Ninguno de los personajes de la serie de Tv. Merlín me pertenecen al igual que tampoco los de la saga de Harry Potter.
EL RITUAL
Lo más difícil de llegar al hogar de Lady Vivianne no fue precisamente el camino. Bueno, éste sí lo fue ciertamente porque tuvieron que desmontar y andar a pie por un largo tramo de bosque frondoso, con el animal a la par y luego el tener que ir al borde de un precipicio, sabiendo que un paso en falso podría llevarlos a una muerte dolorosa.
Pero lo peor, lo realmente peor de todo, fue que Harry cayera bruscamente de su caballo a mitad del camino. Athenas fue la primera en llegar a su lado, con el cuerpo temblando y la piel ligeramente sudorosa. Cuando Hermione rozó las manos de la joven notó de inmediato que ella también tenía fiebre.
— ¿Por qué no me lo dijiste? —la reprendió Hermione cuando lograron estabilizar a Harry, quien terminó montando con Merlín para evitar que cayera de nuevo.
—Estoy bien—musitó con cierta debilidad.
Hermione obviamente no le creyó y durante el resto del trayecto la miró constantemente, intentando advertir si corría peligro de caerse ella también. Pero cada vez que la veía tambalearse con ligereza, también notaba como sus manos se aferraban con mucha más firmeza a las riendas del caballo.
—Puedes montar conmigo—le indicó Godric cuando también pudo ver su palidez.
—Estoy bien—volvió a insistir con terquedad Athenas.
Sus palabras no convencieron a nadie, pero de todos modos no insistieron, comprendiendo que lo mejor en ese momento sería dejarla tranquila y sólo intervenir cuando fuera necesario. Pero nadie de quitó los ojos de encima a ninguno de los dos.
Si se detenían era porque sabían que los caballos necesitaban descansar un poco antes de seguir su camino. Los alimentaban, les daban de beber y los dejaban sin montura por unas horas mientras ellos se encargaban de descansar sus propios cuerpos lo suficiente como para luego seguir avanzando.
Lo que rescató de ese viaje fue el hecho de que no tuvieron que ocultar su magia y pudieron realizar hechizos constantemente para ayudarlos con sus labores e incluso para protegerse de los posibles ojos curiosos que podrían encontrarse en el bosque. Era, en cierta forma, liberador a pesar de las terribles circunstancias que los hacían andar.
En una de esos momentos de descanso, Hermione se acercó a su amigo y se sentó a su lado mientras le ofrecía una taza de té. Su corazón se estremeció al ver como hacía enormes esfuerzos para llevar la taza a la boca sin derramar el contenido. Con cuidado, alzó una de sus manos y lo ayudó.
—No soy inútil—musitó él, avergonzado y molesto por aquello.
—Lo sé—aseguró ella—. Pero también sé mejor que nadie por lo que estás pasando. Ha pasado tiempo y siempre supe que este momento llegaría, pero aun así fue demasiado repentino.
Entrelazó sus dedos con los de él y apoyó muy suavemente su cabeza en su hombro.
—Te voy a extrañar—Harry habló con un susurro débil—. Pero estoy tranquilo, por increíble que suene. He visto que te has adaptado muy bien a este mundo y que extrañas poco el otro.
Ella escondió su rostro en la curva de su cuello para que no viera sus ojos rojos a causa de las lágrimas que no quería soltar. Era terriblemente cierto. Aunque algunas ideas de aquella época le parecían tan ridículas, ese mundo era ahora su hogar y no podía imaginarse a sí misma abandonándolo para volver al futuro.
—También te extrañaré—le aseguró—. Y créeme cuando te digo que hubo un tiempo en que deseé que las cosas hubieran sido diferentes.
—Pero ya no.
—No—concordó—. Ya no.
No se dijeron palabras de despedidas, pero no hicieron falta porque ambos sabían demasiado bien lo que el otro estaba sintiendo. Eran mejores amigos después de todo.
Demasiado pronto volvieron a retomar su camino.
—No habrá más paradas de ahora en adelante—les advirtió Godric.
Aunque el camino no empeoró ni mejoró, a medida que se iban acercando, Hermione comenzó a sentir como un bulto crecía en la boca de su estómago. Y cuando finalmente vieron una pequeña construcción perdida en medio de una llanura, rodeada de unos pocos árboles, simplemente se sintió enferma y con ganas de vomitar.
—Todo irá bien—Godric la consoló viendo su rostro ligeramente verde.
Merlín acercó su caballo al de ella y tomó su mano con firmeza. Hermione le sonrió, agradecida por su apoyo.
—Lo sé—le contestó finalmente al fundador.
Lo decía en serio porque muy interiormente sabía que realmente que Harry y Athenas estarían bien. El problema no era ese. ¡Ni siquiera sabía realmente qué andaba mal con ella!
La magia que rodeaba la propiedad era intensa y todos notaron las protecciones al cruzar a través de ella. Los caballos comenzaron a incomodarse, inquietos por la poderosa energía, pero por fortuna los pudieron controlar antes de que corrieran desbocados.
—Creo que será mejor que sigamos a pie desde aquí—aconsejó Salazar—. No creo que se vuelva más fácil para los animales más adelante.
Fue así como ataron las riendas en el árbol más cercano a ellos y comenzaron a andar a pie. Hermione debió de advertir que algo allí no andaba bien, especialmente cuando comenzó a sentir un cosquilleo naciente en la parte inferior de su nuca que fue extendiéndose rápidamente sobre su cabeza y toda su columna vertebral. Sus ojos comenzaron a pesar y, antes de poder ser comprender lo que estaba a punto de suceder, todo su cuerpo se derrumbó mientras su mente se perdía en la inconsciencia.
…
Algo cálido bajó por su garganta y, aunque no pudo identificarlo, el sabor metálico la hizo voltear el rostro hacia el otro lado para evitar seguir tragando; pero una mano sostuvo firmemente su mentón y apretó su palma contra su boca, impidiéndole escupir.
Su cuerpo se contorsionó cuando sintió arcadas pero la mano que sostenía su mentón se alejó para traer algo a la base de su nariz. El aroma fuerte, casi mentolado, invadió sus sentidos y calmó sus nauseas. Sintiéndose débil abrió finalmente los ojos, notando de inmediato que se encontraba dentro de una enorme cabaña rústica, siendo observada por una mujer que tenía idénticos ojos a los de Morgana.
—Lady Vivianne—habló cuando finalmente la mujer apartó sus manos delgadas de ella— ¿Dónde están los demás?
Intentó levantarse, pero su cuerpo parecía estar demasiado cansado para obedecerla por lo que terminó cayendo sobre el catre en el que estaba tendida.
—Están bien—le indicó—. Pero los mantuve fuera de mi casa. Necesitaba hablar primero contigo, Llewellyn.
Todos los nervios se tensaron cuando comprendió que la mujer sabía exactamente quién era ella y que posiblemente la había estado esperando.
— ¿Sobre qué?
Intentó nuevamente levantarse y aunque su cuerpo protestó, se obligó a continuar. Temblorosa pero decidida, finalmente se sentó bajo la atenta mirada de la mujer. Mientras recuperaba el aliento la miró a su vez, notando su cabello rubio ceniza trenzado desprolijamente, sus túnicas gastadas pero que alguna vez parecieron ser de excelente calidad, y ojos familiares llenos de un intenso brillo.
—De tu destino, del mío, del de tus hermanos o del de Merín. Elige el que quieras porque todos son uno—comentó—. Yo sólo estoy aquí para acercarte a la meta.
— ¿Y cuál sería esa meta?
—Un nuevo mundo, un nuevo Camelot; Albion renacerá contigo, Merlín y Arturo—le contestó con entusiasmo—. Aún quedan muchos desafíos, pero estoy dispuesta a darte lo que necesitas para continuar en el camino correcto. Yo te daré los conocimientos y herramientas para que puedas proteger a Emrys y luchar contra los ataques de amigos y enemigos.
— ¿Me enseñarás magia?
—Mejor aún, te daré magia. La magia antigua que corre por mis venas, la leal a la Antigua Religión, la de los Antiguos Sacerdotes y Sacerdotisas que la practicaban desde tiempos remotos.
Hermione la miró confundida.
—Pero tengo magia—dijo cuidadosamente.
—Lo sé, la siento débilmente, como si se intentara ocultar de mí, pero creo que eso es parte de tu encanto, ¿no? Un modo de protegerte y de proteger a Emrys—comentó—. Pero mi magia no afectará eso una vez que te pertenezca, sólo te transformará en una bruja increíblemente poderosa, casi tanto como tu amado Emrys, casi tanto como las Antiguas Sacerdotisas.
Hermione estaba cada vez más confundida.
— ¿Qué? ¿Me darás parte de tu magia? ¿Cómo?
—Ya te he dado de beber mi sangre—comentó casualmente, señalando sus labios.
Hermione levantó una mano rápidamente y tocó su boca, notando algo ligeramente pegajoso. Cuando la apartó, vio las yemas de sus dedos rojas. No tuvo tiempo para sentir asco porque de inmediato su mente lanzó una advertencia.
—Magia negra—musitó.
Vivianne no dudó en asentir con la cabeza.
—Era algo que debía de hacerse.
—Yo no creo que…
—No es cuestión de lo que crees o dejes de creer—la interrumpió—. La Antigua Religión es complicada de entender y aunque trabajemos con la magia negra, no quiere decir que ésta sea motivo de corrupción. A veces, simplemente tu alma y tu destino están inclinados a la oscuridad y, otras veces, aunque realices los hechizos más oscuros, seguirás siendo tú—la miró fijamente—. Estoy segura que éste será tu caso porque mi intención no es causar daño.
— ¿Y cuál sería tu intención? ¿Ayudarme? ¿Ayudar a Arturo?
—Por supuesto—asintió—. A veces, si nuestras intenciones no son puras podemos terminar creando monstruos.
Hermione no entendía demasiado el sentido de esa oración, pero creía que tenía que ver con su pasado.
— ¿Lo dices por experiencia?
Vivianne apartó la mirada del rostro de Hermione, como si estuviera avergonzada.
—Cuando quedé embarazada de mi primera hija, no quise que su destino fuera caer en manos de un rey como Uther. En aquel entonces, aunque no había declarado aún su guerra contra la magia, se oían rumores entre aquellos que tenían el don de ver el futuro.
—Y aun sabiendo en lo que se convertiría tuviste un romance con él—le recriminó Hermione sin poder evitarlo.
—Nunca amé a tu padre ni lo deseé. Mis intenciones eran precisamente crear a alguien con él, aún si eso significaba traicionar el amor de mi esposo—comentó y Hermione la miró completamente perdida—. En aquel momento ya se había vuelto un tirano, pero su furia hacia la magia estaba fundada en el dolor, un dolor que me atravesó cuando asesinó a muchos de mis amigos portadores de magia. Lo odié y cada vez que me tocó sentí repulsión.
—Entonces, ¿Por qué…?
—Porque quería que tuviera una hija como yo, con magia. ¡Quería darle una lección! Quería que amara a alguien que representara lo que más odiara en el mundo—confesó—. Pero mi propio dolor me impidió ver el verdadero monstruo que estaba creando.
— ¿Te refieres a Morgana?
Vivianne asintió suavemente con su cabeza.
—Morgana es mi hija, pero no quita el hecho de que se ha transformado en un monstruo—indicó—. Debo confesar que esta no es la primera vez que nosotros, los Sumos Sacerdotes y Sacerdotisas, cometemos el error de subestimar el peso de nuestras acciones. Uther la amó, pero si lo que escuché es cierto, ella no sólo lo destruyó a él sino también a muchos otros inocentes.
Todo era muy abrumador para Hermione.
Ella siempre estuvo dispuesta a tener más conocimientos, pero relacionarse con la magia negra iba mucho más allá de sus deseos. La experiencia que había tenido con la misma en el pasado había sido absolutamente horrible.
—No quiero ser como tú—dijo sin temor de ofenderla.
—No lo serás. Tu magia es diferente a la mía y sólo se complementarán para ser más poderosas.
— ¿Y si no es así? —cuestionó— ¿Qué pasará si me niego a aceptarla?
Vivianne la miró fijamente hasta que una sonrisa divertida se posó en sus labios delgados.
—Puedes luchar, Hermione, pero ninguno de nosotros podemos escapar de nuestros destinos—le aseguró— ¿O acaso en tu conocimiento del futuro crees que existe la posibilidad de que Emrys se convierta en algo más o algo menos que el poderoso mago que está destinado a ser?
Hermione no tuvo que pensar demasiado en una respuesta.
—No.
—Entonces, tampoco hay posibilidades para ti de ser alguien más. Sus destinos están ligados.
Hermione suspiró con pesar.
— ¿Qué se supone que pasa ahora? —cuestionó.
—Yo haré lo que viniste a pedirme: enviar a tus amigos al tiempo que corresponden. Pero en cuanto regresen, pasarás una noche conmigo para completar el ritual y lo que yo poseo será tuyo.
— ¿Seré una Sacerdotisa?
—No—negó con la cabeza—. Serás, junto a Emrys, una de las fundadoras de la nueva magia, pero muy pocas personas lograrán saberlo.
…
Merlín estaba caminando de un lado al otro alrededor de la cabaña, sintiendo deseos de lanzar hechizo tras hechizo para poder ingresar y rescatar a Hermione. Pero Godric, advirtiendo sus intenciones, lo tomó de un brazo y lo empujó sobre un tronco caído para que se sentara al lado de Harry.
El mago lanzó una mirada al mejor amigo de Hermione, notando que sus párpados parecían caer cada vez más sobre sus ojos. Athenas, al otro lado de Harry, aunque se encontraba débil, estaba mejor que su compañero y sus ojos escaneaban atentamente su alrededor.
— ¿Qué quiere ella con Hermione? —preguntó Merlín en voz alta, contemplando a Godric.
—No lo sé.
—Fue tu idea traernos aquí. Algo debes de saber.
— ¡No lo sé! —exclamó con enfado el hombre antes de lanzar una mirada preocupada en dirección a la cabaña—. No cometas el error de pensar que eres el único que está preocupado por ella—le advirtió—. Pero créeme cuando te digo que no hacer nada es la mejor opción que tenemos. Lady Vivianne no es precisamente conocida por su templanza en momentos de enojo.
La insinuación de Godric sobre sus sentimientos de Hermione y aquella mención del mal carácter de la mujer que tenía prisionera a la princesa no ayudaron a mejorar el ánimo del mago. Pero afortunadamente, antes de que pudiera hacer algo de lo que se arrepintiera más tarde, la puerta de la cabaña se abrió y de ella salió la misma mujer que había ido a recoger el cuerpo inconsciente de Hermione cuando ésta se desmayó. Y, detrás, caminando lentamente mientras se abrazaba a sí misma, apareció la princesa.
Merlín notó de inmediato que algo sucedía. No parecía lastimada de ningún modo, pero su mirada parecía cautelosa, casi temerosa. Sin perder tiempo, se puso de tiempo y corrió hacia ella, pero antes de que pudiera tocarla como eran sus intenciones, ella le dedicó una mirada de advertencia sutil que lo detuvo de inmediato.
Sus ojos se posaron en Lady Vivianne, quien sin prestarle atención a ninguno de ellos comenzó a trazar runas en el suelo con una rama que arrancó de uno de los árboles cercanos. La tierra se rompía fácilmente sólo con su ligero toque, a pesar de que estaba cubierta de vegetación.
— ¿Estás bien? —le susurró, volviendo a poner su atención en Hermione.
—No lo sé—admitió mientras se lamía inconsciente los labios.
Merlín frunció el ceño al notar que había una gota de sangre en ellos. Alzó la mano para intentar tocarla y ver si estaba herida pero nuevamente ella se apartó.
—No es mi sangre—le informó sin mirarlo tras haber comprendido lo que había llamado su atención.
Los ojos de Merlín volaron hacia la mujer, quien parecía estar finalizando con el círculo de runas que dibujaba en el suelo.
— ¿Qué te hizo?
—Luego te contaré—musitó por lo bajo y, tras tomar aire profundamente, se enderezó y caminó nuevamente hacia Lady Vivianne, siendo seguida muy de cerca por el mago— ¿Necesitas nuestra ayuda?
Lady Vivianne sólo hizo un gesto con la mano en su dirección, indicando que se alejara de su trabajo. Hermione contuvo una mueca de desagrado antes de volver a contemplar a sus Harry y a Athenas, pensando que quizás era mejor despedirse de ellos, pero se encontró con una escena que, a pesar de saber que sucedería, la tomó por sorpresa.
La pareja estaba compartiendo un pequeño y tímido beso.
Hermione no pudo evitar sentir que su corazón se estremecía de ternura por ellos.
— ¡Recuerden que tienen público! —exclamó repentinamente Salazar, rompiendo el momento de la pareja, quienes se apartaron ruborizados.
— ¡Eres un imbécil! —lo reprendió Hermione.
Salazar sólo susurró como si le hubiera dicho un cumplido.
—He finalizado—informó Lady Vivianne—. Rápido, los dos deben estar en el centro, conmigo.
Harry no pudo ponerse de pie por cuenta propia por lo que Merlín y Godric lo ayudaron. Athenas sí se levantó por sus medios, pero Hermione de todos modos fue a su lado y se aferró a uno de sus brazos.
— ¿Estás segura que este es el momento en que te marchas? —preguntó por lo bajo—. No confío en esta mujer.
Athenas se detuvo y Hermione la imitó.
—El camino que te tocará vivir de ahora en adelante no se hará más fácil—le indicó contemplándola a los ojos—. Pero me temo que debes aprender a confiar en ti misma. No te preocupes por nosotros. Estaremos bien.
Le hubiera gustado que esas palabras bastaran para tranquilizar sus preocupaciones, pero no fue así. Tuvo que luchar contra sí misma para dejarlos ir. Una vez que dejó a la joven, se acercó a su amigo, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para despedirse de él. Simplemente lo abrazó, sin siquiera poder aplicar la fuerza que quería para encontrar consuelo por temor a causarle daño, lo que la hizo sentir mucho peor. Sus ojos se llenaron de lágrimas que no tardaron en rodar por sus mejillas y aunque las apartó con prisa, otras comenzaban a deslizarse para reemplazar las anteriores.
Lady Vivianne hizo un nuevo gesto con sus manos para indicarles que se apartaran antes de comenzar a murmurar un hechizo que ninguno de los cuatro espectadores oyó antes. Merlín se aferró a la cintura de Hermione y la impulsó hacia atrás porque había sido la única que no se había movido. Ella cayó sobre su pecho tras retroceder unos cuantos pasos, pero no dejó de observar atentamente la escena que tenía delante, notando la poderosa magia que parecía filtrarse desde el centro de la tierra, de los árboles, de la misma Lady Vivianne para posarse en las runas que habían sido trasado sobre la tierra. Era como si éstas fueran sólo un conducto por el cual la magia se manifestara.
Todo sucedió con demasiada prisa.
En un momento pudo ver a los tres en aquel círculo de runas y oír el hechizo que salía como una especie de cántico… y al siguiente todo fue silencio y no había nadie más que Merlín, Godric, Salazar y ella.
Aturdida, parpadeó varias veces, sin poder creer que se hubiesen ido tan pronto.
Desde el primer momento en que los vio en Camelot supo que se tenían que marchar y se los dijo en repetidas ocasiones. Sin embargo, ahora que ya no estaban allí, su ausencia dejó un vacío en su pecho que la hizo estremecer. Pero allí estuvieron los brazos de Merlín, apretándola contra su pecho para darle calor y consuelo.
—Lo siento—oyó que él le susurraba al oído—. Sé cuánto lo amabas.
Hermione se volteó en sus brazos sin apartarse de él y se permitió rodearlo con sus propios brazos.
—Derramé lágrimas por él, pero aun así mi corazón no está roto—le aseguró con sinceridad—. Sólo espero que estén bien.
—Lo están—oyó la voz de Vivianne a pocos metros de ellos.
Hermione volteó el rostro y, otra vez, se sorprendió.
— ¿Regresaste tan pronto?
—Créeme, los viajes en el tiempo no son los hechizos más complicados de realizar—le aseguró mientras caminaba hacia ella—. Pronto lo aprenderás.
— ¿Lo haré?
—Es parte de mi legado para ti—le indicó la mujer— ¿A caso olvidaste lo que debes hacer ahora? —exigió saber—. Me prometiste una noche para terminar el hechizo.
Merlín, que se encontraba un poco perdido, no dudó en intervenir.
—Me quedaré con ella—indicó.
—Nosotros también.
Merlín miró sorprendido a Salazar porque había sido él quien se había adelantado hacia la mujer y le había hablado con completa seguridad. Pero Vivianne sonrió de lado mientras lo miraba y, por primera vez, todos pudieron notar que el altanero y confiado mago parecía querer retroceder. Sólo con eso, una mirada que parecía decirle que conocía sus secretos.
—No—finalmente Vivianne habló—. Nadie más que ella y yo. No importan cuánto la amen. Ella se quedará conmigo. Les prometo que nada malo le sucederá.
— ¡Yo no la amo! —protestó Salazar de inmediato, poniendo una mueca de desagrado en su rostro como si la simple idea fuera horrible para él.
— ¿No? —inquirió la mujer, contemplándolo nuevamente con suspicacia.
—No—aseguró—Si se tiene que quedar sola, entonces adelante.
Y sin demasiadas ceremonias se apareció lejos de allí, dejando su caballo y a los presentes contemplando el espacio vacío.
Merlín iba a admitir que, en cierta forma, siempre lo había sospechado. Hermione era ciertamente encantadora y hermosa como para capturar la atención incluso de aquel hombre que parecía hacer todo lo posible para llamar su atención cuando estaba cerca. ¿A caso no había querido casarse con ella? ¿No había mandado ayuda a Camelot incluso cuando aseguraba fervientemente odiar a Uther? ¿No había pedido, en esa misma aventura, un beso de ella a cambio de su ayuda?
—Estaré bien—Hermione lo sacó de sus pensamientos.
Pero una mirada a sus ojos le dijo que todavía estaba preocupada, temerosa incluso, y aún menos deseos de marcharse sintió. Sin embargo, ella insistió e insistió, y terminó aceptando quedarse a un par de kilómetros de allí, fuera de las protecciones que rodeaban el territorio donde habitaba la mujer.
—Ten cuidado—le rogó antes de dejarla.
Mientras se alejaban en busca de los caballos, no pudo evitar lanzar miradas hacia atrás, viendo a Hermione de pie, también contemplándolo.
…
Hermione sintió el frío colarse entre su ropa cuando una brisa sopló repentinamente.
—Ayúdame a conseguir algo de leña—le pidió Lady Vivianne, tomando un hacha entre sus manos.
La siguió de inmediato y cada tronco que ella cortaba, se encargó de juntarlo entre sus brazos para acarrearlo hacia el frente de la casa. Vio a la mujer apilarlos y lanzar un rápido hechizo para encender una fogata que flameó orgullosa entre ellas.
— ¿Qué sabes de la Antigua Religión? —le preguntó la madre de Morgana.
—No mucho, en realidad—admitió—. Nunca pude tener acceso a libros que trataran el tema.
—Sí, tu padre se encargó de ello—comentó con cierto disgusto.
—Sí, el padre de tu hija se encargó de ello—replicó Hermione mordazmente, no queriendo dejar pasar la oportunidad porque, sin importar lo que hubiera dicho antes, esa misma mujer había mantenido una relación con el hombre que decía odiar y había concebido una hija con él.
La mujer sonrió sin diversión por unos segundos.
—Claramente tú tienes su mal carácter. Y créeme, lo digo como un cumplido—aseguró—. Realmente no me importa lo que pienses de mi pasado porque a pesar de las consecuencias de mis acciones seguirán perteneciendo allí, a mi pasado. Y ahora todo lo que me resta es darte lo que te pertenece por derecho propio, mi magia, para compensar el daño causado.
"¿Y si no lo quiero?", quiso volver a preguntar, pero no lo hizo porque sabía que volvería a hablarle sobre el Destino.
— ¿Y qué pasará contigo? ¿Perderás tu magia? Pensé que la habías perdido cuando renunciaste a ser Sacerdotisa.
—Uno realmente no puede renunciar a lo que es en esencia, ¿verdad? —preguntó antes de hacer levitar el tronco caído al lado de la fogata y sentarse en él, invitándola con un gesto a hacer lo mismo—. Me aparté un poco pero no puedo simplemente renunciar. No funciona así… pero cuando te ceda mi magia, me sentiré un poco más libre y podré dar paz en mis últimos años de vida. Quizás no los merezca, pero realmente los deseo.
Ella no debería de juzgarla, pero no pudo evitar pensar que realmente no se merecía aquella paz que tanto añoraba.
— ¿Piensas volver a ver a tus hijas?
—Ambas creen que estoy muerta y prefiero que sea así—le aseguró—. Es mejor para todos. Piensa en todo el daño que le causó a Morgana saber quién era su padre… Ahora imagina cómo se sentirá al saber que su madre decidió abandonarla porque simplemente se arrepintió de haberla concebido. No, sólo causaría más daño a personas inocentes.
Eso podría asegurarlo.
Morgana enfurecería, se sentiría traicionada y dolida por ser abandonada por la mujer que debería de haberla amado por encima de todas las cosas.
— ¿Cómo es que te enteraste de lo sucedido en Camelot? ¿Tienes un informante?
—No necesito un informante—le aseguró—. Con mi habilidad de transportarme a otras partes del reino y la capacidad de invocar mi animal espiritual, puedo llegar a Camelot en pocos minutos.
Hermione imaginó que estaba comentándole que era un animago, lo cual le causó mucha admiración porque esa era una rama de la magia que ella aún no había alcanzad a estudiar.
— ¿Qué animal eres?
El temor y la preocupación poco a poco iban desapareciendo a causa de sus ansias de conocimiento.
—Un cuervo.
—Siempre suele haber cuervos en Camelot. Supongo que uno de ellos habrás sido tú—vio asentir a la mujer—. ¿Tienes muchas capacidades mágicas?
—Muchas. Quizás más de la que te imaginas, pero es una enorme responsabilidad tenerlas. Te he estado observando desde que llegaste al reino y sé que sabrás manejarlas con sabiduría—le confesó—. Debes recordar siempre que todo se centra en una cuestión fundamental: el equilibrio. Un equilibrio sagrado entre todas las personas, criaturas y elementos del universo que debe conservarse eternamente. En el corazón de la magia está el equilibrio entre la vida y la muerte misma.
— ¿Es por eso que cuando nacimos mi madre murió? ¿Se trató de volver a encontrar el equilibrio?
—Exactamente—asintió con seguridad—. Tu hermano nació del sacrificio de tu madre y tú naciste de la misma magia de otra Suma Sacerdotisa… ¿Tienes idea alguna de cuán único y maravilloso es ese hecho? No debías de existir, pero algo que es más grande que todos nosotros decidió que debías dejar tu huella en el mundo. Y quizás no te recuerden como Hermione Pendragon, pero ten por seguro que en el futuro te recordarán como Hermione Granger.
Esto era demasiado para procesarlo en ese momento. Se había enterado del hecho de que era producto de la magia de Nimueh pero no pensó jamás que fuera un hecho tan trascendental.
—Realmente no me molesta si no me recuerdan por alguno de esos hombres. Me complace ayudar ahora pero sé que esta no es mi historia sino la de Merlín y Arturo—comentó y, tras dudarlo unos segundos, decidió sincerarse—. El uso de sangre para realizar magia me recuerda a magia negra y no estoy de acuerdo con su uso. Siento que te corrompe, antes o después.
— ¿Conoces hechizos que hayan creado u ocupado magos oscuros?
—Por supuesto—dijo sin dudarlo.
— ¿Y nunca has utilizado ninguno de ellos?
Hermione estaba por negar con la cabeza, pero se dio cuenta que estaría mintiendo. Ella y Harry se habían vistos obligados a usar incluso los hechizos imperdonables en tiempos de guerra y, aunque no se enorgullecía de ello, sabía que lo habían hecho por una cuestión de supervivencia. Y si volvieran a ocurrir esas terribles circunstancias, lo volvería a hacer. Incluso recordó que Severus Snape, no siendo precisamente un mago oscuro, había creado muchos hechizos que podían catalogarse como "grises".
—Entiendo—murmuró.
— ¿Realmente lo haces? —cuestionó Vivianne— ¿Entiendes que no es precisamente la magia que usas sino cómo la usas? En la Antigua Religión hubo muchos conjuros, hechizos y maleficios que requirieron del uso de sangre. Incluso de sacrificios humanos… pero incluso allí, no es magia oscura si la persona sacrificada decide ser parte del ritual, consciente de lo que sucederá.
— ¿Cómo alguien podría querer sacrificar su vida de ese modo? —cuestionó, sin poder entenderlo.
—Lo acepta que lo hace por algo que va mucho más allá de él mismo—respondió.
Y nuevamente recordó su pasado, cuando se hizo exactamente la misma pregunta pensando en su amigo… "¿Cómo podría haber decidido ir a Voldemort sabiendo que éste lo mataría sin perder el tiempo?" Con el tiempo pudo entender un poco mejor los pensamientos de Harry, sabiendo que él había pensado que se trataba de un sacrificio que hacía por un bien mayor… Aunque iba a admitir que todavía no lo comprendía completamente y quizás nunca lo hiciera. Al igual que no comprendía el modo en que Arturo estaba dispuesto a sacrificar todo por Camelot, todo por probar que era digno.
Suspiró suavemente.
— ¿Qué sucede ahora? —cuestionó.
—Ahora finalizaremos el ritual—indicó—. Ponte de pie.
Hermione lo hizo mientras veía como la mujer la imitaba e iba luego al interior de la construcción para buscar un cuenco con hierbas que no tardó en ponerse a machacar con un mortero.
—Desnúdate.
Hermione se quedó estática.
— ¿Disculpa?
—Te dije que te desnudes—repitió—. No se trata de una cuestión sexual. Es una forma de mostrar vulnerabilidad, de ser una con la naturaleza, de mostrarte en equilibrio con el ambiente que te rodea.
Desde el punto de vista de la Antigua Religión tenía lógica, pero eso no quería decir que le gustara. Las únicas personas que la habían visto completamente desnuda habían sido médicos, amigos muy cercanos y Merlín. Por eso no se movió, pero cuando sintió la mirada insistente de la mujer, tuvo que hacer acopio de su valor y comenzar a despedirse de cada una de sus prendas. El viento frío no ayudó porque su cuerpo se estremecía cada vez más, haciéndola sentir absolutamente vulnerable, tal como Vivianne había indicado. Tampoco fue capaz de mirarla a la cara, pero cuando se acercó, con sus dedos embardunados de aquella pasta verde que había formado, alzó los ojos asustados para encontrar sólo una máscara de frialdad.
—No tienes nada que no haya visto antes—le aseguró—. El cuerpo es sólo un contenedor de cosas más importantes.
Y de inmediato comenzó a dibujar con sus dedos algunas runas en la piel de Hermione. Ella no reconoció muchas de ellas, pero no dejó de observar cómo los trazaba con aquella pasta verdosa: en su frente, en su esternón, en sus hombros, ambas manos y pies, en sus muslos, su abdomen y su espalda. Verla trabajar tan metódicamente, casi con profesionalidad, la hizo olvidar de su falta de ropa y la vergüenza desapareció.
—Mi magia y la tuya ahora serán una—le informó—. Mi magia antigua y la tuya, adaptada a los diferentes tiempos que te tocó vivir, se complementarán y te permitirán completar tu destino de protectora del Emrys.
El miedo y la preocupación la abandonaron por completo. Ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por Merlín.
—Bien—Lady Vivianne sonrió como si le hubiese estado leyendo la mente—. Comprendes ahora lo que implica el sacrificio.
—Lo entiendo—musitó.
Al menos, entendía el sacrificio que estaba dispuesta ella a hacer por Merlín.
—Is leatsa mo chuid draíochta, is leatsa mo chuid fola. Is leatsa mo chumhacht chun draíocht an domhain a bhuanú.
Hermione tuvo algunas dificultades para traducir las palabras porque aunque reconocía el idioma no lo había estudiado en profundidad. Aún así, pudo entender: "Mi magia es tuya, mi sangre es tuya. Mi poder te pertenecerá para perpetuar la magia del mundo". Parecían palabras sencillas para algo tan trascendental como aquello.
Se sintió un poco decepcionada cuando no sintió nada, incluso cuando notó que las runas que estaban marcadas en su piel comenzaron a brillar ligeramente. Había esperado sentir algo… lo que fuera… pero no fue así. Miró a Vivianne y estuvo por preguntarle si realmente estaba funcionando cuando un pequeño tirón en medio de su pecho la hizo lanzar un ligero quejido. Miró hacia abajo, justo en medio de sus senos, pero la piel limpia no tenía ni un rasguño. No obstante, el tiró continuó, transformándose con demasiada prisa en un dolor agudo que le robó el aliento e hizo que sus rodillas se debilitaran.
Hermione cayó de rodillas al suelo, apoyando sus palmas en la tierra húmeda mientras luchaba por controlar el grito que ardía en su garganta. Apretó los labios. No quería que Merlín la escuchara. No quería que se preocupase por ella porque interrumpiría lo que fuera que estuviera sucediendo y cabía la posibilidad de que en el futuro ella no pudiera ayudarlo.
A pesar del frío que sentía, su cuerpo se cubrió de una capa de sudor y su piel comenzó a calentarse por encima de su temperatura normal. Su mente parecía quebrarse en dos. Inclinando su cuerpo hacia adelante, apoyó su frente en la tierra, gimiendo más ruidosamente a medida que el dolor superaba sus capacidades para controlarlo. Su corazón se aceleró, sus uñas se clavaron en el suelo, su respiración se atascó.
Y finalmente sucedió.
Hermione sintió que todo su ser se partía en mil pequeños pedazos, destrozándola por completo para luego volverse a reconstruir a una velocidad abrumadora. Su boca se abrió y finalmente dejó salir un grito desgarrador que nadie más que Lady Vivianne escuchó a causa de las protecciones que había instalado ella misma mucho tiempo atrás.
Por segunda vez en el día, Hermione Pendragon perdió el conocimiento.
…
La luz que entraba por la diminuta ventana dio justo sobre los ojos de Hermione y fue eso la que la despertó no muy suavemente. E inmediatamente después de abrir los ojos, su cuerpo se impulsó hacia arriba, sentándose en el mismo catre que había estado tendida el día anterior. Los recuerdos no tardaron en inundarla, haciendo que se mirarse el cuerpo donde habían estado dibujadas las runas, pero ahora, no sólo estaba vestida prolijamente, sino que también su piel estaba completamente limpia.
Tampoco sentía ningún tipo de dolor, lo que era absolutamente bueno.
— ¿Té?
Una taza muy sencilla apareció frente a sus ojos.
—Gracias—le dijo a Vivianne mientras la tomaba y disimuladamente la olfateaba para corroborar que se trataba de un simple té de hierbas antes de llevársela a los labios.
—Tus acompañantes te están esperando a un par de kilómetros de aquí, un poco más allá de donde dejaron los caballos—le informó la mujer mientras, dándole la espalda a Hermione, buscaba algo dentro de un gran baúl que tenía en el suelo—. No tardarás en encontrarlos. Sólo camina hacia el sur y estarás bien, ¿sabrás ubicarte?
—Sí.
Su hermano le había enseñado muy bien a ubicar los puntos cardinales y a rastrear.
—Esto te lo obsequio.
Finalmente había encontrado lo que había estado buscando insistentemente: un viejo libro forrado en cuero que era tan grande como el que Merlín escondía celosamente en sus cámaras.
—Es un libro de magia—dijo sorprendida.
—No es cualquier libro de magia—la corrigió—. Tiene hechizos muy antiguos que estoy segura que te serán muy útiles con tus nuevos poderes—la miró fijamente—. Quizás no sientas ahora la diferencia, pero más adelante cada vez que realices un hechizo, ya sea de los que pertenecen a la Antigua Religión o los que has aprendido en el futuro, notarás un cambio en tu magia. La sentirás como tuya, pero será diferente. Más poderosa. Úsala sabiamente.
Estaba ansiosa por probar sus nuevas capacidades, pero no quería que la reprendieran por intentar hacer levitar algún objeto sólo porque sí.
—Recuerda, Llellewyn, el destino de todo un reino y de la magia misma, está en tus manos.
