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Sobre infancias y recuerdos
(Dominación asertiva)
La naturaleza, en su eterna sabiduría, había creado al Alfa para estar con el Omega. Así era el amor verdadero; efímera belleza en una eterna rueda llena de frialdad y sangre. Uno dominaba, y el otro apoyaba, y por eso existía perfecta armonía en la sociedad.
Fue lo que le enseñaron desde que era un cervatillo, incluso antes de presentar su segundo género. Cualquiera que fuera su condición en el mundo, el deber de un ciervo era portarla con orgullo, y ser el mejor. Afortunadamente había nacido Alfa, así que no tuvo que preocuparse por ser el Omega noble de exquisita cortesía que la sociedad deseaba. Entonces se le asignó una tarea más honorable a su parecer: cuidar de la manada.
Desde el primer momento que experimentó sudores fríos y temblores, el doctor lo declaró Alfa. Sin perder tiempo, empezaron a prepararlo para ser un líder; carismático y locuaz, y severo cuando se necesitaba. Pero un Alfa no era nada sin una familia a la cual proteger por lo que debía buscar a su Omega (de la misma especie) para unirse y procrear herederos. Los hijos de una sangre pura.
En su lugar, Louis quedó prendado de un compañero de jerarquía, tirando a la basura años de educación tradicional.
Aún así, durante un tiempo Louis albergó en secreto la seguridad de que su relación con el lobo no era más que una fase oscura y hormonal, y que no duraría más allá de la preparatoria. Luego llegó la universidad, e imaginó que ese sería el tiempo de partir, de seguir adelante, cada uno encontraría una pareja más adecuada para sus roles. Y sin darse cuenta la vida adulta ya los había recibido, pero Legosi seguía ahí, durmiendo a su lado cada noche. Para ese punto de su vida, el ciervo no anhelaba nada más que pasar el resto de sus días con él, aunque se reservaba esos sueños para sí mismo.
Sin embargo, la huella de la inalcanzable perfección con la que le llenaron la cabeza de niño no lo abandonaba, y había momentos en los que las enseñanzas de su infancia asaltaban sus pensamientos.
El Alfa y Omega. Cuántas horas habían dedicado a enseñarle sobre la interacción entre ambos géneros.
Uno provee, el otro cuida.
Uno guía, el otro sigue.
Desafortunadamente, Legosi y Louis no tocaban esa misma sinfonía.
Si bien el lobo era un pésimo Alfa y solía cederle el poder, existían ocasiones en las que se sublevaba a su autoridad. Ambos llevaban en la sangre los delirios de una grandeza primitiva, y cuando dos líderes naturales competían por guiar no lograban llegar a ningún lado.
Y aquella madrugada fue una de esas ocasiones.
Estaban en la cocina. Mientras los vientos fieros azotaban las ventanas cerradas, adentro había un pacífico silencio solo interrumpido por las manecillas de un reloj de pared. Llevaba horas en la mesa y su atención aún seguía en la computadora portátil frente a él cuando Legosi le dijo que parara. No lo había pedido de la manera casual con la que le pedía una taza para su té en los atardeceres, lo hizo casi demandante, sin llegar a la agresión. Solo una pequeña e inocente orden que esperaba ser cumplida.
—No. —Fue lo único que le contestó Louis.
—Trabajas demasiado.
—Si, trabajar demasiado es mi trabajo.
—Necesitamos pasar tiempo juntos.
—Pasamos tiempo juntos, siempre estamos... haciendo... —se detuvo, volviendo toda su atención a la revisión del documento. Tenía que continuar así o perdería el hilo de sus cuentas.
—No el suficiente —respondió el cánido. El ciervo vio que su pareja jalaba la silla vacía a su lado y se sentaba—. Vas a suspender esa computadora y tendremos "la charla".
—No, voy a seguir trabajando y tú vas a sentarte en silencio ¿Podrías hacerme un favor? Sé lindo y prepárame una taza de café.
Y con eso vio el titubeo familiar en su mirada, la forma en la que sus músculos se tensaban cuando quería controlar un impulso. Sabía que estaba listo para levantarse obediente y traerle un café hecho al gusto del herbívoro, pero eso lo adjudicaba más a su extraña obsesión por complacerlo, que a alguna dominación.
Pareció luchar consigo mismo por varios segundos, indeciso, como si quisiera negar su propia naturaleza. Hasta que se rindió con un suspiro de frustración. Se levantó y comenzó a hacer lo que le dijo. Legosi en general era amable y servicial, aún así Louis sonrió y lo tomó como una pequeña victoria.
Cuando la taza humeante estuvo a su disposición le agradeció con cariño y probó un sorbo. Perfecto, como siempre.
—¿Y cuál es "la charla" que querías tener? —Preguntó. De repente se sentía de buenas para discutir lo que sea que el otro Alfa quisiera traer a la mesa—. A este punto de nuestra relación no imagino que podrá ser
—Deberíamos formalizar nuestra relación
—¿Formalizar? —Repitió, divertido—. ¿De qué hablas? Vivimos juntos desde hace años, nos hemos adaptado a nuestros ciclos, a nuestra biología. Ya conozco y soporto todas tus manías (incluídos tus fetiches, por cierto). Ya hemos "formalizado", ¿no te parece?
—Louis... Me refiero a la marca.
Silencio.
Un doloroso silencio que le siguió por largos segundos que se sintieron como años. Todo su buen humor se esfumó con una sola palabra, y la sombra se extendió sobre su corazón.
—¿Qué con la marca? —preguntó molesto, en un repentino cambio de voz.
—¿Cuándo...? ¿Por qué no podemos...? —Lo oyó balbucear. Con los años había logrado amar cada parte de Legosi, pero nunca se sintió tan furioso por su torpeza como ahora. Deseaba arrancarle las palabras a la fuerza—. ¿Por qué no quieres intentarlo?
—No vamos a hablar de esto. —Dijo con gravedad, esperando cortar con el tema de inmediato. Si estuviera frente a un Omega, eso bastaría para dejar atrás la discusión para siempre. Pero Legosi era de su misma condición, y un simple gesto de dominación no lo detendría ahora que parecía tan decidido a fastidiarlo.
—Llevamos años evadiendo el tema. Si no lo discutimos ahora no lo haremos nunca.
—Bien. No lo discutamos nunca, entonces.
—Louis...
—¿Por qué te importa tanto? —No iba a someterse ante él. No lo dejaría—. ¿No es suficiente con que te ame y me ames?
—Lo es, pero me gustaría tratar —insistió Legosi, tomando con cariño la mano temblorosa de su pareja—. Si no podemos crear un vínculo, bien, al menos lo intentamos.
—Yo no quiero ni tratar. Punto final.
—¿Por qué no?
—No voy a discutir esto contigo.
—Nunca quisiste hacerlo. ¿Por qué?
—Porque no necesitamos una marca.
Louis se levantó bruscamente de la mesa para salir de la cocina. Huir le sabía peor que perder, sería una mancha dolorosa en su orgullo que no podría limpiar, pero su amado y terriblemente odioso lobo lo estaba acorralando como a un animal indefenso. No iba a hablar, porque hablarlo era recordar, y no había dolor más grande que rememorar en voz alta la espina venenosa con la que lo contaminaron de pequeño.
Alcanzó a dar unos pasos lejos de la cocina, pero hasta ahí llegó. El lobo gris lo sujetó del brazo, obligándolo a voltear. Creyó que estaría molesto, pero en su lugar Legosi le regaló la más dulce de sus miradas. El cariño parecía perturbado por una preocupación latente.
No pudo sostenerle esa mirada, así que apartó el rostro.
—Louis, por favor —susurró su lobo. Sin saber por qué, el ciervo empezó a temblar—. No voy a obligarte a nada, pero necesito saber que es lo que te hace tanto daño.
Louis no dijo ninguna palabra por un largo rato, hasta que se forzó a hablar.
—Desde muy pequeño me enseñaron las obligaciones de un Alfa para con su Omega, tuve una institutriz dedicada solamente a lavarme el cerebro con todas esas tonterías de las jerarquías. —Tragó duro al recordar el viejo rostro de su educadora. Era una oveja, no más alta que él cuando aún era cervatillo, pero su crueldad proyectaba una sombra tan larga como la de un gigante—. Ella siempre me dijo que un Alfa solo sería feliz si encontraba a su Omega y lo marcaba. Cuando le pregunté qué pasaba con los Alfas que querían estar con sus iguales, me dijo que solo un Alfa con graves problemas psicológicos se dejaría someter. Y yo... yo le dije que no hablaba de someter, hablaba de amar a un Alfa y marcarlo. La institutriz dijo que eso no era amor, era perversión. Ahora sé que eso es pura mierda, pero...
Pero...
La severidad en los ojos de la anciana aún lo perseguía, como una herida abierta y contaminada que se negaba a cerrar.
—Al parecer, fue a hablar con mi padre. Se sintió "preocupada" por mis preguntas. Esa misma noche él entró a mi habitación, y fue muy específico sobre cuál era mi deber: marcar a un Omega, y mantener el legado de la familia puro. Me dio un libro que hablaba de los Deltas. El autor juraba que eran criaturas inestables, Alfas defectuosos que son mordidos por alguien más fuerte, y se convertían en animales sin voluntad ni orgullo, fácilmente descartables por todos. Lo que ocurre entre dos Alfas, o dos Omegas, no es natural, según decía. Tantas hojas, y no hubo una sola palabra gentil.
Intentaba con todas sus fuerzas suprimir las lágrimas que deseaban salir. Se acumulaban en sus grandes ojos de oro, convirtiendo el mundo en una bruma blanca. Aún así, se negaba a derramar alguna.
—Él me hizo leer el libro en voz alta, para que entendiera que me pasaría si me desviaba del camino.
No solía hablar de su padre, ni siquiera con Legosi. Y se sentía como una traición contar algo tan íntimo de la familia. Pero en realidad no lo culpaba de nada. Aún en una retorcida inclemencia, entendía que solo buscaba lo que creía mejor para él. Es la amargura de la gloria, solía decirle, los padres tenían que hacer sacrificios sabiendo que sus hijos los odiarían por eso.
Aclaró su garganta, relajándose un poco. Legosi seguía escuchando atento, su cuerpo menos tenso que antes.
—Siempre he temido convertirme en un Delta —confesó Louis por fin, y reunió el valor del que se jactaba para levantar el rostro—, o convertirte en uno y arruinar tu vida.
—No nos pasará nada de eso.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque todo lo que te dijeron son mentiras —respondió el carnívoro, tan suave—. Dos Alfas pueden amarse, y los Deltas no son así.
—¿Conoces a alguno?
—No, pero sé que no será una sentencia de muerte.
—Sigues pensando que necesitamos marcarnos —entendió Louis, agotado.
—No, tú mismo lo has dicho muchas veces, no lo necesitamos. Nos elegimos a nosotros. La naturaleza nos unió. Pero estoy harto de que los demás nos vean como si no fuéramos una pareja real. Quiero que... Quiero ser tuyo, y que seas mío, en todas las formas posibles.
—No creo que puedas convencerme con ese argumento que te hace sonar como un psicópata —le sonrió.
—Si, lo sé. Y no te forzaré a hacerlo. Pero, ¿prometes que al menos lo pensarás?
Asintió con la cabeza, y ni siquiera él mismo supo si le estaba mintiendo o no.
De pronto se encontró envuelto en sus grandes brazos. Ese calor tan familiar, capaz de derretir los temores que le impusieron desde niño. El lobo siempre tuvo el poder de destruir todo lo que alguna vez le fue sagrado.
Y Louis estaba eternamente agradecido por ello.
—.—.—
Nota final
- No sé qué es dominación acertiva, soy burra ( ´ - ﹏ - ` ; ) y siento que como que ya era muy tarde para preguntar jsjs pero si recuerdo que en el prompt describían algo sobre decidir el camino de la relación sin imponer o ser agresivos. Anyway, lo siento si no le acerté, aún así espero que les haya gustado ^^u
- Para la mayoría de autores los Deltas son un género independiente a los Alfas, con sus propias características y todo, pero he leído que también puede ser el nombre que se les da precisamente a los Alfas que son marcados, dependiendo de quien maneje el omegaverse. Decidí aplicar la segunda fórmula.
(Como comentario totalmente personal, me sorprende lo odiosos que son los temarios cuando hablan de ellos; que no sirven como parejas, que están enfermos, y justifican su rechazo en el omegaverse. Es como, chill dude, si quisiera ver como discriminan a un grupo segregado apagaría mi móvil y saldría a las plazas comerciales de mi país xd )
