Día 22.
Prompt: Privación sensorial.
Trigger Warning: Privación sensorial, sexo oral, anal y vaginal, masturbación, rimming, fingering, Nipple play, cubana inversa.
Privación sensorial: Literalmente, eso. Privar de uno o más sentidos a una de las personas, para aumentar su concentración en el resto y que las sensaciones se multipliquen. Normalmente, se aplica a la vista, porque es el sentido del que más depende mucha gente y el más fácil de obstruir eficazmente, pero puede ser privar del tacto (no dejar tocar nada a la otra persona).
Cubana: No sé cómo se llama "oficialmente" esto. Consiste básicamente en masturbar un pene con los pechos, encajándolo entre ellos. A la inversa determina la posición de la persona con pene: en lugar de estar frente a la otra persona, está arrodillada/sentada sobre su cara.
LA OSCURIDAD Y EL SILENCIO
El hechizo de Viktor la cubre durante un instante, y su efecto se siente como ser cubierta por una espesa y tupida tela de terciopelo que se posa sobre cada centímetro de su piel. No es especialmente opresivo, aunque Hermione siempre abre los labios e inspira una profunda bocanada de aire inconscientemente, como si temiese que la tela invisible se interpusiese entre su boca y el mundo exterior, impidiéndole respirar. Sin embargo, el aire entra sin problema, elevando su pecho varios centímetros, y luego la sensación se desvanece, pero el hechizo permanece.
La oscuridad la rodea, y el silencio se abate sobre ella.
Las primeras veces que lo utilizaron, tardó en acostumbrarse a la sensación de no ver absolutamente nada, ni siquiera una sombra, una vaga forma o movimiento. Su cerebro ayuda, creando imágenes difusas de puntos y trazos sin forma de colores en lo que debería ser su sentido de la vista, similares a las que puede visualizar cuando cierra los párpados con fuerza.
Diferente es, en cambio, dejar de oír. Tiene un oído especialmente sensible: si Ron está acatarrado, sus fuertes respiraciones nasales la despiertan, incluso aunque este se vaya a dormir a su habitación para no contagiarles ni molestar su descanso. Cuando Viktor se levanta en la mañana, el más madrugador de los tres porque tiene que tomar un traslador a Bulgaria que no puede perder, a pesar de que camina en silencio, descalzo sobre la alfombra que recubre el suelo de la habitación, puede oírlo en cuanto la puerta del baño chirría. Es capaz de reconocer el coche muggle de Harry, que se empeña en conducir a pesar de las pegas iniciales de Draco, cuando las ruedas de este giran sobre la gravilla de la entrada de casa. Incluso, si ha prestado atención, sabe quién de los dos conduce, pues el frenado de Draco es más preciso, pero el de Harry más paulatino.
Pero cuando el hechizo la cubre, deja de escuchar todo a su alrededor. No hay sonidos de roces de ropa, de pasos suaves sobre la madera, de suspiros o besos intercambiados. La única ayuda de su cerebro es, para evitar el silencio total, crear un rumor lejano, similar al de las olas del mar, que a ella le gusta pensar que, en realidad, es el torrente sanguíneo de su cuerpo, que puede percibir porque está dentro de ella y no fuera, pero que sabe que sólo es una ilusión como las luces y formas de su vista, para suplir la supresión repentina de ambos sentidos.
Se queda tumbada, quieta. Siempre se siente vulnerable después de que Viktor realice el hechizo. Puede sentir las sábanas, suaves y limpias, debajo de su cuerpo. Las estruja entre sus dedos, aferrándose a ese pedacito de mundo exterior, y también planta los pies, flexionando las rodillas, tratando de recordar en qué sitio exacto estaba cuando el hechizo hizo efecto.
En el centro de la enorme cama que comparten, dentro de su propio dormitorio. Las sábanas están limpias, pero la cama no estaba hecha. Justo encima de su cabeza debería estar su almohada. A ambos lados de su cuerpo, al alcance de su mano, pero descuidadamente arrojadas sobre la cama, las de Viktor y Ron. Este último estaba al pie de la cama, sonriéndole con un gesto de ánimo, agradecimiento y deseo. Llevaba puestos unos calzoncillos de color azul ajustados hasta la mitad del muslo, de algodón, pero con algún material elástico. Sobre el torso, una camisa abierta, estaba a medio desvestir. No se había quitado los calcetines. Eso no lo ha visto antes de verse privada de ambos sentidos, pero sabe que no lo había hecho. Eso no significa, sin embargo, que no se los haya quitado ya. O que, la próxima vez que una mano la toque y ella tantee hacia adelante, buscando el hombro, siga estando la tela de la camisa ahí.
Viktor estaba completamente vestido, en cambio. A su derecha, junto al colchón. Sus palabras recitando el hechizo y las gotas de agua golpeando el cristal con el fuerte aguacero que había comenzado minutos antes son las dos últimas cosas que ha oído antes de sumirse en la oscuridad y el silencio. Este sí estaba completamente vestido. Unos pantalones de corte mágico, ajustados al cuerpo, de una tela fuerte y similar al cuero muggle, pero obtenida de orígenes vegetales y entretejida con magia para darle ese aspecto. Iba descalzo, la estrecha pernera del pantalón ajustándose a tu tobillo desnudo tanto que cuando lo ve vestirse Hermione a veces se pregunta en voz alta cómo puede pasar sus enormes pies por esa abertura tan pequeña, haciendo que Ron estalle en carcajadas porque siempre es capaz de relacionar cualquier comentario de índole no sexual con el sexo.
En la parte superior llevaba una camiseta ajustada que resaltaba la forma de sus pectorales y lo trabajado de sus abdominales. Los pezones resaltaban sobre la tela, duros por el súbito bajón de temperatura de la habitación cuando ha empezado a llover y el ambiente se ha refrescado. Ahora no sabe dónde están, ni que están haciendo. Su cerebro visualiza, sustituyendo las formas y colores sobre la oscuridad, esa última imagen, una imagen atrapada igual que un recuerdo en una fotografía mágica.
Sólo puede imaginarse qué está ocurriendo.
Quizá estén inmóviles, en la misma posición, mirándola, dándole unos minutos de margen para que se acostumbre a la oscuridad. Comiéndose la con los ojos, como hacían unos minutos antes, sólo porque Hermione se había puesto una camiseta de Ron, tan enorme que le cae casi por las rodillas, con solo el tanga que ha utilizado ese día como ropa interior. El primero en darse cuenta ha sido Viktor, que ha clavado la mirada en sus senos, que caen libres y se mueven cuando ella lo hace sin la sujeción del sostén. Ron, más distraído, no se ha dado cuenta hasta que Hermione se ha inclinado sobre las sábanas para recoger las almohadas, porque teóricamente estaba ayudando a Viktor a hacer la cama, deshecha cuando se marcharon a trabajar, mientras Ron limpiaba el suelo y el polvo de la habitación y recogía las prendas de ropa desperdigadas la noche anterior para hacer una colada.
Ese momento, en el que la camiseta de Ron se ha estirado hacia arriba, dejando entrever su culo cubierto apenas por una fina tela que se entierra entre sus nalgas, exponiéndolas, que este se ha olvidado de lo que estaba haciendo, ha soltado su varita y la ropa que ya tenia entre las manos y se ha puesto detrás de ella, metiendo una mano bajo la camiseta para rozarle el pezón con las yemas de los dedos, haciéndolo ponerse duro, cargando el peso de este en la palma, tocándole el culo con la otra mano, totalmente extendida para abarcar lo más posible, su dedo meñique deslizándose apenas entre las nalgas, y le ha dado un beso en la nuca.
Y Hermione ha asentido, con una oleada de calor en el vientre, cuando Viktor, con hambre en las pupilas, ha sugerido que tenían tiempo para un poco de intimidad.
Quizá, no obstante, no estén mirándola ya. Que hayan optado por dejarla relajarse en la oscuridad, acostumbrándose a ella, y estén besándose entre ellos. El hechizo le impediría escuchar el sonido húmedo de sus labios succionando la lengua del otro, posándose sobre la piel desnuda. Ni tampoco podría oír el frufrú de la ropa cayendo al suelo, o de los gemidos de Ron cuando Viktor le pellizcase los pezones. O el suspiro profundo de Viktor si Ron le acuna los huevos.
O estén eligiendo en el cajón de la mesita de noche el lubricante y los juguetes que van a utilizar. Sin visión ni oído, con solo una oscuridad táctil que percibir, la piel de Hermione y su olfato se erizan en un intento de suplir la carencia de los otros dos. Cada roce encima de su piel, aunque sea tan suave como el aliento de Ron respirando sobre ella, o las gotas de la condensación de su respiración resbalando sobre la piel, entre su escaso e invisible vello corporal, se siente arrollador. Algo tan delicado como la caricia de su abdomen con un cabello, que con sus cinco sentidos en activo la deja indiferente, se convierte en algo tan potente como la lengua de Ron recorriendo el mismo camino.
Unas pinzas presionando con fuerza sobre sus pezones, en comparación, es una explosión de placer tal que puede desencadenarle un orgasmo que ya haya comenzado a gestarse en su vientre. Un vibrador, por suave que sea su ritmo, en su culo la hace retorcerse. Una caricia con una fusta de seda es tan fuerte como un azote leve con una de cuero. Con todo el cuerpo dispuesto a reconocer el mínimo contacto, el sentido del tacto se vuelve un cruel aliado de Viktor y Ron, respondiendo a sus estímulos con tanta fuerza que Hermione pierde el aliento.
El olfato, en cambio, es un aliado; uno que sí le permite adelantarse a los acontecimientos. El olor del lubricante neutro, por ejemplo, le da una pista de que pronto va a notar algo, probablemente unos dedos y luego una polla o un juguete, en el culo, porque es más espeso y dura más tiempo. El que Ron compró porque le atraía el olor a fresa y frutos rojos implica que seguramente la lengua de este vaya a deslizarse por varias partes de su cuerpo, mezclando su sabor con el de Hermione mientras reparte el lubricante para dejarla lista para lo siguiente.
También puede olerlos a ellos. No sólo sus perfumes que, aunque son diferentes, se entremezclan por el continuo contacto físico que mantienen los dos chicos. El sudor de Viktor es mucho más fuerte y penetrante y su cuerpo, acostumbrado al deporte, suda en cuanto comienza a hacer esfuerzo físico o se excita. Puede saber si la mano que la abraza desde atrás, masajeándole el clítoris mientras su otro novio la penetra sólo por el olor de su axila cercana, cargado de tantas feromonas que el vello de Ron acaba empapado de sus fluidos. El de Ron es más suave y localizado, pero puede identificarlo fácilmente si su cara está cerca de su pubis o del pecho.
No es totalmente infalible porque pueden engañarla. Y lo hacen. Quizá, efectivamente es Viktor el que está sentado detrás de ella mientras uno de ellos la penetra, porque puede percibir el fuerte aroma del primero y el aliento cálido y fresco de Ron delante, el vello de su pubis acariciando el de ella. En la oscuridad, la percepción del espacio se confunde y ya no sabe quien está en su interior y quien es el miembro duro que se roza entre sus piernas justo debajo. A veces, si Ron y Viktor se besan y abrazan entre ellos, o uno se dedica al otro mientras ese se concentra en provocar nuevas sensaciones a Hermione, cuando lo abrazan, el olor de Viktor puede estar impregnado de Ron, y viceversa.
En una ocasión, Ron consiguió engañarla involuntariamente durante hasta casi el final, porque al parecer había estado frotándose, excitado, contra el cuerpo de Viktor y el aroma natural de este se había impregnado de él. Hermione había estado totalmente convencida de que era Viktor quien estaba sobre ella, entrando y saliendo de su interior, mientras Ron le acariciaba las piernas. No fue hasta que escuchó a Ron jadear junto a su oído, alcanzando su clímax, que comprendió que la imagen mental de su cabeza no se correspondía con la realidad: Era Ron quien estaba dentro de ella, con las manos en sus piernas, hasta que se había inclinado hacia adelante para empujarse en los últimos espasmos del orgasmo, cubriéndola con su cuerpo, demandando cercanía con su piel. Y la presencia que percibía sobre ella era Viktor, que había estado a su lado, inclinado sobre el torso de ella para besar a Ron hasta que este se había tumbado sobre ella, a juzgar por cómo el líquido tibio y espeso de Viktor los había salpicado a ambos en el cuello y la barbilla.
Aunque en su imaginación, durante el escaso minuto que ha pasado, Viktor y Ron han pasado de los besos y de terminar de desnudarse mutuamente, a empujar la cabeza del otro hacia abajo, no podría saber cuál de los dos, para terminar de estimular una erección con la humedad de sus bocas, lo cierto es que siente el colchón hundirse a ambos lados de su cuerpo. El de su derecha cede más que la parte izquierda, pero eso no quiere decir que sea Viktor, que pesa más que Ron, porque no sabe si están en el borde o dentro de la cama. Para averiguarlo tendría que tocarlos, pero no lo intenta.
Sus novios saben que la principal baza de Hermione para ubicarlos en la oscuridad es, precisamente, que esta los toque. En cuanto lo hace, pasando los dedos por cualquier parte de su cuerpo, quedan al descubierto claramente para ella de manera mucho más fiable que con su olfato, porque conoce sus cuerpos a la perfección. Así que, cuando lo intenta, unos dedos gentiles la sujetan por la muñeca, forzándola a mantener la mano en otra parte. Y, aunque siempre acaba descubriéndolos, porque sería imposible para ella no hacerlo, la incógnita es cuánto tiempo puede tardar en hacerlo, cuántas sensaciones recorrerán su piel y cuántos olores captará al inspirar profundamente en el momento del orgasmo, intenta recabar esas valiosas pistas para reconocerlos.
Una de esas pistas es que Ron no hace tanto ejercicio y no tiene el pecho tan musculado como su novio, y su tripa hace una leve curva que a Viktor le gusta besar y acariciar con el rostro. En cambio, Viktor está duro y los músculos se perfilan bajo su piel, difuminados. No es una forma muscular como la de los modelos o los actores de la televisión, consiste más en que el chico no tiene una pizca de grasa bajo la piel y eso hace que sus pectorales se perciban cuadrados y el vientre liso, sólo el ombligo sobresaliendo. Dónde sí se le marcan con detalle los músculos es en los brazos, los muslos y los gemelos, retorciéndose cuando se tensan, fortalecidos por el esfuerzo de volar en la escoba varias horas al día.
Otra es que Ron tiene pelo en el cuerpo: el vello rojizo, algo más oscuro que su cabeza, se le espesa en las axilas, el pecho, bajo el ombligo, los antebrazos, las piernas y el pubis. Recorta este último de vez en cuando, pero a Hermione le gusta poder enredar los dedos en él y tironear de él mientras se la está chupando. En cambio, Viktor se mantiene pulcramente depilado. Argumenta que para reducir la fricción del aire al volar en el campo de quidditch y sudar menos, pero Hermione sabe que es porque realmente le gusta ver su cuerpo sin vello. Irónico, teniendo en cuenta que adora el de Ron tanto que, en una ocasión que este le preguntó por el hechizo para depilarse, tras explicárselo manifestó que iba a echar de menos poder acariciar el pelo de su pubis con la nariz y lamer el vello de su ombligo. Hermione le dio la razón y Ron no llegó a utilizar el hechizo nunca y, además, espació las ocasiones en las que se recorta el vello.
El cabello de la cabeza, en cambio, puede no ser un dato significativo. El de Viktor es más encrespado y el de Ron cae con más elegancia, pero ambos llevaban el pelo atado tras la nuca cuando la han sumido en la oscuridad y no se ha fijado en la altura a la que lo han hecho. Viktor suele recogerlo en un moño apretado cuando trabaja y en una cola de caballo o suelto si están en casa. Ron en una cola de caballo cuando está en la tienda, pero le gusta trenzarlo en una gruesa trenza al llevar a casa, para que se ondule por sí mismo cuando lo desata por las mañanas y no se le enrede. Ahora, en cambio, no recuerda exactamente qué peinado llevaba cada uno, o si Viktor ya se había soltado el cabello.
Las manos de ambos son muy reconocibles, pero necesita poder tantearlas para identificarlas, un simple roce de sus dedos no es suficiente. Ambos tienen callos en los dedos: Viktor por el roce continuo con la madera de la escoba de quidditch y Ron de trabajar en la tienda de George, donde se ha especializado en una nueva línea de juguetes mágicos con tintes cómicos: trenes movidos por la magia inherente de les niñes, que descarrilan súbitamente para que estos compitan en ver cuál lo hace primero, construcciones que se derriban por sí mismas o juegos de cartas que provocan efectos secundarios en sus portadores durante el juego. Los dedos de Ron son largos y sus manos enormes y fibrosas. Puede acunar las nalgas de Hermione en cada una de ellas, abarcándolas enteras, cuando la abraza. Sus senos parecen pequeños se sienta detrás de ella para penetrarla desde esa posición y los cubre con las manos, calentándole el pezón con la palma y masajeándoselos. Las de Viktor tienen dedos gruesos y cuadrados, pero son más pequeñas que las de su otro novio, más acordes con su constitución, más baja y formida que Ron.
Para poder identificarlos por sus manos, tiene que sujetarlas entre las suyas y recorrer los dedos o la palma, tanteándolas y leyéndolas con las yemas, para determinar cuál es de cada uno por el tamaño y la forma. Algo que ellos no le dan la oportunidad de hacer. Sí se lo permiten con los pies, pero cree que es porque no se han dado cuenta de ello. Con movimientos aparentemente casuales, si Hermione topa con uno de los pies de los chicos, lo acaricia disimuladamente, fingiendo sujetarse a él: si es largo, delgado, con los tendones tensándose en el dorso y los dedos largos y finos, es Ron. Viktor tiene un pie más ancho en proporción, pero también un par de tallas menos y sus dedos son cortos y gruesos, similares a los de sus manos. Pero las oportunidades de encontrar uno de los pies de los chicos cerca de sus manos son escasas. En cambio, sus manos la tocan constantemente, rozándola todo el cuerpo y paseándose por cada zona sensible. Podría identificar a Ron por el tamaño de su mano, pero o bien este se cuida de no delatarse o, lo más probable, de nuevo la percepción del espacio o de los tamaños se distorsiona dentro de su oscuridad.
Como ahora, que una mano le recorre la pierna, subiendo por su muslo y recogiendo la camiseta hasta la cadera, rozando deliberadamente la tela de su tanga, parece tan grande que sólo existiría su muslo si no hubiese cinco dedos posados delicadamente en su abdomen. Unos labios, que parecen gigantescos en su percepción, por la fuerte reacción de su piel a cada estímulo, le besan cerca del ombligo y pronto toda ella está en el cosquilleo que deja en su piel y que dura varios segundos. No es lo único que a Hermione le parece grande. Sus lenguas parecen estar en todas partes. Cuando la penetran, sus penes parecen más gruesos y largos de lo que lo son en realidad, y se siente más llena que nunca. Cuando sus labios rozan alguna parte del cuerpo de cualquiera de ellos, como los pezones o sus huevos, esos parecen agrandarse bajo ellos, porque es lo único que puede percibir, así que su cerebro se esfuerza en percibirlo más y mejor.
Hermione suspira de placer cuando la mano que subía por su muslo roza el ombligo, cerca de donde la anterior estaba. Esta ahora revolotea sobre su pecho, por debajo de la camiseta, haciendo una espiral que acaba en la areola del pezón antes de presionarlo con delicadeza. Ya hay otras dos manos en movimiento, una que le acaricia el rostro y otra que sube por su pierna de nuevo, pero esta vez por la cara interna del muslo. Quizá Viktor, porque sus dedos parecen más gruesos, pero de pronto las cuatro manos le parecen de Viktor. Cree que la mano que sube impaciente la camiseta, descubriéndole el pecho, puede ser de Ron, porque unos labios se cierran sobre el pezón y succiona, lamiendo la areola. Se queda ahí lo que a Hermione se le antoja muchísimo rato. A Ron le encantan sus senos, puede perderse en ellos durante horas. Si se recuesta sobre su pecho para leer, no es raro que este acabe introduciendo una mano por debajo de la camiseta para sostener uno de ellos en las manos, esté haciendo lo que esté haciendo. Así que decide que, definitivamente, la lengua que ahora deja de chupar para mordisquear el pezón suavemente, enviándole un escalofrío de placer por todo el cuerpo, es de Ron.
La mano que tiene entre los muslos, rozando la escasa tela del tanga, incitándole con delicadeza a abrir las piernas, debería ser de Viktor. Ron a su derecha, Viktor a su izquierda. Pero cuando, mientras obedece la orden silenciosa y abre las piernas, vuelve el rostro hacia la izquierda, pensando que el rostro de Viktor debería estar ahí, pero le golpea la cara el aliento mentolado de Ron, que adora sentir la boca fresca, en lugar del dentífrico más suave de Viktor. Desorientada, no sabe si ha deducido mal o están jugando al engaño, porque otro mordisco en el pezón le hace arquear las caderas y las manos entre las piernas de Hermione tiran de su tanga hacia abajo.
Todo va demasiado rápido y, a la vez, demasiado lento. Tan pronto las manos que se deslizan por su cuerpo parecen no ir lo suficientemente despacio, tocar demasiado deprisa, sin permitirle gestionar las sensaciones, como no se apresuran lo suficiente, llegando a aquellos lugares sensibles que desea que rocen. La boca abandona el pezón y sopla sobre él, haciéndola estremecerse, porque hasta esa leve caricia es una sensación demasiado fuerte.
Ahora hay dos manos entre sus muslos, rozándole los labios de la vulva cuando se mueven. No percibe dónde están las otras dos, pero sí la piel caliente de uno, o quizá dos de los chicos, en diferentes partes de su torso. O se lo está imaginando, enardecida por las caricias. Oleadas de calor recorren todo su cuerpo, excitándola, mientras los labios de los dos chicos siguen depositando besos por su piel, dejando regueros de saliva con la punta de la lengua o marcando con mordiscos su cuello, hombros y caderas. Hay tantos sitios donde prestar atención en el silencio de la oscuridad, que no puede centrarse en todos y cada uno de ellos.
Si se concentra en los labios de uno de ellos en la línea de la mandíbula, no se percata del momento en que una mano se ha deslizado por su ombligo hasta el pubis. Y cuando se enfoca en los besos que uno de ellos le está dando en la cadera, está a punto de perderse el momento en el que las manos que están en sus muslos, una de cada chico, cerciorándose de que no cierra las piernas, tan calientes que queman y a la vez tan omnipresentes que ha estado a punto de creer que son parte de su propio cuerpo, mueven un dedo cada una, al unísono, acariciando suavemente sus labios exteriores pare entreabrirlos.
Hermione ya está muy mojada, y los dedos aprovechan eso para introducirse entre sus labios exteriores, acariciar los interiores, abrirlos también. Es consciente de que los chicos siguen besándole el cuello, los senos, el ombligo, pero las sensaciones que brotan de su vulva lo opacan todo. Gira la cabeza y, sorprendida, se encuentra con un trozo de piel caliente que no es suya. Sin pensarlo dos veces, muerde a la vez que levanta las caderas. El sabor del sudor, salado, y el olor, le indica que es Viktor. Esta vez está segura, pero lame el lugar donde ha mordido, para consolarlo y para tratar de averiguar qué parte del cuerpo es. Quizá la clavícula o el brazo. No sabe bien.
Al otro lado, el cuerpo del que ahora supone que es Ron la aplasta con su pecho, pasando por encima de Hermione, quizá para llegar a Viktor. Sus dedos no han dejado de moverse en su vulva, en movimientos simétricos. Está segura, por la posición de los dedos, de que tienen que ser una mano de cada uno, pero ya no es capaz de jurarlo, porque puede estar confundiendo la posición en la que están las manos y haberlo malinterpretado todo. En cualquier caso, los dedos acarician sus labios interiores de arriba a abajo, suavemente, deslizándose con facilidad gracias a su lubricación natural. Uno de ellos se para en el clítoris, descubriendo el pequeño capuchón, el otro introduce en su vagina la yema, suavemente, estirando sus bordes con delicadeza.
Hermione vuelve a empujar con las caderas hacia arriba, rogando por más. Ruega por más, pero el silencio es tan absoluto que no se oye a sí misma, aunque sí nota la vibración de su voz en la garganta, la mandíbula y los oídos.
Así que los chicos le dan más. El dedo sale de su interior, y lo sustituye otro. Se turnan durante varios segundos, uno acariciando sus labios interiores y el clítoris, otro introduciéndose dentro de ella, no mucho, apenas el primer nudillo. Nada que pueda resultarle molesto, todo lo contrario, aunque a ella le parece tan grande…
Los chicos se toman su tiempo, al parecer sin ser conscientes de que Hermione cree haberlos identificado. Confirma su teoría porque Ron se mueve para lamerle desde el borde superior de su vulva hasta el cuello, en una línea continua, algo que hizo un par de noches antes también, sin la oscuridad y el silencio rodeándola. Se atreve a mover las manos y tantea hasta encontrar los cuerpos de ambos. Estos se lo permiten, porque encuentra lo que cree que es la cadera de Viktor y el abdomen de Ron. Pero cae en picado al vacío de la confusión. Un breve roce le basta para confirmar que, en el sitio donde debería estar el pubis de Ron, velludo, sólo hay piel suave y desnuda y lo que debería ser su pene, caliente y duro, rozándole el dorso de la mano. Vuelve la cabeza de nuevo hacia el mismo sitio donde antes ubicó a Viktor, buscando el trozo de piel que ha mordido antes, que ya no está exactamente en el mismo lugar. O ha calculado mal la distancia que la separaba de él, porque su cara se topa, esta vez sin género de dudas, con el punto en el que un brazo se une al hombro. Y, está segura por la forma en la que lo acaricia, hay vello en esa axila.
Supone que su confusión se debe ver reflejada en su cara, porque los chicos se retiran al momento, dejándola sola y aislada sobre la cama, en medio del silencio y la oscuridad. Hermione está a punto de pedirles que vuelvan, pero no es necesario. Dos manos gentiles le sujetan los tobillos, elevándoselos hacia arriba, exponiendo su vulva, y un cuerpo caliente se tumba entre sus piernas.
Las dos manos siguen sujetando sus piernas para que Hermione pueda relajarse, y dos dedos separan con delicadeza los labios de su vulva, entreabriéndolos una vez más para hundir en ellos una lengua húmeda y cálida.
El tiempo se estira. Hermione mueve la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos con fuerza, aunque eso no cambia la oscuridad, y mueve las caderas, tratando de marcarle el camino adecuado a la lengua para alcanzar el clímax. Mueve las manos para hundirlas en el cabello de quien está lamiéndole sin parar, y los chicos le dejan hacerlo. Hermione hunde las manos en su pelo, apretándole la cabeza. Lo lleva recogido en una cola de caballo que se ha destensado, dejando escapar varios mechones, pero entre que está disfrutando de las piruetas de la lengua sobre su clítoris y que el tacto del cabello no es suficiente, no sabe quién es. Hace tiempo se rindió en intentar averiguarlo por la forma en la que lamen, chupan y succionan porque, aunque cada uno lo hacía de forma diferente al principio, ambos escuchan a Hermione cuando les pide cómo le gusta y se aplican para hacerlo exactamente así.
Gime, dejando que la vibración de su sonido no oído vibre en su garganta, y las manos que le sujetan los tobillos los empujan hacia adelante, doblándola sobre sí misma. La lengua no se mueve de su sitio, así que pasa de estar succionando el clítoris a lamer con la punta la entrada de la vagina, el perineo y termina rodeando con suavidad el borde ligeramente arrugado de su ano. Las manos de los tobillos se desplazan por sus piernas, sosteniéndola con firmeza, hasta llegar a los muslos, y otra lengua retoma los esfuerzos de la anterior en su vulva.
No es capaz de imaginar cómo están colocados sus novios para poder hacerlo… hasta que uno de ellos se acomoda sobre ella. Hermione abre los brazos en cruz, para permitir que se arrodille a ambos lados de su torso. Le acaricia el culo, notando el vello, apenas una pelusilla, bajo sus dedos, que podría ser de cualquiera de los dos. El chico mueve las caderas de lado a lado encaja su erección entre los pechos de Hermione y, sin dejar de chupar, recoloca sus pechos, aplastándolos un poco por sus caderas, para rodearla. Para este momento, Hermione no sabe de quién son cada mano: las que tiene en los muslos o las que ha situado sus tetas en la posición perfecta para poder masturbarse con ellas y ahora vuelve a tener los dedos en su vulva para entreabrirlos.
Como sea quien sea el que esté arriba no necesita que ella se sostenga los pechos para aumentar la fricción, moviendo las caderas hacia adelante y hacia atrás, mientras ambos siguen lamiendo y chupando su vulva y su ano, Hermione se atreve a seguir acariciándole el culo, preguntándose qué querrán hacer hoy. Tentativamente, alza la cabeza y separa las nalgas del chico, tanteando con la lengua hasta que encuentra su ano. El chico se para un momento, dejando de masturbarse con sus tetas, y la lengua de su vulva también se detiene, así que Hermione concluye que tiene permiso para seguir haciéndolo. El chico vuelve a retomar lo que estaba haciendo y, ahora que tiene algo que tocar y hacer, además de concentrarse en sus sensaciones táctiles, Hermione se relaja más, con menos urgencia por llegar al orgasmo.
Inspira fuerte, tratando de adivinar quien puede estar encima de ella, pero sólo huele el gel de ducha que los tres comparten. Así que, sin dejar de lamer, se concentra en la polla del chico, que se sigue moviendo hacia adelante y atrás, masturbándose a la vez que sale al encuentro de su lengua, y sus huevos, que le rozan suavemente la piel de la garganta al balancearse. A los dos chicos les gusta que les chupen el culo, pero sobre todo a Ron, que es, también, quien más disfruta de pajearse con, sobre, o acariciando sus tetas. Así que a lo mejor es sugestión, pero cree reconocer el prepucio de Ron rozándole entre los pechos cuando este se mueve hacia atrás, y el vello que rodea sus huevos cosquilleándole en la piel.
Una sensación más se une a todas las demás, justo cuando cree que no puede tener abiertos más frentes sensoriales: a las dos lenguas, los dedos de su vulva, las manos en sus muslos, el pene entre las tetas, los huevos rozándole la piel y el ano de, si no se equivoca, Ron estremeciéndose bajo su lengua, se unen dedos, fríos por el lubricante, pugnando con la lengua que puntea dentro de su ano, tratando de introducirse dentro, para deslizarse, primero uno, luego el otro, y al cabo de dos o tres movimientos, de una forma un tanto brusca, ambos a la vez.
Tarda en darse cuenta de que la sujeción de sus muslos ha cambiado. Antes, Viktor, si es quien está en su culo, estaba sujetando los muslos empujando hacia adelante. Ahora, en cambio, una de sus piernas está más elevada que la otra porque Ron tira de ella por detrás de la rodilla. Está tan abrumada por todas las sensaciones juntas, que no puede más. Deja caer la cabeza sobre el colchón y levanta las caderas, permitiendo que los dedos en su ano entren más profundamente, que las lenguas de ambos jueguen en su clítoris y vagina y que el orgasmo que lleva un rato a punto de arrollarla se desate, imparable.
En el silencio de la oscuridad, los orgasmos son tan eternos como instantáneos.
En el silencio de la oscuridad, los gemidos no se oyen, pero la garganta vibra.
En el silencio de la oscuridad, donde sólo la piel de Hermione le transmite información, los orgasmos son tan irrefrenables como un río que destruye una presa, y la inundan por dentro de placer hasta que, abrumada por la intensidad del clímax, deja caer los brazos sobre las sábanas, jadeando.
Y las sensaciones vuelven poco a poco. Los dedos lubricados dentro de su ano, saliendo despacio de él. Los besos que ambos chicos, de labios húmedos por su flujo vaginal, depositan en las caras internas de sus muslos antes de depositar suavemente sus piernas sobre las sábanas. El pequeño charquito de líquido preseminal entre sus senos, resbalándose hacia uno de los costados, prueba de que el que cree que era Ron estaba disfrutando de su masturbación y de la lengua de Hermione en su culo.
Lo que no regresa es la luz, ni tampoco el sonido.
Cuando empezaron a salir juntos, quedó una cosa clara: siendo dos chicos, no iban a estar dispuestos a que Hermione no disfrutase. Desde el primer día, mientras ella ponía los ojos en blanco, prometieron asegurarse de ello. Algunas veces rompen esa promesa, dejando que sea Hermione quien se haga cargo de todo, o porque la situación es mucho más divertida si se dejan llevar ellos primero. Pero, cuando Hermione está sumida en la oscuridad y el silencio, ellos siempre la priorizan.
Y luego vuelven al ataque, hambrientos de su propio placer.
Hermione los siente moverse, rozándole la piel a la vez que lo hacen. Gime, extasiada, porque cada una de esas caricias accidentales despiertan pequeños retazos del orgasmo que aún se disipa en sus músculos. Un cuerpo se sitúa entre sus piernas, una mano aplasta el colchón justo al lado del rostro de Hermione, un pene con presiona con gentileza la entrada de su vagina. Hermione alza las caderas, pidiendo más en voz alta, una que no oye.
En la soledad de la oscuridad y el silencio, sólo hay algo mejor que un orgasmo.
Gime, suspira y jadea, alentando a quien está dentro de ella a moverse más profundo. Apenas ha terminado de morir el anterior, pero si los chicos se esfuerzan y saben qué y dónde tocar, otro vendrá acto seguido, menos arrollador, menos abrumador, menos desesperado, porque el embravecido río de su placer habrá llegado a aguas remansas donde recrearse durante varios segundos.
El chico que la penetra, empujándose dentro de ella con movimientos cadenciosos y largos, se tumba sobre su cuerpo, esconde la cara en el hueco entre su cuello y su hombro, y la besa ahí, con labios húmedos y lenguas que revolotean. Otra boca la besa en los labios, invadiéndola con la lengua, que Hermione lame, agradecida por el gesto. Sólo dejan de besarla cuando el cuerpo encima de ella se mueve, retirándose. El pene del otro chico lo sustituye al instante, entrando dentro de Hermione, que vuelve a gemir, dándole la bienvenida a él también. Y la boca que antes la besaba en el cuello ahora le lame la lengua. Y la de quien está dentro de ella le lame el otro lado del cuello, mordisqueándolo suavemente, succionando lo justo para hacerla suspirar, pero no tanto como para dejar marca.
Lo rodea con las piernas, para exigirle que se empuje más fuerte dentro de él. El chico obedece y Hermione levanta las caderas a su mismo ritmo, saliendo a su encuentro. Está menos tiempo que el primero que la ha penetrado antes, porque antes de darse cuenta, el segundo orgasmo, ese que sus novios saben encontrarle con la pericia de quien sabe exactamente qué puntos sensitivos de su cuerpo ha de tocar y en qué orden, la relaja, haciéndola estremecerse bajo el cuerpo de su novio, acunada por los besos de su otro novio.
«Vosotros», dice, y está segura de que ha hablado en voz alta, aunque en la oscuridad y el silencio no haya sonidos, porque la mandíbula le vibra al hacerlo. Quizá, incluso, haya hablado demasiado alto, al no poder controlar su volumen.
Ya sea porque los chicos quieren complacerla o porque lo tenían planeado, la acogen entre sus brazos, fuertes, confiables y firmes. Hermione se deja hacer, todavía relajada por el placer y con la sensibilidad a flor de piel. Los chicos le dan media vuelta y, a falta de poder pedirle lo que desean o darle instrucciones, guían sus extremidades hasta que la comprensión se abre pasado en la obnubilada mente de Hermione.
Asienta las palmas de las manos y las rodillas sobre el colchón, que se hunde bajo el peso de uno de los chicos, de pie frente a ella, y otro detrás. Sabe que está de pie, al menos el que está frente a ella, porque su mano roza su pie. Quiere palparlo, para saber quién es, porque el único que recuerda con calcetines es a Ron, algo que puede confirmar, pero el chico se está arrodillando, acariciándole la mejilla con el dorso de los dedos en un gesto de delicado cariño.
Detrás de ella, su otro novio ha hecho lo mismo, porque la cama se mueve al ritmo de sus movimientos. Su polla se aprieta contra el estrecho ano de Hermione, que mueve las caderas hacia atrás, incitándolo a meterla, mientras se relaja lo más posible. Por la forma del glande, que se abre paso lentamente, un poco incómodo, pero que una vez ha traspasado el músculo anillado permite que este se relaje un poco, apretándose contra la polla que lo invade, cree que puede ser Viktor. La cabeza de su polla es más gruesa que la de Ron y tiene un reborde mucho más acusado en el glande. En cambio, la de Ron es algo más larga, pero más uniforme en el grosor.
Tantea con la mano en el aire frente a su cara, pero no encuentra la otra polla hasta que una mano en su nuca la guía gentilmente hacia abajo, haciendo que sus labios rocen con ella. Todas las dudas desaparecen de Hermione que, por primera vez desde que se sumió en la oscuridad y el silencio, sabe perfectamente quién tiene a cada lado. Sus labios se cierran sobre el glande cubierto de la fina y aterciopelada piel de Ron, empujándolo hacia atrás para descubrirlo. Al contrario que su novio, Viktor está circuncidado.
Avanza sobre la polla de Ron, manteniendo los dedos índice y pulgar en la base de la polla, rodeándola, al mismo ritmo que la de Viktor la invade por detrás. Cuando el pubis depilado de este choca contra sus nalgas, su nariz roza el vello del de Ron, que sigue teniendo una mano en su nuca y otra en la mejilla. Ambos están tan duros que es evidentemente que están a punto de terminar, que no buscan alargarlo más, sólo elegir dónde y cómo alcanzar su propio clímax.
Una de las manos de Viktor busca su muslo, empujándolo hacia atrás. Luego el otro. Sujeta los dos entre sus manos, sosteniéndola en vilo, al mismo tiempo que sigue apretándose contra ella. La posición hace que sus nalgas se cierren más, apretándose sobre la polla de Viktor, que debe estar extasiado con el extra de fricción y presión. Sin embargo, tras los dos orgasmos, la única mano con la que se sostiene en el colchón, tiembla por el peso.
Un hechizo la envuelve. De pronto, se siente ligera. No mucho, sigue teniendo que sustentar el peso, y comprende que Ron, ya que Viktor tiene ambas manos ocupadas, ha utilizado un conjuro almohada bajo ella que está sosteniendo parte de su peso. Aún así, utiliza la mano con la que le rodea la polla para buscar un asidero mejor, que encuentra cuando Ron le ofrece el antebrazo. Después, sube la otra mano igual, quedando suspendida en el aire: los músculos de su cuerpo tan tensos que su ano se cierra sobre la polla de Viktor con fuerza y respira con agitación sobre el vello rojizo de Ron, atinando apenas a mover la lengua alrededor de su polla.
El tiempo en la oscuridad y el silencio es eterno e instantáneo, pero Hermione está segura de que no duran mucho una vez empiezan a moverse ambos. Cada uno lo hace de una manera diferente: Ron apenas entra dentro de su boca, más preocupado porque Hermione pueda lamerle el glande, no queriendo dañarla por profundizar demasiado. Viktor, al contrario, aprovecha que tiene el culo apretado para abrirse paso a través de él con embestidas rítmicas y potentes, queriendo llegar lo más adentro posible de ella.
Cuando el líquido tibio de Ron sabe disparado de su polla después de que esta se contraiga de súbito, pillándola por sorpresa, porque no ha tenido ninguna pista de cuando iba a ocurrir, traga automáticamente. Salen varios chorros más y tiene que seguir tragando, porque la polla de Ron vibra con cada uno de ellos, haciendo una contracción de apenas un instante justo antes de lanzarlos. Y, mientras Viktor todavía está detrás de ella, acelerando sus empellones, Hermione sigue con la polla de Ron en la boca, que derrama gotas, ya sin fuerza, de semen encima de su lengua. Está salado, pero quizá eso es influencia del sabor de su propio flujo en la polla de Ron, que ha percibido cuando este ha entrado en su boca. No le da tiempo a analizar más, porque Viktor se empuja una última vez dentro de ella, llegando a su orgasmo. Y está tan sensible, es capaz de percibir tantas cosas sólo con el tacto, que nota la polla de Viktor estremecerse y temblar con fuerza, dentro de ella, con cada disparo de semen que deposita en su interior. Le es posible también, si se concentra, cuando puede ver y oír, pero la oscuridad y el silencio son grandes alicientes para ello.
Exhausta, deja que sus novios la depositen sobre la cama de nuevo. Una sábana suave, pero que ahora está impregnada del familiar a ellos, la envuelve el cuerpo, acogiéndola. Unas manos la atraen hasta su espalda choca contra un pecho, de Ron, a juzgar por la enormidad de sus manos, que Hermione palpa con las suyas, para cerciorarse. Viktor se arrodilla delante de ella, entre sus piernas. Las manos de Ron se deslizan hacia su cara, cubriéndola los ojos y las manos de Viktor le tapan los oídos con firmeza.
La luz y el sonido regresan.
Incluso a través de los párpados cerrados y las manos de Ron oscureciéndole la mirada, puede notar la diferencia. La oscuridad ya no es tan negra, las chiribitas de colores de sus ojos son más reales. También puede oír el murmullo ronco de la voz de Viktor hablando con Ron en voz baja, aunque no entiende qué dice, a través de las manos que le cubren los oídos. Ron asiente tras ella, y las manos de sus ojos se ahuecan, todavía cubriéndolos, para liberar sus párpados. Y todo se vuelve de color rojo anaranjado, por la luz que se filtra a través de ellas y sus párpados cerrados.
Abre los ojos, tentativamente, entrecerrándolos de nuevo cuando la luz le resulta molesta. Incluso en la penumbra de la habitación, que los chicos han oscurecido, y las manos de Ron conteniendo parte de la luz, sigue siendo tantísima claridad que está deslumbrada. Los chicos tienen paciencia, porque regresar de la oscuridad y el silencio nunca es breve, aunque el viaje siempre merece la pena para los tres.
Cuando las manos de Viktor se separan tentativamente de sus orejas y, en un susurro apenas musitado, le pregunta cómo se encuentra, Hermione sonríe y asiente. La luz es más bonita, los colores más vivos y los sonidos más estridentes. Pero el recuerdo del placer en su cuerpo, en los éxtasis estremecidos de sus novios, también es más claro y memorable. La imagen de sus novios, expectantes y preocupados, y su alivio cuando ven que sonríe, es una de sus imágenes favoritas cuando regresa del hechizo, porque se siente cuidada, amada y protegida. Se deja abrazar por Ron, que quiere saber si se lo ha pasado bien, y acuna la cabeza de Viktor en su regazo, que le musita un agradecimiento, mientras la relajación de sus respectivos orgasmos les invade el cuerpo y el inmenso cariño que se tienen les hincha el pecho.
