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Appetite for destruction
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Un nuevo robo al banco más importante de la Ciudad del Oeste, auguraba otro oscuro día para sus autoridades policiales, que no conseguían capturar a aquellos maleantes que, montados en motocicletas negras, vestidos con trajes del mismo color brillante y cascos (que no permitían a nadie revelar sus rostros), causaban zozobra a empresarios bancarios.
Era el cuarto banco asaltado en cuatro meses. Siempre atacaban durante la noche, para evitar que sus rostros sean captados con facilidad, aunque nunca nadie les ha visto la cara.
Es así que, a pedidos de dichos empresarios, el Rey de las Naciones (gobernante del planeta tierra) decidió solicitar la presencia de dos detectives que se encargarían de identificar y atrapar a la peligrosa y desconocida banda de asaltantes de bancos de la Ciudad del Oeste.
−¿Dónde crees que volverán a aparecer? −cuestionó a su compañero, mientras cerraba su libreta de apuntes para observar al subordinado del Rey de las Naciones retirarse.
No lo sé. Han elegido un banco distinto cada mes, es imposible saberlo ahora.
−De todos modos, fue buena idea sugerir resguardo para todos los bancos de la ciudad.
Un hombre enfundado en un traje blanco, agente de criminalística, se acercó a los hombres que continuaban compartiendo impresiones sobre su nuevo caso.
−Oficial Vegeta, encontramos algunas evidencias −informó, extendiéndole al aludido una bolsa transparente.
−¿Esto es todo? −replicó el compañero de Vegeta, arrebatándole la bolsa al recién llegado−. ¡A esto le llamas "recoger evidencia"!
−Guarda silencio Nappa, yo decido qué es importante y qué no.
El agente de criminalística encogió los hombros y dijo:
−Lo siento, esto es todo lo que pudimos encontrar.
−Sumado a lo que encontraron en los otros bancos, tenemos: dos banditas para cubrir heridas y dos cabellos. Vaya trabajo…
−¡Nappa, cierra la boca de una buena vez!
Vegeta le arrebató la bolsa plástica a su asistente, furioso por sus impertinentes palabras. Casi siempre tenía problemas con Nappa por sus arrebatos de líder frustrado y altanero. Pero ese papel le correspondía a él, un oficial mayor de la policía, con experiencia importante atrapando pillos de alguna mafia o ladronzuelos sin escrúpulos.
Y, aunque su rango dentro de la policía era inferior, Nappa estaba un escalón por debajo, así que le debía respeto y obediencia, por ser su superior. Aunque, casi siempre, fuera de las miradas indiscretas, su trato era de amigos confidentes.
Acercó la evidencia encontrada a sus ojos y la examino con detenimiento.
Cierto, a los ojos de cualquier otra persona, un cabello largo y una bandita para cubrir heridas, no era gran evidencia. Pero para él, ningún objeto dentro de la escena del crimen era insignificante. Más en este caso, del que no sabía quienes participaban en cada asalto. ¿La banda era de hombres, mujeres o una mezcla de ambos? No tenía idea hasta ahora.
−El cabello que encontraron antes, ¿era largo o corto?
−Corto, oficial Vegeta.
−¿Un hombre y una mujer?
−Dos hombres pueden llevar el cabello corto y largo, respectivamente, tonto; y los mismo aplica con las mujeres. Esto prueba nada.
−O pueden ser dos "invertidos" que…
−¡Cierra la boca!
Vegeta, con una vena saltando en su amplia frente, doblo aquella bolsa plástica y la introdujo en el bolsillo de su saco negro, mientras maldecía entre dientes a su acompañante.
Se abrió paso entre ambos hombres y se dispuso a entrar al banco, para observar todo detalle cuanto pudiera de la escena del crimen.
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−Oye Bulma, ¿crees que puedas reparar mi auto a tiempo?
−¿Qué si creo? −repitió la joven, mientras se ponía en pie luego de algunas horas debajo del auto de su amigo−. Estará lista hoy mismo, Krilin.
Limpio sus manos con un trapo que traía en el bolsillo de su mameluco de trabajo.
El taller de su casa era un almacén de partes de autos y aviones, regados por el piso. Algunas mesas soportaban el peso de sus días en ese taller, además de sus computadoras, pinzas y demás herramientas. Detestaba ese desorden, pero no tenia otra opción, mientras sirvieran a sus propósitos todos esos motores, válvulas y maquinas extraídas de cada maquinas que la gente le regalaba, valía la pena.
Después de la muerte de su padre, tuvo que hacerse cargo de lo que quedaba de la compañía, así que no dejaría de crear y reparar cuanto pudiera. No pensaba dejar que la marca y compañía de su padre desapareciera para siempre. Eso jamás.
Estaba cerca su cumpleaños número 28 y sentía cada vez más lejos de la juventud. Sus mejores años dedicados a esa fábrica y sus inventos. Pero no importaba si con ello honraba la memoria de su padre. No dejaría que nadie le arrebatara lo único que quedaba de él.
−Es que tengo una cita con esa chica… ¿recuerdas que te hable de ella?
−¿Así que saldrás con ella de nuevo? −dijo mientras cubría su boca con un gesto de mofa y coquetería.
El chico se sonrojo e inmediatamente llevo su mano a rascar la parte trasera de su cabeza, mientras reía avergonzado.
−¡Chicos, miren lo que les traje! −la madre de Bulma se acercó a ellos, sonriente y jovial, como solo ella podía. Y sobre el capote del auto del amigo de su hija, dejo una bandeja con bebidas embotelladas para ambos.
−¡Muchas gracias, señora!
Krillin no tardo en tomar una de las bebidas rojas que la mujer acababa de dejar frente a ellos, le quito la tapa con los dientes y bebió. La chica de cabellos azules, hizo lo mismo en silencio, pero encantada con la amabilidad de su madre.
−Qué bonito auto tienes, Krillin.
−Ah si, está muy bonito.
−Es un modelo fabricado aquí, mamá, desde luego que es hermoso.
−Si, bueno… Bulma, espero poder usarlo hoy y…
−¡Ya te dije que lo tendré listo!, faltan muchas horas para tu salida. A penas son las 11 de la mañana y casi he terminado −respondió con cierto enfado en su voz, antes de acerca la botella a sus labios.
−¿Piensas salir en la noche? −le pregunto la mujer rubia al joven, tocando su mejilla−. Esta ciudad se ha vuelto muy peligrosa. ¿Se enteraron del nuevo asalto a otro banco la otra noche?
Bulma dejo de beber su refresco y acercó la pequeña botella hasta dejarla sobre la bandeja que la mujer mayor dejó para ellos. Intercambió una mirada con su amigo para volver a observar a su madre.
−No tenía idea, mamá −contestó, recostándose sobre el auto verde en reparación, y deslizando sus manos enguantadas en los bolsillos laterales de su mameluco.
−¿La otra noche, dice?
−Sí; tengan cuidado si van a salir de noche. Aléjense de los bancos.
−Son los bancos los que deben alejarse de mí, ¿saben? no tengo más que deudas en ellos y cobradores en mi casa.
Las mujeres rieron.
−Aunque… Bueno, recuerdo que en la televisión anunciaron que llegarían unos detectives a esta ciudad para atrapar a esos criminales.
Krillin escupió su bebida en cuanto oyó las noticias locales a través de la mujer rubia. Bulma no tardó en alcanzarle su pañuelo engrasado. Que, sin ser visto realmente por su amigo, termino sobre sus labios.
El joven limpio su boca con las mangas de su suéter con desesperación, mientras escupía los restos de grasa negra.
−¿Detectives, eh?
−Oye, lo hiciste a propósito, ¿cierto?
−Claro que no −mintió−. Mamá, ¿cuándo escuchaste eso?
−Hace un par de días. ¿Por qué? −dijo tomando la bandeja entre sus manos, dispuesta a salir del taller.
−¿Eh?... Por nada, solo curiosidad −sonrió nerviosa.
La madre Bulma camino hasta el umbral de la puerta que conectaba el taller con su enorme casa.
−Espero que sean guapos −comentó mientras dejaba solos a los sorprendidos amigos.
Bulma frotó su frente avergonzada por el comentario.
−Tienes que posponer tu cita, ¿lo sabes, no?
−Pero…
−No hay peros que valgan, Krillin, tenemos mucho que hablar, y debemos hacerlo fuera de aquí.
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Notas de autor: Gracias por leer.
