Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.
Advertencias: Omegaverse, Mpreg, yaoi, angst, Sasunaru, leve Gaanaru, menciones de guerra, dolor y sufrimiento, matrimonio sin infidelidades…
Dedicada a Norilucas, por siempre estarme oyendo parlotear sobre nuevas ideas de fics que no han visto la luz del día y por seguir animándome a escribir 😊
.
.
.
Noches de lluvia, días de sol
4
.
.
Otra semana más había transcurrido y esta vez Gaara estaba pendiente de la hora en que el rubio saldría para sus compras semanales.
La vez anterior, luego de ayudarlo de nuevo a cargar las cosas, terminó en casa del rubio siendo invitado esta vez a un panecillo con té que aparentemente una amiga le había regalado en el trabajo. También había visto al rubio salir temprano por la mañana y regresar casi al anochecer. Suponía que ese era el horario laboral que tenía aunque, cuál era su trabajo, Naruto no le había contado y Gaara no había mostrado su curiosidad sobre el asunto.
Se preguntaba qué haría el rubio una vez que tuviera al bebé. No necesitaba ser médico para darse cuenta de que el parto no debía de estar muy lejos, y trabajar con un recién nacido no era algo realmente posible, ¿no? Además, cuidar solo a un niño seguro no era tarea fácil, y menos en el mundo actual, donde el futuro era incierto.
— ¡Ah, buenos días, abuelo! —una voz animada y radiante lo sacó de sus pensamientos.
Con curiosidad, se asomó a la ventana y vio a Naruto conversando con un hombre de edad avanzada. Su voz era tan alta y escandalosa que no tuvo problemas en escucharla incluso a través de la ventana.
Gaara había visto al anciano en otras ocasiones. Era el cartero. Pasaba todas las mañanas entregando la correspondencia al vecindario. Y, al parecer, Naruto lo conocía lo suficiente como para llamarlo con tanta familiaridad.
Poniéndose de pie, se dirigió hacia la puerta para salir de casa, observando entonces como el hombre le entregaba al rubio su correspondencia antes de despedirse con un amigable: —Qué tengas un buen día, muchacho.
Entonces el hombre siguió caminando hasta quedar frente a su residencia e inclinó la cabeza como saludo.
—Debe ser el señor Sabaku. —una sonrisa gentil se dibujó en su arrugado rostro. A Gaara no le sorprendió que supiera su nombre, debido a su trabajo. —Es un placer, soy Hiruzen Sarutobi.
El pelirrojo inclinó la cabeza en reconocimiento.
—Tengo una carta para usted. —informó Sarutobi, buscando entre la correspondencia hasta dar con el sobre indicado y tendiéndoselo para que pudiera tomarlo. —Que pase buenos días. —se despidió con simpleza.
—Igualmente. —respondió Gaara por cortesía, observándolo marchar.
Giró el sobre para darse cuenta de que era una carta de Temari. Oh, claro, había prometido escribirle y hasta el momento no lo había hecho. Seguro al menos la mitad de las letras entre sus manos serían regaños por parte de su estimada hermana mayor.
— ¡Gaara, buenos días! —giró hacia la izquierda para encontrarse a Naruto, quien se había acercado mientras estaba distraído. Se veía de muy buen humor, a juzgar por la manera en que sus ojos brillaban esa mañana. —Veo que conociste al abuelo Hiruzen, ¿eh? Ha sido el cartero de esta zona por años, creo que incluso me cambió algunos pañales. —comentó con humor y se notaba el cierto cariño que le guardaba al anciano. — ¿Has recibido alguna carta importante?
Gaara se encogió de hombros.
—Mi hermana. He olvidado comunicarme con ella desde que llegué aquí.
—Oh, entiendo. Debe ser divertido tener hermanos, ¿no? Yo soy hijo único, y mis padres lamentablemente fallecieron hace años, así que las únicas cartas que espero son las de mi esposo.
— ¿Recibiste alguna?
El rubio inmediatamente sonrió.
— ¡Sí! No puedo esperar a leerla. Bueno, de hecho sí puedo, se me hará tarde para ir al mercado. Si me retraso más estará muy lleno y será un fastidio. La leeré más tarde, cuando esté cómodo en cama.
Gaara no pudo evitar notar que, detrás de la genuina emoción que Naruto demostraba ante la expectativa de leer la carta, también había algo de nostalgia y amargura.
Despidió a Gaara desde el marco de la puerta luego de invitarlo a tomar algo como agradecimiento por ayudarlo a cargar sus compras una vez más.
Pronto iba a hacérsele hábito, y a decir verdad le daba algo de vergüenza aprovecharse de la buena voluntad de su nuevo vecino. En cualquier otra situación, se hubiera negado a recibir ayuda. Él era muy independiente, le gustaba hacer las cosas solo.
Ahora, sin embargo, había llegado al punto de aceptar que necesitaba que le echaran una mano de vez en cuando.
Los tobillos y la espalda de dolían horrores, además de que el peso y el tamaño de su vientre lo limitaba para hacer ciertas cosas simples por las cuales nunca se había preocupado antes. Ya ni siquiera podía verse los pies, agacharse era un enorme problema, y todo lo que quería era estar en cama, hacerse una bolita y dejar que su esposo lo arrullara contra su cuerpo, respirando su aroma.
Cerró la puerta y exhaló pesadamente, la soledad de la casa comenzando a agobiarlo nuevamente.
Tal vez Gaara no fuera del tipo conversador, aunque bueno, Sasuke tampoco lo era, pero al menos le servía como compañía, una pequeña distracción de la aburrida rutina en la que se había convertido su vida.
Naruto no estaba hecho para vivir solo. Al menos no luego de todos los años durante los cuales no hubo un día que no despertara con Sasuke a su lado. La presencia del alfa era una constante para él. Ahora que la no la tenía, era como estar perdido en medio del océano, sin estrellas con las cuales guiarse.
Se frotó la barriga con insistencia al sentir a su bebé golpearlo con una suavidad muy contrastante a las patadas que recibía en medio de la noche directo en su vejiga.
Le echó un vistazo rápido a la cocina, pensando en que debería comenzar a preparar algo de una vez para tener qué comer para la noche y el día siguiente, pero al final optó por ir a la habitación y tumbarse en la cama, decidido a relajarse un rato y tal vez tomar una siesta. Este era el único día que tenía algo de tiempo libre para descansar un poco y sentía que lo necesitaba.
La marca de mordida en su cuello ardió levemente, señal de que Sasuke probablemente estaba pensando en él. Sabía que el alfa también podía sentirlo, donde sea que estuviera en esos instantes. De alguna manera, era como si estuviera ahí, haciéndole saber que no estaba solo después de todo. Aunque, bueno, realmente no estaba solo. El regalo que Sasuke le había dejado crecía lenta pero constantemente dentro de su cuerpo.
Era algo que ya habían discutido algunas veces, tener hijos. Decidieron que lo mejor era no intentar luego de que iniciara la guerra y les informaran que Sasuke sería enlistado en el ejército gracias al servicio militar obligatorio, ya que el futuro de repente se había tornado incierto. Qué irónico fue que justo en ese momento fue que lograron concebir, y todavía peor considerando que Sasuke se había marchado sin saber nada, porque ni siquiera Naruto lo sabía en aquel entonces. Tuvo que enterarse por medio de sus cartas, muchas de las cuales escribió en medio de un ataque de llanto de los cuales culpaba a las hormonas.
Pero, a pesar de todo, Sasuke le había dicho que saber que iba a ser padre lo había llenado de dicha, y que ahora tenía otra razón más para asegurarse de ser fuerte y regresar a casa sano y salvo, con ellos, con su familia.
Y Naruto confiaba en él para que lo hiciera.
Cuando sus párpados comenzaron a cerrarse, el breve pensamiento del sobre guardado entre sus ropas lo despabiló.
¡La carta de Sasuke!
Se sentó de golpe, arrepintiéndose de inmediato cuando el brusco movimiento le causó un pequeño calambre en la espalda baja y maldijo en voz baja. Buscó la carta con desesperación y, cuando al fin la encontró, la observó como si fuera su tesoro más preciado.
Abriéndola con cuidado, sacó las hojas del sobre, el olor a tinta junto con el leve aroma de Sasuke le llegó a la nariz y no pudo evitar inhalar profundamente, deseando más.
Desdobló el papel y comenzó a leer.
.
.
.
N/A: ¿Tres semanas seguidas de actualización? ¿Quién soy? ¿Qué está pasando? XD
