De No Ser Por Un Perro

18 de junio, 1993:

Los siguientes días fueron maravillosos. Lily estaba en casa con nosotros, y ahora nuestra pequeña familia estaba completa. Salvo por Gabriel. Yo había pensado, pensado no demasiado, en conseguir otro perro. Pero escribir mis memorias de Gabriel hacía que le recordara aún más, y eso a su vez me afirmaba en nunca conseguir otro, porque otro perro, incluso un collie, no podría reemplazar a Gabriel. Cuando Lily estaba en casa, yo hacía gofres y panqueques, en lugar de sólo huevos y beicon, o salchichas y revuelto de patatas. Ella siempre decía que no podía esperar a llegar a casa y volver a comer una comida decente, porque cuando estaba de misión, a veces no comía más que un sándwich en todo el día, dependiendo de dónde estuviera. También clamaba que mi cocina era tan buena como la de un chef profesional, pero yo me reía de ella. Yo no era ningún cocinero gourmet, me gustaban las comidas sencillas, aunque dame una receta y podía hacer lo que fuera. En eso, cocinar era lo mismo que las pociones.

Tras el desayuno, Lily dijo que tenía algo que mostrarme en el patio, y Harry dijo que iba a estudiar en su habitación. Seguí a mi esposa afuera cruzando el patio trasero, me condujo al gran roble donde Gabriel solía tumbarse las tardes soleadas. Bajo la sombra de las ramas había una lápida memorial de mármol blanco. Grabada en ella había una foto de mi amado perro, en color. No era una foto mágica, así que no se movía, pero era una hermosa imagen. Debajo estaba la siguiente inscripción:

Tributo A Un Mejor Amigo

La luz del sol se derrama a través del cristal de la ventana

en un lugar en el suelo…

entonces recuerdo,

es donde solías yacer,

pero ahora ya no estás.

Nuestros pies caminan por un pasillo alfombrado,

y suenan ecos apagados…

entonces recuerdo,

es donde tus patas abundarían alegremente.

Una voz se oye a lo largo del camino,

y arriba más allá de la colina,

entonces recuerdo que no puede ser la tuya…

tu voz dorada está quieta.

Pero tomaré ese lugar vacante de suelo

y vacío pasillo mudo

y los pondré con la voz ausente

y el plato sin usar a lo largo del muro.

Envolveré estos recuerdos atesorados

en una manta de mi amor

y los guardaré para mi mejor amigo

hasta que nos encontremos arriba.

Debajo de eso estaba el nombre de Gabriel y las fechas de su nacimiento y muerte. Alrededor de la lápida había flores plantadas, lirios, margaritas, tulipanes, todas las flores que a Gabriel solía gustarle escarbar en el jardín de Lily.

"Pensé… pensé que podría gustarte tener un memorial aquí, de modo que cuando salgas al jardín de hierbas a recolectar ingredientes puedas mirarlo y recordar cómo solía seguirte…" dijo Lily, poniéndome el brazo alrededor de la cintura, los ojos brumosos.

"¿Tú… escribiste eso?" pregunté, mi voz un poco ronca.

Ella sacudió la cabeza. "No soy poeta, Sev. Fui a la biblioteca y encontré eso en un libro. Pensé que os describía a ti y a él perfectamente. Pero sí encanté la fotografía ahí y también el poema. ¿Te gusta?"

Asentí, tragando saliva. "Sí. Es muy adecuado." Señalé las flores. "Le habría encantado escarbar en ésas."

"Lo sé. ¡El desgraciado!" Pero lo dijo con una sonrisa. "Oh, Sev. Plantaría un campo entero y le dejaría escarbarlo con tal de que pudiera estar aquí ahora. Fue él quien nos hizo volver juntos, de no ser por él podría haberme alejado aquel día y nunca tener el coraje de quedarme…"

"Lo sé. Nos salvó a ambos de nuestra propia estupidez," dije con sentimiento, entonces la envolví en mis brazos y la abracé cerca. "Hay veces en que… casi pienso que está cuidando de nosotros… como el ángel por el que fue llamado…" Entonces resoplé con auto-desprecio. "Pero, ¿quién oyó de un perro ángel guardián?"

"Los ángeles llegan en muchas formas, Sev."

"Cierto. Y estoy abrazando a uno aquí mismo," le susurré al oído.

Ahora resopló ella. "Bueno. No soy un ángel, Sev, simplemente una bruja mortal. A menos que te refieras al tipo caído, porque he cometido demasiados errores como para contar como sagrada y bendecida."

"Tanto tú como yo. De no ser por un perro, allá por la gracia de Dios voy yo, un mago oscuro," admití.

Lily parecía afligida. "Lo siento tanto, Sev. Si yo no hubiera accedido al plan de Dumbledore, si simplemente hubiera hablado contigo antes de asumir que realmente te habías vuelto oscuro en lugar de permitir que James me influyera, las cosas podrían haber sido diferentes."

Le puse un dedo en los labios. "Lo hecho hecho está, Lily. No tiene sentido llorar por la poción derramada ahora. Si no hubieras estado con Potter, nunca habrías tenido a Harry."

"Él es lo que hace que todo merezca la pena. Nunca me arrepentiré de eso." Levantó la mirada hacia mí entonces, sus verdes ojos luminosos de lágrimas. "Sev, ¿cómo te salvó él de la oscuridad? Siempre me lo he preguntado, pero temía preguntar."

Me quedé en silencio por unos momentos, reuniendo mis pensamientos, y entonces se lo conté.

Marzo, 1978

Hogwarts:

Era unode los marzos más fríos que alguien pudiera recordar, y todos los estudiantes íbamos abrigados con nuestra ropa más caliente debajo de las túnicas y teníamos Encantamientos Calefactores conjurados en manos y pies. Todavía había una capa de nieve a lo largo de los lados del castillo, y el sendero al invernadero estaba helado. Todos gruñían y se quejaban de la ola de frío, y a los únicos que no parecía importarles el hielo persistente eran mi collie y Hagrid, que parecían inmunes al frío.

En cuanto a mí, sentía el frío de forma penetrante, tanto por fuera como por dentro. Había cumplido diecisiete ese enero, y era oficialmente un adulto de acuerdo con el mundo mágico, libre de conjurar hechizos sin preocuparme por ser monitorizado por el Ministerio fuera de clase. Desde el incidente del licántropo, no había visto ni hablado con Lily, ni siquiera durante el verano, ya que su padre había obtenido un traslado y se habían mudado a Surrey, lejos de Manchester. Lo primero que supe de ello fue cuando el camión de la mudanza había aparcado junto a su casa y observé, aturdido, como un transeúnte observa un accidente de tráfico fatal, cómo los Evans cargaban sus pertenencias en él y luego lo seguían despacio calle abajo. Estaba apabullado. Lily ni siquiera había venido a despedirse.

Me volví a acariciar a Gabriel, mi corazón desgarrado en mi interior, y entonces vi a Cosmic aleteando hacia mí. En su pico había una carta. Era de Lily. Me escribía que lamentaba no poder decirme adiós en persona, pero su padre insistía en que tenían que llegar al tren, y no había tiempo. También escribía que lamentaba tener que mantener las distancias conmigo en el colegio, pero había una razón para ello que algún día explicaría. Yo estaba tan furioso que arrugué la carta y la arrojé al suelo. ¿Qué posible razón podía tener para evitarme excepto que ya no deseaba ser vista conmigo? ¿Que se había pasado al lado de Potter como tantos otros?

Últimamente me encontraba siempre al borde, siempre furioso e irritable. Al principio lo atribuí a perder a Lily, porque incluso cuando el trimestre comenzó de nuevo, Lily no vino a explicarme nada, y yo me negué a acudir a ella, permitiendo a mi estúpido orgullo mantenerme solo. Nada que hiciera me proporcionaba ningún placer, ni siquiera elaborar pociones podía ponerme una sonrisa en la cara, trabajaba horas extra en las mazmorras ayudando a Slughorn, y una vez o dos me preguntó si había algo que me molestara, pero todo lo que dije fue, "No, señor. Estoy bien."

La verdad era que había algo que me molestaba, pero no era nada que pudiera discutir con un maestro. Desde el incidente junto al lago tras nuestros TIMOS, había estado estudiando el Libro de la Noche. Había descubierto que aunque la primera parte del libro trataba de hechizos de Magia Gris, aquéllos que bordeaban el límite entre la luz y la oscuridad, la segunda parte eran hechizos de magia oscura. No tan oscura como las Imperdonables, que sabía habían aprendido varios de mis compañeros de Casa, sino encantamientos y maldiciones desagradables, cosas que podrían hacer que Potter y su banda mantuvieran las distancias. Los estudié diligentemente, pero curiosamente nunca los había usado todavía, ya que los Merodeadores habían estado manteniéndose alejados de mí, y sólo habíamos intercambiado insultos hasta ahora.

Algunos miembros de mi Casa ahora expresaban aprobación por que ya no pasara el rato con esa chavala Sangre-sucia, como se referían a cualquier hijo de Muggles, y yo no dije nada y me alejé. No me atrevía a admitir ante ellos que todavía tenía sentimientos por Lily, nunca lo comprenderían. Ni siquiera yo comprendía por qué todavía la amaba, cuando me había abandonado por mi viejo rival. No hay manera de desentrañar un corazón enamorado. Ahora había charla en la sala común sobre Quien-Tú-Sabes montando una ofensiva contra el Ministerio, y cómo algunos de los Slytherin cuyas familias le eran leales iban a ayudarle. Las tensiones corrían altas ahora, y más y más partidarios oscuros estaban surgiendo, y aquéllos que no se habían declarado estaban manteniéndose bajos y callados.

Yo podría haber hecho lo mismo, excepto por el hecho de que estaba estudiando abiertamente el Libro de la Noche y el cuadro Mortífago lo sabía. Avery incluso me preguntó qué nuevos hechizos había aprendido en él, y le dije algunos. No había conjurado ninguno de ellos, pero no le hice saber eso. Aun así, la simple lectura del libro estaba corrompiéndome lentamente, pero no sabía eso en aquel momento.

Ahora, por supuesto, lo sé. La magia Oscura es seductora, susurra a la parte oscura de tu mente, y alienta emociones negativas como la cólera, la amargura, la desconfianza, los celos, y el odio. Hace surgir tales emociones, pero no todas a la vez. La magia oscura es maliciosa y se arrastra sobre ti desprevenido. Envenena tu espíritu poco a poco, hasta que te consume. Y todo lo necesario es una única decisión de aprender un hechizo, y luego es casi una adicción. Antes de que lo sepas, has memorizado otro y otro, y con cada uno caes más y más profundo en la oscuridad.

Me volví frío y duro y ni siquiera me percataba de lo que estaba ocurriéndome. Pero estaba cambiando, y no para mejor. Era más rápido en ofenderme, más rápido en desatar mi genio o lengua, y más rápido en levantar mi varita. Cosas a las que antes habría quitado importancia ahora me irritaban como el infierno. Fang, que solía saltar a mí y lamerme, ahora se alejaba de mí con las patas rígidas, del modo que lo hace un perro cuando huele algo que podría ser una amenaza.

La Sra. Norris, el gato atigrado de Filch el bedel, siseaba y azotaba la cola cuando me veía, luego huía.

Gabriel gimoteaba y me miraba de forma extraña ahora, y cada vez que sacaba el Libro de la Noche y comenzaba a leerlo, gruñía e intentaba tironearme el libro de las manos. "¡Para!" le regañaba, pero no parecía lamentarlo lo más mínimo. "¡Sabes que es mejor no hacerlo, maldita sea!"

Él lo sabía, pero odiaba ese libro con pasión. Lo que debería haberme dicho algo. Pero yo había dejado de escuchar mi conciencia. Y de confiar en mi perro.

Fue entonces cuando Mulciber acudió a mí y me preguntó si estaría dispuesto a unirme a él y algunos otros y jurar lealtad al Señor Tenebroso, como llamaban a Voldemort. Prometían que yo sería un activo, que Voldemort apreciaría mis habilidades con las pociones y que nunca necesitaría volver a temer a ninguna banda de Merodeadores. "Tendrás poder más allá de tu más loca imaginación, Snape. Y todo lo que tienes que hacer es jurarte a Voldemort y tomar la Marca," me dijo Mulciber.

Gabriel estaba tumbado en un rincón y despertó y gruñó suavemente al Slytherin mayor. Mi collie no había congeniado con ninguno de mis nuevos "amigos", de hecho los despreciaba completamente.

Mulciber le dio una patada. "Ah, y pierde al maldito perro. ¡Chucho estúpido!"

"No lo es," dije automáticamente.

"Deshazte de él, Snape. Un verdadero seguidor del Señor Tenebroso no necesita un perro bobo siguiéndolo todo el tiempo. Dame tu respuesta en tres días." Después de eso, se marchó.

Gabriel se había medio levantado, todo su pelaje erizado, gruñendo furioso.

"¡Túmbate!" espeté. "¿Por qué tendrías que ir y gruñirle así, eh? A veces das más problemas de lo que vales."

No sabía qué hacer ahora. No quería renunciar a mi perro. Era todo lo que me había quedado que todavía me importara. No estaba seguro de querer unirme a los Mortífagos. Sólo había comenzado a estudiar las magias más oscuras para defenderme, no por ningún deseo real de poder, como el resto de ellos. En realidad no odiaba a los hijos de Muggles ni a los traidores a la sangre. Todo lo que quería era que los malditos Merodeadores me dejaran en paz, y ser capaz de patear el culo de cualquiera que se metiera conmigo.

Deseaba conocer un hechizo para hacer que Lily regresara a mí, pero todos los hechizos en el Libro de la Noche eran los que compelían a una persona a cumplir tus órdenes, y no quería inmiscuirme con la cabeza de Lily de esa forma. Sólo la quería de vuelta, del modo que era antes, sólo nosotros tres.

Saqué el oscuro libro de hechizos de debajo de mi almohada y hojeé hasta la página que había estado estudiando anoche, que era un encantamiento para hacer que la comida se agriara en el estómago de la gente y hacerles vomitar hasta que se desmayaran. Me habría encantado usar ése en Pettigrew.

Gabriel me agarró la manga y tiró con fuerza, gruñendo.

"¡Deja eso y túmbate!" le fruncí el ceño.

Gabriel ignoró mi orden, y él nunca hacía eso. En cambio permaneció, mirándome, la cabeza descansando en el colchón, los ojos castaños examinándome preocupados.

Lo ignoré, volviendo a mi libro.

Hasta que se subió a la cama y cogió el Libro de la Noche con la boca y saltó de la cama.

"¡Hey! ¡Gabriel, no! ¡Perro malo!" grité, dándome la vuelta y poniéndome en pie.

Gabriel retrocedió, mi libro todavía en la boca, babeando todas las páginas.

Yo estaba furioso. "¡Déjalo! ¡Ahora mismo, maldita sea!" Comencé a avanzar, pretendiendo arrancarle el libro de la boca.

Pero mientras mi mano se acercaba, mi perro hizo algo que nunca había hecho en toda su vida.

Me gruñó a .

Las orejas planas contra la cabeza, la cabeza gacha, estaba amenazándome.

"¡Chucho sarnoso! ¿Cómo te atreves?" grité, en una rabia rampante. "¡Maldita bestia desagradecida! ¡Quizá debería deshacerme de ti!"

Mi genio me abrumó e hice algo que lamento hasta este día.

Levanté la mano y pegué a mi leal collie con fuerza en la grupa, haciéndole gritar.

Pero él no se encogió ni retrocedió. Tampoco soltó el libro.

Ambos nos congelamos.

Yo me quedé mirando mi mano, que escocía, y estaba medio levantada para otro golpe. ¿Qué había hecho? ¿Cómo podía haber arremetido contraggg ggg mi perro, mi fiel amigo, que siempre había estado ahí para mí? La bajé despacio a mi costado. Sentía vergüenza y malestar en la boca del estómago. Había pegado a mi perro por furia sin sentido, muy parecido a como Tobías me había pegado en ocasiones. Me quedé mirando mis pies, recordando cuán violento solía ser mi padre, y cómo un minuto estaría bromeando conmigo y al siguiente pegándome porque me puse descarado. Todavía podía oír el eco de su mano abofeteándome… y luego oí el mismo sonido repitiéndose en mi cabeza, seguido del grito de dolor de Gabriel.

Me di la vuelta, abrazándome a mí mismo, y quedé cara a cara con el espejo en el rincón de mi habitación.

El rostro mirándome era cetrino y huesudo, el cabello fibroso cayendo sobre los ojos negros como carbón, ojos que parecían reflejar toda la ira y amargura en mi interior. Miré al espejo por primera vez en mucho tiempo, le di una buena mirada a lo que me había convertido.

"¿Cuándo demonios me convertí en mi padre?" susurré con horror. "Ése no soy yo. No puedo ser yo."

Y aun así lo era.

¿Cuándo me había convertido en este joven frío, duro, furioso? ¿Uno que leía libros de magia oscura e inventaba maldiciones oscuras y permitía que la gente como Avery y Mulciber le llamara amigo? ¿Cuándo había comenzado a detestar a todos y a no importarme nada excepto aprender más hechizos oscuros? ¿Y cuándo me había convertido en el tipo de persona que podía maltratar a un animal leal, mi mascota, mi mejor amigo?

Me cubrí el rostro con las manos, incapaz de soportar verme.

Me había convertido en lo que más temía.

Un hombre como mi padre… un mago como el Slytherin estereotípico, oscuro y frío.

"No…" gemí, sintiendo como si me hubieran apuñalado en el estómago y estuviera desangrándome despacio hasta la muerte. "No…"

Mi madre se avergonzaría de lo que me había convertido, me desheredaría y yo lo merecería. Ni siquiera quería saber lo que pensaría Lily.

¿Cuándo había ocurrido esto? ¿Por qué había ocurrido esto?

Oí un golpe sordo, pero no levanté la cabeza. Me hundí en el suelo, me acurruqué, la cabeza todavía en las manos.

Entonces sentí una suave lengua lamiéndome.

Lamiéndome la mejilla.

Dejé caer las manos y miré directamente a los ojos de mi perro.

Y no vi resentimiento, ni furia, en los profundos ojos castaños, a pesar de que le había tratado de un modo terrible. Sólo había perdón.

"Lo siento…" dije espesamente. "No pretendía hacerlo, Gabe. Lo siento… No sé qué demonios va mal conmigo… estoy todo jodido… ni siquiera sé ya lo que estoy haciendo…"

Volvió a lamerme y de repente le eché los brazos alrededor y lo abracé, enterrando el rostro en su gorguera. Entonces hice algo que no había hecho desde que tenía once años. Lloré.

No sé cuánto tiempo permanecí allí, murmurando disculpas y prometiendo nunca volver a pegarle, pero por fin sentí mi espalda poniéndose rígida y me senté, liberando a mi paciente perro, que me perdonó por ser un completo cabrón con él, porque el corazón de un perro es más grande que el de un humano, y los perros no guardan rencores.

Cuando cambié de postura, mis ojos cayeron sobre el objeto que lo había comenzado todo.

El Libro de la Noche.

Mis manos hormigueaban por tocarlo, por pasar los dedos por las páginas agrietadas, por leer los hechizos en su interior.

Me llamaba, susurrándome dulces promesas al oído.

Apreté los dientes y escupí en el suelo.

Me giré y agarré un paño de mi escritorio y cogí el libro. Casi lo arrojé al fuego, pero me detuve. El libro no era mío, lo había tomado prestado de Mulciber. Perderlo parecería sospechoso, y si había una cosa que había aprendido mientras acompañaba a la facción Mortífaga, era que despertar sospechas era algo peligroso. No toleraban a nadie que no creyera lo que ellos creían, o que actuara de modo diferente. Apenas me habían tolerado antes, cuando era amigo de Lily. De hecho, habían admitido ante mí que habían permitido que los Merodeadores me golpearan con la esperanza de que me enseñara una lección en cuanto a pasar el rato con Sangre-sucias.

Me hacía tanto odiarles como temerles.

Aferrando el Libro de la Noche en la mano, fui y lo dejé al mismo fondo de mi baúl, y luego lo cubrí con una túnica vieja que me había quedado pequeña este último mes, ya que de repente había dado un estirón y crecido como maleza. La tentación seguía allí, pero me encontré resistiéndola. Cerré la tapa y aseguré el baúl, determinado a liberarme de esta negra compulsión. No me volvería como mi padre, odiado y temido y el tipo de hombre que podía dar una patada a un perro en una rabieta. No cumpliría las expectativas de los Merodeadores sobre mí y me convertiría en un mago oscuro como tantos otros de mi Casa. No traicionaría las enseñanzas de mi madre.

Pero lo más importante de todo, no traicionaría a la única criatura que me amaba incondicionalmente.

Ni renunciaría nunca a él.

Por nada.

Me senté en mi cama, temblando y estremeciéndome, sintiéndome como si tuviera fiebre.

Había llegado tan cerca… tan cerca… de viajar por el camino a la ruina y la destrucción. Y lo peor era que apenas había notado cómo había comenzado a cambiar. De no ser por un perro, podría no haberlo notado hasta que fuera demasiado tarde.

Palmeé la cama y Gabe saltó arriba y se sentó a mi lado. Me apoyé contra él, mis manos acariciando su hermosa y sabia cabeza. "Gracias, Gabriel. Muchas gracias, no te merezco. De verdad no lo hago."

Él me empujó con el hocico y barrió mi cara con la lengua. ¡No seas bobo, Sev! La amistad no trata de merecer, trata de lealtad y amor, y yo siempre te amaré.

Si pudiera hablar, juro que eso es lo que habría dicho.

Emití un enorme suspiro. Ahora que había retrocedido desde el borde del abismo… o sido arrastrado por la piel de mis dientes, tenía que decidir cómo manejarme con la facción Mortífaga. No podía alejarme de repente y declarar mi lealtad al otro bando. Entonces tendría enemigos en ambos frentes, una combinación fatal. No, tenía que ser malicioso y astuto, y eso significaba actuar como si todavía estuviera considerando su oferta.

Luego estaba Gabriel. Por un instante pensé en enviarlo de vuelta a casa con Mamá.

Pero mi coraje me falló. Le necesitaba aquí.

"Tiene que haber otra manera. Pero, ¿cuál?" me pregunté en voz alta. "Desearía que el maldito Mulciber olvidara que alguna vez me preguntó algo."

Entonces comencé a reír suavemente. "¡Merlín, pero soy tan idiota! Puedo hacerle olvidar conjurando un Encantamiento de Memoria sobre él. Problema resuelto."

Sólo me quedaban unos meses de colegio, y entonces podría ir a casa e inscribirme en clases en la Academia de Pocionistas, que estaba cerca de la Universidad de Oxford. Una vez hubiera completado eso sería Maestro en mi campo y capaz de enseñar o elaborar en el apotecario que ahora poseía mi madre. Su jefe había fallecido recientemente, y le había dejado la tienda, porque no tenía hijos y sabía que a ella le encantaba. Ella la había renombrado E S's Solutions–un apotecario para todas las estaciones. Estaba prosperando, ya que mi madre ofrecía descuentos que su jefe nunca había hecho, especialmente a estudiantes y maestros.

Y por primera vez desde que el Libro de la Noche entró en mi posesión, sentí que tenía un futuro que esperar con ganas.

Uno que no contenía sangre, muerte, y lágrimas.

Todo a causa de un perro.

18 de junio, 1993:

"Así que ahora lo sabes," concluí.

Lily me abrazó. "Oh, Sev. Si estuviera aquí ahora, le daría el hueso más grande del mundo y le dejaría echar pelo por todas mis mejores túnicas. Realmente era un perro extraordinario."

"Y un amigo extraordinario," dije yo.

"Uno mucho mejor de lo que yo lo fui para ti por aquel entonces," dijo Lily.

Suspiré. "Lily, por favor. Dejemos el pasado en paz y simplemente disfrutemos de la tarde." Porque ahora era temprano por la tarde, me había llevado el resto de la mañana contar mi historia a Lily, pero sabía que nunca la olvidaría. No más que yo lo haría.

De no ser por un perro, mi vida habría tomado un rumbo muy oscuro… ¿y quién sabe lo que habría sido de mí? Lo más probable es que hubiera acabado muerto, o en Azkabán, o como un hombre amargado y solitario. Extraño, cómo un acto de perdón, el amor de un animal, puede significar la diferencia entre la oscuridad y la luz.

. . . . . . . . .

N/A El poema en el memorial fue escrito por un autor desconocido. Lo encontré en una página web de poemas e historias de pérdida de mascotas.

A continuación: Tras abandonar Hogwarts, Severus va a trabajar en el negocio familiar, y él y Lily vuelven a encontrarse, y él se entera de un hecho sorprendente. Además más de la unión de Sev, Harry, y Lily.

Sé que he mencionado esto antes, pero volveré a decirlo–ésta NO es una historia canon, así que no esperéis líneas argumentales similares al canon, o personajes que se comporten como sus contrapartes originales. Severus nunca se convierte en Mortífago en esta historia. Si no os gustan las vueltas y revueltas de esta historia, entonces haceos un favor y dejad de leer.