¡Aquí me presento con el final de esta historia!
He tenido en cuenta todos los comentarios y sugerencias que me habéis dado hasta el momento. Hay algunas cosas que no puedo hacerlas como tal, debido a que eso rompería las pautas que estuve creando hasta el momento, estoy hablando de las reglas que existen entre las Dimensiones. Por todo lo demás, no tuve ningún tipo de problema y creo que las cosas pueden quedar bien.
Podría decirse que este epilogo es más un rejunte de ideas de todos ustedes, así que es un capítulo creado por todos los que siguieron la historia hasta este día. Yo solo les di forma y las uní como verán a continuación.
Antes de comenzar, me gustaría contestar una review después de tanto tiempo sin recibir una. Curiosamente, justo apareció en el momento de que está estrenándose el último capítulo:
Oswaldo Enrique: Me alegra que te haya gustado todo lo que has visto hasta ahora. Pude ver que todavía no estás al día con los capítulos, pero si has llegado hasta aquí, déjame enviarte un gran saludo, y solo me queda esperar que puedes disfrutar este último capítulo.
Ahora sí, después de dos largos años, llegó el momento de concluir esta historia.
¡Disfruta!
Afrodita y Hera se encontraban presenciando el panorama de lo que parecía ser los preparativos de una fiesta.
El Gran Salón del Monte Otrís se encontraba decorado de pies a cabeza, aunque se podía presenciar que había algunos lugares un tanto vacíos que estaban siendo rellenados por Percy y sus compañeros. Algunos de ellos estaban montados en las escaleras enormes para colgar diferentes objetos, mientras que algunos de abajo se encargaban de traer las mesas y las sillas que aun faltaban por colocar. Las Cazadoras eran las encargadas de organizarlas en el sitio correcto, ante la atenta mirada de las únicas dos entidades que se encontraban en estos momentos.
"Nunca pensé que tu sentido de moda y belleza podría servir para otra cosa que no sea el sexo." Hera se burlaría, ganándose un puchero por parte de la Diosa. "Pero, muchas gracias." La Reina del Olimpo le entregó una sonrisa, impresionándola un poco. "Sin tu ayuda, esto no hubiera quedado tan bonito."
"Bueno, soy la Diosa del Amor, y el amor puede englobarse de diferentes formas." Contestó Afrodita, colocando ambas manos en su cadera con orgullo. "Aunque me da la impresión de que todos siempre olvidan eso…" Concluiría, denotando una pequeña aura depresiva a su alrededor.
"Viendo como están los preparativos, creo que ya deberíamos avisarles para que se preparen." Comentó Hera, materializando dos coronas en sus manos, colocándolas en el trono que se encontraba en el centro, es decir, en el trono de Bell.
"Ya me adelanté a eso." Respondió la Diosa del Amor, fijando su mirada en el pequeño rincón que parecía tener una gran cantidad de elementos de cocina. "Hestia ya fue a despertarlos, y Atlas se encargará de avisarle a todos los demás…"
La charla de ambas se vio interrumpida cuando una gran columna cayó justo en la entrada del gran salón, generando un gran estruendo mientras se partía en diferentes pedazos.
Las Diosas miraron esto sin inmutarse, indicando que esto parecía ser algo muy recurrente en estos días.
"¡Apollo, eres un grandísimo idiota!" El gritó de Astrea y Asteria se escucharía en todo el lugar.
"Lo siento, creo que se me resbaló…" El Dios hizo acto de presencia en el lugar cuando se posó sobre el pilar destrozado.
"¡¿Se te resbaló?!" Astrea y Asteria aparecieron a su lado en un instante, para luego darle una gran patada en la espalda que lo mandaría al suelo. "¡Lo hiciste mierda!" Gritó Asteria en un estallido de colera. "¡Ya es el décimo en 5 días!" Rugió Astrea, no estando mucho mejor.
Apollo se levantó entre los escombros, solo pudiendo frotarse el cabello ante su incapacidad.
"Por lo visto, Apollo puede ser muchas cosas, pero no un buen constructor." Comentó Afrodita con una gota de sudor nerviosa.
"Eso no te lo discuto." Hera asintió de acuerdo, estando en la misma situación que su compañera.
EPILOGO: ¡LOS NUEVOS REYES DE LOS DIOSES Y TITANES!
En los aposentos de Bell, una figura se encontraba durmiendo por debajo de las sabanas. Esa figura se movió un poco, dejando a la vista un hermoso rostro con cabellos de color plateado. Sus ojos se contrajeron tras escuchar como la habitación se abría, haciendo que sus bellos ojos de color plateado se abrieran con cierta pesadez por el sueño.
"Buenos días, bella durmiente." Comentó Bell con ligera gracia, viendo como Artemisa se tallaba sus ojos.
"¡Buenos días!" No pudo controlar el grito cuando se sentó para estirarse como si se tratara de un gato. Las sabanas cayeron, denotando que la Diosa se encontraba desnuda.
Bell se sentaría a su lado mientras sostenía una fuente con diferentes postres, y en su mayoría eran pequeños pasteles, con excepción a lo que parecía ser una chocolatada caliente.
Ese simple hecho encendió a Artemisa, quien no pudo evitar dejarse llevar por el olor delicioso.
"¿Cómo sabías que me gustan tanto las cosas dulces?" La Diosa indagaría, tomando un pastel.
"Bueno, llevamos dos años juntos…" Bell se hizo hacia atrás para colocarle el sostén negro. "Es normal observar los gustos de la mujer con la que pasas tanto tiempo, ¿no te parece?" Concluyó, para luego colocar su rostro sobre el hombro de la Diosa mientras la abrazaba por la espalda.
"Eres adorable." El tono de la Diosa se presentaba con bastante cariño mientras le colocaba el pequeño pastel en la boca para que se lo comiera.
"¿Qué piensas sobre la localización del Nuevo Olimpo?" Preguntó Bell con su boca llena, sintiendo como la Diosa se recostaba en sus brazos.
"Creo que es una posición tan buena como estratégica." Comentaría, tomando de la taza caliente con cuidado. "Después de todo, ambos nos convertiremos en los nuevos Reyes del Monte Otrís y el Olimpo."
"¿Ambos?" Bell se mostró un tanto extrañado de las palabras de su prometida.
"¿No te lo dije?" Artemisa le entregó una sonrisa mientras le colocaba otro pastelillo en la boca. "Hera habló conmigo, ella quiere transferirme todas sus responsabilidades cuando nos casemos."
"Suena genial." Comentó el albino, nuevamente con la boca llena. "¿Tienes alguna idea de como tratar los campamentos? Quiero decir, ahora estamos realmente lejos."
"Ya se me ocurrió una idea, pero sería mejor comentarla cuando los nuevos Dioses Olímpicos estén presentes." Comentó la Diosa, tomando las manos de Bell para profundizar el abrazo. "Por cierto, ¿ya elegiste a los sucesores?"
"Lo tengo cubierto." Comentó, para luego sentir como la Diosa comenzaba a mover su mano de una forma muy cariñosa.
"Dejando un poco la labor de lado, creo que tenemos algo de tiempo libre…" Comentó de una forma coqueta, logrando que Bell respondiera de la misma manera.
"¿Y que quieres hacer?" Le cuestionó, aunque la respuesta era más que obvia.
Artemisa se inclinó aun más sobre Bell. Sus labios se unieron en un beso que pareció interminable.
Quizás hubiera resultado de esa manera, si es que alguien no les hubiera interrumpido.
Sus labios se separaron tras escuchar que alguien tocaba la puerta.
"¿Puedo pasar?" El tono reconocible de la Diosa Hestia se escuchó desde el otro lado.
"Parece que aprendió la lección…" Insinuó Artemisa en voz baja, su tono burlón era una clara referencia a cuando Hestia los había encontrado a los dos desnudos después de haber tenido su primera vez.
"Vamos, no la molestes." Bell no pudo evitar reírse entre murmullos con su amada, para luego ponerse serio. "Puedes entrar."
Hestia entró lentamente en la habitación, el alivio pudo notarse en sus ojos cuando vio que ambos se encontraban con ropa. Ese alivio no duraría mucho tiempo, ya que notó rápidamente que ambos se encontraban tan solo en ropa interior.
"La-lamento interrumpir el desayuno…" Dijo con cierto nerviosismo.
"No te preocupes, ¿quieres decirnos por qué viniste a nuestros aposentos?" Le preguntaría Artemisa con amabilidad.
"Solo quería anunciarles que los preparativos están casi completos. Necesito que bajen en aproximadamente una hora."
"Una hora… supongo que no nos dará el tiempo." Bell susurró por lo bajo, algo que Hestia no pareció entender.
"¿Hum, necesita tiempo para algo?" Preguntó la Diosa, mirándolo con cierta timidez. "Si usted lo quiere, podemos atrasar un poco la ceremonia."
"No, no te preocupes. Es algo superficial." Bell agitaría su mano con desdén, indicando que era algo sin mucha importancia. "Solo quería tener un momento intimo con Arty."
"¿Momento intimo?" Las mejillas de Hestia estallaron en rojo. "Pero, ¿Cuánto tiempo tardarían en hacer algo como eso? Aun tienen una hora, creo que pueden hacerlo."
"Bueno, desde que me desvirgo hemos estado muy activos." Comentó Artemisa, aferrándose aun más a Bell con una mirada soñadora. "Una hora no nos alcanza. Ten en cuenta que en estos 5 días llevamos un total de 36 horas."
"¡¿36 horas?!" La información que entró dentro de Hestia fue demasiado, por lo que su mente simplemente no pudo soportarlo y colapso en el suelo como consecuencia.
Ambos miraron a la Diosa desmayada, para luego mirarse mutuamente.
"Creo que fue demasiado para ella…" Comentó Bell.
"Eso parece." Dijo Artemisa, para luego mirar nuevamente a Hestia. "Imagínate si le hubiera dicho que en realidad fueron 50 horas…"
"Supongo que no nos hubiera creído." Contestó Bell. "Es increíble que una mujer pueda contener tanto deseo sexual. Aunque si tenemos en cuenta que lo estuviste conteniendo durante tres mil años…" Dejó que esas palabras se hundieran, viendo como Artemisa comenzaba a sonrojarse.
"Ni siquiera sabía que podía ser tan bueno. Además, tu no puedes quejarte, ya que tienes muchos milenios menos de vida y aun así puedes seguirme el ritmo sin problemas."
"Eso es tu culpa por tener un cuerpo tan esbelto."
"¡Mira quién lo dice!"
"Tal vez tengas razón, pero yo no soy el que siempre toma la iniciativa."
"Es cierto, pero yo no soy el que nunca puede relajarse."
"Puedes decir eso, pero nunca escuché que te quejaras."
"¿Por qué demonios estamos hablando sobre nuestra libido?"
"No lo sé, tú comenzaste…"
El silencio se presentaría entre ambos mientras se miraban. Ese silencio fue roto cuando las risas de ambos comenzaron a escucharse en el lugar.
Eso hizo que Hestia comenzara a recobrar su conciencia lentamente.
Artemisa y Bell llevaron la mirada a la Diosa, quien se levantó con el rostro completamente rojo mientras se sacudía el polvo de la ropa. Un polvo inexistente, ya que solo lo estaba haciendo para no tener que mirarlos a la cara.
"Bueno, ya les di el mensaje." Hestia hizo una gran reverencia antes de irse a paso apresurado. "¡Ya me marcho!"
Bell y Artemisa se quedaron con las palabras en la boca tras ver la retirada táctica de la Diosa.
"¿Quieres ir preparándote?" Comentó Bell, apartándose de la Diosa para dejar que se vistiera.
"Si." Fue su simple respuesta mientras materializaba unas bragas negras en sus dos manos. "Pero antes de ir a la ceremonia…" El tono de la Diosa de la Luna sonaría con una seriedad absoluta.
Ese era el tono que siempre usaba en todo momento durante los primeros meses que la había conocido. Por lo tanto, sabía muy bien que siempre que ella hablaba de esa manera, es que iba a decir algo realmente importante.
Por lo menos, realmente importante para ella.
"Entiendo, voy a acompañarte…" Artemisa ni siquiera tuvo que terminar su oración, ya que Bell pareció comprenderla al instante.
La Diosa se sentaría al borde de la cama con sus bragas ya puestas. Su mirada seria cambió a una delicada sonrisa mientras le acariciaba la mejilla a su amado.
"Gracias."
En otro lugar del monte Otrís…
El lugar parecía ser un pequeño jardín, pero eso se desvirtuaba un poco al notar que estaba tapado con paredes y un techo. En aquel sitio, diversas armas y armaduras se encontraban protegidas, como si se tratara de un museo.
Todos los objetos formaban un gran circulo, estando una gran estatua de Zeus en el centro, en donde también había un gran cartel inscrito en ella.
"En memoria a todos aquellos que lucharon por la libertad."
Tanto Bell como Artemisa estuvieron viendo la gran estatua. No mediaron palabra en ningún momento, eso no era necesario.
Después de presenciar la estatua del Rayo y el Tridente que se posaba a su lado, Artemisa avanzó lentamente hacia el lugar donde había un ropaje oscuro y un arco.
Era obvio que esas eran pertenencias de una Cazadora. Su nombre se vislumbraba a través del cristal, haciendo que la Diosa posara una mano sobre el pequeño cartel.
La Diosa lucia bastante triste. Algo completamente normal, después de todo, no era solo una Cazadora o una hermana para ella.
Phoebe le había acompañado desde que comenzó a cuidar sus Dominios como Diosa Olímpica. Ella fue una de sus dos primeras Cazadoras, estando solo por detrás de Zoe.
Habían sido muchos milenios juntas, y ahora no tenerla a su lado se sentía muy extraño.
Extraño y desolador…
Sus pensamientos melancólicos fueron interrumpidos cuando una mano se pose sobre su hombro. Una débil sonrisa apareció en su rostro mientras tomaba la mano con mucho cariño.
Puede que Bell no pudiera comprender todo lo que estuviera sintiendo Artemisa. Él no había estado más de tres mil años con ellas para saber cómo se sentiría algo por el estilo. Pero también la conocía, y aunque en un principio ella lo odiaba, ambos terminaron en buenos términos y poco tiempo después se convirtieron en hermanos.
Él sentía ese mismo sentido de pertenencia hacia Phoebe, así que por lo menos podía tener cierta idea de lo que Artemisa estaba afrontando desde que ella se fue.
En el momento de la despedida, todos parecían estar realmente abatidos por las perdidas generales, en especial de Zeus y Poseidón, quienes eran los principales fundadores del Olimpo, sin importar el hecho de que una tenga una relevancia mucha más clara que el otro.
Pero ninguno lloró.
No lo hicieron, ya que ellos estarían muy enojados si es que los ven llorar después de haber logrado ganar la guerra.
Sus sacrificios no fueron en vano, y las lagrimas solo mancharían ese hecho. Mancharían el legado que habían dejado por delante.
Era una manera extraña de pensar, pero era algo que Zeus siempre había dicho. Por respeto, todos siguieron esa tradición para despedirlo como es debido, y por supuesto, como él hubiera querido.
Los pensamientos acerca de la despedida perduraron en la mente de ambos mientras continuaban mirando el recuerdo de Phoebe.
Ese momento no perduraría por mucho más tiempo, ya que una figura apareció detrás de ellos.
"Así que, aquí estaban…" La voz de Atlas hizo que ambos se levantaran mientras miraban al Titan. "Ya casi es hora." Se mostró completamente respetuoso ante el luto que ambos aún estaban afrontando, aunque internamente se alegraba de ver que ambos lo estaban llevando tan bien.
"Gracias por avisarnos." Comentó Bell, acercándose a la salida junto con Artemisa. "Para ser sincero, habíamos perdido un poco la noción del tiempo allí dentro…" Bell no pudo evitar bajar un poco la mirada ante dichas palabras, aunque no tardó mucho en volver a mostrar su sonrisa. Probablemente se debió al hecho de que Artemisa le dio un beso en la mejilla para reconfortarlo.
"No te preocupes, todavía faltan unos minutos." Atlas fijaría su mirada en Artemisa. "Sin embargo, deberíamos ir ya. No creo que tardemos mucho en preparar a Bell, pero el vestido de Artemisa puede ser un poco más complicado. Especialmente si es que mi hija y compañeras están a cargo de ello." Comentó el Titan con cierta gracia, conociendo bastante bien a Zoe y las Titánides, sabiendo que todas deseaban que Artemisa luciera completamente esplendida.
"De acuerdo, entonces iré yendo." Comentó la Diosa, entregándole una última sonrisa a Bell antes de marcharse del lugar.
Bell la vio partir con una pequeña sonrisa, una sonrisa que cambió a una expresión de completa complicidad cuando dirigió su mirada a Atlas.
"¿Apollo hizo algún destrozo otra vez?" Preguntó, yéndose junto al Titán en una dirección opuesta a la de Artemisa.
"¿Como te enteraste?" Indagaría Atlas con gran curiosidad. "Por lo que tenía entendido, no habías salido de tus aposentos en esas horas…"
"¿Crees que no escucharía o sentiría semejante temblor que se pronunció a lo largo de toda la colina?" Se burló Bell, logrando que Atlas se riera.
"Supongo que tienes razón." Contestó, colocando dos manos en sus bolsillos mientras que usaba las otras dos para colocárselas por detrás de su cabeza. "Ese diablillo de pelo rubio es un gran dolor en el culo para Asteria y Astrea. Quizás deberíamos prohibirle que siga ayudando con la construcción, pero no queremos que se ofenda."
"Deberían haber dejado que yo y Artemisa nos involucráramos."
"¿Es una broma?" Atlas lo miraría con ambas cejas alzadas. "¿Quieres trabajar incluso cuando tu ceremonia de ascensión y tu matrimonio están a la vuelta de la esquina? ¡Por supuesto que nos negaríamos!" Bell tan solo pudo frotarse el cabello con una sonrisa nerviosa ante el comentario.
"Ya sabes, no es solo la construcción del Nuevo Olimpo. Hay muchas cosas para hacer…" Bell no pudo evitar tropezar cuando recibió un fuerte golpe en la espalda.
"¡Vamos, no seas un aguafiestas hombre!" Exclamó el Titán entre risas, risas que cambiaron a una expresión cubierta de complicidad. "Además, ¿crees que nadie se percató de como ustedes dos estaban…?" Atlas se detuvo allí, aunque su pregunta a medio formular era más que obvia.
"¿Me creerías si te lo dijera?" Declararía Bell con los ojos en blanco, recordando que cierta Diosa no había ni siquiera sospechado de todo el amor que estuvo brindándole a Artemisa durante estos 5 días.
"Soy todo oídos." Fue la simple respuesta de Atlas mientras volvía a mirar hacia el frente, deteniéndose al encontrarse frente a dos enormes puertas.
Dichas puertas comenzaron a abrirse lentamente con la ayuda de un mecanismo que había sido creado hace poco.
Los ojos de Bell se fueron ensanchando progresivamente tras presenciar todo lo que estaba al otro lado. Por supuesto, nunca le habían dejado entrar al Gran Salón en estos días, por lo que no sabía que los Tronos habían sido completamente restablecidos a su antigua gloria, ni tampoco sabía que podrían crear semejante decoración ostentosa que rellenara por completo un lugar tan amplio como lo era este lugar. Y vaya que era amplio, solo tenías que imaginar que aquí es donde se reunían los Titanes en su verdadera forma.
Aunque no se encontraban solo los Tronos de los Titanes, ya que se podían ver diversos asientos de tamaños mucho más pequeños, pero igual de ostentosos. Claramente eran los Tronos de invitado que serían utilizados por los Dioses Olímpicos cuando haya más ceremonias, casamientos, o simplemente tengan que discutir algunas cosas.
"Supongo que podrás hablarme de ello más tarde." Fueron las ultimas palabras de Atlas mientras dejaba solo a Bell, acercándose a su Trono mientras un brillo dorada lo rodeaba por completo.
La mirada de Bell se estancó en Hera, quien estaba corriendo hacia él con una enorme sonrisa mientras llevaba un traje blanco en sus manos.
Varios minutos más tarde…
"Esto es un poco incomodo…" Bell se ajustó el moño rojo, su rostro se notaba bastante incómodo. "No uso una vestimenta tan formal desde hace años. Además…" Su rostro se puso ligeramente pálido. "¡Nunca había sido el centro de atención como en estos momentos!" Estalló su mente con gran vergüenza, notando a la gran cantidad de personas que le estaban mirando.
Detrás de él, se encontraba Hera quien lo estaba observando con una sonrisa cubierta de orgullo y emoción. Los Titanes se encontraban sentados en sus respectivos tronos mientras permanecían en silencio, aunque esa pequeña sonrisa que todos tenían solo hacía que se pusiera aún más nervioso. Por último, estaban los Dioses Olímpicos y los amigos que había conocido a lo largo de su viaje. Todos ellos se encontraban rodeando las pocas mesas que se encontraban en el lugar, cada grupo separado, debido a que las Cazadoras se encontraban todas juntas en la mesa donde se encontraba el pequeño trono que representaba a Artemisa, mientras que los campistas se encontraban en otra mesa.
Todos, menos Luke, quien parecía estar bastante cómodo en su asiento.
Era normal, ya que la Diosa Afrodita parecía haberse apegado mucho a él en estos días, y el hecho de que esté sentado junto a ella era prueba de ello.
Bell no pasó esto por alto, por lo que su incomodidad se fue diluyendo al pensar en como esos dos podrían haber terminado tan juntos.
Antes de que pudiera seguir buscando una respuesta, el sonido de las puertas abriéndose hizo que sus pensamientos volvieran a desviarse.
En ese momento, podría haber pensado en que la ceremonia podría salir mal.
Podría haber pensado en todas las cosas que debió enfrentar para conocer a su alma gemela.
Podría haber pensado en que el casamiento podría ser bastante repentino.
Podría haber pensado que quizás un momento tan especial podría convertirse en algo aburrido por la falta de preparación.
Podría haber pensado en todos aquellos que entregaron sus vidas para que ellos estuvieran aquí en estos momentos.
En definitiva, podría haber pensado en muchas cosas…
Pero…
Solo pudo pensar en una cosa…
En ese hermoso vestido plateado…
Los ojos de Artemisa se abrieron lentamente detrás del velo, algo que generó un gran movimiento dentro de Bell.
Un movimiento que salía directamente de su corazón.
Solo necesitó mirarla con ese vestido de novia para que todos esos pensamientos complejos se esfumaran de su cabeza.
Así es, solo necesitaba mirarla para que todos esos problemas desaparecieran…
Una vez que los ojos de Artemisa se abrieron por completo, su mirada pudo enfocarse únicamente en Bell. Podría decirse que ella había pasado por sentimientos encontrados al igual que su amado, pero cuando los ojos de ambos se conectaron, simplemente fue imposible pensar en algo más que no sean ellos dos.
Ella comenzaría a avanzar lentamente mientras era acompañada por Apollo, quien tenía una sonrisa tonta en su rostro.
Todos los presentes comenzaron a aplaudir sin contemplaciones, ha excepción de Bell, quien solo podía mirarla completamente anonadado.
Ahora caía por completo, él se estaba a punto de casar.
En un principio, pensó que simplemente no estaba hecho para estar en relaciones amorosas.
Pero ahora estaba a punto de formar un voto irrompible con la mujer más hermosa que había conocido, con la Diosa de la cual estaba perdidamente enamorado.
Era realmente extraño.
Pero…
"Creo que este es el día más feliz de mi vida." Declaró Bell al mismo tiempo que extendía su mano.
"Me alegra saber que no soy la única que piensa eso." Artemisa le respondió con una bella sonrisa mientras tomaba su mano.
Bell no lo sabía en ese entonces, pero esa sonrisa era algo que iba a quedar grabado en sus retinas por el resto de su vida.
Apollo se hizo a un lado mientras alzaba el pulgar, haciendo que su dentadura brillara.
"Zoe, mi madre y las demás Titánides se esforzaron mucho para traértela toda bonita y arregladita, ¡así que no la desperdicies!" Bell no pudo evitar poner los ojos en blanco ante ese comentario, mientras que Artemisa simplemente se sonrojo.
Ese momento peculiar creado por el Dios del Sol no perduraría por mucho tiempo, ya que Hera no tardó en aclarar su garganta. Apollo entendió el mensaje al instante, por lo que se dirigió a su trono.
El silencio tomaría el completo control sobre el Gran Salón. Todos miraban a la pareja con gran atención, algunos como las Cazadoras parecían estar muy felices a la par que nerviosas, debido a que deseaban que todo saliera perfecto y cualquier nivel por debajo de la perfección era simplemente inaceptable.
Los campistas se encontraban en completo silencio, pero las sonrisas en sus rostros delataban sus pensamientos.
Los Titanes y Dioses parecían estar prácticamente iguales a los campistas, a excepción de Afrodita que le estaba susurrando un par de cosas a Luke, de seguro estaba alardeando de que ella había propuesto ese maravilloso diseño que ahora llevaba Artemisa.
Artemisa subió las últimas escaleras con la ayuda de Bell, debido a que su vestido arrastraba una gran cola a sus espaldas.
Sus manos se separaron, dejando a una Hera bastante conmovida ante la vista, aunque esa expresión no duraría por mucho más tiempo.
"Bueno, ya es momento de comenzar." Aclaró la Diosa presente que parecía ser la encargada principal de esta ceremonia y boda. "Pero, antes voy a cumplir ese pequeño favor…" Hera tomaría el báculo dorado que estaba al lado de las dos coronas, para luego apuntar hacia la pared más lejana del lugar.
Un rayo de luz salió despedido del báculo, haciendo que todos voltearan su mirada para ver como una especie de holograma se expandía en el sitio.
Todos se quedaron completamente callados, ya que no pudieron comprender esta acción. Definitivamente era una especie de trasmisión.
La verdadera duda era saber a cuáles personas debían trasmitir, y porqué es que dichas personas no podían ir al Monte Otrís.
Esa duda perduraría en sus mentes por un buen tiempo, ya que la trasmisión no tuvo acto de presencia en los segundos siguientes.
Hasta que…
"¡Oigan, ya iniciaron la trasmisión!" Un rostro apareció en frente de la proyección, haciendo que todos se impresionaran bastante.
"Es igual a mi…" Pensaría Afrodita en voz alta, viendo el rostro de la mujer.
"Denme unos segundos…" Comentó, ajustando la visión de la proyección, viéndose como había una gran cantidad de personas sentadas en una mesa.
Ella se unió rápidamente con todos los demás, para luego entregarle un saludo bastante energético a Bell.
"¿Quiénes son estas personas?" Se preguntó Hades, viendo a varias personas que eran idénticas a algunos Dioses, mientras que había otras figuras que destacaban por su extraño color de pelo, como el pelirrojo que se encontraba en el centro mientras era abrazado por una mujer de cabello largo oscuro.
"Ellos son mis amigos de mi otra dimensión." Aclaró Bell, sabiendo que todos se estaban preguntando lo mismo. "Los que se parecen a los Dioses, es que en realidad son los respectivos Dioses Olímpicos de aquel mundo. Ellos son Hera, Zeus, Afrodita, Atenea, Apollo, Welf, Aisha, Mikoto y Hermes." Bell señaló a los que no se podían reconocer por su apariencia, y parecía ser que todos habían logrado comprender.
"Es un placer conocer a todos los que están cuidando de Bell en estos momentos." Habló el Zeus de aquella dimensión mientras inclinaba un poco su cabeza, siendo seguido por los demás que le estaban acompañando.
"¿Cómo puede ser tan igual a la vez de diferente que mi hermano?" Hades no pudo evitar reír por lo bajo al ver la actitud de este Zeus.
Los demás se mostraron con ganas de felicitarlo, en especial sus tres amigos que habían estado con él por tanto tiempo. Pero no pudieron hacerlo, ya que Hera volvería a aclarar su garganta, dejando bien en claro que las interrupciones no serían toleradas.
"Ahora que estamos todos, es momento de comenzar con la ceremonia de ascensión." La mirada de Hera se puso ligeramente seria cuando tomó una de las coronas.
Ella se acercaría a Bell lentamente, para luego mirarlo directamente a los ojos.
"Mi marido te proclamó como su futuro heredero antes de su muerte, eso hace que todos sus Dominios y demás títulos hayan pasado hacia ti y por consecuencia, una votación no sería necesaria para elegir al nuevo rey." Hera se detuvo tras sus palabras, esperando que todos recibieran aquella información. "Aun así, estás en tus derechos de escoger tu propio destino." Hera cerró sus ojos por las siguientes palabras que iba a decir.
"¿Aceptas encargarte de los Dominios de Zeus? ¿Aceptas tomar la responsabilidad de convertirte en el nuevo Rey del Olimpo? ¿Aceptas dejar atrás cualquier rasgo mortal que aun sigue vigente en tu cuerpo para convertirte en un Dios Olímpico?" Hera abrió sus ojos, esperando la respuesta al igual que todos los presentes.
"Acepto." Bell no lo dudó ni un segundo.
La respuesta rápida y decidida hizo que Hera le entregara una gran sonrisa.
"En ese caso…" La Diosa colocó la corona sobre la cabeza de Bell, haciendo que una gran cantidad de rayos salieran disparados de su cuerpo, sumado a un fuerte brillo que duraría unos pocos segundos.
Bell abrió lentamente sus ojos, denotando un color azul eléctrico en ellos, dando a entender que ese sería el nuevo color natural de sus ojos.
"Antes de continuar, me gustaría decir unas palabras." Todos prestaron atención al albino, viendo como este fijaba su mirada en tres personas.
"Percy Jackson, Annabeth Chase y Clarisse La Rue." Los tres mencionados se pusieron serios de inmediato. "Acérquense."
Percy fue acompañado por su novia y compañera, posándose por debajo de las escaleras.
"Sus padres fueron unos Dioses increíbles, y aunque no estuviera de acuerdo con ellos en algunas cosas, puedo entender que gobernaron sus Dominios de la mejor manera posible." Bell pudo ver como los tres se pusieron un poco tristes ante la mención de sus padres, pero continuaron firmes. "Ahora que ya se fueron, me dejaron a cargo asignarlos como los nuevos Dioses Olímpicos." Los tres levantaron sus rostros, denotando una gran conmoción ante lo escuchado. "¿Están de acuerdo con eso?" Les preguntó, y la primera en actuar fue Clarisse, quien se arrodilló frente a él.
"Estaría muy orgullosa de poder continuar con el legado de mi padre. Haré todo lo posible para no defraudar su memoria y continuar con su grandeza e incluso hacerla aun más grande." Fueron las palabras de la mujer.
"Si mi madre me eligió, eso significa que cree en mí." La segunda en actuar fue Annabeth. "No la defraudaré, y me encargaré de que todos sus conocimientos se conserven completamente intactos."
Todo el mundo observó a Percy, quien se notaba algo indeciso.
"¿Percy?" Bell le entregó una mirada, notando que tenía muchas dudas en su mente. "Puedes preguntar sin miedo." Aclaró al instante con una sonrisa tranquilizadora.
Percy le miraría detenidamente, para luego asentir lentamente.
"¿Qué sucede con los dos campamentos? Quiero decir, no sé si tendría la posibilidad de ver a mis amigos. También hay que tener en cuenta que ahora nos separa un continente por completo y eso puede ser un problema."
"Tus dudas son coherentes." Le comentó a Bell, para luego darle un pequeño vistazo a Artemisa. "Mi amada ya tiene pensado como arreglar el problema de comunicación entre los campamentos y el Nuevo Olimpo. Respecto a la otra duda, me aseguraré que los Dioses y Semidioses tengan más libertades para poder encontrarse." Percy pareció bastante convencido ante lo escuchado, aunque aún parecía dudar un poco.
"Eso es un alivio, aunque siento que nunca conocí lo suficiente a mi padre para ponerme a cargo de sus Dominios y de su Reino…" Percy miraría por un momento a Annabeth, viendo como ella le entregaba una pequeña sonrisa. "Pero si ella vendrá aquí, no puedo negarme." Concluiría, arrodillándose frente a Bell.
"Entonces, está hecho." Comentó el albino, entregándole un pequeño asentimiento a Hera, quien entendió el mensaje.
La Diosa volvió a golpear el báculo, haciendo que una energía de colores diferentes rodeara a los tres jóvenes.
Esa energía se convirtió en una armadura bastante distintiva para los tres. El principal cambio en sus cuerpos era que una delgada aura divina los rodeaba, quitando el hecho de que el brazo faltante de Clarisse había regresado.
"Todos aplaudan a Percy Jackson, el Dios de los Mares y de los Terremotos."
"Todos aplaudan a Annabeth Chase, la Diosa de la Sabiduría y de la Estrategia."
"Todos aplaudan a Clarisse La Rue, la Diosa de la Guerra y la Violencia."
Los presentes comenzaron a aplaudir sin excepción. Incluso las mismas dos personas que eran el centro de todo lo que estaba aconteciendo se mostraron felices hacia ellos.
"Pueden sentarse en sus nuevos tronos, aunque pueden seguir estando junto a sus amigos si así lo desean." Comentó Hera después de que el bullicio se redujera al mínimo, notando como los tres mencionados hacían una última referencia para luego sentarse junto a sus amigos, quienes le entregaban miradas cubiertas de complicidad, mientras que otros solo se encontraban felices por ellos.
Después de que todo volviera a su orden, Bell decidió aclararse la garganta para dar su primer discurso como el nuevo rey.
"Todos sabemos exactamente lo que ocurrió hace más de tres mil años." Las palabras del albino hicieron que todos prestaran especial atención. "Zeus liberó a sus hermanos y juntos sembraron la victoria más importante para el ascenso de todo lo que conocemos hoy en día." Bell tomó la mano de Artemisa, apretándola con cariño.
"En la actualidad, estamos frente de todo aquel legado que el Olimpo nos dejó a nosotros." Su rostro se puso un poco más serio.
"Aun así, este legado no ha sido lo suficientemente estable a lo largo de los milenios. Esto se debe principalmente a diferentes Leyes absurdas o guerras pasadas que nunca terminaron de zanjarse por completo. En definitiva, son grandes problemas que podrían convertirse en nuestras futuras pesadillas…" Todos parecían estar completamente de acuerdo con sus palabras.
"Mi nombre es Bell Cranel, su nuevo líder, su salvador." Bell miró a todos, para luego alzar su mano libre mientras la cerraba en un fuerte puño. "Yo los salvé del final, de la peor catástrofe que debió enfrentarse este mundo. Pero, esto no a acabado aquí…" Sus ojos se entrecerraron.
"Ahora, ha llegado el momento…" Bell alzó la mano de Artemisa, entregándole una sonrisa amorosa que ella compartió. "Con la ayuda de mi reina, nos aseguraremos de que las Leyes injustas sean revocadas, también nos encargaremos de enfrentarnos a los enemigos que fueron encerrados en el Tártaro y que podrían ser liberados como ya se ha demostrado hace poco." Bell observó a todos, apretando fuertemente su puño.
"¡Es momento de enfrentarnos a los monstruos! ¡Es hora de acabar con el terror, y erradicarlo!" Bell tomó una gran bocanada de aire, para luego alzar su puño lo más alto posible.
"¡Para la gloria de los Dioses y Titanes!"
"¡PARA LA GLORIA DEL NUEVO OLIMPO Y EL MONTE OTRÍS!"
Muchos rugieron y aplaudieron ante el discurso de su nuevo rey, mientras que otros simplemente alzaron sus copas y brindaron a su salud.
Después de que el ambiente volviera al tranquilo silencio, Hera le entregó una mirada a Artemisa.
"Como ya escuchaste, él necesita una Reina a su lado para que pueda apoyarlo y aconsejarlo." Hera no pudo evitar mostrar seriedad por las siguientes palabras que iban a salir de su boca:
"¿Aceptaras dicha responsabilidad que te procede si te conviertes en la una Reina de los Dioses y Titanes?"
Artemisa se quedó en completo silencio. No necesitaba hablar en estos momentos, solo mirar a todos aquellos que se encontraban reunidos en un momento tan preciado para ella.
"Me gustaría agradecer a todos, ya que nadie mostró disgusto o me repudió por romper mis votos para estar junto a Bell." Artemisa bajaría un poco su cabeza, su pequeño rubor indicaba que estaba un poco apenada. "Cuando nosotros nos conocimos, pude sentir como estaba cambiando. Era un cambio muy agradable, volvía a sentirme muy feliz cada vez que estaba con él, aunque también sabía que este sentimiento era bastante peligroso." Artemisa recordó todos los momentos que había estado junto a Bell, y como los dos se convirtieron en amigos muy íntimos. "En un principio, simplemente ignoré todo lo que sentía. Probablemente fue un acto por puro reflejo, ya que la idea de enamorarme me daba mucho miedo. Pero…" Artemisa alzaría su mirada, denotando una convicción que pocos tenían. "Cuando sentí que lo había perdido no solo una vez, sino dos…" Ella se pausó por un momento. "Cuando sucedió eso, pude entender que el dolor por mantener todo oculto no se asemejaba al dolor que sentí en aquellos momentos cuando pensé que nunca más volvería a mi lado." Artemisa apretó ligeramente la mano de Bell, entregándole una linda sonrisa. "Después de eso, tuve que tomar una decisión. Seguir guardándome todos mis sentimientos que me estaban devorando por dentro, o darle la espalda a mis propios principios para estar junto a él, como yo realmente quería estar." Artemisa dejó que las palabras se hundieran, viendo como las Cazadoras la miraban con gran admiración y cariño.
La Diosa les entregó una sonrisa agradecida, para después continuar.
"Me alegra mucho que la decisión haya resultado mucho mejor de lo que esperaba. Pero…" Su mirada se dirigió a Bell, entregándole una sonrisa tan genuina y hermosa que hizo brillar los ojos del albino.
"¡Aunque el resultado hubiera sido completamente opuesto, lo volvería a hacer sin pensarlo!"
"Arty…" Fue lo único que salieron de los labios de Bell. Ya sabia que ella haría todo lo posible para estar junto a él sin importar la opinión externa, pero escucharla hablar con tanta alegría y seguridad era bastante conmovedor para cualquiera.
Especialmente cuando ese hermoso rostro y esa bella sonrisa estaban siendo acompañadas por unas lágrimas preciosas que desencadenaban toda la felicidad que quería trasmitir.
"Entonces, supongo que aceptaras tus nuevas responsabilidades." Más que una pregunta, las palabras de Hera sonaban como una afirmación.
Artemisa le entregó una mirada a su madrastra, explotando en una hermosa sonrisa.
"¡Por supuesto que lo hago!" Exclamó, para luego aclarar: "Lo voy a hacer, no solo por todo lo que amo a Bell, sino también para asegurar de tomar las mejores decisiones y ayudar en todo lo posible a mi amado para que el reino pueda perdurar por muchos milenios más."
"Tu respuesta nos ha quedado clara." Hera tomó nuevamente el báculo dorado. "Ahora es tuyo." Comentó, entregándoselo a la Diosa, quien lo aceptó con gratitud.
Hera se dio media vuelta una vez más, tomando una corona entre sus dos manos que colocó sobre la cabeza de Artemisa con mucha delicadeza.
Luego de hacer eso, el ruido se hizo presente en todo el sitio cuando los presentes se levantaron de golpe.
Hera dio un par de pasos hacia atrás, para luego postrarse ante los dos recién casados.
"¡Regocíjense ante los nuevos Reyes de los Dioses y los Titanes!" Ordenó la mujer, haciendo que otro fuerte sonido se escuchara nuevamente.
"Mis señores." Comentaron todos los campistas mientras se mantenían postrados.
"Mis señores." Comentaron los Dioses Olímpicos, estando exactamente en la misma posición.
"Mis señores." Los Titanes no se tardaron en unirse a ellos, aunque solamente inclinaron su cabeza como señal de respeto y aprobación.
Los que estaban a través de la proyección simplemente asintieron con una sonrisa, viendo en lo que Bell se había convertido.
"Sabía que tenías un gran futuro por delante, amigo." Pensó Welf, apenas logrando sostener las apariencias por la gran felicidad que sentía.
"¡Con esto, damos fin a la ceremonia!" Exclamó Hera, siendo la primera en levantarse.
Todos la siguieron poco después, notando como Hera materializaba un pequeño estuche con dos anillos dentro.
"Ahora…" Hera tomó los anillos y los colocó con cuidado en sus manos entrelazadas.
Una enorme sonrisa cruzó en el rostro de la exreina que ya no pudo soportar las lagrimas al ver como su hijo se iba a casar con aquel anillo que ella le había entregado al principio del viaje.
"Puedes besar a la novia."
Bell retiró el velo con delicadeza, pudiendo notar los rasgos faciales de su Diosa con mucha más claridad.
Él se detuvo un segundo para deleitarse ante tan hermosa vista.
Era increíble como con tan solo mirarla hacia que se volviera loco.
Después de ese segundo, Bell la tomó del mentón con cuidado para alzar un poco su rostro.
La Diosa cerró sus ojos lentamente mientras sus labios se preparaban para aceptar los de Bell. Unas pequeñas lagrimas comenzaron a escaparse de sus ojos, logrando que ese momento fuera incluso aún más preciado.
Esa fue otra imagen más que quedó guardado profundamente en su memoria.
El roce de sus labios se sintió con cuidado y ternura, como si estuvieran muy apenados de entrar en contacto, pero eso se rompió por completo cuando se abrazaron y sellaron sus labios en un beso que no serían capaz de olvidar jamás.
Una gran cantidad de confetis salieron volando por doquier mientras un sinfín de aplausos acompañaban el festejo.
Apollo salió volando de un salto mientras que muchos se ponían a bailar en el medio de la sala gracias a la música que había comenzado a resonar en todo el lugar.
Quizás el beso hubiera durado mucho más, pero la irrupción de la música repentina y los gritos de felicidad hicieron que ambos se separaran. Los dos nuevos reyes se entregaron una gran sonrisa animada para después saltar hacia la pista con gran energía.
Obviamente, sus manos nunca se separaron.
Muchos pensaran de porqué no hubo más invitados a la boda y ceremonia. En parte fue porque creí que lo mejor era eso, ya que únicamente se presentaron las personas más cercanas a Bell y Artemisa. También pensé que el Monte Otrís sería el mejor lugar para celebrarlo, debido a que el Olimpo estaba construyéndose y que el lugar mencionado había pasado a ser el nuevo hogar de Bell desde hace varios capítulos (tampoco se puedo olvidar que Bell ya era el Rey de los Titanes desde hace un tiempo, por lo que realmente no es nada descabellado).
Por cierto, esto todavía no es el final.
Les voy a dejar una pequeña sorpresita aquí abajo antes de despedirme.
"Entonces, ¿cómo está yendo las cosas en Orario?" Bell se encontraría sentado sobre su cama mientras observaba la proyección en la que se encontraba Welf.
"Solo algunos asuntos políticos un poco complicados, podríamos decir que es lo de siempre." Welf se inclinaría de hombros, restándole importancia al asunto. "El gremio y los aventureros aun siguen funcionando. Digamos que han aparecido nuevos héroes desde tu partida, aunque ninguno se asemeja a la fuerza que tú tenías en aquellos momentos. Demonios, incluso fue tu culpa que este acontecimiento comenzara a movilizarse nuevamente."
"Quizás tengas razón." Bell no pudo evitar reírse ante lo escuchado. "En cualquier caso, me alegra que la ciudad siga estando bien protegida." Bell no pudo evitar bajar su mirada. "Sabes, es cierto que Orario me ha entregado bastantes disgustos, pero sigue siendo la ciudad en donde todo inició…" El albino dejaría en claro que aún seguía teniendo cierto aprecio por el lugar que lo vio crecer.
Welf miraría hacia un lado, viendo como Hera le hacía varias señales, dándole a entender que la señal se cortaría en poco tiempo.
"Por lo visto, ya no nos queda mucho más tiempo para conversar." Comentó el pelirrojo, mirando a Bell con una sonrisa cubierta de orgullo y satisfacción. "Estoy muy feliz por como han terminado las cosas, esto es algo que te merecías. Déjame brindarte mis felicitaciones como lo hicieron los demás." Welf agachó levemente su cabeza, para después esbozar una sonrisa burlona. "Su majestad."
"¡Vamos, no me llames así!" Bell se rio ante la clara broma de su amigo, quien acompañó su carcajada.
Una vez que detuvieron su diversión, La sonrisa de Bell desapareció lentamente, logrando que el ambiente se pusiera algo denso.
"¿Cómo está Aiz y las demás?" Esa pregunta hizo que Welf se pusiera serio de inmediato.
"Bueno, lo de Aiz es medio complicado…" Comentó el pelirrojo mientras se frotaba el cabello. "Como sabrás, muchos de la Familia Loki te tenían bastante aprecio, así que no les gustó nada lo que hizo en aquel momento. Las cosas están un poco tensas entre ellos, además de que su falta de comunicación tampoco ayuda en nada." Welf miraría hacia otro lado, frotándose la mejilla. "Por lo demás, creo que va todo bien…" Sus palabras se escucharon más que nada como un murmullo, sin embargo, pudo escucharlo.
"Siempre supuse que las cosas podrían terminar de esa manera, por eso nunca pregunté nada al respecto…" Pensó Bell en voz alta. "¿Y que sucede con las otras?"
"Bueno, Haruhime volvió a su lugar natal y no está teniendo ningún tipo de problemas." Una pequeña sonrisa apareció en los dos tras escuchar aquel nombre, ya que había sido de las pocas mujeres enamoradas de Bell que habían entendido la situación. "En cuanto a las demás…" Welf no pudo evitar ponerse un poco tenso. "Bueno, ellas continúan con sus vidas cotidianas e incluso algunas tienen pareja. Pero está muy obvio lo que ocurriría si algún día te presentas de nuevo por estos lares…" Welf dejó bien en claro que ninguna de ellas había cambiado a pesar de los años, eso hizo que Bell diera un gran suspiro.
"Me lo imaginaba…" Bell cerraría sus ojos con gran decepción.
"Pero, debo decir que no todas siguen siendo las mismas." Ese comentario llamaría la atención de Bell, quien alzaría su mirada para ver como Welf le estaba entregando una sonrisa. "Hestia ha sido la que más pudo comprender toda la situación. Y aunque ella realmente estaría arrancándose el cabello al ver que estás casando, creo que podría estar muy feliz por ti."
"Bueno, eso no me sorprende…" Bell bajó un poco su mirada, denotando una pequeña sonrisa. "Aunque estuviera un tanto obsesionada conmigo, ella siempre quiso lo mejor para mí. No me extraña que tuviera esa reacción tan repulsiva en un principio, pero tampoco me parece raro que haya cambiado su postura al respecto."
"Quizás la próxima vez podrías hablar un poco con ella, seguro que se emocionaría bastante." Comentó el pelirrojo con una sonrisa.
"Tienes razón, aunque pasará bastante tiempo para que vuelva a comunicarme con ustedes." Respondería, viendo como Welf se cruzaba de brazos.
"Hablando de eso, ya tengo que irme." El pelirrojo, alzó su mano, dando un último saludo.
"Espero que podamos hablar pronto. Y déjame felicitarte una vez más."
El pelirrojo le entregaría una gran sonrisa dentuda justo ante de que la proyección se cortara.
"¡Espero que seas muy feliz junto a tu esposa!"
"Para ser sincero, creo que es imposible no ser feliz con una mujer como ella…" Bell susurraría para sí mismo, sus ojos se encontraban cerrados mientras recordaba a su mejor y más viejo amigo.
La puerta hizo un pequeño clic, logrando que Bell alzara su mirada. Su rubor e impresión no se hizo esperar cuando vio como se trataba de su Diosa, quien solo llevaba un sostén y unas bragas plateadas.
"Deje el vestido de boda en el armario de afuera, espero no te moleste." Comentó Artemisa, apoyándose sobre la puerta.
"No sé la razón, pero hoy te vez mucho más hermosa de lo normal." Comentó el albino, admirando la figura de su mujer, logrando que esta se sonrojara un poco.
"¡Eres muy bueno usando las palabras!" La Diosa saltó sobre Bell para la sorpresa del mismo, que se vio atrapando a su amada entre sus brazos.
"¿Cómo es que aun puedes tener tanta energía después de toda la fiesta que vivimos?" Preguntaría con una sonrisa socarrona, al mismo tiempo que se levantaba de la cama mientras la sostenía entre sus brazos, como si se tratara de una princesa.
"Eso es porque aun tengo una última sorpresa para ti…" La Diosa le susurró al oído, para luego darle un pequeño beso en la mejilla.
"¿Ha sí?" El albino se mostraría bastante curioso de un momento a otro. "¿Y que sería eso?"
"¿Recuerdas que hace unos días Hestia pidió que me reuniera con ella?" Le consultó, viendo como asentía. "Ella quería hablar de mi sobre algo muy importante…" Artemisa lo abrazó con gran fuerza, logrando que Bell se impresionara un poco.
Parecía bastante emocionada al respecto, algo que no se veía tan seguido en ella.
"Ya deberías saberlo, pero ella es la encargada de estudiar la unión de la familia principal a través de la llama y sus Dominios. Pero, eso no hace que solo pueda saber acerca de las relaciones entre los Dioses, sino también que puede enterarse cuando un nuevo familiar será concebido…"
Bell no era ningún tonto, por lo que ya estaba enterado de lo que ella estaba hablando. Eso hizo que sus ojos se ensancharan a niveles impensados.
Aun así, no quiso hacer ninguna suposición y dejó que Artemisa continuara hablando.
"Bell, vamos a ser padres."
Ese comentario hizo que el mundo de Bell diera un vuelco de 180 grados.
"¿Eso…?"
Bell parecía estar completamente conmocionado ante lo escuchado.
"¿Eso quiere decir que voy a tener un hijo?" La pregunta tan obvia hizo que Artemisa se riera un poco.
Ella se separó un poco de él, para luego tomarlo de ambas mejillas.
"Dos, para ser más exactos." La Diosa le entregó una enorme sonrisa cubierta de amor. "¡Son gemelos!"
La información seguía hundiéndose en la mente de Bell, que no parecía poder almacenar tantas emociones de golpe.
"¿Voy a…?" Bell se pausó a la mitad, para después mirar a Artemisa directamente a los ojos. "¿Voy a ser papá?"
En estos momentos, la sonrisa radiante de Artemisa comenzaría a decaer, hasta ser reemplazada por una de completa preocupación.
"Un momento, ¿acaso no querías tener hijos?" Ella preguntaría con gran tristeza.
Esa tristeza fue reemplazada por otro sentimiento cuando…
"¡VOY A SER PAPÁ!"
Bell gritó con gran felicidad mientras las lágrimas amenazaban en salir de su rostro. La Diosa se vio completamente conmocionada cuando su amado comenzó a dar vueltas mientras la cargaba con gran amor.
Esa conmoción fue reemplazada rápidamente por la felicidad más pura que podría tener su alma.
Ella lo abrazaría fuertemente por el cuello mientras le entregaba un gran beso, haciendo que ambos cayeran sobre la cama.
Los dos continuaron entregándose amor por un tiempo más sin decir ningún tipo de palabras, hasta que Artemisa pareció cansarse de los besos.
Eso era muy obvio, ya que la Diosa se había sentado sobre su cintura mientras se quitaba el brasier.
"¿Qué haces?" Preguntó el albino, notando como Artemisa le entregaba una sonrisa burlona.
"¿Acaso no es obvio?" Ella le respondía con otra pregunta mientras le arrojaba el brasier a la cara. "Vamos a sellar nuestro matrimonio." Concluyó, apoyando su cuerpo sobre el torso desnudo del albino.
"Pero, estoy un poco cansado por todos los acontecimientos de estos días…" Comentó el albino con cara de palo, sintiendo como la Diosa besaba cada parte de su cuerpo, dejando muchas marcas de su labial plateado.
Ella finalmente llegó hasta su oreja, inclinándose lo más cerca posible para decir las siguientes palabras.
"En esta noche, vas a ser todo mío y no aceptaré un no como respuesta…" Ella procedió a darle un pequeño mordisco en su oreja, logrando que el cuerpo de Bell tuviera un pequeño escalofrió.
El albino daría un pequeño suspiro, cayendo rendido ante las manos de su ahora esposa.
Antes de que la escena se cortara, su mirada se desvió al lector una última vez mientras le entregaba una sonrisa.
"La historia de mi vida…"
¡FINAL!
Bueno, esto ha sido todo.
Escuché todas las ideas posibles, y las adapté según el transcurso del capítulo y demás opiniones personales.
Solo espero que el contenido de este capítulo final les haya gustado.
¡Si hubo cosas que para tu opinión faltaron, te pido mil disculpas!
Antes de continuar con la información importante que tenía para decirles, debo hacer una última cosa.
Eso es anunciar a todos aquellos que me siguieron desde principio a final en este gran y, sobre todo, largo recorrido.
Aquí dejaré a todos ellos:
-Surfysun95
-ZuboYang
-Rave2712
-TSMEmiRDLR
¡Muchas gracias por seguirme, apoyarme, y comentar desde el primer capítulo hasta el último!
Sé que hubo muchas otras personas que me siguieron hasta el final, pero la diferencia radica en que ellos estuvieron desde momentos muy tempranos de esta historia. Aun así, les entrego otro agradecimiento a todos aquellos que leyeron esta historia por completo.
Ahora, me gustaría decir un par de cosas muy importantes, y que probablemente alegre a más de uno.
Me gustaría decir algo que podría parecerles interesante: creo que voy a hacer capítulos extras mensuales de esta obra para explicar algunos sucesos de los cuales se hablaron muy por arriba, y también podría hacer extras mostrando el futuro de Bell y Artemisa, las relaciones entre Dioses y Titanes, entre otras cosas. Como dije, serían actualizaciones mensuales, así que no esperen ver muchos extras, principalmente porque no sé cuántos podría hacer, eso depende mucho de las ideas que me surjan en el momento y las que ustedes quieran compartir conmigo.
Otra cosa que quería comunicar es que estaré comenzando una traducción general de todas mis historias en FanFiction. Muchas personas me lo han consultado, y decidí que es una buena idea hacerlo, además de que me ayudaría a llegar a mucho más público.
Ahora sí, ya no me queda nada más que decir.
Solo espero que hayan disfrutado leyendo cada capítulo como yo disfruté escribiéndolo.
¡Muchas gracias a todos!
