Los personajes son de SM, la trama es completamente mía. NO AL PLAGIO.
Una dama de burdel
DOS PADRES, UN HIJO
Angielizz (Anbeth Coro)
Agradecimientos especiales a: Cinty77, JadeHSos ElizabhelSwan23, Noriitha, Wenday14, Ori-cullen-swan, Twukught-love1694, Catita1999, Vatii, NarmaVeg, Adriu, MarisolPattinson, Yoliki, OnlyRobPatti, Rosiichita
Él
Los recuerdos de la infancia se vuelven borrosos al crecer, se convierten en datos más que en recuerdos. Sé que papá y yo pasábamos juntos cada dos fines de semana, no tengo más que un puñado de esos fines de semana en mis memorias. Y sé, por lo que alguna vez me contó mamá, que mi primera bicicleta la compró él y que aprendí en un fin de semana con papá, aunque tampoco recuerdo eso. Sé que la pizza se convirtió en mi comida favorita porque papá no era bueno cocinando y cuando yo iba con él me compraba lo que quería, así que la pizza siempre estaba en la lista.
Sé que de niño fue un buen papá, no un buen esposo, y dudo que haya sido un hombre ejemplar, pero fue un buen padre, conmigo. Al menos en esos tres días que me dedicaba cada dos semanas.
Lo único que me dejó cuando se separó de mamá fue un reloj rolex, su primer lujo con su primer gran salario. Nunca entendí porqué, ¿quería que lo vendiera?, ¿quería que lo recordara?, ¿era un mensaje de como su sacrificio podía darme esos lujos?, ¿era un premio de consolación por no estar los otros días de las semanas?
Recuerdo todavía menos de mi vida antes de Alice, aunque mi recuerdo más viejo es ese en el que papá tocaba guitarra mientras mamá cantaba y aplaudía para mí, yo tenía unos tres años, hay un video de eso incluso. Mamá veía mucho ese video cuando papá se fue, eso lo recuerdo y tal vez por eso es que recuerdo tanto ese momento.
Al ser sólo un niño no pensé mucho en Alice y la disfuncional relación que existía con mi padre, aunque las excusas que él ponía para no incluirla a nuestros escapes al zoológico o al parque iban de "es muy pequeña" a "la próxima vez la traeremos". Pero cuando comenzó a crecer y cuando esas próximas veces nunca llegaron algo debí empezar a sospechar. No sé qué, pero algo.
La relación con papá se volvió tensa cuando apareció Carlisle. Porque entonces pasé de ser su hijo a un peón en un juego que él quería ganar a la fuerza. Y Carlisle… le ganaba en fortuna, en madurez, en edad, y en simpatía. Carlisle podía jugar todo el día con Alice y rasparse las rodillas sin quejas. Carlisle me enseñó a jugar la mayoría de los deportes que aprendí en mi vida. Me enseñó cálculo, francés y se puso de mi lado cuando quise aprender a tocar guitarra, también se puso de mi lado cuando empecé ese grupo de rock barato y de mal gusto en la preparatoria.
Carlisle estaba los otros once días de esos catorce días.
Carlisle había perdido su vida y la había recuperado al conocer a mamá, él no iba a dejar que esa oportunidad se le escapara. Y papá dejó ir a mamá para perseguir el dinero y para cuando quiso rescatar la familia que perdió, ya no tenía ninguna oportunidad. Era demasiado tarde, mamá era otra y nos gustaba esa versión de ella. Pero papá se convirtió en otro, celoso por el rechazo de ella y celoso por la presencia de Carlisle en mi vida. Y entonces cuando se dio cuenta que llegó tarde y que no había vuelta atrás apareció el alcohol.
Nuestros fines de semana ya no era de parques, zoológicos y comida chatarra. Era de estar encerrados en su apartamento viendo películas o jugando videojuegos mientras él se sentaba a tomar cerveza. Me enseñó a jugar póker y ajedrez, y varios juegos de mesa. Más tarde, en la preparatoria, me enseñó a tomar alcohol jugando juegos de mesa. No estaba mal, no al principio, me parecía cool, me sentía como un chico grande a su lado.
Era el papá divertido, jugábamos, tomabamos, nos reíamos, a él podía hablarle de sexo, de mis dudas sobre el sexo, papá fue quien me regaló mi primera caja de condones, porque dijo que no quería un embarazo adolescente para mí. A su manera me quería. Y yo aceptaba ese amor. Podría ser peor, podría ser solo un padre que da un par de saludos al día y se encierra a seguir con su trabajo en casa. Podría solo sentarse a ver la televisión en silencio, podría haberse quedado dormido y borracho. Pero se mantenía despierto y tomando cerveza y riéndose y jugando videojuegos conmigo.
Y luego estaban los otros once días de esas dos semanas. En las que la influencia de Carlisle me hacía un hombre responsable, era él quien se encargaba de cruzarse de brazos y obligarme a hacer los deberes. Era él quien me levantaba su ceja cuando yo intentaba levantar la voz; cada tantos días aparecía con un libro de su librero y me decía que iba a gustarme. Y yo lo leía por compromiso, pero al final teníamos algo de qué hablar. Era su manera de sermonearme. Dejaba que la literatura se hiciera cargo de darme una lección.
Carlisle se encargó de nuestra educación, sin quejarse y sin perder la calma. Ni siquiera cuando llegó Alice a la pubertad.
Mi hermana sí que fue un fastidio en su adolescencia. Si mamá decía no, entonces Alice sí que lo hacía. No uses faldas tan cortas, al día siguiente Alice cambiaba de guardarropa por puras minifaldas. No te pintes el cabello, aparecía con su cabello con líneas rosadas. Sólo uñas cortas, volvía con uñas postizas. Pero Carlisle era más listo que ella. Si usaba minifaldas, él le decía que eso usaban las mujeres en sus tiempos. Si se pintaba el cabello, él insistía en que debió dejárselo crecer para que se le viera mejor el color. Si se ponía uñas, él la hacía lavar trastes hasta que se le rompieran.
Lo que digo es que él sabía lidiar con nosotros, a veces incluso mejor que mamá y definitivamente mucho mejor de lo que mi padre lo hacía.
Y cuanto más entendí más alejado me volví de mi padre y más atado al mismo tiempo a esa relación. No me parecía cool verlo embriagarse tres días seguidos, jugar videojuegos mientras lo escuchaba decir improperios contra mamá no era gracioso, burlarse de mis logros no me parecían temas interesantes. Que me diera acceso ilimitado a su tarjeta para cumplir mis caprichos de adolescente no llenaba el hecho de que no estaba nunca, ni siquiera estaba cuando estaba frente a mí. Si yo quería algo y él no estaba de acuerdo, entonces debía ajustarme a él. Lo hizo con mi cumpleaños, lo hacía con actividades de verano y lo intentó hacer con la universidad.
Yo quería ser chef. Eso sí lo recuerdo.
Mamá decía que lo llevábamos en las venas, y era así. Fue algo que nos trasmitió desde pequeños, me veía trabajando en su restaurante, aunque papá pensaba que perder mi tiempo en las vacaciones de esa manera era un desperdicio y que debía usarlo en entrar a clases avanzadas de idiomas, así que eso hacía en lugar de trabajar con mamá.
Y entonces cometí el error de contarle mis planes a él. Le dije que me había postulado a una escuela de gastronomía, quería tomar un curso de verano en otro país para estar preparado y necesitaba su apoyo para convencer a mamá, había adquirido utensilios de cocina con mis ahorros. No lo recuerdo con exactitud, pero consiguió disuadirme. Quería que estudiara para trabajar con él en telecomunicaciones y entonces me rebelé. Si no podría ser chef porque eso era lo de mamá, tampoco estaría en lo que él quería para mí.
Tal vez pude rebelarme y hacer lo que quería hacer aunque no fuera lo que él quería, pero entonces debió decirme que lo defraudaba por no seguir sus pasos y correr a las faldas de mi madre o una de esas frases que siempre usaba conmigo para hacerme ceder.
Mi plan se desmoronó.
Jasper quería estudiar en la ingeniería y me postulé en la misma universidad y carrera que él, poco me importaba si me gustaba o no. Necesitaba poner distancia. Y ya que las matemáticas y yo nunca fuimos enemigos, la carrera terminó siendo de mi agrado. A Jasper le gusta tener planes, así que él tenía un buen plan para llegar a la cima y yo me colé a esa idea.
Por suerte, Jasper eligió una universidad en otra ciudad, me emocionó la posibilidad de esa vida universitaria en el campus, papá pensó diferente y me rentó un departamento para mí solo, pagó los cuatro años por adelantado para que no pudiera negarme y como era un espacio céntrico, con su lujo y de una habitación me quedé ahí.
Aunque siempre envidié un poco las anécdotas de Jasper y las tonterías que decían que ocurrían en los dormitorios de la residencia. ¿Aunque podía quejarme? Tenía un apartamento para mí solo, con cocina, sala y comedor, no necesitaba compartir un espacio de 3x2 con un extraño ni lidiar con los desastres de otra persona, no estaba obligado a compartir ducha con nadie. No era terrible. Papá lo hacía a su manera, aunque sobre mis deseos.
Le dije que aprendí a moverme por mi cuenta en el transporte público y a la semana siguiente se apareció con un automóvil para mí. Le hablé de que estaba esforzándome para ser parte del equipo de futbol y pagó una cantidad ridícula para facilitar mi entrada. Le conté que conseguí una beca por mis calificaciones, se aseguró de pagar el resto de la matrícula de la carrera.
Tal vez lo hacía porque él no tuvo acceso a nada de eso en su juventud, tal vez su manera de mostrarme su amor era darme las cosas que yo quería, tal vez si él no lo hubiese hecho habría sido mamá o Carlisle y sólo se anticipaba para ganarles, tal vez me amaba y no sabía demostrarlo de otra manera.
Él no era de abrazos, ni palabras, no me dejaba libros en la cama para buscar un tema de conversación, no usaba nuestros fines de semanas para jugar algun deporte y tener tiempo de padre e hijo. Eso se lo dejaba a Carlisle sin que lo supiera. Tal vez si le hubiese dicho todas las cosas que Carlisle hacía, él las habría hecho con mayor animo sólo por vencerlo. Pero nunca se lo dije porque yo sabía cuánto le desagradaba mi padrastro y no necesitaba añadir más tención a esa historia.
Porque mientras Carlisle se guardaba sus pensamientos y opiniones sobre mi padre; Aro no lo hacía, él las gritaba borracho y murmuraba insultos contra el hombre que él juraba se había robado a su mujer, como si no recordara que la abandonó primero él. Sin darse cuenta que sus opiniones no podían lavar mi cerebro, que Carlisle demostraba su afecto sin forzarlo devuelta. Carlisle sí estaba ahí para mí, y yo estaba ahí para mi papá. Porque él no tenía a nadie excepto a mí.
Cuando yo tenía veintidos, y Alice dieciséis ella lo contactó por primera vez. Convencí a Aro de una prueba de sangre para unos estudios diferentes, le dije que Carlisle lo haría si no me ayudaba él y no pestañeó al aceptar. Los estudios eran de paternidad. Alice necesitaba saber y yo sentía curiosidad también.
Así que un fin de semana después de los dieciséis de Alice ella lo buscó, viajé para acompañarla en esa reunión de padre e hija, servir de testigo por si no lográbamos convencerlo de que realmente ella era suya.
Pero él lo sabía, él siempre lo supo.
—Tu padre lo está haciendo bien, Alice. Con uno tengo suficiente.
Con uno tenía suficiente, como si fuera el sacrificio más complicado de su vida tenerme. Alice salió de ahí en silencio y yo también lo hice. Ella no lo quería, tenía esperanzas de crear una relación, pero esa relación era inexistente, ella tenía un padre que lo hacía mucho mejor que sólo bien, no necesitaba tener un segundo padre que lo hiciera todo mal.
Yo sí lo quería a él, y eso puso de cabeza por completo nuestra relación. Me negué a llamarle o responder el teléfono cuando eventualmente lo hizo, inventé pretextos para no vernos cuando iba a visitarme. Y las vacaciones las pasé con mamá. No quería darle más problemas que lo hicieran sentir que estaba al borde de lo que era suficiente para él.
Jasper era o es un obsesivo del control y tenía todo un plan para los siguientes diez años de su vida, así que me colé al plan de él. Su vida después de la universidad incluía solicitar un crédito y ayuda de sus padres, pero yo no quería verme envuelto en una pelea entre los míos, no importaba que Carlisle o papá tuvieran el dinero, quería empezar algo por mi cuenta. Así que modifiqué el plan de Jasper y comenzamos a rentar maquinaria para rentarla a otros. Trabajabamos en despachos para aprender y luego seguíamos haciendo lo nuestro. Y cuando apareció la oportunidad de subirnos a un proyecto más grande nos lanzamos a eso, si el amigo de mi papá fue convencido o no por mi padre nos hicimos de oídos sordos, el esfuerzo fue nuestro.
Eso nos catapultó y trajo más clientes y proyectos importantes, lo mismo que nos permitió invertir nuestro dinero en maquinaria propia para ponerla en renta. Jasper estaba enfocado en el plan y yo también. Su inspiración era tener las bases para su futuro prometedor, mi inspiración era liberarme de la carga de ser el hijo de mi padre y de mi madre. Poner distancia entre el dinero de ambos y las peleas exmaritales que me arrasaron toda la adolescencia.
Querer casarme después de los treinta era parte de mi plan, no cometería el error de mis padres, yo quería tener la estabilidad que ellos no tuvieron al traerme a este mundo, y quería tener el tiempo que mi padre nunca tuvo para mí; quería dedicarme a mí por entero y a crear mi propio negocio sin tener que poner en riesgo una relación como les ocurrió a ellos. Aprendí la lección siendo el afectado de ese matrimonio desecho.
Y mi plan no le gustó ni a mamá ni a papá. La diferencia es que Esme sólo se cruzó de brazos indignada diciendo que nunca le permitía formar parte de mi vida con dramatismo, aunque después no volvió a insistir. Papá fue peor, por supuesto, no sólo lo había defraudado al no seguir sus pasos, sino que había herido su ego al no permitirle participar en la inversión. Y eso fue lo que terminó de romper nuestra relación.
Así que cuando digo que Alice es afortunada por ser la hija ignorada. Lo digo en serio, realmente me gustaría haber tenido ese privilegio.
—¿De dónde sacaste a esa pequeña ramera?
Y lo digo muy en serio.
—Te agradecería que no volvieras a dirigirte de esa manera a Bella.
—Me agradecerías —repite con burla dejándose caer en el sillón— ¿No ibas a casarte hace dos meses? —me recuerda con el tono cínico que tanto me molesta. Lo sabe y aun así lo utiliza cada que puede, respiro hondo— te busqué el sábado y no estabas aquí —insiste ante mi silencio.
Era una tradición que él me buscara cada sábado siguiente a mi cumpleaños. Y aquí estaba, siguiendo sus reglas impuestas para mí.
—Salí de la ciudad.
—Eso dijo el portero. ¿Cómo esta Alice?
—¿A qué viniste? —ponerlo al día sobre la vida de mi hermana no era algo que tuviera intenciones de hacer.
—Ya eres todo un hombre.
—Desde hace varios años —le recuerdo dejando frente a él un vaso de agua mineral y sentándome en el sillón a su lado.
—¿Cuánto dinero vas a darme?
—Nada, papá. Te lo dije por mensaje. No tengo interés en invertir esta vez.
—¿Estás diciendo que vas a hacerte a un lado? Apuesto a que si le hablo a mi niña ella si apoyaría a su papá —sonrío.
—Me gustaría verte hacerlo.
Su niña, era el modo en que él llamaba a Alice. En algún momento Alice comenzó a formar parte de sus temas de conversación cuando el alcohol estaba presente. No era algo que Alice necesitara saber o mi madre. Si la culpa de su abandonada paternidad lo atormentaba o no, no era mi problema.
—Probemos tu teoría —agarro su celular que estaba sobre la mesa de centro y digito el número de mi hermana—. Llámala, si ella quiere invertir contigo yo duplicaré la cantidad.
Pero Aro bufa en lugar de agarrar el teléfono y toma un sorbo al agua.
—Esto no es bourbon.
—No, no lo es. Me parece que lo mejor es que te vayas, papá. Cruzaste el límite al intentar sobornar a mi novia —había escuchado lo suficiente de esa conversación para entenderlo— y la atacaste.
—Tu novia —repite el tono de burla—, esa es una niña. Con qué poco te conformas.
Aprieto y libero mi puño manteniendo la calma.
—Quiero que te vayas —digo entredientes sin tener idea de dónde saco el control para quedarme en mi lugar en lugar de sacarlo a rastras de aquí. No, lo sé, es mi padre y tengo que repetirme que esto es solo el alcohol en su cuerpo volviéndolo un cretino.
—¿Alguna vez has sacado a patadas al esposo de tu madre?
—Nunca ha venido borracho y mucho menos ha agredido a Bella.
—Soy tu padre —dice como si eso justificara su inaceptable comportamiento.
—Voy a pedirte un taxi, ¿dónde te estás quedando?
Pero me ignora, respiro hondo.
La paciencia no es algo que se hereda, es algo que se obtiene a la fuerza.
—Pediré un taxi para ti —le digo tomando el celular
—Necesito el dinero, Edward —insiste.
El asunto con él es que en los últimos tres años ha llevado a la ruina a su empresa con sus descuidos y el hecho de que pasa más tiempo borracho que sobrio hace que cada inyección de dinero a su empresa termine en la basura. Así que se lo digo:
—Estos años he perdido más dinero contigo de lo que puedo permitirme. No voy a seguir inyectándole dinero a tu empresa, no está funcionando. Necesitas venderla ahora que estás a tiempo.
—¿No escuchaste lo que te dije? Necesito una inversión, es todo.
—No puedo.
—Después de todo lo que he hecho por ti y tú sólo…
—Creo que con lo que he invertido, he terminado mis deudas contigo, papá. No tengo ese dinero y no voy a solicitar un crédito para hacerlo tampoco.
—¿No tenías una empresa? Leí en una revista que estás en las diez empresas de construcción más populares.
Populares es un insulto en su boca. Respiro hondo y me cruzo de brazos.
—Y no estoy en esa lista por perder dinero en telecomunicaciones. Así que no, no voy a invertir.
—¿Te dijo tu madre que no me apoyaras?
Mamá lleva diciéndolo desde que empecé a ayudarlo.
—No. Lo dijo mi abogado, también los contadores de la empresa y mi asesor de inversiones. Me lo han dicho desde hace un año, así que no voy a hundirme contigo, papá. Lo mejor que puedes hacer es venderla ahora e invertir tu dinero en algo diferente.
Sus ojos se clavan en mí antes de soltar una carcajada estruendosa. No puedo evitar mirar hacia el pasillo para asegurarme que Bella no salga de la habitación.
—Tú no sabes lo que es hundirte, Edward. Eres un mimado. Lo has sido siempre. Jamás fuiste a una escuela pública, creciste en una mansión con todos los lujos a tu alcance y no tuviste que preocuparte de perder esos lujos cuando te envíe a la universidad.
—Yo no te pedí nada de eso.
—Pero aún así lo usaste. Te gustaban los juguetes caros, la ropa de marca, andar en automovil, y vivir con clase. Mi puta vida sacrificada en darte todo, ¿para qué? Para que el niño vaya, estudie la primera mierda que encuentra en la lista y se rehúse a trabajar con su padre. ¿No quieres hundirte conmigo? Por supuesto que no. Yo ya me hundí por ti, en el maldito fango estoy por darte otra vida. Se te olvidó de dónde vienes —señala con sus brazos lo que nos rodea—, pero todo esto que ves es por mí.
Sacudo mi cabeza, pero él continua.
—Me lo debes, todo esto, me lo debes a mí. ¿Crees que alguien iba a querer trabajar con dos egresados ilusos que querían aspirar a más? Por supuesto que no. Cada cliente tuyo fue mi contacto. Cada uno de esos millonarios que se acercó a ti, llegó gracias a mí. Yo los convencía de invertir con ustedes, era mi nombre el que estaba en riesgo cada vez que se asomaban con tu secretaría. Era a mí a quien buscaban, tu apellido es lo que te ha dado esta vida. Así que vas a invertir, Edward. Vas a invertir porque no has terminado tu deuda conmigo.
—Yo me lo gané. Fui yo quien se desveló por años para —vuelve a interrumpirme.
—¿Sabes cuantos fracasados están allá afuera sin poder dormir? Te sorprenderías de la respuesta. Tus desvelos, tu estrés, tu dolor de cabeza serían en vano de no ser por mí. Incluso tu inteligencia fue mi herencia, hijo. Me lo debes. Todo.
—Tienes un maldito imperio en decadencia y quieres arrastrarme contigo.
—Eso lo decides tú. Nunca es tarde para trabajar con tu padre.
Saca del bolsillo de su pantalón una hoja arrugada que deja sobre la mesa del centro. Entrecierro mis ojos, pero la ira recorriéndome las venas no me permite enfocar la vista.
—Espero la transferencia más tarde —se pone de pie.
—Te apareces una maldita vez al año y crees que puedes haces lo que quieras con mi vida.
—Exageras.
—No voy a poner un centavo más a tu empresa y si lo hago, será para comprarla toda, pero no voy a trabajar contigo.
—No está a la venta, y este tema no está a discusión. Y si tanto te pesa mi apellido y todo lo que he hecho por ti, entonces devuelveme mi maldita casa de zorras que tienes en la playa.
Casa de zorras, eso es justo lo que esa casa era para él.
Cuando estuvo casado con mamá, se desaparecía por semanas con falsos compromisos de negocios, pero en realidad iba a encerrarse a la casa de la playa con mujeres. Luego del divorcio, le dejó la casa de la playa a Esme, pero no porque pensara que mi madre se merecía la mitad de los bienes, sino porque quería que descubriera lo que ese lugar significaba para él.
—¿Lo ves? Te gustan los juguetes caros —mira hacia el pasillo y sigo su mirada como un resorte, pero Bella no está ahí, vuelvo a mirar a mi padre—, podría apostarme que es sólo una zorra barata, ¿qué haces con ella? —me pongo de pie parándome frente a él.
—Quiero que te vayas de mi casa, ahora.
—Las mujeres son tu debilidad, Edward. Tu cursilería es lo único que te heredó Esme y ¿de qué te ha servido? Tu prometida te dejó y fuiste a meterte con la primera huérfana que encontraste en tu camino.
Parpadeo sintiendo mi pulso acelerarse al comprender sus palabras.
—Me gusta saber lo que haces y con quién.
—¿Me has estado siguiendo?
—Eres mi hijo, cuando no estoy aquí, tengo a alguien siguiendo tus pasos para que no arruines mi inversión. Tú eres mi inversión —dice palmeando mi mejilla, doy un paso hacia atrás alejándome de él y vuelvo a respirar lento. Huele a alcohol, pero no tanto como debería. Levanto una ceja.
—Ni siquiera estás borracho.
Sonríe.
—El portero no iba a dejarme subir de otra manera. No era mi intención asustar a esa… tu novia —rectifica cuando me ve apretar la quijada—, pero siéntete feliz. No aceptó dinero a cambio de dejarte. ¿Diría lo mismo si no tuvieras todos estos lujos? —extiende de nuevo sus brazos para enfatizar su punto. Aprieto mis manos y las suelto y vuelvo a convertirlas en puño.
—Quiero que te vayas y la próxima vez que vengas sin invitación llamaré a la policía.
—Estaré esperando mi dinero —camino hasta la puerta y la abro para que salga, lo hace y sin permitirle decir una palabra más cierro con seguro. Respiro. Se ha ido y con suerte pasaran muchos meses antes de que vuelva.
Agarro la hoja de la mesa y leo la cantidad. Le tomo una fotografía y se la envío a James.
Haz un contrato y luego transfiere la cantidad.
Si lo que mi padre quiere es dinero para dejarme tranquilo y así mantenerlo alejado de nosotros entonces le daré lo que quiere para no volverlo a ver… por lo menos en unos meses. James responde el mensaje en seguida.
Estaba por llamarte. Tenemos otro problema.
Suspiro y vuelvo a escribir caminando hacia la habitación.
¿Más grande que Aro?
Su respuesta llega en forma de foto, unos papeles en su escritorio.
No estoy para trabajo ahora mismo, James. Lo hablamos el lunes.
Y vuelve a responder:
Esto no es trabajo, es sobre Bella.
Ella
Pongo mi cara encima del lavamanos y me echo agua con las manos para calmar mis nervios. Mi rostro ha perdido todo su color y mis manos están temblorosas al igual que mis rodillas.
Una parte de mí quiere pegar el oído a la puerta y escuchar esa conversación, la mayor parte de mí decide poner distancia entre ese hombre y yo. No quiero escucharlo tampoco lanzarme insultos como ha hecho desde que llegó. Es el padre de Edward, no esperaba que fuera como Carlisle, quien es amable y cálido, pero no creí que fuera a ser el otro extremo. ¿No debería encontrar algo de ese hombre en el hombre que amo? No, me parece imposible.
La frialdad de Edward se dirige a la gente cuando lo merecen. No a diestra y siniestra por el simple hecho de poder. Edward nunca ha sido violento conmigo, ni siquiera perdió su calma con Heidi la noche de la fiesta.
Sin embargo, ese hombre es otra historia completamente diferente.
Me miro en el espejo, llevo una de las camisas viejas de deportes que Edward añadió a la ropa que podía usar para pintar y también traigo puesto unos pantalones deportivos. Mi cabello está sujeto en una coleta mal hecha y hay manchas de pintura en mi mejilla y mis dedos.
No podría estar en una presentación más deplorable para conocer a su padre. Y aun así estoy segura que mi apariencia no tuvo nada que ver en lo mal que todo salió. Me tallo las manos con fuerza hasta que saco el color y lo mismo hago con mi mejilla.
Me quito la ropa y entro a la ducha, necesito relajarme. Su visita me ha tomado desprevenida, pero estoy segura que ni con toda la información sobre él habría estado preparada para lo que ocurrió.
¿Por qué siquiera consideraría que el padre de Edward estaría tan cerca de ser como Heidi lo describió en la fiesta? Alcohólico y egoísta.
Levanto la cabeza dejando que el agua me dé directo en el rostro. No voy a seguir pensando en él. Edward va a hacerse cargo y volverá conmigo cuando su padre se haya ido. Lo dijo en nuestras vacaciones y lo pensé exagerado, no era alguien que él quisiera tener cerca de mí y honestamente no es alguien que yo quiera volver a tener cerca. Aunque supongo que volverá a estar cerca, es su padre al final del día.
Me recorre un escalofrío y al abrir los ojos veo los azules de Edward observarme. Está recargado contra la puerta del baño. ¿Cómo es que logró mover la silla contra la puerta sin que lo escuchara? ¿Cómo siquiera pudo quitar el seguro de la puerta? Y como si me leyera la mente sostiene en su mano unas llaves. Por supuesto. Las deja sobre el mueble del baño.
Estiro mi mano hacia él invitándolo a entrar a la ducha conmigo.
—Un jacuzzi —dice sin que venga al tema, levanto una ceja en espera de que explique más al respecto, pero no lo hace.
—¿Qué dices?
Sacude la cabeza y entonces parece darse cuenta que soltó esa palabra en voz alta.
—Olvidalo, sólo pensaba en una lista.
Tomo el shampoo con olor a coco y lo distribuyo en mi cabello húmedo.
—¿Qué tipo de lista? —pregunto mientras hago espuma en mi cabello, los ojos de Edward se pasean por todo mi cuerpo, pero se queda quieto al lado de la puerta con los brazos cruzados frente a sí. Lentamente su expresión tensa va suavizándose.
—Cosas que ocupo para la casa.
Me giro para agarrar la esponja y jabón. Respiro lento. Ya está pensando en la mudanza, vuelvo a mirar a Edward y le sonrío.
—Un jacuzzi suena bien.
Asiente distraído y entonces camina hacia las puertas de cristal que nos separan, estira su mano hacia mí y le paso la esponja con jabón, me hace una seña con sus dedos para que me acerque a él, sonrío.
—¿Vas a bañarme? —pregunto juguetona.
Me pone la esponja en la nariz llenándola de espuma, sonríe y yo también.
—¿Quieres hablar sobre... —pero no termino la pregunta porque su expresión parece atormentada con sus cejas acercándose y sus labios en una tensa linea— o no.
—Después… antes déjame quitarte la pintura.
Cuando miro hacia abajo me doy cuenta que tengo pintura en los codos y antebrazos. Edward levanta mi brazo hacia arriba y sus ojos van al seno que subió por el movimiento, mis pezones están duros por el agua, llena su mano con la espuma de la esponja y entonces cubre mi pecho. Cierro los ojos ante la sensación. Su mano lo envuelve mientras su pulgar se desliza por la aureola.
—Qué hermosa eres.
—Me lo dice mi novio todo el tiempo —respondo sin abrir los ojos.
—Qué tipo más afortunado —sonrío mientras sus manos recorren ahora mi otro pecho y dan un tirón a mi pezón.
—¿Volverás a la oficina?
—¿Cómo voy a irme si estás tan desnuda y mojada? Y creo que tenemos que hablar sobre lo que ocurrió antes.
—No lo hagas, por favor —mi voz suena a una súplica mientras sus manos llenas de jabón recorren mis brazos. Estiro mi mano a su pecho y me encuentro con su camisa, abro los ojos en espera de su autorización—… a excepción que quieras hablar.
—Quiero hablar, creo que es importante —pero no suena convencido.
—¿Quieres que salga? —pregunto mientras llevo mis manos a mi cuerpo distribuyendo el jabón por toda mi piel, Edward se pierde siguiendo el recorrido de mis manos. Aprieto ambos senos antes de tirar de mis pezones con cuidado, con inocencia, aunque mi sonrisa me delate.
—Bella —se queja y sonrío aun más.
—Te quiero, no me hagas rogar por ti.
—¿Cuándo lo he hecho? —mi sonrisa crece mientras lo veo quitarse el pantalón junto con su ropa interior y luego me deleito en cómo va desabrochando su camisa, mis ojos se quedan un momento en la evidencia de su excitación antes de volver a recorrer su abdomen y llegar a sus ojos azules. Camina hasta que el agua lo comienza a mojar también. Mis manos van a su cuerpo— No tienes idea de cuánto te deseo.
Mis manos bajan hasta su erección.
—Créeme… lo sé —digo al tiempo que lo envuelve mi mano, baja sus labios hasta atrapar mi cuello succionando mi piel, lo siento inspirar contra mí mientras sus manos se hunden entre mis piernas.
—Hueles a coco. Es uno de mis tres olores favoritos.
—¿En serio? —mi voz suena un poco ida mientras me esfuerzo en mantener los movimientos de mi mano en él y estirar mi cuello hacia atrás para darle mayor acceso a mí, su pulgar acariciándome en círculos mientras introduce dos dedos dentro de mí— ¿tres?
—Es tu perfume.
—No uso… perf...ume —contradigo.
Sus labios me devoran la boca con hambre y deseo, gimo en su boca mientras su cuerpo me aprisiona contra la pared fría a mis espaldas, mi cuerpo apenas detecta el frío, concentrada en el modo en que la lengua de Edward se mezcla con la mía, como si fuese esta sólo una manera más para invadir mi interior. Mis dedos se aferran a su espalda y se enredan en su cabello húmedo temiendo que se retire.
—Más —imploro, aunque no sé exactamente qué más necesito. Sus dedos sigue anclándose y saliendo de mí sin titubeos, ajustándose a mi cuerpo cada vez que entra y sale— más— gimo contra su boca cuando su mano aprieta de uno a otro pecho, tirando de mis pezones y apretándolos sin ternura, no necesito ternura en absoluto, necesito sentirlo— más —vuelvo a pedir apretando los ojos cuando su boca abandona la mía para deslizarse por mi cuerpo— más —mi voz retumba en las paredes cuando sus labios se encuentran con mi pelvis, repartiendo besos que no son inocentes— más —lo invito a continuar subiendo mi pierna a su hombro para darle mejor acceso.
Siento el calor y el frío, y el deseo devorando mis entrañas, y sólo la mano de Edward en mi cadera me sostiene de pie, ya he perdido por completo la habilidad de hablar, gimo mientras su boca me enloquece y mientras el agua cae como lluvia sobre nosotros empapándome y acariciando cada uno de mis rincones. Mi sentido del tacto sobreestimulado por sus labios.
Enredo mis dedos en su cabello animándolo a seguir sin cohibiciones, su nombre retumba en las paredes y tardo un segundo en comprender que hace eco porque estoy gimiendo por él. Y eso parece gustarle porque sigue dándome placer con su lengua, con sus labios y sus manos. Cielos, cielos, maldición. Suelto su cabello y busco agarrarme de las paredes, pero cuando consigue llevarme al límite mis piernas se vuelven débiles y por un momento creo que voy a terminar en el suelo, pero nuevamente Edward me sujeta de las caderas para mantenerme en mi lugar.
Cierro los ojos y no puedo evitar que mis labios se queden semiabiertos soltando gemidos y suspiros mientras recupero el aire, cuando los obro de nuevo tardo en notar que está de nuevo de pie. Sujeta mi cara con sus dos manos pasando sus dedos a mi nuca y cabello, levantando mi rostro hacia él, entreabro mis labios para invitarlo a besarme de nuevo, pero en lugar de hacerlo me mira con fijeza.
—¿Confías en mí? —asiento.
—Totalmente.
—Quiero que lo recuerdes —voy a protestar pero cuando su pulgar presiona contra mis labios vuelvo a sentir la tensión entre mis piernas—. Eres mía —asiento una decena de veces, paso saliva sintiendo la intensidad de su mirada sobre mí, no es sólo deseo, detecto algo que no había visto en sus ojos antes ¿miedo?
—Yo…
—Y te amo, sin importar nada —levanto una ceja sin entender.
Me toma de la mano, cierra el agua y salimos de la ducha sin importarle que mi cabello esté escurriendo tanta agua que pronto tenga un charco bajo mis pies. Me hace seguirlo y caminar con él hasta la cama.
—Pensé que íbamos a —tener sexo en la ducha, iba a decir, pero cuando entiendo las intenciones de Edward me silencio.
—Voy a hacerte el amor hasta que se te olvide tu nombre —salen risitas tontas de mis labios y levanta una ceja para mí— ¿no lo crees?
—Va a costarte un rato —bromeo mientras me siento a horcajadas sobre él, paso mis piernas a cada uno de sus lados con él sentado a orillas de la cama, enredo mis dedos en su cabello mojado y oscuro.
—Ya lo veremos —en lugar de replicar, encuentro deseo en lo azul de sus ojos y me hundo dentro de su mar con él, mientras él se hunde dentro de mí.
/
Al envolverme en la toalla mis piernas siguen sintiéndose como si fueran a partirse en dos. Me cepillo el cabello mientras Edward termina de ducharse, por segunda ocasión. Cuando al fin sale estoy poniéndome un poco de crema para peinar en las puntas. Edward agarra el frasco de ésta.
—¿Mezcla de flores?
—¿Eh… sí? Es para peinarme —le explico sin saber qué decir.
Busco en el cajón mi crema corporal, me untó en las manos y luego en el resto del cuerpo.
—Vainilla —dice cuando se acerca a oler la piel sobre mi cuello donde acabo de distribuirla, lo miro a través del espejo, recarga su mentón en mi hombro y me mira el mi reflejo—, ya descubrí tu secreto —dice con falso tono acusatorio.
Me río.
—No era ningún secreto. Las personas no huelen a flores, coco y vainilla.
—Bueno, tú sí.
Recargo mi cabeza contra su pecho sin perder el contacto visual con él.
—Antes me has confrontado —dice dejando que la sorpresa se noté en su voz, me ruborizo avergonzándome por mi arranque de valentía o estupidez.
—Lamento eso —me disculpo.
—No, no lo hagas. Hace unas semanas habrías salido corriendo de aquí si me hubieras oído levantar la voz. Y hoy…
—Hoy ni siquiera te he dejado marchar a ti —siento mis mejillas tornándose en carmesí por el calor—. No quiero arruinar la relación con tu padre, entiendo que la gente y el alcohol a veces consiguen comportamientos como ese —lo entiendo bastante—. No debí salir de la habitación.
—No, no debiste —acepta.
—Yo no quise lastimarlo, fue una… —me interrumpe.
—Él no debió acercarte a ti y mucho menos amenazarte de esa manera.
—¿Lo oíste? —por la mirada que me da, sé la respuesta— ¿Qué quería?
—Eso no importa. Avisaré en recepción que no puede volver a subir y no tendremos de qué preocuparnos.
—Yo no pensé que fuera a ser así. Es decir… eres su hijo. ¿Cómo puedes ser tú y al mismo tiempo ser hijo de alguien como él?
—A veces soy más hijo de Carlisle que suyo —dice antes de dejar un beso en mi mejilla, lo siento inflar sus pulmones.
—No querías hablar de esto, ¿o sí? —niega con su cabeza.
—James llegará en una hora. Encontró algo y quiere hablarlo con nosotros.
—¿Aquí? —siento la bola de púas aparecer. ¿Por qué querría hablarlo aquí y no en su oficina? Porque quiere privacidad, me respondo en seguida— ¿es sobre el testamento?
—Bueno… al parecer son dos testamentos.
Me relajo, eso ya lo sabía.
—Sí. Cuando nació Charlie hicieron el segundo —le explico—. Mamá tuvo un embarazo complicado y quisieron poner todo en orden, por si después alguno de ellos moría…
—No sé mucho al respecto, pero James me pidió que te preguntara por Eric, parece que va a necesitarlo para lo que sigue.
Sacudo mi cabeza, por supuesto que no.
—¿Por qué habría de necesitarlo?
Edward levanta una ceja ante mi falta de cooperación.
—Porque alguien falsificó su firma… o no. ¿Quién es Eric?
Un imbécil mentiroso que me empujó a esa asquerosa vida que ya pude dejar atrás, pero en lugar de eso respondo:
—Mi exnovio.
Y por cómo cambia la mirada de Edward, sé que voy a odiar un poco más al ex que dejé en el pasado.
Chan Chan Chan
Dejame saber qué te pareció
¿Quieres saber sobre Eric?
Ya sabes como me cuestan las escenas eróticas para sentirme conforme con ellas siempre me toma su rato, así que esa fue la razón de esta demora.
Espero que se haya entendido un poco porqué Edward no piensa en su padre seguido y la tóxica relación que hay ahí. Y por supuesto la raíz de lo que es su "cualidad" que es ser paciente, pues ya sabes porqué es "tan" paciente.
¿Alguna teoría conspiranoica sobre lo que viene?
No olvides dejar tu comentario, y muchas gracias de antemano por leer.
UNA INVITACIÓN A LEER LOS ULTIMOS TRES CAPÍTULOS DE UNA MUJER SIN CORAZÓN, si estás interesada en conocer lo que ocurrió en el rompimiento de él con Heidi, esos son los capítulos que quieres leer.
