Enemigo primordial
Capítulo 42
Según salieron por las puertas del poblado al lado del castillo de Hela en Helheim, el grupo comenzó a sentir lo que era el verdadero frío del reino. El viento aullaba con la misma fiereza que los lobos, el granizo golpeaba con intensidad sus cuerpos, ropas y armas; y si bien no eran esferas especialmente grandes – apenas un par de centímetros de tamaño – era una lluvia constante y helada que les derrotaría en poco tiempo si no se resguardaban. Y sin embargo no podían ir a ningún lado más que de frente, la diosa recorría el camino empedrado sin decir nada, únicamente cobijándose con las prendas de abrigo y usando sus poderes para soportar las inclemencias del tiempo. Todos estaban rodeados de aquella energía verdosa propia del reino, su aspecto era cada vez más esquelético y se sentían entumecidos y fríos.
Aquel lugar les succionaba la energía vital hasta límites que no podían imaginar, pero no llegarían a morir en ningún momento… por eso. Eran los peligros que acechaban, en especial tras el glaciar, lo que les podía llevar a la muerte. Eso sería irónico ya que algunos ya estaban finados y se encontraban precisamente en el inframundo nórdico. En esas condiciones Erik se limitaba a dirigir el grupo, a tan sólo tres pasos de la diosa local, abriendo camino para el resto y a modo de un muy efectivo cortavientos. Estaba claro para él que tenía que hacer de líder, así que había tomado la mano de Skadi para que no se perdiera; esta hizo lo mismo con Blizten, y cuando se llegó pocas combinaciones después a Hearths, creó una cuerda de fuertes hebras que se enroscó en las cinturas de cada uno de ellos, quedando así unidos.
Eso evitaría que nadie se pudiera perder, y, tirados por el muchacho, el grupo avanzaba como podía por la estepa helada siguiendo el camino de tierra y roca cada vez más difuminado por la nieve. Y sin embargo Hela andaba con elegancia y sin dudar en absoluto, tampoco es que hubiera mucha perdida si todo consistía en ir hacia el norte, pero la ventisca haría que cualquiera se desorientara. Pero no a ella, que parecía tener un sexto sentido para poder saber hacia dónde iba en todo momento, así que ella era su seguro de vida en aquel antro. Sin duda, irónico. De fondo, ahogado por el viento, podían escuchar las atronadoras pisadas del ejercito de Odín avanzar a paso rápido hacia donde se encontraban.
Eso implicaba que habían cruzado las puertas protegidas por el perro gigante Gram, así que ya estarían recorriendo la explanada que les separaba entre su posición y el castillo en el que la diosa vivía. Y sin embargo, los dos dioses del Valhalla que comandaban el ejército se adelantaron a los demás; el mayor cabalgando en Sleipnir con su lanza en la mano y recorriendo los vientos, mientras el más joven usaba su carro tirado por los dos cabestros, cuyas pezuñas doradas pisaban con firmeza el aire y se impulsaban con decisión. Hela, sabiendo de eso, se rodeó de sus poderes y la venticas no hizo otra cosa que intensificarse.
-Se acerca el enemigo, y aún estamos lejos de llegar -el resto se sorprendió de encontrarse en el medio de lo que parecía el pacífico ojo de la tormenta-. Pronto los tendremos aquí y no podré defenderos de la ira de Allfather y Thor juntos.
-Yo me enfrentaré a Odín -Hearths dio un paso al frente, decidido-. Sólo yo puedo, el resto seguid avanzando… intentaré despistarle todo lo que pueda.
-Tiene pelotas, de eso no cabe duda -murmuró Skadi-, sin embargo aún nos queda su hijo… deberemos pararle a él también, Erik y yo nos haremos cargo, ¿verdad, guapo?
Este asintió, no demasiado convencido. En realidad era la única manera y la más lógica de actuar. Mientras ellos hacían de distracción los demás podrían avanzar, aunque dudaban que cayeran en una trampa tan evidente. Intentarían escapar en muchas ocasiones y tendrían que frenarles durante a saber cuanto tiempo. Con la guía de Hela no debía ser demasiado, pero ahora que ella se rezagaría…
-Démonos prisa y vayámonos cuanto antes, si nos despistamos puede que ese viejo loco nos vuelva a poner en vuestra contra -comentó Alex, tomando a Blizten y Magnus de los brazos-. ¡Venga, moved el culo los demás!
Con una sonrisa, la dueña del lugar les vio ir hacia adelante orgullosa de la determinación de su hermanastra. Samirah, que cerraba el grupo, también estaba dispuesta a llegar hasta el final con lo que fuera necesario. Pero sabía que no se perderían, era su destino. Lo supo en cuanto les vio, eran aquellos que aparecían en las paredes y puertas de su castillo. Era su objetivo en aquel reino, sabía que lo lograrían pero no cuánto les costaría o lo que perderían en el proceso.
Escucharon el relinchar del hermoso caballo divino y vieron a su dueño caer cerca de ellos, rodeado de runas que emanaban de su cuerpo. Su único ojo brillaba con intensidad y su lanza apareció en su mano, resplandeciente como el Sol. Rayos caían en los alrededores, así que Thor también estaba cerca… sin embargo el primero en moverse fue Hearths. En sus manos apareció una cadena dorada tras él mover sus labios y la lanzó al aire. Volaron hacia las nubes sin ninguna duda y se perdieron en sus profundidades, en pocos instantes se tensaron y tras él dar un poderoso tirón vieron caer un pesado objeto de las alturas. El enorme tipo se estrelló contra el suelo como si fuera un peso muerto, aunque se levantó sin demasiados problemas, gruñendo toda clase de improperios.
-Idiota… -murmuró Odín- ¡Te noto poderoso, elfo! -le espetó, dirigiéndose a él- Quién lo diría de un ser tan patético como tú, pero no te puedes comparar conmigo…
Sus manos se rodearon de una luz azulada y aparecieron letras antiguas y símbolos en sus manos, con su runa en las palmas de las manos y emanando una magia tan intensa que casi cegó a todos los presentes. Era tan pesada y densa que casi parecía sólida, pero Hearths no se dejó amedrentar y también se dejó rodear de su magia. Su colgante también se iluminó y la atmosfera a su alrededor se volvió turbia y enrarecida. Movió sus manos y una ventolera mandó a volar a Odín, que giró sobre sí mismo tras cruzar los brazos en el pecho, a la vez que Thor lanzaba su martillo contra la pareja.
Hela, aprovechando que nadie se fijaba en ella, se perdió entre la bruma mientras usaba sus poderes. Altas paredes de energía se alzaron en torno a ellos, formando un muy amplio semicírculo. Lo bastante para que ninguno se diera cuenta de lo que pasaba, o eso deseaba a decir verdad. Se generaron placas de luz verdosas pero transparentes, no tardó demasiado en alzarlas y, según terminó, en sus manos aparecieron sendas garras de luz y fue directa a por Thor, al que agarró desde atrás.
Según le comenzó a estrangular por el cuello, el enorme dios llevó su mano libre hacia ella; frente a él, Erik sostenía como podía su poderoso martillo, mientras Skadi daba unos pasos atrás, adolorida, tras recibir un golpe directo de Mjolnir en el pecho. Pero la cazadora se recompuso en poco tiempo e hizo aparecer una espada en su derecha. Dio un salto y cayó sobre Thor, al que provocó un gran corte en la cara; para cuando ella aterrizó en el suelo, la sangre dorada del dios ya regaba la nieve, pero no se dejó amedrentar y empujó al muchacho con violencia hacia atrás al ver que en esa ocasión no le iba a lograr golpear. En cuanto se libró de ellos agarró por la espalda a Hela, que no pudo evitar ser enganchada, y la derribó contra el suelo y la comenzó a patear. Erik le lanzó una esfera de energía pero que él recibió sin demasiados problemas, dando tiempo a la diosa a rodar sobre su cuerpo; Skadi, transformada en un gran oso ciervo blanco mordió el amplio brazo de su enemigo. Thor chillo y dejó caer su pesado martillo al suelo, así que golpeó con su puño libre el morro de la bestia.
-¡Maldita gigante, acabaré contigo y luego con tu raza!
Un estallido chisporroteante lanzó a la mujer a un lado, el dios estaba algo herido pero su rostro ya se había recuperado de los cortes sufridos. Erik jadeaba un poco, le costaba moverse por la nieve pero estaba decidido a enfrentarse al más fornido de los nórdicos. Este golpeó sus puños con violencia, y rayos comenzaron a manar de sus palmas mientras una mirada de determinación se percibía en los ojos. Mjolnir voló de nuevo a su mano y cargó contra él nuevamente, que dio un salto para esquivar el primer golpe; Skadi se colocó en medio e interpuso uno de sus escudos entre ellos y el arma, que rebotó por la violencia del impacto. Ellos se hundieron algo en la nieve, y se prepararon para un segundo porrazo pero este no llegó. Cadenas verdes se enroscaron en los antebrazos de él, creadas por Hela, y que se plantó en el suelo para evitar que el otro se moviera.
Gruñendo, él pegó un poderoso tirón que hizo que ella volara en su dirección. Enarboló su martillo y la golpeó en todo el cuerpo, que además sufrió las intensas descargas eléctricas de varios rayos. Eso sería bastante para matar a cualquier mortal, pero ella no lo era en absoluto, así que se recompuso en el aire y cayó cual gato a unos metros. Sonreía, las cadenas de sus antebrazos destellearon y una descarga de energía las recorrió a toda velocidad haciendo chillar a Thor.
-¡Danos el martillo, y te liberaré, Aesir! -le gritó ella- Sabes de sobra que necesitamos esas armas.
El aludido podía ser muy bruto, pero no era ningún estúpido. Sabía que esa era la única forma, que era el destino, pero… necesitaba su arma para luchar y defender a la humanidad de los jotuns. Además, eso les haría debilitarse demasiado, eso había dicho Odín. Y su padre le mataría si entregaba su arma, literalmente. No estaba dispuesto a nada de eso, desde luego.
No llegó a responder. Su martillo voló lejos de allí, perdiéndose en el aire y desapareciendo hacia a saber dónde. Eran tres dioses contra uno, y no les dejaría poder hacerse con su mayor arma tan fácilmente. Rodeado de su energía comenzó a mover los brazos para que ella saliera volando y se golpeara con alguno de sus aliados… sin embargo, Erik se dio cuenta de ese detalle y se colocó a la suficiente distancia para evitar ese daño, no así Skadi, que se limitó a volar en el aire mientras contemplaba al dios mover las cadenas sin ton ni son. Hela le estaba engañando, comprendió, pues ella se movía como una centella en torno al dios, que hacía aquel esfuerzo sin demasiado sentido hasta que comenzó a notar las cuchilla de la diosa hundirse en su carne.
-¡Maldita zorra, me las pagarás!
-¿Es esa forma de tratar a una mujer, Thor? -bromeó ella- ¿Qué diría Sif si te viera!
-Tú nunca has sido una mujer, engendro de Loki -bramó, alejándola de una poderosa palmada en el vientre de ella-. ¡No eres más que una bestia del Infierno!
Skadi aprovechó el rato que esos dos discutieron para aproximarse y comenzaron a golpearse en el rostro y cuerpo a base de puñetazos. Él era conocido por ser el más fuerte, pero ella había vivido durante siglos en las intempestuosas zonas boscosas del reino de los gigantes de hielo, y luchado contra algunos de ellos en muchas ocasiones. Tenía cojones, como se diría vulgarmente, Erik pudo comprobarlo cuando ella le propinó una patada al otro en la entrepierna, aunque no se amilanó y le dio un fuerte golpe en el hombro izquierdo.
Todos ellos, claro, embadurnados por una intensa energía dorada. Hilos de sangre corrían por sus labios y algunas zonas de brazos y estomago, no eran demasiado veloces pero sí muy poderosos. Tanto que resonaban en el ambiente, durante ese largo minuto casi que sólo se podía escuchar eso, y sus gemidos de dolor. Cuando Thor se disponía a golpear el rostro de la diosa, ella le detuvo con la mano desnuda. Él logró lo mismo con el ataque de ella, quedando así en tablas.
Thor le dio un cabezazo a Skadi, que lo aguantó estoicamente, y, con un grito gutural, le llevó al suelo y le dio varios puñetazos y patadas en rostro y costillas. Él se defendió como pudo, y, usando sus poderes, le lanzó un rayo a la mujer, que voló por el aire y cayó adolorida a unos metros de allí.
-Eres fuerte, sí… -murmuró él, levantándose, sudoroso-. Me he tenido que esforzar hasta el final contigo, Skadi…
Ella se levantó, murmurando toda clase de maldiciones, adoptando una postura de combate. Sin embargo, cuando su enemigo fue a dar un paso adelante, múltiples rayos cayeron a su alrededor, dando varios de ellos en él… que cayó fulminado, humeando totalmente derrotado.
-Parce que Mjolnir no pensaba como su amo… -murmuró Hela, sonriendo- ¡Mirad!
Vieron, de entre la ventisca que les rodeaba, emerger chispazos azules del martillo, colgando de las caderas de alguien que se acercaba hacia ellos con determinación.
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Mientras, Odín y Hearths se enfrentaban en épico combate de magia. Ambos usaban su entorno con maestría, logrando levantar muros de hielo y roca, o de energía; y rompiéndolos para poder lanzar sus restos a contrario. Eran esquivados por este, y que les devolvía el golpe con hondas de energía, o esferas, o incluso lanzándoles armas de energía para cortar su piel. Allfather debía reconocer su enorme habilidad, pero él tenía la experiencia de su parte, y, usando su gran lanza, cortó el aire como si fuera una hoja de papel. Un haz de energía dorada recorrió el aire a gran velocidad, el elfo pudo esquivarlo por poco y se lanzó a un lado.
Tras rodar por el suelo, se le acercó ignorando lo afilada que estaba Gugnir y le dio un gran golpe en la quijada que lo derribó. En las manos de Hearths se formó una esfera luminosa que impactó de lleno en su enemigo. Odín desapareció de debajo de él y se colocó detrás del elfo para engancharlo por detrás. Con firmeza le sujetó y le comenzó a dominar, usando fuertes palabras mágicas para doblegarle… y sin embargo, cuando fue a quitarle de un tirón el colgante de los anillos, estos le expulsaron y lanzaron a varios metros. Los ojos de su dueño se iluminaron y rayos emergieron de sus manos, su cuerpo temblaba por el poder que lanzaba pero dieron de lleno en Odín, aunque sólo se llegó a hincar de una rodilla.
Movió su lanza para interponer su mango entre él y los ataques enemigos, mucho más poderosos de lo que él esperaba, así que elevó igualmente una barrera de luz para protegerse. Cuando se detuvo el asedio del otro, se le lanzó tras eliminar las defensas y fue a empalarle con su filo. Sin embargo el elfo giró sobre sí mismo y voló por encima del arma, llegando hasta el dios, que no se pudo defender del patadón de este, cubierta su pierna por una intensa energía dorada.
Varias runas se formaron en el suelo mientras Odín caía, y grandes enredaderas de tierra le sostuvieron de pies y manos con firmeza. Sin embargo se hizo uno con la ventisca que no dejaba de azotar, y apareció de nuevo a unos metros. Jadeaba un poco, así como Hearths, que se acercaba inexorablemente a su declive. El cuerpo le ardía y sudaba, pero aún le quedaban varios trucos bajo la manga; se movió ágil en la nieve y alzó a dos gigantes hechos de hielo, a lo que su enemigo respondió alzando cientos de esqueletos de bajo la tierra, mientras chillaba con vigorosidad. Los ojos de ambos centelleaban, hasta que el elfo dio un salto que le llevó hasta las nubes.
-Mierda… -murmuró el otro, todo estaba en calma- Ese maldito, no irá a…
Podía sentir aquella magia extranjera que el otro portaba bullir, y en pocos instantes la tormenta se calmó. Un haz de luz voló por encima de él pero no pudo centrarse en este, pues varios cometas bajaron a toda velocidad e impactaron en sus cercanías, mientras centenares de rayos retumbaban en la alta atmósfera. Sin dejarse intimidar, el otro lanzó su gran arma hacia las nubes tras rezar varias runas que hicieron a Gugnir brillar con intensidad. Voló hacia lo alto y se perdió, durante varios largos segundos esperó por alguna señal. Siempre llegaba a su objetivo y nada la detenía, así que cuando escuchó un desgarrador quejido y tras ver un cuerpo caer sonrió.
Extendió su brazo esperando a que su arma volviera a él y empalarle ahí mismo cuando notó algo raro. Giró sobre sí mismo y pudo esquivar al Mjolnir volar a toda velocidad en su dirección y regresar por el mismo camino que había seguido, cuando quiso volver su atención al elfo este había desaparecido.
En su lugar, un enorme haz de energía atravesó las nubes, Gugnir apareció dando giros sobre sí misma y acabó clavada en el hielo, con el dios usando toda su magia para detener el cometa que se aproximaba hacia él en forma de poder en estado puro. Se rodeó de su magia rúnica y su único ojo comenzó a brillar, gritando lanzó él mismo desde su cuerpo una gran ola de magia. Ambas chocaron pero el ataque cósmico de Hearths ganó sobradamente y alcanzó con todo su poder al dios, mientras el elfo caía como una bolsa de patatas al suelo desde las alturas.
El dios se dio cuenta tarde de ello, que también acabó fulminado y en el suelo sin mayores aspavientos, con Gugnir a metros de él. Según daba con sus huesos en el hielo la ventisca se reavivó y ambos comenzaron a ser cubiertos por el hielo. Alguien pasó cerca de ellos, Mjolnir en mano, que anduvo hacia adelante con parsimonia. Su pelo dorado se removía con intensidad, el martillo se movía en su mano mientras avanzaba hasta llegar a las cercanías del combate que tenía Thor con los otros tres dioses, alzando el arma con decisión. El retumbar de las descargas no se hizo esperar, y, tras dar unos pasos más, se encontró en primer lugar con Hela.
-Sorprendente… -murmuró, estaban cansados todos ellos- Parece que por fin comienzas a mostrar tus colmillos, Baldr.
El aludido suspiró, acercándose hacia los demás. Erik estaba recostado en el suelo, bastante acelerado, tuvo que ser ayudado por Skadi a levantarse, que le dio un intenso beso en la boca una vez se lo acercó lo bastante, abrazándole.
-Eres un gran guerrero también, griego… -murmuró- Cuando esto acabe, tú y yo tendremos que hablar, guapo.
Este se sonrojó un poco y no pudo evitar acariciar su cuerpo, aunque se separaron cuando escucharon las toses del dios, que señaló hacia atrás.
-Hearths, no sé cómo, ha dejado fuera de combate a Odín, pero se ha desmayado también en el proceso-les informó-. Démonos prisa y atémosles.
Hela asintió, una de sus cadenas de energía se enroscaron en torno al enorme cuerpo de Thor, mientras la otra volaba en dirección al otro como si tuvieran vida propia y supieran perfectamente hacia dónde ir. Tras tomar sobre sus hombros a su hermano, Baldr comenzó a andar hacia donde estaban los otros dos combatientes mientras se limitaba a explicar lo que había pasado a los demás.
-El martillo voló hasta nosotros mientras íbamos hacia el norte en todo momento -comenzó a decir, algo apesadumbrado-, y se colocó justo delante de mí, creo que fue a orden del propio Mjolnir pues estaba envuelto en sus runas y pude notar su voluntad… no nos lo ha dado Thor de forma intencional, ha sido el martillo el que vino a mi,
-¿Cómo es eso posible?
A esa pregunta de Erik, el aludido suspiró un poco.
-Las armas nórdicas tienen voluntad propia, por eso pasó -vieron a uno metros los cuerpos de Odín y Herths-. La espada Sumarbrander, este martillo y la lanza Gugnir, junto a otras muchas, tienen esa característica…. Hablando de ella, ahí está.
Señaló al frente y se encontraron con el arma propia del dios, pero cuando la fueron a quitar de su sitio esta les repelió con un gran chasquido. Electricidad estática recorría su mango y runas doradas aparecían a lo largo del acero y metal que formaba el cuerpo del arma para protegerla de manos extrañas. Tuvieron que usar la mano dormida del dios para hacerlo, colocándola en el cuerpo de Allfather, usando las cadenas para tenerla bien sujeta al cuerpo de él. Hearths, a unas decenas de metros, gimió adolorido y totalmente derrotado se tuvo que dejar tomar en brazos por Hela, que se lo colocó a la espalda.
-Ha sido muy valiente, pero me sorprende que siga vivo… -murmuró la diosa, avanzando de nuevo- ¿Notáis como su energía se desvanece?
El resto, unos metros por detrás, asintieron. Las runas que aparecían en el cuerpo del elfo se diluían en la piel, y se le notaba absolutamente fuera de combate. Sólo gemía de dolor y poco a poco se iban formando moretones, en la piel de sus manos ya se podían ver escamas y Hela podía jurar que comenzaba a tener fiebre. Y es que por mucho que hubiera bebido de las aguas de Mimir, seguía siendo un mortal que se había enfrentado al mago aesir más poderoso. Y no sólo le había enfrentado, le había plantado cara y casi derrotado, pero los presentes temían bastante que fuera a pagar un precio demasiado alto. Al final, el uso de las runas obligaba a dar algo a cambio, había comenzado quitándole el habla y ahora podía ser el precio mayor.
La diosa Hela sabía bien que en su reino era más fácil que eso pasara que en Midgard, y no sabía cómo los demás se lo pudieran tomar, o si lo entenderían. Suspiró un poco, hace no demasiado habían sido enemigos y ella no era famosa por ser del lado de los "buenos" o de los héroes. Pensaba en ello mientras avanzaban por el camino helado, cayó en la cuenta en ese momento que a más al norte fueran las cosas irían a peor para el elfo, pues si la energía vital de los mortales era absorbida por Helheim de forma natural, en el caso del adolorido Hearths sería mucho peor. Notaba la vida de él desvanecerse a cada paso que daban así que, tras dejar en el suelo al otro, se colocó a su vera.
Si los demás se dieron cuenta no les importó, limitándose a ir hacia adelante. Ese era otro de los puntos malos de es mundo, y es que n sólo te mataba literalmente; dejabas de ser humano – o dios, elfo o enano, según el caso – a más avanzaras. Eso les estaba pasando sin darse cuenta, se estaban insensibilizando, y o ella les guiaba ahí dentro o podían perderse metafóricamente, no se recuperarían hasta salir. Aquel lugar era, valga la redundancia, infernal.
-¡Deteneos! -gritó, los aludidos s giraron con cierta sorpresa- ¡No deis ni un paso más y venid aquí!
En ese instante parecieron reaccionar y se acercaron preocupados. Tras inclinarse al lado del elfo, vieron que sudaba en frío y murmuraba, sus ojos blanquecinos iban y venían, aunque su temperatura al contacto con el hielo pareció reducirse a una más normal.
-Se ha sobre esforzado demasiado… -gruñó Skadi, nerviosa-. ¿A cuanto estamos de tu fortaleza?
La aludida suspiró. Sabía que no habían avanzado demasiado, pero aún así las distancias y las percepciones allí se distorsionaban. Aunque desde su punto de vista no habían llegado demasiado lejos, era más que probable que hubiera kilómetros entre medias.
-Apenas hemos andado unos minutos antes de que nos atacaran -exclamó Erik-. Es imposible que estemos a más de quinientos metros, ¿no?
-Aquí las cosas son diferentes, muchacho -intervino Baldr, que colocó el martillo en el pecho del otro-. A ver si me acuerdo cómo era…
Comenzó a murmurar runas una detrás de otra, mientras posaba la otra mano en la cabeza de Hearths. Hela miró hacia un lateral, le había parecido ver antes un par de orbes azulados, y comprendiendo, se levantó y fue en esa dirección… aunque no hizo demasiada falta, pues la gran cabeza de una bestia con aspecto de reptil. Sus ojos se posaron en el grupo, y olisqueó el cuerpo de Hearths con interés, ninguno se movió de su sitio al ver a la local no ponerse demasiado nerviosa.
-Es el dragón de hielo, hermano de las serpientes marinas que guardaban la masa de agua que cruzasteis para llegar hasta aquí -explicó, suavemente-. Protege esta zona y evita que nadie escape, debió venir al sentir el combate.
El aliento de la bestia tocó el cuerpo de Hearths cuando sopló sobre él, era frío y oscuro pero pareció surtir efecto pues le rodeó de la energía verde característica del reino. Dio una gran bocanada y comenzó a mover brazos y piernas con ganas, desorientado e incorporándose de golpe, dándose un cabezazo contra Erik, que estaba a su frente.
-¡Démonos prisa y vayamos hacia el norte, rápido, le ha dado un tiempo muy valioso!
El resto reaccionó veloz y tomaron en brazos al elfo, que sólo se dejó hacer. Parecía haber reaccionado bien a la magia del dragón pero ahora tenían que aprovechar la oportunidad. Se sintieron tentados a volar sobre su grupa, pero para cuando se quisieron dar cuenta ya se había ido… así como los dos dioses que habían dejado a unos metros de ellos. Tan preocupados estaban del elfo que se habían olvidado de su presencia, aunque, sorprendentemente, no tuvieron que avanzar demasiado para dar de nuevo con Thor, y que seguía encadenado por los hierros mágicos de Hela.
Cayó de bruces al suelo cuando intentó acelerar, siendo rápidamente tomado por Skadi, y que le golpeó con un intenso puñetazo. Le derribó, cayendo una vez más sobre él y se disponía a darle más golpes pero fue detenida por Baldr, y que negó suavemente.
-Sigamos adelante, está derrotado, me preocupa más Odín… -murmuró él- ¿A dónde ha ido, hermano?
Este no se atrevió a mirarle a la cara. Desde luego iba a ser duro, así que se limitaron seguir penosamente adelante, aprovechando la inestimable ayuda del dragón de hielo.
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Mientras eso sucedía en Helheim, en Midgard Laika había cruzado el bosque corriendo ágilmente entre los árboles, y rodeándola, la caballería de la legión cargaba contra el ejército enemigo formado por amazonas y cazadoras, y que no vieron venir aquella carga rápida. También aparecieron soldados griegos chillando y gritando como locos, todos portaban espadas cortas y escudos, estando detrás una decena de legionarios con escudos altos y lanzas en formación tortuga, con otras tres formaciones iguales pero usando gladius de oro imperial.
El grupo, que hasta entonces se había escondido tras las murallas de madera del fuerte que habían montado, se encontraron con una batalla campal justo a sus puertas… y a la que no dudaron en unirse. No entendían de dónde venía la ayuda ni la razón, pero desde luego había sido muy útil. Sin embargo aún estaban presentes Apolo, Artemisa, Atenea, Ares y Loki, que no dudaron en comenzar a arrasar en las filas hasta que apareció ante ellos la misma Belona, que interpuso su espada entre Atenea y sus legionarios.
Se la veía enfrentarse al resto de divinidades a la vez, haciendo gala de su capacidad de estar en varios lugares al mismo tiempo, y aunque el resto podría hacer algo similar, no estaban empleando esa habilidad. De hecho, en uno de esos enfrentamientos Ares se disponía a patear a Laika para quitársela de encima cuando una vid que emergió del suelo le detuvo, y una figura morada apareció cerca de ellos.
-Maldito borracho… ¡¿qué haces aquí?!
-Qué pasa, ¿no puedo venir a la fiesta o qué, eh?
Dionisio se tambaleaba, bebió de su copa de vino que en realidad era simple zumo de frutas con colorante y lanzó la misma contra el dios, que dejó de prestar atención al animal, que le pareció ver que se rodeaba de fuego. Efectivamente grandes columnas se alzaron desde el suelo e hicieron arder los alrededores pero sin llegar a afectar al cercano bosque.
-Esto sólo lo puede hacer un dios… -gruñó Atenea, tenía agarrado del pecho a un pobre semidios griego que luchaba por liberarse- ¡Sólo Hefesto podría alzar esas llamas!
Un vendaval cruzó la zona de combate; y Hermes se apareció justo delante de Artemisa, y que estaba cerca de empalar a una de las legionarias, a su lado Apolo no había dejado de mirar a Laika desde que se alzaron las columnas de fuego, nervioso había llevado sus manos su arco y carcaj. No se cerró el perímetro plenamente hasta que no llegaron los héroes de la profecía, y que se encontraron con toda la guerra ante ellos. Y por supuesto se lanzaron hasta el fondo, sin pararse a pensar que estaban rodeados y sin opción a escape en apariencia. Si el fuego lo había levantado un aliado contaban con que, con ello, podrían salir de allí de pintarse mal las cosas.
Augusto fue de los primeros en lanzarse, junto a Frank y Hazel, contra las amazonas cercanas, y que les recibieron con cálidos espadazos; por su parte, Annabeth, Percy y Jason se limitaron a hacer de muro para que nadie se quedara atrás, avanzando en todo momento al frente y arrastrando a los demás; los magos egipcios hacían uso de sus trucos para tener a Loki enfurruñado y sin poder escapar de una suerte de laberinto mágico, o al menos eso intentaban; los celtas, más desorganizados, iban y venían por todas partes, saltando y chillando como locos.
Era sin duda una batalla de pura locura, y aunque las formaciones de ambos se habían roto nada más empezar, se notaba la superioridad del bando olímpico, y que estaban en total ventaja numérica respecto de los héroes. Los rayos denotaban la presencia de Zeus en todo momento pero sin intervenir de forma directa, se escuchaban sus risotadas cada vez que alguno de los soldados enemigos caía al suelo, o era herido; la mayoría eran cortes en el cuerpo, pero eventualmente espadas, lanzas o alabardas acababan insertadas en los cuerpos de los mortales presentes, llegó un momento en que Aelita tenía un par de flechas en el hombro, Carter estaba herido con una larga raja en el estómago, y su hermana Sadie aunque usando los poderes de Isis, simplemente no podía casi andar por los moretones que tenía.
En ese momento comenzó a llover con intensidad y la tierra templó, instante en que todo el fuego desapareció de inmediato; realmente no dio tiempo a que se apagara de forma natural, aquel que lo haya generado simplemente decidió eliminarlo, y de la llovizna s formó la imponente figura del señor de los mares: Poseidón, tridente en mano, hizo acto de presencia y todos a su alrededor se detuvieron, salvo Atenea, que lanzó al suelo al semidios que tenía entre sus manos y, con decisión, le encaró.
-Veo que por fin te dignas a ayudar, tío -le dijo, con las manos en las caderas-. ¿Matarás a alguno de estos muchachos? Puedes ver a varios malheridos.
Señaló hacia Leo, que estaba con la cara ensangrentada, Amos se agarraba de uno de los brazos adolorido, mientras William estaba delante de Beatrice, Dylan y Flavianna, apretaba sus dientes como un lobo y sostenía su espada temblando un poco.
-Bastante sangre se ha derramado ya, ¿no crees?
Ella le miró molesta.
-Son traidores al Olimpo -le espetó ella, seria-. Deben morir, su bastardía es una afrenta a nuestro mundo… y lo sabes.
-¿Al Olimpo, o a Zeus?
Movió su tridente con delicadeza, en el que se apoyó. Sosteniendo la mirada de Atenea, esta le respondió con una divertida sonrisa siniestra.
-Zeus es el Olimpo, y nuestro rey… tío, tu hermano ha dado la orden de matar a estos semidioses, lo sabes, ¿verdad?
Aunque esperado para ellos, no dejó de sorprender esa revelación. Atenea siempre tenía un as bajo la manga, y su inteligencia sólo se comparaba con su poder, pero también con su ego. Poseidón, sabedor de eso, dio un rápido vistazo al entorno.
-La justicia de mi hermano siempre ha sido, valga la redundancia, justa -comenzó, adoptando una pose más altiva-. Sin embargo, entre esos semidioses está mi hijo, tu hija, críos de Ares aquí presente, de Apolo… ¿mataréis a vuestra sangre por orden de mi hermano? ¿También al muchacho hijo de Júpiter?
Marin aprovechaba ese corto receso para alejarse algo de este último, si se dio cuenta no se inmutó y la dejó hacer, corriendo hasta Laika, que se había sentado y mirado a Poseidón tan tranquila.
-Es verdad que ese honor debería ser de mi padre, pero es indiferente, deben morir para conservar el equilibrio -respondió, seria-. Lo mismo que con el bastardo de Hermes, ¿verdad, hermanito?
Este asintió, nervioso, mirando a Augusto por primera vez, que ya tenía unas pintas bastante más humanas para esos momentos. Sin embargo, antes de que nadie pudiera decir, cayeron varios rayos y el rey del Olimpo hizo acto de presencia. Imponente y poderoso, desplegaba su luz con intensidad y todos los mortales presentes, por inercia, cerraron los ojos para no ser consumidos por su poder, hasta que una ola de energía le detuvo. No fue especialmente potente, de hecho no era lo bastante como para detenerle, pero sí se sorprendió de que alguien s atreviera a detenerle de esa manera.
-Zeus, cuánto tiempo desde la última vez -habló una mujer-. Te veo bien, y a ti también, Poseidón, ¿te va bien con Anfitrite?
Hestia hizo acto de presencia, Laika había desaparecido pero del cuerpo de la diosa cayeron algunos de los dorados pelos de la Golden. Anduvo con parsimonia y elegancia hacia sus hermanos menores, que la miraron con bastante sorpresa. Su energía, como siempre, era calmada pero les había hecho detenerse, al menos por ahora.
-Por fin damos contigo… -gruñó Zeus- Tendrás que dar muchas explicaciones, ahora mismo te vienes conmigo para tu juicio, Hestia.
Cuando la iba a tomar del brazo, Poseidón dio un golpe en el suelo con su tridente, llamando la atención de ambos.
-Sé inteligente, Zeus -le espetó, Zeus le miró con mala cara pero le dejó hablar-. No ganas nada y te pondrás en contra a medio Olimpo… aunque ya lo tienes, en realidad.
-¿Es esto una amenaza?
-Es una afirmación.
Zeus gruñó, y encaró a su hermano, cara a cara, haciendo crepitar sus rayos. El otro se limitó a rodearse de su energía, y la llovizna volvió a caer con intensidad. La tensión s notaba perfectamente en el aire, era tan denso todo que podría cortarse con un cuchillo, hasta que la mayor intervino de nuevo.
-Yo no quiero combatir contigo, no te quiero quitar el trono -afirmó-. Pero tampoco quiero que la humanidad sufra por lo que se avecina, y para eso les necesitamos vivos… -ella suspiró- Son nuestros hijos e hijas, sobrinos y nietos, y nos guste o no, son los que derrotarán al Caos primordial, será una época de cambios que debemos aceptar por el bien de aquellos que nos crearon, hermano.
-Nadie nos creó, Hestia…
El tono de él sonaba amenazante, si a ella le intimidó de alguna forma no lo demostró.
-Claro que sí, fueron los humanos a través de sus rezos -le respondió-. Ellos hicieron nuestra historia y siempre hemos dependido de ellos, es un secreto a voces que debe ser descubierto por los hombres, a los que nos debemos.
Durante el discurso de ella, Zeus hizo el amago de atacarla, pero Poseidón interpuso su tridente antes de que sucediera. Le lanzó una mirada de advertencia para que no hiciera ninguna tontería, y es que la precaria paz que tenían en esos momentos se rompería en el momento en que atacara a la mayor de ellos.
-Hemos ocultado esa información durante siglos para que nadie pudiera usarla en nuestra contra, Hestia -le espetó, estaba realmente furioso-. Igual que el asunto de los poderes, que también ha habido dioses que se han ido de la lengua…
Pasó su vista por sus vástagos hasta llegar a Hermes, tenía su caduceo en la derecha y, a su lado, Artemisa le daba vueltas sobre su eje de forma constante a una flecha dorada. Jeremy, que había sido interceptado por la diosa, escapó en cuanto tuvo la oportunidad de salir por piernas, ocultándose detrás de varios de sus compañeros.
-Padre, yo no podía saber que…
-¡Me da igual lo que podías o no podías saber! -gritó, furioso- ¡Mata a tu bastardo nuevamente, y me pensaré perdonarte este desafío a mi poder!
Hermes pareció durar unos segundos, pero Hestia intervino entonces.
-No quiero más sangre, ni vuestra ni de nadie, Zeus -su voz, aunque suave, era firme y no daba lugar a dudas-. Tú serás el rey del cielo, pero yo soy la mayor, y sabes que puedo detenerte sin demasiadas dificultades.
El mediano se limitó a sonreír de medio lado, y se limitó a toser suavemente.
-Vayamos al Olimpo para decidirnos, ¿qué os parece? -comentó- Estos humanos han demostrado más poder de lo que parecía y creo que no es justo acabar con ellos sin que al menos se puedan defender, ahora además están luchando en el mundo nórdico y…
Antes de que pudiera terminar, Zeus dio un relampagueo muy intenso y derribó a todos los presentes, sólo Atenea – que pudo prever lo que pasaba – se mantuvo en pie. Hestia no llegó a caer al suelo pero sí quedó algo lastimada, sus ojos brillaron como el fuego en ese momento y su pelo se transformó en aquel; llamas doradas sustituyeron su melena y en sus manos aparecieron sendas esferas luminosas. Una intensa explosión, y los dos hermanos y la diosa guerrera desaparecieron, dejando así a solas a los demás, que no supieron demasiado bien qué hacer.
Y comprendiendo que la batalla no iba a ser nada fuera de una carnicería, y por no enfrentarse al señor de los mares, Ares decidió que lo mejor era limitarse a retirarse por el momento. Apolo y Artemisa no se lo pensaron dos veces y salieron de allí a toda prisa, dejando a Loki con su cínica sonrisa de siempre escabullirse en el bosque a saber dónde. Belona suspiró pesadamente entonces.
-Llevaremos los heridos al campamento para curarles, no os penséis que no volverán -murmuró ella-. ¿Alguno está en especial grave?
Sin llegar a dar tiempo a nadie responder, fue yendo uno por uno a comprobar el estado de las huestes, era un milagro que sólo hubiera caído un mar de decenas de cada uno de los bandos. Veía a semidioses aquí y allá llorar ante los cadáveres de sus compañeros, de los de la profecía, William y Beatrice habían separado los cuerpos inertes de Kevin y Richard; Katherine y Bryan sujetaban a Dylan para que no fuera detrás del enemigo a acabar con ellos.
Por su parte, Aelita lloraba en el hombro de Jeremy tras ver a Ulrich atravesado de lado a lado por una de las lanzas a varios metros de donde Odd estaba tumbado boca arriba, con los ojos totalmente en blanco. El resto parecía malherido pero respiraban, aunque sabían que era algo que podía pasar que sucediera no dejaba de ser doloroso.
-Debes estarte relamiendo del gusto, Hades… -Belona llevaba en brazos a uno de sus legionarios- ¿Viste esta matanza?
El aludido sonrió. Era invisible a la vista de todos, pero los dioses presentes podían verle, aunque si se pusiera el caso ni ellos podrían sentirle.
-Exactamente, la guerra civil acaba de comenzar -murmuró-. Llevaré las almas de todos estos muchachos yo mismo a los Elíseos, pero hasta que Hestia no vuelva de enfrentar a Zeus no entraré en acción de forma directa.
La otra ni respondió, fue directamente a colocar el cuerpo en una pila cercana. Poseidón se había quedado quieto, ni se acercó a Percy cuando este ayudaba a recoger todo, tampoco sabría qué decirle, realmente. Así que se limitó a suspirar un poco, s disponía a irse cuando su hermano mayor le puso una mano en el hombro.
-Creo que ambos sabemos qué debemos hacer ahora -comentó, serio-. Zeus se ha vuelto definitivamente loco, está claro que sus hijos le apoyan así que tendremos que ser nosotros los que le paremos, ¿podré contar contigo?
El aludido se limitó a asentir, y miró al otro de reojo.
-¿Algo más?
-Deberías ir a hablar con tu muchacho, yo… intentaré hacerlo con la mía -no parecía demasiado convencido-. Ya sabes que para ellos estas cosas son graves.
Desapareció en el aire, así que debió ir a hacer lo que había dicho. Cuando fue a acercarse al joven, este tenía tal cara e cabreo que se limitó a dejarles hacer. No era el momento, eso lo sabía, así que se quedaría por la zona por el momento.
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Zeus y Hestia, junto a Atenea, aparecieron en una de las explanadas del Olimpo. Antes de que ninguno de los otros dos pudiera hacer algo, la mayor dio un fuerte chillido y ambos se detuvieron en el acto, varias cadenas doradas se enroscaron en sus cuerpos y les derribaron al suelo. Oyeron pasos acercarse, y se dieron cuenta que estaban en las cercanías de una herrería. Los fuegos estaban encendidos pero no había nadie aporreando el metal, y es que el dios herrero se había presentado a las puertas de la pequeña herrería que tenía allí montada. El hollín le cubría el rostro y manos, aunque una sonrisilla de satisfacción apareció en su rostro.
-Al final sí que viniste, pensé que no lo harías, tía -le dijo, acercándose-. Esas cadenas les tendrán totalmente detenidos, sólo otro dios se las podrán quitar.
Hestia asintió, despacio, ambos intentaban forcejear o quitarle al otro las cadenas pero sin demasiado éxito. Eso sólo podría ser temporal, se dijo…
-¿Qué harás ahora?
Ella le miró, y sonrió suavemente.
-¿Te los puedo confiar?
El otro suspiró un poco.
-Bueno, puedo tenerlos aquí conmigo, en la fragua, pero sabes bien que es arriesgado… -ella asintió despacio-. Algún día tendrás que liberarlos.
En todo ese rato ambos habían dado toda suerte de improperios, gritos y chillidos. Les habían insultado de todas las formas posibles y ahora que Hefesto les había atado a una de las paredes estaban más furiosos que nunca.
-La última vez Zeus fue rescatado por los hecatónquiros, esta vez no tiene por qué ser diferente, así que deberás decidirte pronto -Hestia asintió suavemente-. Hagas lo que hagas, que sea breve.
-En realidad esto es sólo para ganar tiempo e irnos a un lugar seguros, libéralos para mañana a estas horas -pidió-. Gracias por todo.
El aludido se limitó a asentir y se dejó abrazar por la mayor, que desapareció de allí, así que volvió a su trabajo con los estridentes gritos airados de los otros dos de fondo.
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(1)
La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!
