The Embrace of the Night
By: HybridVirus
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.
Dedicado con mucho cariño a Sorarisu
Pd: ¡Intente hacerte un oneshot, pero todo se salió de control!
–Hablar
"Pensar"
Flashback
Pd: Se aceptan donaciones en PP :La descalabran:
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El suave murmullo del viento meciendo su castaña cabellera, y la tenue luz de la luna se extendían por los alrededores del silencioso bosque. Los búhos no cantaban, como tampoco lo hacían los murciélagos para guiarse entre la oscuridad de la noche. La gentil calma que inundaba la silenciosa área gritaba a mares sobre el peligro que se cernía en el lugar, para los jóvenes hechiceros que se habían adentrado valientemente en esa noche de luna llena al escabroso bosque lleno de seres mágicos. La oportunidad de encontrar un familiar que comparta su fuerza y vida con ellos, había sido más dulce y tentadora que la seguridad ofrecida al mantenerse en un punto más discreto en el mundo del poderío mágico.
Un suave suspiro escapo de la dueña de las hebras castañas, mientras su mirada continuaba perdida en las llamas de la pequeña fogata a uno de los costados de su campamento. Un familiar la ayudaría a mejorar su magia sanadora y la fuerza de sus pociones, aunque igual era algo que podría mejorar con el tiempo por ella misma. Sin embargo… no perdía nada con intentar encontrar un familiar en el bosque. Algo pequeño y adorable para que fuera el logo de su tienda de pociones, algo dulce, tierno y esponjoso que llamara la atención del público, y le permitiera establecerse como la mejor sanadora de la ciudad. Un familiar que hiciera a los nuevos aprendices ir, para llenarse el corazón con sueños y esperanzas de un propio futuro en el mundo de la magia.
Estaba más que consciente de que sus compañeros no estaban contentos con su elección, todos habían venido al bosque buscando a la misma legendaria criatura. Ilusionados de poder convencerle a que se uniera a ellos, en su búsqueda de poder y conocimiento. Estaba segura de que todos estaban esperanzados, y suplicando en sus corazones en tener al menos una oportunidad de intentar, convencer al Dacian Draco de que hiciera un contrato con ellos. La historia del dragón lobo que dominaba el bosque con su fuerza e inteligencia, era una de las más antiguas leyendas en la ciudad. La idea de compartir la larga vida de la criatura, también era una de las razones por la que todos suplicaban por una sola oportunidad de ser tomados en cuenta por la criatura de la noche.
El suave murmullo de las hojas de los arbustos siendo agitadas resonó repentinamente a uno de sus costados. Un nervioso jadeo escapo de la joven maga al posar sus ojos sobre el pequeño conejito verde con alas, que se asomaba tímidamente entre el follaje de los arbustos. Una pequeña sonrisa se dibujó sobre los carmines labios, al ver la forma en la que la criatura mágica se acercaba al borde de la barrera mágica, moviendo su nariz insistentemente para olfatear a la joven frente a él. Como si intentara verificar que intenciones eran las que la trajeran al bosque en esa noche de luna llena.
–Hola...
Susurro la hechicera al mismo tiempo que se acercaba hacia las runas, que sellaban la barrera mágica dentro de la que había colocado su casa de campaña. La ojimiel acomodo sus rodillas sobre el suelo y se sentó sobre sus piernas, asegurándose de mantener su mirada firme en la de la criatura frente a ella, justo como sabia de sobra que era necesario al presentarse como una candidata disponible, y dispuesta a firmar un contrato con alguno de los espíritus errantes en el extenso bosque. Con una pequeña sonrisa la maga permitió que su mano saliera del círculo mágico, ofreciéndola a la pequeña criaturita para que le fuera más sencillo el olfatear su aroma y la magia que se desprendía de su cuerpo.
–Eres realmente lindo…
Murmuro la joven al ver la manera en que el pequeño conejito verde, restregaba su felpuda cabeza contra el dorso de su mano. El repentino eco de un desgarrador grito congelo al ser mágico, y a la peli castaña en su mismo lugar. Los orbes ambarinos se deslizaron rápidamente entre las sombras de los árboles, al reconocer la voz de uno de sus compañeros de la academia mágica. El repentino silencio después del escabroso grito le helo la sangre a la dueña de las facciones bronceadas, al mismo tiempo que voltea a ver al conejito que se encontraba agazapado, y completamente aterrado entre los arbustos de los que había aparecido, y las runas mágicas que eran lo único protegiéndola de lo que fuera que hubiera atacado a Alfred.
–Ven, en cuanto todo se calme podrás irte.
La criaturita volteo para ver a la joven mujer que había movido una de las resplandecientes piedras, brindándole una entrada que el pequeño conejo había aprovechado sin la menor duda. Con un cuidadoso movimiento la misma piedra había retomado su lugar, creando nuevamente la misma barrera para que cualquier cosa afuera de ella no pudiera entrar. El suave crujir de la madera en la fogata resonó en el nuevamente aterrador silencio que se apodero del bosque. El pequeño conejo se agazapo en el costado de las piernas de la ojimiel, intentando ocultarse del monstruo que todos estaban buscando en la espesura del bosque en ese momento.
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`.¸.´
El suave golpeteo de sus patas resonó en el nuevamente silencioso dominio de la criatura, haciéndole saber que el grito de su víctima había al menos por el momento; aterrado a los insolentes humanos que se creían lo suficientemente aptos para, venir directamente a sus dominios y exigirle que se una a ellos, como si no fuera nada más que un simple esclavo para cumplir con sus egoístas deseos. El ardor en una de sus patas le recordó que al menos debía darle el crédito merecido al hechicero rubio, la sangre que cubría parcialmente su blanco pelaje le recordaba sobre el inesperado ataque que había recibido a manos del hechicero, para la criatura el que el joven rubio lograra lastimarle con su magia le sorprendía de sobra. Había sido descuidado, y se había confiado al creer que ninguno de estos chiquillos podría enfrentarse a él.
–¿Te gusta la fruta?
El suave murmullo de una voz le erizo el níveo pelaje, al saber que había otro de ellos tan cerca de las zonas más profundas de sus dominios, era la primera vez en años que los hechiceros se adentraban tan profundo en el bosque. Un molesto gruñido escapo de la garganta de la criatura, al mismo tiempo que sus dientes empezaban a sobresalir con molestia al fruncir los músculos de su hocico en un gesto lleno de agresión. Los que se adentraban en estas partes siempre lo buscaban directamente, creían que serían bendecidos por su ridícula valentía, al cruzar todos los peligros de la zona boscosa que era su hogar.
–Si aceptaras venir conmigo, tendrías todas las frutas que quisieras.
La parte superior de los parpados del lobuno ente, se movió en un gesto lleno de sorpresa al escuchar las palabras de la femenina voz, finalmente con un gesto lleno de incredulidad y olvidando toda la agresión en su persona. Su cabeza se adentró entre los arbustos, gruñendo entre dientes al escuchar la obvia advertencia que había entregado a la humana con el ruido provocado por el temblar de las hojas, que había causado con su movimiento. Sus orbes rojos se posaron sobre la silenciosa figura que miraba en la dirección del arbusto donde su cara aún se encontraba oculta. La forma en la que las llamas danzaban contra las delicadas hebras que enmarcaban el bronceado rostro, le recordaban al resplandor del cobre pulido siendo bañado por la luz del sol.
–¿Qué sucede?
Los irises escarlata se posaron sobre la figura del alado conejo que se encontraba olfateando en la dirección del arbusto, quien al darse cuenta de su presencia rápidamente se ocultó detrás de la hechicera dejándola a plena vista del amo y señor del bosque. Los orbes miel se encontraban fijos en su dirección, intentando ver aquello que la criatura mágica que la acompañaba había logrado sentir entre la maleza. El suave tono de los ojos de la joven mujer le recordaba hace mucho tiempo atrás, cuando aún era un simple humano y disfrutaba del dulce y tierno néctar de las abejas. Un pequeño gruñido aprobatorio escapo de su garganta, al ver la manera en que la danzante luz de las llamas convertía los orbes miel en un par de piscinas de ámbar liquido intentando absorber todo de él en su interior.
–Todo está bien.
Susurro la gentil voz que le erizaba el pelaje, y de igual modo le hacía arder las escamosas partes de su cuerpo. No le agradaba en lo más mínimo que las brujas se adentraran en esta parte del bosque. Como todo buen dragón disfrutaba de secuestrar mujeres para retenerlas a su lado; pero las hechiceras eran diferentes a las simples mortales, las mujeres normales le temerían y obedecerían la más mínima de sus órdenes por el temor a cualquier represalia en su contra. Las brujas en cambio, intentarían convencerlo de que hiciera un contrato con ellas, un pacto que lo ataría completamente a ellas, en el que no sería nada más que un simple esclavo obediente a la orden de una hechicera que solo lo vería como un arma más en su arsenal.
Desde que tenía memoria todos lo buscaban por ser la criatura que era, parte lobo, parte dragón. Capaz de la majestuosidad y el poder de ambas. Probablemente era de ahí que los hechiceros tenían la idea de que sería un perro fiel, y dispuesto a servir a un amo con la suficiente fuerza como para derrotarlo. Los orbes escarlatas se entrecerraron en un gesto lleno de molestia, al ver la forma en que la maga pestañeaba coquetamente en la dirección de la pequeña criatura, que aún continuaba ligeramente oculta detrás de su cuerpo. Ofreciéndole una resplandeciente manzana para intentar que saliera de nuevo de su escondite.
–¿Quieres venir conmigo?
El molesto lobo dirigió una mirada incrédula a la sonriente mujer, después de escuchar la suplicante pregunta que escapaba de los voluptuosos labios carmesí. Esto era simplemente inaudito, la única otra hechicera en adentrarse en esta parte del bosque, era la misma que había colocado una barrera mágica para mantenerlo lejos de ella, y que se atrevía a pedirle a un pequeño conejo volador ser su familiar; en vez de esperar a que él la rechazara propiamente. ¿Qué clase de falta de respeto era esta? Un tic se apodero del enorme lobo cuyos ojos se veían rodeados por la gruesa piel rojiza de su lado draconiano, al ver la forma tan descarada en la que el conejillo aceptaba la ofrenda que le era entregada. Sus dientecillos se hundirían en la jugosa carne de la dulce fruta entre sus patas, para después negar con la cabeza a la pregunta de la humana.
–No seas malo conejito…
Esto tenía que ser una broma de mal gusto, esa era la única explicación razonable a sus ojos para que una hechicera suplicara de semejante forma, a una criatura indigna como ese minúsculo ser porque fuera su familiar ¿Cómo la protegería esa cosa que se ocultaba detrás de ella? Un cansado suspiro escapo de los labios de la ojimiel, al mismo tiempo que levantaba la vista sin percatarse de como los resplandecientes rubíes se mantenían fijos en sus ojos. Ignorando la encantadora forma en la que su labio inferior sobresalía en un pequeño puchero.
–¿No quieres quedarte conmigo?
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`.¸.´
Una de las pálidas manos del pelicastaño se aferró al tronco del árbol frente a él, mientras que movía lentamente una de sus piernas para finalmente salir de entre los espesos arbustos, sus movimientos eran lentos y cuidadosos, buscando no avergonzarse a sí mismo al caer de bruces contra el suelo. No recordaba cuando había sido la última vez que había tomado forma humana. ¿Quizás hace unos cuantos siglos atrás? El repentino sonido del chillido de la criatura frente a él, corriendo a ocultarse en el interior de la tienda de campaña le dijo la realidad de aquello que estaba haciendo, no importaba como se viera, siempre seria lo que era.
–Deja de suplicarle a esa cosa…
Gruño entre dientes el pálido joven que se encontraba sujetándose del árbol. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al ver la forma en que los orbes miel se deslizaban lentamente sobre su cuerpo, para después abrirse aterrados al posarse en el brazo que lo estaba ayudando a sujetarse. El murmullo de un 'Clack' y el insistente eco de apresurados pasos, le arranco de la incómoda sensación de vértigo que se estaba apoderando de su cuerpo. Las náuseas en su estómago al haber cambiado de forma tan repentina resonaban en todas las partes de su ser, junto a la extraña calidez que se había aferrado a su costado al ser guiado por la joven mujer hacia el círculo mágico.
–¡Si serás idiota!
Chillo alarmada la bruja al mismo tiempo que lo ayudaba a recostarse en el suelo, para tomar apresuradamente la runa que había movido para hacerlo entrar en la barrera mágica. Una parte de él quería reír socarronamente al saberse el depredador, que había sido invitado a corromper el santuario de su inocente presa. Un siseo escapo de los pálidos labios del joven pelicastaño, al ver la forma en que las delicadas manos de la hechicera se deslizaban sobre la abierta herida en su brazo. La sangre había empezado a brotar nuevamente con su cambio de forma y ahora tendría que empezar el largo proceso de intentar controlar su flujo sanguíneo, para no seguir sangrando de semejante modo.
–¿¡Qué diablos estabas pensando!?
Grito la furiosa chica, al mismo tiempo que sus manos se deslizaban gentilmente sobre la abierta piel. Asegurándose de que el vibrante resplandor verde, que escapaba de sus dedos se hundiera en la pálida extremidad del joven que había aparecido de la nada. Un calmado suspiro escapo de sus labios al ver la forma en que la herida se cerraba lentamente, sin dejar rastro alguno sobre la blanca piel marcada por una herida hecha con magia hace unos segundos atrás. Un cansado jadeo escapo de la ojimiel al mismo tiempo que posaba su furiosa mirada en los orbes rojos que no dejaban de mirarla con un extraño resplandor.
–Tus ojos…
Susurro la dueña de los orbes miel, mientras su mirada se perdía en las pupilas alargadas del joven que se encontraba prácticamente sobre su regazo, las mismas le recordaban a las pupilas de los depredadores. No sabía que hubiera un hechizo para adaptar los ojos a la oscuridad de la noche, pero tendría sentido que esa fuera la razón por la que el chico estaría moviéndose por el peligroso bosque durante ese momento. Un cansado suspiro escapo de los carmines labios de la hechicera, al mismo tiempo que dejaba que la cabeza del joven se recostara contra el piso, para acercarse a la mochila que había llevado consigo preparada para su estancia en el bosque.
–Ya deberían de dejar en paz al Dacian Draco.
Los irises rojos se mantuvieron fijos en la botella de agua, que había aparecido de la pequeña mochila en el interior de la tienda de campaña y que ahora era colocada contra sus labios. 'Bebe despacio' susurro la chica mientras el joven intentaba distinguir el aroma de las hojas que flotaban en el translucido líquido. Los resplandecientes rubíes se cerraron con pesadez al sentir la forma en que los bronceados dígitos se entrelazaban con el cabello de su nuca, la suave y cálida caricia había retumbado en lo más profundo de su ser ¿Hace cuánto tiempo no tenía contacto con otro cuerpo? Un pequeño jadeo escapo de su garganta al sentir la forma en que los dedos masajeaban gentilmente esa parte de su cuero cabelludo.
–Juro que el resto de ustedes, tiene un deseo de muerte en potencia.
Un pequeño gruñido escapo del dueño de los orbes rojos al sentir como uno de los dedos de la hechicera empujaba su frente para que se quedara recostado de nuevo en el suelo. Un cansado suspiro escapo del ojicarmin al sentir como su estómago empezaba a asentarse junto a la sensación de las náuseas y el dolor que desaparecían lentamente de su exhausto cuerpo. La relajante sensación del fuego brindándole calor, y los dedos que sujetaban su antebrazo cuidadosamente como si estuvieran verificando nuevamente que se encontrara en perfecto estado, junto al suave susurro de la femenina voz 'Descansa estamos a salvo' fue la última sensación que recordó antes de ceder al control de Morfeo.
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El murmullo de la brisa soplando gentilmente y el crujir de la madera siendo devorada por las llamas, junto a la suave respiración de otro ser que no es el, son lo primero de lo que el joven se percató al abrir repentinamente los ojos. El pelicastaño se incorporó de golpe al ver la resplandeciente luna en el cielo ante sus adormilados ojos ¿Cuánto tiempo tenia dormido? Sus orbes se deslizaron rápidamente sobre el campamento, buscando a la hechicera con la que se había encontrado antes de caer rendido. El suave murmullo de movimiento en el interior de la tienda de campaña resonó en sus sensibles oídos.
–¿Te sientes mejor?
Pregunto la dueña de los orbes miel, al mismo tiempo que salía del interior del refugio. La mirada del joven se colocó sobre la mujer que se arrodillo a su costado, para tomar de nuevo su brazo y deslizar sus dedos contra la piel que había estado herida. Un extraño escalofrío le recorrió el cuerpo al sentir la insistente, pero al mismo tiempo cuidadosa caricia sobre su piel. Los orbes de la hechicera se posaron en los propios, jalando un poco sus parpados inferiores para poder ver sus ojos, y finalmente coloco su antebrazo contra su frente buscando verificar que no hubiera subido su temperatura, como podía llegar a pasar con la magia de ciertas criaturas mágicas.
–Pareces estar bien, tienes mucha suerte.
Murmuro la joven al mismo tiempo que le arrojaba una mirada molesta, y colocaba las manos sobre sus caderas. Esos orbes que parecían querer devorarlo vivo se mantenían fijos en su persona, mientras que esos llamativos labios le dejaban escuchar una dominante voz, llena de reclamos sobre cómo debía de ser un completo idiota, para atreverse a enfrentarse al Dacian Draco en plena noche de presentación a las criaturas mágicas. El pelicastaño trago saliva en seco, la extraña sensación de calidez en su interior ¿Se debería acaso a la abierta preocupación que la hechicera le estaba mostrando? El par de rubíes se entrecerró en un gesto lleno de incertidumbre ¿Cuando había sido la última vez que alguien se había preocupado por él?
–No eres la persona indicada para criticarme, tú también estas aquí.
Gruño abiertamente el pelicastaño, al mismo tiempo que le dirigía una fría mirada a la joven frente a él, sus labios se hicieron levemente hacia atrás mostrando los dientes. Todos los hechiceros, absolutamente todos los que entraban en el bosque lo hacían con la esperanza de atraparlo. Esta mujer no sería diferente, la prueba de esto es que se encontraba aquí 'Estoy aquí por tontos como tú' comento con un tono molesto la ojimiel, al mismo tiempo que le devolvía la molesta mirada que él le había dedicado. El joven pestañeo incrédulamente al ver como la hechicera tomaba su brazo y le enseñaba la extremidad sin ningún rasguño.
–Soy una sanadora, así que necesito un familiar que me pueda complementar.
Añadió en un tono fastidiado la molesta voz de la ojimiel, mientras le dirigía una mirada llena de molestia y cansancio 'No todos vamos por ahí usando magia de ataque' un enorme sonrojo se apodero de las facciones del pálido joven, al mismo tiempo que gruñía entre dientes sobre como la hechicera era más grosera e insolente, que el ultimo que había encontrado hace unas horas atrás. Sus ojos se posaron sobre la cerrada herida, al mismo tiempo que flexionaba los dedos abriendo y cerrando su puño. Para después girar su muñeca, admitiría que no había la más mínima molestia en su extremidad.
–El mana del Dracian Drako, se desperdiciaría en una sanadora.
Menciono la ojimiel como si la sola idea de buscar a la criatura fuera algo absurdo para ella. Un leve murmullo metálico resonó en los oídos del ojicarmin, para dirigir la mirada hacia el extraño paquete que era abierto por la morena, mismo que fue extendido en su dirección. Un agradable y familiar aroma escapaba insistentemente del envoltorio de metal, haciendo que una de las cejas del joven se arqueara en un gesto incrédulo, mientras aceptaba el suave pan que le era ofrecido por la hechicera. ¿En verdad lo alimentaria y después lo devolvería al bosque? Como si él fuera una criatura igual que ese cobarde conejo, que no podría defender absolutamente nada que por derecho le perteneciera.
– Mi nombre es Vladimir…
Gruño entre dientes el pelicastaño, justificándose a sí mismo el compartir su nombre para que no lo volvieran a ofender como hace unas horas atrás, para después morder el dulce pan que le llenaba de nostalgia el corazón ¿Cuándo había sido la última vez que había disfrutado del dulce y suave Cozonac de nueces? Su lengua se deslizo sobre sus labios, intentando recuperar todos los granos de azúcar que habían escapado del pan, y que se habían pegado a su boca. El rostro del pelicastaño giro levemente, al ver la divertida sonrisa que se había apoderado de las facciones bronceadas de la bruja con la que se encontraba.
–Eres demasiado lindo, como para arriesgar tu pellejo por un contrato.
Menciono la joven intentando disimular su risa al ver la forma en que los ojos rojos se abrían incrédulamente, sin percatarse del azúcar que aún quedaba pegaba a su nariz y a sus labios. Rafaela carraspeo levemente intentando no reírse del joven, a la par que colocaba una manzana roja en el piso. Sus piernas tomaron la misma posición, que había aprendido a la perfección para presentarse; con un lento movimiento se sentó sobre sus piernas, y deslizo sus manos contra la roja piel asegurándose de colocar su magia en el fruto, formando su ofrenda para que fuera aceptada por la criatura que se encontraba aun en el interior de la barrera mágica, mientras miraba al pelicastaño una vez más a los ojos
– Deberías quedarte conmigo, en vez de arriesgarte una vez más.
Con un suave suspiro, la ojimiel deja la manzana fija en el lugar donde ha preparado la ofrenda, es en este mismo punto que si su obsequió es aceptado, debe de venir a celebrar el contrato impuesto por la criatura para formar el lazo que los unirá por toda la vida. Con un rápido movimiento la bronceada mujer se pone de pie para entrar a la casa de campaña, buscando asegurarse de que el pequeño conejito se encuentra bien, ya que no ha salido desde que Vladimir entro en la barrera mágica.
Con un simple vistazo a la agazapada criatura oculta entre las cobijas, la dueña de la cabellera castaña asoma la cabeza para hacer una pregunta a su silencioso acompañante. Un cansado suspiro escapa de los carmines labios de la hechicera al no ver rastro alguno del pelicastaño y que su barrera sigue intacta, lo que le dice que ahora que esta en buen estado, el joven probablemente ha decidido seguir cazando al Dacian Draco en la profundidad del bosque. Con una negación de cabeza, la ojimiel vuelve a entrar en la casa de campaña para acurrucarse finalmente entre las cobijas y la bolsa de dormir, intentando calmar al aterrado conejo que tiembla como una maraca entre las cobijas. Solo queda esperar hasta el amanecer para saber que le deparara el destino.
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El suave suspiro del viento meciendo las hojas de los arboles resonaba en el silencioso claro, junto al suave murmullo del latir de un tranquilo corazón. La noche avanzaba lentamente, para dar paso en unas cuantas horas al crepúsculo del amanecer, y con esto la presentación de los hechiceros llegaría a su fin. Aquellos que no consiguieran un familiar, tendrían que esperar a la próxima oportunidad o decidir si harían crecer su talento sin la ayuda extra prestada por una criatura mágica. Un suave suspiro escapo de la joven hechicera, que se encontraba inocentemente dormida dentro de la tienda de campaña, descansando plácidamente en su bolsa de dormir.
El casi imperceptible 'thump' de algo rodando en el interior del refugio de la hechicera rompió repentinamente el silencio, una verde manzana rodo del interior de la casa de campaña, seguida por el pequeño conejo verde que empujaba tranquilamente la fruta, hasta verla salir del alcance del circulo mágico. Sus pequeños ojos se posaron sobre la encantadora y voluptuosa manzana roja. Su nariz podía olfatear el dulce aroma que se desprendía del jugoso fruto, el mismo que había sido colocado en el piso como una ofrenda para llevar acabo un contrato. Una ofrenda única y exclusivamente para él, ya que no había nadie más en los alrededores para tomarla.
El pequeño conejo coloco una de sus patitas contra su barbilla en un gesto pensativo. No le parecía mala la idea de aceptar estar con un hechicero, que tendría que cubrir todas sus necesidades. Aunque estaría atado para siempre con dicho humano, hasta que su muerte los separara. La pequeña criatura se encogió de hombros restándole importancia a la decisión, y empujo la manzana hasta que saliera del circulo mágico, para finalmente salir de la seguridad que le brindaba la barrera del resto del bosque. Podía primero comer la ofrenda y después decidir si en verdad serviría a una humana, o podía simplemente no aparecer a la cita durante la noche sin luna y así evadir formar el contrato con la hechicera.
La criaturilla se relamió los bigotes mientras empujaba su botín hacia los arbustos, ahora que el amo del bosque no debía estar en las cercanías podría llegar tranquilamente a su escondite, y disfrutar de los frutos de su labor. Podría comer hasta hartarse, un pequeño sonrojo se apodero de sus mejillas al imaginarse el sabor de ambas manzanas, mas al recordar que una de ellas estaba embebida en la magia de un hechicero. El repentino sonido de las hojas de un arbusto removiéndose le hizo empujar con más ahincó la fruta, esperando alejarse de lo que fuera que se encontraba en las cercanías. Había un aroma raro en los alrededores, pero no lo podía distinguir del todo ya que el distintivo aroma del lobo dragón aun se encontraba pululando en el ambiente.
–Eso me pertenece…
Un sonoro chillido escapo del pequeño conejo al escuchar la voz que se mezclaba con un agresivo gruñido, y que parecía provenir de todas direcciones al mismo tiempo. Sus orejas se hicieron hacia atrás en un gesto lleno de miedo, al saber que había algo ahí que no podía sentir del todo. Sus pequeños ojos se deslizaron por los alrededores intentando encontrar a la otra criatura que estaba en las cercanías, su pequeño corazón latía fuera de control de tal modo que podía escuchar el rítmico 'thump' que parecía resonar en los alrededores.
–Ella me miro a los ojos…
Un escalofrío recorrió la pequeña figura de la criatura al darse vuelta, para mirar al humano que se encontraba de pie detrás de él. Sus pequeñas patas dieron algunos pasos hacia atrás al entender que el aroma del señor del bosque se encontraba en el lugar, porque seguía aquí y no porque este aún no se dispersara. Los resplandecientes rubíes que se mantenían fijos en su persona, se entrecerraron en un gesto lleno de malicia al mismo tiempo que temblaba al ver los afilados colmillos que no deberían de existir en la boca de ningún humano. Y sin pensarlo dos veces la criaturita salió corriendo para ocultarse del Dacian Draco al que todos los seres del bosque temían.
Un resoplido escapo de los labios de la silueta del pelicastaño, al mismo tiempo que extendía un brazo para tomar la resplandeciente manzana roja de la que se desprendía el fragante y dulce aroma natural de la fruta, el mismo que se entremezclaba con el de la magia que había sido colocada tan amorosamente en esta. Los afilados incisivos de la criatura convertida en humano se hundieron en la jugosa carne del fruto, disfrutando el exagerado sabor dulce que se desprendía de la primera oferta que había aceptado desde que tenia uso de memoria y facultad sobre sí mismo.
Su lengua se deslizo lentamente sobre sus labios, asegurándose de no desperdiciar ni una gota de lo que había sido ofrecido a el tan abiertamente. Sus rojos orbes se cerraron, mientras memorizaba el aroma y el sabor de la magia de la hechicera, que había decidido aceptar como su compañera. Mientras el viento arrastraba sus palabras a un par de oídos, que se encontraban incapaces de escuchar la confirmación del inicio del contrato que se llevaría a cabo.
–Quiero quedarme contigo…
Continuara…
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Hybrid-Virus
Yo! Buen día lectores, espero que se encuentren bien y que estén teniendo un excelente día. Este fanfic salió un poco mas tarde de lo esperado, se suponía que fuera un oneshot pero antes de darme cuenta ya había llegado a las cinco mil palabras. Así que tenía que dividirlo, sí o sí. Los hechiceros suelen tener familiares que les ayudan a ser más fuertes o incluso a vivir muchísimos años, dependiendo el fandom hay diferentes métodos de conseguirlos, pero yo he tomado esto como base.
Todo inicia cuando el hechicero se presenta, el mismo tiene que mostrar su valía al igual que su talento, ofrecer algo a la criatura mágica para hacer que le agrade, y finalmente se hace una ofrenda extra, con la que el familiar decide si permanecer con el hechicero o no. Así que Rafaela hace todo eso con Mint Bunny esperando llevarlo con ella a la ciudad, y así crecer más como la mejor sanadora y fabricante de pociones o encantamientos del lugar.
Pero en su confusión de suponer que Vladimir es uno de sus compañeros de la academia, hace las mismas cosas con él, demuestra que es apta al llegar a lo profundo del bosque, lo ayuda sanándolo de la herida provocada por Alfred, lo alimenta con algo que le gusta, se muestra preocupada por él, le da contacto humano sin tener miedo alguno, cuando se encontraba inconsciente no se aprovechó de él y después lo deja ir.
El momento más importante es cuando la mexicana prepara la ofrenda. Rafaela se presenta como alguien dispuesto a hacer un contrato del mismo modo que hizo con Mint Bunny, sin miedo alguno mira a Vladimir a los ojos, después le dice que se quede con ella. Así que técnicamente Vladimir está en lo correcto cuando le dice a Mint Bunny que esa ofrenda le pertenece a él y es por lo mismo que en el momento en que el conejo la deja, decide iniciar el contrato en vez de esperar al amanecer como usualmente se hace frente a los ojos del hechicero. Otra opción es aceptar la ofrenda en la noche y así el mago tendría que esperar hasta la noche de luna nueva para conocer al familiar que lo ha aceptado, que es lo que ha pasado en este caso.
El Dacian Draco fue utilizado por los Dacianos como estandarte, de ahí apareció la leyenda de dicha criatura en la mitología rumana, parte lobo, serpiente y dragón. Los Dacianos se hacían llamar lobos, por lo que algunas leyendas mencionan que eran capaces de cambiar de forma justamente a un lobo. Por lo que eran conocidos como "Los guerreros lobo" Tomando en cuenta que todos los dragones de la mitología rumana tienen algo en común y eso es que les gustaba secuestrar doncellas para casarse con ellas o simplemente retenerlas a su lado, era bastante obvio que Vladimir se iría con Rafaela.
Hablaremos un poco más de la apariencia de Vladimir en el siguiente capítulo, que es cuándo podremos verlo en su forma verdadera. Por lo pronto podemos decir que es mucho más grande que un lobo normal y su pelaje es de color blanco, esto ya que en las mismas leyendas hacían mención sobre un lobo blanco que luchaba junto al ejercito Daciano.
Sin más por el momento, dejen un review y nos vemos en la próxima actualización.
¿Dudas? ¿Comentarios? ¿Critica? ¿Etc.? ¡Ya saben qué hacer, envíen un review!
"Formemos parte de la línea de reviews, cuando leamos un fanfic con un personaje que nos gusta y no es muy común ver, de un fandom olvidado o de una historia que nos guste; dejemos un review, porque esa persona escribe para nosotros y que mejor forma de inspirarla y darle combustible para seguir"
