¡Hemos vuelto! Perdonadme por haber desaparecido por un largo tiempo, pero estoy bien, ¿vale? No ha pasado nada grave, solo fue un tiempo lejos de la inspiración y hundiéndome en el estrés que me da vivir en España. Venga, pues que estoy aquí otra vez para brindaros esta historia de Halloween: un especial de cinco partes. Las historias de las otras parejas están siendo publicadas simultáneamente (las iré publicando durante el día, incluso si es necesario que me quede hasta la madrugada, pero todas estarán hoy).

Esta historia está inspirada en "ocean eyes" de Billie Eilish. ¡Disfrutad!

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PROFUNDOS
ojos oceánicos

OO

"I've been watching you for some time.
Can't stop staring at those oceans eyes"

La "solidaridad" era algo de lo que cada ciudadano de Townsville estaba orgulloso de poseer. Es por eso, que en la ciudad celebraban una "fiesta cultural" en torno al concepto de solidaridad, algo tan característico que lo hacían feriado. Todos los 13 de septiembre lo celebraban. Una vez que iniciaba el noveno mes del año, podíais ver panfletos por la ciudad, desde el día uno. Y de eso era testigo la misma Bubbles, quien caminaba por la avenida principal luego de haber ido de compras, a modo de despejar su mente.

A su alrededor, de verdad se había formado una conmoción, todos querían asistir, sobre todo por la temática que se había escogido para ese año: disfraces. La idea de las temáticas era ayudar a aquellos comerciantes de establecimientos pequeños que vendieran ropa, maquillaje alternativo, ¡incluso esencias y jabones! Cualquier tipo de compra a los comercios afiliados demostraría la solidaridad de la ciudad. Con respecto a los que vendían alimentos, la idea era que en la fiesta se comiera mucho. Pensar en ello, le dio un poco de risa a la chica rubia que arreglaba un poco de su cabello mientras caminaba por fuera de un local de comida rápida.

Se dio cuenta de que los panfletos ya estaban por toda la avenida principal, y cada vez ponían más. Ese día en que precisamente había salido de casa para despejar su atormentada y cansada mente, se encontró con cierta presión a su alrededor. El constante recordatorio de que debía estar en cierto lugar, a cierta hora no le hacía mucha gracia. Adoraba las fiestas, le gustaba relacionarse con la gente, mas detestaba que todo eso se sintiera como una mera obligación por el rol que ella y sus hermanas cumplían en su adorada Townsville. Por si no fuera poco, todos los ciudadanos debían asistir, por ende, los hogares estarían completamente vacíos. Lo que comenzaba a preocupar a la gente, era que la delincuencia "actuara" y se vieran afectados.

"Imaginad que la gente piensa así mientras celebran su solidaridad", pensó ella arrugando un poco su nariz. Había comenzado a oler a podrido.

Y con podrido se le vino a la cabeza la policía, esa entidad de seguridad que, últimamente, no estaba gozando de la mejor de las reputaciones. No es un secreto para nadie en la ciudad que han reaccionado de manera muy cuestionable a la hora de acusar a un ladrón o la manera en la que son llamados para echar a la gente de la calle que ha decidido asentarse en algún descampado.

Es ahí donde Bubbles se dio cuenta de que nació con un corazón demasiado blando, porque era capaz de sentir compasión por todo el jodido mundo. Podías ponerle una excusa ridícula, inviable, pero ella igual te creería, en el fondo de su corazón lo haría, y con ello, tendrías ganado cierto respeto de su parte, o bien, te excusaría ante los demás. El arma era de doble filo: por una parte, lograba comprender todos los contextos, por el otro, la hacían tonta con suma facilidad. Fue entonces cuando un grito la saca de sus pensamientos y hace que detenga su caminar:

—¡Vamos, que nos quedan unos diez y terminamos, chicos!

Por la vereda del frente, la que guiaba a la estación de subte, pudo ver a los conocidos "Rowdyruff Boys", los hijos de Jojo. Si no la conocías, no podías saber a cuál de los tres era a quién le estaba prestando atención, aunque no era muy difícil de adivinar, ya que varios de los ciudadanos de Townsville les habían visto hablar un par de veces, incluso de manera formal: Boomer Jojo, el rubiecito que tenía la apariencia infantil pero que, en realidad, podía ser un completo demonio cuando se lo proponía.

Boomer Jojo, en compañía de sus hermanos, estaban pegando los panfletos alusivos a la fiesta de la ciudad. Bubbles los observaba, pero su atención no duraría mucho, ya que les había enviado un mensaje a sus hermanas, quienes le habían confirmado de que pasarían pronto por ella, en compañía de su padre. Como sabía que no se demorarían mucho en llegar, se acercó a la parada de buses, quedando a unos metros de la misma para que pudieran aparcar sin preocupaciones por estar violando alguna ley de tránsito.

Fue entonces que vuelve a mirar a los tres hermanos y nota que Boomer le correspondió la mirada, por un par de segundos. Alcanzó a sonreírle, él le correspondió y desvió su atención de inmediato. Es como si él estuviera esperando que le viera, al menos eso creyó Bubbles.

Ambos se conocían, no se caían mal, de hecho, individualmente pensaban que el otro era una persona idónea con la cual mantener una conversación incluso si es solo del clima. No obstante, eran indiferentes el uno del otro al final del día. A pesar de que se veían en los recintos de ayuda comunitaria, donde Boomer pagaba por sus crímenes de vandalismo, y Bubbles hacía su voluntariado que, al final del día, le traía beneficios en su expediente académico y social, no se consideraban un amigo para el otro. Esa palabra era todavía un poco grande.

En ese momento, Bubbles se dio cuenta de que él estaba haciendo el trabajo social debido a su condena, tal vez, había hecho algún otro acto de "vandalismo". Sin embargo, al verle tan tranquilo, pensó en que no le suponía un suplicio como sí fue, en un principio, trabajar con los niños del orfanato el Halloween del año pasado.

Ahí estaba de nuevo, su corazón blando. Estaba sintiendo empatía, lo cual no era malo, el problema es que ella solía sentirse así con la gran mayoría, ya que todos tenían sus límites, ella no podría tener compasión por un violador. Estaba bien tener compasión, pero no todo el tiempo. Vaya, ¿tanto podía pensar estando sola? Volvió a mirar a su entorno, sobre todo al ajetreado movimiento de la ciudad.

Los "RRB" parecían estar por irse, no, no parecían, ya se iban: tomaron sus cosas, cerraron sus mochilas, y comenzaron a caminar, liderados por el pelirrojo Brick. Boomer, quien iba al último, se volteó hacia ella para dedicarle una última mirada y una pequeña y disimulada reverencia con la cabeza, a modo de despedirse.

Volvía a quedarse sola, a la espera de que vinieran a por ella, aprovechó para pensar bien qué disfraz usaría. ¿Haría caso y tomaría la idea del "cosplay"? ¿O querría incursionar en su amor por el maquillaje y arriesgarse con la idea que tenía en su cabeza? Miró la bolsa de compras, ahí tenía las sombras necesarias, pero le faltaba la confianza para atreverse a usarlas. Luego pensó: ¿su padre también iría? De ser así, sería buena idea que se activaran las alarmas de seguridad de la casa...

Chasqueó la lengua al darse cuenta de que estaba insinuando en que alguien podría entrar a robar a su propiedad. Ahí no tenía corazón, ¿verdad? Qué patética se sentía, incluso cuando no lo era. Más que patética, sentía que era una hipócrita. Sí, Bubbles se definiría a sí misma como una gran hipócrita.

Miró hacia la calle y notó que el coche de su padre ya hacía aparición. Se acercó para evitar generar más tráfico y así pudieran irse por las pistas centrales y así acortar camino.

—Gracias —le dice luego de abrochar su cinturón.

—¿Cómo te fue? —le preguntó su padre con un suave tono de voz.

—Bastante bien, sí —asintió con lentitud.

—¿Compraste todo lo necesario?

—Sí.

—¿Te encuentras bien? Estás algo distraída.

De reojo, observó a la calle que estaba a su derecha, esperando inútilmente reencontrarse con esa mirada conocida.

—Solo estoy cansada —dijo antes de suspirar—. Las compras absorben mi vitalidad, además de mi dinero.

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Boomer no estaba interesado en las chicas, en ninguna, en realidad, ni siquiera en Bubbles, incluso si sus hermanos y el resto de los conocidos del reformatorio decían que ella era la más linda de las tres, Boomer no mostraba ningún interés en estar de acuerdo o en desacuerdo con esa información. De hecho, le era muy irrelevante. Para sus adentros dejaba su respuesta: sí, pensaba que era linda, pero no se atrevería a decir las otras cosas que decían sus conocidos. Eran palabras con las cuales él no estaba familiarizado. No la llevaría a una cita, no tendría un encuentro romántico, simplemente, no le iban ese tipo de cosas. Sí, afirmaba que era bonita porque el no estar interesado en relaciones no significaba que estuviese ciego.

—Una fiesta, eh —decía Butch trayéndolo a la realidad—. Interesante, me gustaría ir.

—¿Es que sigues con eso, tío? Que te lo he dicho millones de veces: no iremos —le replicó Brick.

—Venga, ¡pues que me lo dices una vez más!

—Joder, ¡qué voy a hacer contigo! De verdad que no entiendes.

Boomer siguió pegando sus afiches en el muro que conducía al parque japonés de Townsville. Eran los últimos del día, algo que le daba alivio porque ya no aguantaba las discusiones que estaban teniendo sus hermanos. Cada vez que llegaban a casa, se calmaban y hacían como si nada hubiese pasado. Bueno, tampoco es como si fuesen discusiones fuertes, es solo que la terquedad de Butch sacaba un poco de quicio a Brick, y como ambos eran impulsivos, no había manera de calmarlos. A veces, Boomer deseaba que se callaran de una vez y terminaran sus trabajos en paz. Sin embargo, se daba cuenta, después, de que sin ellos a su lado, haciendo sus escenas, tendría la cabeza en un lugar remoto, y no, no se permitiría visitar ese lugar estando en público.

En silencio, terminó de pegar el afiche y caminó un poco lejos de sus hermanos, quienes al darse cuenta de que terminó, le gritaron que les esperara para que se fueran todos juntos. Boomer hizo caso y miró el camino lleno de coches, de gente estresada, y de gente prejuiciosa. No sabía cómo explicarlo, pero sentía que su integridad física corría peligro todos los malditos días.

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Bubbles despertó a mitad de la noche, a las tres de la madrugada, sintió una pequeña presión en su pecho, pero en lugar de calmarse, se puso de pie y tomó el cuaderno de dibujo que reposaba en su escritorio. Con portaminas en mano comenzó a dibujar, con un rápido movimiento de mano y dando lo mejor que le permitía el estar despierta a esa hora, aquel ojo lloroso que vio en su sueño. Finalmente, obtuvo el boceto, y fue más que suficiente para mantener viva su idea; ya lo dibujaría con más detalles en algún otro momento.

Dios, qué calma le daba saber que logró grabar esa imagen para poder plasmarla en el papel. Mirando las líneas trazadas, algunas más torpes que otra, suspiró algo pesado y preguntó en un susurro casi inaudible hasta para ella misma:

—¿Quién serás? —tal y como hacía cada vez que le pasaba aquello.

Como sabía que no obtendría respuesta, dio vuelta la hoja, escribió la fecha de esa madrugada, lo guardó en una de las carpetas que mantenía llena de esos dibujos, y volvió a la cama. Sabía que, tarde o temprano, obtendría la respuesta a su pregunta.

"Te he estado observando por un tiempo.
No puedo dejar de mirar esos ojos oceánicos"

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¡Nos leemos en la próxima actualización! Recordad que podéis seguirme en instagram, o simplemente pasar a mirar si he publicado la siguiente parte, mi cuenta es pública: soymariposamonarca

¡Hasta pronto!