Los personajes de Ranma no me pertenecen, escribo esta historia sin ánimo de lucro y por el mero hecho de entretener

Lost in my memories

Capítulo 3


Hacia una hora que Ryoga se había marchado del Black Ahiru, antes de irse se pasó por el despacho de Mousse para recordarle el trato al que habían llegado. Jamás se había sentido tan ansioso por estar con una mujer, incluso después de haber tenido un muy gratificante encuentro con Shampoo, no podía quitarse de la cabeza a aquella jovencita morena de inocentes ojos castaños. Además, solo pensar que aún nadie la hubiera mancillado hacían aflorar sus más primitivos instintos.

Mousse entró al dormitorio de Shampoo, ésta acababa de salir de la ducha y estaba envuelta en una escueta toalla. Su rostro palideció al girarse y encontrar a su jefe sentado en su cama, las sábanas aún estaban revueltas después de la visita de Ryoga.

―Parece que has hecho que Hibiki se lo pase muy bien… ―dijo arrastrando las palabras.

―Es mi trabajo… ―respondió titubeando, no era la primera vez que Mousse acudía a su habitación después de un encuentro con un cliente para marcar su territorio, bien poseyéndola violentamente o simplemente para recordarle que su dueño era él.

Mousse dio dos palmadas encima de la cama para que Shampoo se sentara a su lado. La chica contuvo la respiración y se acercó despacio hacia él, se sentó y fijó la vista al suelo, comenzando a juguetear con su cabello mojado. El hombre se aproximó a ella y aspiró su aroma, acariciando con las yemas de los dedos el hombro desnudo de la chica. Ésta se tensó al instante.

―Solo vengo a hablar contigo… ―ronroneó cerca de su oído―. Necesito que me hagas un favor.

―¿Un favor? ―preguntó en tensión.

―Quiero que traigas de nuevo a Akane al Black Ahiru, Hibiki se ha encaprichado de ella y se la quiero regalar…

Shampoo enfrentó a Mousse a los ojos sorprendida por lo que le estaba pidiendo, comenzó a temblar de arriba a abajo ―Mousse, por favor… es una cría…

―¿Una cría? Ya tiene 18 años, ¿no? Y a juzgar por lo que he visto hoy los tiene muy bien cumplidos ―torció la boca en una sonrisa lasciva―. Hacía meses que no la veía y, a pesar de su delgadez, se adivinan unas curvas espectaculares y unos pechitos sabrosos…

Shampoo lo miraba horrorizada ―Pero Taro… él se interpondrá…

―Ahí es donde entras tú. Quiero que excepcionalmente por esta vez distraigas a Ling de la manera que tú mejor sabes. Dile a Akane que trabaje de camarera para mí el día que acordemos, que le pagaré muy bien, no está en condiciones de rechazar dinero en su situación.

La joven se bajó de la cama y se arrodilló frente a su jefe ―Por favor recapacita… no le hagas eso a Akane, ella es un ser puro e inocente… Yo… haré lo que me pida Hibiki las veces que hagan falta… haré lo que tú quieras pero por favor… convéncele para que cambie de idea. P-puedo conseguirle a cualquier otra chica… pero no a Akane… por favor te lo suplico… ―Shampoo se agarró a los pantalones de Mousse y bajó la cabeza aguantando las lágrimas que amenazaban con desbordarse por su rostro.

Mousse sujetó el mentón de la joven y la obligó a mirarle a la cara ―Tú harás lo que yo te diga… ―siseó en un tono amenazante mientras apretaba más y más fuerte la mandíbula de la chica, que comenzó a quejarse levemente―. Akane es virgen, ¿verdad? ―Al ver que no respondía acercó su cara a la de ella, apretó aún más fuerte y gritó: ―¡Contéstame cuando te hablo, zorra!

Shampoo cerró los ojos y esta vez no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a brotar sin control ―S-s-sí…

Mousse la soltó de golpe y Shampoo se abrazó a sí misma en el suelo ―No me extraña que Taro llegue con tanta furia a luchar, debe de tener los huevos como dos pelotas de tenis o matarse a pajas para no follársela a cada instante. O… utilizar a una zorra como tú para desfogarse porque no se puede tirar a la chica que realmente querría. Ay… pobrecita mi querida Shampoo… y tú enamorada hasta las trancas de alguien a quien le importas una mierda ―dijo con ironía poniéndose en pie y mirándola desde arriba con superioridad. La chica lloraba desconsolada, Mousse la sujetó por la muñeca y la obligó a ponerse en pie. El movimiento fue tan rápido que la toalla cayó al suelo dejando a la chica completamente desnuda frente a él. El hombre la miró de arriba a abajo, Shampoo pudo ver los ojos esmeralda de Mousse tornarse a un verde oscuro a través de sus gruesas gafas―. Quizá más tarde… ―dijo mientras hundía un dedo en el interior de la intimidad de la chica. Ella simplemente se quedó quieta, muerta de miedo por lo que Mousse fuera a hacerle si se oponía a contradecirle de nuevo.

El hombre sacó el dedo y se lo chupó sin apartar la mirada de la atemorizada joven ―Espera a mis instrucciones y no se te ocurra traicionarme o te encontrarán muerta en el más repugnante callejón de Shanghai. ¿Me has entendido? ―La chica asintió y solo en ese momento Mousse salió de la habitación. Shampoo cayó al suelo y comenzó de nuevo a llorar. ¿Cómo se dejó seducir por él hace años? Se dejó engatusar por un hombre guapo y eso fue su perdición, y parecía que seguía sin aprender la lección.

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Ryoga entró en el cuartel general y colgó su abrigo en un perchero que había en la entrada, hacía un frío de mil demonios en la calle y se sintió inmediatamente reconfortado al contacto con el aire caliente de la oficina.

—Buenos días, capitán Hibiki —La oficial Jia Li, una chica joven, morena, de tez clara, nariz ganchuda y ojos negros se puso en pie en cuanto Ryoga entró en los despachos, haciendo el pertinente saludo a un superior. El hombre inclinó la cabeza y siguió caminando.

Miró alrededor y comprobó que solo ella estaba en su puesto, los demás estaban reunidos alrededor de la mesa del teniente Saffron —¿Me podéis explicar qué está pasando aquí? —dijo cruzándose de brazos. El equipo se puso inmediatamente de pie y saludaron a Ryoga.

—El general Wu nos ha mandado el informe del sustituto del coronel Gao —habló el alférez Kirin, entregando el mencionado informe a Ryoga que lo tomó con recelo.

—¿Sustituto? —Abrió la carpeta y comenzó a leer por encima—. Ranma Saotome, coronel del ejército imperial japonés, héroe de guerra, traslado a Shanghai por recomendación del Dr Tofu Ono, psiquiatra del ejército imperial, como sustituto del coronel Gao. Se adjunta informe médico —Ryoga ojeó y frunció el ceño al leer:― Síndrome de estrés post traumático, potencialmente peligroso, bajo medicación, aislamiento nocturno, informes semanales sobre el coronel Saotome… ¿Qué cojones es esto? ¿Nos mandan un superior o directamente nos han degradado a niñeras del ejército nipón? ―Ryoga soltó la carpeta de mala manera sobre la mesa de Saffron.

—¿Y qué es eso de potencialmente peligroso? —agregó la subteniente Kiima—. ¿Japón es nuestro aliado o se ha convertido de nuevo en nuestro enemigo? Porque parece que nos mandan de regalo una bomba de relojería según este informe.

—Maldita sea… —masculló Ryoga—. ¿Y cuándo se supone que llega?

—Tengo órdenes de recoger al coronel esta tarde a las 16h —apuntó Kirin.

—¿¡Esta tarde!? —bramó Ryoga. Kirin asintió y el comandante resopló con resignación—. Parece que somos el último mono, ni siquiera nos han pedido opinión. Somos una mayor potencia y parecemos el perrito de Japón.

—Seguramente sea temporal, comandante —intentó mediar Saffron. Ryoga lo miró enarcando una ceja y el capitán deseó no haber abierto la boca.

—Alférez Kirin, en cuanto recoja al coronel tráigalo directamente aquí, tenemos que dar una calurosa bienvenida a nuestro superior —dijo casi escupiendo las palabras.

—Sí, mi capitán —respondió Kirin.

—Estaré en mi despacho —Ryoga cerró de un portazo la puerta tras atravesar el umbral. Todo su buen humor del día anterior se le había ido por el retrete. Tendría que andarse con pies de plomo con un extraño en el cuartel. Se había acostumbrado a manejar a su antojo al coronel Gao y hacer siempre lo que le daba la gana. Tenía el presentimiento de que ese Saotome no iba a ser tan manipulable… o quizá sí… Estaba loco, ¿no? Quizá sí jugaba bien sus cartas podría deshacerse rápido de él.

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—¿Seguro que estás bien? Pienso que es pronto para incorporarte… —La señora Nodoka, la madre de Ranma, pasó por el apartamento de su hijo para ayudarle a empacar. Su avión salía en unas horas rumbo a Shanghai. El hombre de la trenza azabache echaba un último vistazo por si se olvidaba de algo realmente necesario, no cargaba con demasiado equipaje, esperaba no tener que permanecer en China durante mucho tiempo, aunque sabía de sobra que sus superiores no lo querían aquí, al menos en una buena temporada. Pensándolo bien, quizá unos meses fuera de Japón no le vinieran tan mal como él creía.

—Estoy bien mamá, es la quinta vez que me lo preguntas hoy —respondió tomando aire antes de contestarle, sabía que su madre estaba tremendamente preocupada y no quería sonar grosero pero también estaba cansado de que la gente le hablara como si se fuera a romper de un momento a otro, o más bien, como si fuera a explotar.

—Solo me preocupo por ti… te alejaron de mi lado demasiados años y ahora vuelves a irte… Al menos estando aquí podías recurrir a mí cada vez que lo necesitaras pero allí…

Ranma se dio la vuelta y tomó a su madre por los hombros cariñosamente —Me he pasado meses en misiones separado de ti, sin apenas poder tener contacto contigo, tengo 28 años, soy coronel del ejército, ya no soy ningún niño. Siento que por culpa de ese… —Ranma se mordió la lengua para no soltar un improperio por su boca– … estuvimos separados muchos años pero ahora no me voy a ninguna misión. En cuanto llegue te pasaré el número de la oficina y de casa para que puedas llamarme, ¿de acuerdo?

Nodoka asintió con resignación, la mujer se dirigió al cuarto de baño y salió con un par de botes de medicación que depositó en las manos de su hijo —Por favor… —Lo observó con ojos suplicantes.

Ranma miró los botes con una mueca de repulsión, no le gustaba la sensación que le dejaba esa medicación, como si no fuera él mismo. Pero el ver a su madre así le partía el corazón, así que los metió en su maleta y sintió cómo su progenitora se relajaba.

—Te llevo a tu casa, aún tengo que pasarme por el cuartel antes de ir al aeropuerto —dijo Ranma cerrando su equipaje.

—Ranma… —El chico se tensó al instante, cuando su madre le hablaba en ese tono sabía lo que venía a continuación—. ¿Te vas a ir sin hablar con U-chan?

Se tomó un instante antes de contestar —Voy un segundo al baño y nos vamos, no voy muy bien de tiempo —respondió obviando deliberadamente el tema.

—De acuerdo… —musitó Nodoka, sabía que era inútil insistir.

Ranma entró en el baño, se apoyó en el lavabo sujetándolo con fuerza hasta que los nudillos se pusieron de color blanco, se miró fijamente al espejo intentando respirar con calma. Cerró los ojos luchando por apartar las imágenes que se le agolpaban y le martilleaban la mente aventurando una nueva crisis. Con manos temblorosas abrió el armarito del baño y sacó uno de los botes de medicación que ni siquiera había empezado, el doctor Tofu le dijo que en esos casos podría tomar hasta dos pastillas de clonazepam. Las cogió y se las metió en la boca, abrió el grifo y tomó agua hasta tragarlas. A continuación se echó agua fresca en la cara y se secó rápidamente con una toalla antes de que su madre se preocupara. Volvió a respirar hondo una vez más y salió.

—Cariño, ¿todo bien? —preguntó angustiada.

El chico esbozó una leve sonrisa y asintió, cogió su maleta y se acercó a su madre, dándole un cariñoso beso en la frente —Echaré de menos tu ramen, nadie lo cocina como tú.

Nodoka sonrió, su hijo no era bueno expresando sus sentimientos, pero ella entendía que esas palabras encerraban un "te quiero".

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El Alférez Kirin miraba su reloj y lo comparaba con el del aeropuerto de Pudong. Decidió salir del coche al enterarse de que el avión proveniente de Tokyo llegaría con retraso. El suboficial Ming también lo acompañó.

—¿Es cierto lo que dice el informe del coronel Saotome? —preguntó Ming rompiendo el silencio.

—¿El qué exactamente? —respondió Kirin.

—Que agredió a dos compañeros que dormían en la misma habitación que él.

—Eso parece… Según el informe, en su última misión en Corea perdió la cabeza. Aconsejaron que tenía que dormir aislado pero en esa ocasión fue imposible y sus compañeros acabaron en el hospital. A partir de ahí fue cuando lo encerraron en el loquero y ahora, 11 meses después, nos lo mandan de regalo.

El suboficial Ming miró con angustia a Kirin —¿Qué fue lo que le pasó en Corea para que acabara así?

Kirin se encogió de hombros —Secreto de sumario al parecer. Los japos guardan muy bien sus cagadas y nosotros pagamos los platos.

Por los altavoces anunciaron la llegada del avión de Ranma. Kirin y Ming se colocaron sus gorras y se adentraron para recoger a su nuevo superior.

Ranma fue de las primeras personas en salir y se dirigió con paso firme a los oficiales que lo esperaban. Cuando estaba a punto de ponerse frente a ellos, estos se cuadraron y le saludaron formalmente.

—Alférez Kirin a sus órdenes, coronel Saotome.

—Suboficial Ming a sus órdenes, coronel Saotome.

Ranma soltó su maleta y respondió al saludo.

—Bienvenido a Shanghai, coronel. Permítame su equipaje —dijo Ming estirando el brazo para tomar la maleta de Ranma.

—No se moleste, ya la llevo yo —respondió secamente. Y comenzó a caminar hacia la salida del aeropuerto seguido por unos asombrados Kirin y Ming.

—Su chino es excelente, si me permite la puntualización —añadió Kirin intentando romper un poco la tensión.

Ranma no contestó y siguió caminando hasta que se paró al salir al exterior —¿El coche?

—Aquí está, coronel —señaló Ming.

Ranma abrió el maletero una vez que se aproximó al vehículo y se sentó sin esperar a que le abrieran la puerta en el asiento del conductor.

Kirin y Ming se lanzaron miradas de no saber qué narices estaba pasando y el primero se asomó a través de la ventana —Coronel… Tengo órdenes del comandante Hibiki de llevarlo al cuartel.

—Muy bien, indíqueme —le enseñó la palma de la mano para que le diera las llaves del coche.

Kirin no sabía qué hacer y observó de reojo a Ming que se encogió de hombros con la misma expresión de incredulidad que tenía su compañero.

El alférez depositó las llaves en la mano de Ranma después de meditarlo unos instantes y se dio la vuelta para subirse en el asiento del copiloto. Ming hizo lo propio en el asiento de atrás.

Ranma arrancó y salió a toda velocidad del aeropuerto.

—Co-coronel… ¿podría ir más despacio? —dijo Kirin buscando desesperadamente el cinturón de seguridad.

—¿Hacia dónde? —habló Ranma con los ojos muy fijos en la carretera.

—¡Esta salida, esta salida!

Ranma dio un volantazo y salió por donde le había indicado su subordinado haciendo que varios cláxones sonaran a la vez por tan imprudente maniobra. Kirin se agarró con fuerza a su asiento, sabía por el informe que el coronel Saotome era peligroso pero no un puto suicida.

—¿Y ahora? —dijo Ranma.

Kirin continuó dándole las indicaciones de las salidas que debía tomar. En una de las ocasiones no le dio tiempo de tomar la salida indicada y continuó hasta tomar la siguiente, estaba demasiado absorto en sus pensamientos, oía de fondo al alférez y al suboficial intentando redirigirle pero a él solo le importaba conducir como si no hubiera un mañana. Intentar sentir algo… lo que fuera; miedo, un chute de adrenalina, euforia, pero nada… hacía mucho tiempo que no sentía absolutamente nada, estaba vacío, roto. ¿Y si aceleraba y se estrellaba contra esos postes? Se llevaría por delante a dos inocentes pero qué más daba, ¿no? Agarró el volante y apretó aún más el acelerador. Los gritos de sus oficiales lo sacaron de sus oscuros pensamientos, no iba a hacerlo… sabía que no podía, su instinto de supervivencia era demasiado fuerte, lo había tenido que poner en práctica demasiadas veces en su viaje de entrenamiento con su padre. Lo maldijo en silencio y volvió a centrarse en las palabras del alférez Kirin.

—¡Coronel Saoto…!

—¿Qué zona es esta? —interrumpió Ranma.

—Es el gueto señor, aquí vive la peor calaña de Shanghai. Son ratas que no dudarían en atacarle por la espalda al más mínimo descuido.

—D-deberíamos salir de aquí… —se oyó la voz de Ming en la parte trasera del coche—. A esta gentuza no le gustan demasiado los militares.

Ranma miró con curiosidad el lugar, sin duda ahí vivía la gente más desgraciada de Shanghai, le recordó a su niñez y sus viajes con su padre, lo raro es que durmieran en algún motel, casi siempre lo hacían a la intemperie o en guetos de este tipo.

—¡CORONEL! —Ranma miró al frente ante el grito alertado de Kirin justo cuando un bulto que tenía en frente saltó apartándose de su camino, el hombre de la trenza frenó en seco y abrió la puerta, saliendo apresuradamente del coche. Una pequeña figura se incorporaba desde el suelo, llevaba un abrigo largo y una gorra puesta.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Ranma mientras se acercaba. Unos enormes ojos castaños y furiosos le devolvieron la mirada. En ese instante y, sin entender el motivo, a Ranma le inundó una paz que distaba de cómo se había sentido estos últimos años, y eso que esos ojos no eran para nada amistosos y realmente tenían un buen motivo para no serlos, estuvo a punto de atropellarla. Pero como si un rayo lo hubiera atrapado, toda la ansiedad que sentía se había disipado, sintió cómo el nudo que siempre le acompañaba en el estómago se deshacía, cómo se relajaban los nudillos atascados de sostener el volante, ni siquiera se había percatado de que varios automovilistas y viandantes, incluidos sus compañeros que se bajaron del coche para ver lo que había pasado, lo miraban atónitos, sólo había paz en ese fugaz encuentro. Cuando la chica abrió la boca para, obviamente quejarse, vio a un joven tomarla por la muñeca y tirar de ella para salir huyendo de allí— ¡Espera! —Solo por un breve instante la chica volvió a girarse y sus miradas se cruzaron apenas unos segundos.

―¡Yan, Yan! ¡Para! ―La morena tiró de su amigo haciendo que frenara. El chico se giró y miró por encima de su hombro, comprobando que nadie los seguía. Tomó aire y fijó los ojos en su amiga.

―¡¿Te has vuelto loca?! ―gritó cuando recuperó un poco el aliento tras la carrera― ¡¿Ibas a enfrentarte a los militares!?

Akane frunció el ceño ofendida ―¡¿Querías que me pusiera de rodillas y le agradeciera el casi haberme matado?!

―N-no he querido insinuar eso… ―habló más calmado, no soportaba que Akane se enfadara con él.

―¡¿Entonces qué debería de haber hecho según tú?!

―Sólo quería protegerte, ya sabes cómo se las gastan con nosotros. No les hace falta ningún motivo para meternos en un calabozo o darnos una paliza de muerte.

Al escuchar las palabras de Yan, Akane se calmó. Estaba muy nerviosa después de lo que había ocurrido y lo último que quería era pagarlo con él ―Siento preocuparte, gracias por ayudarme. ―sonrió y a Yan le subieron automáticamente los colores.

―¿V-vamos al súper? ―sugirió el moreno.

―Aún es temprano, vamos a visitar al señor Miura, me han entrado ganas de practicar japonés.

Yan asintió y ambos caminaron hacia la tienda.

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Después del incidente con la chica, Ranma se sentó en el asiento del copiloto y dejó que Kirin condujera hasta el cuartel, estaba demasiado absorto en intentar retener esa sensación que le produjo la simple mirada de la joven del gueto. ¿Qué extraño poder tendrían esos ojos para derrumbar toda su ansiedad y sentir que estaba a salvo de todo?

―Coronel, hemos llegado.―La voz de Kirin le sacó de sus pensamientos, salió del coche y observó la entrada del cuartel con detenimiento. Entró detrás del alférez y el suboficial. Inmediatamente, todo el personal dejó su tarea y se irguió saludando a su nuevo superior. A Ranma no le pasó desapercibido que, aunque era su obligación saludarle, sus caras no estaban muy conformes con su llegada. Lo notaba y francamente le daba igual.

―¿Mi despacho? ―preguntó Ranma a Kirin.

―P-pero… el capitán Hibiki dijo…

―Avísele de que he llegado y que venga a verme enseguida.

El alférez lo guió hasta el antiguo despacho del coronel Gao y Ranma cerró la puerta tras de sí.

―Puto psicópata suicida… ―murmuró Kirin antes de dirigirse al despacho de Ryoga.

Éste estaba leyendo un informe cuando llamaron a su puerta ―¡Adelante!

Kirin abrió ―Con permiso de mi capitán. ―Ryoga asintió y Kirin se acercó hasta colocarse frente a la mesa, sujetando sus manos a la espalda.

―¿Y bien? ¿Dónde está el coronel Saotome? ¿Lo habéis dejado olvidado en el aeropuerto? ―preguntó Ryoga con ironía.

―El coronel Saotome ya está instalado en su despacho, capitán.

Ryoga soltó los papeles que estaba leyendo y entrelazó los dedos ―¿No le dijiste que pasara a mi despacho a verme?

Kirin tragó en seco ―Dijo que fuera usted a verlo lo antes posible.

Ryoga enarcó una ceja, asombrado ―Así que está marcando territorio por lo que veo, dejando claro que él es el que manda… ¿Y? ¿Qué impresión te ha dado?

―¿Puedo hablar con confianza?

―Ya sabes que sí, déjate de formalismos y sácate el palo que te has metido por el culo desde que has ido a recogerle.

Kirin apoyó las palmas de las manos en la mesa ―Está como una puta cabra, casi nos mata viniendo hasta aquí. Se ha empeñado en conducir y se creía que la carretera estaba sólo para él. Por un momento parecía que le estaba indicando a la pared porque conducía sin un destino fijo, hemos llegado hasta el gueto y casi atropella a una chica, que no es que me importe mucho, una rata menos, pero si no hubiéramos llevado el cinturón, Ming y yo hubiéramos salido volando por los aires. Luego, no sé qué coño le ha pasado que se ha desconectado, se ha sentado en el asiento del copiloto y ya me ha dejado conducir hasta aquí. No ha abierto la boca hasta que ha preguntado por su despacho. Es la alegría personalizada…

Ryoga lo escuchaba atentamente, analizando todos los detalles ―No quiero ser maleducado, voy a darle la bienvenida y a presentarme.

El capitán se puso en pie y se encaminó hacia el despacho del nuevo coronel, cerró los ojos y suspiró antes de llamar, tenía que interpretar su papel a la perfección ―Pase ―escuchó la voz grave de Ranma al otro lado de la habitación.

―Con permiso, mi coronel. ―Cuando entró se encontró a Ranma mirando atentamente la estantería. Se giró y Ryoga le saludó en ese instante―. Capitán Ryoga Hibiki a sus órdenes. ―Ranma le devolvió el saludo―. ¿Qué tal el viaje desde Tokyo? Quería que conociera a sus hombres pero en cuanto me diga le acompañaré al apartamento que tiene designado, no está muy lejos de aquí, así podrá descansar.

―No necesito descansar, capitán. Prefiero ir poniéndome al día de todas las operaciones que se están llevando a cabo desde el cuartel. Espero que me ofrezca su ayuda. ―Sus ojos azules y vacíos le retaban a desafiarlo. Ryoga enseguida lo captó e intentó controlar la rabia que poco a poco le embargaba sin poder hacer otra cosa que sonreír forzadamente.

―Por supuesto, coronel… Le pondré al corriente de todo. ¿Necesita que le traigan algo?

―Café solo… descafeinado y sin azúcar ―contestó con otra leve sonrisa.

―Pediré que se lo preparen de inmediato.

Cuando se disponía a salir Ranma le llamó la atención ―Usted también es japonés, ¿qué hace en Shanghai?

Ryoga se volvió hacia él ―Me temo que debo sacarle del error. Mis padres eran japoneses, se trasladaron cuando mi madre estaba embarazada, yo nací en Shanghai. A pesar de mis rasgos y mi nombre soy 100% chino y a China sirvo ―hizo hincapié en la última frase, algo que Ranma no pasó por alto.

―Culpa mía, no debería haber dado por sentado su origen ―dijo mientras se sentaba en su nuevo sillón.

Ryoga torció levemente la cabeza ―Sé que los comienzos pueden ser difíciles, si le apetece puedo enseñarle la ciudad cuando guste y recomendarle los mejores bares y restaurantes.

Ranma pareció meditarlo un instante, no sabía el tiempo que iba a permanecer en Shanghai y, aunque no pretendía hacer amigos, tampoco quería crearse enemigos. Sí, China era aliada de Japón, los había apoyado en su guerra con Corea, pero aún así seguía siendo un extranjero al que tenían que obedecer y era obvio que no estaban muy contentos con su llegada ―Después de haber metido la pata con usted no me queda más remedio que aceptar su amable oferta, capitán. Cuando antes me ponga al día de todo, antes podré disfrutar del entretenimiento que me ofrece la ciudad… ya que no sabemos el tiempo que mis superiores necesitan que esté aquí…

―No tiene más que decírmelo, coronel.

―Sé que el general Kuno les envió un informe mío bastante detallado… ―Ryoga tragó saliva sin saber qué contestar, no se esperaba que Saotome sacara el tema―. Si estoy aquí es porque ellos no me consideran capacitado para estar en el frente, aunque se equivocan… Así que hagamos un trato, ustedes no me den problemas y yo no se los daré, ¿entendido? Cuanto mejor nos llevemos antes se librarán de mí. ―dijo secamente mientras abría los cajones de su mesa.

―Claro… coronel… ―Ryoga salió del despacho, pidió el café para Saotome y se encerró en el suyo mientras se lo preparaban. Quien no supiera leer entre líneas hubiera pensado que si no se metían en los asuntos del otro todo iba a salir rodado, pero Ryoga sabía perfectamente que tenía que andarse con mucho ojo si quería seguir conservando su poder en Shanghai. Sí, había leído su informe médico pero también el militar, ese hombre había nacido para el ejército, no sólo era perspicaz y astuto en las operaciones que había dirigido, era jodidamente bueno en todo, el primero de su promoción con la calificación más alta. Coronel con 28 años… muy pocas personas habían llegado a tener ese rango a tan temprana edad. Tenía que averiguar qué coño pasó en Corea.

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Akane y Yan llegaron pasadas las 20h, cada uno provisto de una bolsa de los alimentos que aún podían usarse. El chico se despidió de ella bastantes metros antes del refugio de la morena, no sería capaz de aguantar la fría mirada de Taro si lo veía cerca de ella.

—¡Estoy en casa! —Taro salió a recibirla.

—Vaya… ¿solo una bolsa? ¿Otra vez has regalado nuestra comida? —preguntó el castaño mientras revolvía el contenido de la bolsa.

Akane frunció el ceño molesta —Si hay alguien más necesitado que nosotros da por hecho que lo volveré a hacer pero esta vez no ha sido el caso, es que cada vez acude más gente a la salida del supermercado. Yan y yo nos hemos ido después a otro a ver si teníamos suerte pero cuando hemos llegado ya no quedaba nada decente.

—Bueno, esta noche voy a salir con Mao y su pandilla y el viernes es noche de peleas en el Black Ahiru así que no creo que tengamos problemas, mañana te doy dinero y vas a la tienda del señor Miura para comprar lo básico.

Akane hizo una mueca —No me gusta que salgas con Mao… Es un delincuente… No quiero que te involucre en sus movidas, más de una vez lo han detenido por robo con agresión.

—Me portaré bien, mamá… —sonrió sacándole la lengua.

—¡Eres un idiota! —Akane hizo amago de pegarle un puñetazo en el hombro y Taro la esquivó, poniéndole la zancadilla y haciendo que tropezara.

—Demasiado lenta, yo no te he enseñado a pelear así. ¡Lucha como es debido! —Taro se colocó en posición defensiva y Akane sonrió, hacía mucho tiempo que no practicaba artes marciales.

La chica se crujió los nudillos y movió el cuello a ambos lados —¡Prepárate porque te vas a comer mis puños!

Empezaron un combate improvisado donde Taro le iba corrigiendo algunos de sus puntos débiles. La vida en el gueto ya era peligrosa para un hombre, quería que Akane supiera defenderse ante cualquier problema si algún día él ya no estaba junto a ella.

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Shampoo se quedó un rato viendo pelear a Taro y a Akane, no entendía cómo la chica no se daba cuenta de lo que el castaño sentía por ella, sus ojos la miraban con auténtica adoración y no precisamente de un hermano mayor. De pronto las palabras de Mousse resonaron fuerte en su cabeza utilizar a una zorra como tú para desfogarse porque no puede hacerlo con quien él verdaderamente quiere. Eso lo tenía claro desde hacía bastante tiempo, pero ella se conformaba con las migajas que le quisiera dar. Hacía mucho que no creía en los cuentos de hadas, todos los príncipes buscaban a una princesa, no se casaban con la bruja del cuento. Decidió salir de su escondite, el primero en verla fue Taro que inmediatamente detuvo el combate y la miró muy serio. Akane se dio la vuelta y, al contrario que Taro, sus ojos se iluminaron y su sonrisa se expandió.

—¡Shampoo! —La chica salió corriendo a su encuentro y se abrazó a la joven de cabello largo.

—¡Hola Akane! —Le devolvió el abrazo con una mano, ya que en la otra sostenía una bolsa, e intentaba reprimir una lágrima por lo que estaba a punto de hacerle.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Taro bastante seco.

—Hacía mucho tiempo que no venía a veros y de camino os he traído un poco de ramen hecho por mí, aún está caliente.

A Akane se le agrandaron los ojos y miró la bolsa de ramen a punto de babear —¡Adoro el ramen que tú haces! ¡Nunca he comido uno igual!

Shampoo sonrió, en esos momentos la preciosa mujercita que tenía delante se transformaba en una niña de nuevo —Toma, ve sirviendo.

—¿Te quedas a cenar? —preguntó la morena de cabello corto.

Shampoo miró a Taro y éste asintió levemente después de meditarlo durante un instante. Akane se alejó corriendo y entró en el refugio para organizar todo.

—No deberías haber venido —le dijo el castaño.

Shampoo se acercó y se sujetó de su camisa arrastrándolo hasta que estuvieron detrás de un poste —Tenía ganas de verte…

Taro cerró los ojos y resopló, le sujetó la muñeca suavemente y volvió a fijar la vista en ella —Estando cerca mío corres peligro, no quiero que Mousse te haga daño.

El corazón de la joven le dio un vuelco, que Taro se preocupara por su bienestar la hacía sentir especial —No sabe que estoy aquí —mintió—. ¿No me echas de menos ni un poquito? —la chica de ojos carmesí se acercó despacio, como sí temiera que al hacerlo rápido Taro se asustara y se alejara de golpe, hasta que sus prominentes pechos rozaron el cuerpo del luchador. Éste se tensó inmediatamente tras el contacto y volvió a cerrar los ojos, comenzando a acariciar la cintura de la chica mientras poco a poco descendía sus grandes y callosas manos hasta apretar su trasero con fuerza, comenzando a respirar con dificultad. Ella sabía que su corazón pertenecía a Akane pero también era un hombre y notaba la fuerte atracción que sentía por ella. Al ver que Taro le respondía aprovechó para subir lentamente las manos por el torso del castaño y se puso de puntillas para susurrarle al oído—. Te deseo tanto…

—Shampoo… —susurró Taro—. No puede ser… —pero sus palabras eran contrarias a lo que decían sus actos. La chica sintió su erección porque Taro la atrajo aún más hacia él.

—El domingo de la semana que viene… Mousse no va a estar, se va de viaje y yo dispongo de todo el día… podemos vernos en el Motel Monte Fénix, en la misma habitación de siempre… —dijo rozando sus labios mientras le acariciaba su miembro.

—Joder… joder… yo… si Mousse te hace algo por mi culpa… y además…

—Sé lo que me vas a decir, no espero nada de ti, tengo claro lo que hay…

—¡Chicos! ¡Ya está preparada la cena!

Akane gritó a lo lejos y Taro inmediatamente apartó a Shampoo, a pesar de que por la oscuridad, y al estar detrás del poste, era imposible que los hubiera visto. Shampoo sonrió tristemente y salió en busca de Akane.

Taro se apoyó en el poste y se pasó las manos por la cara, ¿qué coño tenía Shampoo que hacía que fuera como una abeja a la miel? Él estaba enamorado de un imposible, jamás le diría a Akane lo que sentía por ella, no iba a estropear la relación que tenían y luego estaba Shampoo… Llevaba meses sin estar con ella, sin estar con nadie porque sentía que, de algún modo, estaba traicionando a Akane. Pero él era un hombre y tenía sus necesidades y era obvio por lo que acababa de pasar que si la morena no los hubiera llamado hubiera acabado follándosela salvajemente allí mismo. Se estaba volviendo loco, su padre ya le dijo antes de morir que las mujeres traían la desgracia. Respiró hondo y caminó al encuentro de las dos mujeres que lo llevaban por el camino de la amargura, una de forma sentimental y la otra de forma física.

Continuará…


Hola a todos! Qué tal estáis? Yo estoy súper cansada… pero no quería faltar a la actualización. Como veis en este capítulo sí ha salido Ranma y se han encontrado! Vale que sólo ha sido un instante pero es un comienzo jijiji

Muchas, muchas gracias por todos los reviews, espero que os esté llamando la atención la historia, al menos un ratito os tiene entretenidos :P

No me voy a enrollar mucho hablando hoy, estoy deseando ducharme, ponerle el pijama y tumbarme un ratito en el sofá que mañana a las 8 estoy de nuevo en el hospital.

Gracias infinitas a mis betas Sailordancer7, LumLumLove, LucitaChan y Susy Chantilly, os adoro igual que a mis niñas loquillas. Felicidades por tu aniversario Juany! Y a Geral por su nuevo trabajo.

Si no hay ninguna complicación volveré a actualizar el 5 de nov, Que paséis un buen Halloween, día de todos los santos y día de muertos. Nos leemos!

Sakura Saotome :)