NA:

¡Hola!

Breve comentario sobre este fic:

Un sábado noche me pasé con las margaritas y terminé tirada en el sofá con una resaca descomunal. Y como en esos momentos lo que se necesita es el confort de lo conocido, y realmente acaba de ver otra vez el Señor de los Anillos, me puse a ver Naruto en Netflix después de... ¿15, 16 años? (En fin, cómo pasa el tiempo) y me enganché. Me enganché tanto que retomé la vieja costumbre de leer fics. Ha mejorado mucho el panorama, tengo que decir.
La cosa: pasaron los meses y me descubrí a mí misma en una noche de insomnio escribiendo uno en mi cabeza. Pero claro, la vida te ocupa y te llena de cosas como trabajar, pagar facturas, salir con tu pareja, etc. y aproveché la infeliz circunstancia de dar positivo en COVID para sentarme delante del ordenador y redactarlo. Por ahora hay 4 capítulos escritos, un total de unas 20000 palabras, así que iré viendo si escribo más o no. Depende un poco de la respuesta que reciba, la verdad.

En cuanto a la historia, os advierto de que tiene una estructura un poco extraña. Está escrito en drabbles-escenas, es decir: no es una secuencia de eventos seguidos sino que entre cada una de ellas pasa un tiempo que no está descrito. Sin embargo, todos forman una misma trama. Inicialmente (más o menos hasta la mitad) tendrá dos escenarios que se irán alternando: lo que pasa en Suna y lo que ocurre en Konoha.

También en este fic, la masacre Uchiha no ha ocurrido. Itachi pudo negociar entre ambas partes, salvar los trastos y viven felices dentro de lo feliz que puede ser un Uchiha. Pero me daba mucha pena renunciar a Itachi y a Shisui (¡amemos todos a Shisui!) así que los incluí simplemente porque no me apetece revivir el drama y porque el canon de Boruto me da muchísima pereza. Ya suficientemente difícil es la vida.

En general, no tengo mucho más que añadir a parte de que leáis, disfrutéis y comentéis/pongáis que os gusta/etc.

(También Wattpad y AO3)

Un abrazo enorme :Prólogo

Le costará acostumbrarse a Suna. Pasarán meses antes de que el estómago se adapte al picante y el paladar a las especias; el pelo terminará seco y apagado por el polvo y aprenderá por las malas que tender la ropa cuando hay una tormenta de arena es una idea poco menos que estúpida. Le costará hacerse con el carácter seco y práctico de sus gentes, refunfuñará por tener moverse por los túneles subterráneo para evitar el viento y sabrá que no debe salir a la calle a las horas más calurosas del día, cuando no cae la sombra y la ciudad está callada y agazapada, como un animal esperando para atacar al caer la noche. Y entonces, Sakura lo descubrirá pronto, cuando el sol se ponga y el cielo se tiña de los colores más hermosos e intensos que ha visto en su vida, los habitantes saldrán de su casa y la vida empezará a brotar en los callejones como manantiales: se abrirán las mercados, las ventanas y las fiestas. Se iluminará la ciudad con farolillos y los niños corretearán escondiéndose entre los puestos de los tenderos para que sus madres no les manden a dormir.

Le costará acostumbrarse a Suna pero terminará aferrándose a esta tierra cuando le sobrevenga la añoranza por Konoha, por los caminos frescos y aromáticos, llenos de cerezos y jacarandas. Querrá al final a Suna como a una casa cuando Temari le enseñe los baños para mujeres escondidos en cuevas, y Kankuro la lleve a bailar por las noches a los bares de copas en las terrazas, y Gaara le de acceso a los jardines secretos del palacio del Kage con sus limoneros y sus naranjos y los jazmines adornando las fuentes. Suna será su segundo hogar cuando la gente la salude por la calle y el mercader le regale dos piezas de sus frutas favoritas porque ha curado a su sobrina, o cuando después de un día horrible en el hospital los colores del atardecer le iluminen la piel como si fuera una caleidoscopio y se sienta bendecida porque está ahí, creciendo, porque el mundo gira, porque ella a diferencia de otros ha vivido.

Se acostumbrará a Suna y sin embargo su corazón seguirá echando de menos Konoha.

Otoño

La mejor decisión

Se muda en octubre a Suna porque le dicen que es el mes más plácido. Plácido, piensa mientras sale de la segunda ducha del día, si vives en una sauna el resto del año. Y no es que no le guste el calor, al contrario: Sakura siempre ha disfrutado de los días de sol intenso, y de bañarse en el río después de un entrenamiento y de tirarse en la toalla en bikini con Ino haciéndole trenzas en el pelo. Pero le parece excesivo esto. Es una barbaridad. Son las 11 de la mañana y ya hace más temperatura que cualquier día de ola de calor en Konoha. Se pasea en ropa en interior por la casa porque es la única manera de existir. ¿Pero la gente cómo vive aquí?

Y lo más importante, ¿cómo va a vivir ella aquí?

Ha encontrado un apartamento pequeño con vistas a la ciudad cerca del oasis. Desde allí puede ver las garzas que vienen desde lejos y aterrizan en el agua, y también contemplar a los pocos granjeros que traen las vacas a beber por la mañana. Se pregunta si dos habitaciones son demasiadas para ella sola, y si la cocina está bien equipada y si realmente la casa está preparada para el verano, cuando lleguen las altísimas temperaturas a la ciudad. Se pregunta si vendrá alguien de Konoha a visitarla, si el piso le gustará a su padre y si conseguirá mantenerlo limpio y ordenado como su madre le enseñó a hacerlo.

Se pregunta si será feliz a partir de ahora.

Elige la ropa para las gestiones del día: revisar que los papeles de su contrato estén en regla, pasar a saludar a Gaara, comer con sus nuevos colegas. Escoge un vestido de media manga porque en el hospital, al menos, hay jutsus que protegen de las inclemencias climáticas y muros gruesos de barro que aíslan las habitaciones y reducen las facturas del aire acondicionado de un hospital infrafinanciado, poco preparado y con serias deficiencias de material médico. Sakura tiene dudas de cómo podrá sacar adelante todos sus proyectos con el presupuesto que tiene. Les falta personal, les faltan hierbas y medicamentos, no hay suficientes camillas, ni habitaciones, ni bisturíes, ni jeringuillas. A veces falla el agua, y la electricidad va y viene a merced de las tormentas de arena. En los pocos días que lleva aquí, Sakura tiene la sensación de estar en una zona de guerra. Los conflictos al este y al norte de las fronteras lanzan poblaciones enteras hacia el desfiladero que protege la entrada la ciudad y Gaara los acoge como puede. Algunos mueren poco después de llegar y otros, simplemente, no llegan.

Se seca el pelo con la ventana abierta, dejando que la brisa le rice las puntas rosadas. Suna es amarilla y monótona hasta el punto de producir ansiedad, pero le reconforta la familiaridad al identificar ciertos edificios: ve la torre del Kazekage al fondo de la calle principal, la fachada del hospital asomando en la plaza de la derecha, el invernadero en la loma de una pequeña colina. Es todo distinto y nuevo (y le produce vértigo estar lejos del brillo verde de Konoha ) pero ella ha venido a aprender y a cumplir con su propósito de ser mejor y de que no la vuelvan a dejar atrás.

Sakura ha tardado 20 años en encontrar su camino y ahora no lo piensa abandonar.

"Te enfrentarás a situaciones nuevas, Sakura, aprenderás rápido a tomar decisiones", los ojos ámbar de Tsunade nunca habían estado tan serios como cuando la había convocado hacía dos meses a su despacho y le había informado de que iría a Suna. "¿A qué?" "A ser la nueva directora del hospital. Tendrás qué aprender si quieres relevarme algún día en el cargo" Sakura quiso protestar, porque qué se le había perdido a ella en el desierto, pero la Senju había tomado una decisión y cuando eso ocurría no había nada que se interpusiera entre la decisión y ella. Y Sakura sabía que, en el fondo, era lo mejor.

(- ¿Pero lo mejor para quién? - protestaría Naruto días después, cuando le informó de que se iba.

Por una vez, lo mejor para mí - Sakura no quería sonar tan dura pero ahí estaba ese tono de voz que reservaba para los pacientes rebeldes y esa mirada firme que desafiaba todos los tonos de verde conocidos y en esta rarísima ocasión, Naruto no dijo nada más.)


Breve tratado sobre la belleza de un Uchiha

Sasuke Uchiha nació un día de ardiente sol de finales de julio y cuando por fin lo limpiaron y arroparon, las enfermeras le dijeron a Mikoto que era el bebé más guapo que habían visto nunca. Fugaku e Itachi acudieron rápidamente a conocer al nuevo miembro de la familia, y en el clan hubo cierto alboroto porque el líder tenía un segundo heredero que llevara el nombre de los Uchiha hacia la gloria. Hubo fiestas y hubo fuegos artificiales y en grupillos comentaban que el nombre honraba a un shinobi que emparentaba con el tercer hokage. Se esperaba de Sasuke grandes cosas cuando apenas tenía horas de vida e Itachi pensó que se lo estaban quitando de las manos y ni siquiera había podido empezar a quererle. Cuando Mikoto llegó a casa y puso a Sasuke en la cuna, el pequeño abrió los ojos no lloró pero se quedó fijo en la mirada negra que había heredado. Era, realmente, un niño muy guapo.

Con el paso de los años, el hospital de Konoha sigue siendo más o menos el mismo y las enfermeras, ahora más jóvenes pero igual de cotillas, siguen murmurando sobre la belleza de Sasuke cuando le ven cruzar las puertas del vestíbulo y dirigirse a la zona de consultas. Sasuke ahora tiene la belleza armónica de su madre y la corpulencia de su padre; la mandíbula y la nariz recta de un príncipe; el pelo oscuro y la piel clara, y se mueve por el mundo con elegancia natural, presumiendo de un apellido que a veces es veneno y otras veces es antídoto. Sasuke ha cumplido los deseos de su padre y es un buen hombre, un shinobi de gran talento y un ninja de élite que arrastra con él la sensación de no ser nunca lo suficiente. Intenta tapar sus defectos con arrogancia, mal humor y una capa de desdén. Por eso cuando escucha al pasar por los pasillos del hospital "qué guapo es", "mira cómo camina", "quién fuera Uchiha" él finge que no lo oye pero no puede evitar que su ego se regodee un poco y disfruta maliciosamente cuando se acerca a la ventanilla y la recepcionista, una civil de pelo rizado y mejillas redonditas, se sonroja:

- Soy Sasuke Uchiha. Acabo de volver de una misión. Tengo una revisión con la doctora Haruno.

El sonrojo deja paso a la confusión y la confusión a la pregunta y Sasuke alza una ceja aristocrática, no especialmente acostumbrado a que le contradigan, y espera:

- ¿Está seguro? La doctora Haruno no está.

- Es mi médico habitual. - se resigna. Tampoco es que tenga mucho más que hacer esta mañana - Puedo esperar o venir más tarde.

- No, quiero decir que no se la espera. - titubea - Está en ausencia indefinida.

Los halógenos del pasillo parpadean y hay unos escasos segundos de silencio que se ven interrumpidos por el ruido de la máquina expendedora. Sasuke tamborilea los dedos largos sobre el mostrador. Sasuke está confuso. Sasuke no entiende. Sasuke entrecierra los ojos, frunce el ceño y repite la pregunta:

- ¿Ausencia indefinida? - tiene la boca inusualmente seca - No se me ha comunicado. ¿Desde cuándo?

- Desde el mes pasado, Uchiha-san.

El mes pasado estaba en Kumo, piensa. Y el anterior también. Y el anterior del anterior. Lleva 4 puñeteros meses en la Aldea de la Nube ayudando en una misión conjunta. Y ahora esta civil dice que Sakura no está, y Sasuke no tiene muy claro qué hacer con esta información, porque Sakura siempre está. Enfadada o sonriendo, cansada o llena de energía, atareada o relajada. Pero siempre está.

- Le puedo asignar otro médico si des…

- No.

- Pero…

- He dicho que n..

- ¡UCHIHA! - la civil da un respingo al oír la voz de Tsunade y Sasuke simplemente levanta una ceja. La figura voluptuosa de la rubia se ve al final del pasillo, la luz blanca de la consulta abrazando cada curva - A partir de ahora las revisiones las tendrás conmigo. Ven por aquí.

Si Tsunade no fuera Tsunade y su presencia no fuera tan decididamente amenazante, Sasuke ni siquiera se habría movido; pero le han educado para obedecer voces de comando y actuar con diligencia militar por mucho que le moleste, y decide que lo más inteligente arrastrar sus pasos hasta ahí y no rechistar, aunque sienta de pronto un peso en el centro de su cabeza parecido a una intuición onerosa que descarta rápidamente pero que suena muy parecido a ¿dónde coño está Sakura?

Corazón que no siente.

Sobre la mesa del despacho de Gaara, cubierta por rollos y torres de documentos, hay una maceta con una planta solitaria. Es una planta pequeña, de no más de dos palmos y es el único reclamo verde que ha visto Sakura desde que llegó a Suna. No puede evitar que su mirada se recree en los lóbulos de las hojas y en los tallos duros de la base a medida que va hablando. Y es curioso porque, sin haber tenido nunca un interés específico en las plantas, la determinación de ese esqueje para sobrevivir en condiciones adversas le transmite cierta compañía, un apretón de manos que le recuerda su misión en el mundo y que le ayuda a ordenar todo lo que le quiere decir al Kazekage en su reunión semanal. Habla tranquila pero determinada:

- La gente hace como que no los ve. A los niños, quiero decir. - pausa - Cruzan la acera o giran la cara.

Da un sorbo al café amargo y denso que hacen en Suna al tiempo que se acomoda en la butaca azul. Es probable que no sea consciente de cómo destaca su pelo color rosa contra la tela, ni de lo largas que se ven las piernas debajo de la bata de hospital con su nombre bordado en la solapa; ni tampoco parece que se de cuenta de está metiéndose en asuntos de gobierno de un país que no es el suyo, ni de cómo inclumpe todas esas norma que le han inculcado sobre ser un buen shinobi y mantener los sentimientos a raya, con esos ojos esmeralda que hablan - chillan - todos y cada una de las emociones que tiene dentro. Gaara no tiene ni que esforzarse para saber que hoy siente decepción, pena y un poco de rabia.

No aparta la mirada de ella cuando se inclina levemente sobre la mesa, y habla con aplomo, como transmitiendo un secreto enorme:

- La gente intenta no sumarle más problemas a los que ya tiene.

Y no es que Gaara los defienda. Son sus conciudadanos y quizá nadie mejor que él sabe lo que significa ser rechazado y temido por los propios, pero ha aprendido que dar un paso hacía la empatía es mucho mejor que afanarse testarudamente en la telaraña de los prejuicios. Se lo intenta explicar a Sakura:

- Suna no es Konoha. La economía aquí es inestable y la llegada de los refugiados hace que la gente tema por sus propios recursos. No podemos confiar en las cosechas, ni en ningún otro producto que nos saque adelante. Tienen miedo de perder su medio de vida, o sus casas, o de no poder alimentar a su familia.

Sakura, frente a él, rueda los ojos y bufa.

- ¡Pero son niños! ¿Qué les van a robar? ¿el sol? ¿el agua? ¿la arena? - se muerde el labio antes de chasquear la lengua como un látigo entre los dientes. Insiste en la idea. - Aunque quisieran no tienen fuerzas para hacerlo, porque se están muriendo de hambre, Gaara-sama.

Están en todas partes: en los soportales del centro de la ciudad, en los túneles del subsuelo, en los patios de las casas abandonadas; esperando el momento en que cae la noche para intentar comer algo, para arroparse en la oscuridad y correr con los pies descalzos sobre la calzada de arcilla. Sakura los ve desde el despacho y cuando camina a su casa de vuelta al trabajo; los ve cuando va a comprar el almuerzo y los ve cuando se intenta acercar a ellos para ofrecerles alimento y agua, pero al verla se escabullen como un perro al que han apaleado y que tiene miedo de los humanos.

- Lo sé. Estoy haciendo lo que puedo, Sakura - en la voz plana de Gaara hay una leve inflexión de frustración - He mandado chuunis para que les den mantas para la noche y comida y estamos preparando el estadio para que duerman allí, vigilados.

- Sakura le lanza una mirada de animal herido.

- Son niños, no fieras.

- No podemos hacer otra cosa. El Consejo se opone de base a otro movimiento. Incluso algunos miembros han sugerido medidas más… violentas. - Los ojos verdes se abren en espanto. No quiere ni pensarlo. Imbéciles y presuntuosos todos los cabeza de familias, acomodados en sus privilegios. Imbéciles, imbéciles. Desgraciados.

- ¿Y el dinero?

- El dinero… - Gaara junta las manos y juega con unos granos de arena que le salen de las mangas y se arremolinan como flores en torno a los pulgares - Parece que llegará pronto. Temari ha asegurado que la Unión Shinobi cubrirá los gastos de renovación del hospital los próximos 10 años, aunque las condiciones del pago se están discutiendo. Niebla y Nube están haciendo presión para forzarnos a ceder posiciones estratégicas a cambio.

Sakura odia la política tanto o más que su maestra. Todos esos orgullos familiares que se mueven por rencillas enterradas en las arenas de los tiempos y en las paredes de la historia. Minucias ridículas que solo les importan a ellos y no ven lo que realmente es relevante. Grandes luchas por parcelas de poder minúsculas. Partidas tácticas que llevan a nada, pero a las que se ha visto arrastrada a jugar porque necesita el dinero para que el hospital salga adelante y luchará para defenderlo. Da un sorbo largo al café.

- ¿Y el Consejo? ¿Está de acuerdo con que la financiación que recibamos vaya exclusivamente a las infraestructuras sanitarias?

Ah, el Consejo. Desde el otro lado del escritorio, Gaara esboza una sonrisa. Tsunade ha enseñado bien a Sakura. Sabe dónde le harán presión, sabe cuáles serán los problemas del camino y planea con antelación la estrategia para evitarlos. Es lista, Sakura. A Gaara cada día le cae mejor.

- Parcialmente. Parece que hay consenso sobre que las instalaciones están totalmente desactualizadas para una ciudad como Suna, pero no creen que el contexto… social actual sea el más favorable para invertir en ellas. El gasto en defensa es más popular entre la población, así que no quieren arriesgarse a las críticas.

Gasto en defensa significa ninjas. Gasto en defensa significa armas. Gasto en defensa significa guerra; y no está segura de que los ciudadanos de Suna sepan qué implica realmente esa apuesta.

- ¿Entonces?- Sakura se termina el café y posa suavemente la taza en la mesita auxiliar. Es ya de noche. - ¿Qué hacemos?

Hay unos segundos de silencio que solo se ve interrumpido por el golpe del viento contra las ventanas. Se avecina una tormenta.

- Entonces - los ojos aguamarina de Gaara se oscurecen un poco - tendremos que convencerlos de que lo urgente no siempre es lo importante y de que el egoísmo no soluciona problemas. - Se levanta y rodea la mesa hasta que queda frente a frente a Sakura que le observa sentada - ¿Me ayudarás?


El idiota y el bastardo

Todo el mundo sabe que Naruto y Sasuke no pueden estar solos sin la supervisión de lo que Sakura llama "un adulto funcional". Entre los dos suman más lesiones que ningún otro ninja en la historia de Konoha y llevan tantas costillas rotas que en los cuarteles jonin hay una porra para ver si llegan a 50 antes de fin de año. El presupuesto anual de Konoha tiene una partida específica destinada para los daños y perjuicios que sus combates infligen a la aldea y otras zonas colindantes. Han destrozado tantos campos de entrenamiento que les han cedido uno solo para ellos, así el tiempo que duran as no afecten al rendimiento del resto de otros equipos. Incluso ahora, tras una adolescencia especialmente turbulenta en que aprovechaban cualquier ocasión para lanzarse el uno contra el otro (las hormonas de la floreciente juventud, había dicho alegremente Guy; preocupante fetiche por el sadomasoquismo, había contradecido Kakashi sin levantar la vista de su libro favorito), sus peleas son explosivas, salvajes y homicidas. Han fundamentado su amistad en esta primitiva forma de comunicación, un lenguaje que se basa en gritos y gruñidos, frases cortas y alguna que otra conversación seria. Se quieren como dos hermanos y desde que coincidieron en la Academia nadie ha sido capaz de separarlos. Son dos partes de un mismo ítem altamente inestable, un átomo de plutonio. En el equipo 7 encontraron en Sakura la pieza perfecta para lograr el equilibrio. Pero ahora que se ha ido, el orden natural de las cosas se ha visto alterado.

- Bastardo.

- Idiota.

Vuelan los kunais y hay una leve explosión. Unos pobres pájaros pierden el árbol donde habían anidado.

- ¿Pero qué te pasa? Hoy estás especialmente cabrón.

Sasuke lanza una nueva patada al aire. Naruto la esquiva. Gira sobre sí mismo. La devuelve. Un shuriken, luego otro. Saltan en el aire. Imitan los movimientos de uno y de otro. Hay volteretas. Hay gritos de dolor, hay espaldas que chocan contra el suelo como un meteorito.

- No es mi culpa que seas tan inútil, Naruto

- Más patadas. La luz azulada del chidori, el sonido que quema la piel y Naruto se clona a sí mismo 50 veces y hace torres humanas, el rasengan brilla en cada uno de los pisos.

- ¿A quién llamas, idiota? ¡EH! - lanza una bola de viento y electricidad hacia Sasuke. Revienta el chidori contra cada de los clones, que caen de manera desordenada sobre el suelo y desaparecen con un plop.

Parece que ese es su elemento natural, la batalla. Se mueven con una fluidez que genera envidia, llenando el aire de torbellinos de energía y caminos de chakra quemado. Contrasta la elegancia de la técnica de Sasuke, pulida y regia, con la fuerza bruta de Naruto, su determinación física y mental. Son animales de acción, ambos. No especialmente buenos en pensar antes de actuar, mantener la cabeza fría está en el top de cosas que nunca les consiguieron enseñar en la Academia.

Se pelean hasta que se va el sol y entonces, casi vacíos de chakra, amoratados y con los huesos reclamando paz, se van a un lado del campo y Naruto se tira en la hierba, todo piernas naranjas y pelo rubio, y deja que se acompasa la respiración. A su lado Sasuke se sienta contra un árbol y se toca las costillas malheridas, erguido contra la corteza rugosa y con la mirada perdida. Le duele la piel y quizá, quizá está sí que se ha excedido hoy en el entrenamiento y su cuerpo pide paz.

- Es una pena que Sakura-chan no esté aquí para curarnos. Estaríamos como nuevos en segundo - suspira y Sasuke piensa que ese suspiro es demasiado largo - Aunque luego nos gritaría, claro. - se queda mirando el cielo - ¿Es raro que eche de menos que me grite?

- Hn.

- La vieja de Tsunade dice que es lo mejor que puede hacer, pero yo no estoy tan seguro. Sakura está bien con nosotros, no con esos de Suna. - Hay un leve toque de desprecio que Naruto se apresura a corregir - Aunque Gaara estará con ella cuidándola, y sus hermanos también.

Se quedan en silencio y el cielo se pone de un furioso color rojo. Mañana habrá viento.

- La hermana de Gaara te da miedo.

- Sakura-chan también me da miedo.

Sasuke lanza una media sonrisa e intenta no pensar demasiado en Sakura. Prefiere concentrarse en el dolor de su cuerpo después del ejercicio, en la brisa de otoño, en el sonido del cuervo en la lejanía. Cualquier cosa menos en el pelo rosa y en ese agujero que le nace del diafragma hacia el estómago cada vez que ve unos ojos verdes y no son los de ella.

- Luego voy a escribirle una carta - se levanta de golpe, poseído por la idea. - Ella me escribe casi cada semana. - Naruto duda, porque sabe que está entrando en terreno de las emociones Uchiha y eso suele ser una mala idea - ¿Quieres que le diga algo de tu parte?

Frunce el ceño. Se tensa. ¿Cómo? ¿A él le escribe y a mí no? Sacude la cabeza. ¿De él se despidió y de mí no? ¿Él sabe cuándo va a volver y yo no?

- ¡Sasukeeeeee!

- ¡¿Qué?!

- Te has quedado callado un minuto o así. - Naruto se cruza de brazos, intentando averiguar qué le pasa a su mejor amigo. Tiene la intuición emocional de un caracol. - ¿Le digo algo a Sakura-chan de tu parte o no?

- Tch. No. - Suena duro incluso para él. - No le escribas nada.

Naruto se rasca la cabeza y resopla. Pobre Sakura-chan.

- Pero no os pudisteis despedir. Estabas en esa misión larguísima cuando se fue. ¡Deberías decirle que estás bien! Ella siempre se preocupa por ti. - Sasuke se levanta también y baja la cabeza porque no es capaz de aguantar la mirada a esos ojos azules llenos de honestidad. Tiene razón. - ¿De verdad no quieres escribirle nada? ¡Ni siquiera tienes que hacerlo tú!

¿Nada? Es ella la que no escribe. Es ella la que tiene que explicar (por qué se ha ido, si va a volver, si le va a esperar).

- No.

- ¡Aaaaaaaarg! - Naruto empieza a saltar como si fuera una ardilla poseída - Pensaba que querías empezar a ser más agradable con Sakura-chan ahora que has admitido te gus…

No te atrevas a terminar esa frase o te vuelvo a atravesar con el chidori.

- No.

- Bastardo. - le acusa con un dedo, conspirando para ganarse una paliza - Tú también tienes miedo de Sakura-chan.

- Idiota. No tengo miedo de… - se le aturullan las palabras. Debe de ser la falta de chakra. - Deja de hablar de Sakura, no tiene nada que ver con esto. Si se quiere ir que se vaya. Ya era hora de que hiciera cosas por sí misma.

Hay un silencio y una profunda mirada de decepción sobre la figura de Sasuke que pesa sobre sus hombros como una condena. Naruto muestra que hay cierta chispa de madurez dentro de él, cuando da por claudicado el tema:

- Lo pagas siempre con ella.

Ya lo sé.

- Déjame en paz. - Empieza a caminar y acelera el paso. Le duelen las rodillas y un poco el corazón.

- ¿Dónde vas? ¿No vienes a cenar a Ichiraku's? ¡No hemos celebrado mi cumpleaños! Y hoy es jueves: día especial del miso. ¡2x1!

- Hn. No. Tengo que pasar por la policía mañana.

- ¿No acabas de volver de una misión ANBU? Tsunade-sama dice que tenemos que descansar más entre ellas.

- Hay poco personal.

Es mentira, pero no soportaría una cena con Naruto dando lecciones sentimentales. Es lo que le faltaba.

- Ah. - Naruto parece un poco decepcionado y se le bajan los hombros, aunque sonríe al despedirse igual - Saluda a Mikoto-bachan.

- Hn.

Naruto ve desaparecer a Sasuke en dirección al distrito Uchiha y piensa que cuando sea Hokage le obligará por orden inmediata y bajo pena de ser expulsado de la aldea, que se disculpe con Sakura.


Turista

Las guías turísticas de El país del Viento (10 visitas esenciales en Suna y 25 rutas imprescindibles para visitar la Arena, por Hoshimo Taka) destacan entre las principales atracciones de Sunakagure el parque que hay junto al oasis, las ruinas de los templos, los museos de marionetas, y el mercado de especias. "El mercado de especias del País del Viento recoge la larga tradición culinaria del país. Con más de 700 años de historia, sus más de 200 puestos se extienden desde el centro de la ciudad en dirección sur y suponen una de las escenas más fotografiadas del país. Ningún viajero debe perder la oportunidad de comprar las únicas combinaciones de salazones que ofrece el mercado. Un verdadero placer para gourmets y cocineros y el perfecto souvenir de tu viaje."

En los capítulos "Cosas a tener en cuenta" y "Consejos de salud" (páginas 157 a 174) se recogen una serie de advertencias sobre la seguridad de la zona y recuerda en letra negrita que el viajero "ha de tener cuidado al comprar de los mercados locales. Es frecuente que se intente sobrecargar el precio aprovechando la buena disposición del bolsillo del turista. Para evitar esas situaciones y abusos, piense antes de adquirir nada y no se deje engatusar por las palabras y trucos del vendedor".

Cuando Sakura entra en el mercado esta tarde después de un día que parecía interminable, lleva en la mano una lista de ingredientes que tiene que comprar, y los taimados vendedores se aprovechan de su pelo rosa, su apariencia de bailarina y su actitud simpática para estafarla. Y ella, que por una vez nota que los ciudadanos de Suna no son cortantes y rudos, se deja llevar por las voces amables que le preguntan de dónde viene (de Konoha), cuánto se va a quedar (¡una temporada!), y le dan consejos sobre recetas, y compra más de lo que necesita y mucho más de lo que el sentido común recomienda y termina cargada con bolsas de clavo, comino, jengibre y un carísimo azafrán que promete propiedades curativas para el hígado y la diabetes.

Da vueltas por aquí y por allá, huele las gyozas y siente una punzada al pensar en la tempura y en el ramen de Konoha y se pregunta qué se hará para cenar esta noche o si para en algún lado porque realmente cenar sola en casa la deprime bastante. Está tan concentrada en su pensamientos que apena nota que llevan llamándola una rato y hasta el final no se da cuenta:

- Te han timado, Sakura.

Da un salto. Se gira. Reconoce la voz. Sonríe. Kankuro.

- ¡Kankuro! Me has asustado.

Está apoyado en una pared de azulejos a poco más de dos metros de ella, los brazos reposando detrás de la cabeza. Está guapo vestido de civil, sin las marcas en la cara y recién afeitado. Su pelo crece como flores silvestres hacia un lado y hacia el otro. La mira con una mezcla de reproche y socarronería.

- El susto te lo has tenido que llevar por lo que has pagado por eso ¿30 ryos? Debería detener al tendero por robo.

- Tampoco es para tanto - Sakura camina hasta su lado y él se separa del muro hasta ponerse a su altura. Ella sonríe un poco avergonzada - He comprado un montón… Igualmente, estaré atenta la próxima vez.

Que Kankuro le empuje en dirección a un callejón poco transitado y ponga la mano en la parte baja de su espalda es un acto totalmente involuntario. Lo que dice a continuación no lo es tanto:

- Cuídate especialmente con las especias afrodisíacas.

Sakura se pone roja y el hermano del Kage se sonríe mientras le indica con la cabeza que gire a la izquierda.

- ¿Hay especias afrodisíacas? Pensaban que estaban prohibidas.

- Por supuesto que las hay. Por supuesto que están prohibidas. Igualmente las venden en la sección sur, aunque son todas falsas. Pero son un buen reclamo para turistas de cierta edad. Supongo que al llegar a casa se llevarán una buena decepción al ver que no funcionan - se ríe y su risa nace en la barriga y a Sakura se le contagia de manera inevitable.

- Te veo muy informado.

- No es que yo las hayas usado. O las use. O quiera usarlas. - se apresura a añadir y hay un poco de vergüenza y de orgullo masculino en la sorna.

- No es que yo preguntara. - deja caer Sakura, satisfecha de haberle pillado con la guardia baja.

- Es por dejar las cosas claras.

- Las cosas están cristalinas - deja que la lengua pronuncie cada sílaba de cristalinas con cierta sugerencia sensual - Gracias por compartir tu saber sobre tus necesidades…. afrodisíacas.

Kankuro no pierde comba y la mira con una intensidad que a Sakura le recuerda a cuando daba una buena respuesta en la academia y se siente un poco pequeña.

- Siempre puedo hacer una demostración en directo. - Cabrón. Es rápido. Rapidísimo. Cuando llegó a Suna, Sakura habría colapsado ante el comentario, pero en este tiempo ha descubierto que Kankuro habla siempre así, en un extraño equilibrio entre lo serio y la broma y a veces (en términos de Temari) es francamente insoportable. Es un torbellino, Kankuro. Hace comentarios subidos de tono sin sonrojarse, es brusco en sus maneras, a veces bebe demasiado y ha oído que ha dormido con la mitad de las enfermeras del hospital. Pero es divertido y Sakura disfruta con el sparring verbal que comparten, lleno de dobles sentidos e ironía. Aunque a veces le quedan dudas. ¿Es flirteo o mera broma?, ¿es un insulto o un halago? En general, no le da muchas vueltas y se da por vencida. - ¿Te acompaño a casa?

- Si no te importa… - Sakura le mira con una sonrisa amplia - es que aún no me aclaro con las calles.

Caminan juntos. Hombro con hombro. Como cada día en las últimas semanas.

Cuando le dijeron que Sakura había sido nombrada nueva directora del hospital, Kankuro pensó que no iba durar mucho. La conocía. De los exámenes chuunin, de las visitas a Konoha y, claro, de aquella vez en que le salvó de una muerte segura. Era fuerte y decidida, pero era una flor de primavera en el desierto. Podría ganar batallas puntuales, pero la guerra contra el polvo y la sed es mucho más larga y no creía que pudiera soportarlo. Aún así, cuando Gaara le había pedido que fuera su guía durante su estancia, no se había podido negar ("le debo la vida, haré todo lo que pueda para que esté bien") y hasta cumplía, diligentemente, con su tarea. Se decía a sí mismo que era por agradecimiento. Pero a medida que pasa tiempo con la pelirrosa, ya no está tan seguro de que sea solo por ser educado.

- Bueno, y hoy, ¿qué tal estás?, ¿pudiste arreglar los problemas de suministros de vendas?

- Bien - Sakura se sorprende que recuerde la conversación que habían tenido ayer y nota la mirada marrón siguiendo sus palabras con atención- un poco cansada, pero hoy ha sido un día tranquilo. Lo de las vendas me lo solucionaron en administración. Gracias por la sugerencia y gracias - añade - por preguntar.

No está demasiado acostumbrada a eso. A que se preocupen. Normalmente, en el equipo 7 es ella la que cuida y ella es la que inquiere.

- Bueno, es parte de mi obligación asegurar tu bienestar. ¿No? Me metería en un lío diplomático terrible si a la aprendiz de la Sennin le pasara algo.

Sakura se ríe. Es fácil estar con él. Tiene una manera franca y honesta de hablar, le gustan las bromas y Sakura aprecia especialmente que no se tome demasiado en serio a sí mismo.

- ¿Así que solo soy una obligación? - agita la cabeza fingiendo decepción y sus mechones rosas se mueven de un lado a otro como un diente de león - Y yo que pensaba que me estabas paseando por aquí para gozar de mi encantadora compañía.

Kankuro levanta una ceja a medida que la diversión repta por sus ojos y tira los hombros hacia atrás, mientras observa cómo las estrellas van llenando el cielo poco a poco.

- Tu compañía y tu humildad, ciertamente.

- Son algunos de mis múltiples encantos - canturrea Sakura mientras lanza una risilla - ciertamente.

En Historia de El País del Viento. Edición revisada y ampliada hay una sección dedicada a la población local bajo el epígrafe Usos, costumbres y carácter. Ofrece en 3 páginas una visión general de los shinobis de la Arena. En un párrafo en que el autor parece haberse visto atrapado en un arrebato poético dice: "los guerreros de la arena son especialmente duros. Incapaces de darse por vencidos, acostumbrados a luchar en las peores condiciones, tienen la piel curtida por las tormentas y el viento y el calor y solo entienden ganar como una opción". A continuación describe de manera pormenorizada técnicas y donjutsus, y sin más mediación dedica al menos 20 páginas a la redacción detallada de los trajes regionales, de norte a sur y de este a oeste.

Cuando en unos meses Sakura lea este texto desde una cafetería del casco antiguo de Suna, pensará que obvia lo más importante: los guerreros de la arena son arrogantes. Miran por encima del hombro a los de otras aldeas porque los consideran débiles y nunca muestran sus emociones; se dejan la piel en el campo de batalla; bromean cuando quieren llorar; te dicen las cosas a la cara y una vez que toman una decisión no dan marcha atrás. Pero son leales como un perro, aman con la misma abnegación con la que viven en el desierto y no tienen miedo de enfrentarse a lo desconocido porque siempre están preparados para lo peor. Cuando te deslizas bajo la costra que crea la arena, te defenderán con la fiereza de mil ejércitos y te reconocerán como una de las suyas.

Pero para ese momento quedaba tiempo y ella todavía estaba aprendiendo a confiar en ellos.


El buen hermano

De todos los momentos del año, el final de octubre es el favorito de Itachi Uchiha. Idealista de corazón, y pragmático en las acciones, el genio más grande desde Madara que ha nacido en el seno del clan, es en realidad un romántico irredento que disfruta de las cosas pequeñas de la vida (el dango, pasear con Izumi de la mano, la risa abierta de Shisui, hacer rabiar a su hermano, ver las hojas caer sobre el estanque de carpas) y evita, dentro de lo que cabe, cualquier enfrentamiento que no venga directamente del despacho del Hokage. La diplomacia para él no es, como creen, una valiosa habilidad en su currículo sino una solución de extrema necesidad para poder sobrevivir. Si a alguien alguna vez le diera por pasear por su cabeza entendería por qué abogar por la paz es el único compás moral que le queda.

(Hay noches en la que sueña que la sangre de las vidas que ha quitado en nombre de la aldea cae del techo a su cara, un goteo incesante que no puede detener hasta que se ahoga en ella. Pero eso no se lo cuenta a nadie.)

Ha renunciado a su infancia, ha aniquilado a tanta gente que ha perdido la cuenta, y se ha infiltrado en tantos sitios que ha estado meses sin pronunciar su verdadero nombre; pero en el fondo de su corazón sabe que no cambiaría lo que hizo por salvar a su clan y a su aldea; y sin duda volvería a matar para proteger a las personas que le importan y se mantendría firme en su deseo de sacrificarse por ellas. Y quizá por eso le acompaña la cálida sensación de que la vida le va recompensando poco a poco y perdonando todos los errores del pasado. Tiene una familia a la que quiere, un hermano al que adora, un mejor amigo en el que confía y una novia que le ama.

Así que, a pesar de todo, Itachi Uchiha está bastante satisfecho con su existencia.

Hoy vuelve de una larguísima misión diplomática a Kiri que le ha tenido dos meses debatiendo cláusulas estúpidas sobre el transporte de ganado por las tierras del domyo y está entrando en su casa entretenido con la tentadora posibilidad de dormir en su cama mullida y no despertarse hasta el día siguiente cuando, sigilosamente, su madre le intercepta.

- Madre, -lanza una sonrisa suave y su madre la refleja en su cara - estoy de vuelta.

Mikoto le mira, todo dulzura en sus ojos y le da un beso suave en la mejilla que Itachi devuelve y acepta.

- Bienvenido a casa, Tachi. - le acaricia la cara - Te veo más delgado. ¿No has comido bien? - observa con ojo crítico cómo se quita las sandalias y analiza de arriba a abajo si su hijo está de una pieza. Le invita con una mano a la cocina- ¿Quieres beber algo? ¿Agua? ¿Un té? ¿Te preparo un poco de onigiri?

Suave y fiera al mismo tiempo, los años han sido amables con la matriarca Uchiha. Conserva una figura fina y el pelo negro brillante lo decoran unas canas aquí y allá, que le dan un aspecto sabio y maternal. Ejerce con dulzura su papel y cuida de todas las familias del clan; a veces abusa de su posición cuando fuerza que la Hokage le de vacaciones a sus hijos y probablemente sea la única persona conocida en el planeta que puede hacer que Fugaku Uchiha se retracte o cambie de idea. En la lotería de la vida, Mikoto piensa que ha ganado todos los números y ahora que entra en las últimas fases, disfruta cada minuto que puede de sus dos hijos antes de que definitivamente se vayan de su lado.

Caminan juntos por los pasillos de la casa, siguiendo la madera oscura perfectamente pulida, y antes de que Itachi pueda responder que "No, prefiero descansar. Nos ponemos al día mañana, muchas gracias", Mikoto le lanza una mirada que indica que hay algo urgentísimo de lo que quiere hablar; e Itachi, que puede contar con los dedos de una mano las veces que ha dicho que no a su madre, se pliega a los deseos de la Mikoto y la acompaña, como una ovejita, a la mesa de roble de la cocina. Huele a comida casera y se siente una punzada de nostalgia al notar lo mucho que lo había echado de menos.

- ¿Qué estás cocinando? Huele muy bien.

- Yakisoba. Y sopa de miso y tomate, para Sasuke.- Tch. Malcriado. - ¿Té de jazmín o camomila?

- Camomila está bien.

Se ha posado una abubilla en la ventana de la cocina y el penacho negro y dorado contrasta con el cielo gris que amenaza lluvia. Su madre calienta el agua en silencio e Itachi disfruta de la tranquila domesticidad del momento.

- Bueno, Itachi-kun - sirve el té con cuidado sobre dos tazas de cerámica y se sienta frente a él - ¿qué tal la misión? Es una delicia volver a tenerte en casa.

- Hn. - Itachi da un sorbo rápido y se arrepiente. Quema. Para ser un genio no es que sea muy listo. - No puedo hablar de eso fuera de ANBU. - Ignora deliberadamente cómo su madre rueda los ojos y un leve mohín de reproche aparece los extremos de la boca.

- Está bien. - concede. Pero no cede. - ¿Y tú estás bien? ¿No te han herido?

- Estoy bien. Todo tranquilo. - Se quedan en silencio un par de segundos y el ave en la ventana echa el vuelo. Mikoto reconoce cierto sentimiento de exasperación dentro de ella. No está muy segura de qué hizo mal para merecerse un marido y dos hijos tan parcos en palabras.

- Me alegro. - Extiende su mano para rozar la de su hijo, como para constatar que está ahí. - Nosotros te hemos echado mucho de menos. - Una pausa estudiada - Especialmente estas últimas semanas.

Conteniendo el impulso de poner los ojos en blancos Itachi acerca el té de nuevo a sus labios y cierra los párpados. Hn. Tan buena que eres manejando a padre a tu antojo y lo mal que sabes disimular. Espera que no hayan decidido organizar otro golpe de estado porque no promete ser tan paciente como la última vez.

- ¿Hn? ¿Las últimas semanas? ¿Ha ocurrido algo, madre? ¿Os encontráis todos bien? - Mikoto nota de inmediato cómo los ojos oscuros de su hijo mayor brillan con una mezcla de cansancio y suspicacia.

- Oh, sí. Nos encontramos todos fantásticamente. Tu padre está trabajando mucho, como siempre. Ya le he dicho que en cuanto te cases tendrá que jubilarse y dejarte en cargo a ti - la cerámica de la taza tapa la sonrisa de Mikoto que ve cómo su hijo casi se atraganta. - Pero ese no es el problema… En realidad es Sasuke-kun quien me preocupa.

Sasuke. Itachi quiere darse cabezazos contra la mesa. Por supuesto que es mi hermano. Quién si no.

- Hn. ¿Qué le pasa?

- Está… raro. - más de lo normal, pero claro, una madre no debe hablar así de su hijo.

- ¿Qué quiere decir raro? Sasuke siempre ha sido un poco difícil en el trato. - El eufemismo del año.

Su madre asiente, compartiendo el mismo sentimiento.

- Pues… desde hace unas semanas está más callado de lo habitual. Pasa casi todo el tiempo en su habitación. Sale a entrenar. Vuelve. Come poco. Se vuelve a su habitación. - Itachi asiente, reconoce los síntomas. Son propios de la vida de ANBU, el efecto secundario de suprimir tus emociones y convertirte en una máquina de matar. Estrés, diagnostica. Lo mejor es que se coja vacaciones. - Y además suspira.

¿Qué?

- ¿Suspira? - Itachi arquea las cejas y abre los ojos, más divertido que impresionado. Hace un verdadero esfuerzo por no reírse. Eso sí que no se lo esperaba.

Mikoto mueve sus largos mechones oscuros de un lado a otro, preocupada. Le coge de la mano, apretándosela con fuerza:

- Suspira, Itachi-kun. Tienes que hablar con él.

Ya verás cuándo se lo cuente a Shisui.

- Está bien - Se levanta de la mesa y apura la taza con el té y se levanta de la mesa - Hablaré con él ¿Dónde está? ¿Entrenando? Puedo ir ahora, aunque a lo mejor necesitas ayuda para algo en la cocina.

- ¡No, no hace falta! Ve a hablar con tu hermano. Está en su habitación.

Itachi frunce el ceño y mira el reloj de la cocina. No es ni mediodía. ¿En tu habitación, hermanito, a esta hora? ¿No estás ni entrenando, ni en los cuarteles ANBU, ni con Naruto, ni con padre en los cuarteles de la policía? Sasuke es muchas cosas, pero desde luego no es alguien que se quede sin hacer nada.

Quizá la situación era más grave de lo que pensaba.


La aprendiz de la Hokage

En noviembre llega solo la mitad del dinero. Menos es nada, se dice a sí misma, pero no sabe si será suficiente para cubrir todo lo que tiene planeado y cada día le pesa más no poder hacer bien su trabajo. En lugar de curar a la gente, se maldice, pasa horas de despacho en despacho, justificando gastos y escribiendo larguísimos documentos que repiten lo mismo una y otra vez. Ha ido a tantas reuniones inútiles que empieza a entender la pasión de Tsunade por el sake. Y todo esto del sacrificio por el bien mayor le empieza a parecer una soberana tontería.

"Pero estás aprendiendo, Sakura, tienes que aguantar". Le enerva un poco que la voz de su cabeza se parezca a la de Naruto.

Son las 7 de la mañana, está de nuevo en el despacho del Kazekage y el sol empieza a salir sobre las montañas. Sakura está nerviosa y dobla y desdoblada el borde de su falda de manera frenética hasta que se da cuenta de que tiene varias uñas rotas. Mierda, tendría que haberme hecho la manicura. Le preocupa su aspecto. Es la primera vez que hablará con un miembro del Consejo de Suna y aunque sabe que será, cómo casi todos los representantes de los consejos del mundo, un anciano que bajo un aspecto amigable esconde pura maldad, no puede evitar sentirse insegura. ¿Quién es ella más que foránea, una flipada, una niñata con ínfulas de superheroína? No lejos de ella, en el despacho, están los tres hermanos de la arena que susurran entre ellos revisando documentos y papeles. Trabajo en equipo, piensa. Lo echa de menos.

Entra, de pronto, sin llamar, un hombre apuesto en los sesenta con ojos verdes y perilla. No tan viejo, pero igual de malo. Reconoce telas caras y sortijas doradas en los dedos, y reconoce también la actitud cretina y cínica del que tiene una indiferencia estudiada cuando cruza la sala sin mirar a nadie y se sienta en la única butaca que queda libre con más impaciencia que parsimonia.

Sakura le observa sin decir nada mientras Gaara intercambia con él unas palabras que sin contexto funcionan tanto para dar los buenos días como para declarar la guerra. Anuncian el inicio de la reunión y con un tono aséptico y profesional que devuelve a Sakura a la realidad. Se relaja. Es un ambiente en el que está cómoda. Rápidamente, repasan la situación, debaten los puntos del día, les entrega a cada uno dossier con informes, estadísticas, proyecciones y tablas. Y parece que el Consejo está de acuerdo en casi todos los puntos (nuevos grupos genin, nueva normativa recogida de basuras) hasta que Gaara da una breve explicación sobre la situación de las cuentas y el hombre habla:

- El Consejo considera que el dinero de la Unión Shinobi, Kazekage-sama, debería ir a reforzar la seguridad de nuestras fronteras.

Tiene ese tono que usan las personas que confunden la autoridad con que no les lleves la contraria. Arrastra un poco las palabras y Sakura nota que está haciendo un esfuerzo deliberado por ser amable ante ellos a los que, claramente, considera inferiores. Vaya cretino. Tsunade le habría mandado ya de vuelta a su casa. Gaara, sin embargo, es más diplomático:

- No. El dinero ha sido concedido para mejorar las condiciones del hospital. Con ello ayudaremos a la población local y a los futuros refugiados.

Temari, a su lado, asiente, sus cuatro coletas acompañando el movimiento. Se le da tan mal como Sakura esconder los nervios, así que da golpes rítmicos a la mesa con la yema de los dedos y mueve su mirada rasgada de un hermano a otro con cierta exasperación. ¿Acaso sabe este hombre la cantidad de horas de discusiones que le ha costado que los otros países aliados hicieran un pacto común? ¿Sabe la de planes que ha enviado, la de informes que ha redactado, la de reuniones a horas intempestivas que ha tenido en diferentes puntos del planeta para que los otros países se decidieran a ayudar a Suna?

- Con el debido respeto, Kazekage-sama, - el hombre vuelve a intentar enmascarar la arrogancia en humildad y Kankuro, alto y ancho como es, apoyado en una de las ventanas, lanza un soplido de incredulidad - Las fronteras están colapsadas y no tenemos suficientes efectivos. En el pasado, nos hemos arreglado con las instalaciones sanitarias que tenemos y en el consejo… no vemos que sean problema inminente para la ciudad.

Sakura se muerde los carrillos y finge que no tiene nada que decir y que no tiene ganas de levantarse y darle un puñetazo. Aprender a callarme: lección aprendida. No le importa demasiado tener un perfil bajo y discreto, siempre y cuando no le toquen sus intereses. Una es buena, pero no tonta. Y es por eso mismo que de pronto, cuando realmente pensaba que iba a salir de esta sin tener que pronunciar palabra, se ve arrastrada a la conversación cuando la nombran:

Hemos traído a la mejor médico de Konoha para que dirija esta nueva etapa del hospital. - Gaara la señala con la mano abierta, dándole pie a que intervenga - Creo que ella podrá hacer una valoración más… especializada que la suya en cuanto a las necesidades sanitarias de Suna.

Siente la mirada intensa del hombre y reza por no sonrojarse. Conoce esa mirada. Conoce lo que le hace dudar de sí misma. Pero ahora tiene fuerza. Es más madura, es más segura. Sabe lo que hace. Toma aire:

- El hospital, aunque ha bastado durante estos años, está desactualizado para una ciudad con la proyección de Suna actualmente no solo las habitaciones y quirófanos necesitan reparaciones urgentes, sino que el material está tan desfasado que no encontramos repuestos. - Recorre la sala con la mirada, y los tres hermanos la escuchan con atención. Le da energía para continuar. - Y aunque sus médicos están bien entrenados, no están al día en la aplicación de las últimas técnicas; y así los muestran las estadísticas en comparación con otros centros del mismo tamaño. Las muertes en el parto aquí son un 25% más altas, las cardiopatías tratables tienen un 32% extra de decesos, las contusiones que provocan pérdida de movilidad total del paciente están totalmente fuera de escala… por no hablar de que la falta de una unidad de psiquiatría y gestión emocional suponen un problema grave a largo plazo para la comunidad y… - Sakura le mira y se frustra al ver que el hombre ha dejado de escucharle. Menudo gilipollas. - Una inversión ahora es dinero que se van ahorrar en el futuro.

Termina su discurso con una voz un poco más clara que al inicio. Temari tiene una media sonrisa y Gaara asiente con respeto a sus últimas palabras. El miembro del consejo entonces, formula un pregunta que más que veneno es aceite hirviendo:

- Perdón, muy interesante, pero exactamente, ¿quién es usted?

Lo pregunta como si hablara del tiempo. Lo pregunta como si no lo supiera. Lo pregunta como si no hubiera estado esperando exactamente a ese momento para tender la trampa. El muy bastardo.

- Sakura Haruno. Directora del Hospital de Suna.

- Ah, sí. Haruno-san - pronuncia cada sílaba mirándola a los ojos - he oído hablar de usted. ¿De Konoha, verdad?

- Así es.

- Mmmm - no le quita la vista de encima y se moja los labios y Sakura ha visto demasiadas veces ese gesto como para no identificar a un oponente que la ha subestimado - Konoha y nosotros tenemos una relación muy interesante. ¿No cree? Llena de conflictos, treguas, otra vez conflictos, desencuentros, matanzas…Aunque ahora estamos en paz, claro. - sigue con su lección de historia - Un vistazo a la cronología de nuestros encuentros militares le hará darse cuenta de la importancia de mantener la frontera fuerte. Al fin y al cabo nunca sabemos cómo pueden evolucionar las alianzas.

Sakura palidece. Kankuro palidece. Temari palidece e incluso Gaara parece que pierde medio tono de blanco en las mejillas. Un miembro del consejo de la ciudad acaba de deslizar la opción de volver a la guerra con El País del Fuego. Fantástico.

La regla número 23 del código shinobi que, Sakura está segura, Kakashi se inventaba sobre la marcha cuando eran genin decía algo así como: mide tus opciones una vez que hayas presentado batalla, nunca antes. Así que mira a Gaara para que le de permiso para seguir con la conversación y cuando ve que asiente, ataca:

- Estaré encantada de revisar los libros de historia, si usted me pasa una lista. Estoy bastante ocupada como para ir a la librería - sonríe encantadora, y afila la mirada - Porque yo no soy historiadora, pero soy médico y le comunico que conozco mi disciplina bastante bien y siempre tomo mis decisiones con el paciente en mente. He hecho varios juramentos al respecto. Todas mis opiniones y sugerencias tienen como objetivo el bienestar de los ciudadanos de Suna, independientemente de mi origen.

Bien dicho, Sakura. Firme en tu propósito, y con aplomo en tus maneras.

- Ah, sí. - el hombre mueve la mano con desdén delante de su nariz - Médico. Aprendiz de la princesa Tsunade. Una mujer imponente, en efecto, la última de una gran estirpe. ¿Le viene a usted también de familia el interés del chakra con usos curativos? No reconozco el clan Haruno entre los tradicionales, ¿me equivoco? Aunque seguro que está usted suficientemente preparada para el cargo. - Se inclina hacia ella en una posición que quiere ser intimidante y Sakura se limita a levantar una ceja - El Consejo de Suna, por supuesto, tendrá en cuenta sus ideas, pero nosotros conocemos bien las necesidades reales de El País del Viento, Haruno-san.

Por el rabillo del ojo, Sakura ve que Temari está a punto de saltar sobre la mesa y zarandearle y que Kankuro se ha separado de la ventana y está controlando todo su cuerpo para liarse a guantazos con el imbécil este. Y sería una pena que hicieran eso, la verdad, porque Sakura está casi disfrutando de la falta de originalidad del ataque. Ni que no lo hubiera oído mil veces antes. Está tan acostumbrada que le da igual.

Ella, la hija de la genin y el civil, que terminó en un equipo con un Uchiha y el jinchuriki; ella, cuyo sensei pasaba de enseñarle nada porque no creía que tuviera demasiado potencial; ella, la mejor amiga de la heredera de un reconocido clan; ella que solo se ha tenido a sí misma y a su control de chakra; que ha hehco de sus debilidades fortalezas; ella que incluso ha renunciado a perseguir al chico del que está enamorada consciente de que nunca le aceptarían como su pareja por no tener ningún puñetero kekkei genkai.

Ningún pijo presuntuoso va a intimidarla. Está hasta convencida de que va a ganar esta batalla sin ni siquiera tener que sudar.

- Estoy totalmente de acuerdo con sus palabras. El Consejo, sabe, sin duda qué es lo mejor para los ciudadanos de Suna y cómo cuidarlos. - Se relaja sobre la silla en la que está y bate las pestañas largas 3 veces antes de continuar. - Quizá deberá tomar las riendas del hospital. Y por eso espero que la próxima vez que salga de un paritorio a comunicar la muerte de la madre a un esposo porque ha fallado el suministro de agua, haya un miembro del Consejo ahí explicándolo. Cuando la cirugía no salga adelante porque no quedan jeringuillas y los pulmones se encharquen, confío en que un miembro del Consejo sujetará la mano de la familia. Cuando venga un shinobi de la batalla, y no haya personal suficiente para atenderle y pierdan un efectivo más en sus fronteras, deduzco que habrá también un miembro del Consejo limpiándole las lágrimas a sus compañeros. Y cuando todos esos niños y mendigos a los que ignoráis contraigan enfermedades por falta de medidas básicas de higiene y se desate en la ciudad una pequeña epidemia, les explicaréis desde el Consejo por qué las calles se vacían y la gente tenga que cerrar tiendas y restaurantes y quedarse en su casa. Y cuando en, calculo 3 semanas si el dinero no llega pronto, el techo del hospital colapse porque no se han podido hacer reparaciones, hablaréis vosotros con cada paciente que tenga que dormir en una camilla a la intemperie. Y espero que todo eso lo haga el Consejo, porque es evidente que una kunoichi extranjera sin clan ni prestigio no lo sabrá hacer.

La parte que más disfruta de poner en práctica su técnica de lucha, ese puñetazo que mueve montañas, es ver cómo resquebraja la tierra. Cómo dónde antes había una superficie lisa y homogénea, de repente se abre en grietas y alguien en el fondo lo observa y se queda sin aliento. Es un sentimiento muy parecido al que siente ahora, con el hombre de pronto callado, mordiéndose los labios y aguantando las ganas de gritar. Ve los movimientos que está haciendo en su cabeza, midiendo las posibilidades de victoria. Reconociendo, finalmente, la derrota.

- Veo, - la voz suena un poco hueca mientras se levanta- que las nuevas incorporaciones - y deja caer las palabras con cierto desdén - han sido perfectamente capaz de analizar las necesidades de nuestro país - y dice nuestro tan claro, tan fuerte, que Sakura siente que le están negando hasta el aire de Suna - así que informaré al Consejo al respecto para tomar una decisión más alineada con la opinión especializada, Gaara-Sama. - Se inclina hacia Gaara y se despide.

La fuerza con la que marca el paso se oye incluso con la puerta cerrada.

Aprender a callarse: lección aprendida y olvidada.

El buen hermano II

- ¿Puedo pasar?

Itachi asoma la cabeza tras la puerta corredera, la coleta baja cayendo a un lado de su cara y ve a su hermano pequeño tirado en el colchón como un peso muerto, todo piernas y brazos largos. Hace años que le saca un palmo de altura. Le lanza una mirada rápida y asiente.

- Hn.

Pasos suaves. Itachi siempre se mueve con la ligereza de un gato y apenas hace ruido cuando cruza la tarima de madera y se sienta en la silla del escritorio de Sasuke. Entra una luz dorada e Itachi se recuesta un poco, con el respaldo golpeando levemente la estantería donde reposa la foto del equipo 7. Es una habitación gemela a la suya, una cama de matrimonio con una colcha azul en el centro, extremadamente ordenada, tal y como le gusta a su padre. Hay grandes ventanales que muestran las ramas de los árboles casi desnudos y si te asomas a través de ellos, se ven las tapias que delimitan el distrito Uchiha y, más allá el bosque de Naka, y más allá la cara de los Hokages y mucho más lejos, los campos de entrenamiento y los puertas de Konoha. En la pared hay un reloj que marca las 11 de la mañana.

Cuando Sasuke tení años, Itachi le encontró en esta misma posición y tras varios minutos de silencio incómodo, por fin se atrevió a preguntarle qué hacer si una chica quería besarte pero tú no. A los 12, estuvo casi 3 días sin hablar con nadie de la casa porque Naruto le había ganado en algo. A los 14, en su peor etapa, le quiso preguntar sobre el secreto de la inmortalidad y qué tenía que hacer para despertar el mangekyou sharingan y a los 17, cuando volvió de su entrenamiento con Orochimaru, retomó el tema de qué hacer con una chica en el hipotético caso de que tú fueras el que querías besarla. Qué le había pasado para volver a este estado de adolescencia a sus 20 años era, por ahora, un misterio.

- Sasuke. - saluda

- Itachi. ¿Cuándo has vuelto?

- Hace un rato. He tomado un té con madre antes de subir.

- Hn. ¿La misión ha ido bien?

- Sí, un éxito. Kiri es un lugarmuy interesante. Buena comida, clima horrible. Y el equipo Ro manda recuerdos.

- Hn. Nunca he estado.

- ¿No? Tú has estado últimamente en Kumo, ¿no? Gran sitio. Buenas vistas.

- Hn.

Hay un breve silencio e Itachi posa los ojos en su hermano que tiene perdida la mirada en algún punto del techo. Se acomoda en la silla, estira las piernas y cruza los brazos sobre el pecho. No tiene ningún interés en desglosar los entresijos de sus últimas misiones. Tendrá que ser más directo.

- Y tú, Sasuke, ¿cómo estás?

Cuando son cosas importantes, hablar con Sasuke siempre es así. Frases cortas e intercambios de información que son más navajazos que otra cosa. A veces las pausas entre son tan largas que se transforman en varios minutos e Itachi se entretiene contándolos, estableciendo nuevos récords según lo delicado del tema a tratar.

- Estoy bien. - Excepto que no lo está.

Itachi arquea las cejas con cierto descrédito, atendiendo a la situación actual de su hermano al que ve ciertamente miserable.

- Madre está preocupada. Me ha pedido que hable contigo.

La mención de su progenitora capta la atención de Sasuke, que gira la cabeza bruscamente. Por supuesto, es un buen y diligente hijo y no haría nada en el mundo que pudiera afectar a Mikoto negativamente.

- Estoy bien - insiste - Madre exagera.

- Dice que suspiras.

El pequeño de los Uchihase digna, al fin, a sentarse en el filo de la cama con las piernas abiertas y apoya los codos en las rodillas. Mira a Itachi entre indignado y curioso. Se le ve francamente pálido.

- ¿Que… suspiro?

- Sí.

- Yo no suspiro.

- Pero algo te pasa.

- No. Estoy bien.

Shisui siempre le dice que es excesivamente benévolo y paciente con Sasuke, y en general Itachi le dice que no más de lo que suele ser habitual en él, pero quizás hoy tiene que estar de acuerdo con su primo porque realmente, realmente el pequeño de la familia está consumiendo su control mental. Intenta otra estrategia:

- Entonces ¿qué es lo que te ocurre, Sasuke? - la voz de Itachi suena aterciopelada e irritablemente contenida y Sasuke tiene reprimirse para no recriminar a su hermano el tono condescendiente - ¿Has vuelto a pelear con Naruto y has destruído algo otra vez?

Ya había pasado antes. Los brutales entrenamientos entre los dos amigos habían dejado daños irreparables en varias casas del casco urbano y los dueños habían reclamado sustanciales compensaciones económicas al clan, con el consecuente - y por otra parte comprensible - cabreo de Fugaku.

- Tch. No. - Sasuke pone los ojos blanco - Ese idiota y yo peleamos ayer, pero no… destruímos nada - inhala mucho aire de pronto y baja la mirada que se queda fija en un nudo de la madera del suelo. Habla ahora casi en un susurro. - Fui al hospital, después de la misión… para la revisión, ya sabes. - Itachi se tensa de pronto e inclina todo su cuerpo en dirección a su hermano para escucharle. El corazón se le para varios latidos y siente un peso enorme en el estómago, esperando las peores noticias. - Y Sakura no estaba.

Por el amor de dios. Qué he hecho yo para merecer esto.

- Sakura. ¿No estaba? ¿Está de misión? - Itachi parpadea despacio intentando recuperar la compostura. En 10 segundos ha sido víctima de su propio genjutsu y estaba sufriendo mentalmente todas las posibles desgracias médicas que podrían afectar a su hermano. Ninguna acababa bien y en todas él sufría hasta la locura, masacraba a su clan y terminaba uniéndose a un grupo terrorista con las uñas pintadas. Y resulta que el imbécil de Sasuke estaba hablando de una chica.

El próximo día que entrenemos juntos te voy a reventar. Vas a tener que pedir refugio en la aldea del Sonido.

- Se ha ido. A Suna. - se queda callado y se pasa las manos por el pelo negro, con los mechones oscuros escapando entre los dedos - No me había dicho nada. Ni siquiera se ha despedido.

Itachi quiere irse a dormir. Vuelve a pensar en el colchón suave de su cama, en el olor conocido de las sábanas, en lo bien que estaría lejos de esta infernal conversación. Para hablar de Sakura, de nuevo. Por enésima vez. Era un drama cíclico que afectaba a su herman veces al año, ya fuera con en un ataque salvaje de celos, con una visceral discusión con la pelirrosa o con Sasuke tomando las decisiones más estúpidas de su vida. Como acostarse con media aldea, o como unirse a ANBU. Tch. Estúpido hermano pequeño.

- Bueno, no tienes que preocuparte. - Itachi intenta camuflar cierta exasperación en la voz y seguir con el tono racional de hermano mayor - Volverá.

- No. - E Itachi, que en general suele predecir perfectamente las reacciones de su hermano, se sorprende al ver que Sasuke parece muy afectado cuando mira le mira a través de la habitación, con unos ojos desesperados que ablandan incluso el corazón estoico del genio - Tsunade ha dicho que se quedará allí al menos 2 años más. Tiene que formarse para sucederle en cuestiones del hospital y había una posición y ahora… dirige el hospital allí. - deja caer los hombros y susurra la idea que realmente le aterra - 2 años o más es mucho tiempo.

El heredero Uchiha se moja los labios mientras se masajea la base de la nuca con las manos. No lo va a decir en voz alta, porque Itachi puede ser muchas cosas pero no es cruel, pero le parece una excelente noticia que Sakura se haya ido. Es una muy buena oportunidad. Él mismo le había comentado a Kakashi hacia unos meses que su exalumna parecía un poco estancada en Konoha y que una experiencia en otro ambiente le iría bien ganar la experiencia necesaria para tomar las riendas del sistema sanitario y ponerse al servicio de la aldea. Suna era una buena opción y se alegraba honestamente por ella. Pero claramente, su hermano, tradicionalmente egoísta y absolutamente idiota en cuanto se tocaban temas del amor, no pensaba así.

- ¿Y eso te parece mal porque…?

- ¿Y si no me espera?

Oh, vaya. Esperar. Esa ridícula idea otra vez.

Y eso que Itachi sabe. Conoce lo que supone llevar el peso de la sangre Uchiha. Formar parte de una familia, en el que primero están los tuyos y luego el resto de la aldea; el que si matan por tu apellido, la muerte será también tuya. Y comprende que Sasuke quiere salvar a Sakura y protegerla de esa dinámica, de que cojan todo lo que es y la amasen y la transformen para formar parte de toda esa vida ceremonial y enclaustrada que simboliza el abanico en su espalda. Es plenamente consciente de que para poder librarse de ello, Sasuke debe ganar cierta autonomía dentro de la jerarquía del clan y que la única manera de ello es lograr el reconocimiento de un padre que nunca ha visto ni verá su valía. Para su hermano pequeño, estar en ANBU es la última herramienta que le queda para dar visibilidad al talento extraordinario que tiene y que su padre le reconozca como un igual.

Pero Itachi también observa. Las miradas anhelantes que le lanza cuando ella no se da cuenta, la amistad cuando se formó el equipo 7, ese amor que ha ido creciendo desde que los dos acariciaban con los dedos la pubertad, el distanciamiento cuando se marcharon los dos chicos, y el reencuentro tímido y lleno de hormonas unos años después. E Itachi ve cómo la evita de manera deliberada para no cometer un desliz si pasa mucho tiempo a su lado, cómo la aparta con comentarios hirientes para romper el vínculo que los une, cómo se frustra para intentar volver a recomponerlo porque no puede estar alejado de ella, cómo intenta infructuosamente ganar tiempo para ser el hombre que otros quieren que sea. Y por algún motivo ilógico, Sasuke pretende que Sakura le espere hasta que sea una hipotética mejor versión de sí mismo, como si ella no le quisiera ya como es ahora, más de lo que nadie le ha querido en toda su vida.

La peor lección que Fugaku le había enseñado a su hijo menor es la idea de que el amor no es algo que todos merecemos, sino algo que tenemos que ganarnos.

E Itachi casi casi entiende la postura de Sasuke, pero no está del todo convencido de que a le merezca la pena arriesgar su futura felicidad y una existencia plena con el que probablemente es el amor de su vida para satisfacer, aunque sea momentáneamente, los delirios de grandeza de los Uchiha. Y sí, Sakura es una mujer paciente, especialmente cuando se trata del los sentimientos de su hermano, pero Itachi ha oído demasiadas cosas en los vestuarios de ANBU sobre la médico-ninja como para ignorar que el deseo de ganarse un sitio en su corazón y en su cama es un interés compartido entre bastantes hombres de la Aldea de la Hoja y no dudaba que pronto, también, entre los de Suna.

Ahora bien, ¿qué decirle? Itachi se lleva los dedos largos a la frente y se masajea las sienes y su hermano le mira expectante, esperando una respuesta. ¿Darle una charla honesta sobre la necesidad de abrir su corazón de una vez o, optando por un enfoque más propio de su mejor amigo, pulsar los botones de Sasuke y ver hasta dónde podía llegar por sí mismo? Algo intermedio, quizá.

- Sasuke. Sakura-chan es una chica inteligente, simpática y atractiva en sus 20 años. Es posible que no te espere. - lanza una mirada rápida a su hermano, que frunce el ceño decididamente insatisfecho con la respuesta - Pero también sería más fácil si no la hicieras esperar.

- ¿Hn?

Itachi se levanta. Sasuke ha tenido suficiente charla por el día de hoy y el cansancio empieza a hacerse patente y en los ojos del sharingan que empieza a ver borroso. Le da un último consejo desde la puerta.

Contacta con ella. Escríbele una carta. Dile cómo te sientes. - La cara de pánico que se dibuja entre los ojos oscuros y la tensión en la mandíbula le da un poco de pena. ¿Cómo lo hace Shisui para vacilarle todo el rato y no tener cierto cargo de conciencia? - Y no seas anticuado. Deja que Sakura viva su vida. Tú te fuiste 2 años. Naruto se fue 2 años también. Ella se irá el tiempo que quiera.


Lo que merece la pena

Contrariamente a la creencia generalizada, Naruto no es, ni por asomo, el pervertido que todos esperan después de varios años viajando con Jiraiya. Es verdad que en algunos momentos de su vida se ha dejado llevar por la curiosidad (espiando en unos baños para ver si veía algo, dejando reposar la mirada en un escote generoso, aliviándose bajo la ducha después de un entrenamiento especialmente intenso) y que quizá en algún momento de su historia abusó del uso de cierto sexy jutsu, pero cuando ha llegado el momento de la verdad; el momento de poner manos aquí y allá, de tocar, de rozar, siempre ha sido un auténtico caballero.

Y hay que reconocer que a veces no ha sido fácil.

Nada fácil.

Como hoy, por ejemplo.

Y es que son todo lenguas y manos esta tarde en el bosque, bajo las ramas desnudas de los árboles, con los zapatos hundidos en las hojas. Están apoyados contra un tronco, con las manos de Naruto apretando con fuerza el culo de Hitana y todo su cuerpo presionando contra las raíces y corteza rugosa, gimiendo a medida que los dedos suaves y largos de ella van haciéndole caracolas en el pelo. Son besos rabiosos y viscerales los de ambos, llenos de saliva y de ganas de ir a más y Naruto nota el zorro pidiendo carne cuando Hinata hace eso eso eso con la lengua contra el paladar y lanza un gruñido casi animal que reverbera en todo cuerpo y que hace que se concentre en la dureza entre sus pantalones. Y no sabe si es el chakra que está burbujeante en las venas, pero nota los pezones duros de Hinata bajo la ropa gruesa, nota su cintura y la marca de su pubis, el principio y el fin de sus bragas. Y quiere tocarlo todo y hacerlo suyo mientras la voz suave de su novia grita su nombre y Naruto sabe que si siguen así, si siguen así, rozándose el uno contra el otro le va a costar mucho mantener la cabeza despejada. Así que hace un esfuerzo verdaderamente sobrehumano y se separa de Hinata, que le mira curiosa con los labios aún empapados en saliva, el pelo lleno de hojas secas y las mejillas coloradas. Preciosa.

- Hinata… - apoya su cabeza contra la de ella.

- Naruto-kun, ¿qué pas..? - Ve, de pronto, el bulto entre las piernas de su novio y se sonroja con violencia - Ah.

- Lo siento, Hinata. - Tan avergonzado, Naruto, tan temeroso de hacerle algo que la pueda hacer daño y le lanza una media sonrisa de disculpa, una de esas que conquista a madres e hijas por igual - A veces no me puedo controlar. Me gustas demasiado.

La palma de Hinata se posa suavemente en su brazo y le acaricia hasta llegar a su mano. ¿Dónde ha aprendido Naruto a ser tan encantador? Podría quererle más, pero le parece imposible.

- Está bien, Naruto-kun. Es una reacción natural.

- ¿A ti también te pasa algo así? - lo pregunta más con inocente curiosidad que con lujuria, pero hay tomates maduros menos rojos que la Hyuuga en este instante.

- S-sí… sí. Algo así. Pero es más discreto - sonríe todavía color granate, con los ojos escarcha ligeramente entornados por la confesión - A mí también me gustas demasiado.

Querían esperar. A casarse. Bueno, no es verdad que quisieran los dos. Para Hinata era algo importante, y Naruto simplemente había estado de acuerdo porque si era importante para Hinata entonces Uzumaki podía hacer el esfuerzo y guardarse esos pensamientos lascivos para sí mismo. Una nobleza incorruptible, la suya. Desde que sale con él, Hinata ha descubierto que ama con la misma intensidad con la que lucha. Es de una fiereza y calidez que asusta. Y es que de haber sido otro hombre quizá no habría podido aguantar estos dos largos años, pero dentro de Naruto están los andamiajes morales más fuertes que se conocen y siempre siempre cumple su palabra.

Es curioso que después de haber crecido sin ningún tipo de figura maternal, Naruto despliegue con ella toda una batería de gestos dulces. Como ahora, que Hinata se sacude hojas y ramitas de su abrigo lavanda, y Naruto le pasa un brazo por los hombros y le besa el pelo. Huele a canela y manzanas y le reconforta el interior de una manera especial, como si le arropara una manta una noche fría de invierno. A veces se sorprende de que pudiera confundir el amor con lo que sentía hacia Sakura, que existiera una posibilidad en otra realidad en el que no conociera esta manera que tiene Hinata de estar en el mundo, flotando sobre los días y llenando de luz cada minuto que pasan juntos. Que le entiende y le perdona todos los fallos que tiene y le mira así como si fuera importante, y valioso, y amado.

Hace que Naruto haya puesto a la misma altura el objetivo ser Hokage y el de querer a Hinata por el resto de su vida.

Se cogen de la mano y caminan juntos.

- ¿Qué te apetece hacer ahora, Hinata-chan?

- ¿Vamos a Ichiraku's?


I wish you were here

A medida que el otoño languidece en el desierto, se va levantando un viento que trae arena y algo parecido a la humedad que difumina los confines de las montañas que rodean de Sunakagure. Es el clima ideal para encerrarse a trabajar desde que amanece hasta que empiezan a aparecer estrellas en el cielo, y Sakura que nunca ha tenido demasiado miedo al trabajo duro, se dedica en cuerpo y alma a levantar el maltrecho hospital y a que las obras del pabellón infantil salgan adelante antes de que las noches heladas del invierno lleguen. Confía que sea antes de fin de año.

Quizá un poco antes.

Quizá un regalo de Navidad.

Se lo cuenta a Tsunade y a Naruto en sus cartas. Les cuenta que está muy emocionada, que las cosas parecen ir saliendo. A Naruto le dice que no se preocupe, que está bien. Le miente. A Tsunade no tanto. Le habla de lo difícil que es la gente. Que sabe que hay enemigos dentro de los médicos, más ocupados en hacer carrera política que en salvar pacientes. Le dice que siente que es un camino solitario, pero que va superando estos obstáculos. No dice que echa de menos Konoha. No dice que a veces siente que haber venido es un error.

Las cartas que le envía a Kizashi, su padre, no hablan tanto de su papel en Suna como de su día a día. Le explica dónde compra la fruta, de cómo es la comida, del Kage y sus hermanos. Escribe largas descripciones sobre su apartamento (tiene 2 habitaciones, dice, una la usa de dormitorio y la otra funciona como despacho. He puesto un escritorio y entra una luz fantástica a eso de las 5 de la tarde) y sobre lo que hace en su escaso tiempo libre (leo, entreno, paseo, veo el atardecer. Una vez me llevaron a un bar, pero no sabría volver sola sin ayuda). Le pregunta por su día a día, le recuerda que coma fruta y verdura y que cambie las flores en la tumba de mamá. Le pide que si tiene algún problema no dude en ir a hablar con Naruto o Yamanaka. Le manda muchos besos y abrazos. Le dice que le quiere, que pronto se verán.

A Ino le responde con chanzas y ella mantiene informada de los cotilleos de la ciudad (Kiba tiene una novia civil, y parece que Neji y Tenten reciben, por fin, la aprobación del clan) y le pide bulbos y semillas de flores resistentes a las altas temperaturas para decorar los balcones de su casa. A Kakashi le escribió una vez, enviándole un libro de plantas medicinales para perros que había encontrado en un mercadillo local con la nota "no todo es Icha Icha".

También hay cartas que no manda. En el segundo cajón de su escritorio, junto a los presupuestos de nueva maquinaría de análisis de venenos, hay varias misivas a Sasuke que Sakura no termina de escribir. Le habla de Suna en una; y hay un par en que ha intentado explicar por qué se fue sin despedirse. Ninguna está completa porque en realidad no lo sabe bien. Tiene frases sueltas y tachadas: "Te echo de menos" tachado. "Espero que te vaya bien en ANBU", esa se queda. "Ten cuidado, no quiero que te mates", también se queda. "Creo que te gustaría pasear por la ciudad al atardecer" tachada, luego reescrita, tachada de nuevo, por cursi. La última carta empieza con un "ojalá estuvieras aquí". No continúa escribiendo, pero tampoco lo borra.


N/A:

¡Hola! ¿Os ha gustado?

El siguiente capítulo necesita un poco de revisión y corrección, así que habrá que esperar un poco más.

Bueno, sobre el capítulo: me lo he pasado muy bien escribiéndolo. Especialmente la conversación del pobre Itachi, que no solo es un personaje trágico, sino que si yo fuera él habría mandado todo a tomar por saco hace tiempo. Qué paciencia tiene que tener. Por otra parte, le he puesto con Izumi contrariamente a mi criterio natural que piensa que Itachi solo podría estar con Sakura, pero esto es un Sasusaku así que tenemos que conformarnos con lo que hay.

También he disfrutado especialmente con la escena NaruHina. Naruto The Last me parece que fuerza la relación al máximo, la verdad, pero ahora escribiéndolo he podido entenderlos un poquito mejor.

En cuanto a Sakura, bueno, siempre me la he imaginado con cierto orgullo de clase. Al fin y al cabo, todos los aristócratas de los clanes son unos snobs insufribles y ella ha demostrado que vale mucho más que ellos.

En el próximo capítulo (Invierno, se llama. Soy pura originalidad) veremos un poco más de Kankuro y de la relación con los hermanos de la arena y también aparece Ino en escena con su don de gentes habitual.

Y ya está.

Ya sabéis: si no os importa, me gustaría conocer vuestra opinón a través de lieks, comentarios, recomendaciones o lo que os apetezca.

Un abrazo enorme,
rojocereza