¡Hola hermosuras!

Me tocó seguir el cronograma habitual a la fuerza y no pude subir el fin de semana pasado, lo siento. Peeeero, bueno, lo compenso con el contenido de este cap... espero.

No tengo mucho que decir esta vez, espero simplemente que todos estén bien y disfruten este cap, con todo y su toxicidad gratuita.

Sin más, los dejo con el CAPITULO 30, AHHHH. No podía festejar otra decena de caps con un mejor contenido.

Nos leemos abajo, mis Grandes Héroes~


Hamada vs. Hamada


Hiro refunfuñaba por lo bajo, fregando con más fuerza de la necesaria y lo suficientemente ensimismado como para llamar la atención de algunos de los pocos comensales que aparecían a aquellas horas. Era como si estuviera empeñado en tallarlo hasta que el suelo de madera quedara lo suficientemente limpio para poder comer en él.

Nadie sospecharía que, tras tan esmerado trabajo, se escondía un chiquillo frustrado que lo único que deseaba era poder golpear con aquel trapeador al imbécil de su hermano mayor, que le dedicaba un gesto desconcertado desde el mostrador. El mismo que le había dedicado durante cada día de la semana, mientras paulatinamente el estado de ánimo del joven se volvía más y más huraño.

Claro, él era incapaz de entender su molestia, ¿No?

Gruñó una nueva maldición, sin poder entender del todo si era por causa del otro o por la pena que le daba su propia actitud. Jamás lo admitiría ante nadie, pero toda la molestia que había estado cargando durante la semana, y que durante las clases le había llevado incluso a ser huraño con sus compañeros, no se debía a otra cosa que la falta de atención que su hermano le estaba dando desde el domingo a la noche.

Aunque no podría decirse exactamente que no le prestara atención. Por el contrario, Tadashi seguía tan atento y amable con él como siempre, incluso le dejaba sus típicos gestos amorosos bajo las mesas o en los lugares donde nadie podía verlos. El problema era, desde luego, él.

Él, que se había asegurado a sí mismo que podría esperar hasta que su hermano pudiera sentirse cómodo de nuevo, que había estado convencido de que no era nada que no pudiera tolerar, y que ahora mismo no podía verse al espejo sin morir de vergüenza, porque era evidente para él que todo su enojo no era más que un miedo irracional, combinado con alguna especie de frustración sexual sobre la que prefería no pensar.

Y claro que sabía que estaba siendo infantil: Tadashi había dejado en claro que lo quería y deseaba, que no se estaba apartando ni lo rechazaba como en las otras ocasiones. Lo había dicho el primer día y lo había dicho también en cada momento de la semana en que, pese a sus esfuerzos por ocultarlo, su estado era evidente. Entonces él sabía que lo único que el otro le estaba pidiendo era tiempo, un último momento para dejar de lado todo lo que se interponía entre ellos, y Hiro se intentaba convencer de que era lo suficientemente maduro para entenderlo, para no tomarlo como señal de nada.

Pero no era fácil. Dentro de él, seguía latente el horrible presentimiento de que en cualquier momento Tadashi volvería a apartarse, horrorizado por su relación, y él volvería a sufrir como lo hacía en cada ocasión en la que se confiaba de las palabras del mayor. Y aunque esta vez era completamente diferente, lo cierto es que la lejanía, el hecho de que no volvieran a hacer el amor desde la vez del laboratorio, hace poco menos de dos semanas ya, no ayudaba en nada a tranquilizarlo.

—Maldito cuerpo hormonal y cerebro adolescente —rezongó en un murmullo ininteligible, sin atreverse a levantar la vista del suelo por la pena de encontrarse con la mirada preocupada de Tadashi. Eso no evitó que, sin embargo, enganchara con el pie una de las patas de una mesa, arrastrándola con un pequeño estruendo.

Más allá de la vergüenza, una leve sensación de pánico se apoderó de él cuando el inconfundible sonido de algo estrellándose en el suelo llenó el lugar.

Tragó saliva, estirando cuanto pudo el momento de posar su mirada sobre el objeto oscuro que ahora permanecía desarmado en el suelo, y debió reprimir un quejido lastimero al comprobar su estado... Sin embargo, entre toda su preocupación, no pudo evitar arquear una ceja al reconocer cierto patrón entre los elementos deshechos que se esparcían por el piso.

Y sólo entonces reconoció que la había cagado especialmente mal.

Avergonzado y culpable, llevó sus ojos del robot que acababa de destruir hasta su dueño... o, mejor dicho, la dueña.

—Yo... lo siento mucho —dijo en media voz a la joven sentada ante él, frente a una mesa llena de apuntes, herramientas y media taza de café en buen estado, por suerte.

Ella se limitó a sonreír, entre tranquilizadora y algo que Hiro sólo pudo definir como divertida.

—No te preocupes —respondió, con un marcado acento que terminó de sorprender a Hiro.

Tenía rasgos asiáticos más marcados que los de Tadashi y los suyos propios, con un oscuro cabello azabache que caía como una cascada, así como ojos negros como la noche que le miraban con cierto interés que, de inmediato, le hizo sentir extraño. Si necesitaba algo que le dejara en claro que era una japonesa completa y recién salida del archipiélago, eso era su acento.

—Eh... —se sorprendió a sí mismo dudando por un momento, antes de espabilar e inclinarse a recoger los pedazos —. Si quieres puedo arreglarlo, no me llevará mucho...

Ella sonrió, deteniendo su discurso.

—Sí, a mí tampoco —aseguró.

Y Hiro paró en seco sus movimientos cuando, a punto de recoger la tercera, las dos piezas en su mano se removieron, antes de alejarse de él a toda velocidad. Miró con sorpresa cómo se unían entre sí, reconstruyendo el aparato sin la menor dificultad.

Permaneció estupefacto unos instantes, con la vista fija en el robot, antes de llevar sus ojos a ella. Claro que no era el único que podía utilizar la tecnología de los servos de levitación magnética, o los métodos de control como en Megabot. Eso no era lo sorprendente.

Lo sorprendente era que la chica no parecía ser mayor que él, o siquiera llegar a su edad.

Disimulando su sorpresa cuanto pudo, tomó el robot y lo dejó sobre la mesa, esbozando una sonrisa.

—Tu robot es muy sorprendente —elogió luego de que ella lo tomara, y se esforzó por no echar una mirada a los planos del aparato mientras se presentaba —. Hiro Hamada.

Ella tomó el robot, devolviéndole el gesto con algo que, ahora sí, era inconfundible diversión.

—Yumiko Matsuda —se presentó, dejando al chico de una pieza —. Me han hablado mucho de ti.

Hiro tragó saliva... Oh, no quería ni imaginarse...

Y algo en su expresión debió delatarlo, porque en el acto la muchacha se echó a reír.

—No te preocupes —se apresuró a calmarlo —. Nunca le presté atención a la lista de mi abuela. No vine aquí por eso.

Hiro se lo pensó un momento, antes de sonreír, expresando su alivio.

—Es bueno oírlo —confesó, siguiendo su humor —. Aunque estaría algo desactualizada, ya que hace unas dos semanas que no vemos a tu abuela ¿Está bien la señora Matsuda?

Trató de convencerse a sí mismo de que lo preguntaba por su tía, pero lo cierto es que incluso él se había estado sintiendo inquieto ante la prolongada ausencia de la mujer por el café, aún cuando eso garantizaba que sus días fueran más tranquilos.

Y un dejo de pánico se apoderó de él al ver que, de hecho, el gesto de la chica se oscurecía levemente.

No obstante, fue tan breve que Hiro llegó a creer que se trataba de su imaginación.

—Ha tenido algunos altibajos por el frío, así que nos dijeron que debe estar en reposo... algo que en ella equivale a que le den la sentencia de muerte —ironizó, sonriente, y Hiro trató de imaginar a la mujer anciana, que no paraba en su casa hasta entrada la noche, en una cama todo el día.

Pese a su preocupación, sonrió con diversión en su fuero interno, pensando que era una especie de bendición sacar a semejante peligro de las calles.

—Es una pena.

Y estaba a punto de agregar alguna mentira, cuando una imagen conocida sobre la mesa le llamó la atención. Entonces, arqueó una ceja al reconocer el logo de Ito Ishioka, en la tarjeta de invitación a la feria anual.

Bueno, eso explicaba algunas cosas.

—¿Vas a postularte para la universidad? —se interesó. Ella asintió, sonriendo —¿Y qué tienes en mente?

—Bueno... tengo algunas ideas, pero necesito un poco de orientación —confesó, antes de señalar el espacio ante ella con un gesto de la mano —¿Quieres oírlas?

Hiro se sorprendió un momento. Aunque se tomara un instante, no había olvidado que estaba en horario de trabajo, y que debería tomar las órdenes de los demás clientes. Se giró para ver cuántos había, y se sorprendió al sólo ver a una pareja de jóvenes sentada junto a una ventana a varios puestos de ellos.

Pero entonces algo más llamó su atención, la penetrante sensación de un peso sobre su nuca. Al girarse, Hiro no pudo más que arquear las cejas y reprimir con toda su fuerza de voluntad un estremecimiento al notar la mirada de Tadashi sobre él.

No es que hubiera una amenaza en ella o algo por el estilo, pero su expresión intensa, su ceño levemente fruncido, y la manera en que fregaba con demasiada fuerza la taza de cerámica entre sus manos, era más que suficiente para evidenciar la molestia que le embargaba. Eso, sumado a lo penetrante de sus ojos sobre él, bastaba para que supiera que estaba a nada de morirse de celos sólo de verlo conversando con una chica.

Y eso fue suficiente para que la chispa de la molestia volviera a arder en él. Luego de todo lo que había sufrido durante la semana, luego de oír hasta el hartazgo que Tadashi sólo quería hacer las cosas bien y tomarse su tiempo, ¿El bastardo tenía la osadía de molestarse con él por hablar con una chica?

Oh, ese maldito no sabía lo que le esperaba.

—Encantado, tengo todo el tiempo del mundo —aseguró, girándose a Yumiko con una sonrisa encantadora, antes de tomar asiento frente a ella.

La chica le devolvió el gesto, deslumbrante y ajena de todo lo que estaba provocando a unos metros, donde una nueva taza se sumaba a la lista de víctimas de Tadashi.

Hiro tampoco sabía lo que le esperaba, ciertamente.


No habían pasado tres minutos desde que Cass lo relevara en su puesto en el café, cuando Hiro entró en la habitación a toda velocidad, sonriente y embargado por la emoción. Por primera vez en años, había podido hablar con alguien de su edad sobre tecnología y robots, sin que fuera un freak o algún chico excesivamente obsesionado con la ciencia ficción. Yumiko era diferente, sabía de lo que hablaba, de porcentajes, herramientas y técnica.

Se sentía emocionado, incluso feliz de conocer una nueva persona con quien hablar, una posible amiga en la universidad. Estaba tan eufórico, que incluso llegó a olvidar el verdadero motivo por el que se había sentado con ella en primer lugar.

Al menos, hasta que el sonido de la puerta al cerrarse a sus espaldas lo detuvo en medio de un salto emocionado. El cambio en el ambiente fue tal, que Hiro ni siquiera necesitó girarse para saber quién era.

Y que se había metido en una grande.

Se volvió en dirección a la puerta con lentitud, tratando de imprimirse calma, intentando recordar que era él quien tenía todo el derecho de estar molesto por los celos infundados del mayor.

Pero todos sus intentos de hacerse el fuerte se esfumaron en cuanto dio de lleno con la mirada del otro, tan seria, que sintió una suerte de dejá vù de la noche en el laboratorio.

Tragó saliva al verle cruzarse de brazos.

—Veo que tienes una nueva amiga.

Hiro no sabría decir si había burla o irritación en su voz pero ese tono no ayudaba en nada a tranquilizarlo.

Sin embargo, creyó que la mejor manera de salir bien parado era, por una vez, tratar de explicarse. Quizás así Tadashi tuviera piedad.

—N-no es más que una conocida... sabe de robótica y quiere postular para el Ito Ishioka en la feria.

—Vaya, muy original.

—Va a presentar un robot con estructura de fibra de carbono y que se puede separar y reensamblar con serbos de suspensión magnética...

—Jamás se me hubiera ocurrido.

Hiro se detuvo, nervioso. Bien, su hermano se estaba burlando y estaba irritado.

Respiró hondo, pensando en la manera de seguir. No podía negar que los celos y la actitud de Tadashi le molestaban, ni que había querido burlarse de él desde el comienzo. Pero ahora mismo no quería que se molestara, no quería que su relación tuviera esos giros infantiles cada vez que el otro conociera a una persona nueva.

Reunió valor y, exhalando lentamente, se atrevió a dar el primer paso en dirección al mayor. Esperaba que su hermano aún hiciera gala de esa paciencia infinita que tenía con otros miembros del equipo.

—Escucha, no te confundas. Es estimulante conocer a otra persona de mi edad interesada en la robótica —comenzó, convencido de calmarlo. Sin embargo, su convicción flaqueó en cuanto estuvo al alcance del mayor, con su mirada impertérrita sobe él. Tartamudeó al volver a hablar —. P-pero es sólo eso, no tienes nada por lo que ponerte celoso...

Y sólo fue consciente del grado de sinceridad de esa palabra, de lo que acababa de decir, cuando un brillo de molestia refulgió en los ojos hasta entonces calmos de su hermano.

No siquiera pudo prever su movimiento cuando ya tenía el pecho pegado a la puerta, y el firme cuerpo de su hermano presionando su espalda, sin dejarle oportunidad alguna de escape. El cálido aliento de Tadashi sobre su oído le hizo temblar.

—En eso te equivocas, hermanito. No estoy celoso... —gruñó sobre su piel, y Hiro ahogó un jadeo de sorpresa al sentir su mano firme bajar hasta sus caderas — Estoy a punto de volverme loco.

Cuando los dedos presionaron sin piedad sobre su pelvis, Hiro comprendió, entre su pánico y vergüenza, las intenciones del mayor.

Se removió, enfurecido.

—¡¿Qué crees que haces?! —exclamó, rojo como un tomate y ofendido al sentir su mano sobre su pantalón —¡No se me va a parar solo por charlar con una chica! ¡¿Qué crees que soy?!

—Un adolescente hormonal que no puede controlarse —soltó con simpleza, dejando a Hiro con la boca abierta.

—Eres un descarado —gruñó, tratando de alejarlo.

Sin embargo, en un solo movimiento se encontró de espaldas a la puerta, con las piernas firmemente sujetas a las caderas de su hermano y unos labios desesperados devorando los suyos como si se le fuera la vida en ello.

Pese a sí mismo y su molestia, Hiro no pudo evitar que su cuerpo se emocionara al sentir el primer avance atrevido de su hermano en dos semanas casi, hambriento de atenciones. Cuando los labios descendieron por su mentón y los blancos dientes mordisquearon su piel, Hiro ya estaba rojo hasta las orejas y con las manos temblando sobre los hombros del mayor.

Un jadeo se le escapó cuando los largos dedos se colaron entre la tela de su pantalón, donde algo más que cosquillas comenzaban a despertar. Deseó morir al sentir la sonrisa del mayor sobre su piel.

—¿Esta es la máxima prueba de fidelidad? —ronroneó y Hiro pudo ver entre la burla, la felicidad de ese rostro que amenazaba con devorarlo sin importar la hora o el que su tía los descubriera.

Gruñó, enfurecido.

—¿Y soy yo quien no puede controlarse?

Tadashi amplió su sonrisa, y Hiro soltó un jadeo ahogado cuando comenzó a mover su mano sobre su miembro semierecto.

—Ya deberías saber lidiar con el resultado de tus acciones, hermanito.

Hiro le soltó un insulto en toda la cara, antes de morderse el labio inferior para ahogar un gemido vergonzoso. Entre todas las personas, Tadashi era el que menos derecho tenía a reprocharle algo como aquello.

—Eres muy moralista cuando quieres —jadeó a duras penas, reprimiendo un sonido de súplica al sentir cómo la tensión y el placer ascendían por su cuerpo —. Pero no pareces tener problemas con hacerme estas cosas ni asquearte por ello, ¿No crees que eres algo hipócrita?

—¿Tienes ánimos de debatirlo? —se burló el mayor, sintiendo los espasmos del chico contra su cuerpo. Sabía que estaba sensible, llevaba un tiempo sin tocarlo, y todo él temblaba ante el movimiento lento y cadencioso de su mano. Hiro gimoteó, y el propio Tadashi debió reconocer la excitación que le embargaba al verle contraer el gesto en un rictus de placer. Sonrió, antes de llevar sus labios a su oído —. Además, ¿Cómo podría asquearme de esta expresión que pones cuando estás por correrte?

Su sonrisa se ensanchó al sentirlo tensarse contra él, y se apresuró a interrumpir el insulto bien merecido que iba a soltarle, subiendo la velocidad de sus atenciones.

Hiro se mordió los labios, perdiendo agarre ante el toque del otro. Pronto, estuvo colgando del cuello y caderas de su hermano, con la cabeza recostada contra la puerta y dando todo de sí para no acabar en menos de cinco míseros minutos.

Oh, maldito fuera su hermano y cuánto lo necesitaba.

Entreabrió los ojos, dispuesto a rogarle, aunque no supiera qué, y todo su cuerpo tembló al notar su mirada fija en su rostro.

Sólo entonces Hiro se dio cuenta de que era la primera vez que estaba de esa manera en pleno día, con la luz llenando la habitación y con Tadashi viendo en primera plana la clase de reacciones que le provocaba.

Para Hiro era terriblemente vergonzoso, pero para Tadashi... bueno, la forma en que lo miraba, como si estuviera dispuesto a devorarlo contra la puerta toda la tarde, dejaba muy en claro que le encantaba lo que veía.

Y entre toda su pena y enojo, Hiro no pudo evitar que su cuerpo temblara, sensible y caliente, deseoso por sentir más del mayor contra él.

Un espasmo le obligó a arquear la espalda contra la puerta y eso los puso sobre aviso. Avergonzado él, orgulloso Tadashi, ambos supieron que no le quedaba mucho.

Resignado, se mordió el labio y cerró los ojos. Recostó la cabeza sobre la puerta, decidido a dejarse llevar.

Jadeando suavemente, todo su cuerpo se tensó cuando Tadashi aumentó la velocidad, dejando entre ellos el susurro de piel húmeda y tela, así como besos y mordidas delicadas sobre su cuello, sobre las marcas que comenzaban a borrarse.

Un nuevo espasmo le hizo morderse los labios, mientras sus caderas comenzaban a moverse con ritmo propio. Tadashi sonrió al verle ruborizado, y en un ataque de malicia, presionó con firmeza la punta sensible.

Fue una suerte que Hiro se mordiera la mano, justo en el momento en que unos suaves golpes los congelaba en el lugar.

—¿Chicos? —la voz de Cass, curiosa, los obligó a intercambiar una mirada de pánico —¿Están ahí?, ¿Creen que puedan darme una mano más con el café mientras comienzo a preparar la cena?

Y aunque hubieran intentado ocultar que estaban allí, sólo bastó que Tadashi perdiera apenas el agarre sobre el chico para que un roce contra la puerta los delatara.

—T-Tía, ya vamos —soltó el mayor, soportando a duras penas la mirada asesina del chico, mientras volvía a acomodarlo contra él. Estaba seguro que, de haber guardado suficiente silencio, podrían escucharse los corazones de ambos, al borde del colapso —. Estamos ultimando detalles de un invento —mintió.

Hiro le dio un golpecito, furioso, y Tadashi lo fulminó con la mirada. Bien, había sido arriesgado. Pero ¿Quién le mandaba a andar de coqueto? Él sólo quería dar un ejemplar castigo.

Uno que había quedado a la mitad, recordó al bajar la mirada, hallándose no solo con la expresión agitada del menor, sino con su cuerpo aún dispuesto pese al susto.

Alzó una ceja, en verdad que el cuerpo de un adolescente era una maravilla.

Y una revelación llegó a él en ese momento, justo cuando el picaporte de la puerta se giró, casi dándole un infarto al menor.

Claro, la puerta ni siquiera tembló.

—¿Por qué se encierran?

Tadashi sonrió con malicia, sorprendiendo a su hermano, antes de volver a tomarlo en su mano, retomando el ritmo cadencioso del comienzo.

Rio al verle dar un respingo silencioso, antes de mirarle como si estuviera loco.

Puede que tuviera un poco de razón.

—No queremos que Mochi nos interrumpa —explicó con voz calmada, como si no estuviera con la mano internada en lo más profundo de la intimidad de su hermano menor, bombeando a un ritmo que estaba a punto de hacerle correrse —. Vamos en cuanto Hiro termine.

El chico se mordió los labios con fuerza cuando comenzó a dibujar círculos en la húmeda punta, fulminándolo con la mirada.

Y sólo se permitió jadear cuando los pasos de la mujer se perdieron por el pasillo, junto a un comentario sobre que su gato no era tan desastroso.

—Voy a matarte —gimoteó el menor, tratando de mantener su voz baja.

Tadashi sonrió, acelerando el ritmo.

—No si yo lo hago primero.

Y Hiro apenas pudo responder con un insulto, cuando todo su cuerpo se arqueó, con sus caderas moviéndose solas y su miembro rezumando humedad. No quería reconocerlo, ni siquiera ante sí mismo, pero si su estado era ya deplorable, la excitación de haber estado a punto de ser descubiertos lo había arrojado al borde del abismo de una manera que jamás hubiera sospechado.

Y que Tadashi fuera testigo de eso, que pudiera ver perfectamente cómo su cuerpo se removía encantado, necesitado como nunca antes, sólo lo volvía todo más vulnerable e íntimo.

No necesitó más que un par de toques bruscos para que todo su cuerpo se tensara y, echando la cabeza hacia atrás, se viniera en la mano del mayor, gimoteando su nombre entre ruegos por más.

Y Tadashi bebió de esa imagen como el más exquisito de los manjares, incluso después de que su cuerpo se relajara. A plena luz del día, la expresión de su hermano tras el orgasmo era por mucho una de las mayores maravillas que pudiera apreciar: los labios rojizos y brillantes por las mordidas, las mejillas arreboladas, su respiración agitada y sus ojos cerrados y de pestañas temblorosas, entre la calma absoluta y los resabios de un placer que aún hacían temblar su cuerpo con espasmos.

Usualmente disfrutaba de verlo, pero al estar él mismo inmerso en el gozo, nunca había puesto tanta atención a cada detalle.

Su Hiro era un artista del placer, como había sospechado desde el primer momento: una vez lo probabas, no había forma en que pudieras renunciar a él.

Tampoco había forma en que no pudieras molestarlo por ello.

—Bonita cara —se burló tan pronto le vio recuperado.

Sonrió, malicioso, al verle abrir los ojos de par en par, tomando consciencia lentamente de lo que acababa de ocurrir.

Y cuando sus mejillas pasaron del rosa delicado al rojo vivo, Tadashi supo que acababa de entrar en razón.

Mentiría si dijera que no se esperaba el puñetazo que se ganó a continuación.


Tadashi no necesitó mucho para darse cuenta de que se había pasado. Tal vez Cass hubiera ignorado con relativa naturalidad el que tuviera hinchado el rostro tras estar "ultimando detalles". Pero Hiro, que desde ese día no le había dirigido la palabra siquiera, era otro asunto. Él normalmente podría perdonar alguna ofensa, pero en esta ocasión, la había liado grande.

Tal como señalaba su hermano, era un verdadero hipócrita.

Desde luego que lo notaba, aunque en el momento no pudiera hacer nada para reprimirlo. Le había pedido a Hiro un tiempo por algo mucho menos repudiable que lo que le había hecho el día anterior, aun sabiendo lo mucho que el chico necesitaba de sus momentos juntos para sentirse seguro en su relación, y sólo con verlo hablar y reír a la par de una jovencita había echado toda esa moralidad por la borda. Claro que entendía que su relación admitía esos acercamientos, que estaban en un punto muy diferente a aquella vez ante el fuego, pero eso no quería decir que lo que hizo estuviera bien.

Aunque, bueno, sostenía que él no era el que había estado de provocador.

Llevó su mirada a su hermano menor, que continuaba empeñado en su rally de prestarle la menor atención posible, a la par que ordenaba con cierta brusquedad las sillas del café. Era sábado por la noche, estaban por cerrar y al día siguiente no abrirían. Con todos sus ensayos entregados y esperando las devoluciones, no había nada que los aquejara realmente, tenían tiempo para distraerse, y sumado al repentino descenso en las apariciones de los yakuza por la ciudad, la calma que tenían era todo un acontecimiento. Con Cass fuera de casa, el paso más obvio hubiera sido llevar a Hiro arriba y tentarlo con una pequeña cena antes de hacerle el amor toda la noche.

Pero, a juzgar por el ceño fruncido del menor y el puchero que estaba haciendo en ese momento, suponía que no tendría mucho éxito. Suspiró, cambiando la taza que acababa de lavar por otra, sin apartar la mirada del chico.

Al cabo de un momento, no pudo más que esbozar una pequeña sonrisa. Sí, Hiro estaba enojado con él y Tadashi tenía algunas cosas que reclamarle a su vez, aunque lo hubiera hecho de la peor manera posible. Pero ni con todo eso podía evitar ver embelesado ese rostro molesto, recordando con cuánta facilidad podía cambiar a uno lleno de placer cuando estaba entre sus manos, cómo temblaba y se aferraba a él sólo con unos cuántos besos.

Algo se agitó dentro de él cuando, en medio de sus mejores representaciones del chico estremeciéndose, los ojos molestos de Hiro se posaron en los suyos, ardientes como dos brazas y dispuestos a quemar lo que se atravesara en su camino. Fuera lo que fuera que estuviera pensando, tenía que ver con él, aunque seguramente para nada estaba en la dirección de sus ideas.

Lo comprobó cuando se acercó al mostrador con el ceño fruncido, tomando al paso el trapo húmedo con que había repasado cada mesa.

El mismo que le estrelló directo a la cara al pasar a su lado.

—Estoy cansado, cierra tú —gruñó, alejándose por las escaleras.

El mayor permaneció estático por un momento, antes de, con calma, retirarse el trapo del rostro. Se lo quedó mirando por un tiempo indeterminado, antes de echarse a reír entre dientes, encantado con la irreverencia del chico.

Si Hiro se hubiera propuesto volverlo loco, no lo habría logrado tan bien.

Estaba más que dispuesto a dejar de lado la última media hora que le obligaba a estar allí parado, cerrar antes y correr tras el chico, aun cuando eso fuera contra toda su disciplina y responsabilidad innata.

Tal vez por ese leve momento de debilidad, fue que la puerta del café se abrió justo en el instante en que estaba pensando en qué posición atacar a su hermano.


Hiro suspiró, sintiendo su cabeza más ligera luego de la ducha. Algo que de verdad necesitaba, teniendo en cuenta cuánto había estado cargando bronca a medida que el día avanzaba, en especial al sentir cómo la mirada de su hermano no se apartaba de él.

¿Qué pretendía aquel imbécil?, ¿Que dejara todo de lado como si nada hubiera pasado?, ¿De verdad esperaba que, luego de tenerlo en ascuas por dos semanas, perdonara que le hiciera pasar una humillación como aquella nada más por hablar con una chica?

Los celos irracionales de su hermano no tenían límites, y lo arrastraban a las peores situaciones. ¡Ni siquiera pudo ver a Cass a la cara desde ese momento! No podía dejar de entrar en pánico sólo con imaginar la posibilidad de que su tía abriera la puerta y los descubriera en esa posición.

Hiro se prometió, como venganza predilecta, pagar a Tadashi con la misma moneda ¿El mayor buscaba castigarse por tonterías? Bien, él le daría un castigo por algo que valía la pena ¡No lo tocaría por semanas!

O eso pretendía, pero descubrió, para su más profundo horror, que su cuerpo estaba muy en desacuerdo con la medida. Su cuerpo, que no paraba de estremecerse cada vez que recordaba las caricias del otro, parecía incluso peor que antes. Era como si le hubieras dado una gota de agua a un sediento y le negaras el vaso.

Y si se había retirado antes del café, no era tanto por su molestia con Tadashi, como por sentir su propia piel arder emocionada ante las miradas insistentes del mayor sobre él. Tal vez Tadashi se creyera muy discreto, pero con todos los antecedentes que estaba acumulando para leer su expresión, no era difícil adivinar en qué estaba pensando.

Algo que traía a su cuerpo de lo más emocionado, pero que a él le indignaba.

O trató de pensar que le indignaba, hasta que sus ojos se encontraron con los suyos, y de repente la idea de colarse bajo el mostrador para juguetear con él le asaltó de la nada.

Ugh, maldito fuera él y su debilidad.

Un sonido gutural llenó el lugar, interrumpiendo sus pensamientos y recordándole que, en su huida, había olvidado comer algo.

Y si él no lo había hecho, era más que evidente que Tadashi tampoco.

Se maldijo en su fuero interno mientras terminaba de subirse los pantalones. ¿A él qué podía importarle si no había comido el imbécil?

Duró tres segundos en ascuas, antes de soltar un gruñido exasperado y salir de la habitación, resignado a preguntarle qué quería comer.

Pero, a mitad de descenso de las escaleras, una vez más un sonido extraño lo detuvo. O mejor dicho, una voz.

—Lamento hacerte tantas preguntas, es que soy nueva en la ciudad.

De inmediato, y sin que pudiera hacer nada por reprimirlo, todas sus alarmas entraron en funcionamiento.

—No te preocupes, has cuantas preguntas necesites.

Ni siquiera se dio cuenta en qué momento se aproximó, con toda la cautela posible, al quicio de las escaleras. Se cuidó bien de permanecer tras la cortina, tan silencioso como le fuera posible, antes de asomarse discretamente.

Y apenas sus ojos chocaron con la imagen de su hermano y su acompañante, un profundo malestar se apoderó de su pecho. En especial cuando notó la belleza de la mujer con la que Tadashi estaba hablando.

Si sus ojos verdes y piel clara no hubieran sido motivos más que suficientes para que Hiro la quisiera a más de cien kilómetros de su hermano, su sonrisa arrebatadora y la postura en que permanecía sobre el mostrador, resuelta y descarada, bastaban para que su estómago pesara como si alguien hubiera dejado caer una roca dentro.

Cosa que no mejoró cuando ella siguió hablando, con lo que parecía ser un brillo coqueto en sus ojos.

— He pasado por aquí un par de veces, y siempre andas por ahí... ¿Vives cerca de este lugar?

¡¿Qué rayos le importaba?!

Y al ver de soslayo la sonrisa amable de su hermano, su corazón dio un vuelco, al tiempo que todo su autocontrol salía volando.

—De hecho, esta es mi casa —confesó, colocando sobre el mostrador un pedido de café expreso para dos y un paquete de pastelillos. Hiro respiró hondo, pensando con cierto alivio que la chica se iría al fin... hasta que su hermano abrió la boca una vez más —¿Quieres ver algunos lugares para salir?

¡Suficiente!

Si lo viera en retrospectiva, Hiro concluiría que sus propios celos no eran más normales que los de su hermano. Pero en ese momento, sólo podía pensar en lo bien que sería pagarle con la misma moneda al mayor.

Y supo exactamente de qué forma, cuando el celular de la chica comenzó a sonar, obligándola a apartarse del mostrador para atender la llamada.


Tadashi respiró hondo, maldiciendo en su fuero interno el que aquella chica no se fuera de una vez. Su horario ya había llegado a su fin, pero en un impulso de caballerosidad, aceptó preparar un pedido para ella a sabiendas de que no encontraría otro lugar abierto a esas horas.

Y con ello, había tenido que soportar su numerito de chica nueva y damisela en apuros, mientras tenía que hacerse el tonto como si no notara sus intentos de coquetear. Había tenido la genial idea de ofrecerle algunos lugares que encontraría abiertos a esa hora, con la esperanza de que tomara las bebidas para ella y su acompañante, y se largara. En su lugar, sólo había logrado que le preguntara los lugares que solía frecuentar y sobre sus estudios. Para su mala suerte, acababa de decirle que era probable que se cruzaran en el Ito Ishioka.

Tadashi pensó que era una especie de castigo divino por lo que le había hecho a Hiro el día anterior, y se replanteó, mientras miraba a la nada con gesto ausente, el sentarse con él y disculparse como correspondía, con calma, como una pareja madura lo haría.

El problema, reflexionó luego, es que ninguno de ellos era una persona madura.

Algo que se le hizo evidente cuando un movimiento bajo el mostrador llamó su atención, obligándolo a bajar la mirada cuando una presión contra su pantalón lo tomó por sorpresa.

Y aunque podía imaginarse cualquier cosa, lo cierto es que jamás hubiera esperado encontrarse con la mirada divertida de su hermano, y mucho menos, con su boca sobre la cremallera de su pantalón.

Tadashi debió ahogar un grito de sorpresa, pero no pudo reprimir que un pequeño sonido se escapara de su garganta. Recordando que no estaba solo, llevó su mirada alarmada a la chica, que parecía seguir enfrascada en su conversación por celular sin notar nada extraño.

Más calmado, pero aun con el corazón latiéndole a mil por hora, Tadashi volvió a llevar su mirada al chico, que sonreía encantado y con un brillo diabólico en los ojos.

"¿Qué estás haciendo?" articuló con los labios, en pánico. ¿Su hermano se había vuelto loco de repente?

Pero Hiro no se molestó en responder, al menos, no con palabras. Sin embargo, fue muy claro cuando llevó sus manos hasta la cremallera de su pantalón de servicio, bajando lentamente el cierre de la misma manera en que lo había hecho en el laboratorio.

Con la vergonzosa epifanía tan a la vista, Tadashi no pudo más que quedarse de piedra.

En especial al sentir el aliento caliente del chico sobre la tela de su ropa interior.

No estuvo seguro de qué clase de sonido acababa de soltar, pero cuando alzó la mirada una vez más, la chica si se había girado en su dirección, curiosa.

—¿Estás bien? —murmuró, interponiendo una mano en la bocina del celular.

Tragando saliva y rogando que su rostro no estuviera rojo, Tadashi asintió con dificultad.

—C-Creo que voy a resfriarme —mintió, y todo su ser tembló al sentir la risa del chico sobre su entrepierna.

Si había pensado en hacer las paces con Hiro por métodos ortodoxos, luego de eso la idea acababa de desaparecer.

Pero ya habría tiempo para eso. Por el momento, debía lograr que la chica se marchara antes de que él se volviera loco o su hermano llevara las cosas demasiado lejos.

Sin embargo, ella parecía muy a gusto hablando allí, aún cuando el tono pareciera algo molesto.

—Creo que el café va a enfriarse —murmuró. Era una mentira, pero a este punto no le importaba dejar mal parado al café ni ser poco sutil.

Pero la muchacha evidentemente no estaba habituada a sutilezas, a juzgar por la manera en que se giró a él, sonriendo con delicadeza.

—¿Puedes mantenerlo caliente para mi? —murmuró, y Tadashi hubiera puesto los ojos en blanco, si no fuera por el movimiento brusco en sus pantalones, que estuvo a punto de hacerle soltar un grito.

Bajó la mirada, sólo para encontrarse con un brillo molesto en los ojos divertidos del menor. ¿Exactamente cómo creía que era su culpa que la chica le coqueteara?

Pero toda molestia se esfumó de su mente al ver cómo, con absoluto descaro, bajaba más sus pantalones, buscando mayor acceso a su ropa interior. Tadashi se estremeció sin poder evitarlo, al ver la húmeda lengua del chico recorrer sin pena alguna la extensión de su miembro por debajo del bóxer.

Y su respiración se agitó vagamente, a la vez que un cosquilleo de excitación le recorría. Aunque la vez anterior se lo había negado, lo cierto es que la propuesta de Hiro aún le tenía emocionado, ansioso por ver lo que su hermanito era capaz de hacer por darle placer. Y aunque se jactara de tener cierto recato, lo cierto es que si aquella chica no estuviera allí, hace tiempo que hubiera colocado al menor sobre el mostrador, sin importarle las luces encendidas o las ventanas a medio cerrar.

Hiro entrecerró los ojos al reconocer la excitación en la mirada del mayor, y pensó que, para ser un castigo, no estaba seguro de que estuviera sufriendo o siquiera asustado por el peligro de ser descubiertos. De hecho, incluso parecía ansioso, con esos ojos fijos en los suyos como si le desafiara a ser más atrevido.

Sonrió sin apartarse de sus bóxer, sólo para llevar una de sus manos hasta la entrepierna del mayor y juguetear sobre la tela del pantalón. El contacto no era lo suficientemente intenso como para ser estimulante, pero lo compensaba con el firme toque de su lengua, que comenzaba a humedecer una tela cada vez más tensa.

Exhaló su aliento cálido sobre la tela mojada, y la tensión de Tadashi fue evidente en su cuerpo, tanto como en la manera en que se mordió el labio inferior. No necesitaba más que la mirada oscura del otro sobre sí, para saber que no podría simplemente jugar de aquella manera y esperar salir invicto.

Y algo en su interior se removió, ansioso ante la idea.

Por fin, jaló lo suficiente para que todo el oscuro bóxer fuera perfectamente visible, y cuando sólo esa tela se interpuso entre él y la piel del mayor, Hiro no pudo más que sonreír como un chiquillo travieso al ver el estado en el que ya estaba su hermano.

¿Quién era el que no podía controlar su cuerpo?

Volvió a alzar la mirada, sintiéndose él mismo en aprietos. Dejó un beso en el lugar exacto donde estaba la punta de su erección, antes de recorrer toda la longitud con un firme movimiento de su lengua y succionar con firmeza al final.

Tadashi debió cerrar los ojos, y Hiro estuvo a punto de jadear cuando una mano firme se posó sobre sus cabellos, empujándolo en dirección a su miembro.

—Disculpa, ¿Estás bien?

Al menos, hasta que la voz de la chica los trajo de nuevo a la realidad, y Hiro pudo sentir, más que ver, cómo el pánico petrificaba al mayor.

Sabía que estaría tan en problemas como él si los descubrían, que incluso podía esparcirse a todos los clientes del café, pero, por algún motivo, todo eso no le importaba. O, peor aún, sumaba puntos a su excitación, empujándolo a seguir lamiendo con firmeza, y hasta jalar del elástico del bóxer, deseando más de aquel toque obsceno.

Tadashi ciertamente comenzaba a tener una idea de lo mucho que Hiro había sufrido cuando lo tocó contra la puerta el día anterior, y mientras una parte de él se lamentaba, otra, mucho más fuerte en esos momentos, sólo podía pensar en cuánto se lo haría pagar a aquel pequeño bastardo.

—Es sólo que ya estoy can-cansado —jadeó al final, en un tono algunas octavas más agudo, cuando un mordisco juguetón sobre la tela de su ropa interior estuvo a punto de hacerle dar un grito.

Sí, definitivamente se la haría pagar.

Pero, fuera cual fuera el gesto que estuviera haciendo, la chica por fin pareció notar lo molesto de su presencia y, cortando la llamada, se acercó a él. Cosa que le hizo saltar un latido.

Se apresuró a recostarse sobre el mostrador, esperando que de esa manera obstaculizara su visión. Pero también, de esa manera, el contacto con el chico se volvió más intenso, y Tadashi debió respirar hondo para no jadear ante una nueva lamida, seguida de una succión que, aún con la tela de por medio, fue demasiado intensa para salir invicto.

Por dios, esperaba que la chica atribuyera el rubor en sus mejillas a una fiebre.

—Lo siento mucho, mi novio es algo intenso cuando no le contesto—articuló, y Tadashi asintió, pensando que entendía perfectamente su situación. La chica se le quedó mirando por unos segundos en que él se sintió al borde de la muerte —¿No quieres que te ayude en algo? Puedo subir y...

—¡No! —su exclamación fue fuerte incluso para él, pero no es que pudieran culparlo. No era fácil mantener las apariencias cuando tenías unos dientes furiosos amenazando con castrarte. Hiro comenzó a lamer la zona afectada, y Tadashi necesitó un segundo para recuperarse, ante la mirada curiosa de la chica —. Lo siento, pero no eres la única con un novio celoso... y creo que tendremos que saldar algunas cuentas esta noche.

Y ante eso, la expresión curiosa de la chica cambió a una perpleja, al tiempo que los movimientos debajo de él se detenían. Tadashi agradeció internamente que la amenaza en su tono fuera evidente para quien debía, y sutil para ella.

O eso creyó, hasta que vio sus mejillas ruborizadas.

—Vaya —un brillo emocionado apareció en los ojos esmeralda, para horror de Tadashi. Sin embargo, se apresuró a tomar su orden, para tenderle una tarjeta de crédito —. Y yo quitándole tiempo a tu noche, lo siento.

No tenía idea de cuánto había hecho más interesante la noche, pero Tadashi no tenía intenciones de aclararlo, no cuando apenas pudo hacer la transacción con dedos temblorosos, al tiempo que sentía cómo Hiro se movía una vez más, aunque no pudiera adivinar qué hacía.

Al menos, hasta que bajó la mirada nada más irse la chica, y se encontró con la mirada coqueta del chico mientras acababa de acomodarle la ropa.

Cuando sus ojos se inspeccionaron mutuamente, furiosos unos y autosuficientes los otros, la puerta acababa de cerrarse.

Y Hiro le dejó un casto beso sobre la entrepierna, que dejaba más que claro en qué aprieto se encontraba.

—Ahora sí puedes cerrar el café —se burló, antes de apartarse de él.

Acto seguido, se echó a correr con todas sus fuerzas por las escaleras, entre risas divertidas y el más absoluto pánico.

Si sus cuentas eran correctas, Tadashi aún se esforzaría por apagar las luces y cerrar el café antes de hacer lo que fuera que tenía planeado, lo que dejaba un margen de cinco segundos para escapar del mayor y encerrarse en su habitación, burlándose de él y recordándole que podía dormir en el sofá.

Pero algo debía haber fallado en sus cálculos, y mucho, ya que ni siquiera había puesto un pie en el primer escalón, cuando un par de fuertes manos lo aferraron por la cintura y, de repente, estaba a varios centímetros del suelo.

Colgando como un saco de papas desde el hombro de su hermano.

Hiro soltó un respingo cuando un fuerte golpe en su trasero escoció todo su cuerpo.

—¿Acabas de darme una nalgada? —preguntó, atónito, mientras veía cómo la casa se movía a su alrededor sin que él pudiera adivinar qué pretendía su hermano.

—Y eso no será lo más duro que te dé esta noche—gruñó, al tiempo que entraba a la sala, sin prestar atención a sus jadeos y protestas.

Pero él mismo las calló cuando, sin mediar palabra alguna, de repente Tadashi lo recostó ante el fuego de la chimenea, sobre la suave alfombra blanca y con su cuerpo sobre el suyo, mirándolo como si estuviera a punto de atacarlo allí mismo, aunque no supiera de qué manera.

Tuvo una idea muy clara cuando, sin más dilaciones, hundió su mano en sus caderas, tomando su miembro semierecto y haciéndole estremecer sólo con frotarse contra él.

—Pensaba disculparme por ser un idiota, dejar las cosas claras y ser dulce contigo toda la noche —confesó, sin apartar sus ojos de los suyos, mientras Hiro sentía todo su cuerpo al borde del abismo sólo por un par de toques firmes y la mirada hambrienta del mayor sobre él —. Pero cambié de opinión: ahora mismo sólo quiero verte temblando de placer y gritando que eres mío, y si para eso debo ser un bruto y castigarte por estar de coqueto, pues me temo que se acabó el sexo suave para ti, enano.

Hiro jadeó, alzando las caderas al sentir la mano del mayor subir de intensidad, y esta vez no pudo hacer nada por ocultar su excitación.

—P-Pero, tú...

—Sólo estaba siendo amable con ella, cabeza de chorlito —gruñó, presionando su punta en círculos, antes de tomar su camiseta y levantarla, sólo para atacar sus pezones inhiestos. Hiro ahogó un grito, antes de abrazarse a él —. El único con el que podría hacer esto es contigo, y lo sabes.

Hiro se estremeció, avergonzado y excitado a partes iguales, mientras el bombeo sobre su miembro aumentaba la intensidad. Moriría de vergüenza si tuviera que confesarlo a alguien, pero el haber jugado con él hace un instante, lo había puesto tan o más sensible que al mismo Tadashi, y pronto supo que estaba al borde.

Sin embargo, las manos se alejaron tan rápidamente como llegaron, y Hiro respiró agitado, desconcertado, como si acabaran de arrebatarle un regalo apenas se lo daban.

Pero el mayor lo sorprendió una vez más, obligándolo a ponerse en pie casi de un jalón. Debió aferrarse a él para no caer, y se estremeció cuando sintió su aliento sobre su oído.

—¿Recuerdas cuando dije que dejaríamos para otro día tu ofrecimiento en el laboratorio? —murmuró, la voz ronca y excitada, obligándole a estremecer más por su tono que por sus palabras —. Bueno, creo que hoy es un día excelente para continuar con eso, ¿No crees?

Y si Hiro parecía sorprendido por la situación en general, aquellas palabras lo dejaron de una pieza al recordar, de golpe, a qué se refería su hermano.

Le miró con sorpresa y un brillo en sus ojos que sólo podía ser pena. En cambio, Tadashi le dedicaba una mirada de prepotente autosuficiencia, como si acabara de desafiarlo por su honor.

Lo que, de hecho, no estaba tan lejos de la verdad.

Jadeó cuando una mano furtiva volvió a aferrar su miembro, y aún en shock debió soltar un jadeo y tomar el brazo al mayor, mientras trataba de hablar.

—T-Tú... ¿Quieres? —se maldijo por tartamudear, y más lo hizo por sus brillantes ideas. Bien hecho, Hiro, provócalo, ¿Qué podría pasar?

Lo que podía pasar, era que él mismo se descubriera temblando de excitación al sentir una de las firmes manos del mayor sobre su cuero cabelludo, manteniéndolo pegado a él, mientras la otra jugaba sin piedad con su erección, antes de tomarlo por la cadera y obligarlo a pegarse a él, a sentir su miembro duro contra el vientre.

—Parecías muy entusiasmado hace un momento —señaló, entre divertido y molesto, antes de recorrer su oído con una firme lamida —¿O es que necesitas que alguien nos mire para que te resulte excitante?

Y ante eso, Hiro tragó saliva, sucumbiendo al pedido silencioso de aquella mano que lo empujaba a estar de rodillas ante él. Sin embargo, una oleada de emoción le recorrió ante la mirada atrevida del mayor sobre él, y no lo pensó dos veces antes de tomar su cremallera y sin mediar palabras, bajarlo junto a los ajustados bóxer negros.

Un cosquilleo de excitación lo recorrió al ver la hombría de su hermano, ya erecta y apuntándolo tan sólo después de unas lamidas y unos toques intensos.

Aunque cohibido al comienzo, sólo necesitó alzar la mirada y hallarse con los ojos expectantes del mayor para saber que, de hecho, estaba rogando que lo tocara.

Y repentinamente encantado por la autoridad que esa situación le daba, Hiro no lo dudó antes de dar una larga lamida al duro miembro, desde la base hasta el final, obligando a Tadashi a ahogar un jadeo y tensarse.

Hiro sonrió. Bien, acababa de darse vuelta el tablero.

—Más te vale no correrte enseguida, vejestorio —se burló, antes de seguir con su labor.

Su vientre se tensó cuando Hiro sopló sobre la punta rojiza, y Tadashi se recordó respirar hondo, tratando de aguantar las ganas de saltarle encima apenas sus labios la rozaron.

Aunque la idea lo entusiasmaba, lo cierto es que nunca se había obsesionado con que Hiro le hiciera una felación. Él era de esos que disfrutaban dando placer más que recibiéndolo, aun cuando las cosas con Hiro fueran siempre equitativas.

Insistir en aquello había sido un impulso, una suerte de venganza por el momento que acababa de hacerle vivir. Pero fue él quien debió infundirse valor, a medida que la vacilación en los gestos de Hiro fue pasando a un genuino interés por las reacciones de su cuerpo.

Se aferró a la pared de la chimenea cuando sus labios envolvieron la punta, sintiendo que el fuego no era tan caliente como la imagen del chico ante él, con los ojos cerrados y las mejillas arreboladas. Una suave succión hizo que un jadeo escapara de sus labios, y pronto los ojos curiosos se posaron en los suyos.

Al retirarse, lo único que dejó en claro que lo había tocado fue la leve humedad de la punta.

—¿Hice algo mal? —susurró, y sólo entonces notó, junto a su curiosidad, el dejo de duda que llenaba los ojos dorados del chico.

Tadashi no pudo evitar sonreír, antes de morderse el labio y recordarse que no podía saltarle encima aún. Eso no impidió que un ramalazo de calor bajara por su cuerpo.

—No parecías tan inseguro hace unos minutos —le echó en cara, divertido y malicioso. Pese a ello, llevó su mano hasta la boca del chico, separando el puchero que acababa de hacer e introduciendo su pulgar en sus labios. Presionó la lengua húmeda, y Hiro lo miró con una intensidad que le hizo sonreír mientras sus mejillas enrojecían levemente. La excitación de ambos era más que evidente —. Vamos, muéstrame qué puede hacer esa boca, además de meterse en problemas.

El chico entrecerró los ojos, molesto, antes de dar una mordida a su dedo.

Algo que le hizo estremecer cuando, un segundo después, bajó una vez más hasta su miembro erecto... y si creía que estaba dudando en seguir, lo cierto es que parecía muy seguro cuando rodeó su intimidad con la humedad de su cálida boca.

Un gruñido se escapó de su garganta al sentir la manera en que lo presionaba contra su paladar, obligándolo a echar un instante la cabeza hacia atrás. Al bajar la mirada, la expresión divertida de Hiro le dejó en claro que era muy consciente de lo que acababa de provocarle. También, de que estaba a punto de volverlo loco.

Lo sacó de su boca, sólo para dejar una larga lamida por toda su extensión. Y aunque era un prodigio, Tadashi opinó que era bastante llamativo el que tuviera esos avances en cosa de segundos.

—Para ser la primera vez, pareces pasarla bastante bien —se burló, aunque incluso él notó cierta molestia en su tono.

Algo que a Hiro no se le pasó por alto, a juzgar por su risa divertida.

—No comiences a hacerte historias —se apresuró a detenerlo, y pareció dudar por un momento, antes de bajar la mirada con algo que parecía vergüenza —. Yo... he fantaseado con hacer esto algunas veces, eso es todo.

Y antes de que Tadashi procesara lo que acababa de decir, o hiciera algún comentario al respecto, Hiro se apresuró a volver a tomarlo, ocultando su nerviosismo lo mejor que pudo. El mayor, por su lado, apenas pudo ahogar un jadeo, tomado por sorpresa tanto por sus palabras como por sus acciones ¿En verdad Hiro quería hacer aquello para él?

Tampoco tuvo ocasión de pensarlo: si algo caracterizaba a su hermano, eso era el aprender rápido.

El movimiento comenzó lento, torpe casi, y Tadashi se vio tentado a apartarlo, a no forzarlo en aquel supuesto castigo.

Pero pronto Hiro aumentó la velocidad, y los movimientos ascendiendo y bajando por toda la extensión de su miembro erecto le obligaron a morder el labio y tensarse. Ramalazos de placer amenazaban con hacerle estremecerse, y algunas venas comenzaban a ser evidentes en su vientre bajo, justo donde los pulgares ajenos presionaban cada vez que intentaba tomarlo un poco más profundo, en medio de sonidos obscenos.

Se sorprendió a sí mismo moviendo sus caderas, en busca de más, y Hiro se estremeció, antes de aumentar la firmeza en el agarre que mantenía sobre sus caderas. Tadashi gruñó ante la restricción, ronco y animal, y los ojos que subieron hasta los suyos parecían una mezcla perfecta entre una advertencia y un ruego.

Las reacciones del mayor, cada vez más sinceras, llamaron la atención del chico. Y si antes estaba excitado, todo su cuerpo se prendió fuego cuando sus ojos se encontraron de lleno con la oscura mirada de su hermano.

Pese al fuego que ardía tras ellos y que dibujaba sombras danzantes en sus cuerpos, Hiro no tuvo la menor dificultad en reconocer la expresión hambrienta y llena de placer del otro. Un ramalazo de nervios lo recorrió al sentir su miembro punzar sobre su lengua, sabiendo que estaría en problemas luego, pero pasó a segundo plano cuando un dejo de ambición lo recorrió. Era la primera vez que podía dar ese placer a Tadashi, y quería hacerlo bien, quería oír sus jadeos, sus gemidos, quería oírle pedir por más, aunque luego debiera pagar las consecuencias.

Ronroneando casi por la idea, Hiro se apartó hasta sacarlo por completo, soltando un obsceno sonido cuando salió de su boca. Tadashi gruñó, una advertencia que hizo sonreír a Hiro con picardía, antes de llevar su mirada al miembro tenso y completamente erecto. Una risa se le escapó al ver la punta rezumante de humedad.

Volvió a llevar sus ojos hasta los del mayor, notando de paso la respiración agitada y las venas en su pelvis. Sonriente, orgulloso de tenerlo en ese estado, sacó su lengua para recorrer el glande con lentitud, recogiendo cada gota perlada sin apartar su mirada burlona de la suya.

—Maldita sea —gruñó por lo bajo, y Hiro se sintió al borde del éxtasis.

Al menos, hasta que el otro lo sujetó de los brazos y, moviéndolo como si no pesara más que una pluma, lo recostó sobre la alfombra.

Y no pudo evitar soltar un gritito de sorpresa cuando su camiseta fue removida sin que pudiera evitarlo.

—¡¿Qué demonios?!

Hubiera intentado detenerlo, pero pronto los labios del mayor acallaron sus quejas indignadas. Y de hecho lo agradeció, o hubiera acabado reclamando el que no le dejara hacerle llegar... y su dignidad ya estaba en números rojos.

—Lo lamento, pero no puedo más —gruñó sobre sus labios, antes de descender, ignorando los pedidos de Hiro para que se detuviera.

Más, cuando abrió sus piernas con firmeza, entendió que estaba a punto de tener una cucharada de su propia medicina. Jadeó al sentir la mano del mayor colarse por su pantalón, haciendo a un lado el elástico, y no pudo reprimir un gritito ahogado cuando succionó su pezón.

—Tadashi, espera... —rogó, bajando la mirada en pánico.

—Lo siento, pequeño, no podría esperar aunque quisiera —susurró, antes de llevar sus propios dedos a su boca —. y de verdad no quiero hacerlo.

Hiro tembló de pies a cabeza cuando vio la lengua ajena recorrer los largos dedos, sin que Tadashi apartara de él esos ojos que evidenciaban cuánto quería comérselo entero allí mismo. Sus pantalones desaparecieron de una manera que probablemente nunca entendería, y cuando menos lo esperó ya se hallaba completamente desnudo frente al mayor, que había trabado la corva de su rodilla en su brazo, mientras llevaba su mano hasta el espacio expuesto entre sus muslos.

Dio un saltito del que se avergonzó de inmediato, sorprendido al sentir la húmeda caricia directo en su entrada.

Iba a reclamarle una vez más, cuando los labios ansiosos lo acallaron, más urgidos que de costumbre y con una intensidad tal, que Hiro se sorprendió al sentir una fuerte mordida, antes de que la lengua cálida se internara en su boca, buscando la suya.

Y a su pesar, se descubrió recibiéndolo encantado. No necesitaba conocerlo para notar el enojo del mayor en sus gestos, en sus manos y besos. Tadashi estaba celoso y molesto, estaba marcando su territorio, y aunque claramente había algo de predeterminado en aquello –el lugar no era arbitrario, después de todo-, lo había sacado lo suficiente de sus casillas como para llegar a ese punto de urgencia.

Gimoteó al sentir el primer dedo entrar con cierta dificultad en su cuerpo, mientras los labios de su hermano volvían a descender por su piel, dejando rastros de besos y humedad que prometían volverlo loco.

Cuando volvió a tomar su pezón entre sus labios, Hiro no pudo evitar arquearse y llevar sus manos a su cabello. Y no pudo evitar clavarle las uñas cuando lo mordió.

—Hijo de puta —jadeó, y no pudo más que fruncir el ceño al oírle reír. Maldito hipócrita —. Creo que ya superaste tu conflicto moral barato de turno, ¿No es así?

Enfocó sus ojos a duras penas, y se anotó como un punto a su favor la mirada herida que el mayor le dedicó, ahora desde su vientre bajo.

Sin embargo, pronto su sonrisa se borró, a la par que una expresión maliciosa aparecía en el rostro del mayor. Se estremeció cuando sacó su lengua para deslizarla sobre una vena delatora.

—Como ya te dije, planeaba hablar contigo todo esto—musitó, antes de succionar la sensible piel —. Pero tengo mejores maneras de usar mi boca para demostrarte cuánto lo superé.

Y Hiro no pudo más que respirar hondo, en pánico, cuando le vio bajar más, acercándose a su miembro erecto y rojizo. Y aún más cuando, pasando de él y sacando el dedo de su interior, le vio perderse en el espacio de sus piernas abiertas.

Sólo comprendió los planes del otro cuando, con un movimiento brusco, separó sus piernas lo suficiente para dejar expuesta su entrada.

Hiro se atragantó.

—¡NO!, ¡No, no, no!, ¡Tadashi, espera!

Pero era claro que el mayor no iba a escucharlo, y Hiro, rojo hasta los oídos y muerto de vergüenza, sólo pudo cubrirse la cara con ambas manos cuando sintió la húmeda caricia.

De verdad, si no moría allí mismo, iba a matar a su estúpido hermano.

Trató de apartarlo, pero el otro trabó sus piernas en sus amplios hombros, dejándolo expuesto y, además, soportando las dulces caricias en sus piernas, que se sumaban a las húmedas que lo estaban volviendo loco ¡El bastardo era capaz de hacerle algo como aquello y tratar de consolarlo a la vez!

Tadashi se esmeró cuanto pudo en llenar de humedad el lugar, tomándose breves momentos de pausa sólo para besar los tersos muslos que se estremecían junto a sus mejillas. Subía la intensidad a cada momento, más insistente, y oyó a Hiro gimotear una súplica para que se alejara.

No sin cierta ternura, comprendió que el chico no podría soportar aquello sin un mayor estímulo y se aseguró de dejar de lado el castigo por un momento, sólo para ayudarlo. Al alzar la mirada, la excitación aún evidente de su hermano le dejó en claro qué hacer.

Hiro gritó cuando la cálida boca pasó a su miembro erecto, y el calor de esa lengua le abrasó al mismo tiempo que dos dedos estiraban con cierta dificultad su entrada. Jadeó, humillado y caliente, sintiendo el placer y la incomodidad llenando su cuerpo de una manera que apenas podía soportar. Los dedos empujaron con fuerza, a la par que Tadashi lo tomaba casi por completo. Hiro se crispó, sin aliento.

Pero no exactamente por el placer.

—D-Duele —jadeó, pese a sí mismo. No quería verse débil, pero necesitaba decirlo. Tal vez no fuera su primera vez, pero nunca antes había sido la saliva lo único que les ayudara.

Jamás creyó extrañar al Tadashi atrevido que guardaba lubricante hasta en el laboratorio.

Pero su hermano, siempre atento, actuó de inmediato. Hiro se estremeció cuando llevó su mano a su miembro, sólo para volver a centrarse en su entrada, y se esforzó en no pensar a qué se debía el aumento considerable de humedad en ella. Sin embargo, una parte de él agradeció la mente práctica del otro, en especial cuando los dedos volvieron a entrar sin dificultad alguna.

Y ahora, siendo estirado de aquella manera tan deliciosa, y con un ritmo cadencioso al frente, Hiro no tardó mucho en comenzar a jadear, con pequeños espasmos recorriendo su cuerpo y dejando en claro su estado. Lentamente, una de sus manos se alejó del rostro rojizo y se aferró a la alfombra bajo él, buscando desesperadamente un punto de apoyo, mientras su cuerpo trataba de adaptarse a la nueva sensación con jadeos y estremecimientos.

Algo que, desde luego, no pasó desapercibido al ojo experto de su hermano. Sonrió, lleno de suficiencia, antes de girar con lentitud los dedos en su interior. Hiro se estremecía con fuerza, como si fuera la primera vez que lo hacían... y en parte, claro está, lo era.

Se inclinó sobre él, deleitándose en los espasmos sutiles de su cuerpo, en sus ofrecimientos y gemidos mal reprimidos.

—Se siente diferente, ¿Verdad? —habló junto a su oído, disminuyendo el ritmo de su masturbación y centrándose en hallar ese lugar que lo volvía loco —. De esta manera es mucho más estrecho, y puedo sentir cómo abrazas cada pulgada.

Hiro se estremeció, antes de llevar sus ojos suplicantes a los de su hermano. Quería molestarse, quería poder tener la fuerza de voluntad para insultarlo como se merecía por hacerle pasar por aquello.

Pero lo único que salió de su boca fue una súplica con su nombre.

—D-Dashi...

Y un gemido, cuando el aludido aumentó la intensidad, antes de dejar un beso sobre su oído.

—¿Puedes imaginar cómo se sentirá cuando tengas mi verga llenándote, hermanito?

Santo Dios.

No habría podido responder aunque quisiera, y no sólo porque su mente acababa de hacer cortocircuito, sino porque Tadashi aumentó en ese momento la intensidad de sus atenciones, brusco, causando que cualquier palabra se atragantara en un tembloroso gemido en su garganta.

Se aferró a su camiseta sin poder evitarlo, mordiéndose los labios con fuerza para ahogar gemidos vergonzosos.

Lastimosamente, no podía acallar a su hermano.

—¿Puedo tomar como una invitación la forma en que me estás presionando? —susurró, mordisqueando juguetonamente su oído —¿Quieres que entre de una vez?

Hiro gimió, en pánico. Y no exactamente por las palabras del otro, sino por su propia reacción: si hubiera posibilidad de encubrir su estado, la perdió en cuanto se abrazó al mayor con brazos y piernas, inconscientemente.

La risa de Tadashi lo mortificó, aunque no tanto como el gimoteo lastimero que soltó cuando se apartó de él.

—Tadashi —lo llamó, avergonzado y suplicante, y el mayor sonrió. Dejó un beso en sus labios, antes de apartarse para bajar por su cuello, recorriendo su pecho y vientre, mientras los dedos se hundían ahora lento y profundo en él.

Hiro sólo comprendió cuando siguió bajando, pero de igual manera no pudo acallar un gritito estrangulado cuando volvió a tomarlo en su boca, caliente y enloquecedora.

Con los ojos húmedos por las lágrimas contenidas, Hiro pensó que su hermano estaba dispuesto a volverlo loco.

Instintivamente llevó sus manos hasta su cabeza, tal vez en un intento de apartarlo y conservar un poco de dignidad, pero pronto cambió de función con un par de succiones, buscando tener más de ese placer. Y, por si fuera poco, a aquellas atenciones se sumaban los insistentes movimientos en su interior, buscando con esmero el punto indicado.

El que halló, de hecho, con un par de embistes más, haciendo que el chico se arqueara con fuerza, sin poder reprimir jadeos desesperados mientras la tensión en su vientre bajo se acumulaba de manera peligrosa.

Tadashi sólo necesitó esa reacción, así como el aumento del líquido preseminal sobre su lengua, para saber que el orgasmo del chico era inminente.

Hiro lloriqueó sin poder evitarlo cuando todo toque sobre su cuerpo desapareció, dejándolo en un estado lastimero: húmedo, vacío y al borde de explotar, tenso y ansioso como estaba.

Lloriqueó una súplica, removiendo sus caderas en busca del contacto del mayor, necesitado de ese alivio que sólo él podía darle, de sus manos tocándolo. Cuando aferró sus piernas, abriéndolas con firmeza, y una caricia húmeda rozó su entrada, Hiro arqueó su espalda, encantado.

Al menos, hasta que una presión mayor le llenó, y el placer y el dolor lo atravesaron como una flecha desgarradora.

Mientras Hiro aún boqueaba, con su cuerpo sensible temblando de manera descontrolada, un sonido agudo ascendió desde su pecho, y un cosquilleo intenso entumeció su vientre bajo. Un gruñido gutural y lleno de lo que parecía morbosa satisfacción lo sorprendió, antes de que Tadashi hablara.

—Hiro...

El llamado del mayor lo sacó de su estado y a duras penas logró enfocar la mirada a medida que bajaba los ojos en su dirección con cierta dificultad. Cuando lo vio, el rubor y la pena estallaron en todo su cuerpo.

Y no, lo que le apenaba no era el rastro de su propio orgasmo en su vientre, ni la imagen de su hermano penetrándolo. No, lo más enloquecedor era cómo Tadashi lo observaba, con los ojos dilatados, la respiración agitada y a punto de lanzarse sobre él con una evidente satisfacción. Jadeó, azorado, cuando el mayor se removió, lento pero firme.

Tadashi sonrió de lado, sin apartar su mirada lasciva de ese cuerpo tembloroso, tan sensible como para correrse nada más ser penetrado. Era apretado, más que otras veces, y sin dudas era más dificultoso que con ayuda de lubricante.

Sin embargo, Hiro no podía estar seguro de que en realidad le estuviera resultando doloroso.

Y fue incluso más difícil saberlo cuando se movió, lento, estirándolo de una forma deliciosa. Gimoteó su nombre, abriendo sus brazos para recibirlo, y desde luego Tadashi cayó encantado entre ellos, mordisqueando el lóbulo de su oreja.

—¿Sabes? —murmuró, bajo y grave, empujándose en esa entrada que se abría lentamente a cada centímetro de su carne—. Ninguna mujer podría hacerte sentir de esta manera.

Hiro gimió, azorado, deseando molestarse por sus palabras.

En cambio, se abrazó a él, besando suavemente su cuello, para sorpresa del mayor.

—No quiero a ninguna mujer, ni a nadie más que a ti, idiota —soltó casi en un murmullo, apenado y estremeciéndose.

El mayor se tensó, tomado por sorpresa. No esperaba que Hiro fuera tan aplastantemente sincero, que aceptara sus palabras sin un insulto de nuevo.

Se irguió apenas lo suficiente para mirarlo de frente, anonadado, y se encontró de lleno con los ojos llorosos del chico, su mirada suplicante, y un par de labios rojizos que, luego de un breve instante de duda, se alzaron hasta rozar los suyos, en una invitación que mezclaba timidez y osadía.

Derrotado por su expresión, aceptó el beso, a la vez que comenzaba un ritmo lento y cuidadoso. La estrechez era más evidente que otras veces, y se sintió repentinamente preocupado por lastimarlo.

Al menos, hasta que el propio Hiro desestimó esas preocupaciones.

Tadashi se mordió el labio con fuerza, ahogando apenas un gemido cuando sintió las piernas del chico aferrarse a sus caderas, estrechándolo en un abrazo demasiado íntimo, obligándolo a ir más profundo en su interior. Sentía sus manos temblorosas sobre su espalda, mezclando caricias con rasguños descuidados. La cadencia de sus movimientos aumentó, y un ahogado gemido cerca de su oído le obligó a gruñir, antes de concentrarse en ese punto, manteniendo un ritmo constante sin ser del todo veloz, encantado con la forma en que el cuerpo debajo de él se estremecía y aumentaba su estrechez, aún sensible por el anterior orgasmo.

Hiro tembló cuando mordió su oído, succionando su miembro en esos espasmos inconscientes, y Tadashi no pudo reprimir un jadeo. Un instante después, vencido, hundió su rostro en la curva de su cuello. Su aliento caliente humedecía la piel ya brillante del chico, y su perfume comenzaba a nublarle la mente tanto como el placer que le causaba.

—Hiro —gruñó, y un nuevo estremecimiento del aludido le hizo temblar de pies a cabeza—. Hiro, mi amor… mi amor…

Los jadeos del chico aumentaron tanto como él repetía el mantra en cada embestida, lenta, profunda, diseñadas para llenarlos de placer, pero también para volverlos completamente locos por más.

Sus embestidas aumentaron de velocidad, y la mordida de chico sobre su hombro fue suficiente para que entendiera que era hora de subir la intensidad. Empujó con firmeza en él, llenando su interior de una sola estocada, y el cuerpo bajo él se arqueó con fuerza en medio de un quejido.

—Mierda, Hiro —gruñó, y de inmediato oyó un gimoteo ahogado, seguido de una profunda contracción a su alrededor, que le obligó a soltar un ronco gemido desde su garganta. Se retiró casi hasta salir, antes de enviar todo su miembro dentro una vez más —. Dios, si tanto te gusta que hable sucio basta con pedirlo, no tienes que succionarme así.

Y aunque sabía que en el estado en que se hallaba, Hiro no tenía forma de negarse, se divirtió al ver el pánico en sus ojos.

—Yo... y-yo no...

Atrapado. Río en su fuero interno, antes de acelerar.

—¿No? ¿Y entonces por qué te pones tan estrecho cada vez que digo palabras obscenas? —señaló, encantado con la pena en los ojos ajenos, y la posibilidad de castigarlo más por el mal rato que le hizo pasar —. Solo tengo que ser un poco atrevido para que todo tu cuerpo tiemble pidiéndome más, rogándome que te llene por completo con mi verga, hasta que el semen te desborde...

Y si Hiro tenía esperanzas de defenderse o negarlo, lo cierto es que todo su cuerpo se arqueó en respuesta, un ofrecimiento inconsciente ante sus palabras.

Pero él... él estaba al borde de la muerte. Rojo como nunca, se cubrió el rostro con ambas manos una vez más.

—Tadashi, no...

La risa ronca del mayor lo detuvo, y se crispó al sentir un dedo travieso deslizándose por su punta húmeda y rojiza, arrastrando el líquido perlado por toda su extensión.

—Ni lo intentes, Hiro —susurró, y el aludido jadeó por la sorpresa cuando, sin esfuerzo aparente, esa misma mano bajó hasta su cadera y le giró con firmeza. Hiro tembló al sentirse vacío, y jadeó, en aprietos, cuando Tadashi volvió a llenarlo casi de inmediato, obligándolo a presionar su miembro erecto sobre las hebras de la alfombra—. Tu cuerpo es mucho más sincero que tu boca.

Un par de duras manos se aferraron a sus caderas, y Hiro ahogó un grito a duras penas cuando, de un firme jalón, Tadashi volvió a enviarse profundo dentro de él. Gimoteó una súplica, antes de intentar girarse y fulminarlo con la mirada.

Y se estremeció al verlo en toda su grandeza animal, de rodillas y manteniendo su cuerpo pegado a sus caderas, con sus blancas piernas dobladas de una forma vergonzosa a cada lado de él.

Debió volver la vista al frente, y enterrar la cara entre sus brazos, al descubrir que el otro podía ver perfectamente su unión en ese momento.

Cuando sintió el aliento de Tadashi sobre su oído, supo que estaba perdido.

—Sospecho, mi amor, que te encanta que te trate como a una puta, ¿Verdad?

Y como si sus palabras no fueran lo suficientemente vergonzosas, Hiro se sintió morir cuando una sonora cachetada hizo estallar un profundo escozor en una de sus nalgas. Por toda respuesta, Tadashi solo necesitó un profundo gimoteo de pena, así como una fuerte presión en su miembro.

Encantado, comenzó a moverse otra vez.

Hiro se mordió el labio inferior con fuerza, pero pronto fue claro que las palabras sucias no eran el único de sus puntos débiles que Tadashi conocía. Fuera lo que fuera que tuviera en mente con aquel supuesto castigo, hace mucho que Hiro había olvidado la vergüenza del primer momento, y sólo podía pensar en cuán placenteros eran los golpes del mayor en su interior, y en lo excitante que era sentir una de sus manos rodeando su cuello con firmeza, irguiéndolo sobre sus extremidades mientras seguía embistiendo.

Es verdad que debía sentir cierta molestia, pero lo único que podía sentir era la imperiosa necesidad de que su hermano se olvidara de toda delicadeza y le destrozara por dentro y fuera. Ni siquiera la remota posibilidad de que su tía pudiera aparecer en ese momento, o las manchas que deberían explicar en la alfombra al día siguiente, eran suficientes para detenerlo.

Se empujó hacia atrás, demandando más con un movimiento firme de caderas, y jadeó de gusto al oír el gruñido enardecido de su hermano sobre su oído, satisfecho, antes de pegarse por completo a él. Necesitaba sentir más, de una manera en que, reconocía con humillación, era fruto de todo lo que lo había extrañado, de todo lo que lo deseaba.

—¿Quieres que te coja hasta que no puedas caminar? —susurró sobre su oído, tan ronco y agitado, que Hiro apenas pudo evitar correrse allí mismo.

En especial, cuando sintió la humedad abundante que, milagrosamente, ahora rezumaba en el punto que los unía, y que Tadashi podía apreciar a la perfección.

Le bastó ver cómo lanzaba un cuadradito de plástico a las llamas para entender que, de hecho, Tadashi nunca había echado en falta su herramienta predilecta. Sólo quería hacerlo morir de pena.

—¡Hijo de...!

Más, cuando una mano furtiva se aferró a su miembro, bombeándolo a la misma velocidad con que lo llenaba, no pudo más que aferrarse a la alfombra y dar un ahogado y lastimero grito.

Pensó, mientras los movimientos en su interior se volvían más sencillos y placenteros, que debería darse vuelta y separar al mayor de un golpe. Luego habría tiempo de montarlo.

En su lugar, se arqueó hacia arriba y, manteniendo el equilibrio en una sola de sus manos, llevó la otra hasta la nuca del mayor, obligándolo a bajar. Sintió la sonrisa de Tadashi sobre su boca cuando lo besó, pero fue sólo un momento, antes de que se arrojara a devorarlo como si no hubiera mañana.

La mano que presionaba su cuello bajó hasta estar junto a la suya para mantener el equilibrio, y Hiro mordió la boca ajena con malicia, antes de bajar su pecho hasta la alfombra y dedicarle una mirada hambrienta al chico desde allí, con su boca a centímetros de sus largos dedos.

Cuando embistió con fuerza en su interior, dando de lleno en su punto, Hiro ni siquiera lo dudó antes de morder la mano de su hermano, sin apartar los ojos de él.

Por ello fue que vio perfectamente como Tadashi se mordía el labio, antes de subir la intensidad. Y de pronto, Hiro ya no recordó ni qué era lo que los había llevado a ese punto, sólo sabía que no había manera en que pudiera caminar con dignidad por aquella noche, luego de la intensidad con que su hermano lo llenó, enviándose por completo a su interior. Gimoteó una súplica que no supo entender, antes de alzar las caderas, encantado con la sensación de estiramiento y el húmedo sonido de sus carnes al chocar, que se alzaba en la habitación junto a los jadeos de ambos y el repiquetear del fuego. En algún momento, no supo cuál, la fuerza de las embestidas fue suficiente para hacerlo arquear la espalda con, llamando al mayor en un grito desesperado de placer o dolor.

Y Tadashi, en todo el placer que le embargaba a él, no pudo más que ver la hermosa criatura que se retorcía debajo de él y sonreír, encantado y divertido a la vez. Hiro no despegaba sus ojos brillantes de deseo de los suyos, sin parar de morder y lamer su mano y muñeca, en movimientos que no podían ser otra cosa que una provocación. Su espalda, brillante por el sudor, tenía algunas marcas que no había podido evitar hacer, y se arqueaba para él cada vez que se empujaba en su interior, dispuesto, entregado de una manera en que no recordaba otro amante lo hubiera sido alguna vez.

Aunque claro, en lo que a él respectaba, no había nadie antes ni después de su Hiro.

No pudo evitar inclinarse hasta su rostro, encantado con la idea de molestarlo.

—No puedo creer que te pusieras celoso otra vez —rio, ralentizando sus movimientos, dejando al chico al borde del abismo. Ahogó un insulto, ¿En verdad tenía que comentar eso ahora? Sin embargo, cuando los labios del mayor se deslizaron junto a su oído, Hiro no pudo evitar estremecerse, atento y sensible —. Hiro, eres el único que existe para mí, entiéndelo.

Y ante esas palabras, no pudo más que abrir los ojos de par en par, asombrado, antes de que su rostro escalara a una nueva tonalidad de rojo.

Iba a resistirse, pero con todas sus murallas derribadas, no pudo más que cerrar los ojos cuando volvió a girarlo. Esta vez, lo abrazó en cuanto estuvieron cara a cara.

Hiro lloriqueó cuando lo penetró, pero ciertamente era más de gusto que dolor. Los movimientos ahora eran fluidos, húmedos y exquisitos. Y Hiro, que en algún momento había ansiado destrozar a golpes a su hermano, ahora mismo no podía alejarse de sus labios, poseído, ni liberarlo del abrazo de sus piernas temblorosas. Lo quería, quería todo de su fuerza, de su deseo desenfrenado, sólo para él.

Y Tadashi no sólo le dio eso, sino que el propio Hiro se sorprendió cuando, en medio de una embestida bestial, sus besos se volvían más y más suaves, cálidos, casi como si quisiera reivindicar su trato brusco, mientras aún se deleitaban por él.

Hiro mordió su hombro, desesperado, y Tadashi se aferró a sus caderas, jalando de ellas en cada empuje, enterrándose por completo en cada golpe. El sonido de sus carnes al frotarse, sus jadeos mezclados en el mismo aliento, las miradas anhelantes y necesitadas que se dedicaban al abrigo de las llamas, y los susurros amorosos bajo cada gemido con el nombre ajeno, fue todo lo que necesitaron para escalar al límite, en especial luego de dos semanas sin tocarse.

Hiro se estremeció, su miembro preso entre ambos vientres y su cuerpo sensible siendo estimulado en el punto esencial. Sabía que no le quedaba mucho cuando la presión en su vientre le dejó en claro que el segundo orgasmo estaba cerca, y a juzgar por lo agitado de la respiración de su hermano, y sus movimientos cada vez más exigentes, era claro que su liberación también estaba a punto de ocurrir.

Le sintió estremecerse, y se apresuró a aferrarlo con las piernas, manteniéndolo sujeto. Por alguna extraña razón, le molestaba que acabara lejos de él, que ni siquiera estaba en condiciones de reprochar nada, estremeciéndose contra su cuerpo y casi sin fuerzas para mantener la cabeza erguida.

Sus ojos se encontraron, y no supo qué vería Tadashi en su mirada, pero de repente su sonrisa se volvió la mezcla perfecta entre coquetería y ternura, y pegó su frente a la suya, sin apartar los ojos.

—No me iré, no cambiaría esto por nada del mundo —susurró, a centímetros de sus labios, tomando por sorpresa al muchacho.

Y esta vez Hiro no pudo más que abrir los ojos de par en par, y ponerse más rojo si era posible, antes de que un gemido agudo lo interrumpiera tras un nuevo golpe del mayor en su interior.

Su orgasmo lo tomó por sorpresa y le dejó lánguido y sin fuerzas en el suelo, mientras Tadashi se vaciaba tres estocadas más tarde, entre gruñidos bajos y excitantes, antes de dejarse caer sobre el chico, aplastándolo.

Hiro sonrió. No podía respirar, le dolía el cuerpo y la alfombra le picaba. Pero por nada del mundo hubiera cambiado algo de aquella situación, de la posición tan incómoda en que se encontraba. Abrazó a Tadashi, de una forma en que nunca hacía, como si creyera que era un ser vulnerable al que debía acobijar contra él en lo que se recuperaba.

Pero de repente la habitación giró a su alrededor, y se encontró a sí mismo encima del otro, pegado a su pecho desnudo, y sintiendo su corazón agitado bajo su mejilla.

Curioso, alzó la mirada, sólo para encontrarse con la expresión relajada del mayor debajo de él, como si estuviera en medio del mejor de los sueños.

Cuando una mano cálida comenzó a dejar lentas caricias sobre su espalda húmeda, creyó entender cómo se sentía.

—Nunca más dejaré pasar tanto tiempo sin hacerte el amor —murmuró, con una voz ronca y adormilada que bastó para que su piel se erizara, aún sensible como estaba.

Y pese a que podría y debería molestarse, ya libre de la influencia del placer, Hiro no pudo más que dudar un momento en silencio... antes de soltar una risa desvergonzada.

—¿Y qué haremos cuando te llegue tu próxima crisis moral? —se burló, recostando su mentón en el pecho del otro —. Se me están acabando las personas con las que ponerte celoso cada vez.

El mayor soltó un gruñido que dejaba en claro su desacuerdo, y Hiro sonrió al sentirle estrecharlo contra sí.

—Has otra broma de esas, y estarás jadeando antes siquiera de saber quién te folló.

Hiro se echó a reír, irguiéndose a pesar de los intentos del mayor por mantenerlo pegado a su cuerpo. Tadashi abrió al fin los ojos, enfurruñado, pero sólo le bastó una mirada compartida con el chico para saber que estaba burlándose de él.

Se miraron por un momento, dudosos, midiéndose. ¿Estaban molestos o excitados?, ¿Se echaban a reír o tenían una charla sobre los límites de qué tan tóxica podía ser una relación?

Luego de un instante, fue Hiro quien suspiró con resignación.

—Aunque el resultado es de lo mejor que he sentido en mi vida, de verdad debemos dejar de hacer esto —murmuró, sorprendiendo al otro. Tadashi tuvo un leve asalto de pánico ante el sentido de las palabras del chico, pero Hiro continuó antes de que le diera un ataque —. No puedes ponerte celoso cada vez que conozco a alguien, y yo no puedo ser impulsivo sólo porque estás tan caliente que todas las perras cercanas se te ofrecen en celo apenas te ven.

El mayor alzó una ceja ante las últimas palabras del chico, y aunque entendía el punto, no pudo evitar que una sonrisa de suficiencia se le escapara. Usando un brazo como almohada, le dedicó una mirada juguetona, mientras admiraba el relieve de su musculatura y el tono cobrizo que el fuego daba a su piel sudada. Dios, si Hiro supiera lo que le causaba ver sus muslos a horcajadas sobre él, mientras encima le confesaba cuan atractivo le parecía.

—¿Así de caliente te parezco?

Hiro estuvo a punto de lanzar una carcajada, pero se esforzó por mantenerse serio.

—Concéntrate en lo importante.

—A mí me parece muy importante —porfió, con una sonrisa encantadora, y Hiro no pudo más que negar con resignación, encantado en el fondo.

—¿Podemos ser serios un momento? —rogó, tanto para él como para sí mismo, y Tadashi hizo una mueca, antes de sonreír. Asintió, dándole la señal para continuar —. No quiero a nadie más que a ti, no podría amar a nadie más que a ti —murmuró, con los colores subiendo por su rostro, y debió apartar la mirada para que la expresión sorprendida del otro no le obligara a callarse —, y quiero creer que a ti te ocurre lo mismo, así que... si los dos lo sabemos... bueno, podríamos hablar antes de llegar a...

Hiro se sorprendió cuando el mayor se irguió, envolviéndolo entre sus brazos y tomando sus labios en el acto, en un beso que le estremeció por lo desesperado pero dulce que parecía.

—Lo haremos —susurró, pegándose a él, acariciando su espalda desnuda —. Pero si alguna vez un bastardo de verdad quiere tocarte o seducirte, juro que voy a destrozarlo a golpes y luego voy a hacerte el amor toda la noche.

Hiro sonrió, encantado pese a sí mismo. Sus palabras parecían chiste, pero nadie mejor que él podía saber cuán verdaderas eran.

—Puedes saltarte la primera parte e ir directo a hacerme el amor —se burló, abrazándolo de nuevo. Sin embargo, un dejo de malicia se apoderó de él cuando los ojos encantados del otro le miraron como si fuera un tesoro entre sus brazos. Parecía tan dulce ahora, cuando hace unos minutos... Hiro sonrió, acercándose a su oído para dar una lenta lamida, antes de susurrar —. O puedes follarme como un poseído hasta llenarme por completo, justo como hace un momento. Las dos opciones me gustan.

Se echó a reír al sentir el cuerpo del otro tensarse como un arco, sorprendido ante sus palabras sucias. Tadashi tartamudeó, claramente avergonzado, y no pudo evitar empujarlo hasta que volvió a su postura inicial sobre la alfombra.

Sin embargo, pronto su risa se detuvo, y el nerviosismo del mayor no le pareció tan propio de la pena, como de lo que sus palabras le habían provocado. Algo que, de hecho, él podía sentir contra su propia piel.

Superada la sorpresa inicial, Hiro le dedicó una mirada divertida, antes de que Tadashi tragara saliva e intentara distraerlo de la situación.

—¿Alguna sugerencia de cómo explicarle a tía Cass la desaparición de la alfombra? — intentó.

Hiro sonrió, echándose levemente hacia atrás. Se rozó contra la incipiente erección del mayor, sacándole en el acto un estremecimiento.

—No podría importarme menos... —susurró, comenzando con un movimiento rítmico— pero si la vamos a desaparecer, ¿Por qué mejor no terminamos de ensuciarla?


La chica tragó saliva nada más dejar el café, mudando su expresión relajada a una preocupada en cuanto sintió el celular vibrar en su bolsillo una vez más.

Primero se alejó con calma, buscando no levantar sospechas. Su celular se detuvo, sólo para volver a llamar. Lo sentía como si tuviera un hierro al rojo vivo sobre el muslo.

A la cuarta vez, ya no pudo soportarlo. Echó a correr, ignorando las miradas curiosas de los pocos transeúntes que recorrían el lugar a esas horas, y vacío el pedido en un bote de basura, antes de doblar. Se internó en el primer callejón a oscuras, sin importarle el olor a orines o el barro bajo sus zapatos.

—Por favor, ya para —jadeó al atender. Los ojos le ardían, tenía el corazón agitado. Cualquiera que la viera, cualquiera que la escuchara, sabía que estaba en el límite de la desesperación.

Pero a quien la escuchaba eso no podía importarle menos.

—No seguiste el plan —la voz era fría y parecería aburrida, si no fuera clara la irritación que demostraba —. Debías sacarlo de la casa.

—No estábamos solos… él no iba a dejar al niño —afirmó, luego de tragar saliva para serenarse —. No… no entiendo…

—¿Te reconoció?

Ella frunció el ceño, antes de negar.

—No tiene idea de quién soy —afirmó —. No saben nada, él no al menos.

—Es el líder, si él no da ninguna señal, es que ninguno lo sabe —la voz parecía complacida entre todo su aburrimiento, cosa que hizo respirar con cierto alivio a la chica. Al menos, hasta que la persona al otro lado volvió a hablar —. Ya que no sirves para prostituta, al menos eres lo suficientemente irrelevante para pasar por intento de espía.

Cerró los ojos, reprimiendo el impulso de insultarle con todas sus fuerzas. Sabia que la única que saldría perdiendo, sería ella misma. Algo más importante que su ego dependía de mantener feliz a esa persona.

—¿Ella… —tragó saliva, intentando calmarse para que su voz no temblara— ¿Ella está bien?, ¿Sabe lo que ocurre?

Pero, lejos de la respuesta que buscaba tranquilizarle, lo que recibió fue una risa irritada.

—Lo único que debe importarte es hacer bien tu trabajo —respondió, con un tono lleno de fastidio, como si esa pregunta la hubiera escuchado mil veces —. De eso depende que vuelvas a verla… o cómo vuelvas a verla.

—¡E-Espera…!

Pero era tarde, la llamada había acabado y a ella sólo le quedaban más miedos que antes de salir del café. Miró la pantalla con incredulidad, incapaz de aceptar que en el mundo existiera una persona tan cruel como aquella.

O tan idiota como ella, como todos ellos.

Tragó saliva, antes de cerrar los ojos. Temblaba, más por la ira y el miedo que por el frío que le entumecía el cuerpo.

Un segundo después, cuando la piernas no la soportaron, se dejó caer en cuclillas sin importarle el barro, la suciedad o la nieve, en medio de un grito desgarrador que se perdió en la noche.


Recuerden, si alguna vez tienen a alguien tan pesado como los hermanos Hamada en su vida, no se engañen: esto es ficción, ustedes tienen todo el derecho de mandar a ese alguien a la mierda.

Bueno, no me digan que lo único importante del cap fue el delicioso porque voy a llorar.

¿Quién es la chica?, ¿Quién es la voz? Hagan sus apuestas.

¿Quién es más tóxico?, ¿Tadashi, Hiro?, ¿La autora necesita una charla urgente con un psicoanalista? Bueno, respecto a eso no hay mucho que debatir en realidad.

Antes de que a alguien le dé un infarto, claro que Cass sabe que cada tanto aplauden sin manos sus sobris, pero nunca ha sospechado de una oportunidad en específico, ella no salió traumada del encuentro con puerta de por medio, tranquilos.

¿Al fetiche de las malas palabras y Tadashi dominante le sumamos el del sexo en público?

¿Cuál es el rol de Yumiko? ¿Tercera en discordia, amiga, posible pareja de algún personaje?

No puedo más con estas preguntas, me siento el narrador de Dragon Ball Z.

Los dejo hasta aquí mis hermosos, nos vemos en el próximo capítulo.

Besos y Abrazo, Mangetsu Youkai.

Balalalalalah~