A/N: Hola, espero que estéis bien. He tardado un poco más en escribir este capítulo por varios motivos. El primero es que durante las vacaciones volví a casa y fue bastante duro estar ahí sin mi madre. Luego, al volver, no me apetecía demasiado escribir porque estaba triste y sin demasiada energía. El segundo motivo es que he empezado a hacer prácticas en un laboratorio y es un trabajo bastante agotador y que no me deja casi tiempo libre. Pero bueno, creo que solo necesito acostumbrarme y organizarme mejor. Poco a poco :) Así que nada, espero tener más energía y tiempo libre los proximos meses porque cuando estoy bien ( o incluso mal) disfruto mucho escribiendo. En fin, ya os dejo de dar la chapa... Espero que os guste el capítulo :)


Harry entró en la cocina, todavía con la Piedra entre sus dedos y buscando a Ron y Hermione con la mirada. Los encontró en una esquina de la habitación, hablando en voz baja. Se acercó a ellos, nervioso por compartir su decisión, pero seguro, finalmente, de que era la correcta.

"Harry." Dijo Hermione al verle. "¿Estás bien?"

Aquella era una frase habitual esos días. Se la preguntaban los unos a los otros todo el tiempo, a pesar de saber que nadie lo estaba.

"Sí. Estoy bien." Dijo, sin embargo, dejando caer la piedra en su bolsillo. "He ido a ver a George."

Al oír el nombre de su hermano, Ron bajó la mirada. Todavía no había ido a saludarle y se sentía culpable por ello, pero al mismo tiempo, no tenía energía suficiente como para lidiar con aquella mirada perdida que reflejaba su propio dolor.

"Necesito hablar con vosotros." Les dijo Harry, recuperando la atención de su amigo. "¿Os acordáis lo que os comenté esta mañana? ¿Cuándo estábamos en Hogwarts?"

Ron y Hermione asintieron, atentos a sus palabras.

"Bien… El caso es que he tomado una decisión. Hablar con los demás Weasley me ha ayudado a tener las cosas más claras y ahora estoy seguro de lo que tengo que hacer. Pero primero quería explicároslo a vosotros. Especialmente a ti, Ron. Para ver qué te parece. Obviamente no haré nada a no ser que tú también estés de acuerdo."

El chico lo miró, asimilando aquella nueva información.

"Me alegro de que hayas tomado una decisión. Tengo que admitir que siento curiosidad por saber qué es. Pero vayamos a un sitio un poco más privado." Murmuró, indicando con la cabeza a la señora Weasley. Molly ultimaba los detalles de la comida, repasando con la mirada cada bandeja y agitando la varita de vez en cuando.

"Podríamos ir al salón." Sugirió Hermione.

Ron asintió.

"Buena idea."

Antes de seguirles, Harry echó un vistazo a su alrededor en busca de Ginny, sintiéndose algo decepcionado al no encontrarla. Suponía que debía estar con el señor Weasley en el jardín delantero, así que decidió que la iría a buscar más tarde, al acabar su conversación con Ron y Hermione.

Después de comprobar que el salón se encontraba vacío, los tres amigos se sentaron en los viejos sofás. Harry recordó cómo hacía casi un año el Ministro de Magia les había entregado el testamento de Dumbledore en aquel mismo lugar. Una pequeña parte de él se preguntó a quien habría dejado Fred sus pertenencias. Luego se dio cuenta de que tanto Ron como Hermione le observaban expectantes y se aclaró la garganta, recordando lo que tenía que decirles.

"Vale…" Comenzó el muchacho. "Primero de todo, Ron, creo que es importante que te recuerde lo que he dicho esta mañana. Necesito que seas consciente de que... lo que he pensado hacer, lo que te voy a explicar… Podría afectarte negativamente. A ti y a tu familia, si decides seguir adelante con ello.

"Lo entiendo."

"¿Y aun así estás de acuerdo?

"Sí, lo estoy. Confío en ti, Harry."

Ante aquellas palabras, el chico tragó saliva.

"Está bien." Harry respiró hondo, aparcando a un lado sus temores. "Antes de nada, tengo que hacerte una pregunta."

"Lo que quieras, Harry."

"¿Te acuerdas de aquel espejo que encontramos durante nuestro primer año? ¿En el que yo podía ver a mis padres?"

Ron asintió.

"Sí, me acuerdo."

"¿Y recuerdas cómo me afectó?"

Aquel anhelo en el rostro de Harry era difícil de olvidar y Ron asintió lentamente. Junto a él, Hermione observaba la escena en silencio.

"Lo recuerdo."

"Bien. Porque quiero que lo tengas presente y que no te olvides de lo fácil que es perderse en sueños y fantasías." Dijo Harry seriamente.

Ron no dijo nada, pero asintió.

"En mi caso" Continuó Harry, "ser capaz de ver a mis padres podría haber sido una cosa bonita, pero me obsesioné con aquel espejo." Explicó, esperando con todas sus fuerzas que Ron pudiera comprenderle. "Me escabullía por las noches y me pasaba horas mirándolo. De no ser por Dumbledore quizás todavía estaría ahí…" Sacudió la cabeza. "Y no quiero que os suceda algo similar a vosotros."

"Harry, lo he entendido. De verdad. No vas a perderme, te lo prometo."

El muchacho le observó durante unos instantes, deseando con todo su ser que fuera así.

"Eso espero. Porque creo que merece la pena intentarlo, incluso con esa posibilidad. Aunque necesito saber que tú piensas lo mismo. Que entiendes los riesgos y aun así estas de acuerdo."

El silencio cayó en la habitación, mientras Ron asimilaba las palabras de su amigo. Miedo, curiosidad y nerviosismo revoloteaban en su estómago, consciente de la responsabilidad que Harry acababa de depositar en él. No sabía exactamente a lo que se estaba refiriendo, pero tenía claro que, dependiendo de su decisión, el destino de su familia podría cambiar.

"Entiendo los riesgos." Dijo finalmente. "Y estoy listo. Cuéntame que es lo que habías pensado hacer."

Harry respiró hondo y se metió la mano en el bolsillo. Ésta tembló ligeramente al coger la Piedra por enésima vez en aquel día, recordándole que lo que iba a hacer a continuación podría afectar a Ron para siempre. Finalmente, confiando en la fortaleza de su mejor amigo, sacó la mano del bolsillo y les enseñó aquella piedrecita negra de aspecto ordinario, excepto por el signo de las Reliquias de la Muerte grabado en ella.

"Esto" Dijo despacio, "es la Piedra de la Resurrección. Estaba dentro de la Snitch que me dejó Dumbledore."

Ron se había quedado mudo a causa de la sorpresa.

"Conseguí abrirla justo antes de entregarme a Voldemort." Continuó. "Dumbledore lo planeó de ese modo para que pudiera usarla cuando estuviese a punto de morir."

"Harry…" Ron había recuperado la voz, aunque ésta sonaba débil, bañada por la emoción. Tragó saliva, sin saber muy bien qué decir y Harry aprovechó aquella pausa para continuar.

"La utilicé para hablar con mis padres, Sirius y Remus. Fueron ellos los que me dieron la fuerza para sacrificarme." Los recuerdos de aquella noche llenaron su mente, al tiempo que Ron y Hermione se estremecían. Harry nunca les había contado los detalles de lo sucedido.

"Entonces, ¿quieres decir que la Piedra funciona? ¿Qué podría-?"

Una expresión anhelante había aparecido en el rostro de Ron. Una que el chico conocía muy bien.

"No." Le cortó Harry, muy serio. "No funciona. Al menos no cómo nos gustaría que lo hiciera." Dijo, mirándoles directamente a los ojos. "No trae a los muertos de vuelta. Solo muestra una sombra de lo que fueron. Esto quiero dejarlo muy claro." Podía sonar duro, pero era necesario. Sobre todo, tras ver aquel brillo, aquel deseo, en los ojos azules de Ron. "Puedes hablar con ellos, pero es evidente que no pertenecen a este mundo."

"Pero-"

"Y empeñarse en mantenerles aquí solo empeorará las cosas. Para los vivos, pero también para los muertos."

La esperanza en las facciones de Ron se había ido difuminando a medida que las palabras llegaban a sus oídos. Cuando la voz de Harry se apagó, el muchacho se hundió entre los cojines del sofá, abatido.

"Por un momento he pensado…" Murmuró inclinándose hacia delante y apoyando la cabeza entre sus manos. "Merlín…"

Hermione le puso una mano en la rodilla, recordándole que estaba ahí. No era habitual en ella estar callada durante tanto tiempo, pero sabía que Ron necesitaba aquel silencio para asimilar el torbellino de emociones en su interior. Ella también, pero ya había intuido que la Piedra tenía algo que ver con lo que Harry estaba planeando y por eso no se había sorprendido tanto. Aun así, aquella situación la estaba afectando mucho. Aunque Fred no fuera su hermano, Hermione consideraba a los Weasley como parte de su familia, y perderle había sido muy duro para ella. Si no lo demostraba tanto como le gustaría era porque Ron necesitaba su apoyo y tenía que ser fuerte por él.

"¿Ron?" Le llamó Harry, con preocupación en la mirada. "Es duro, lo sé. Pero recuerda todo lo que te he dicho, por favor. Y lo que me has prometido."

Ron se incorporó lentamente y removió las manos que ocultaban su rostro. Harry pudo ver el brillo de las lágrimas en sus ojos.

"Odio esto…" Murmuró el muchacho, parpadeando. "¿Por qué tiene que ser todo tan difícil? ¿Por qué tenía que pasarnos una cosa así? Voldemort ya no está. Podríamos tener una vida tranquila por fin… Pero no. Tenía que morirse mi hermano."

Harry hizo una mueca al sentir el dolor de Ron. Era tan palpable, tan real. Llenaba cada centímetro del rostro de su mejor amigo.

"No quiero esta situación. No la quiero." Continuó, como un niño enfurruñado.

El modo en el que dijo aquellas palabras, así como la expresión de enfado en su rostro, otorgaron a Ron un aspecto mucho más joven de sus diecisiete años. Casi parecía un crío haciendo una pataleta. El dolor solía tener aquel efecto. Harry lo sabía bien. Ante una situación como la pérdida de un ser querido, el niño interior resurgía, enfadado y negándose a aceptar aquella nueva realidad.

"Lo sé." Fue lo único que pudo decir Harry. "Yo tampoco la quiero."

Ron suspiró profundamente, mirando al techo y parpadeando para evitar que cayeran las lágrimas. Harry y Hermione permanecieron en silencio, dándole tiempo al muchacho. Pasaron unos segundos hasta que, sorbiendo por la nariz y secándose con el dorso de la mano las lágrimas no derramadas, Ron consiguió recobrar la compostura.

"Está bien. Estoy bien." Dijo finalmente, asintiendo para sí mismo. Luego, extendiendo una mano hacia Harry, murmuró: "¿Puedo verla?"

El chico, todavía con la Piedra entre sus dedos, vaciló durante un instante. Pero solo fue eso, un instante. Había decidido confiar en Ron, hasta las últimas consecuencias. De modo que, apartando las dudas de su mente, asintió y, con cuidado, depositó la piedrecilla en la mano del muchacho.

Cuando la Reliquia tocó la palma de su mano, Ron inspiró con fuerza. Luego tragó saliva y observó la Piedra en silencio. La estudió durante unos instantes sin decir nada.

"Entonces…" Comenzó, con la voz algo ronca. "Con esta cosa… ¿has dicho que podríamos hablar con Fred?"

"Así es."

"Pero no traerle de vuelta."

Harry negó con la cabeza.

"No. Lo siento, Ron."

"Entiendo..."

La Piedra brillaba bajo la luz del sol que entraba por la ventana, mientras Ron la observaba, respirando hondo e intentando calmarse.

"Ya es mala suerte." Soltó de pronto. "La Capa de Invisibilidad funciona perfectamente, la Varita de Sauco también. Tiene que ser la maldita Piedra de la Resurrección la que no lo haga."

"Recuerda la historia de los tres hermanos." Intervino Hermione, colocando una mano sobre su brazo. "La Piedra nunca funcionó. El segundo hermano intentó traer de vuelta a su amada, pero no lo consiguió al cien por cien. Y…"

"Y al final se suicidó por ello." Suspiró Ron. "Sí, lo recuerdo. Entiendo tu preocupación, Harry. Esto es… Difícil." Dijo, sonriendo con sarcasmo y levantando la Piedra entre sus dedos. "No queremos que a nadie le pase como al segundo hermano…"

"No, no lo queremos." Murmuró Harry, mientras Hermione negaba con la cabeza.

"Es cruel. No poder traerle de vuelta, quiero decir."

"Sí…"

"Pero, al mismo tiempo… Verle una vez más. Hablar con él…" Los ojos rojos de Ron habían recuperado algo de su brillo. Sonrió y con la voz temblorosa dijo: "Sería… Sería algo increíble."

Harry sintió como el nudo en su estómago era reemplazado por orgullo hacia su mejor amigo. Ron estaba siendo capaz de dejar atrás la desilusión y centrarse en la parte positiva, justo lo que él había esperado que hiciera.

"Está bien." Dijo Ron, asintiendo lentamente. "Creo… creo que deberíamos hacerlo."

Harry dejó ir el aire que había estado conteniendo, sintiendo un gran alivio al oír aquellas palabras.

"¿Estás seguro?" Dijo, sin embargo. Tenía que saber que Ron estaba completamente de acuerdo con aquel plan.

"Sí." Dijo él con decisión. "No te voy a negar que me preocupa un poco cómo van a reaccionar los demás. Especialmente George. O mamá… Pero dejarles sin la posibilidad de despedirse me parece una alternativa mucho peor."

"Me alegro de que pienses así." Le sonrió Harry.

"Entonces… ¿Cómo funciona? ¿Y cuándo lo hacemos? ¿Antes o después del funeral?"

"Quizás después de la ceremonia sería lo más inteligente." Dijo Hermione. "No creo que nos interese que corra la voz sobre la existencia de la Piedra. Será mejor hacerlo cuando los demás invitados se hayan ido."

"Sí, tienes razón." Asintió Harry. "Y en cuanto a cómo funciona… No te preocupes, yo usaré la Piedra. Lo he hecho antes así que sé cómo hacerlo." No dijo en voz alta el verdadero motivo de aquella decisión. Puede que Ron hubiera sido capaz de resistir la tentación que la reliquia llevaba consigo, pero Harry sabía que no iba a ser tan sencillo cuando tuviera a Fred delante.

Ron le observó durante unos instantes, pensativo. Era evidente que sabía lo que estaba pasando. Su mano tembló, haciendo un amago de cerrarse sobre la Piedra que aun estaba sosteniendo. Harry y Hermione se dieron cuenta de ello y Ron también. El muchacho observó sus propios dedos, sorprendido. Un destello de miedo apareció en su mirada.

"Ten, cógela." Dijo, apresurándose a darle la Piedra a Harry. El muchacho la recogió cuidadosamente, la preocupación evidente en sus facciones.

"¿Estás bien?"

"Sí, sí. Pero tienes razón. Esa cosa es… peligrosa. Por un momento, me ha recordado a… A lo que el guardapelo me hacía sentir." El rostro de Ron enrojeció, pero sus palabras eran muy serias. Aquella vocecita en su interior, intentando convencerle de hacer y pensar cosas que nunca haría, había vuelto durante un instante.

"¿Estás bien?" Dijo, esta vez, Hermione.

"Sí. Pero creo que es mejor que Harry se encargue de todo esto. Que él decida cuándo y cómo hacerlo."

El muchacho asintió, pero seguía algo turbado por la reacción que acababa de presenciar. Volvió a preguntarse si aquello era lo correcto. Si no estaría poniendo a los Weasley en un gran riesgo.

"Oh y, Harry." La voz de Ron le sacó de aquellos pensamientos. "Esto no quiere decir que esté dando marcha atrás, ¿eh? Sigo pensando que es una buena idea. Pero tenías razón. Tenemos que ir con cuidado."

Harry asintió despacio.

"¿Estás seguro?"

"Sí."

"Pero…"

"Pero nada. Sé que estás preocupado y que estás pensando en lo sucedido durante el invierno pasado. Pero, Harry, no tienes que hacerlo. He aprendido mucho de aquellos días. Ahora sé reconocer cuando algo me supera. De modo que tú encárgate de la Piedra. Que yo intentaré aprovechar el tiempo extra con mi hermano." Añadió con emoción en la mirada. "¿Vale?"

Harry tragó saliva, considerando esas palabras.

"Vale." Dijo finalmente. Luego se giró en dirección a Hermione. "¿Tú qué opinas?"

La chica suspiró.

"Es un tema complicado. Es verdad que hay un gran riesgo, pero cómo bien habéis dicho, merece la pena intentarlo. Los beneficios superan claramente los posibles resultados negativos."

Harry y Ron compartieron una mirada y se sonrieron: solo Hermione podía hacer sonar tan matemática una situación como aquella.

"¿Qué he dicho?"

"Nada." Le sonrió Ron, cogiéndole de la mano. "Entonces está decidido, lo haremos después del funeral."

Harry asintió.

"Sí. Y, volviendo al tema de cómo funciona…" Se mordió el labio. "Sé que es difícil, pero creo que la mejor opción es no usar la Piedra durante demasiado tiempo. Una sola vez y solo durante unos minutos. ¿De acuerdo?"

Ron bajó la mirada. Era consciente de que debía ser así, aunque doliera.

"De acuerdo."

"Bien." Dijo Harry, poniéndose en pie. "Entonces está decidido."

"¿A dónde vas?"

"A buscar a Ginny. Me gustaría hablar con ella y explicarle el plan. ¿Sabéis dónde está?"

"La última vez que la he visto estaba hablando con el señor Weasley en el jardín." Dijo Hermione, levantándose también del sofá.

Ron iba a unirse a sus amigos cuando la puerta se abrió, sobresaltándole. Molly entró a paso acelerado, deteniéndose al verlos.

"¡Ah! Ahí estáis, chicos. Os he estado buscando por todos lados. Acaba de llegar Percy con los Weasley que faltaban. Estamos todos esperándoos para empezar a comer."

"Pero…"

"Pero nada. Vamos, vamos." Molly les empujó con suavidad hacia la puerta. "Que se va a enfriar la comida."

Los tres amigos intercambiaron una mirada. Al parecer la conversación con Ginny tendría que esperar.

"Está bien, mamá. Ahora vamos, tranquila." Dijo Ron abriendo la puerta que llevaba al jardín y dejándoles pasar, antes de cerrarla tras de sí.


Las mesas estaban más llenas incluso que cuando habían llegado por la mañana, con decenas de Weasley sentados en ellas y repletas de fuentes humeantes. Cada plato tenía más buena pinta que el anterior, inundando el ambiente de aromas deliciosos y en cualquier otro momento el estómago de Harry hubiera gruñido al verlos. Echó un vistazo a su alrededor, tratando de encontrar un sitio libre en el que sentarse cuando oyó que alguien le llamaba.

"¡Harry, aquí!"

Sentada en una mesa, Charlie y George junto a ella, se encontraba Ginny. La chica señaló los tres asientos vacíos que tenía al lado, indicándoles con gestos que se acercaran.

"Mamá ha dicho que nos tenemos que sentar aquí." Les explicó. "Ella está ahí con papá, Bill, Fleur y su familia…" Su desagrado hacia la muchacha se había reducido considerablemente en los últimos tiempos, pero aun así tuvo que contenerse para no poner los ojos en blanco. Le molestaba un poco no poder sentarse con el resto de su familia. Especialmente en un día como ese.

"Ya veo." Dijo Ron, sentándose junto a Hermione y dejando el sitio más cercano a Ginny para Harry, quien se lo agradeció con una inclinación de cabeza.

"Ahí estáis." Una voz detrás suyo les sobresaltó. Harry se giró y vio a Percy, vestido de negro como el resto de su familia y con las mismas ojeras en el rostro. "Perdón por no haberos saludado antes, he tenido que ir a buscar a los últimos Weasley que faltaban…"

"Sí, ya nos han contado." Le dijo Ron, levantándose de nuevo para abrazar a su hermano. "Problemas en la frontera, ¿no?

"Sí... Se hace un poco pesado, pero tiene sentido. El Ministerio no puede arriesgarse a que escapen los últimos mortífagos que quedan y…"

Percy comenzó a hablar y ya no dejó de hacerlo. Hizo una breve pausa para saludar a Harry y a Hermione, pero luego siguió explicando lo ocurrido en la frontera, las nuevas medidas que el Ministerio estaba tomando y como Kingsley estaba siendo el mejor Ministro de Magia que él había visto en su vida. Al parecer, la obsesión de Percy con el gobierno había vuelto una vez derrotado Voldemort. Su fe en las instituciones renacida al ver a un mago como Kingsley en el poder. O quizás, pensó Harry, poniéndose comida en la boca mecánicamente, Percy se había agarrado a cualquier cosa que le ofreciera algo de esperanza.

El resto de la comida transcurrió sin demasiados incidentes. Harry comió en silencio, mientras Percy y Charlie discutían sobre diferentes políticas de inmigración y control de fronteras. A su lado, Hermione y Ron trataban de convencer a George para que comiera algo, exclamando de manera demasiado forzada lo buenos que estaban cada uno de los platos. Pero George se limitó a beber agua y a mordisquear de vez en cuando un panecillo. Ginny tampoco tenía mucha hambre y Harry la observó con preocupación, aunque entendiendo perfectamente. Hubiera querido explicarle su plan, pero con los demás a su alrededor no le parecía la mejor idea.

Finalmente, la comida terminó y la señora Weasley agitó su varita, haciendo desaparecer las fuentes, los platos y los cubiertos, como si nunca hubieran estado ahí. Luego, junto a ella, Arthur se puso en pie y acercó la varita a su garganta, amplificando su voz.

"Hola a todos. Sabéis que no soy un hombre al que le guste hablar en público…" El señor Weasley se giró para sonreír en dirección a sus hijos, aunque podía ver la tristeza en su rostro y su voz había empezado a temblar. "Pero quería agradeceros el haber venido hoy aquí y el apoyo que nos habéis dado tanto a mí como al resto de mi familia. Ahora… Si podéis hacerme el favor de seguirme a la parte de atrás del jardín, la ceremonia tendrá lugar en unos minutos." Tragó saliva visiblemente y añadió: "Gracias."

Un señor bajito, al que Harry reconoció como el mago del ministerio que había oficiado el funeral de Dumbledore se acercó al señor Weasley. Ambos empezaron a hablar en voz baja y Harry supuso que también dirigiría la ceremonia por Fred. Aquello debía de ser algo común en los funerales mágicos. Algo así como los sacerdotes de los muggles. De los muggles cristianos, en realidad. Harry se preguntó si existirían diferentes religiones en el mundo mágico. Nunca se lo había planteado.

"Harry, ¿estás listo?" La voz de Ginny lo sacó de aquellos pensamientos. La muchacha se encontraba de pie junto a él, con cara de asustada.

"¿Eh?"

"Te he preguntado si estás listo."

Harry respiró hondo.

"Sí, lo estoy." Se dio cuenta de que no era una mentira. "O al menos tan listo como voy a estar nunca." Le cogió de la mano, dándole un apretón. "¿Tú?"

"Tengo miedo." Reconoció, respirando hondo. "Pero hay que hacerlo por Fred."

A pesar de que la angustia llenaba el rostro de Ginny, Harry también podía ver la determinación en sus ojos. Su corazón se llenó de orgullo ante la valentía de la muchacha.

"Tienes razón. Y no estás sola. Estoy aquí." Le dijo seriamente. "Estamos todos aquí."

Ginny asintió y, todavía con su mano en la de Harry comenzó a caminar hacia el jardín trasero, tirando de él con suavidad. El muchacho la siguió, pasando junto a Ron y Hermione. Los tres compartieron una mirada en la que se dijeron todo lo que no eran capaces de expresar con palabras y así consiguieron la fuerza suficiente para seguir andando, hasta que llegaron a donde se encontraba el féretro.

Los demás Weasley ya estaban ahí sentados, en la primera fila de sillas justo delante del ataúd. Todavía había cuatro asientos vacíos, para Ron y Ginny pero también para Hermione y el propio Harry, y el muchacho se emocionó al verlo. Incluso en un momento como aquel lo habían considerado parte de la familia.

Una vez estuvieron todos en sus sitios, el mago bajito empezó a hablar. Más tarde, Harry no recordaría nada de aquella ceremonia. El equivalente al sacerdote se dedicó a leer unos papeles, hablando sobre la muerte y la vida después de ella. Sobre el hecho de que Fred ya no sufría y cómo estaría esperándoles en el futuro. Y Harry se limitó a escucharle, pensando que Ginny había tenido razón. Aquella ceremonia era del todo impersonal. Podría ser Fred o cualquier otro fallecido durante la Guerra el que yacía dentro del ataúd. Las palabras del hombre carecían de cualquier peso porqué él no había conocido a Fred y no sabía lo que se había ido. Lo que se había perdido. El dolor desgarrador de saber que nunca volverían a oír su risa.

Harry pensó que había sido ridículo tener tanto miedo del funeral, visto lo visto. Y así fue hasta que el mago bajito se calló y Molly se levantó de su asiento. Se acercó hacia el ataúd y, tras acariciarlo levemente, se giró en dirección a todos los presentes. Sus manos temblaban, pero la señora Weasley respiró hondo y comenzó a hablar. Su voz era débil y le caían las lagrimas por el rostro, pero Molly Weasley no se derrumbó. Habló de Fred, de su vida, de sus virtudes y sus defectos. De lo querido que había sido y que sería siempre. Y cuando terminó, con el rostro desencajado por la pena, pero tanto amor en los ojos que dolía mirarlos, Harry pudo sentir la presencia de Fred como si lo hubiera invocado con la Piedra. Mejor incluso. Ya que no se trataba de un pálido reflejo de lo que él muchacho había sido. Si no algo completo, lleno de amor y vida.

Parpadeando en medio de las lágrimas, Harry pudo ver como el resto de la familia Weasley se levantaba también y se unían a su madre junto al féretro. Se abrazaron, Molly, Arthur y los seis hijos que les quedaban, permaneciendo así durante unos instantes. Luego, los señores Weasley se separaron un poco y, apuntando con las varitas hacia el suelo, crearon un agujero rectangular. Los demás Weasley se unieron a sus padres y sacaron también sus varitas. George se giró y le susurró algo a su madre. Ella asintió y el muchacho se inclinó para colocar un objeto que Harry no supo identificar sobre el ataúd. Desde la distancia parecía un trozo de madera. Finalmente, la familia Weasley al completo apuntó con sus varitas hacia el féretro, haciéndolo levitar y colocándolo suavemente en el agujero. Arthur se volvió hacia sus hijos una vez más y, tras comprobar que todos estaban listos, agitó su varita para depositar la primera cantidad de tierra sobre el ataúd. Los demás siguieron su ejemplo y, en pocos segundos, la tierra lo cubrió completamente.

El silencio cayó sobre el jardín, mientras la familia Weasley regresaba a sus asientos. El mago bajito pronunció algunas frases más, agradeciéndoles a todos que hubieran venido a despedirse de Fred, pero Harry ya no le escuchaba. Sus ojos estaban clavados en el montón de tierra oscura que cubría el cuerpo sin vida de su amigo. Respiró hondo, su mente inundada por los recuerdos. La primera vez que vio a Fred y la última. Así como centenares de momentos entre las dos, llenos de risas, de bromas y de conversaciones. Su corazón se encogió al pensar que, si él tenía tantas memorias sobre el muchacho, no podía ni imaginarse qué estaría recordando su familia.

Harry permaneció así durante mucho tiempo, con la mirada fija en aquel punto y cientos de momentos vividos bailando frente a sus ojos. No fue consciente de que la mayoría de invitados se levantaban de sus sillas, se acercaban al montículo de tierra para mostrar sus respetos y luego se despedían de los señores Weasley con abrazos o palabras sentidas. Los minutos pasaron hasta que, de pronto, sintió una mano en el hombro. Era Hermione.

"Harry, ¿estás bien?"

El chico miró a su alrededor. Las sillas estaban vacías y al girarse vio que los Weasley se encontraban cerca de la casa, despidiéndose de los pocos familiares que quedaban.

"¿Eh?"

"He dicho si estás bien. Te hemos dejado solo durante un tiempo porque parecía que lo necesitabas. Pero se está haciendo tarde."

Hermione tenía razón. La luz había disminuido considerablemente desde que había empezado el funeral. Todavía no era de noche, pero los rayos del Sol no tenían aquel brillo del mediodía.

"Sí." Dijo, aunque no lo creía ni él mismo. "Sí, estoy bien."

"Se ha ido casi todo el mundo…" Repuso Hermione. "Lo digo por si quieres hacer ya-sabes-qué."

Harry parpadeó, de pronto recordando la existencia de la Piedra y el plan que había formado con sus amigos.

"Sí, tienes razón. Por un segundo me había olvidado."

Hermione le sonrió con tristeza.

"No te preocupes. Es normal."

Harry la observó durante unos instantes atentamente. Tenía los ojos rojos y lágrimas secas en las mejillas.

"Hermione… Perdona que no te lo he preguntado de vuelta. ¿Estás bien?"

La chica suspiró.

"He de reconocer que ha sido intenso. Y muy triste… Pero bonito al mismo tiempo. Es solo que…" Se calló durante unos instantes, algo raro en ella, buscando la palabra justa. "Es duro. Y me da mucha pena por los Weasley y por nosotros, pero sobre todo por Fred. Se merecía mucho más."

Harry asintió.

"Sí. Se merecía mucho más."

No había nada más que decir, así que Hermione le cogió por el brazo.

"Ven."

Entre los dos se acercaron al montículo de tierra y Harry se vio transportado a aquella noche de Navidad en Godric's Hollow, delante de la tumba de sus padres. La presencia de Hermione le reconfortó y se alegró de estar ahí con ella. Solo ellos dos podían entender lo que significaba no ser un Weasley de nacimiento, pero parte de la familia. Compartían la misma preocupación y el mismo amor hacía aquel grupo de pelirrojos que tanto querían.

"Nos encargaremos de que salgan de esta, Fred. Te lo prometo." Le susurró Hermione a aquel montón de arena, polvo y raíces. "Nosotros cuidaremos de ellos."

Harry no se veía capaz de poder decir nada, de modo que se limitó a asentir y a colocar una mano sobre la de Hermione, transmitiéndole su cariño.

La chica le dedicó una sonrisa triste.

"Venga, vamos a ver cómo están los demás."

Harry asintió, echando un último vistazo a la tumba donde ya descansaba Fred Weasley. El funeral había sido duro, pero él sabía que ahora llegaba la parte más difícil.


A/N: Y hasta aquí este capítulo, espero que os haya gustado. Yo tengo que reconocer que me he emocionado escribiéndolo pero me gustaría saber si también os ha pasado a vosotros. A veces no estoy muy segura de lo que escribo por lo que vuestros comentarios son más que bienvenidos.

Eso es todo, gracias por leer y hasta la proxima :)