NOTA: La imagen de portada no es mía.


Capítulo 2

El primer año de vida pasó rápidamente. Más de la mitad del tiempo estaba durmiendo así que, en lo que parecía ser un abrir y cerrar de ojos, llegó el siguiente octubre. Le parecía una broma mala, que su mes más odiado era justamente el mes cuando nació en esta nueva vida. Por suerte, no habían nacido en Samhain o se habría puesto a llorar.

Para su poca sorpresa, el hechizo le alertó un par de veces de un intruso en su habitación, pero fue reducido al instante por los ninjas invisibles que los vigilaban. Eran anbus, por lo que pudo escuchar, y vestían todos con uniformes negros y grises y máscaras de animales con 2 agujeros para los ojos. Cuando los vio por primera vez se estremeció al darse cuenta del parecido con los mortífagos de Voldemort. Era espeluznante pensar que sus guardaespaldas eran justamente los esbirros más letales del Hokage, tal como lo fueron los mortífagos de Voldemort. La única diferencia entre ambos era la presencia más bien neutral de los anbus en lugar de la malicia que irradiaban los mortífagos. Aun así, como protegían a su hermano y a ella, se encogió metafóricamente de hombros. Hacía años que había perdido los escrúpulos así que no le importaba.

A pesar de ese par de excepciones, el año pasó sin más. Luego pasó el siguiente año. Lo único bueno que pasó en ese tiempo era su relación con el Kyubi, a quién poco a poco parecía ablandarle el corazón con sus charlas infrecuentes y las mejoras continuas que había en su jaula cuando el demonio se lo pedía. Había pasado de odiarla a muerte a tolerarla con algo de confianza.

¿Y dices que viviste más de 120 años? —preguntó el Kyubi, tumbado sobre la hierba a penas menos de un metro de distancia entre ambos—. ¿Cómo era ese otro lugar?

Mucho más grande. Uno podría estar toda la vida viajando y no lo habría visto todo —le explicó ella, con la mirada perdida en sus recuerdos—. El mundo era mucho más avanzado también, pero la tecnología provocó un distanciamiento entre la gente que antes no existía, ni parece existir aquí.

¿Y qué hay de los ninjas?

No existían. Ni existían los bijuus como tú. Existía la gente normal y la gente mágica, así como múltiples animales y criaturas mágicas. Los humanos, no obstante, seguían siendo humanos. Temiendo aquello que no entendían y exterminándolo —sonrió tristemente—. Tienes suerte de no haber estado allí. No te habrían metido en el estómago de un bebé, eso seguro. Te habrían enjaulado mientras pensaban si matarte o utilizarse para sus propios fines.

Humanos… —se mofó con rabia el Kyubi.

Lo sé. Durante mi segundo año en la escuela de magia, Hogwarts, descubrí que podía hablar con las serpientes, ¿sabes? Lo descubrí por casualidad. No le di mucha importancia, pero a la gente no le parecía bien. El asesino de mis padres mató antes a mucha otra gente, provocando 2 guerras civiles. ¿Sabes cuál era una de sus habilidades?

No me lo digas. Hablar con las serpientes. Ya veo. Te convertiste en una paria, ¿no es así?

Así es. Solo tenía 12 años y había crecido con mi tía no mágica. ¿Qué demonios iba a saber yo de todo eso? Aun así, a pesar de que me convencieron para que yo misma me sintiera culpable por tener dicha habilidad, con el paso del tiempo me di cuenta de que solo era un idioma.

Humana. Cuéntame tu historia desde el principio —pidió el Kyubi, mucho más educado y cordial que antes.

—Tardaré un tiempo, pero creo que te parecerá interesante. Mi nombre era Harriet Potter, hija de James y Lily Potter. Cuando cumplí un año y medio, mis padres se encontraban escondidos bajo un encantamiento fidelus. Este encantamiento tiene la capacidad de…

Meses más tarde, cuando acabó de contarle con todo lujo de detalles toda su vida al Kyubi, desde que nació hasta que se casó, vio como el demonio era incapaz de mirarla con ojos cargados de odio. Harriet no había sido un demonio, pero en menos de 20 años había sido tratada muchísimo peor que el mismísimo Kyubi. Si alguien podía entender por lo que estaba pasando, enjaulado en su interior, era ella y viceversa.

Los humanos te fallaron. Eso se les da muy bien —dijo, con un deje de resentimiento y tristeza—. Mi padre fue humano. Nos creó a mis hermanos y a mí. Durante un tiempo fuimos libres, pero a los otros humanos les atemorizaba nuestro poder. Eran incapaces de darse cuenta de que nosotros, seres de chakra puro, éramos igual de neutrales que la naturaleza.

Los humanos siempre hemos sido muy hipócritas —le dio la razón Seina.

Quizás algunos más que otros —le lanzó una mirada contemplativa—. Mi padre nos abandonó cuando más le necesitábamos. Suplicamos su nombre para que nos liberara, pero olvidamos que él también era humano.

Lo siento.

¿Por qué? No fue tu culpa. Igual que este encierro no es culpa tuya sino de tu padre, y de aquellos antes de él que me encerraron en tu madre y forzaron su mano.

—Lo sé, pero sé cómo se siente cuando alguien a quién admiras y amas te traiciona. Como parece que nunca más volverás a confiar en nadie, el dolor y la soledad que eso supone… Siento que otros humanos, gente de mi especie, sea incapaz de tolerar a criaturas como vosotros simplemente porque sois diferentes y tenéis más poder que nosotros. Siento que os traten como esclavos solo por haber nacido como sois, a pesar de que ninguno de vosotros haya pedido nacer.

El Kyubi escondió su rostro y Seina vio que parecía realmente emocionado. Entendía perfectamente por lo que había pasado el zorro porque ella había pasado por lo mismo. Ponerse en los zapatos de otro, ciertamente.

Humana. Mi nombre es Kurama.

—Mi nombre es Seina. Encantada de conocerte, Kurama.

Justo cuando se levantó para seguir alzando nuevas barreras mentales, como hacía cada noche mientras dormía, Kurama habló. Se giró, pero solo vio el perfil del zorro entre unos árboles alumbrados por las faltas estrellas.

Seina. Gracias.

A partir de ahí, las cosas cambiaron. Como ya hablaban y andaban, las matronas empezaron a enseñarles a leer y escribir a órdenes del Hokage. Al principio se habían negado a hacerlo, pero una visita de los anbu y del Hokage les hizo cambiar de parecer. Lo hacían de mala gana, pero eficientemente ya que sabían que estaban siendo vigiladas en todo momento. Seina intentó seguir el ritmo a los otros niños de su misma edad, asegurándose de ir un poco por encima para poder tener una excusa para ayudar a su hermano, a quien le costaba centrarse en una sola cosa con tanta energía que tenía.

Desde los 3 hasta los 5 años se dedicó a usar todo tipo de hechizos invisibles no solo para mejorar su estancia en el orfanato, con hechizos ambientales, sino también para asegurarse de tener la mayor cantidad de información posible. Básicamente, se dedicaba a espiar a todo el mundo. No solamente usaba hechizos sino también legeremancia en las matronas.

Sabía, de hurgar en las mentes de los demás, que los adultos sabían qué tenían en su interior. No conocían el nombre de sus padres, pero eso tampoco les importaba. Estaban decididos a odiarlos ya que creían que, de una forma u otra, ellos eran el demonio y no sus celadores. Inútiles ignorantes. Aun así, estaba acostumbrada a tratar con incompetentes así que, poco a poco, manipuló sus mentes para que, en lugar de ser potencialmente violentas, las matronas se conformaran con tratarlos con odio e indiferencia.

Cuando llegó una nueva matrona, joven y generalmente afable, no lo dudó ni un segundo. Antes de que pudiera interaccionar con ellos y mostrarse igual de resentida que las otras matronas, hincó sus dientes mentales. Vio como el Hokage la había interrogado antes de contratarla para la plaza en el orfanato y supo que podía usarlo a su favor, haciendo creer a Yumi que los mellizos Namikaze, a quienes todos llamaban Uzumaki, no eran realmente demonios sino un par de niños incomprendidos.

Lo cierto es que sentía un débil resentimiento hacia nosotros. Ahora cree que su cambio de parecer es cosecha propia, y no cosa mía. Como va a ser un cambio gradual no se dará cuenta ni ella misma, y mucho menos los anbu.

Muy útil, esta técnica tuya —le apremió Kurama, cuando le comentó las noticias esa noche, como hacía desde años atrás—. ¿Piensas usarla para mejorar vuestra posición en el orfanato?

—Más comida y mantas no estarían mal —dijo ella fríamente, al acordarse de que todo lo que tenían Naruto y ella era siempre lo peor de todo de cada cosa—. El orfanato es un lugar seguro mientras estén los anbu. El problema es interno. Si puedo hacer de ella mi títere lo haré.

Mmm… quizás el hecho de que os trate bien no les guste a las otras matronas… Ten cuidado.

Seina lo tuvo en mente, pero durante bastante tiempo no pasó nada. Salvo que Naruto quería jugar con ella a todas horas.

—¡Vamos, nee-chan! ¡Quiero jugar a ninjas renegados!

—Jugamos a eso ayer —evitó suspirar ella—. ¿No tienes que leer ese libro que te dio Yumi?

—¡Es que es muy aburrido!

Seina vio como Naruto cruzaba los brazos y cómo parecía vibrar de la energía.

—¿Por qué no vamos al parque? —le preguntó.

Lo cierto era que Naruto necesitaba mucho más ejercicio que ella ya que no tenía su disciplina mental. Ni siquiera sabía si quería enseñarle a meditar ya que se horrorizaba de lo que pudiera pasar si Naruto encontrara a su otra mitad de Kurama en su mente con solo 5 años. Era por eso que Naruto necesitaba cansarse el triple de un niño normal. Razón por la cual le había fabricado unas pesas para los pies y brazos y jugaban a algún tipo de juego cada día.

Sin embargo, jugar con los niños de su edad le agotaba. Chillaban, lloraban, se peleaban por cualquier cosa, no tenían miedo a partirse la cabeza contra el suelo, eran testarudos, inconscientes e ignorantes… Ciertamente, a sus 125 años mentales no estaba en la edad de jugar con niños pequeños salvo un par de horas a la semana. El problema era que Naruto quería jugar con ella ya que era la única que lo trataba bien, su familia y con quien no tenía problemas para relacionarse. Si hubiera tenido menos paciencia, o menos edad, le habría dejado solo más a menudo, pero Seina sabía del peligro que corría su hermano inocente.

Era por eso que le daba parte de su comida cuando se quedaba con hambre y ella se encargaba de robar comida de varios niños sin que nadie se diera cuenta de que les faltaba una o dos hojas de lechuga, un par de trozos de pollo o una cucharada de arroz. Afortunadamente, como ningún niño se quejaba salvo de que seguían teniendo hambre, ninguna matrona la vigilaba a la hora de comer. Naruto comía una porción lo suficientemente grande para saciar su apetito y ella hacía exactamente lo mismo a costa de otros niños.

—La vieja Uruchi no nos ha dado postre —le dijo Naruto un día, mirándola fijamente.

—Ah, ¿no? —sonrió, comiendo el postre tranquilamente.

Naruto frunció el ceño, mientras contemplaba de dónde lo había sacado, y luego se encogió de hombros, pero Seina se dio cuenta de que su hermano empezaba a darse cuenta de cosas que antes pasaba por alto. Un día, mientras ella se dedicaba a robar comida de otros niños como siempre, vio por el rabillo del ojo como Naruto tiraba su vaso, sin que se diera cuenta nadie, contra una pared. Todos se dieron la vuelta hacia el ruido y Seina agarró un vaso de otro niño cuando predijo lo que iba a pasar.

—¿¡Quién ha sido!?

—¡Ha sido Naruto! —gritó un niño chivato y Seina suprimió las ganas de estrangularle.

Las matronas se giraron, pero vieron como tanto ella como Naruto tenían sus propios vasos. Al niño se lo llevaron de la oreja por mentir y al otro niño sin vaso también, por romper platos.

—¿Por qué lo has hecho? —le preguntó ella, con curiosidad, en el extremo opuesto de la cama individual que compartían.

—Vi acercarse a la vieja Mako hacia ti.

Seina comprendió que Naruto había tratado de encubrirla, con algo de atónito. Miró a su hermano tumbado al otro lado de la cama, con los brazos bajo la cabeza, y sintió algo cálido en su interior. Sabía que no la habrían pillado porque llevaba puestos unos cuantos hechizos encima, pero decidió que no le quitaría mérito a su hermano cuando lo había hecho para salvarla.

—Gracias Naruto.

—¿Por eso me das parte de tu comida? —le preguntó, extremadamente serio para tener solo 5 años.

—Sí. Yo puedo coger un poco de todos los platos sin que se den cuenta. Si tienen hambre siempre pueden repetir, pero no nosotros. ¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde siempre —se encogió de hombros—. Eres mi hermana. Puedo sentirte siempre.

Naruto asintió y ahí se acabó esa conversación, pero Seina estaba algo atónita. ¿Sería posible que sus barreras mentales intercedieran con la conexión de la que hablaba Naruto? Había reforzado las barreras mentales de Naruto contra su Kurama pero no habría imaginado que, de alguna forma, eso afectaría a su lado del… enlace con Naruto. Como no tenía un adulto a quién preguntarle, se lo preguntó a Kurama.

Mmm… Es posible. ¿Y dices que no puedes sentirle a menos que busques la conexión con él, al contrario de lo que hace Naruto?

Así es.

¿Por qué no intentas reforzar tu conexión con él desde dentro, además de proteger su mente contra mi otra mitad?

Al día siguiente, Seina lo intentó por la noche. Naruto estaba despierto, tumbado en la cama, cuando ella trasladó la puerta que conectaba a ambos a otro lado de su mente, construyendo un pasillo entre ambos. Vio como Naruto abría los ojos de golpe y supo antes de que hablara lo que pensaba decir.

¡Calla Naruto! —pensó en dirección a su hermano y él cerró la boca en seco, mirándola fijamente—. ¿Me escuchas?

¿Seina-nee? —preguntó dubitativo Naruto en sus pensamientos.

Sí. Estamos hablando con nuestras mentes.

¡Sugoi! ¿Cómo es posible?

He estado pensando en la conexión de la que me hablaste.

Seina vio como Naruto no acababa de comprender lo que le estaba diciendo, pero asintió cuando le dijo que simplemente había aceptado "abrir" su lado de la puerta que los unía y que ahora podían hablar mentalmente. Por parte de Naruto, su mente era ahora más que nunca un libro abierto. No tenía filtro ni era consciente de todo lo que le enviaba sin querer. Por su parte, gracias a sus barreras mentales, era capaz de enviar exactamente lo que quería.

Se dio cuenta de que, a pesar de que pudiera entablar contacto con su Kurama, Naruto necesitaba tener barreras mentales para que, cuando creciera, tuviera su propia intimidad y no se vieran inundados por los sentimientos de ambos o acabarían siendo uno en dos cuerpos, si ella se despistaba o perdía por alguna razón sus barreras mentales.

Podrías buscarle de noche, como haces conmigo, y explicarle la técnica mientras estáis en su propia mente.

Quizás tengas razón. Será más fácil que hacerle entrar a voluntad a su mente con la meditación. Lo que será más difícil es explicarle lo de su Kurama y a tu otra mitad explicarle quién soy.

Para nada. Cuando llegue el momento ven a mí. Te daré algo y él lo aceptará.

—¿Un recuerdo?

Exacto. Lo aceptará. Al fin y al cabo, somos el mismo.

Justo cuando Seina empezaba a enseñarle oclumancia a Naruto, fue cuando las cosas se torcieron. Kurama tuvo razón en pensar que a las antiguas matronas no les gustaría el trato de favor, si es que se podía llamar así, de Yumi con ellos. La habían contratado pensando que se desquitaría con ambos, como todas las demás, y no estaban dispuestas a que nadie los tratara bien.

Aquel día hubo una discusión y los niños fueron enviados a la cama antes de tiempo. Naruto y ella pegaron las orejas a la puerta para espiar a pesar de que ella era capaz de oír a más de 20 metros a la redonda con el hechizo que siempre llevaba activo cuando estaba despierta.

Naruto, escucha —le dijo ella, hablándole mentalmente.

—¿¡Cómo puedes ayudar a esos demonios!? ¿¡Acaso no perdiste tú también familia!?

—¡Esos niños no son demonios! ¡Sólo tienen 5 años! ¡No fue su culpa lo que pasó!

—¡CLARO QUE SÍ! ¡POR SU CULPA PERDÍ A MI HIJO!

—¡No sé cómo le miraría a la cara su hijo al ver que trata a los niños que debe cuidar como basura!

Escucharon el ruido de una bofetada y luego se hizo un silencio. Escuchó como alguien mayor jadeaba del esfuerzo y el sonido sorprendido de alguien más joven. Naruto la miró espantado y ella le cogió la mano.

—Vete de aquí y no vuelvas —siseó la vieja Uruchi.

—No. Solo el Hokage puede cesarme —le dijo firmemente Yumi—. Hasta ese entonces trataré a esos niños como se merecen.

—¡HE DICHO QUE TE VAYAS!

Seina y Naruto escuchaban como se producía un altercado entre ambas, chocando con muebles, gritándose e insultándose. Seina escuchó el sonido característico de un cuchillo deslizarse por una superficie y, de repente, el sonido del viento y la carne contactar con la carne.

—Me temo que debemos intervenir —dijo una voz apagada y supo que era uno de los anbu—. Tal y como le ha informado Yumi-san, solo Hokage-sama puede cesar a las trabajadoras de este orfanato. Debido a su comportamiento violento será interrogada e investigada. El orfanato queda a cargo de Yumi-san temporalmente y seguirá siendo vigilado por los anbu.

Escucharon como se llevaban a rastras a Uruchi, que gritaba y despotricaba no solo contra Yumi sino también contra ellos, y luego se hacía un tenso silencio. Seina desconectó a su hermano de su mente para seguir escuchando en silencio y supo que no iba a quedar así. La única persona a su favor era Yumi mientras que las otras 2 matronas estaban igual de enfadadas que Uruchi pero no osaban decir lo que pensaban en voz alta, por miedo de que las escucharan los anbu. Idiotas. Si las estaba escuchando ella, qué no habrían escuchado ya los ninjas.

Al día siguiente, no solo había desaparecido Uruchi sino que también habían sido llevadas a ser interrogadas las otras matronas, incluida Yumi. Cuando pasaron 2 días, los que eran llevados a ser interrogados eran Naruto y ella. Sorprendida, se encontró sentada delante del Hokage al lado de su hermano. Dejó que Naruto respondiera a las preguntas sobre cómo los trataban en el orfanato las matronas, los otros niños e incluso los visitantes poco frecuentes como el médico o el proveedor de alimentos.

—Os seré sinceros, niños —suspiró con aspecto cansado el Hokage—. El orfanato quizás no es la mejor opción para vosotros. Yumi-san solo es una persona y es la excepción a la regla. Aunque reemplace a las otras matronas puede ser que vuestra situación no cambie.

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó ella, con el ceño fruncido.

A pesar de que Sarutobi no estaba intentando minimizar la gravedad del asunto tampoco les estaba ofreciendo una solución, y si él, que era la persona más poderosa de la aldea, era incapaz de remediarlo, ¿eso que suponía para su hermano y para ella?

—Podríais vivir en un apartamento por vuestra cuenta. Mis ninjas me han dicho que habéis demostrado gran responsabilidad y que sabéis cuidaros solos. Sé que es algo extraordinario, considerando que a penas tenéis 6 años, pero estoy convencido de que es lo mejor para todos.

—¿Y cómo vamos a pagar la comida y el apartamento?

—Tendréis una paga mensual de la cual se os descontará automáticamente el pago del apartamento. El resto del dinero será vuestro para la comida, la ropa y lo que podáis necesitar.

—¿Y las facturas? —preguntó ella, cuando vio que lo estaba simplificando demasiado.

El Hokage alzó una ceja, pero contestó. —He llegado a un acuerdo con un arrendatario. Tiene pisos pequeños y antiguos que nadie quiere alquilar debido a las nuevas construcciones de los últimos años. Le he asegurado que ese piso sería alquilado durante al menos 5 años o hasta que os graduéis de la academia. A cambio, las facturas del agua y de la luz vienen incluidas en el precio del apartamento.

—¿De cuánto es la paga? ¿Y cuánto es el pago del piso?

—La paga son 10.000 ryo mensuales, de los cuales 4.000 se os descontarán para el piso.

Seina calculó el precio del piso. Supuestamente, un genin recibía en una misión D unos 5.000 a 50.000 ryo así que pagar solamente el piso cada mes supondrían un par de misiones. Sin embargo, era un precio barato considerando que podían hacer cada seman misiones tipo D cuando se graduaran, y encima eran 2 personas.

—Me parece bien.

Seina acabó de resolver algunas dudas más, como cuándo recibirían el dinero, cómo lo recibirían, etc. Se marcharon acompañados por un ninja hasta su nuevo apartamento. El edificio era alto y de aspecto algo destartalado, quizás tendría 4 plantas. Ellos se encontraban en la planta superior, en el piso donde solo había otro apartamento. Entraron y lo primero que vio fue una diminuta entrada para dejar sus zapatos, seguido de un pasillo corto que daba paso a un salón-cocina de tamaño medio. No era extremadamente grande pero lo suficiente para que la cocina y el salón estuvieran claramente diferenciados por el espacio y una mesa cuadrada para un par de personas. Al otro lado del salón, siguiendo la trayectoria del pasillo, había una habitación cuadrada con un par de camas individuales, una al lado de la otra, cubriendo una pared entera. La última puerta del piso, frente a la cocina y al lado del dormitorio, era un baño con una bañera y ducha, bastante modesto.

—¡Yatta! —gritó Naruto al verlo y entró corriendo, dejando tiradas sus zapatillas en cualquier lugar.

Seina bufó una risa y aceptó el monedero con el dinero y la llave del piso del ninja que los había acompañado. Vio como alguien había dejado sus pocas pertinencias en medio del dormitorio así que llamó a Naruto para que guardara sus pocas ropas en el armario doble que había en el dormitorio. Investigó los cajones y vio que alguien había comprado comida para durarles varias semanas, así como varios juegos de sábanas y mantas. También habían comprado toallas, una alfombrilla del baño y enseres para ducharse. Comprobó el dinero y vio que tenían los 6.000 ryo restantes así que se preguntó de dónde había salido todo eso. Aun así, se encogió de hombros y se lo tomó como un regalo del Hokage.

—¿Qué vamos a comer? —preguntó Naruto, quien normalmente pensaba con su estómago.

—¿Qué te parece un plato de ramen instantáneo? —dijo, quien no tenía ganas de ponerse a cocinar de buenas a primeras.

Mientras Naruto preparaba el plato instantáneo con una tetera conectada al único enchufe de la cocina visible, Seina se dedicó a poner todo tipo de hechizos en su nuevo piso. Para empezar, utilizó un hechizo modificado para que en lugar de silenciar el piso los escucharan hablando de cualquier tontería posible. Luego usó hechizos para cerrar todas las entradas al piso y otros encantamientos para suprimir el deseo de querer entrar a la propiedad en caso de tener malas intenciones, anclados a las ventanas y a la puerta.

No quería proteger demasiado el piso ya que si se veían incapaces de entrar a la propiedad es posible que hiciera levantar sospechas. Sin embargo, si usaba las intenciones individuales de cada visitante, aquellos que les deseaban mal no podrían entrar. Así pues, eso debería permitir la entrada a los ninjas del Hokage sin que resultaran heridos ni nadie sospechara nada.

—Deberíamos guardar el dinero en un lugar seguro —le dijo Seina a su hermano.

—¿Aquí estará protegido? —frunció el ceño Naruto.

—Déjamelo a mí.

Naruto asintió y le entregó la comida.

—Me gustaría encargarme yo de manejar el dinero. Tenemos 6.000 ryo restantes al mes, eso significa que necesitamos gastar solo en comida y que podemos ahorrar el otro dinero.

—¿Cuánto puede costar la comida? —preguntó Naruto, totalmente desconcertado.

—No lo sé. Mañana iremos a mirar tiendas y a ver los precios. Así nos haremos una idea.

Quería comprar también un cofre pequeño para guardar el dinero. Con runas podría agrandar su interior y allí podrían guardar todo lo de valor, incluido el dinero. Tenía pensado también comprar otro monedero para que tanto Naruto como ella tuvieran una paga individual. Imaginaba que, si gastaba 3.000 ryo mensualmente en comida, quedarían 3.000 disponibles. Podían repartir entre 3 lo que restaba: 1.000 para cada uno y otros 1.000 para ahorrar. Si se organizaba bien estaba segura que podría ahorrar mucho más, sobre todo porque podía lavar la ropa y limpiar el piso con un hechizo y así se evitaba comprar productos de limpieza, a pesar de tener una lavadora propia en el piso.

Al día siguiente, fueron a la academia como era habitual y luego pasearon por la aldea en busca de un mercado cerca de su piso. Dio gracias a Merlín por haber tenido la gran idea de hechizarse con un débil encantamiento para evitar a la mayoría, salvo a los más decididos a odiarles, mientras caminaban por las calles sin supervisión adulta. Incluso bajo el encantamiento podía notar un par de miradas cargadas de odio en su cogote. Por suerte, no pasó nada malo y pronto vieron su edificio sobresalir entre los demás.

—Mira Naruto. Ese es nuestro piso. Tenemos que investigar lo que hay alrededor.

—¡Genial! ¡Empezaremos por esta calle! —exclamó su mellizo y empezaron a caminar calle abajo—. ¡Una tienda de ramen!

Seina miró la tienda y vio que era más bien un tenderete con 3 asientos. Parecía un local rectangular sin espacio para mesas interiores. Por suerte, eso implicaba menos gente observándoles si algún día decidían comer allí. Vieron que había en la calle de atrás un pequeño mercado con una frutería, una carnicería, una pescadería y una tienda de productos importados. También, calles un poco más allá, había varias tiendas de ropa, una droguería, una tienda de armas, un dojo e incluso el centro veterinario.

Mientras iban pasando por delante, a pesar de tener el encantamiento activo, vio como algunos vendedores los miraban con desdén y supo que, de venderles algo, seguramente sería comida a punto de caducar, caducada y con el precio inflado. Evitó enviarles una mueca de desprecio como respuesta y se contentó sabiendo que esas personas no eran capaces de hacerle ningún tipo de daño. Simplemente tendría que comprar ella sola y usar su magia para cambiar de apariencia e influenciarlos para que le vendieran más barato lo mejor que tenían.

Por suerte, tenían ropa que todavía les valía del orfanato. Era ropa básica en colores oscuros y neutros pero, mientras les sirvieran, a ella ya le estaba bien. Sabía que pronto tendrían que comprar sus propios kunais para practicar así que pensaba pasarse por la armería para equipar su mochila y la de Naruto. Además, ahora que tenía dinero, quizás podía contratar unas clases extra en el dojo con tal de que los ayudaran a mejorar su taijutsu.

En la academia, como en todos lados, casi todos los profesores intentaban sabotearlos. Les daban material desactualizado, los castigaban a la mínima que les daban cualquier excusa válida para hacerlo haciéndoles perder tiempo para entrenar fuera del colegio, cuando tenían alguna duda hacían ver que no los habían visto alzar la mano y cuando los otros niños se metían con ellos, quitándoles el almuerzo o robándoles los libros les decían que eran cosas de niños pero no los ayudaban a recuperar sus cosas.

Todo eso pasó los primeros meses al ser apuntados en la academia, al cumplir 6 años. Naruto intentó quejarse las primeras veces de semejante abuso, pero fue ignorado y castigado, para su enfado colosal. Aun así, su hermano, quien empezaba a comprender que su hermana tenía una serie de poderes secretos que él no tenía, se calmó cuando Seina se lo dijo. Después de todo, para ella era facilísimo duplicar un par de libros de los niños de clanes con un gemino o hechizar sus bentos para que nadie se diera cuenta de que estaban allí y pudieran quitárselos.

Cuando Naruto vio cómo se comportaba ella, que sabía todos los trucos del libro para evitar ser castigada, empezó a imitarla y los profesores tuvieron que apretar los dientes al darse cuenta de que no tenían razones para castigarlos. El único problema de todo esto eran las dudas no resueltas y aprender a luchar. Seina había sido auror pero, aunque tenía algo de nociones de defensa personal, no era ni muchísimo menos experta como los ninjas. Simplemente, para un mago o bruja, no era necesario ese tipo de conocimiento. Las dudas, por otro lado, podía resolvérselas Kurama, para su atónito y diversión. El problema era que Naruto todavía no estaba tan avanzado en meditación como para entablar conversación con su propio Kurama así que no tenía a nadie que le ayudara como ella.

—He mirado los precios de la comida —le dijo Seina esa noche a su hermano—. Creo que por menos de 3.000 ryo podremos comer todo el mes. Si nos repartimos lo que queda entre los dos y guardamos un poco como ahorros podríamos vivir sin problemas.

Naruto jadeó de alegría. —¿¡Y tendremos dinero cada uno!?

—Sí. Compraremos un monedero más y cada uno tendrá dinero que podrá gastar como quiera. Aun así, Naruto, si te quedas sin dinero un mes, no puedes coger de los ahorros, ¿me entiendes?

Su hermano asintió, jurando que no lo haría, y ella le creyó. Esa noche, cuando Naruto estaba totalmente dormido, miró los billetes que tenía y pensó en usar sus habilidades para copiar el dinero. Después de todo, era solo papel. Realmente preferiría no hacerlo, pero todo, y no era broma, todo en la aldea se pasaba de su paga mensual. Para empezar, solo 5 kunais valían 5.000 ryo si los compraba en pack, si los compraba uno a uno le salían por 1.500 ryo por cabeza. El hospital costaba 5.000 ryo si se producía ingreso y cada cura o remedio usado tenía un precio si la persona no era ingresada. Por no hablar de la comida o de la ropa.

Si un genin hacía una misión tipo D a la semana durante un mes, y poniéndose en la tesitura de que les pagaran lo máximo, al final de mes tendría un sueldo de 200.000 ryo. Podría pagarse un alojamiento propio en las zonas más baratas de la aldea y comer. Cualquiera pensaría que era bastante dinero, 200.000 ryo, pero si lo comparaba al precio de la vida en Konoha, las cosas cambiaban. Así pues, aunque a Naruto le pareciera una barbaridad que tuvieran 6.000 ryo mensualmente para ellos solos, realmente no eran gran cosa ya que el precio de la vida estaba por las nubes.

Podría probar a preguntar al Hokage si sus padres tenían alguna vivienda en su nombre pero, teniendo en cuenta de que no les habían dado una casa ya pagada eso querría decir que o no tenían una o no pensaban dársela. Si sus padres hubieran comprado un piso en Konoha, por mucho que hubiera sido destruido en el ataque de Kurama, seguirían contando con escritura de la casa y, al ser reconstruida la aldea, una casa nueva volvería a ser suya. Eso era una de las pocas cosas buenas que tenían las aldeas ninja. Quizás porque, de no ser así, con el número de veces que la aldea podía ser destruida en menos de 10 años nadie compraría una sola casa.

Poniéndose en el peor de los casos, Naruto y ella no tenían nada en propiedad. Hasta que no tuvieran algo suyo estarían dependiendo siempre de la influencia del Hokage para que alguien les alquilara un piso. Por lo que había visto de reojo en los escaparates de las inmobiliarias del vecindario, un barrio bastante bueno y muy cerca de la academia, un piso como el que alquilaban costaba algo más de 1 millón de ryo. Cosa que no tendrían ni ahorrando toda la vida con la paga que les habían dado.

Los vecindarios más alejados, a la periferia de la aldea, costaban un tercio de ese precio según lo que había oído con sus hechizos espía. Eso era más asequible, y más si compraban una casa a medias o algo similar. Aun así, eso significaría hacer muchas misiones y ahorrar todo lo posible, y todavía estaban en la academia así que solo podía ahorrar una miseria hasta que se graduara.

—¿En qué piensas nee-chan? —le preguntó de improvisto Naruto y ella dio un salto.

—En que tenemos que ponernos las pilas y entrenar por nuestra cuenta. Nadie va a ayudarnos.

Naruto asintió, mirando al techo. —¿Crees que nos graduaremos pronto?

—Ahora mismo no lo creo. Me he informado de los requisitos para graduarse y apenas nos están empezando a enseñar el henge.

—¿Podríamos practicar mañana? —le preguntó Naruto y ella asintió.

—Mañana.