CAPÍTULO 4: Alguien genial.
Al fin su turno laboral había terminado, y como acordaron, Osamu estaba afuera esperándola.
Su corazón latía fuerte y unas ligeras ganas de vomitar la invadieron. Se sentía terriblemente nerviosa y eso pudo percibirlo su acompañante.
—Rin —sujetó su mano que descansaba sobre la mesa de aquel pequeño café —. Entiendo que te sientas incómoda, he actuado como un idiota estos últimos días.
Ella cortó con el contacto rápidamente, escondiendo sus manos entre sus brazos.
—Quiero saber por qué querías hablar —preguntó intentando mostrar algo de seguridad.
Una camarera, sin saberlo, interrumpió momentáneamente la conversación cuando se acercó a dejar sus respectivas bebidas en la mesa.
—Batido de melón, tu favorito —dijo intentando crear un mejor ambiente, pero como respuesta, Rin frunció el ceño, esperando que él continuara con la conversación—. Creí haberlo dejado claro —Suspiró derrotado, para luego inclinarse sutilmente sobre la mesa buscando acortar distancia entre ambos —. Te extraño. Fui un idiota al haberme separado de ti. Creo que no valoré a la hermosa mujer que tenía a mi lado. ¿Me perdonas?
Afligida miró su bebida un par de segundos, recordando cada palabra de esa última discusión y el cómo había cambiado su comportamiento para con ella de la noche a la mañana.
—Me heriste mucho y lo sabes.
—Es verdad y me arrepiento —afirmó quitándose los lentes. Sus ojos color verde la miraban clamando compasión —, por eso... Permíteme redimirme. Dame otra oportunidad.
«¿Otra oportunidad?», pensó taciturna.
No podía negar que también lo extrañaba… y mucho, pero tampoco era capaz de olvidar así como así la manera en que se comportó. No estaba cómoda, ni tampoco lista.
Tras un largo y desalentado suspiro, Rin finalmente habló.
—Te perdono. —Osamu la miró con una sonrisa marcada que expresaba su satisfacción ante tal respuesta—. Pero...
Su mirada, de estar completamente complacida cambió expectante a lo que Rin estaba por decir.
—Pero no voy a volver contigo.
Un silencio abrumador se hizo presente en esa pequeña mesa. Ni siquiera la enorme cantidad de voces riendo y conversando en el fondo, eran capaces de llegar a sus oídos. Para él todo se había detenido, mientras su mente intentaba analizar y entender tal discrepancia.
—¿Cómo? —preguntó deseando salir de aquella confusión que invadía su cabeza. Estaba seguro de que diría que sí, especialmente después de que accedió a perdonarlo. Su negativa, lo tomó completamente por sorpresa.
—Después de lo que pasó, no me va a ser tan fácil volver contigo como si nada —aclaró medianamente lánguida—. Creo que es mejor empezar desde cero y ver cómo surgen las cosas.
Osamu la vio con cierto desdén, para nada similar a esa mirada que tenía segundos atrás cuando esperaba un perdón de su parte.
—Dime Rin, ¿quién te crees que eres? —preguntó con evidente molestia, dejando a la mujer completamente perpleja —. ¿Tan incapaz eres de perdonarme?
—Te he dicho que te perdonaba.
—¿En serio? Porque no parece que eso estés haciendo —se quejó —. ¿Acaso tengo que volver a conquistarte?
—No dije eso.
—«Empezar desde cero y ver como surgen las cosas» —citó con notable enfado —. Me puedes decir ¿qué demonios significa eso?
—No es lo que quise decir, es solo que... No me siento preparada para tener algo de nuevo —respondió la joven con tristeza.
Osamu bufó.
—Soberbia. —Lo escuchó decir —. Solo quieres que te suplique por haberte dejado, ¿no es verdad?
—¿Qué demonios estás diciendo?
—No te hagas la desentendida. Te conozco, eres una romántica empedernida. Esperas que nuestro amor resurja como al principio ¿No es verdad? —Ella no supo qué responder. Lo que estaba escuchando era sinceramente inesperado —. Para ti no es suficiente que haya venido a disculparme. Tú necesitas más. Todo un cuento de hadas sin dudas, con la diferencia de que tú, Rin, no eres una princesa. Ya te conquiste una vez, no tengo por qué volver a hacerlo por un capricho tuyo.
—¡Suficiente! —exclamó con un tono de voz medianamente elevado que de seguro llamó la atención de algunas personas que fingieron no haber oído —. No sé quién te crees tú que eres para insultarme de esa manera. Si alguna vez me tuviste cariño, deberías entender mi situación. —Se puso de pie y buscó en su bolso algo de dinero para dejarlo de un manotón sobre la mesa —. Ten, disfruta de ambas bebidas tú solo.
Ante su retirada, Osamu intentó llamarla en voz alta un par de veces, pero al ver que las miradas del lugar empezaban a girarse hacia él, prefirió desistir, sintiéndose algo más que avergonzado y molesto. Rin por su parte salió lo más rápido posible de aquel lugar, empezando a notar como su visión se hacía cada vez más borrosa. Aun así no se detuvo hasta llegar a algún lugar aislado de aquel precioso parque. Solo cuando se vio solitaria, dejó escapar una lágrima. Tenía una mezcolanza de sentimientos entre dolor y rabia, pero por sobre todo, decepción. En ese momento entendió lo que realmente significaba para Osamu. Un consuelo.
«Dime Rin, ¿quién te crees que eres?».
Esas palabras la hicieron sentir tan poca cosa. Nunca había tenido baja autoestima, podía llegar a ser un tanto insegura en algunos aspectos de su vida, pero nunca para permitir que alguien la hiciera sentir menos. Y aunque sí se levantó de la mesa, demostrando tener el carácter suficiente para hacerse respetar, la realidad era completamente diferente a eso. Las palabras de Osamu realmente la hirieron y el darse cuenta de lo que significaba para él la hizo sentirse aún peor. Empezaba a creer que toda su relación fue una mentira, una que ella se creyó completamente, porque para su pobre corazón, había sido real. Tras este pensamiento, dejó sacar toda su tristeza, permitiendo, ahora sí, que las lágrimas corrieran por sus mejillas, dejando un pequeño camino marcado. Una tras otra, como una interminable cascada de agua salada que caía y caía, hasta que ya no había nada más que derramar.
Sintió por fin un poco de paz después de toda la angustia que había estado cargando durante todo el día, y fue entonces que, habiéndose calmado, se permitió ver el hermoso lugar en el que se encontraba. Era un sitio bellísimo que daba a un enorme lago con botes en forma de cisne. Cerca de la orilla había un único árbol con una preciosa y única alfombra de hojas rojas a sus pies. Se sentó un rato a apreciar la bella vista que tuvo la suerte de encontrar y, de alguna manera, esa calma logró hacerla sentir algo mejor. Fue hasta que el frío de la noche empezó a hacerse presente, que ella se dispuso a levantarse.
Se retiró no sin antes darle una mirada a su teléfono. A pesar de lo que sentía, no podía negar que esperaba que Osamu hubiera intentado llamarla, pero... No fue así. Era de esperarse y aun así estaba decepcionada. Empezó a caminar melancólica, pues en su desespero por irse de aquel café no se percató lo mucho que se alejó de la entrada. Ahora tenía que volver, aunque francamente no sentía mucha prisa. Después de todo llegar a casa no haría las cosas mejores. Fue caminando a un ritmo lento y tranquilo, siendo ignorada por los sonrientes rostros de la gente al rededor. Al menos ellos si la pasaron bien. Sin embargo, a pesar de su inerte estado pudo darse cuenta de que... No estaba del todo sola.
Al principio no prestó atención pero a medida que avanzaba, más notaba que una de estas personas, seguía sus pasos. Intentó calmarse, y disimuladamente se detuvo a revisar su celular, o al menos eso quiso aparentar. Grande fue el susto cuando se percató que esa persona, también se había detenido, claro que, manteniendo cierta distancia de ella.
«Quizá sea una coincidencia».
Buscando quitarse la sospecha de encima, se detuvo dos veces más sin éxito alguno. Decidió entonces sentarse en una banca que yacía vacía en un lugar en el que, por suerte, pasaba la suficiente gente. Creyó que si se sentaba a esperar, esta persona se cansaría y se iría. Gran error.
Sus esfuerzos se vieron completamente neutralizados cuando quien la seguía decidió acercarse y sentarse a su lado. Era un joven de piel tostada, abundantes cabellos castaños y con un característico lunar en su mejilla izquierda, justo debajo de su ojo. A simple vista parecía un hombre atractivo y carismático, pero Rin sintió que el corazón se le iba a salir por la boca, cuando de repente se dirigió a ella.
—Es precioso el parque, ¿no te parece?
Ella se tensó, pero aun así intentó mantener la calma.
—S-sí, es muy bello.
Quizás estaba exagerando. Quizás el hombre solo quería conversar con alguien. Solo quizás.
—¿Sabes?, es peligroso que una chica tan bella como tú ande tan sola de noche —comentó el hombre desconocido con una sonrisa burlona —. ¿No tienes miedo?
Un escalofríos recorrió todo su cuerpo y el pavor que intentaba no sentir, apareció dejándola casi congelada. No, definitivamente no era normal que alguien la siguiera de esa manera, mucho menos que se sentara a su lado a decirle tales cosas. Decidió no responder y pensar qué hacer. Por suerte el flujo de gente era lo suficiente como para no sentirse sola, pero sabía que eso era algo temporal, por lo que no debía quedarse ahí mucho más tiempo. Tampoco quería irse sola y que ese hombre viera dónde vivía, o peor, que no la dejara llegar. Quizás podría ir a la estación de policía más cercana.
«¿Y si se da cuenta e intenta evitarlo?»
En ese momento de nerviosismo se le ocurrió llamar a Osamu. Al menos sabía que estaba cerca e independiente a como quedaron las cosas en el café, dudaba que la fuera a dejar a su suerte si le explicaba la situación, o al menos así sería si el hombre contestara el celular.
«¡Por favor, responde!», pensó algo desesperada.
El muchacho sonrió complacido al notar el evidente nerviosismo de la muchacha. Algo que le dio más razones para quedarse. Amaba tener ese control.
—¿Llamas a alguien? —preguntó casualmente. Rin asintió con una sonrisa nerviosa, sin obtener éxito alguno en comunicarse con su ex —. Tal parece que no te contestan.
En ese instante ella se puso de pie como si hubiera sido impulsada por un resorte.
—Perdona, pero me están esperando y ya debo irme —dijo amablemente, mientras empezaba a caminar con rapidez, buscando alejarse de él, pero en menos de lo que esperaba, los pasos ya la habían alcanzado.
—Será mejor que te acompañe mientras tanto. No se sabe si llegue a aparecer.
Quería decirle que se fuera, que dejara de seguirla, pero el hombre era alto y fornido. ¿Qué haría si se molestaba y decidía esperarla en algún otro lugar?
Sus opciones se habían acabado, quizá lo mejor era buscar una estación de policía, aunque la más cercana estaba lo suficientemente lejos y no sabía si aguantaría esa compañía por tanto tiempo. Siguió llamando a Osamu, sin éxito alguno. Le escribió mensajes a su LINE, pero nada. No los leía. Dudaba que siquiera los recibiera. Conociéndolo y con experiencia en previas discusiones, de seguro la había bloqueado. Mientras más caminaba, más empezaba a sentir que se iba a desmayar de los nervios… Hasta que lo vio. Entre las pocas personas que pasaban por el lugar pudo observar esa hermosa e inconfundible cabellera plateada.
«Tiene que ser una broma», pensó. De todas las personas del mundo, tuvo que encontrarse con su jefe, con quien ya tenía un historial poco favorable para ella. Parecía que el universo le estaba haciendo una mala jugada... O tal vez, era esa la oportunidad que tanto estaba esperando. Sea como fuere, tenía que aprovechar. Al menos esperaba que le siguiera la corriente.
Aceleró el paso hacia el joven de semblante imperturbable y se aferró a su brazo como si lo conociera de toda la vida.
—¡Al fin te encuentro, Sesshōmaru! —exclamó con notable, y tal vez exagerada, euforia —. Perdona por haberte hecho esperar.
Sesshōmaru al verla quedó tan confundido que ni siquiera fue capaz de responder en el momento. Así que ella aprovechó para girarse hacia su acosador, quien al verla acercarse al peli plateado, cambió su expresión de burla, a una más seria.
—T-te dije que me esperaban. Gracias por acompañarme, pero estoy bien.
Las palabras de Rin hicieron reaccionar a Sesshōmaru, provocando que evaluara un poco más la situación, la cual aún lo tenía desconcertado. Ahora que lo notaba, sus manos no solo estaban aferradas a su brazo, también estaban temblando. Eso sumado a su evidente nerviosismo le hizo comprender lo que estaba sucediendo.
—Llegas tarde. —Su tono de voz sonaba tan seguro de sí mismo que por un momento podría pensar que sí la estaba esperando —. ¿Quién es él?
«Un acosador», quiso decir.
—Solo la acompañaba para que no estuviera sola —sonrió de forma fingida el desconocido. Era claro que ya no tenía el control de la situación y eso le había molestado.
—Bien. Ya no hace falta que lo hagas —respondió tajantemente el peli plateado —. Ahora será mejor que te vayas.
Tras estas agrias palabras, al hombre desconocido no le quedó otra que irse incómodamente. Sesshōmaru lo siguió con la mirada hasta que desapareció de su campo de visión.
—Al fin se fue... —la escuchó decir. Entonces sintió que el agarre en su brazo empezaba a soltarse lentamente y al mismo tiempo se hacía más pesado.
El cuerpo de Rin finalmente había cedido, y de un momento a otro sus piernas perdieron fuerza, causando que cayera de rodillas en el suelo. Por suerte su acompañante pudo agarrarla con rapidez y disminuir el impacto de la caída.
—Qué bueno —dijo la joven, sintiéndose más aliviada que nunca.
—¿Estás bien? —preguntó Sesshōmaru. Su tono no era el más amable del mundo, pero tampoco podría decir que sonara tan autoritario como en la oficina.
—¡S-sí! —se apresuró en decir —, solo me fallaron las piernas, pero estoy bien. Muchas gracias señor Taishō. —Hizo con pocas fuerzas una pequeña reverencia —. Si no fuera por usted no sé qué habría pasado conmigo.
El hombre la observó momentáneamente. Estaba completamente pálida y sus manos aún temblaban.
—Andando. —Rin levantó la mirada algo sorprendida —. Es tarde. Te llevaré a tu casa.
La invitación, que más bien parecía una orden, la confundió un poco, pero su autoritaria mirada le hizo comprender que de no apresurarse la dejaría, y sinceramente en esos momentos, lo que menos quería era separarse de él. Así que tras tomar una bocanada de aire, se puso de pie, aún sintiendo cierto temblor en las piernas.
—¿Puedes caminar? —preguntó Sesshōmaru.
—Sí —sonrió —, al menos ahora me siento segura.
Tras un asentimiento, Sesshōmaru empezó a caminar, seguido por Rin, disminuyendo un poco su paso para que ella pudiera estar junto a él. Al mismo tiempo, iba mirando a los alrededores, atento de volver a encontrar a ese sujeto que la estaba acosando, cosa que no sucedió. El hombre sin lugar a dudas se había espumado.
Una vez en el auto, la joven, aún nerviosa, indicó su dirección, la cual estaba sorprendentemente cerca. Iba callada, mirando perdida por la ventana, asimilando quizá, de alguna manera, lo que acababa de suceder. En realidad había sido un día desastroso para ella, y tal vez habría sido peor si no se hubiera encontrado a su jefe. Menos mal que así fue. No es que pudiera determinar que aquel desconocido fuera a hacerle algo malo, también cabía la posibilidad de que al verla sola quisiera molestarla.
«Parecía estarse divirtiendo...»
Pero francamente no quería tener que averiguarlo. Suficiente amarga fue la tarde con Osamu, como para añadirle la cereza al pastel. Se sentía terrible, sí, pero al menos estaba bien.
—Otonashi —la llamó, sacándola de su ensimismamiento. Ella volteó a verlo confundida, esperando el porqué de su llamado —. ¿Es aquí?
Rin observó el GPS, el cual marcaba el lugar de destino, e inmediatamente miró a su alrededor. Estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera notó cuando llegaron.
—E-es allá —señaló algunos metros más adelante —, en ese edificio.
Sesshōmaru avanzó con su auto, hasta llegar al lugar indicado y dejarla justo frente a la entrada. Al bajar del auto Rin dio un suspiro y volteó a verlo decidida para posteriormente, hacer una marcada reverencia.
—¡Gracias nuevamente! Ha hecho mucho por mí el día de hoy, y no tiene idea de lo mucho que le agradezco.
Sesshōmaru levantó una ceja, ocultando ligeramente la sorpresa que le causaron sus palabras.
—No tienes que —expresó parcamente.
Ella sonrió con simpleza y antes de finalmente cerrar la puerta y retirarse dijo:
—¡Usted es simplemente genial!
Eso lo descolocó significativamente, pero inmediatamente después de hablar, ella se retiró; sin embargo, algo de eso quedó completamente grabado en su memoria, y fue la sonrisa con la que había pronunciado dichas palabras. Ese día estuvo molestándole el pensamiento de aquellas lágrimas que pudo observar cuando chocó contra él a la hora de almuerzo, pero ahora era como si todo eso se hubiera borrado y lo que empezaba a dar vueltas en su cabeza era esa dulce sonrisa.
«Sí que es una chica curiosa».
