Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es iambeagle, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is iambeagle, I'm just translating her amazing words.


Thank you Meg for giving me the chance to share your story in another language!

Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Capítulo 1

—Oh, sigues despierta —dice Edward al cruzar la puerta principal, un poco después de las diez.

Me siento en el sofá y pauso el programa que estoy viendo. Aunque estoy exhausta debido a la larga semana de trabajo y la botella de vino que casi me acabé, quería esperarlo ya que cuando yo me fui a trabajar esta mañana él seguía durmiendo.

—Sigo despierta —respondo entre bostezos—. Te extrañé. Creí que llegarías más temprano a casa.

—Lo sé, lo siento. Te envié un mensaje. —Se quita la chaqueta de mezclilla y vacía los contenidos de sus bolsillos antes de sentarse junto a mí. Teléfono, llaves, un encendedor y una caja turquesa de American Spirits llenan la mesita de centro—. ¿Comiste?

—Sí. —Asiento—. Dejé lo que quedó en el refrigerador si quieres.

—No tengo hambre. —Se acerca a mí para besarme, sabe a whisky y cigarrillos. El aroma mohoso de la marihuana se aferra a su camiseta negra deslavada.

—¿Estuviste con los chicos? —pregunto, besándolo una vez más antes de estirarme sobre el sofá de modo que mis pies quedan sobre su regazo.

Sonríe.

—Sí.

—¿Qué? —pregunto, imitando su sonrisa—. ¿Por qué te ves tan feliz?

—Renuncié —dice, sus ojos están un poco nublados.

—¿Renunciaste a qué?

Agarra uno de mis pies y aplica presión en el arco con su pulgar. Me relajo un poco viendo su antebrazo tatuado flexionarse con cada apretón.

—Renuncié a mi trabajo —dice al fin.

—¿Qué? —Sacudo la cabeza, un poco confundida—. ¿Por qué?

—Paul estaba fastidiándome porque me voy a ir de gira, y empezó a darme indirectas de que no iba a guardarme el trabajo hasta que regresara. Se volvió todo un problema y me harté así que… renuncié.

—Pero te encantaba tu trabajo. —Ni siquiera sé si esto es verdad, pero de todas formas lo digo. La mayoría del tiempo se queja de su trabajo de barman. No es exactamente una profesión glamorosa, pero gana dinero suficiente tan solo con las propinas, y la habilidad de tener sus días libres para trabajar en su música es una gran ventaja.

—Amo más a la banda.

Me doy cuenta de que su noche improvisada con los chicos fue probablemente una celebración de su recién adquirida libertad. Me duele un poco que yo apenas estoy enterándome de esto, horas después.

—¿Qué hay del dinero? —cuestiono, todavía no estoy convencida de que haya tomado la mejor decisión. Me pregunto qué tanto fue por orgullo y qué tanto fue por puro impulso.

—No es como que no esté ganando dinero tocando en los shows. Estaremos bien. —Se levanta del sofá para agarrar una cerveza, luego se sienta a mi lado.

—¿Qué hay de la renta?

Se ríe, pero no es exactamente una risa de humor.

—¿Qué hay con eso?

—¿No crees que es una decisión que debiste haberme consultado primero? Vivimos juntos. No eres el único al que le afecta esto.

—No es como que Paul me fuera a pagar por irme de gira —señala, abriendo la cerveza—. Tengo dinero ahorrado. Y ya habíamos acordado que ibas a rentar la habitación extra mientras yo no estoy para complementar mi parte de la renta.

—Claro. Ese es el plan.

En realidad, fue su idea y yo acepté. Pero luego fui yo la que tuvo que buscar al compañero de casa. Era yo la que tenía que reunirme con extraños, intentando encontrar a la persona adecuada para que viviera conmigo de junio a septiembre. Supongo que tenía sentido, de todas maneras, era yo la que estaría viviendo con esa persona. Solo desearía que él estuviera un poco más involucrado en todo el proceso.

Al final, encontré a alguien para que se mude aquí dos de los cuatro meses que él no estará. Es la amiga de una amiga, así que por suerte no tengo que preocuparme por vivir con un completo desconocido.

Edward bebe de la lata, mirándome.

—¿Por qué te portas tan raro?

Me muevo en el sofá para sentarme.

—Es que… renunciar a tu trabajo parece una decisión precipitada. No sé.

—Pues no lo es. He estado pensando en renunciar desde hace tiempo.

—Nunca me lo contaste —murmuro, un tanto herida. Siento que esto es algo que debí haber sabido antes de que sucediera. Siento que esto es algo que él debió haberme confiado, pero no lo hizo. Y ni siquiera me enteré hasta horas después, como si decirme no hubiera estado en su radar.

—Nunca me lo preguntaste —dice simplemente.

—¿Qué? ¿Se supone que debo leerte la mente? ¿Preguntarte de repente si estás pensando en renunciar a tu trabajo?

—No, solo me refiero a que en realidad no hablamos del trabajo.

—Sí hablamos del trabajo —me defiendo. Su trabajo consiste en noches largas, y mi trabajo de maestra en primaria consiste en mañanas tempranas. No siempre hay mucho que compartir, pero definitivamente nos desahogamos entre nosotros.

—Está bien. —Otro trago a la cerveza—. Usualmente hablamos de otras cosas.

—¿Como qué? —Ni siquiera sé por qué lo pregunto, pero cuando se encoge de hombros y no responde me hace sentir todavía peor.

Me quedo callada por un momento y dejo que sus palabras, o falta de ellas, se asimilen. No sé por qué me siento tan frustrada por esto, pero las cosas se sienten un poco raras y no sé si pueda dejarlo pasar. En unos días él se irá por cuatro meses. Tal vez ahora no es el momento de discutir todos nuestros problemas. O tal vez es el mejor momento. Tal vez es mejor que todo esto salga ahora, en vez de que salga en FaceTime mientras él está borracho y drogado por haber tocado en un show, y yo esté en casa sola y extrañándolo.

—¿En qué vas a trabajar cuando regreses de la gira? —pregunto.

Se ríe, pero esta vez hay humor en su risa.

—No sé. ¿Encontrar otro trabajo de barman? En realidad no estoy pensando tan a futuro.

—Uh.

—¿Qué?

—¿No deberías pensarlo?

—Seguro, supongo, pero no se siente como una prioridad.

—Entonces, ¿qué es lo que se siente como una prioridad? —reclamo.

—Irme a la gira. Reservar shows. Exhibir nuestro nombre. —Enlista las cosas más importantes para él, pero todo lo que escucho es que yo no soy una de ellas.

Podría dejarlo pasar. Quitarle importancia. Ser la chica buena onda. Fingir que no importa. Pero sí importa y quiero saber que yo importo para él.

—¿Yo no soy una prioridad? —pregunto en voz baja.

—No sabía que estábamos hablando de ti —murmura con el ceño fruncido—. Por supuesto que eres una prioridad.

—Siento que soy un pensamiento de último momento —murmuro.

Echa la cabeza hacia atrás para mirar el techo, la agitación irradia de él.

—No empieces.

—¿Qué?

—No seas esa chica, Bella. No.

—¿Cuál chica? —cuestiono, ya estoy a la defensiva.

—Jasper dijo que Alice inició una puta pelea con él la otra noche. Emmett y Rose también se pelearon. El que nos vayamos a ir por unos meses no significa que todo va a cambiar. No te desquites y empieces a pelear conmigo.

—Ni siquiera tengo idea de qué estás hablando —exclamo—. Estoy enojada porque no me dijiste que ibas a renunciar a tu trabajo. Esto no tiene nada que ver con mis inseguridades respecto a tu viaje. Así que no intentes hacerlo parecer así.

—Bien. —Suspira—. Bueno, lamento no habértelo dicho. No lo planeé. Solo pasó.

Podría aceptar su mediocre disculpa. Podríamos dejar esto atrás, mantener la paz y disfrutar una de nuestras últimas noches juntos. Pero no puedo detenerme de presionar más el tema al preguntar:

—Nunca planeas demasiado las cosas, ¿cierto?

Entrecierra ligeramente los ojos.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Creo que se explica por sí solo —respondo con tranquilidad.

—¿Esta conversación otra vez? —Su risa es amarga—. ¿Qué estás haciendo, Bella? Saldré de la ciudad en dos días.

—Solo estoy diciendo que puede que quieras arreglar tus mierdas pronto. Tal vez tener un plan de respaldo para cuando regreses de la gira.

—Será fácil encontrar otro trabajo de barman. Y quién sabe qué tan larga será la gira o cuándo volveremos. Quiero ver cómo se desarrolla esto. Qué clase de contactos haremos.

Mi corazón se acelera.

—Creí que dijiste que solo te irías por cuatro meses.

—Así es.

—Entonces haz un plan para dentro de cuatro meses. No veo cuál es el problema.

—No hay ningún problema, solo que no quiero atarme si no es necesario.

—¿Qué va a pasar en la gira? No es como que vayan a saltar a la fama —digo, luego me arrepiento de inmediato porque de verdad que no pienso eso. Lo dije para lastimarlo. Sé que fue así. Lo dije para que tuviera esa exacta mirada en el rostro. Pero ahora que la tiene, no se siente tan bien como esperaba. Solo me siento inferior y rencorosa. Como toda una perra.

—Vaya. —Exhala, levantándose del sofá con la cerveza en la mano—. Gracias, Bell. De verdad aprecio tu apoyo inquebrantable.

—No pretendía decirlo así. Solo digo que es más difícil de lo que piensas…

—¿Crees que no sé eso? ¿Crees que no lo recordamos todos los días mientras nos partimos el culo intentando hacer que funcionen las cosas? ¿Cuando vemos a otras bandas de mierda saltar a la fama, y no son ni siquiera la mitad de talentosos o dedicados?

—Si es tan difícil, ¿por qué no enfocas esa energía en algo más?

—¡Porque es mi jodido sueño! —grita, con el rostro rojo y exasperado—. ¿Nunca has tenido un puto sueño?

, pienso. Pero no lo digo. Quiero casarme. Quiero tener hijos con él. Quiero que nuestra vida sea estable —saber dónde estamos parados— y quiero que él también quiera todas esas cosas. Pero él quiere una vida en la carretera. Quiere noches largas y sesiones improvisadas y escribir canciones que se quedarán con nosotros mucho después de que él se haya ido. Es admirable. De verdad que sí. Pero su sueño no me incluye, y eso me hace sentir jodidamente triste.

—Sabes lo que quiero —murmuro, las lágrimas me escuecen los ojos.

Se pasa una mano por la boca, sigue de pie.

—Sí, quieres que sea alguien que no soy.

Mi tristeza se disuelve rápidamente en enojo.

—Esa es la cosa más estúpida que he oído en mi jodida vida.

—No lo es. Quieres que tenga un trabajo de oficina que detesto. Quieres que sea miserable. No puedo hacer eso por ti, Bella. No puedo darte lo que quieres.

—Solo quiero que estés conmigo —declaro—. No quiero que seas miserable. Pero, carajo, tal vez yo te hago miserable. Tal vez es algo bueno que te vayas. Toma la carretera, pon espacio conmigo. Nos hará bien.

—No me haces miserable. Te amo. Pero a veces tus expectativas son sofocantes, y no sé cuánto tiempo más puedo soportar seguir decepcionándote.

—¡Entonces deja de decepcionarme, con un carajo! —grito—. ¿Has pensado en eso?

—No puedo ser alguien que no soy. No puedo ser tu exnovio, el pequeño Ben Cheney, el niño dorado e imbécil de corporativo. Si eso es lo que tanto quieres, ¿por qué estás conmigo? Sabes quién soy, y sabes qué es lo que no soy.

Lo miro con enojo.

—No quiero eso. Nunca quise eso. Solo te quiero a ti, pero quiero que seamos felices.

—Pero no somos felices. Cada vez que ves una publicación de una de tus amigas comprometiéndose o teniendo un bebé, o carajo, haciendo mierdas domésticas, empiezas una pelea conmigo.

—Eso no es verdad. —Si empezara una discusión cada vez que veo la vida de alguien evolucionando, pelearíamos sin parar. Las únicas veces que menciono esas cosas son cuando he bebido demasiado o cuando es alguien cercano a nosotros.

—Tal vez no deberíamos hablar de esto —murmura y desaparece en la habitación.

Me levanto de inmediato del sofá para seguirlo.

—¿Qué? ¿Ya quieres terminar esta discusión? —pregunto con incredulidad—. Te irás de la ciudad en un par de días y estarás distraído, ¿y yo me tendré que quedar aquí ahogándome en nuestra pelea sin resolver? Al carajo. No me hagas eso.

Se quita la camiseta negra y la lanza al suelo. Me quedo callada, esperando una respuesta, veo sus brazos y pecho tatuados hasta que me da la espalda.

—No podré decirte lo que quieres oír. Así que no tiene caso —murmura, agarrando una camiseta blanca de la cómoda.

—Perdóname por querer algo más para ti. Me encanta que seas músico, y que seas tan apasionado por lo que haces, pero…

—¿Quieres más para mí? —dice con desdén, se pone la camiseta por la cabeza y se pasa una mano frustrada entre el cabello—. No retuerzas así tu disculpa. Como si tú fueras la buena y yo el malo por hacer algo que amo.

—Eso no es lo que intento hacer —insisto, se me cierra la garganta con la urgencia de llorar—. Es que… supongo que desearía que me amaras tanto como amas a la banda.

—Es diferente, y lo sabes, carajo.

Regresa a la sala y lo sigo otra vez, me niego a dejar que esto termine.

—Créeme. Sé que es diferente. Siempre pones primero a la banda —le digo al sentarme en el sofá. Agarra sus cigarrillos y encendedor de la mesita de centro, como si estuviera desesperado por fumar—. Todo tu dinero, concentración, energía, todo se lo das a la banda. Esta noche ni siquiera me dijiste que habías renunciado a tu trabajo hasta horas después. ¿Cómo crees que eso me hace sentir?

—Ya te dije que lo siento —me recuerda, encogiéndose de hombros—. No lo pensé.

Y a eso se resume esto. Él no piensa en mí. No piensa en nuestro futuro o cómo nos afectarán sus decisiones. Soy su segunda opción. Siempre lo seré.

Ya estoy llorando. Detesto ser la sensible, la que termina en lágrimas durante nuestras peleas, pero no puedo evitarlo. Es agotador, tener la misma pelea una y otra vez. Es agotador amar a un hombre que no me ama de la misma manera.

—Bella… —Se acuclilla frente a mí, obligándome a verlo—. Vamos. No quiero que nuestros últimos días sean así.

—Yo no quiero que ninguno de nuestros días sea así —digo con tristeza, sollozando.

Roza mis mejillas con sus pulgares, pero estas se mantienen húmedas.

—Solo estamos pasando por una etapa difícil. Todo mejorará cuando regrese.

—No sé si puedo esperar tanto —murmuro, sacudiendo la cabeza.

Deja caer sus manos de mi cara, frunciendo el ceño.

—¿Qué carajos se supone que significa eso?

—Quiero decir… carajo. ¿No sé? ¿Se supone que debo detener mi vida por cuatro meses?

—¿Por qué detendrías tu vida? —pregunta con incredulidad.

—No estarás aquí. Quiero decir… —Me quedo callada, ni siquiera sé exactamente qué estoy diciendo. Pero esta conversación parece estarse dirigiendo a un tema que hemos estado evadiendo durante el último año.

—Dijiste que me visitarías cuando estuviéramos en la carretera —me recuerda—. Seguiremos hablando y nos veremos.

—Sí, iré a verte, o sea, una vez, pero no puedo seguirte mientras estás en gira.

—¿Por qué no?

—Porque tengo una carrera.

—En pocas semanas tendrás libre todo el verano. A menos de que hayas aceptado ese trabajo de medio tiempo en la escuela.

—No, no lo acepté, pero… quiero decir, tengo una vida.

—¿Creí que yo era tu vida? —pregunta con tristeza.

—Eres parte de mi vida, pero ¿qué caso tiene? No me estás ofreciendo nada. No me estás haciendo ninguna promesa. ¿A qué se supone que me debo aferrar?

Se pone de pie, ensanchando la nariz.

—Todo lo que te pido son cuatro meses. Déjame hacer mis cosas y vivir mi sueño por cuatro meses. ¿No puedes darme eso?

—Te lo estoy dando. Puedes tenerlo. Adelante. Vete. Como sea.

—Lo estás haciendo sonar como si termináramos. Como si no fueras a esperarme.

—¿Por qué debería hacerlo?

—¡Porque te amo, carajo! —grita—. Por eso. Porque cuando amas a alguien, haces sacrificios por su felicidad.

—También te amo. Muchísimo. Pero ¿eres feliz? —pregunto con el mentón temblando.

Sorbe por la nariz, sacudiendo la cabeza.

—Justo ahora no.

—¿Y qué hay de mi felicidad?

—Ponerte un anillo en el dedo no te hará feliz. Y no va a cambiar quién soy.

—¡No te estoy pidiendo que cambies! —grito.

Alza las manos con frustración.

—Entonces, ¿qué carajos quieres?

—No lo sé. Ya no lo sé.

—¡Maldita sea! —grita, agarrándose el cabello con los puños—. No puedo creer que estés haciendo esto ahora. Sacando a relucir todas estas mierdas. Me va a joder la cabeza. No necesito esto.

—No es como que haya planeado esto. De la misma manera en que tú no planeaste renunciar a tu trabajo. De la misma manera en que no planeas nada en absoluto.

—Oh, jódete —dice con dureza.

—Jódete —espeto en respuesta, poniéndome de pie.

No es la forma más fea en la que nos hemos hablado, pero duele más ahora que nunca antes. Tal vez porque él se irá pronto. Tal vez porque esta vez de verdad se siente que no quedará nada para nosotros después de esto.

No sé cómo llegamos aquí. A este sitio enojado, amargo y rencoroso. No siempre fue así. El primer año y medio de nuestra relación fue perfecto. Divertido y fácil, ambos estábamos muy envueltos el uno en el otro. Ha sido solo durante el último año que algunas de estas cosas han salido a relucir. Pero nunca abordamos por completo nuestros problemas, y ahora parece que es demasiado tarde.

—Tal vez no deberíamos hablar mientras no estoy —sugiere y exhalo de golpe.

—Te encantaría eso, ¿no? —Lo empujo por el pecho. No lo suficientemente fuerte para que se mueva, pero lo suficiente para que sepa que es una idea estúpida—. ¿Para que puedas tener la libertad de hacer lo que se te dé la jodida gana sin tener consecuencias?

Lo empujo otra vez y me agarra la muñeca, deteniéndome.

—¿De qué carajo estás hablando? —espeta.

—Podrías follarte a las ayudantes y putas borrachas y no sentirías culpa por tu novia que espera en casa.

—¡Nunca dije eso! —ruge—. Lamento que te sientas insegura, y que tu cerebro vaya inmediatamente a eso, pero nunca dije eso, y nunca lo he hecho, así que lo que sea que estés pensando es responsabilidad tuya.

—¡Pero sí lo has hecho! —grito, empujándole otra vez el pecho—. ¡Engañaste a tu última novia conmigo! Una vez infiel, siempre infiel, ¿cierto? Eres un tipo verdaderamente íntegro. Qué puta suerte la mía.

—No finjas que no te excitaba eso. No actúes como si no te encantara el que te deseara tanto que no pude contenerme.

Tiene razón. Me gustaba. Me encantaba la pasión y el secretismo. Me encantaba que no podía apartar su mirada de mí cuando estaba cerca, hasta que un día estábamos borrachos y cedimos el uno ante el otro. Tal vez no parece romántico, pero lo fue para mí. Aunque cuando lo recuerdo ahora, solo me parece triste y frío. Me parece mal.

—Lo hiciste una vez. ¿Por qué no lo harías otra vez? —lo provoco.

—Eso fue diferente y lo sabes. No la amaba como te amo a ti. Nunca te he engañado.

Tal vez ha sido fiel, y tal vez sí me ama. Pero no es suficiente. Eso no evita que mi cerebro conjure escenarios irracionales que me hacen arder la sangre.

—No la amabas a ella y apenas me amas a mí —murmuro—. Porque eres un jodido cabrón egoísta. Siempre lo has sido, y siempre lo serás. No sé qué carajos pensé…

Me da la espalda.

—No pienso hacer esto.

Eso me detiene de golpe.

—¿Qué?

—No me quedaré aquí parado ni te dejaré decirme todas estas mierdas. Te vas a arrepentir en la mañana, así que solo… detente. Detente con un carajo.

—¿No puedes lidiar con la verdad? —lo presiono.

—Esas son mierdas y lo sabes.

Agarra sus llaves y su teléfono, y se dirige a la puerta, pone la mano en el pomo.

—Me estás dejando —me río, pero es sin humor, y duele—. Grandioso. Bien.

—No te estoy dejando. Iré por un poco de aire. Creo que nos hará bien a los dos.

Gira el pomo y abre la puerta, y no puedo detenerme de decirlo.

—No quiero que te quedes aquí esta noche.

Se detiene dándome la espalda. Me siento derrotada. Igual que él. Tal vez es una cagada de mi parte. O tal vez es demasiado tarde. Pero sé cómo terminará esto: él irá por aire y tomará unas cervezas. Regresará borracho y yo estaré aquí, llorando y revolcándome y esperando que este sea el fin. Cuando llegue la mañana, nos despertaremos en la misma cama, sin tocarnos, hasta que él se mueva entre mis piernas para compensármelo y evadiremos nuestros problemas hasta la próxima vez.

Tal vez él tiene algo de razón. Yo tampoco puedo seguir haciendo esto.

—Si te vas, no quiero que regreses aquí —murmuro, secándome las mejillas. Mis lágrimas caen más rápido, pero mi voz suena sólida y fuerte.

Cuando se gira para verme, hay una expresión de solemnidad en su hermoso rostro.

—¿Me estás corriendo?

—Yo… no. No sé. —Nunca le he dicho que no regrese, y eso hace que se me tense el estómago a causa del miedo. Creí que me haría sentir mejor. Creí que la mirada en su rostro después de decirlo me daría alguna especie de satisfacción. Pero todo lo que logra es hacerme sentir más vacía y sola que nunca antes—. Edward…

Su expresión cambia en un instante. De confusión a amargura y luego odio. Como si viera que estoy fanfarroneando. Como si quisiera encontrar una manera de lastimarme también. Pero ya estoy sufriendo. Él no tiene que decir las siguientes palabras para lastimarme.

—Jódete. —No hay filo detrás de sus palabras, solo apatía. No hay nada con que cortarme, y eso es casi peor.

Con esas últimas palabras, cruza la puerta y ni siquiera la azota al salir.


¡Hola! Sí, aquí ando con otra traducción. Desde hace mucho que le traía ganas a esta historia, tiene 38 capítulos y la autora es Meg (Bésame, Idiota, El Procedimiento, Séptima & Pine, The Inheritance). Como pueden notar, tiene bastante drama (para lo que suelo traducir), así que agárrense porque esto se pondrá intenso. Intentaré actualizar de dos a tres veces por semana, igual saben que en el grupo de Facebook las mantengo al tanto.

Agradecimientos de siempre: a Yani por ser mi beta, a Dani por la portada y a Meg por permitirnos compartir sus historias en español ;)

¡No olviden decirme qué les pareció!