabras fuera de él.
