Capítulo 6

1995 había pasado rápidamente, y para Aaron los últimos cuatro meses habían sido los mejores del año, ya que le habían traído el amor. Esperaba que 1996 fuera al menos la mitad de bueno que esos meses.

Era el primer día de clase después de las vacaciones de Navidad, y Aaron estaba a punto de llegar tarde. Recogió rápidamente sus libros, metiéndolos a toda prisa en la mochila y poniéndose la cazadora.

Había nevado los dos días anteriores, y en esos días, no solía usar la bicicleta, pero llegaba tarde y la necesitaba. Quitó rápidamente el candado y se montó. Llegó justo a tiempo.

Justo cuando se sentó, el pequeño aparato que llevaba en el bolsillo, emitió un pitido. Todavía no había llegado el profesor, así que lo sacó con disimulo y leyó el mensaje. "Ten un buen primer día. Nos vemos mañana. Te quiero" Sonrió ante las palabras de Erin, pero no le dio tiempo a contestar, el profesor Thompsom estaba entrando en el aula.

Él tendría que haber trabajado mucho y no gastado nada para poder comprarse un móvil. Sin embargo, Erin había vuelto de sus vacaciones con uno para él.

-Es de segunda mano, era de mi hermano. Creo que el primero que tuvo -explicó la chica. Él la miró con seriedad y sin saber qué decir-. Pero no tienes porqué quedártelo, si no quieres.

-No, Erin, es perfecto. Gracias -se inclinó y la besó.

-Así podemos estar más conectados -la chica sonrió con ilusión.

Y tenía razón. Habían pasado dos días, y aunque habían estado juntos prácticamente todo el tiempo, luego habían hablado durante horas o se habían escrito mensajes.

Lo que más le dolía, era no poder tener dinero para comprar lo que quisiera, y que fuera Erin la que tuviera que prestarle un móvil. Sabía que la chica no lo había hecho con mala intención, pero tenía la sensación de ser el chico pobre que deja que lo colmen de regalos.

Erin sabía que le molestaba, así que simplemente se ponían de acuerdo en los planes que podían hacer para evitar que Aaron se sintiera inferior. De todas formas, a ella tampoco le gustaba presumir de su dinero, aunque haría lo que fuera para poder ayudarlo.

Su regalo para ella había sido "más artesanal". Antes de volver a la universidad en Acción de Gracias, no pudo resistirlo y le habló a la tía Mary de Erin. Habló de ella lleno de ilusión y amor, y la mujer pudo ver cómo por primera vez su sobrino era feliz. Así que se ofreció, ya que se le daba bien el punto y toda la familia ya tenía una, a hacerle una bufanda de lana. Al chico le pareció una buena idea.

Y no se equivocó con el regalo: la cara de ilusión de Erin al ver la bufanda mereció la pena. En Navidad les había hablado a todos de Erin, y toda la familia estaba deseando conocerla. Incluso el tío Al, poco dado a muestras de efusividad, le dio una palmadita en la espalda y le dijo que se alegraba por él.

Se lo comentó a la chica, y ella asintió feliz. Aaron le había hablado de su familia, y ella supo que eran tan diferentes a la suya, que quería conocerlos.

Estaba tan perdido en sus pensamientos, que no se dio cuenta que ya había pasado la hora y media de clase. Copió rápidamente lo que estaba escrito en la pizarra y salió.

Pensó que el día se le iba a hacer muy largo si no se concentraba. Era el último semestre del último año y debía esforzarse al máximo.


Lo escuchó antes de verlo. Doug era un escandaloso, y entró en el restaurante dando voces. Menos mal que todavía no habían abierto. Aaron terminó de fregar la sala y fue a darle un abrazo a su amigo. Llevaban sin verse desde el 23 de Diciembre.

El señor Kerrintong les había dado vacaciones a todos, contratando a gente extra durante la Navidad. Solamente Nancy había trabajado también en Navidad. Era la única que era de la ciudad y no volvía a casa por vacaciones.

-¡Hotchner! Te veo bien, amigo -Doug lo abrazó y le palmeó la espalda con cariño.

-Lo mismo digo, Doug. Veo que la comida de tu madre ha sido lo mejor de las vacaciones -le dio unas palmaditas en la tripa.

-¡Oh, tío, qué bien lo sabes! Podría comer sin parar la comida de mi madre -y soltó unas risotadas.

-Tú comes sin parar cualquier comida, Doug -bromeó Abby.

-También es verdad -y volvió a reír. Los otros tres lo acompañaron.

Treinta minutos después, el restaurante estaba abierto y las primeras personas empezaban a llegar. Doug se acercó a Aaron cuando ambos estaban desocupados.

-¿Y tus vacaciones bien? ¿Y sigues con Erin?

-Las vacaciones bien. ¡Y claro que sigo con Erin! ¿Por qué no iba a hacerlo? -replicó el chico.

-No lo sé, igual ya se ha cansado de ti y te ha enviado lejos -bromeó Doug.

-Pues no. Seguimos juntos.

-Bien, hermano. Me alegro mucho por vosotros -y volvió a su sitio cuando dos chicos se acercaron a la caja a pedir.

Aaron se dio cuenta en ese momento que ya no sólo era el entorno de Erin el que se preguntaba qué hacían juntos, sino el suyo también. Y eso le dolió. Y le hizo preguntarse una vez más porqué Erin estaba con él cuando podía estar con alguien de su clase.


La primavera había llegado con temperaturas suaves a mediados de Abril, y Aaron y Erin caminaban cogidos de la mano una tarde después de salir del cine. Hablaban de la película y planeaban qué hacer a continuación.

-¡No me lo puedo creer! ¡Así que es cierto! -una voz burlona a sus espaldas los sobresaltó.

-¿Trent? -Erin estaba sorprendida, y dio un paso atrás sin soltar la mano de Aaron cuando el chico se acercó a ellos.

-Mira que me lo habían dicho, pero hasta que no lo he visto con mis propios ojos, no lo he creído -Trent soltó una carcajada.

-Lárgate Trent, y déjanos en paz -Erin se dio la vuelta y continuó adelante, tirando de Aaron. Sin embargo, el chico se interpuso en su camino.

-Espera, espera, espera. Sólo contesta una pregunta -miró de arriba abajo a Aaron con una mirada burlona-. ¿Puedes decirme qué ves en este tío? No tiene nada. Es…insulso y se ve que es…inferior -hizo una mueca de asco.

-Tú sí que eres inferior Trent. Se te ha derretido el cerebro de tanto ejercicio. Déjanos pasar -pero el chico volvió a cortarles el paso.

Aaron observaba en silencio el intercambio entre los dos, y supuso que el tal Trent era el ex novio de Erin. Lo miró atentamente, y se preguntó qué habría visto la chica en él.

Cierto es que físicamente era el típico chico de anuncio: alto, rubio, fuerte y Aaron se jugaba el cuello, a que había sido capitán del equipo de fútbol o béisbol o algo en su instituto. Sin embargo, se notaba sólo con verlo que era de esas personas vacías de mente; a las que les regalarían el título gracias al dinero de sus padres y con las que sería difícil mantener una conversación interesante.

-Vamos Erin. Deja de hacerte la dura. Podemos olvidarnos de todo y volver donde lo dejamos.

-Ni muerta vuelvo yo contigo, Trent -ella soltó la mano de Aaron y se acercó a su cara, para que le quedara bien claro.

-Eres una pequeña zorra, Erin. Te cansarás de este muerto de hambre y volverás arrastrándote a mí. Y luego veremos si yo te hago caso.

Trent no vio venir el bofetón que Erin le propinó, y se llevó la mano a la mejilla enrojecida y dolorida. Aaron pensó en ese momento que se alegraba de no estar en el lugar del chico, e hizo una mueca mental de no enfadar nunca a la chica.

-Nunca, en tu puñetera vida, vuelvas a insultarme. Es más, no vuelvas a hablarme, ni a mirarme ni a nada. Olvídate de mí, Trent, que lo estabas haciendo muy bien.

Cogió la mano de Aaron y tiró de él, alejándose de allí. El moreno notaba la tensión y el enfado de su novia, así que no se atrevió a hablar. Erin caminaba deprisa, con la vista al frente y la respiración agitada. Sólo al cabo de unos minutos comenzó a calmarse.

-¿Qué te parece si nos tomamos un helado y hablamos? -sugirió el chico al pasar frente a una heladería.

Ella lo miró un momento antes de asentir.

Después de pedir y ya frente a una copa de helado, Erin parecía dispuesta a hablar. Aunque Aaron quería saber, dejó que fuera la chica la que comenzara a hablar.

-Ese era Trent Williams, mi ex novio. Salimos durante algo más de dos años, hasta la primavera pasada -Aaron hizo un cálculo rápido. Hacía aproximadamente un año que habían roto.

-¿Y qué pasó? -preguntó en voz baja.

-Que me engañó. Fui la única imbécil que no lo sabía, porque todo el mundo parecía saberlo, menos yo.

-Lo siento.

-Y no fue sólo una vez, que podría haberlo perdonado, o no, pero al menos podría decir que había sido un error. No. Fueron muchas más. Y encima tuvo la cara de reconocerlo directamente, ni siquiera intentó negarlo. Para qué, me dijo, si se estaba aburriendo de mí -Erin habló con la mirada fija en la mesa, mientras jugaba con la cuchara.

-Erin, lo siento. Debiste de haberlo pasado fatal -Aaron le cogió la mano y le dio un apretón.

Ella asintió, pero luego levantó la mirada y le sonrió.

-Pero ahora estamos juntos, y nunca he sido tan feliz como lo soy contigo.

Él pudo ver que tenía los ojos vidriosos, y que lo decía en serio.

-Yo tampoco Erin. Me haces muy feliz.


Dos días después, Erin fue a cenar con Addison y Tamara al restaurante de Aaron. Ella decidió esperarlo y volver juntos. Las dos chicas se fueron y Erin se sentó en una mesa del fondo del local y hacer tiempo mientras estudiaba. Doug no dejó de burlarse de Aaron todo el rato, pero le llevó un refresco extra a la chica mientras recogían. En el fondo, él también estaba un poco enamorado de ella.

Cuando salieron, cogidos del brazo y hablando en voz baja, no se dieron cuenta que algo estaba mal hasta que llegaron al aparcamiento de bicicletas. La bicicleta de Aaron estaba destrozada: tenía las dos ruedas pinchadas, el manillar y las ruedas torcidas y parecía que le había pasado un camión por encima.

-¡Joder! -gritó el chico con furia pateando el aire.

Erin no podía dejar de mirar la bicicleta destrozada, sabiendo que probablemente Trent tuviera algo que ver con eso. Cuando volvió a mirar a Aaron, se dio cuenta que el chico tenía lágrimas en los ojos.

-No te preocupes Aaron. Iremos a la policía y todo se arreglará.

-Nada se arreglará Erin -sollozó el chico. Se limpió la nariz en la manga y luego habló con voz ronca-. La policía no podrá hacer nada, y yo necesito la bicicleta para moverme.

Ella asintió despacio en comprensión y luego lo abrazó. Sabía que tenía razón. Y si estuviera en su mano ayudarlo, lo haría.


Unos días más tarde, Aaron seguía un poco deprimido y triste por lo que había pasado, aunque intentaba disimularlo delante de la gente. No se le acababa el mundo por ir andando a todas partes, pero solía ir siempre con prisa, y la bicicleta le ayudaba a moverse más rápido.

Esa bicicleta la había conseguido de segunda mano, muy barata, y casi completamente nueva. No iba a tener suerte de encontrar otra igual de barata. Y arreglar esa era prácticamente imposible, estaba totalmente destrozada.

Tenía una ligera idea de lo que había pasado, aunque no lo había compartido con nadie, y mucho menos con Erin. Estaba seguro que el culpable era Trent. Él no le había hecho nada al chico, pero le había molestado que Erin estuviera con él. Y esa fue su forma de demostrárselo.

Estaba estudiando en su habitación cuando llamaron a la puerta. Cerró el libro con fuerza y se levantó a abrir. Erin le sonrió con timidez cuando abrió.

-¿Te molesto? -preguntó en voz baja.

-No. Bueno…estaba estudiando -respondió con una leve sonrisa.

-Es que…prometo que no tardaré mucho. Te tengo una sorpresa -dijo con un entusiasmo, cogiendo su mano y tirando de él hacia fuera.

-Erin, ahora no tengo tiempo. Déjalo para…

Se calló cuando salieron a la calle y vio lo que le esperaba.

-¡Tachán! -Erin señaló con emoción una bicicleta nueva. Se mordió el labio nerviosa cuando Aaron no dijo nada-. ¿No te gusta?

-Sí, por supuesto que sí. Pero no tenías por qué hacerlo.

-Ya lo sé, pero quería hacerlo. Es casi igual a la que tenías.

-Erin, no tienes que comprarme cosas. Yo…ya me las arreglaré -dijo con más dureza de la que pretendía.

Ella lo miró un instante, luego se alejó unos pasos para finalmente volver a su lado.

-Así que es eso, te molesta que yo tenga dinero y que pueda hacerte un regalo PORQUE quiero hacerlo, y porque lo necesitas. Eres tan jodidamente orgulloso que no eres capaz de simplemente aceptarlo.

-No es eso Erin, de verdad, es…-se pasó las manos por el pelo, nervioso.

-Entonces explícamelo, porque no lo entiendo.

-Es que…tú puedes estar con cualquier otro, Erin. Alguien de tu misma clase social, con el que compartas más cosas y con el que puedas hacer muchos planes. Yo no puedo hacer eso. Tengo que limitar el presupuesto porque sino no tendría para comer, y no puedo hacerte ni un regalo. Tú te mereces a alguien mejor que yo -confesó el chico con tristeza.

Erin lo miró con seriedad y se acercó a él, cogiendo sus manos.

-Estoy contigo porque te amo, Aaron. ¿Te crees que me importa no irme de fin de semana por ahí, de compras contigo y volver cargados de bolsas o hacer cualquier otra cosa que hacen las parejas? Por supuesto que no. Me encanta ver películas antiguas en la tele acurrucados en tu cama, y cenar comida china tres veces a la semana porque sale más barato que cualquier restaurante, y nuestros paseos infinitos por la ciudad sin hacer nada más. Aaron, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y no cambiaría nuestro tiempo juntos por nada del mundo. No quiero estar con nadie más.

Aaron parpadeó rápidamente para alejar las lágrimas, y ella posó una mano en su mejilla con cariño. Sonrió suavemente y se puso de puntillas para besarlo.

Él juntó su frente con la suya al separarse y posó sus manos en su cintura.

-Yo también te amo, Erin. Lo siento. Es que a veces tengo la sensación de que todos piensan que no deberíamos estar juntos y supongo que me he sugestionado.

-¡Por supuesto que lo piensan! Pero a la gente le gusta meterse en la vida de los demás, y somos nosotros los que debemos demostrar que no nos importa lo que piensen -ella besó de nuevo sus labios-. Y a mí no me importa, Aaron. Me importas tú y tu felicidad.

Él soltó una risita cuando besó su frente, le dio la vuelta y la abrazó por detrás, pegando su pecho a su espalda.

-Gracias por la bicicleta, por cierto. Me encanta.

-¿De verdad? ¿Se acabaron entonces los dramas si algún día te vuelvo a hacer otro regalo?

Aaron sonrió y asintió. Luego le hizo cosquillas en el costado y la soltó, para coger a continuación la bicicleta y montar en ella. Hizo que se caía de ella y escuchó reír a Erin, el sonido más maravilloso para sus oídos. Creyó por un momento que iba a perderla, y escucharla reír así le hizo volver a creer en la felicidad y en lo bueno tenía en la vida.

Continuará…