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N/A: K.O.F y sus personajes son propiedad de SNK.


Tras haber fallado una vez más en la combinación de golpes debido al efecto de sombras —Goenitz— no tuvo más alternativa que soportar los ataques rápidos de Maki en un show de elegancia y destellos que el espejo de Amaterasu desprendía. El rey Celestial cayó de rodillas avergonzado ante sus secuaces quienes observaban la golpiza propinada.

—No es posible. Me niego a perder. —rabió, golpeando el suelo con furia un par de veces. —No puedo perder. Se supone que un rey no pierde. —

La doncella se sacudió las manos y se deslizó el cabello con elegancia detrás de sus hombros. Cuando un neófito estuvo a punto de intervenir en la pelea el rey Celestial lo empujó con el poder del viento.

—Heraldo de Yamata no Orochi. ¿De verdad creíste que la noche en la que me privaste de la vida me venciste realmente? —

Leopold la volteó a ver con asombro mientras unas gotas de sudor resbalaban de su frente. Esa mirada tan seria y segura en Maki le advertían confusión.

—Solo hice lo necesario para que la profecía se cumpliera. Era mi destino escrito. Pero ahora que puedo escribirlo te prometo que te haré pagar por todo. —entrecerró sus ojos con furia.

Segundos pasaron para que los Tesoros Sagrados y Athena llegaran al lugar indicado; al hacer acto de presencia se colocaron en posición de combate, preparados para lo que fuera a suceder. Goenitz se tomó con dolor su abdomen y miró preocupado a los guerreros, supo que no podía hacer mucho con sus zombis ante todos ellos.

—Ahora vete. Reza a tu estúpido dios por fuerzas para el siguiente encuentro y reúne a tus Reyes Celestiales. Tendrán su pelea muy pronto. —comentó la mayor de las gemelas.

—Hablas como si fuese algo divertido. Pero si me das esta oportunidad para hacerlo te juro que no tendré la misma misericordia que tú, Yata. —habló secamente.

Los cuatro peleadores que se encontraban detrás de ella se miraron entre sí, no entendían muy bien el motivo para no acabar con Goenitz y sus neófitos de una buena vez, pero confiaban en los actos de Maki. Cada uno tenía el impulso de atacar pero cualquier movimiento en contra podría ser contraproducente.

—Adelante. —masculló.

El rey del viento se levantó y se limpió la cara. Colocó sus manos detrás de sí y les dio la espalda indicando a su pequeña horda de neófitos que lo siguiera.

—Más les vale estar listos. —fueron las últimas palabras del rey.

—¡Tiene que ser un maldito chiste! —gritó el pelirrojo tras encender sus flamas azules ya listo para atacar.

Chizuru lo detuvo, sujetando su mano con fuerza pero este al instante se la arrebató para desviar su cuerpo de los demás. La ira lo carcomía, aun así no hizo nada, a pesar de que Maki no le había prohibido atacar tenía la necesidad de no hacerlo, como si de una orden sorda se tratara.

—Maki. ¿Los dejarás ir? —

—Hermana. Es muy pronto para asesinar reyes. —contestó sin despegar la vista de sus enemigos.

—¿Y entonces qué sucederá con las catástrofes en el mundo? Ellos son los responsables de todo eso. No podemos dejarlos ir como si nada. —dijo esta vez Athena con impotencia en su voz.

—Esa fue… la única condición de los dioses de Izumo para que nos dieran su ayuda. Esperar un tiempo. Dijeron que tal vez así la humanidad aprendería un poco. Conciencia a base de dolor, nunca falla. —

—¿Y que hacemos nosotros ahora? Realmente tenía ganas de patearles el trasero. —habló Kusanagi.

—Ahora… tenemos que volvernos más fuertes. —