Tras meter la llave en la cerradura y abrir la puerta de su departamento, Levi permaneció en la entrada y observó al tranquilo Eren de reojo, esperando alguna reacción de su parte. Durante todo el camino desde el cementerio, este no había dejado descansar sus comisuras ni siquiera un instante, no borrando su sonrisa en ningún momento, por lo que ahora le extrañaba verlo tan quieto, como un poste de luz, mientras sus preciosos ojos recorrían el pasillo del edificio en que habitaba.

Pasados varios segundos de silencio, decidió llamarlo.

—¿Eren?

De inmediato, el mocoso parpadeó, reaccionando. Sus miradas se conectaron y este soltó una risita nerviosa; una risa que Levi sintió llena de vida, de la vida que Eren no tenía. Internamente se alegró de verlo así.

—Lo siento —dijo el chico sin borrar la bonita expresión de pura vitalidad—. Es que mi mente no ha procesado del todo aún.

Levi bufó, el sonido más cercano a la risa que podía liberar.

—Pues yo te veía bien enterado cuando te pusiste a gritar y correr en medio de la calle. Gracias al cielo y nadie más que yo puede verte.

Ante su comentario, las mejillas de Eren se ruborizaron en señal de bochorno. Oh, Dios, cómo amaba ver esa reacción en el chico.

Mierda, estaba muy jodido.

—Anda, pasa —le dijo, adentrándose primero al ver que el otro no se había movido.

Nada más entrar él, Eren se apresuró en secundarlo, abriéndose paso en su vivienda con timidez. En cuanto se halló completamente dentro, Levi cerró la puerta y le clavó la mirada.

Eren, pareciendo más recompuesto y con más confianza, comenzó a explorar los alrededores del departamento, como un cachorro recién llegado. El perro callejero que era, pensó Levi. Sus ojos recorrieron el salón y la cocina, deteniéndose en las enormes cortinas que había junto a esta última.

Leyendo sus intenciones, Levi presionó el interruptor de la luz del salón —la única luz que se hallaba prendida en ese momento— y dejó a ambos a oscuras, provocando un ligero sobresalto en Eren. Luego se encaminó hasta llegar a su lado y abrió las cortinas de golpe, exponiendo las bellas vistas de la ciudad nocturna a través de los ventanales que ocupaban gran parte de la pared, dejando que fueran las estrellas del cielo y las luces de los edificios quienes exclusivamente los alumbraran. Desde ese punto de vista las condiciones no parecían muy diferentes del cementerio.

En aquel instante, admirando la emoción de Eren reflejada en el cristal de la ventana, sus ojos brillando a juego con los astros, Levi se aseguró de que los cabellos que había tomado de aquel cadáver putrefacto y lleno de gusanos siguieran estado en el bolsillo de su pantalón, y pensó que el mal rato del allanamiento había valido la pena.

Ahora solo quedaba esperar al miércoles para volver a pillar a Zeke a solas. Hasta entonces, se aseguraría de que la estadía de Eren en su casa fuera un episodio agradable.

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