Bueno para serles sinceros a quien siga vivo esperando el final de esta historia aquí esta, bueno realmente no, estos años en la universidad me han quitado mucho y me ha dado poco en compensación ni hablar de la pandemia, realmente quería (sigo queriendo) continuar con esta historia, pero siento que no le puedo hacer justicia a donde la deje y para distraerme y no perder la costumbre he armado un borrador con una historia que he ido haciendo durante estos años un poco alejado de este mundillo que he creado, pero con temáticas parecidas tiene como 10k de palabras y apenas va a la mitad. De todos modos hace poco quise retomar esta historia porque pude imaginarme el prologo adecuado para esta y de todos modos pude haber hecho esto como un one shot, pero me puse a pensar en la gente que ha esperado tanto tiempo por este capitulo así que les dejare esto como un final postizo cosa que cuando tenga la capacidad de continuar donde deje la historia ustedes la puedan leer (o los pocos que sigan con la intensión de seguir leyendo esta historia). Espero que les guste

Pd: Se me olvido mencionar que esto ocurre 4 años después de la llegada de Linka a la casa Loud.


Otra noche más, otra noche más donde ella está viendo la misma mancha del techo de su habitación una vez más. La chica encendió el reloj digital que está colgado en su pared: tres con cuarenta a.m.

"Maldita sea" susurró para sus adentros.

Linka bajó de la litera y lo primero que vio fue a Lynn dormida mirando hacia la pared, una parte de ella estaba odiando lo que estaba haciendo ¿Por qué era la única que no conciliaba el sueño tan fácilmente?

La chica necesitaba salir de donde estaba, tomó su capucha y se apresuró en vestirla.

Salió con mucho cuidado de la habitación y al cerrar la puerta miró con un poco de tristeza la puerta que ocultaba la habitación de su hermana Luna, ahí ella se acostaba en el sofá que estaba aun lado de la litera y podía dormir tranquila sin tantos ronquidos además de que le era mas fácil pasar la noche en un sofá duro que en una cama blanda, pero tenía miedo que su hermana se hartara que siempre hiciera lo mismo y no le permitirá seguir abusando de su confianza, así que debía superar esto por ella misma su hermana no iba a estar con ella para cada una de sus recaídas.

Respiro profundamente y se dirigió hacia las escaleras. La casa de noche le parecía de cierta manera hermosa, todos esos cuadros con fotos cubiertos por la oscuridad, todos esos trofeos que simbolizaban grandes momentos cada unos de ellos apagados, abandonados, solo están ahí para juntar polvo mientras el tiempo avanza sin mediar límites.

La chica sacó del bolsillo de su capucha un pequeño reloj de muñeca y con la poca luz que entraba la casa vio otra vez la hora mientras se colocaba dicho reloj en la muñeca.

Tres con cincuenta.

Levantó la vista y la volvió a dirigir a la vitrina con trofeos y medallas, poco a poco la peliblanca se acercó a esta mientras iba reflexionando.

—Yo jamás perteneceré acá ¿verdad?—. Pensó mientras su mano tocaba la madera polvorienta.

Sus ojos resecos por el cansancio inspeccionaba cada uno de los trofeos de sus hermanas hasta llegar al lugar que compartía con su hermano, eran dos medallas de color dorado una que tenia un relieve con forma de libro justo al centro de esta y la otra también formaba una figura con el relieve, pero esta era un corazón.

Linka soltó una carcajada silenciosa y una pequeña sonrisa, pero ambas se desvanecieron cuando Linka salió del pequeño trance que esos objetos le dieron, ella quería llorar al ver las medallas, algo dentro de ella le exige que debería estar soltando lagrimas, pero ella aunque quería no podía peor aún no sabía porque no podía llorar.

La peliblanca se dirigió a la cocina para poder salir hacia el patio trasero de la casa, al momento de abrir la puerta rápidamente un viento helado la golpeó recorriendo por cada parte de su piel expuesta a la corriente, pero la chica no se inmuto eso no era nada para ella, la experiencia de enfrentar peores condiciones hace ya unos cuantos años la había hecho indiferente al clima "amable" de la zona donde ahora estaba viviendo.

Al cruzar el umbral cerró con mucho cuidado la puerta para que esta no hiciera ruido, casi de forma inmediata busco a sus alrededores si había algo o alguien cerca de ella, pero nada más lejos que algunas muñecas olvidadas y un frisbie de color amarillo.

La chica caminó hacia la izquierda contando las tablas, cuando contó hasta el tres la chica tomó los bordes de la madera y al forzar la pequeña tabla esta se soltó de la pared y Linka sacó del agujero que hizo una caja de cigarros.

Al abrir la caja quedaban algunos cigarros junto a un encendedor. La chica quedó paralizada, su respiración se agitó y abrió aún más los ojos.

La chica podía sentir que volvió al cobertizo de su antigua casa, su mente la trajo a aun recuerdo que la hacía sentir horrible y sentía como regresaba a ser esa pequeña niña que se escondía a fumar por primera vez.

—Mierda—. Susurro la chica mientras apretaba la caja de cigarrillos. —Yo… no—. Linka respiró profundo y pudo volver a centrar en la realidad.

Ya un poco más calmada la chica sacó uno de los cilindros de la caja y se lo llevó a la boca aunque no era la primera vez que lo hacía de

igual forma su cuerpo estaba en alerta por el miedo a ser descubierta y decepcionar a cualquiera que la estuviera viendo ahora, aun así a pesar que gran parte de su cuerpo se negaba a encender el cigarrillo la otra parte de su cuerpo le rogaba que lo encendiera para poder calmar su mente.

La chica al estar encendiendo el cigarro recordó cuando estaba igual de alterada esta vez fue hace unos cuantos años atrás: Era pequeña, esta se había encerrado en una cabina del baño a llorar, eso había sido porque en esa terrible escuela le habían dicho fracasada después de fallar en un examen oral de historia, eso de por sí la había alterado, pero lo que liberó el mar de lágrimas en ese momento fue descubrir que su lápiz que hace poco su madre le había comprado estaba partido a la mitad y el sacapuntas estaba desarmado, iba a gritarles a esas chicas que la insultaran como también decirle al profesor sin embargo imaginarse que iba a enfrentarse a su madre por no cuidar sus cosas la bloqueo y su cuerpo le pedía llorar, como no quería alertar a nadie. Simplemente salió del aula y se dirigió al baño a llorar.

—Hijas de put…—. Susurro la chica que estaba presa del pánico espontáneo que sufrió.

Apresuró a encender el cigarro que a este lo estaba mordiendo con bastante ira y se apresuró a dar la primera calada. Por lo rápido que inhalo el humo la chica se ahogó con el mismo resultando en una tos que intentaba con todas sus fuerzas aguantar para que nadie la escuchara.

Tras unos cuantos segundos para retomar el aire perdido continuo aspirando el denso humo. Tras exhalar prontamente sentía como la cabeza le pesaba menos y como los ojos le pesaban un poco más.

Tras la segunda bocanada de humo que inhaló la chica solo le quedaba el cansancio y la culpa de estar escondida fumando, después de soplar el humo miro hacia el cielo esperando alguna respuesta de este, pero nada solo un paisaje oscuro con una que otra estrella que apenas era visible. Muchas veces lo pasaba por alto, pero pocas veces se fijaba de forma tan detallada en el cielo —Aquí hay muchas menos estrellas—. Dijo en tono nostálgico. Su cabeza quería volver a ese tiempo donde vivía con su madre, pero ella sabía que era imposible retroceder ¿Y para qué quería volver si solo pasaban cosas horribles casi todos los días? Se preguntaba mientras consumía de nuevo el cigarrillo.

De pronto su mente se calmó como si todos esos recuerdos que iban y venían como olas se calmaron por el momento. Al fin Linka podía relajarse un poco.

A pesar de hacer frío la chica podía quedarse dormida ahí mismo apoyada en la pared, quería descansar ahora que su cuerpo ya se rindió al sueño y necesitaba descansar.

Linka estaba esforzándose en no quedarse dormida en ese lugar, sus ojos se estaban cerrando.

—Psss—. Se escuchó que venía desde la puerta

Linka dio un pequeño salto abriendo los ojos como platos, dirigió su mirada hacia donde provenía el ruido y para su sorpresa estaba su hermana Lynn quien estaba vestida con su típica playera para dormir y shorts rojos.

—¿Qué haces levantada a esta hora?—. Preguntó la castaña midiendo su voz para no despertar a nadie.

La chica aun asustada de inmediato levantó la mano que sostenía el cigarro que ya estaba casi consumido en su totalidad y con la otra mano lo señaló.

Lynn miró a su hermana con un poco de enojo, pero de inmediato se rindió y salió hacia el jardín para acercarse a la peliblanca.

—¿Todavía te cuesta dejarlo?—. Preguntó preocupada y con un tono aún más bajo que el anterior.

Linka miró hacia otro lado.

—¿Por qué estás despierta?—. Pregunto la chica intentando igualar el tono de voz de su hermana.

—Me dormí más temprano por el entrenamiento—. Dijo la castaña — Además tenía la ventana abierta— Apuntó hacia arriba con el dedo —Desde mi cama podía oler que estabas fumando—.

Linka miró hacia arriba y se dio cuenta que Lynn tenía razón, la falta de sueño le estaba haciendo pensar mucho más lento de lo normal.

—Lo siento—. Susurro la chica mientras dirige su mirada hacia su hermana.

—No importa, pero respóndeme lo que te pregunte—. Dijo en un tono serio Lynn.

Linka suspiro —Solo necesito relajarme—. Respondió mientras apagaba el cigarro que tenía entre los dedos con la tabla que había sacado de la pared.

Lynn dio vuelta los ojos y se dirigió a su hermana —Dame la caja—. Al mismo tiempo estiró la mano esperando la respuesta de su hermana.

La chica de cabello blanco resopló y de los bolsillos de su capucha sacó la caja con los cigarros para entregarlos a Lynn.

Esta última se encargó de inspeccionar la caja y la agitó para que se asomaran los últimos dos cigarrillos.

—¿Quieres fumar otro?—. Ofreció la castaña apuntando las boquillas de los cigarros a su hermana.

La chica dudó un poco, para ella Lynn a veces es un poco irritante cuando la toma con la guardia baja.

Mientras estiraba la mano ya lo estaba viendo: iba a suceder lo mismo cuando Lynn le aplicaba la misma broma a Lincoln está tomaba alguno de sus mandos o consolas y las termina lanzando hacia algún lado fingiendo ser descuidada, pero en realidad el lanzamiento sale perfecto y no se daña nada.

Ya esperando el resultado Linka estiró su brazo para alcanzar el cigarrillo y cuando lo sujeto con los dedos se sorprendió, dirigió su mirada a Lynn.

La castaña simplemente levantó un poco la cabeza en señal de aprobación y movió un poco la mano agitando los cilindros.

La peliblanca a este punto ya extrañada simplemente siguió con la oferta de su hermana y se llevó el cigarro a la boca y procedió a encenderlo.

—Dámelo—. Susurro Lynn mientras apuntaba al encendedor.

Linka ya a este punto no sabía qué hacer estaba muy cansada como para ponerse a pensar y averiguar que está pensado su hermana así que entrego fácilmente el encendedor.

Lynn lo recibió y tomó el cigarro que quedaba en la caja, se lo llevó a la boca para encenderlo rápidamente.

La peliblanca estaba sorprendida, no creía lo que estaba viendo, pero la incredulidad no duró mucho cuando su hermana mayor empezó a toser a la vez que estaba haciendo el esfuerzo de no hacerlo muy fuerte para no despertar a nadie, pero muy al contrario Linka se estaba aguantando las risas por ver lidiar a su hermana ruda con el humo.

—Esto sabe a trasero—. Se excuso Lynn mientras se quitaba algunas lágrimas que se le estaban saliendo de tanto toser.

—Si bueno, son de los baratos. Estos no tienen mucho gusto ni tampoco esa burbuja de menta o que mierdas le ponen para hacerlos más caros—. Dijo en voz baja.

La mayor miró con un poco de extrañeza a su hermana, no creía que lo que estaba llevando a sus pulmones siquiera podría ser mejor, inhalo una vez más y su cuerpo siguió rechazando el humo de forma instintiva.

Al ver lo último Linka se giró completamente para ver a su hermana a la cara y le explico —Mira, primero cuando fumes no dejes el humo en tu boca, después de inhalar debes tomar un poco de aire y así todo el humo llega a tus pulmones, así evitas problemas con las encías y tampoco revolverás tu estómago—. La peliblanca aspiró un poco de humo del cigarro y con la boca abierta le mostró como el humo se dirigía hacia su cuerpo, para después exhalar este mismo despacio.

Lynn hizo paso a paso las indicaciones que le dejó su hermana y a la hora de exhalar el humo terminó tosiendo un poco en comparación de hace unos momentos.

—Sigue con el mismo sabor a trasero…

Así pasaron varios segundos en silencio sin que ninguna de las chicas se digiera algo, esto para Linka era raro normalmente los silencios para ella son raros, en especial cuando está compartiendo algún momento con solo una persona, normalmente buscaría cualquier cosa para hacer un excusa he irse, pero esta vez no un simple silencio sin ninguna presión.

Lynn ya le estaba pasando la cuenta con la temperatura del exterior, la chica ya estaba temblando —¿No crees que hace un poco de frio acá afuera?

La peliblanca levantó su mano donde se había puesto el reloj y vio la hora:

Cuatro con cuarenta y cinco.

—¿Aún tienes ese reloj?—. Preguntó Lynn.

—Si… yo no suelo tirar nada a menos que esté hecho trizas—. Respondió Linka.

Lynn se incomodó un poco al ver a su hermana con ese reloj —Sabes yo, bueno nosotras… —. Pero la castaña no pudo terminar, se escuchaban los pasos de alguien bajar las escaleras.

Ambas chicas se alertaron, ya sabían que se iban a meter en problemas si alguien las veía que estaban en el patio de madrugada fumando.

Linka fue la primera en reaccionar —Rápido escóndete detrás de la pared—. Mientras señalaba a la orilla de la casa que estaba más cerca de ellas.

Lynn dudó un momento, pero de inmediato salió corriendo hacia donde le indico su hermana.

La peliblanca rápidamente apagó el cigarrillo con la tabla de la pared, la misma la colocó en el lugar faltante de la pared y se dio la vuelta para apoyar su espalda a esta.

—¿Quién está afuera?—. Se escuchó antes de que la puerta se abriera.

—¿Lincoln?—. Pregunto sorprendida la peliblanca al ver a su hermano asomado en la puerta.

—¿Te encuentras bien?—. Pregunto preocupado el chico —Hace bastante frio acá afuera y huele a… —. Lincoln suspiró tristemente.

—Si, lo sé, iré a mi cama… ya iba de camino—. Dijo la chica mientras entraba a la casa y cerraba cuidadosamente la puerta para que esta no se cerrará por completo.

—Yo te había dicho que si tenias problemas me hablaras—. Susurro el chico mientras veía como Linka se dirigía a las escaleras.

—No quiero hablar de eso ahora—. Respondió tímidamente.

La chica continuaba su camino hacia las escaleras, pero se detuvo cuando Lincoln tomó su mano izquierda para que no se alejara, Linka al jalar un poco para zafarse del agarre la manga de su suéter se levantó y relevó que estaba usando un reloj metálico.

Lincoln soltó la mano de su hermana al ver el accesorio en su muñeca.

—Si no quieres ir a dormir podemos quedarnos a hablar acá hasta que te sientas mejor—. Dijo el chico esperando alguna reacción de su hermana.

La chica se dio la vuelta para ver a su hermano y al mismo tiempo vio a Lynn a través de la ventana de la puerta quien le hacía señas para que se apresurara.

Con algo de pánico la chica tomó rápidamente la mano de su hermano —Vamos a tu habitación—. Y empezó a jalonear a Lincoln para que este la siguiera hasta la habitación del chico.

Una vez en la alcoba ambos se miraron, Lincoln estaba con una cara que gritaba cansancio mientras esperaba a que Linka dijera algo, pero ella estaba nerviosa hace mucho no entraba al cuarto de su hermano, habían unos cuantos posters nuevos y una que otra figura de algún robot de la caricaturas que Lincoln veía en la televisión, otra cosa que le vino directamente fue por el olor, este era mucho más agradable del que suele haber en su habitación ya que Lynn siempre deja su ropa sucia tirada por el lugar.

—Huele bien—. Dijo la chica mientras se sentaba en la cama mientras ocultaba el reloj.

El peliblanco suspiro frustrado —Si no quieres hablar mejor vamos a descansar—. Dijo Lincoln mientras ahogaba un bostezo.

Esta no era la primera vez que se encontraba en una situación similar, ella cuando tenía problemas por no saber como hacer amistades siempre iba en busca de su hermano, preguntándole qué haría él, ya que siempre desconfiaba de las personas que se le iban a hablar, pero esto era diferente como si saltara de un acantilado a otro. ¿Por que simplemente no era como Leni? Siempre la abrazaba cuando la veía mal y no era necesario decir nada. ¿Porque con él las cosas siempre se han sentido diferentes?

Lincoln se iba a dirigir a apagar la luz cuando la gemela se decidió a hablar.

—Estos días me he estado sintiendo mal, no es por algún problema con alguien más, sino que es conmigo misma—. Dijo la chica mientras agarraba con fuerza el reloj.

Linka se sentía incómoda cerca de su hermano, aún tenía sentimientos por él a pesar de los esfuerzos que hacía. Todos estos años desde que él la rechazó ha intentado negar esa atracción hacia él, evitando todo el tiempo que fuera posible y solo hablar lo justo con él, pues al final de todo pueden ser gemelos no tienen para que estar siempre juntos, pero eso solo logro distanciarlos poco a poco.

—¿A qué te refieres? ¿No te agrada ser tú misma?—. Pregunto confundido Lincoln mientras se sentaba aun lado de su hermana

—No creo que sea eso, me gusta ser yo, me agrada ser la persona en la que me trato de convertir, si es muy difícil hacer cosas de la que no me siento cómoda para ser más agradable, pero en el fondo me gusta parecer esa persona—. Linka no sabía que era peor el dolor que se estaba auto infligiendo apretando la correa metálica del reloj, el cansancio que a este punto le estaba provocando dolor de cabeza o las lágrimas que se le iban escurriendo por las mejillas. —Yo siento que estoy extrañando mi antigua vida—.

Lincoln la miró con sorpresa, el chico no comprendía ninguna palabra de lo que dijo.

—Pero eso no tiene sentido—. Respondió Lincoln

Linka respiro profundamente antes de continuar —Ese dolor que había tenido por tanto tiempo en mi pecho a pesar de que se esfumó vuelve, pero no duele simplemente está ahí recordando todo lo que me ha sucedido poco a poco, de vez en cuando puedo recordar mis peores momentos, es como si mi alma pidiera a gritos que la sigan torturando—. Las manos de la chica estaban temblando por la fuerza que ejercía. Esto se detuvo cuando las manos cálidas de Lincoln rodearon a las de ellas.

—No entiendo muy bien cómo te sientes—. Explicó Lincoln —Pero sé que has pasado por mucho—. El chico estaba separando las manos de su hermana poco a poco mientras continuaba —El dolor siempre deja heridas y las heridas tienen que sanar, quizás eso que sientes es tu mente que no sabe como parar de combatir ese dolor—. El chico pudo separar las manos de la chica para dejar al descubierto el reloj.

—Ese es el reloj que te regaló tu madre ¿No?—. preguntó Lincoln mientras sostenía la mano izquierda de su hermana.

—Si, cada vez que lo uso siento que puedo superar estas recaídas—. Dijo Linka mientras se secaba las lágrimas con su mano libre.

—Yo no creo que sea así, tu misma me dijiste que no querías nada de ella, que te había hecho ya suficiente daño—. Respondió Lincoln mientras tragaba un poco de saliva.

—Lo sé, sé que dije eso, pero no puedo Lincoln yo siempre termino guardándolo no es como si todo se arreglara tirándolo a la basura o quemándolo—. Linka ya no podía continuar, estaba hecha un desastre.

El peliblanco no pudo hacer nada más que abrazarla, sabía que las palabras no ayudarían en nada —Vamos a descansar—. Susurro el chico.

Linka devolvió el abrazo con fuerza y tras unos segundos le respondió —Sólo si nos quedamos así toda la noche—.

—Esta bien

Finalmente la luz del cuarto se apagó y ambos se acostaron en la cama.