25.- Transformación: Opciones

Aún en su desesperación, Asami analizó sus opciones; las cuales, para su desgracia, no eran muchas ni las más alentadoras.

Quería golpear algo por no poder evitar que esto sucediera y quería llorar a mares por lo acontecido; pero sabía que no sacaría nada más que lastimarse con lo primero y su cuerpo no estaba lo suficientemente hidratado para lo segundo.

Además, posiblemente en el último año había gastado todas las lágrimas que su cuerpo podía haber generado.

Un sonido a pocos metros llamó su atención y mientras apuntaba la única linterna con batería que le quedaba, empuñó con mayor fuerza su espada. Sabía que no serviría de mucho, pero hace una semana se habían acabado las municiones y ahora esta era su única defensa.

Para su suerte (si es que había alguna en esa pesadilla viviente) no era nada más que un trozo del techo de aquel túnel abandonado en el que estaban, desmoronándose por el paso del tiempo, como sus propias esperanzas.

Suspiró aliviada, pero no bajó la guardia. Aún estaba en una compleja situación: Estaba cansada, no había comido en una semana y no había encontrado una sola gota de agua apta para consumo humano en tres días.

Lo peor de todo es que no era la única, y que todo lo relatado no era ni por asomo su principal problemática.

Un quejido de dolor a su lado la angustió y, pese al riesgo, soltó con premura su única arma y la linterna para asistir a la fuente del mismo.

—Korra, cariño… finalmente despertaste…

—S-Sami… ¿Q-Qué sucedió? ¿D-Dónde estamos?... ¡Ouch!

Un nuevo gemido de dolor provino de los morenos y resecos labios cuando Korra intentó incorporarse, la tormentosa punzada proviniendo del espacio entre su cuello y hombro. Asami inmediatamente la detuvo y la hizo descansar nuevamente sobre el montón de tierra donde la había acomodado.

—No debes moverte cariño, estás lastimada… Quédate quieta ¿Sí?

—¿Lastimada? ¿Pero de qué…? -preguntó Korra, dirigiendo la mano contraria del lado lastimado hacia la herida que por la localización no podía ver. Su acción fue cortada a rajatabla por su esposa, que capturó su mano en el aire.

—N-no te toques… no es nada, amor… -Susurró la pelinegra, intentando ocultar su nerviosismo con una alentadora sonrisa, pero sin mirar directamente a los ojos de su amada. Solo a sus manos unidas, las cuales poco a poco bajaba – Es solamente una pequeñez, creo que aún quedan unas gotas de alcohol en la botella de la mochila que pueden ayudar…

Asami soltó la mano de su esposa y bajó la mochila de sus hombros. Pero cuando se dispuso a buscar lo que necesitaba, fue Korra quien la detuvo con la mano de su lado sano.

—Sami, mírame. -Al ver que tras un momento Asami no cumplía su suave petición, Korra cambió su tono a uno más severo. -Mírame ahora, Asami. Mírame y dime que mi herida no es nada, que es solo una pequeñez.

Lentamente la mirada desgastada de bosque se topó con la del cansado mar, y no pudo mentir más.

La escueta sonrisa tambaleó hasta formar un tembloroso puchero y de los iris verdes comenzaron a brotar aquellas lágrimas que parecían ya imposibles de sacar.

Korra tragó grueso, suponiendo su verdadera realidad.

Dejó la mano de su amada y esta vez ella no la detuvo mientras llevaba la mano al origen del punzante dolor que aquejaba su cuerpo. Allí lo sintió.

La viscosidad de la sangre coagulándose.

La ahora conocida textura del tejido proximal rápidamente descomponiéndose.

La carne lacerada.

Y las marcas, las inconfundibles marcas de dientes.

La sola corroboración de la realidad despejó su neblina mental y trajo a ella un flashback de cómo se habían quedado sin provisiones y estaban muriendo de sed y hambre, pero una horda rondaba cerca de su escondite y era imposible salir sin que significase una sentencia de muerte. No obstante, algo la impulsó a armarse con una de las dos espadas, que gracias a Raava habían logrado conseguir, y salir a buscar alimentos entre escombros o por lo menos lograr cazar ratones.

¿La fuente de su valentía o falta de conciencia?

(Dependiendo del lente que lo viera)

Fácil, con cada día sin alimento su pareja palidecía más y más.

De por sí, antes de esa situación apocalíptica que había traído el mal de Vaatu al mundo, Asami había sufrido de anemia moderada; y dicha enfermedad solo se había agravado con los hechos que desde hace un año tenían que lidiar.

El día anterior la pelinegra había llegado hasta el punto de desmayarse por la debilidad… y ella no dejaría sufrir a su esposa más.

Debía cartas tomar y conseguirle comida y bebida inmediatamente… Pero como había dicho antes, era una sentencia de muerte.

Los no muertos seguían cerca.

Los no muertos la habían avistado.

Ella corrió con todas sus fuerzas, alejándolos del escondite de su amada, intentando escapar para su misión completar y luego volver a la improvisada casa. Ya había matado una rata y entre los escombros milagrosamente había conseguido un par de botellas de agua que, si las racionaban bien, podía durar una semana.

Debía ser suficiente por ahora, al menos la comida alcanzaría para su amada; ella estaba más fuerte y podía esperar un par de días a que otra presa apareciese.

No había contado con que sería un día de mala suerte.

Los no muertos la persiguieron.

Los no muertos la acorralaron.

Dejó muchos atrás y cuando no pudo seguir escapando, peleó valientemente con los que quedaron… pero, aunque parecía estar ganando, al final fueron demasiados.

Un no muerto a ella se había abalanzado.

Un no muerto la había marcado.

Desde allí todo se había tornado borroso. Parecía haber podido liquidarlo y a trompicones escapar de los dos más cercanos que la seguían atormentando, pero cada vez su cuerpo se sentía más pesado.

Con una mano había presionado la bolsa de caza que colgaba de su hombro sano mientras que con la otra se apoyaba en su espada, usándola como bastón para no tropezar y quedar tirada a merced de la horda que a lo lejos estaba escuchando.

Se acercaban, lo sabía. Pero ella debía poder seguir, llevarle lo necesario a su amada y…y lo inevitable sucedió.

La debilidad de su cuerpo la hizo trastabillar y caer. El dolor y el ardor que provenía de la mordida era insoportable, desesperante. Consideró clavarse su propia espada para terminar con algo tan agobiante… pero Asami la necesitaba, no quería morir, no sin verla nuevamente.

En eso, no sabiendo si era producto de alucinaciones por el dolor, vio a un ángel de piel blanca, aunque sucia; de cabello negro, aunque polvoriento y enmarañado; de una belleza gastada pero innegable para cualquier humano; corriendo hacia ella, gritando su nombre y luego sujetando su mano.

Sonrió pensando que, si allí terminaba su vida, al menos había visto al ser más maravilloso del universo; y todo se puso negro tras ese último recuerdo.

Un fuerte sollozo hizo a su mente volver a la escena actual. Su amada esposa, la mujer con la que había jurado estar en las buenas y en las malas, lloraba a cántaros, y ella no lo podía aguantar.

No resistía ver a su ángel salvador, que aún estando enfermo fue a auxiliarla de su suicida misión, sufriera más por la culpa de su bonachona, pero imprudente y unilateral, decisión.

Se limpió su propia sangre de los dedos en la ropa y estiró su mano sana para enjuagar las lágrimas de la manchada piel de porcelana. Al sentir los cálidos y callosos dedos, Asami se aferró a la mano de su amada, restregando su rostro en ella sin dejar de llorar.

Korra la dejó decantar sus emociones un poco, pero sabía que el tiempo apremiaba. Con la experticia de un año en aquel decadente vestigio de la antiguamente cosmopolita Ciudad República, sabía que, donde quiera que estuviesen, la horda pronto las encontraría…

Y aún si ese no fuese el caso, sus minutos de igual manera estaban contados.

Con delicadeza comenzó a apartar la mano de entre las temblorosas de su musa y aguantando el dolor se descolgó el bolso de caza para entregárselo.

—Cariño- comenzó a hablar la castaña, con voz áspera y agotada- Aquí hay una rata y dos botellas de agua. No es mucho, pero es lo que pude conseguir. Tendrás que cazar algo para comer en un par de días, pero sin mí el agua al menos te puede durar hasta dos semanas…

—Korra, no…- sollozó Asami, pero fue interrumpida por su pareja.

—Ve hacia el norte, como habíamos planeado hacer cuando la horda se alejará. El mapa está en la mochila y si el dato de los sobrevivientes con los que nos habíamos topado hace un mes es cierto, allí hay una comunidad en la que estarás segura. -Terminó indicando mientras seguía estirando su mano para que su esposa tomara el bolso. Al ver a esta abrazarse a sí misma y negarse a tomarlo, suspiró y con resignación retomó la palabra. - Asami, por favor…

—No, Korra… yo, yo sé que podemos salir de esto… solo debemos tener paciencia y esperanza, debe haber una cura. Hace medio año, antes del ataque al centro de estudios biológicos, habían personas que estaban investigando y decían estar a punto de conseguirla… verás que estarás bien mi amor y todo volverá…

—¡ASAMI! -El grito de Korra espabiló por completo a la ojiverde de su crisis. La ojiazul se sintió culpable de su exabrupto, pero tenía que hacerla reaccionar y aterrizar a la cruel realidad. Aún así, para sus siguientes palabras, trató de estar más calmada- Amor, dime ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me encontraste?

Asami no contestó, era una pregunta trampa. Sabía de qué hablaba Korra.

La transformación se efectuaba normalmente en cuestión de segundos si el ser estaba demasiado debilitado y como máximo dentro de las primeras 2 horas si estaba en mejores condiciones antes de la contaminación del cuerpo… Y su pareja debía intuir que estaba al límite de ese tiempo.

Era verdad y se maldijo por ello, por no ser más rápida y llegar a tiempo.

La había sentido moverse de su lado, pero pensó que simplemente iba a hacer sus necesidades; era curioso como el cuerpo, aún en esa carestía, seguía generando desechos. No obstante, al no sentirla volver tras unos minutos, se preocupó.

Reunió fuerzas para incorporarse y al no ver su espada y bolsa de caza supo a que se había ido; por lo que no perdió el tiempo y cogió las pocas cosas de ambas, guardándolas en la mochila, y tras colgársela cogió su espada y salió del refugio mientras que con cuidado comenzaba a buscarla.

No estaba siendo muy efectiva ni rápida, su estado débil le jugaba en contra, pero al menos había podido escabullirse de algunos no muertos sin ser vista por ellos.

Siguió el rastro dejado por su amada, después de todo, con tanto tiempo juntas, ya conocía cómo actuaba y operaba… pero cuando finalmente la encontró, se horrorizó. Korra sangraba y estaba apenas sosteniéndose de su espalda, mientras a unos metros la horda se aproximaba.

Corrió hacia ella y la auxilió, confirmando su más profundo temor.

Ella había sido mordida… pero no había tiempo para la histeria o el temor.

La adrenalina a tope por la situación le permitió, aunque con dificultad, cargar a su desmayada pareja; y aunque por desgracia tuvo que dejar una de las espadas, por cuestión de logística y peso, al menos habían podido perder a la horda… por ahora.

Con dificultad y tomando ciertos descansos pudo llevarlas a ambas a relativamente buen recaudo, un túnel abandonado y en decadencia, pero que al menos les daba un techo y no les permitía estar en campo libre para ser vistas por los no muertos.

Pero todo ese traslado había llevado tiempo.

—Eso pensé…-susurró Korra, no necesitando más confirmación que la atormentada mirada de su pareja. Le extendió nuevamente el bolso y esta vez Asami, cabizbaja, lo aceptó- Ahora, ya sabes lo que viene, amor.

Sí, Asami lo sabía, pero eso no significaba que lo quisiera. Lamentablemente habían tenido que hacerlo en el pasado con muchos amigos, tanto de los que tenían previo a la catástrofe como a los hechos en el transcurso de ese horrido viaje. Pero pese a todo, nunca se imaginó tener que con su esposa ejecutar dicho acto piadoso pero deplorable.

—No puedo, amor…-susurró Asami, limpiando las lágrimas y mucosidad producto de su fuerte llanto, con la manga de la harapienta blusa- no puedo matarte.

Korra cerró los ojos y asintió. Era algo que de antemano había supuesto que sucedería.

—Entonces, cariño, dame la espada y vuelve en 5 minutos para llevártela…-susurró con tono tranquilo, uno que lejos de calmar a su pareja la enfureció por su aparente quemeimportismo.

—¡¿Estás loca?! ¡¿Qué mierda te pasa?! ¡No te das cuenta que no quiero matarte ni que te suicides?! ¡¿Cómo puedes estar tan relajada?! ¡Maldita sea, Korra! ¡Vas a transformarte en uno de esos… de esos monstruos! ¡Me vas a dejar y yo… yo… yo sin ti no…!

La frase no pudo ser completada por una nueva ola de llanto.

Korra, lejos de enojarse por el ataque de furia hacia su moribunda persona, sintió una profunda pena. Con dificultad abrió sus brazos y Asami sin dudarlo se acurrucó entre ellos, intentando no topar el lugar lastimado.

—Está bien, mi vida. Sé que eres más inteligente que yo, sé que en toda la odisea que debió ser ponernos a salvo pensaste ya en las posibles acciones. Dime, mi amor, tus opciones.

Efectivamente, la cansada pero siempre productiva mente de Asami había pensado sin parar hasta determinar que solo había cuatro claras opciones a tomar, las cuales a su pareja le comenzó a explicar.

1.- Matarla.

2.- Darle un arma para que se suicide.

3.- Dejarla, irse y que la transformación hiciera lo suyo.

4.- O…

La ultima opción, la que recientemente había completado el cuarteto, la que había venido a su mente tras analizar que hacer las otras tres le era sencillamente imposible.

—¿Estás segura, mi ángel? -susurró Korra, sabiendo de antemano la respuesta.

—Totalmente, no tengo ni un ápice de duda- respondió Asami, dejando el bolso de lado y enfocándose en abrazar a su esposa.

—Sabes que no estoy de acuerdo y que preferiría cualquiera de las tres opciones anteriores con tal de saberte bien… ¿Verdad?

—Lo que no entiendes es que, sin ti, simplemente no lo estaré. Además, no seas hipócrita, amor… tú hubieras llegado a la misma conclusión en mi lugar.

Aunque lamentándose un poco por el dolor y con lágrimas saliendo de sus ojos por la mísera y raramente íntima situación, Korra río por lo bajo, mientras abrazaba a su esposa y acariciaba sus cabellos.

—Sabía que dirías algo así, Sami… y es verdad. Yo estaría haciendo lo mismo que tú en estos momentos.

La pareja se quedó en un cómodo silencio de aceptación por unos momentos. El dolor en Korra y el llamado del desvanecimiento querían vencerla, pero resistió para poder aprovechar con su amada hasta el último momento. Asami volvió a hablar y eso le permitió apartarse un poco mentalmente de aquella mortuoria sensación.

—Lo siento porque el producto de tu viaje no vaya a ser aprovechado…-se disculpó, pensando en la comida cazada y el agua.

—No te preocupes, cariño. Quizás alguien más lo encuentre tiempo después y le sirva. Además, se podría decir que dentro de poco estaremos a mano ¿No? Lo que pasará… pido también disculpas de antemano porque no será bonito…

—Supongo que es una forma de decirlo… -Meditó la ojiverde antes de volver a hablar- ¿Sabes qué es lo bueno? Que aunque seguramente al principio duela, dada la condición en la que estoy seguro será todo más rápido que en ti.

—Ay mi adorada Sami- susurró la castaña, negando con la cabeza levemente- solo tú podrías ver algo bueno en todo esto…

Korra apartó un poco a su esposa, dándole una sonrisa torcida, la cual fue dulcemente correspondida.

Ambas estaban inconscientemente llorando cuando se acercaron para darse un último profundo beso. Un encuentro de labios amoroso pero agridulce, con lágrimas que provenían tanto de la pena por la situación, como de la resignación y de la satisfacción al saberse juntas incluso en ese nuevo paso que tendrían que dar.

El beso fue interrumpido por un quejido de dolor de la morena, cuya piel rápidamente estaba palideciendo. Un sudor frío la comenzó a recorrer y los reconocidos espasmos musculares estaban comenzando… la transformación estaba iniciando.

Asami se colocó a horcajadas sobre su esposa y la abrazó contra sí, con todas sus fuerzas, hundiendo el rostro de ella entre la zona de su cuello y hombro derechos, mientras le susurraba sin parar.

—Aquí estoy, amor. En la salud y en la enfermedad. Aunque la muerte nos quiera separar estaremos juntas, juntas hasta el final, juntas por la eternidad.

Con un último mutuo "Te amo" susurrado, el dolor finalmente apareció en el hombro de Asami.

Mientras aferrada a su esposa sentía el llamado del desvanecimiento, con la transformación rápidamente haciendo mella en su ser; pudo reconocer a lo lejos nuevamente el sonido de la horda aparecer.

Al menos esta vez no habría nada que temer.


¡Hola!

Esta originalmente iba a ser una continuación del capítulo 15… Pero ya que el capítulo anterior fue XXX, decidí equilibrar la balanza con algo trágico. Además, con el tema del día quería algo de Halloween o monstruos, por la cercanía de dicha fecha (y porque no creo poder actualizar Click este año por falta de tiempo y creatividad para plasmarlo).

Como ya he escrito con respecto a ellas con relación a lobos y vampiros, pensé que hacía falta un ser nuevo para transformarlas… solo que la idea se fue lejos de lo terrorífico y más a lo sentimental para intentar hacerlos llorar.

Quizás no da taaaanta pena como el capítulo 10 (Que cada vez que recibo una notificación de que lo comentan, leo partes y hasta yo me pongo nuevamente a sollozar) pero creo que está al mismo nivel de sensibilidad que el mismo capítulo 15.

Aunque, como siempre y así sea en una doble tragedia, me incliné por un final juntas… es que, en mi corazón irremediablemente romántico y absurdamente idealizador, no las concibo a la una sin la otra.

Por cierto, quiero agradecer a MoonGrey por ayudarme con la música para poder escribir esto. Sin sus idóneas recomendaciones no podría haber entrado en el mood para hacerlo.

Espero que les haya gustado. Si se les apretó la garganta o empañaron los ojos, déjenmelo saber (Y sino también, para saber que debo ser más trágica la próxima vez).

Saludos,

Le chat et l'abeille.