El verano estaba cada vez más cerca, aun así, me encontraba en la que posiblemente había sido la noche más larga de mi vida hasta ese entonces, aunque posiblemente la más corta en lo que restaba de mi aventura.
Las caminatas a pie y los ocasionales enfrentamientos con animales salvajes y pequeños OVNIS eran la única cosa que me dejaban tan cansado como para hacerme dormir como piedra. Pero gran parte de estos últimos días los habíamos pasado sentados dentro de vehículos. Así que mi sueño se había convertido en pequeños lapsos de inconciencia a través de la noche. Cerraba los ojos para encontrarme con un monstruo o algún robot que mi propia mente proyectaba. Los abría y mi imaginación ponía a un asqueroso alienígena detrás de una puerta listo para atacarnos cuando menos me lo esperara. Una forma en la que mi cerebro me recordaba estar siempre alerta.
Tengo sed. Me levanto por un vaso de agua del refrigerador.
Sorbo un trago de una botella y después me digo a mí mismo: «Hoy llegamos a Fourside».
Jeff no está en la cama. ¿A dónde podía haber ido altas horas de la noche y a pocos minutos del amanecer?
Hay una luz encendida en el baño. ¿Podía ser él? ¿Y si lo tiene detenido el alienígena? Necesitará ayuda. ¿Cómo crees? solo ha de estar orinando. ¿Pero y si no?
Paula suelta un pequeño quejido, se veía inquieta. Parecía que quería gritar, pero no podía. Como si estuviera viendo una película de terror debajo de sus parpados.
«¡Paula! ¡Paula!» dije mientras la sacudía para despertarla.
Ella abrió los ojos a la vez que soltó un grito. Al mirarnos ninguno de los dos supo cómo reaccionar en ese momento.
Jeff sale del baño apuntando su arma. «¡¿Que fue eso?! ¡¿estamos bajo ataque?! … ¿Que están haciendo?».
«¡Nada!».
«Nada».
Me quería morir. En serio me quería morir. Mis amigos ahora creerían que soy un pervertido. Si había un monstruo oculto en la habitación, con gusto podía matarme ahora. Habría sido mejor que esa vergonzosa escena.
«Escuché un grito» dijo Jeff.
«Me perseguían ―dijo Paula―. Dos horribles monstruos azules».
«¿Otro mal sueño?» preguntó Jeff.
«No, es el mismo sueño de todas las noches».
Me senté en mi cama y me tallé la cabeza. «Este viaje nos está afectando a todos» comenté.
«Me pregunto si se podrá significar algo» dijo Paula.
«Tal vez un miedo reprimido» propuso Jeff «El trauma de tu secuestro».
Le hago un gesto al imprudente de Jeff y luego le digo a Paula: «No te preocupes. Jeff y yo estamos aquí para cuidarte».
Paula sonrío con ternura y luego, en un tono más vacilón comentó: «Pues, a veces parece que soy yo la que los cuida a ustedes».
«Nos cuidamos mutuamente» dijo Jeff.
«¡Oh chicos!» exclamó Paula antes de apretarnos con sus brazos.
Jeff aprovechó el momento para mostrarnos su más reciente arma: Una pistola laser que encontró rota en la fábrica de Eructo. Había estado reparándola en el baño.
Como ya estábamos los tres despiertos decidimos dejar el hotel temprano y continuar nuestro camino a Fourside.
Nos encontramos en medio de un bosque de gente. Por encima de nuestros ojos se alzan troncos, cuellos y cabezas en constante movimiento. ¿A dónde nos dirigíamos ahora? No había forma de verlo, pero no podíamos quedarnos quietos en un sitio porque la multitud nos obligaba a movernos. Como en un río caudaloso solo podíamos ir a donde nos llevara la corriente. Mis amigos y yo nos agarramos de brazos para no dividirnos y avanzamos.
Cruzamos las puertas de la estación, habíamos llegado a Fourside. Lo primero que llamó mi atención fue el tamaño de los edificios. Colosales columnas que parecían estar cargando el cielo. No se parecían a ninguno de las tantas ciudades que habíamos visto en nuestro viaje. Parecía que el espacio se agrandaba ante mis ojos. Después de todo, ¿qué era un niño de la pequeña Onett en esta ciudad de gigantes?
Paula y Jeff parecían estar tan hipnotizados como yo, Jeff incluso proyectaba una sonrisa abierta.
La ciudad estaba en constante movimiento, el simple hecho de cruzar la primera calle fue una experiencia: Se formaba un pequeño grupo de personas en una esquina y esperábamos a que el semáforo para peatones se pusiera en verde. De otro modo era imposible, así que la teníamos que pensar dos veces antes de querer regresar a un mismo lugar. Eso si lográbamos no perdernos.
«¿Y ahora a dónde vamos?» preguntó Paula levantando el volumen de su voz para hacerse escuchar entre el sonido de la ciudad.
«Vamos a explorar un poco».
Pasamos a un quiosco y compramos algo que nos sería de mucho beneficio en nuestra investigación: Una guía de turismo.
Fuimos de un lado a otro, intentando obtener información, claro, y de paso divertirnos un rato. Visitamos plazas, jardines y monumentos. Fourside tenía dos colosales puentes en su entrada. Incluso hicimos una parada en el museo al saber que había una exposición de dinosaurios. Si mi papá preguntaba, el conocimiento era algo importante en qué gastar el dinero. Algo que llamó mi atención fue la gran cantidad de negocios cerrados. Creía que eso sería poco usual en una ciudad como Fourside. Bueno, jamás estudié economía, así que ¿quién era yo para saber?
Para la tarde había olvidado por completo la razón por la que habíamos venido a esta ciudad en primer lugar. Nos detuvimos en el pasto de un parque a pasar un rato. Recosté mi cabeza sobre ambas palmas de mis manos y me quedé viendo cómo se movían las hojas del árbol que nos daba sombra.
«¿Saben chicos? Me la he pasado increíble con ustedes».
Paula sonrío en respuesta y Jeff contestó: «Gracias por invitarme».
Me volvía a sentir como un niño de secundaria pasando una tarde con sus amigos, incluso olvidé que me hallaba a miles de millas de mi casa. Con las preocupaciones fuera, mi cuerpo encontró una oportunidad para dormir.
«¡Chicos, despierten! Nos quedamos dormidos. Aún nos queda cosas por hacer antes de que caiga el sol».
«Ness, relájate ―dijo Paula―. Podemos hacerlas mañana».
«¿Qué no lo ven? No sabemos cuánto tiempo nos podremos quedar en Fourside antes de que se nos acabe el dinero. Y cuando termine este viaje ―bajo el tono de mi voz― tal vez no nos volvamos a ver. ¡Por eso es que tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda!
Por la expresión de mis amigos sabía qué ellos se daban cuenta que no estaba siendo completamente racional. Aun así, decidieron seguirme la corriente.
«¿Qué es lo próximo en la lista?» preguntó Paula.
«La Torre Monotoli».
«Hum, creo que he escuchado ese nombre».
«Sí, en los Jardines Butié ―dijo Jeff―. También se está preparando una exhibición en el museo con ese nombre».
Había una guía dando información a los turistas:
Este rascacielos, que también es el más alto de la ciudad le pertenece al alcalde de Fourside, Geldegarde Monotoli. No hace mucho, Monotoli era un simple agente de bienes raíces, pero su compromiso con esta ciudad lo ha vuelto uno de los hombres más poderosos casi de la noche a la mañana.
Mis amigos y yo intercambiamos miradas concordando que todo eso sonaba muy sospechoso.
Decidimos entrar a la Torre: Un rascacielos que se elevaba sobre cualquier otro. La palabra "Monotoli" estaba escrita en vertical en su parte delantera con letras realmente grandes.
«¿Así que crees que Monotoli tiene algo que ver con Giygas?».
«Habla más bajo» le digo entre dientes a Jeff». Volteo a ver que nadie nos esté escuchando y continúo: «Escucha, si Giygas quiere controlar a toda la ciudad tendrá que influenciar a su alcalde. Por ende, la estatua del Malvado Mani-mani debe estar aquí».
«Si tenemos la oportunidad de conversar con Monotoli tal vez lo podamos convencer de que nos diga donde la tiene» dijo Paula.
«O tal vez tengamos que quitársela por la fuerza» concluí yo.
«Así que quieres hablar con el alcalde Monotoli ―nos dijo la recepcionista―. ¿Cuál es tu nombre?».
«Ness Boku».
Sip, dándole mi nombre a extraños, grande Ness.
«Oh, aquí estás, al parecer estas citado con el Señorito Pokey. Por el ascensor a la derecha por favor».
«¿Señorito qué?».
«¡Ula-la! Pero si es mi pobre viejo amigo, ¿cuál era tu nombre? Trasero de cerdo, no, Ness. Dime, ¿qué te trae aquí? ¿Has venido a pedirme dinero?».
Mi vecino estaba sentado con las piernas cruzadas en un elegante sillón de terciopelo amarillo frente a mis ojos, aun así, no podía creer que era él. Pero, por si tenía alguna duda de que la lujosa habitación en la que nos encontrábamos era realmente suya, la excéntrica pintura de Pokey vestido como Napoleón montado sobre un caballo, colgada justo detrás de nuestro anfitrión, me lo dejó claro.
Había remplazado su overol azul por un costoso traje rojo a rayas. La mitad de su rostro estaba iluminada por la luz de una chimenea encendida, mientras que la otra proyectaba su lado oscuro.
«Ness, ¿quién es ese niño?» me susurró Jeff.
«Mi vecino» contesté.
«Y uno de mis captores» agregó Paula.
«Porky Minch».
«¡Ula-la! ―exclamó tocándose el pecho―. ¿No me reconocen? Soy el Señorito Pokey, ¡Pokey! ¿Entienden?» Extiende uno de sus brazos haciendo una seña y nos invita a tomar asiento, luego volteó levemente la cabeza. «Electra, trae un poco de té para nuestros invitados».
Este no era Pokey ―me decía a mí mismo―, Pokey no le hablaba con ese respeto ni a su propia madre. Era evidente que algo se escondía tras esa sonrisa pasiva. Tal vez Giygas ya influyó en él.
«¿Qué estás haciendo aquí?» le pregunté en un tono de intriga.
«Ahora soy socio del alcalde de Fourside amigo ―me contestó con orgullo mientras extendía sus manos―. ¿Qué hay de ti Ness? ¿Sigues jugando al héroe?».
Okay, sigue con sus comentarios sarcásticos.
Paula me susurró al oído: «Tal vez él pueda llevarnos con Monotoli».
Paula no conocía a Porky. Él no nos ayudaría sin buscar primero la manera de humillarnos, aun así, no perdíamos nada con preguntarle.
«Pokey… digo, Señorito Pokey… Necesitamos hablar con Monotoli cuanto antes, es de suma importancia».
Porky suelta una carcajada. «El alcalde Monotoli está muy ocupado como para atender a un grupo de niños corrientes».
«Por favor Pokey. Tú dijiste en la Aldea Feliz-feliz que lo sentías, esta es tu oportunidad de redimirte. La estatua…». Había encontrado el hilo que estaba buscando.
«¿Que estatua?».
Solo podía ser él.
Una dama se acerca con un carrito de bebidas, traía un juego de tazas y una tetera. A cada uno nos sirvió un poco.
Pokey despachó a su sirvienta y después le dio un sorbo a su té. «Te daré un consejo para que puedas sobrevivir en esta ciudad Ness. ―Se inclina hacia adelante y cambia su tono de voz a uno más serio: ― No te entrometas donde no te llaman».
Por primera vez en mi vida me sentía intimidado por Porky. Miré mi taza. «¿Realmente sería capaz de intentar envenenarnos?» me pregunté. Si ya había secuestrado a una niña, ¿sería capaz de esto? No lo quisimos averiguar.
«Creo que mejor nos vamos» le dije a mi grupo mientras me ponía de pie.
Paula se levantó de su asiento de golpe y comentó justo lo que yo estaba pensando: «¡Fuiste tú! ¿No es así? Tú trajiste esta estatua a Fourside».
«Estoy hablando con Ness no con sus garrapatas, tú puedes considerarte afortunada de estar ante mi presencia».
«¡No le hables así!» dije indignado.
«Estoy en mi condominio, puedo hablar como yo quiera» dijo Pokey, seguido de eso le dio otro sorbo a su té.
«¿Por qué estás haciendo esto?».
«¿Hacer qué? ¿Disfrutar de mi fortuna? ¿Hablar con la verdad?».
«Pokey, Giygas te está manipulando».
«¿Por qué no solo lo admites Ness? Estás celoso de mis logros».
Esa sola frase derrumbó todo su teatrito.
Solté una carcajada. «¿De eso se trata todo esto? ¿Sabes qué? Si te hace sentir mejor, tienes razón ―dije con sarcasmo―. Estoy celoso del Señorito Pokey. Lo descubriste. Yo me voy de aquí».
Estamos a punto de salir cuando Porky me dice algo alterado, pero intentando mantener su calma: «Fue un gusto verte viejo amigo, ven a visitarme cuando quieras. Después de todo. … La vida es corta».
«Ness, espera ―dijo Paula antes de que cruzáramos las puertas del salón―. Gracias por defenderme, tú eres un chico realmente genial».
«¡Ya! ¡¿no se supone que se estaban yendo?!».
La puerta se cerró detrás de nosotros y Paula soltó una riza. Ni Jeff ni yo sabíamos cuál era la gracia, aunque yo me sentía bastante colorado.
Cuando Paula dejó de reír nos dijo: «Hubieran escuchado sus pensamientos. Aunque logra ser intimidante por fuera, solo piensa en una cosa. Superarte».
«Ese comentario que le hiciste a Ness fue para provocarlo» razonó Jeff.
«Pues claro ―dije para mis adentros―. No veo otra razón, era solo una broma». Me sentía bastante tonto por haber pensado otra cosa. «Espera, ¿eso significa que Porky no está siendo influenciado por Giygas?» pregunté.
«Yo no estaría muy segura. Claramente identificó la estatua Mani-mani cuando la mencionaste, y realmente parece creer que corremos peligro en esta ciudad».
«Entonces será mejor salir de este edificio cuanto antes».
