MI BELLO… ¿SIRENA? Epílogo
–¡Háblame de tío rata, papi!– Exclamó un niño de unos cinco años mientras miraba con sus grandes ojos negros a su padre.
–Tobi es mi hermano menor, y aunque tu madre le llame rata, tú no tienes que llamarle así, Obito.– Amonestó con amabilidad. Tendría que hablar con su pareja para que no le metiera esas cosas en la cabeza al pequeño.– Y se fue hará unos 7 años atrás con el veloz navío Telemeo a recorrer mundo y vivir aventuras.
–¡Uaaaau! Yo también quiero ser un famoso aventurero y luchar con monstruos y piratas y…– Se había soltado de la mano de su padre y estaba moviendo una rama como si fuera una espada, sosteniendo una batalla imaginaria.
– Obito, no me gusta que emplees la palabra monstruo.– Le rectificó.– Sabes que no está bien juzgar lo que sea diferente a nosotros.
Obito compuso un puchero.
–Lo siento papá. Pero no quería decir eso… Era por los que actúan mal.– No había querido decir que los que no fueran personas eran monstruos, su madre no era un monstruo. – Quiero mucho a mami.
–Lo se, pequeño.– Mientras acariciaba su cabeza con cariño.– Eres un niño muy bueno y amable y, estamos muy orgullosos de que seas así.
Aun recuerda, unos años atrás, cuando estaba pensando en aumentar la familia, adoptar a un pequeño huérfano de guerra… Había tantos en cualquier lado. Pero Madara había empezado a mostrarse más huraño, incluso más agresivo ante los extraños, los que no eran él. Por suerte vivían algo apartados del pueblo y pocos se aventuraban a esa zona de los acantilados. Le preocupó mucho el cambio en Madara, aunque no parecía enfermo era raro que de pronto su humor cambiara, vale que desde que le conocía era alguien muy suyo y huraño, pero no a esos niveles. Estaba tan preocupado. Pero Mady no se dejaba revisar, ni se tomaba ninguno de los preparados que le daba, en cambio siempre le decía que estaba bien, que no le sucedía nada. Otras veces estaba más efusivo y en otras ocasiones se mostraba muy lujurioso, al punto de que le dejaba agotado… Aunque bueno, no se iba a quejar de eso. A medida que fueron pasando las semanas, Madara acumulaba materiales en un agujero que había cavado en el suelo. No se esperó encontrarse una cueva en una de las habitaciones de esa casa que había hecho construir para ellos. Y al querer ir a comprender que significaba eso, halló a su sirena en un "nido", acurrucado. También encontró que su vientre se iba hinchando y alarmado empezó a llorar lleno de preocupación, no quería perder a su amado esposo y la verdad es que no tenía ni idea de que le sucedía. Nunca había visto tal enfermedad. Madara le había golpeado exasperado y le había dado "la noticia". Su cara de "más tonto de lo que eres realmente", (según palabras de su adorable sirena) le valió otro cocorrón.
–Al menos parece que tu semilla es más astuta que tu.
Pero él seguía parpadeando y shockeado sin poder reaccionar. ¿Madara le estaba diciendo que estaba preñado? ¿Realmente esas historias que le explicó cuando se fueron conociendo eran ciertas? Él lo había tomado como un intento más de Mady de burlarse de él, pues parecía que hacer eso era algo que su esposo disfrutaba.
Y si, tras unos meses, Madara, entre maldiciones e insultos a su persona, parió al pequeño Obito. Ese día se enamoró más de su azabache esposo… Si es que eso era posible.
–No pienso repetir esto, idiota.– Había gruñido bajito mientras daba de mamar a su pequeño bebé al escuchar a su esposo decirle que Obito tendría que tener un hermanito en unos años.
–¡¿Qué?! No me seas cruel, Mady– Pidió zalamero.– Sabes como me gustan los niños y lo que deseo una gran familia, y ahora que he comprobado que puedes dármela, me pides que no volvamos a hacerlo. ¡Eres cruel con tu marido!
–Claro, Hashirama… Porque gestar y parir a nuestro bichito ha sido como dar un paseo para mi.– Masculló exasperado. Pero al ver la cara de cachorrito de su humano, suspiró.– No te prometo nada, pero si cada día me ruegas y reconoces mi superioridad… Lo pensaré.
Y Hashirama había sonreído en ese momento. Para él no suponía ningún problema decirle a su amado lo increíble que era, como le amaba y que era el mejor y el único a sus ojos, que nadie se comparaba a él. Y había hecho tan buen trabajo que… Obito tenía un hermanito, Shisui. Apenas tenía cuatro meses de nacido y todos estaban muy emocionados, especialmente Obito porque ahora era el "hermano mayor y ayudaré mucho a mami a cuidar a mi hermanito".
– ¿Papá?
–¿Si?
–¿Es cierto que mami tiene también un hermanito menor igual que yo?
–Así es, Obito.
–Es que no habla mucho de él y cuando le pregunto se pone triste.
–Es algo que a tu madre le duele, tuvo que dejarlo con los suyos para que estuviera a salvo y le echa de menos. Cuando se sienta preparado ya te hablara de él.
–Entonces no diré nada porqué no quiero que mami se ponga triste.– Hashirama sonrió a su hijo, estaba tan orgulloso de él. Agachándose un poco lo cargo en brazos y siguieron andando hacía casa.
Habían ido al puerto para ver si había noticias del Telemeo. Hacía ya muchos años que su hermano y su tripulación habían partido y eso le preocupaba, por suerte, de vez en cuando llegaban noticias de otros barcos que habían coincidido con ellos en algún puerto lejano o que habían recibido ayuda de la valiente tripulación del Telemeo para defenderse de piratas o criaturas marinas. Eso calmaba el corazón de Hashirama, significaba que su hermano, su primo y los hombres de Konoha seguían vivos; además de que escuchar alguna de las aventuras que se contaba de ellos le hacía sentir orgulloso de Tobi y lo que estaba consiguiendo.
Vieron a Madara con el pequeño Shisui en brazos mirando a la lejanía concentrado y de forma intensa y se acercó a él presuroso.
–¿Qué hay?– La vista de Madara, como sirena que era, poseía una agudeza increíble, esto le hacía poder observar detalles muy minuciosos y ver objetos a mucha distancia.
–¡Hay un barco papi!– Se adelantó Obito a su madre. Al ser medio sirena su capacidad visual era muy superior a la de un humano, aunque sin llegar a ser tan aguda y precisa como la de Madara.
–Es el Telemeo.– Acotó Madara.
Hashirama sonrió feliz. Por fin podría reencontrarse con su hermano y su primo, tenía ganas de sentarse con ellos y escuchar sus aventuras, que conocieran a Obito y a Shisui. Estaba tan emocionado. Intentó forzar la vista achicando los ojos, pero hasta que el navío no estuvo más cerca de la isla no pudo percibirlo. La exclamación ahogada a su lado le hizo mirar a Madara.
–¿Mami?– Mientras miraba preocupado a su madre.
La cara de su esposo estaba llena de una emoción indescriptible mientras observaba con mucha fijeza hacía el Telemeo. Le vio juntar las cejas y como su labio temblaba un poco antes de sonreír con suavidad, para seguidamente negar, como sino se creyera lo que estaba observando.
–Madara…– Pronto se vio con Shisui en su otro brazo libre y como su esposo se mostraba en su forma real y se lanzaba por el risco.– ¡MADARA! ¡Mierda!
Shisui en sus brazos gimoteo por el grito y Obito se tapó la boca mientras se reía entre dientes por la palabrota dicha por su siempre correcto padre. Movió de forma suave a Shisui para que se calmara y volviera a dormirse.
–No le digas a mamá que he dicho esa palabra. Y tu no la repitas, es una palabra de adultos y no es correcta.
Obediente, su hijo mayor asintió.
Ahora no sabía que hacer. Madara se había lanzado a volar en su forma de sirena y estaba yendo directo hacía el navío… ¿Se había vuelto loco? Los marineros del Telemeo no sabían que era una sirena, su primo no sabía que era una sirena, ni siquiera su amado hermano sabía tal cosa sobre su marido y, en cambio el azabache se había lanzado directo hacía el barco. Rogaba porque nadie le atacara, ni él tampoco atacara a nadie… No podría proteger o interceder por Madara, él no podía llegar al Telemeo y tampoco podría llegar al puerto, agarrar un barco y lanzarse al mar para salir al encuentro de la embarcación de su hermano. ¡Tenía a sus dos hijos en brazos! No estaba para correr hacía el puerto de Konoha y hacerse con una barca.
(…)
Madara voló, forzando sus alas como nunca. ¿La vista le estaba engañando? ¿Era una mala pasada que le hacía su cerebro? Pero esa imagen le había dado una ilusión y una alegría, le echaba tanto de menos… Y se había lanzado sin pensar, luego de poner a Shisui en los seguros brazos de su esposo. Y al acercarse a la embarcación comprobó que sus ojos seguían tan precisos como siempre.
–I…Izu-na
Izuna vio a su hermano, estaba seguro que era él. Estaban llegando a Konoha y solo había una sirena en Konoha, Madara, su hermano y esposo del hermano de su compañero.
–Dara… ¡Dara!
Corrió a recibirle y cuando su hermano aterrizó en el barco se observaron con emoción y alegría, hasta que se lanzaron para fusionarse en un abrazo. Los dos tan felices y emocionados por reencontrarse por fin. Tras largos minutos donde solo se habían mantenido fuertemente unidos, Madara se separó y miró a su alrededor confundido. Los hombres del Telemeo no le hacían caso… ¡Había una sirena, una criatura alada, en su navío y nadie le hacía caso! Nada de gritos, nada de armas enarboladas y amenazándole… Nada.
Izuna sonrió conociendo a su hermano y su estado estupefacto.
–Saben lo que soy y me aceptan así.
–¡¿Qué?!– A ver, había escuchado las palabras de su hermanito menor y las había entendido, pero eso le parecía asombroso.
–Puerco espín. – Saludó Tobirama acercándose.
–Maldita rata…– Pero si, ese jodido albino le trataba como si fuera humano, o sea del mismo modo que cuando llegó a Konoha siendo esposo de Hashirama.
–Dara, no le digas así.– Defendió Izuna.
Confuso miró a su menor y como éste miraba y sonreía a esa rata albina, lo mismo que ese cabrón a su pequeño hermanito, y la comprensión llegó a su mente. ¡Entre esos había algo! Esa forma de mirarse "como tontos" demostraba que así era. Recorrió a su hermanito de arriba abajo, tenía que aclarar las cosas, conocer todo lo sucedido. Algo le escamaba, algo con respecto a su Izuna y la rata era el culpable.
–¡TÚ!– Señaló amenazante al jodido albino, para luego sisearle. Aunque su hermano se puso de escudo ante ese, protegiéndole de él. Gruñó molesto.– Creo que tenemos mucho que hablar Izu.
–Si, es cierto. Hace años que no nos vemos.
–Sígueme, te llevaré a casa. También tengo que presentarte a alguien.
Madara batió sus alas y se lanzó al aire. Izuna se transformó y, tras besar a Tobirama y decirle que se verían en casa de su hermano, siguió a Madara.
Al llegar a los riscos, donde su hermano mayor le guiaba, vio como un alto hombre moreno les observaba, no era él quien le llamó la atención pues recordaba a ese humano como el capitán Senju que su mayor salvó, con lo cual ese era el hermano de su amado Tobirama. Lo que le llamó la atención fueron los dos pequeños que ese afable moreno cargaba en brazos. Aterrizó sin dejar de mirarles, esos eran… Eran parecidos a Dara.
–Hashirama, niños… Este es Izuna, mi hermano menor.
–Encantado de volver a verte, Izuna.– Saludó Hashirama que también le había reconocido. Aunque educado y simpático, la curiosidad estaba en esos ojos amables preguntándose, seguramente, qué hacía la sirena allí y por qué había llegado en el Telemeo.
–¡Mami! ¿Es el tío Izuna?– Mientras se removía de los brazos de su padre para que le soltara, una vez habiéndolo conseguido corrió hasta su tío.– Uaaaa, eres tan bello como mi mami. Él no hablaba mucho de ti porqué le dolía aquí.– Mientras se tocaba el pecho.– Y yo no quería poner triste a mi mami, aunque quería conocer de ti.
Habló rápido y emocionado el pequeño.
Izuna miró a su hermano con una sonrisa feliz en su rostro para luego agacharse y acariciar esos rebeldes cabellos de su sobrino.
–Si, soy tu tío Izuna, el hermano menor de tu mamá. ¿Y tu eres?
–¡Soy Obito! Y tengo cinco años, pero en febrero haré seis, ¡Soy ya muy grande! Y ese que está en brazos de mi papi es Shisui, mi hermanito menor. Por ahora no hace mucho, solo dormir y comer y… Y también hacer cacas que huelen muy mal. Pero dice mamá que es normal porque es muy pequeño, tiene 4 meses de nacido.
Izuna solo podía sonreír feliz por lo pizpireto que era su sobrino. Hashirama se había acercado y ahora podía observar también el bebé dormido.
–Madara, son… Son adorables y muy bonitos.– Le dijo levantándose.
Hashirama se llevaba a los niños dentro de la casa, luego de que le dijeran que habían quedado con Tobirama allí. Iría a preparar algo para cuando llegara. Y así dejaba a los hermanos hablar, sabía que lo necesitaban. Aunque Obito se había mostrado algo reacio a abandonar la conversación, y observación, de ese tío que acababa de conocer y del cual sentía mucha fascinación, sobretodo al saber que ambos habían nacido en el mismo mes y el mismo día.
–¿Qué ha sucedido? ¿Por qué estabas a bordo del Telemeo? Y, sobretodo ¿Qué es eso que he visto entre tu y la rata?
–Es un buen hombre Madara.
–No después de lo que acabo de ver… Ahora aun le tengo más tirria.– Era su hermano menor y sino iba errado, esa rata tenía algo, algo intimo con su hermanito.
Y así Izuna empezó a relatarle lo que estaba sucediendo en el clan y como querían unirlo a Naka, y como de despreciable le encontraba él. Como Tobirama y los suyos habían caído en su trampa y como al escuchar el apellido Senju los había ayudado con la esperanza de volverse a encontrar con él. Y así fue narrando su historia; la lucha con el escorpión, como le curaron y aceptaron, como le trataban como uno más y como descubrieron que era una sirena cuando peleó con las arpías para salvar a Tsunadeon.
–Haber dejado que se comieran a ese borracho pervertido.– Soltó Madara con humor al escuchar con lujo de detalles la pelea y como vomitó encima de una arpía o como gritaba de miedo con las acrobacias de Izuna para esquivar a esas criaturas.
–No seas malo, Dara. Es algo especial y si, un poco pervertido.– Ante la mirada de su hermano rectificó.– Muy pervertido, pero es amigo mío.
–¿Y con el Senju, qué?– Había visto el beso entre su hermano y el de su marido, antes de que le siguiera a su hogar.
Izuna enrojeció y sonrió como enamorado. Pero no pudo decir nada porque llegó de quien estaban hablando.
–Que oportuno…– Masculló Madara.
La respuesta de Tobirama fue un gruñido antes de dedicarle una pequeña sonrisa a su amado.
En ese momento Hashirama salió de la cabaña con el bebé en brazos y su otro hijo correteando hacía ellos.
–¡Tobi!
–¿Es el tío Tobirama? ¡He conocido a mis tíos! ¡Jejejejejeje!– Mientras se paraba delante de sus tíos.– ¡Hola, soy Obito!
–Mady, Shisui te reclama.– Mientras le pasaba al bebé que tenía hambre y luego iba a abrazar a su hermano menor.– Te he echado mucho de menos Tobi. ¡Y si conoces a Izuna es que no me hiciste caso sobre alejarte de esas zonas! Me lo prometiste.
Mientras reclamaba cual niño pequeño. Pero su hermano solo se dedicó a revirar los ojos mientras observaba a los niños, el más mayor no dejaba de parlotear dirigiéndose a Izuna y diciéndole que él era su tío favorito, que lo había decidido. Y el otro había empezado a mamar de un Madara que no dejaba de querer matarlo con la mirada, pecho descubierto y todo.
–Ah, si.– Mientras se rascaba la nuca.– Son nuestros hijos. Aunque te cueste de creer Madara los tuvo.
–No me cuesta de creer. Izuna me explicó que las sirenas macho también pueden engendrar vida.– Explicó tan casual.
–¿Y no te asombra ni un poco que sean capaces de hacer eso?– Su hermano no estaba sorprendido y a él que le habría gustado verle alucinar porque tenía dos hijos suyos con Mady.– A mi me costó de creer hasta que no pasaron unos meses.
–Si, tantos meses que Obito estaba naciendo y tu ibas diciendo: Porque lo estoy viendo, porque sino no podría creerlo.
–Mady… No cuentes eso.– Sonriendo avergonzado.
–La verdad, idiota.
Escucharon al pequeño Obito reírse mientras se tapaba la boca travieso.
–Mamá siempre dice muchos insultos. Le llama idiota o tonto, a tío Tobi le llama rata– Le explicó a su tío favorito Izuna.– Papá siempre le dice: "Mady no me digas estas cosas", "Mady te están oyendo los niños"… Pero hoy papá ha dicho "mierda".
–¡Obito! Hemos quedado que no lo contarías… Traicionas a tu papi.– Se quejó como niño pequeño Hashirama.
–Muy bien, Hashirama por enseñarle esas palabras a nuestro hijo… Luego dices de mi. A saber que otras palabras malsonantes enseñas a nuestros pequeños.– Se vengó Madara de su esposo, por todas las veces que le llamaba la atención por su lenguaje. Rechistó antes de caminar hacía la casa mientras seguía con su bebé sujetado a su pezón.– Tengo hambre. Izu, Obito, vamos a comer, Hashi no sabrá hacer otras cosas, pero cocinar lo hace bien.
–Mady… ¿Recuerdas que me quieres, no?– Que cruel que era su esposo, pero luego, cuando los niños durmieran… Se lo cobraría con creces.
– Solo digo verdades como templos. – Y mirando por encima del hombro al albino.– La rata puede morirse de hambre.
–Dara… Es mi pareja. No quiero que se muera.
–Tsk. Está bien, deja entrar a ese sarnoso también.
–Tío Izu, quiero enseñarte mi colección de juguetes. Los hace papi con madera.– Mientras tiraba de la mano de su tío hacía su cuarto.
La comida transcurrió más o menos normal, con Tobirama contando anécdotas de su viaje y batallas y con Izuna narrando la mayoría de partes al ser su pareja muy escueto al comunicarse; con lo cual la realidad es que Izuna explicaba y Tobirama añadía algunas acotaciones, al menos en las partes donde la sirena se unió al viaje. Claro que no faltaron los comentarios de burla de Madara, las respuestas de Tobirama a esas burlas, los intentos de Hashirama de imponer paz… Que eran callados por su hermano o su esposo, lo que luego le hacía deprimir en un rincón. Y como finalmente era Izuna quien tenía que intervenir para calmar a su pareja o hermano. Obito también intervenía en la conversación, feliz y asombrado ante las aventuras narradas como solo un niño pequeño puede asombrarse y emocionarse. A veces se emocionaba tanto en algunas partes que se ponía a saltar en su sitio mientras abría la boca y les miraba con sus grandes y expresivos ojos negros.
Al final de la velada, Izuna se acomodó en unos almohadones con su inseparable nuevo fan incondicional abrazado a su regazo. Se estaba mejor ahí sentado que en las sillas de madera de su hermano. Todos de echo se acomodaron en diferentes cojines alrededor de unas pequeñas brasas mientras bebían unas infusiones, esta vez era el turno de Madara y Hashirama explicar que les había sucedido durante esos años.
–No se si tener envidia…– Comentó divertido Tobirama a su pareja al ver como Obito le rodeaba y le apoyaba la cabeza en el abdomen.
–Tu también me gustas tío Tobi.– Comentó el pequeño pensando que su otro tío tendría envidia de que quisiera estar con el hermano de su mamá. Luego frotó su cabeza con suavidad por el vientre de su tío favorito.– Tío Izu, ¿También vas a tener un bebé como mamá tuvo a Shisui?
Recordaba cuando su mami estaba esperando a Shisui y como su vientre iba creciendo a medida que pasaba el tiempo. En esa época también adoraba acurrucarse de esa forma porque sentía que así podía abrazar a su mami y al hermanito o hermanita que estaba ahí dentro.
Madara enseguida giró la cabeza hacía su hermano, interrogante, mientras Hashirama sonreía. Era una gran noticia.
–Si, así es. Aunque aun es muy pequeño para que se mueva y tardara bastante en nacer.– Respondió Izuna mientras acariciaba la cabeza de su sobrino.
El orgulloso padre sonrió mirando con veneración a su pareja y aceptó las felicitaciones de su hermano mayor. Aunque el gruñido de Madara y su aura espeluznante le levantaron todos los pelos del cuerpo.
–Maldita rata… ¿Cómo te has atrevido a preñar a mi hermanito?– Lo mataría… Mataría a ese jodido sarnoso… "Lobo blanco… Mis cojones, es un puto perro sarnoso y arrastrado."– Te voy a…
Tobirama tragó saliva… Sabía lo fuertes que eran las sirenas e Izuna le había explicado que Madara era el mejor guerrero de la colonia, que le superaba a él que era el segundo. Y él sabía lo poderoso y gran luchador que era Izuna, le había visto hacer cosas increíbles. Pero disimuló porque él no era un cobarde y no huiría. Amaba a su sirena y amaba la familia que habían decidido iniciar.
–¡Madara! ¡Ya basta! Es el padre de mi futura cría, no te atrevas a dañarle.– Se impuso Izuna con voz grave.
Obito miró asombrado a ambos azabaches, su madre cuando se enfadaba daba auténtico miedo, pero su tío era tan increíble que no solo no le temía, sino que le había detenido con firmeza. Aun lo admiró más.
–Izuna… Podrías haber dicho que es porque me amas.– Se quejó bajito el albino.
–Eso también, Tobirama.– Consoló a su esposo quitándole importancia al reclamo.
–Tch.– Resopló el azabache mayor. Si es que le quitaban la diversión a todo, entre su esposo y su hermano… Ya uno no podía ni hacerse un traje de rata albina.– Esta bien, pero como te haga sufrir o llorar o se atreva a engañarte o… Algo, le daré un vuelo hasta su tumba.
– Que exagerado… Si hiciera algo de eso, Izuna mismo me arrancaría las bolas.– Su esposo no necesitaba la ayuda de nadie para ocuparse de sus asuntos.– Además que nunca le haría nada que le dañara.
Amaba a su sirena con toda su alma. Madara sintió orgullo por esa verdad, su menor era fuerte, lo había entrenado él mismo.
–Bueno técnicamente si que va a sufrir y a llorar… Madara lo hizo durante el parto de nuestros hijos.
Fue tan rápido que nadie se lo esperaba, pero, un segundo antes Hashirama estaba sentado en esa especie de diván y un segundo después estaba comiéndose el suelo y quejándose de cuanto le dolía.
–¡Madyyyy!
–Eso por hablar de más, idiota.
Y Obito río divertido, con sus padres uno nunca se aburría.
–Obitoooo, ¿Tu de parte de quien estás hijo?
–De mamá.
Y Madara sonrió con arrogancia, estaba educando bien a sus hijos. Mientras que Hashirama lloriqueaba porque todos en su familia estaban en su contra.
–¿Y qué vais a hacer ahora? Os podrías hacer una casa cerca de la nuestra.– Propuso Madara, había recuperado a su hermano y estaba dispuesto a aguantar a la rata albina cerca, sin con ello tenía a Izuna allí.
–Pues habíamos pensado viajar más.– Le gustaba estar en alta mar con su amado capitán y sus amigos. Los demás marineros que habían estado viajando con ellos estaban a favor de embarcarse de nuevo.– Por supuesto no estaríamos fuera tantos años… Quizás unos meses, un año máximo y volveríamos a tierra por un tiempo.
–Pe-pero… Te he recuperado y te quieres volver a ir. ¿Y ese bebé que tendrás?
–No me vas a perder Madara, pero me gusta viajar y conocer nuevos lugares… Descubrir el mundo que nos rodea.– Él no era como su hermano que le gustaba establecerse. Él nunca habría querido quedarse en la colonia cuando se marchó su mayor, pero lo había hecho porque Dara se lo había pedido. De hecho el trabajo que más le gustaba desempeñar en el clan era el de explorador.– Y nuestro bebé puede nacer en alta mar. Las sirenas no solemos tener complicaciones durante el parto y si las tuviera, Tsunadeon es un gran doctor y Tobirama también sabe de medicina. Ahora los hombres saben lo que soy y no se sienten amenazados o molestos, soy uno más de ellos. Son amigos míos. Y con Tobirama, estamos juntos compartiendo algo que nos gusta.
Madara descendió la mirada afectado. Sabía que su hermano era diferente a él y entendía que esa vida le gustaba, lo sentía en su mirada, en su forma de hablar. No podía ser egoísta y, porque él lo quisiera al lado, hacer que se quedara. Ya había actuado mal una vez, aunque él creía que era por el bien de su hermanito, y por esa decisión casi condena a Izuna a una unión con alguien despreciable.
–Pero prométeme que vais a venir lo más seguido que podáis a visitarnos. – Si, estaba hablando de los dos. Si la jodida rata era importante para Izu, tendría que aceptarlo.– Quiero conocer a mi sobrino y quiero poder tener largas conversaciones con mi adorado hermanito menor. Quiero aconsejarte sobre como tener atado en corto a un hombre y darte consejos sobre maternidad. Además Obito te adora y, ¿No querrás decepcionar a mi pequeño?
Tobirama gruñó… Izuna no necesitaba consejos de como atarle en corto, ya sabía hacerlo por si mismo. Aunque no se quejaba, adoraba el método de su esposo y como buscaba seducirle, sin demasiada dificultad, pues caía enseguida en sus redes, para conseguir siempre lo que deseaba.
–¿Vas a irte, tío Izu?– Mientras le ponía un adorable pucherito.
–Aun no, dentro de unas semanas. Pero no te entristezcas… Volveré seguido para verte y te traeré increíbles regalos, ya verás.
–¡Siiii! ¿Es una promesa, vale?– Mientras le mostraba su dedito para hacer una promesa de meñiques, que su tío enseguida la selló al unir su dedo con el suyo.
–Pues de mientras os podéis quedar en esta casa, tenemos habitaciones de sobra o si preferís en la del pueblo, que aun conservo vacía por si volvías.– propuso Hashirama a Tobirama.
Este miró a su amada sirena. Izuna estaba feliz estando con su hermano y su sobrino.
–Sino te importa nos quedaríamos con vosotros. Y me gustaría que me hicieras un favor hermano, manda a construir una casa cerca de la vuestra, que a la vez nos permita a todos tener intimidad. – Le daría el dinero a su hermano para que les construyeran una casa para ellos, para cuando estuvieran en Konoha entre viaje y viaje.
–No te preocupes, me ocuparé de ello.
Ambos hermanos estaban satisfechos de la vida que habían forjado. Cada uno con su amada sirena, sirena que habían conocido gracias a salirse de las rutas más concurridas y adentrarse en los mares más inhóspitos y salvajes de todos. Uno ya tenía su vida tranquila y hogareña, que siempre había querido para si, con un bello azabache a su lado y dos hermosos hijos, y tenía claro que quería más hijos… Solo le faltaba poder convencer a su salvaje y terca pareja.
Al otro le había costado más reconocer que estaba enamorado de esa criatura, pero al final había conseguido vencer sus prejuicios y amar sin que su orgullo interviniera. Y era lo mejor que le había sucedido. Izuna era lo que siempre había buscado. Y ahora estaban esperando a un bebé y, además, tenía a un valiente compañero de aventuras que siempre estaría a su lado apoyándole y cubriendo sus espaldas.
FIN-
Muchas gracias por acompañarme en esta historia.
