La chica del vestido blanco.

Hubo alguna vez una chica que tenía la vida ideal, "tenía" siendo el verbo clave.

Familia amorosa, buenos amigos, excelentes calificaciones y el respeto de sus pares y todo su círculo social. Se trataba pues de la clase de chica que todo mundo sabía triunfaría en la vida porque era especial, muy, muy especial y todo mundo lo sabía.

Todo el mundo creía que ella llegaría a ser alguien importante.

Luego, un día, esa chica especial desapareció, y por el periodo de un mes se convirtió en el opuesto exacto de la persona que durante años luchó por ser.

Malas calificaciones, pésimo desempeño en los deportes, una relación cada vez más tensa con sus padres y la desconfianza de sus anteriores amigas eran el pan de cada día. No pasaba una hora, ni siquiera un segundo, sin que alguien la culpase de la peor tragedia de su vida, algo sobre lo que ella no tenía control porque la verdadera responsable seguía allí afuera riéndose de todos, ¡burlándose por haberse salido con la suya!, y mientras tanto ella languidecía intentando explicar que no había sido su culpa, que intentó protegerlo, que no quería que se marchara pero que esa mujer no dejó de acosarla, no la dejó en paz hasta que se llevó a quien más importaba, no la dejaba dormir, no la dejaba comer, no la dejaba pensar, no la dejaba existir, no la dejaba…

Colapsó todo a su alrededor de forma tan repentina que ya ni recordaba bien todo lo que había perdido.

La pobre chica dorada, la que tenía el futuro asegurado se había transformado en una triste parodia de su anterior ser.

Demacrada y perdida, vagaba por los parques aledaños a su hogar buscando a la única persona que estaba convencida que todavía la amaba, solo que… Esa persona, ya no le pertenecía.

Cuando encuentres al que quieres, y encontrarás a esa persona, que de eso no que quepa duda, no querrás dejarla ir–

Cuando todavía estaba hecha de sangre, carne y hueso, cuando su corazón era real y no el despojo con el que se levantase luego de quedarse dormida por última vez, había sido una chica como muchas otras. Era feliz, tan feliz como se podía ser, y amaba tanto como su entonces ingenuo corazón se lo permitía.

Cuando todavía era real y no una amalgama de malas experiencias y rencores ya sin sentido, tenía a su cargo a alguien que la amaba con todo su ser, y un día esa persona escuchó que la llamaban, y luego, se fue.

Alguien se la arrebató, y ella se quedó tan, pero tan sola que no supo cómo lidiar con la vida, así que en un corto periodo de tiempo se consumió mientras que buscaba la verdad.

Cuando lo encuentres, querrás que te pertenezca por completo y nada ni nadie te detendrá, porque eres como yo, y yo no me arrepiento de tomar lo que es mío–

Luego de eso, luego… Ya no hubo más.

Lo poco que recordaba era haberse visto a si misma congelada al costado de un sendero, con los labios azules y las puntas de los dedos ennegrecidas, después de eso, se dedicó a caminar sin rumbo, pensando en aquella mujer alta de vestido blanco y sombrero de ala ancha a la que ahora tanto se asemejaba, la que caminaba también por los solitarios parajes de la ciudad llevando de la mano un cuerpo pequeño y laxo el cual arrastraba sin mayor cuidado por sobre la gravilla, dejando tras de si un rastro de sangre que se perdía en medio de la oscuridad.

Aquella monstruosidad a la que confrontó al perder a aquel niño al que cuidaba no le había mentido, pues desde ese instante se obsesionó con recuperar lo que era suyo, y lo sabría, sabría exactamente quien le pertenecía en cuanto posase su mirada sobre aquella persona.

Tan solo debía esperar.

–Cuando lo vea, sabre que es mío. Supongo que no podría ser de otra manera…–, suspiró aletargada con su extrañamente ronca voz, la misma voz a la que nunca se pudo acostumbrar.

Imaginó muchas veces que aquello era producto de las acciones de su asesina, que al agarrarla por el cuello y elevarla por los aires apretó con demasiada fuerza, dañando algo que ya no podría ser reparado.

Ergo, su voz era tan monstruosa como el resto de ella, como todo lo que la rodeaba a excepción de la persona a la que esperaba.

–Ojala le gusten los dulces que le robé a Kuchi–

Muchos años atrás, cuando todavía era temible el encontrársela vagando por algún parque o cementerio siguiendo las señas que se utilizaban para contenerla, se había encariñado con el niño más curioso que pudiese existir, un pequeño que creía ser un héroe, lo que era bastante tierno considerando que el pobre a pesar de poner todo su empeño no tenía ningún talento ni la fuerza ni habilidad como para esa clase de cosas.

Honestamente, más allá de ser un lindo sueño para ese niño no le veía futuro a sus ambiciones, para comenzar, era algo torpe, y lento, y débil y bueno, tenía eso en su contra.

Tampoco era muy despierto en realidad, bastaba con decir que su movimiento final y técnica secreta consistía en agitar los brazos como si se tratase de un molino tal y como en las caricatura.

Jamás ganó una pelea con esa táctica.

Aún así, ella le guardaba afecto, tanto afecto que cuando se dio cuenta de que se trataba de la persona a la que estaba esperando hizo el titánico esfuerzo de alejarse y de paso, renegó del propósito mismo que la mantenía atada al mundo de los vivos. Tal vez por algún remanente humano todavía sepultado en ella, o quizás por mera rebeldía, por ser plenamente consciente si bien no de las circunstancias, al menos de la injusticia que se había cometido en su contra, una falta imperdonable que por cierto no deseaba repetir.

Aquel perfecto soñador viviría y ella pensaría en él a la distancia, imaginaría verlo crecer y madurar hasta que se hiciese un hombre y luego un anciano y entonces y solo entonces se sentiría a gusto y también desaparecería, al menos, esa era la idea de no ser porque de cuando en cuando volvía a encontrárselo hasta que lo perdió de vista cuando se quedó sin su empleo en una oficina haciendo un trabajo que odiaba y por primera vez lo vio realmente acabado, al punto en que las ansias de recogerlo y marcharse con él casi la empujan a cometer una estupidez y romper su promesa.

Y sin embargo al final, lo amó lo suficiente, así que se alejó de su soñador y luego, lo perdió de vista, al igual que a su otro niño.

Desde aquel evento y sin importar cuánto lo buscase en sus peores momentos de debilidad no hallaba pistas de su persona, era como si una fuerza misteriosa lo escudase de ella conforme la actividad de los nuevos monstruos que surgían se hacía más violenta.

Quizás por aquello se volvió tan inactiva durante el último tiempo, sin pistas sobre el paradero de su persona especial, sin conocer su nuevo empleo o dirección desde que no pudiese hallarlo en ese asqueroso departamento que rentaba, se había quedado en efecto a ciegas y presa del pánico, volviéndose su conducta más y más erráticas hasta que se topó con un terrible fantasma que al parecer también pasaba por una mala racha.

De allí surgió una amistad la que resultaría ser una de las mejores partes de su no vida.

No se esperaba encontrarlo de nuevo, y mucho menos en tan peculiares circunstancias. De haber sabido que estaba tan cerca, se habría asegurado de mantenerlo lejos de esa peligrosa zona en la que habitaba el amigo humano de Kuchi sobre el que sintió tanta curiosidad.

De haberlo sabido antes nunca, en ninguna circunstancia le hubiese permitido permanecer en la zona abandonada de ciudad Z y mucho menos relacionarse con alguien tan peligrosa e inestable como la mujer de la cara cortada.

Imaginar que aquel humano resultaría también ser su niño especial era francamente impensable, mas, así había sucedido. Kuchisake lo había mencionado brevemente, al hombre banana, el hombre que la consideraba hermosa y que era el héroe más fantástico y fuerte del mundo porque su corazón era realmente puro.

Aquello sonaba demasiado irreal, por ello debía investigar, es decir, varios años atrás la hubiese considerado loca por pensar algo así, pero en el presente todo era diferente. El mundo estaba de cabeza con todas las apariciones de nuevos y peligrosos monstruos y a decir verdad, ya no era tan raro encontrarse con una criatura mítica, así que una suerte de caballero galante en dorada armadura no era exactamente algo que pudiese negar.

Así como lo describían tenía la aterradora sospecha de que su querida Kuchi se había involucrado con alguien a quien obviamente no debía molestar, alguien que no le pertenecía.

–Kuchi no exageraba con sus gustos–, suspiró el espectro algo anonadado, –De verdad usa esos colores tan llamativos–

Había cierto encanto en su atuendo, tal vez, debido a que se destacaba por sobre cualquier otro diseño que hubiese visto antes.

Los héroes que había presenciado en algunas cuantas ocasiones siempre eran extravagantes, muy intrigantes y únicos, como aquel joven con su traje de perro, o aquellos que vestían de ninjas incluyendo a ese chico tan raro que siempre estaba entrenando en los bosques, o el niño aquel con sus androides de batalla y su mochila computadora.

Incluso aquella pequeña mal hablada, ¿tornado le decían?, incluso ella era encantadora para ser alguien que solo usaba un largo vestido negro que dejaba muy poco a la imaginación.

De no haber tenido esos poderes tan fantásticos, Hasshaku hubiese buscado la forma de divertirse con ella e incluso con su hermana y sus graciosos amigos.

En fin, si de verdad hubiese sido capaz de elegir a otro no se hubiese encariñado a más no poder con alguien tan lejano a sus posibilidades…

Ahora estaba el asunto de como abordarlo para que no saliese corriendo despavorido.

:::

::;

Saitama tenía un acosador, bueno, técnicamente dos si contaba al sonidista sonico sound, pero a diferencia de subwoofer soul device que solo lo molestaba para entrenar y medir su fuerza, la segunda actuaba de forma un tanto más perturbadora.

Para comenzar, creía que estaban saliendo, y no había nada que Saitama pudiese decir o hacer para convencerla de lo contrario, y por "nada", se refería a todo.

Había intentado ser directo, había probado ser sutil, también holgazán, emocionalmente distante, excesivamente dependiente, e incluso la arriesgada pero no por ello menos efectiva técnica de exponer su yo interno con tal de asustarla con su parte sensible y ella solo le sonreía con esa muy, muy aterradora sonrisa suya.

Afortunadamente, en especial para Genos, su "novia" no tenía planes de mudarse, teniendo ella ya un lugar que compartía con una amiga a la que un día conocería. A Saitama en si no podía importarle menos, y como nada daba resultado con su desequilibrada conocida se decidió a hacer lo que siempre hacía cuando un problema no tenía solución aparente.

Esperaría a que se resolviese solo, porque eventualmente tenía que pasar.

–Hoy fue un día tranquilo–, murmuró caminando a casa, –Al menos todavía puedo seguir con mi rutina así que no me incomoda tanto gustarle a alguien–

Luego de una mañana de entrenar y patrullar iba de regreso a su departamento a descansar y comer, se lo había ganado por trabajar tan duro en su labor como héroe.

Decidiendo que el día estaba particularmente lindo, eligió pasar por un parque para así disfrutar del paisaje. Las miradas de preocupación y desconfianza que solía recibir no le importaban por lo que a pesar de que a su alrededor las personas se apartaban para no toparse con alguien de mala reputación, a Saitama todo le parecía perfecto.

El sol brillaba, los pájaros cantaban, y una enorme y suave pared de tela en medio de los árboles le cortaba el paso.

–¿Uh?, podría jurar que aquí había un sendero–

Súbitamente ese lindo día se desvaneció, los pájaros dejaron de cantar, el clima empeoró y una helada brisa surgió de la nada.

Incluso un cuervo se puso a graznar en la lejanía.

Al mirar hacia arriba, Saitama descubrió a una persona bastante alta que lo observaba sin emoción aparente.

–Hola pequeño, ¿qué haces aquí tan solo?–

No estaba solo, de hecho Saitama podía jurar que el parque estaba lleno de personas a esa hora.

Al voltearse para señalar a todas las familias y parejas que lo rodeaban se extrañó de no encontrarlos, es decir, incluso los perros habían desaparecido.

–Oh, supongo que de verdad me quedé solo–

El clima siguió empeorando, con el viento sacudiendo las copas de los árboles que se mecían de un lado al otro conforme el cielo se tornaba más y más gris. En tanto, aquella extraña mujer le sonrió desde arriba, con su rostro parcialmente oculto debido al sombrero de ala ancha que llevaba puesto.

–No te asustes, yo puedo cuidar de ti si te sientes solo, puedo acompañarte–

Saitama abrió la boca para decirle que gracias y que no era necesario, porque era un héroe profesional y la verdad le sonaba algo perturbador que una completa desconocida se ofreciese a "cuidar" de él.

Lamentablemente para la mujer alta del vestido blanco y sombrero de ala, un monstruo no veía con buenos ojos esa detestable preocupación por un asqueroso ser humano.

–¿¡Qué demonios crees que haces!?–

Apareció desde detrás de un basurero en el que malamente podría decirse ocultaba su presencia. El monstruo en si no era nada especial para Hasshaku que había visto decenas de tipos exactamente iguales diciendo las mismas cosas y haciendo las mismas cosas.

–Lo que haga o no no es de tu incumbencia, ahora retirate por favor–, exigió seria para no verse involucrada en un interminable monologo sobre la destrucción de todos los humanos y la rara obsesión de un loquito.

El monstruo en tanto hizo lo que cualquier otro en su sitio hubiese hecho y se tomó a pecho esa ofensa.

–¿¡Qué no es de mi incumbencia!?, ¿qué eres?, ¡apuesto a que eres una especie de degenerada amante de los humanos!–, acusó enfurecido mientras que escupía fuego por la boca, –¡Escúchame bien pedazo de basura!, ¡yo soy Booster Fire Red!, me convertí en monstruo para castigar a los humanos y en especial a los héroes que son todos unos hipócritas, así que mejor apartate de mi camino y deja que me encargue del humano si no quieres sufrir las consecuencias–

Hasshaku vio al monstruo con pena, ¿cuál era el problema de los humanos?, antes a alguien así se le podía ayudar a cambiar su vida, a crecer como persona si es que no aparecía algún otro ente que lo devorase, pero con el surgimiento de los héroes y los entes misteriosos el equilibrio aquel se había acabado y en lugar del esperpento que mataba de vez en cuando y en condiciones especificas habían mil kaijus con poderes inverosímiles peleando contra samuráis, fisicoculturistas y personas disfrazadas de animales.

Estaba agradecida de que su precioso Saitama no fuese como ellos, incluso si su estilo de heroísmo era carente en el departamento de la sutileza.

De forma inconsciente se había sujetado de la capa del héroe como si se tratase de una manta, solo para ponerse delante de él y que así ese feo kaiju ya dejase de molestar.

–Ya déjanos en paz, este humano es mío, búscate el tuyo–

El monstruo dejó escapar otra llamarada desde sus fauces mientras que sus siniestros ojos se enfocaban en el héroe.

–Que repugnante eres, ¿qué no tienes el orgullo de un monstruo?, eres peor que la basura, eres nada, ¡una vergüenza para todos nosotros!–

Hasshaku ya había tenido suficiente y creía por fin reconocer el problema. No era que el monstruo en si tuviese algo en su contra, sino que se trataba de un matón, un bully cualquiera que no podía ver que alguien más fuese feliz sin que sus celos lo obligasen a actuar como un idiota.

Durante su tiempo como una chica humana se había tomado muy en serio el papel de niñera y eso muchas veces involucraba asegurarse de que los abusivos no se metiesen con los niños a los que cuidaba.

–Te lo pedí amablemente, retírate o te forzaré a irte–, amenazó el espectro preparándose para la pelea.

El Kaiju hizo lo mismo, haciendo tronar sus enormes nudillos con la clara intención de destrozar a su contrincante y luego al héroe, todo con tal de ascender en la escala de riesgo de la asociación.

Saitama por su parte no quería involucrarse.

–Ustedes arreglen sus diferencias–

El kaiju no pudo evitar sonreír, no, era más que eso, más que una malsana sonrisa.

–¿Uh?, ¡hahahahahahhaha!–, rió el monstruo conforme una anonadada Asshaku veía a su héroe liberar su capa para irse y dejarla peleando por su cuenta.

La humillación le pareció deliciosa al kaiju.

–¡El estúpido humano no se había dado cuenta de lo que eras!–, celebró el monstruo saltando de un lado hacia el otro antes de dirigirse a donde se hallaba Saitama.

–Hey pelón, ¡calvito!, vuelve aquí que todavía no termino contigo–, dijo al héroe interponiéndose en su camino, –¡Vamos cabeza de bombillo haz algo interesante!, ¿a qué no puedes cocoliso?, ¡pelón!, ¡pelón idiota!, me enfurece tu cara de aburrimiento, me enfurece el que no demuestres miedo pero se acabó, ¡estúpido…–

El discurso del kaiju fue interrumpido por una banca dándole contra la espalda, cortesía de Asshaku.

–El único idiota aquí eres tú–, siseó ella al volver a levantar la banda y utilizando su gran altura, estrellarla contra la cabeza de la criatura.

La monstruosa dama sonrió satisfecha al ver que el monstruo se tambaleaba para luego, tener que arrodillarse.

–Te dije que no lo tocarías pero no escuchaste, no eres más que un tonto abusivo al que hay que poner en su lugar–

El kaiju sacudió la cabeza casi impresionado, casi.

–Hay algo mal contigo mujer, pero bueno, ni modo…–

Y antes de que Asshaku pudiese reaccionar, una rápida combinación de golpes y patadas minó sus defensas. A esa corta distancia el largo de sus brazos no le sirvió de mucho, simplemente no era lo suficientemente veloz como para atajar o desviar los puños del kaiju.

–¡Toma esto!–

El flujo de fuego le dio de lleno al espectro del vestido blanco, haciendo volar su sombrero de ala e incendiando su vestimenta, obligándola a arrojarse al pasto y rodar con tal de no quemarse por completo.

–Ahora quédate ahí en el piso y muere, asquerosa degenerada–, escupió el kaiju de forma despectiva, –Eres en extremo débil, tanto que no creo seas digna de ser parte de nuestra organización, pero si te disculpas y te humillas frente a mi, puede que lo reconsidere y perdone tu miserable vida–

El rush de adrenalina y la sensación de magno poder le duraron al kaiju apenas unos segundos antes de que le llegase su muerte, desvaneciéndose del lugar en cuanto un flash carmesí lo evaporó por completo en una fina nube de partículas.

–Que tipo más desagradable–

Asshaku seguía en el piso cuando Saitama abofeteó al kaiju, toda cubierta de pasto y algunas flores desafortunadas que absorbieron parte del daño provocado por el fuego el cual se extinguió producto de la onda de choque

Sin mucha delicadeza, el héroe ayudó a la dama de blanco a levantarse, quedando esta sentada sobre sus rodillas, tosiendo y lamentándose por no haber sido capaz de ayudar.

–¿Estás bien?–, preguntó Saitama mientras que alcanzaba el sombrero de ala, ahora ligeramente chamuscado, y se lo entregaba a su dueña.

Asshaku quería morir de vergüenza, en sentido figurado. Su precioso niño prometido, su víctima destinada y gran obsesión de su vida había acabado con un grosero monstruo con tal de protegerla, incluso si al inicio intentó hacerse el desentendido y marcharse, ¡lo que era por cierto una broma!, o una brillante táctica para distraer a ese matón, porque el espectro sabía en su seco, inexistente y siniestro corazón que alguien como Saitama no la abandonaría a su suerte.

–Sí, es solo que… Quería impresionarte y protegerte pero ese idiota apareció. Lo lamento–, explicó avergonzada.

–¿Por qué?–

¿Qué porqué lo había hecho?, pues… Ella tenía sus motivos, muchos motivos en realidad, solo que no se sentía lista para discutir todo lo que sentía y pensaba sobre el héroe.

Pensó entonces que lo mejor sería decirle parte de la verdad, y luego cuando lo conociese mejor podrían conversar de lo demás, si es que Saitama lo quería.

–Kuchisake es mi amiga, me habló de ti y me recordaste a alguien que conocí hace años–

–Kuchisake… Entonces tú eres su compañera de cuarto–, dedujo el héroe.

Asintiendo contenta tomó de las manos a Saitama y les dio un cálido apretón.

–Exacto, esa soy yo. Mi nombre es Hasshaku–

El héroe consideró la historia de la extraña mujer, y a pesar de que una minúscula parte de su ser le susurraba que no era de fiarse, quedaba el hecho de que se había arriesgado a pelear contra un monstruo para ayudarlo.

En definitiva, no podía ser mala, eso y era amiga de Kuchi.

–¿Necesitas ayuda para levantarte?–

Sin esperar respuesta, Saitama se inclinó, la cogió de la cintura y la puso de pie.

–Gracias Saitama-kun–, susurró Hasshaku encantada ante el despliegue de fuerza y caballerosidad del héroe.

Intentando permanecer digna ahogó un gemido de dolor al sentir el efecto de los golpes del monstruo asesinado, inmortal y todo, podía dañarsele, incluso temporalmente.

–Vaya, de verdad que te dio duro, ¿estás segura de que estas bien?–

A pesar de que su preocupación le resultaba cautivadora, no quería causar preocupaciones indebidas a Saitama, –Me recuperaré, en realidad soy muy fuerte aunque no lo parezca–, le dijo sonriendo y flexionando sus brazos.

Saitama sacudió la cabeza e imitando la sonrisa de Hasshaku se ofreció a acompañarla hasta la salida del parque. Tomaron una ruta larga, en especifico, un camino que el héroe no conoció y que los llevó por parajes cada vez más sombríos y desoladores, muchos de ellos tan escabrosos que le sorprendía estuviesen en medio de una ciudad tan poblada.

Al emerger casi una hora más tarde, Hasshaku al fin había reunido el valor para expresar lo que deseaba de Saitama.

Se detuvo a la salida del parque, el que casi por arte de magia volvió a la vida dejando atrás esa aura oscura que la seguía. Allí, actuando como la adolescente que era antes de morir, fue que llamó la atención de su héroe.

–Kuchi tenía razón sobre ti, cuando me contó que existía un héroe que fue amable con ella a pesar de ser un monstruo me costó creerle, pero conforme te investigaba me di cuenta de que era cierto y quise conocerte de inmediato–

–Pues gracias–, contestó Saitama con una ligera sonrisa, cosa que la animó a seguir.

–Sé que es mucho pedir y que de seguro estás muy ocupado con tu trabajo de héroe y todo eso, ¿pero crees que podamos vernos de ves en cuando?, significaría mucho para mi–

Cuando todavía era de carne y hueso, tal declaración la hubiese hecho enrojecer, ahora, siendo lo que era, pues no podría decirse exactamente que estuviese sonrojada, de hecho ni siquiera sabía si tenía algo parecido a la sangre por lo que estaba confiada de que su nerviosismo no se notaría.

Lejos de ello, sus mejillas si se tornaron de una tonalidad ligeramente púrpura, lo que en nada ayudó a la risa macabra y ronca que escapó de sus labios.

–Claro, por mi no hay problema–, dijo Saitama con tal de callarla, –Ahora entiendo porque son amigas–, pensó, –¿Qué acaso no puedo conocer a nadie normal?–

Hasshaku recogió al héroe entre sus brazos y lo alzó por los aires, atajándolo sobre su pecho y apretujándolo a más no poder. Le resultaba tan lindo, tan noble y valiente que apenas se podía contener de dar media vuelta y correr con su preciosa presa de regreso al parque a donde nadie ni nada nunca jamás lo encontraría para así, quedárselo para siempre.

Lamentablemente para el espectro, todo lo bueno debía acabar, por lo que luego de besar la mejilla del pelón lo dejó sobre el piso con mucho cuidado, dio media vuelta y se alejó.

–¡Gracias Saitama-kun!, ¡es una cita!–

Saitama tocó su mejilla, sus labios apenas se curvaron un tanto al descubrir que tenía otra admiradora y el día volvió a ser fantástico.

Y lo más importante de todo es que todavía estaba a tiempo para ir a almorzar.

–Que agradable…–

:::;

:::;

Semanas más tarde, el héroe todavía se acostumbraba a su nueva rutina. Ahora, además de la ocasional sesión de juegos con King, una que otra visita de Fubuki, Bang o alguno de sus conocidos de la Asociación de Héroes y su trabajo como tal, salía de paseo con Hasshaku de cuando en cuando y algunas tardes se dedicaba a ver televisión con Kuchi.

Incluso un par de veces entre las dos se las arreglaron para llevarlo a comer junto con Genos en el fan club "oficial" de Saitama, oficial entre comillas debido a que al no usar el nombre validado por la Asociación de Héroes no contaban como un verdadero club con todos los beneficios que ello implicaba, pero a ellas no podía importarles menos y a decir verdad, a Saitama le parecía conveniente no ser recibido como el calvo cada vez que se reunía su club, y hablando sobre actividades grupales, había algo que le llamaba la atención.

Ahora que lo pensaba detenidamente, sí era bastante raro el tener fans. Una cosa era que otro héroe se mostrase agradecido como el Ciclista sin Licencia, pero eso se debía a circunstancias personales, igual que como con Genos que simplemente era demasiado joven y solo quería volverse un mejor héroe, esas dos en cambio no tenían la misma motivación y de hecho, a veces se comportaban como…

El calvo abrió los ojos de par en par sin poder creer el haber pasado por alto algo tan obvio.

Súbitamente, el que espantaran a la gente con su mera presencia, sus ropas muchas veces en mal estado, los dulces que le traían que venían siempre maltratados y la forma tímida con la que desplazaban dentro del departamento evidenciaban una triste historia que en cierto sentido era similar a la suya.

Recordó su vida cuando rentaba un cuarto en la pocilga esa de los delincuentes, con esa grosera dama que lo pateó a la calle. Allá, no era raro ver a otros desempleados recurriendo al crimen o a mendigar para mantenerse a flote cuando todo lo demás fallaba, e incluso algunos de ellos acababan convertidos en villanos a tiempo completos.

Si hasta uno de los primeros monstruos que derrotó residía allí.

Llamando la atención de Genos que a esa hora se hallaba repasando el aseo le pidió que se sentase para charlar.

–Genos, ¿recuerdas que me preguntaste si esas dos eran normales y te dije que si?, pues ahora creo que no son humanas–

El cyborg reaccionó de manera esperada activando su armamento y monitoreando toda señal externa al departamento.

–ya veo Sensei, ¿debería destruirlas?–

Saitama lo pensó antes de contestar, no demasiado, pero sí hizo un esfuerzo.

–No veo que sea necesario–, contestó, –No han causado desastres ni nada por el estilo, creo que de verdad podrían ser buenas personas incluso si en realidad no son personas–

Genos asintió a las sabias palabras de su maestro, pero se prometió a si mismo ser extra cuidadoso con esas dos, a final de cuentas estarían recibiendo la indulgencia del mejor héroe del mundo por lo que esperaba no desperdiciasen el tiempo de su maestro ni traicionasen su confianza.

–Está bien sensei, pero al primer minuto que ataquen a un inocente las destruiré por completo–

–Eso es justo–, replicó Saitama, –Y por cierto, ¿eso fue un regalo de parte de ellas?–

Genos vio hacia donde apuntaba su sensei y encontró en una esquina del departamento un ojos de felpa bastante maltratado compartiendo espacio con una muñeca de porcelana de estilo victoriano que también había visto mejores días.

–No lo sé sensei, pero si lo desea me desharé de esas cosas–, añadiendo al final a regañadientes, –Pero si gusta, podría asear al ojos y a la muñeca–

Saitama se sintió bastante orgulloso de su discípulo, ¿quién diría que Genos se conmovería por los obsequios que su raro club de fans le habían traido?.

–Te lo agradecería mucho Genos, pero que por favor no te quite tiempo de tu entrenamiento de héroe. Recuerda que eso siempre tiene prioridad–

Un tanto más tranquilo por haber resuelto esa duda, Saitama volvió a su crucigrama y Genos regresó a sus labores, ambos ignorando la forma en que los extraños ojos de cristal de la muñeca y los botones que hacían las veces de ojos del oso se clavaban en la resplandeciente mollera del héroe.

::;

:::;

¿Tenían los monstruos un sexto sentido?, pues la respuesta era sí, y no.

Kuchisake tenía uno al igual que Hasshaku, las dos podían sentir a otros espectros y demonios si estos hacían un pobre trabajo al enmascarar su presencia, y a los monstruos regulares también podían presentirlos, porque muchos de ellos apestaban a muerte y ese era un aroma difícil de ocultar.

–Oye Kuchi–

–Dime Hasshi–

Normalmente, una criatura como Hasshaku podía, si lo deseaba, disminuir su presencia con tal de acercarse a su presa y luego abrumarla para así, imposibilitar el escape. Kuchisake podía hacer lo mismo, y a ambas les resultaba bastante bien, si hasta habían intentado esa técnica durante la primera reunión del Fan Club Ofician del Héroe Saitama, y si bien ni Genos ni Saitama se sorprendieron sí que asustaron a la gente del local de comida rápida donde organizaron su junta.

–¿Desde cuándo dejan la basura afuera de nuestro hogar?–, preguntó el espectro de la mujer alta cubriéndose la nariz.

–Desde nunca–, contestó Kuchisake, –De hecho ni siquiera debería haber basura aquí–

–Oh, ¿crees que sea algo de lo que debamos preocuparnos?–

Ocultarse entre los humanos ocultando la verdadera naturaleza era algo que cualquier aparición podía hacer, pero eso no implicaba que existiesen algunas de ellas que se negasen a esconderse, las que no cazaban ocultándose antes de matar, sino que ponían señuelos y se aprovechaban de la curiosidad de los humanos.

–Pues la verdad si es bastante molesto, no quiero que la casa apeste–, dijo la mujer de la cara cortada pensando en todo el trabajo extra que tendrían que hacer antes de irse a dormir.

Hasshaku en tanto se inclinó sobre las bolsas y encontró algo.

Un paraguas bastante lindo pero en pésimas condiciones, rodeado de bolsas de basura que hedían a sangre.

–… Ya veo, creo que sí será un problema–

–Mejor dicho dos problemas–, añadió Kuchisake, –Hay un montón de muñecas viejas, y ya sabemos lo que significa eso–

Lejos de la puerta al infierno que conducía al departamento de dos habitaciones de Hasshaku y Kuchisake, en la zona abandonada de ciudad Z, una joven mujer vestida como la extraña mezcla de una adolescente adicta al anime y un personaje de una novela de Jane Austen esperaba que el pelón residente del único departamento ocupado del edificio saliese a botar la basura en lugar de enviar al soldadito de plomo ese en su lugar.

Generalmente no le tomaba tanto tiempo el introducirse en la vida de alguien y hacer lo suyo pero ese cabeza de bola de billar le estaba colmando la paciencia, es decir, ya tenía el oso, ¿¡qué acaso no le producía ninguna curiosidad saber de dónde había aparecido!?. En fin… No perdería el control, eso venía al final, en cuanto convirtiese al chico rubio en picadillo o en su caso, hojuelas de lata.

–Recuérdame, ¿por qué querías jugar con el calvito con cara de nada y el chico rubio?, ¿he Ibitsu?, pensé que solo ibas por tipos con hermanitas por ese feo complejo tuyo, ya sabes, como el chico del bat y su linda hermanita Zenko, pero en vez de eso estamos perdiendo el tiempo esperando a que el hombre más perezoso de la ciudad se digne a ayudar en su propia casa–

El retorcido espectro intentó mantener su versión de lo que era un rostro feliz, preguntándose en qué minuto se le ocurrió que era buena idea hacer equipo con un genérico fantasma atado a un juguete quien obviamente no entendía la importancia de sus actividades.

–Es el principio del asunto–, contestó la perversa anima apuntando con un dedo al balcón de Saitama, –Esas dos están jugando a la casita con un tonto humano y eso es incorrecto, los humanos no son amigos, son cosas para que nosotras les hagamos cosas malas, eso–

El fantasma de la muñeca se sacudió de hombros y flotó lejos del pestilente basurero en el que su contraparte que se esforzaba demasiado por dar miedo se decidió a habitar.

Honestamente… Ya estaba cansada de ir de casa en casa maldiciendo a las personas, y en un lugar como ciudad Z, cada vez había menos gente a la que ver y asustar.

–Tal vez podría hablarle, como esas dos, digo, podría ser lindo–

Sintiéndose un tanto más animada, flotó hasta la ventana, atravesó el cristal y se sentó frente al héroe que dormía, moviendo el cuerpo de porcelana y tela de su preciosa muñeca como si se tratase de un macabro metrónomo, con la idea de darle una linda sorpresa al despertar a su nuevo dueño y amigo.

A final de cuenta los héroes tenían que ser valientes, ¿no?, así que el señor pelón y su estudiante de metal no le tendrían miedo y la dejarían quedarse con ellos para siempre, y por siempre, y para siempre, y por siempre, y para siempre…