Disclaimer: Nada me pertenece.
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El único sonido en la habitación era el de la pluma de Cindy golpeando contra las hojas de su agenda, mientras miraba reflexivamente sus tareas de la semana.
Lunes.- Escuela (8am - 3 pm), Comité escolar (3 pm - 4 pm), Violín (5 pm - 6 pm), Cena con Jefe de papá (8 pm)
Martes.- Escuela (8 am - 3 pm), Coro (3 pm - 4 pm), Equipo de debate (4 pm - 6 pm), Francés (6 pm - 7 pm), Cena con Jimmy
Miércoles.- Escuela (8 am - 3 pm), Equipo de porristas (3 pm - 6 pm), Karate (6 pm - 7 pm), Candy Bar con Carl (7:30 pm - 9pm)
Jueves.- Escuela (8 am - 3 pm), Equipo de porristas (3 pm - 6 pm), Francés (6 pm - 7 pm), Cena con profesor Alphonse (8 pm)
Viernes.- Escuela (8 am - 3 pm), Coro (3 pm - 4 pm), Equipo de debate (4 pm - 6 pm), Cena con Jimmy (7 pm- 8 pm)
Sábado.- Desayuno con papá (9 am - 10 am), Karate (11 am - 12 am), Violín (1 pm - 2 pm), Cine con Carl (4 pm - 7 pm), Cena con Jimmy (7 pm- 8 pm), Fiesta de Brittany (9 pm)
Domingo.- Iglesia (8 am- 9 am), Desayuno con Referendo Tom (9am), Almuerzo con Libby (3 pm), Cena con Jimmy
Tras un año de tener su horario tan lleno, uno pensaría que ya se habría acostumbrado, pero la verdad es que todavía se sentía mareada cuando veía todos los pendientes.
No era fácil. Tenía que encontrar pequeños momentos intermedios para zambutirse su comida y encontrar la manera de hacer las tareas de forma rápida sin que estas bajaran de calidad si quería matener su promedio de 9.6 para que así su madre no le quitará el "privilegio" de "asociarse" con Libby y, especialmente, con Jimmy.
¿Importaba que pensará que las clases de francés eran un desperdicio cuando ya sabía hablarlo? No, porque su madre quería que lo hablase como si fuese su primera lengua. ¿Importaba que había querido entrar al grupo de teatro en vez de tomar clases de violín? No, porque si lograba entrar a la orquesta de Retroville se vería espléndido en su currículum, lo cual, como su madre le recordaba hasta el cansancio, era vital para entrar a una buena universidad. ¿Importaba que la obligasen a ir a la iglesia y a socializar con el referendo cuando su familia ni siquiera era creyente? No, porque lo importante era quedar bien con la gente influyente. ¿Importaba que ni siquiera quería ir a la fiesta de Brittany - compañera del equipo de porristas -, ya que sabía que inevitablemente saldrían burlas de su novio y su mejor amiga? No, porque ese era el círculo social en el que se suponía que debía estar. Como si no supiese que todo eso eran excusas para tratar de alejarla de Jimmy y Libby lo más que pudiera.
Los sonidos de los ligeros y distraídos golpes de la pluma empezaron a sonar irregulares, y Cindy bajo la mirada para encontrarse que era porque su mano derecha había comenzado a temblar. Ya fuera por el enojo o el estrés. Endureció la mano para forzarla a detenerse.
No podía permitirse perder la cabeza. Debía estar centrada si iba a ser capaz de hacer cualquiera de las cosas apuntadas en su agenda. Además, no podía dejar que Carl fuese la única persona cuerda restante en el grupo.
Escuchó gritos desde la planta baja y rodó los ojos. Eso significaba que su padre había pasado a dejar el cheque de la desproporcionada pensión, la cual estaba legalmente obligado a entregarle a su madre cada mes. Por lo menos había una cosa en la que sabía que sus padres nunca le iban a fallar: Vez que se vean, vez que se querrán matar. Qué agradable debía ser darle cierta certeza y seguridad a tus hijos.
De cierta forma, se sentía mal por su padre. Nadie podría entender mejor que ella lo asfixiante y difícil que podía ser su madre. No lo culpaba en lo más mínimo el ya no haber sido capaz de soportarla y que se fuera de la casa, pero ¿por qué diablos no la pudo llevar con él? ¿Por qué no podía, por lo menos, tratar de procurar que su hija fuese feliz y no explotada por su esposa, quien sabía que era extremadamente exigente? Era un cobarde, eso es lo que era. Y su madre una auténtica arpía, sin duda.
Le hubiese gustado decir: "Bueno, por lo menos tengo a Libby", como había sido capaz de decir durante toda su vida. Pero la verdad es que apenas la veía desde que se había unido a la pandilla de Travis. Y las pocas veces en que estaban juntas, Libby la trataba como si fuese una molestia. Ella entendía que nada había vuelto a ser lo mismo desde que Sheen había desaparecido, aunque eso no le quitaba que doliera.
Le hubiese gustado decir: "Bueno, por lo menos tengo a Jimmy", como había sido capaz de decir durante los cuatro maravillosos meses en los que había sido novios oficiales antes de que el Ultrabobo se lanzará voluntariamente al espacio con una nave todavía en construcción y que ni siquiera sabía manejar. Pero lo único que a Jimmy le importaba era encontrar a Sheen. Él ya no salía de su casa; ya no veía series o películas; ni tenían verdaderas pláticas de sus vidas, gustos, miedos, sueños o lo que fuera. Sólo lo veía un par de veces a la semana para cenar (ya que ella estaba más que consciente del peso que había perdido) y él se limitaba a comer lo más rápido posible para después volver a trabajar inmediatamente. Se sentía más sola cuando estaba con Jimmy que cuando en realidad estaba sola.
- ¡Cindy, baja! - escuchó la estridente orden de su madre como si estuviese a lado de ella. Esa nunca era una buena señal.
Obedientemente, aunque a regañadientes, Cindy bajó las escaleras para encontrarse a sus padres esperándola en la puerta principal.
- Tu padre no podrá asistir al desayuno de mañana por cuestiones del "trabajo" - le informó su madre. Asegurándose de acentuar las comillas. No estaba gritando, más poco le faltaba.
- ¡Te digo que me están mandando a Seattle para el fin de semana, Sasha! ¡No tengo por qué mentirte! - exclamó su padre, exasperado.
- Como sea - le calló, despectivamente antes de volver su mirada a su hija - El punto es que ahora saldrán a cenar.
- ¡Tengo planes para cenar con Jimmy! - protestó.
Su madre se encogió de hombros, como diciendo "Lo sé, querida. Pero, ¿qué se le va a hacer?". De repente, parecía estar teniendo dificultades para no sonreír.
Su padre parecía estar teniendo problemas para mirarla a los ojos. Él sabía que le estaba fallando. Lo sabía tan bien como ella - Si no puedes esta semana, entonces no hay problema... Podemos vernos la pró-
- De ninguna manera - negó su madre de inmediato - No pienso darte la oportunidad de quejarte con un juez de que no pudiste ver a la niña así que no estás obligado a pagar pensión. Saldrás a pasar un tiempo de calidad con tu hija en este mismo instante.
Su padre miró a su esposa con furia ardiente apenas contenida, pero, como siempre, mantuvo la boca cerrada.
El viaje en auto hasta el dinner fue silencioso. Se dirigieron sin titubear a la mesa que siempre ocupaban cuando salían a comer. Su madre hubiera arrugado la nariz desdeñosamente de haber visto tal lugar. Pero dudaba que su padre pudiera permitirse llevarla a un lugar mucho mejor siendo que gastaba la mayor parte de su dinero en pagar la pensión.
Su padre se sentó en la cabina, frotando sus manos juntas antes de agarrar el menú asentado en la mesa - ¿Qué hay para comer? ¿Qué hay para comer?... - canturreó, como si no se supieran de memoria los únicos cinco especiales que servía el lugar - ¡Mira, hay tarta de mánzana! Es tu favorito, ¿no?
Su inútil intento de crear comunicación fue en vano. Cindy estaba en total silencio, con la mirada puesta en la ventana. Y no tenía intención alguna de que eso cambiara.
- Cariño...
No contesto.
- Cindy... Cariño, por favor, mírame.
No lo hizo.
- Yo sé que las cosas han sido duras últimamente... Y entiendo que estés enojada conmigo... Pero, por favor, entiéndeme. Sabes cómo puede ser tu madre. Sólo quiero evitar que todo se haga más grande si me empiezo a oponer a ella.
Tampoco contesto. El silencio duró varios segundos, antes de que su padre volviese a hablar, casi murmurando.
- Es sólo que... Ya no me quedan fuerzas para pelear. Ya... Ya no puedo.
Escuchar la emoción en la voz de su padre hizo que el nudo en su garganta se apretará con más fuerza.
Afortunadamente, ese fue el momento en que la mesera, Martha (porque, sí, ya conocía su nombre de memoria), se acercó para tomar su orden.
Mientras su padre pedía la misma comida de siempre, Cindy mantuvo su vista fijamente a través de la ventana. Sin ver nada. Parpadeando en un esfuerzo de secar las lágrimas que se empezaban a formar en sus ojos.
