Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.
Capítulo 6
Una docena de rosas blancas me reciben cuando llego a casa de mi clase de finanzas al día siguiente.
—Creo que tienes a alguien que vale la pena, Bella —dice la Sra. Cope, sonriendo fuerte mientras presiona la tarjeta contra mi mano.
Por los besos dulces y nuevos comienzos. ~Edward.
Ser la beneficiaria del gesto considerado de Edward se siente tan maravilloso como lo había imaginado. Subo las escaleras, jarrón en mano, y me apresuro hacia mi teléfono.
Gracias por las hermosas flores y una noche maravillosa.
Su respuesta llega de inmediato. El placer fue mío. Justo cuando recupero el aliento, añade un emoticón de beso.
~OS~
El Happy Hour del viernes consume mi energía. Salgo durante mi descanso, sonriendo cuando veo el mensaje de Edward: ¿Me extrañas?
Síp.
Bien. ;)
¡Bastardo!
¡Jaja! XX
~OS~
Buenos días, cariño. Sé buena y haz toda tu tarea hoy. ¡Mañana por la noche, eres toda mía!
No es exactamente la mañana aún cuando despierto con el mensaje de Edward. Su última oración me mantiene curiosa por horas. Claramente, la primera cita termina con un beso. ¿Cuáles son las reglas de Anticuado para la segunda cita? Se lo tendría merecido si hiciera que la Sra. Cope preguntara por sus intenciones, pero intento el acercamiento sutil.
¿A qué hora debería ir? ¿Qué puedo llevar?
¡Te pasaré a buscar! ¿Está bien 5:30? ¿Una ensalada? ¿Alguna alergia, aversión?
Agh, ninguna pista. No tengo más opción que meter un cepillo de dientes y una tanga en mi cartera.
~OS~
Llegar quince minutos antes no es jugar limpio. Estoy lavando y cortando lechuga en la cocina mientras la Sra. Cope recibe a Edward y charla con él en la sala.
Escuchar la voz de Edward ahora me hace repensar mi restricción a las llamadas telefónicas. Su risa llega a la cocina, seriamente perturbando mi concentración. Lucho para trabajar el filoso cuchillo sobre el pepino sin cortarme un dedo en el proceso.
—¡Al diablo! —Lanzo el pepino en el bol de ensalada sobre la lechuga, seguido por la cebolla colorada sin pelar, un enorme tomate, todo un pimiento rojo—con pegatina y todo—. ¡Ya voy!
Mi corazón se salta un latido cuando Edward voltea hacia donde provienen mis pasos. Mierda. ¿Va en serio con esos jeans gastados y una camiseta gris? Así que mi memoria no ha estado jugándome una mala pasada. Él sí es demasiado sexy.
Su sonrisa se agranda, encendiendo mi cuerpo mientras asimila mis jeans ajustados y top blanco.
—Hola.
Se supone que debo ser tranquila y no taclearlo por la ensalada y la Sra. Cope, así que me obligo a poner un pie frente al otro. Le da un apretón a mi mano libre y me acerca para darme un beso casto en la mejilla.
No me engañas, Edward Cullen. Puedo sentir el calor que irradias. Y demonios, la manera que este hombre huele, ¡incluso sin el chocolate y la canela!
Echa un vistazo al bol de madera mientras lo toma de mis manos.
—Eh... interesante ensalada.
—Calla, tú —le digo, ganándome una risita de Edward y la Sra. Cope.
—¿Lista? —Sí, Edward está tan emocionado como yo por salir de aquí.
—Sí.
La Sra. Cope me guiña un ojo mientras nos echa de nuevo.
—Diviértanse los dos.
—Buenas noches, Sra. Cope —dice Edward, tomando mi mano.
Me lleva hacia la entrada y abre la puerta del coche para mí. Mientras coloca el bol de ensalada en mi regazo, dice:
—Oh, hay algo que he estado muriendo por decirte.
—¿Qué?
Su sonrisa se acerca.
—Esto. —Inhalo rápidamente justo antes de que él me bese. Su lengua presiona gentilmente contra la mía, dejándome con un ardor entre las piernas. Se aparta con una sonrisa incluso más grande—. Mucho mejor.
Tenemos un millón de cosas de qué hablar —mi día, su día, ese trabajo misterioso suyo— pero viajamos los dos kilómetros hacia la casa de Edward con un silencio a punto de estallar con todo lo que aún debemos aprender sobre el otro.
Estaciona en su entrada para el auto y me conduce hacia la puerta. Su casa es similar en estilo a la de la Sra. Cope, pero la pintura es nueva, y hay un jardín bien cuidado junto a la entrada.
Un aroma rico y jugoso nos envuelve como una manta cuando abre la puerta.
—¿Qué es ese olor increíble?
—Eso sería el coq au vin.
—¿Qué? —Lo sigo hacia la cocina y coloco mi bol de ensalada sobre la encimera—. ¡Pensé que dijiste que no podías cocinar!
—Aprendí. —Estudia mi sonrisa sorprendida—. ¿Qué, piensas que un perro viejo no puede aprender trucos nuevos?
—Solo digamos que estoy impresionada.
—Misión cumplida. —De acuerdo, eso fue jodidamente sexy—. ¿Qué te gustaría beber?
—¿Me vas a preparar un cóctel a mí? —Me pongo cómoda en uno de los taburetes de madera frente a la isla—. ¿Cuál es tu especialidad?
—No me gusta alardear, pero hago un buen martini sucio.
—¿También tomarás uno?
—Jamás haría que una dama beba sola. ¿Vodka o gin?
Oh, señor, vamos a emborracharnos.
—Elección del que lo prepara.
La sonrisa de Edward nunca desaparece mientras saca dos copas de martini del congelador y prepara todo su equipamiento, incluyendo una coctelera con funda de cuero marrón—un accesorio que grita soltero.
Agita nuestras bebidas sobre su hombro derecho, derritiéndome con su exhibición de músculos. ¡Con razón mis nudillos dolieron cuando golpeé su brazo! Sirve la bebida como un profesional, atrás y adelante sobre las copas hasta que la coctelera está vacía, y entonces coloca tres aceitunas en cada una. Desliza una copa hacia mí.
Levanta la suya.
—Por estar solos juntos.
Siento un estremecimiento en mi columna.
—¡Salud!
Observa mi primer trago expectante.
—¿Bien? ¿Cómo estuve?
—Nivel bestia —digo—, aunque sería mejor con un paraguas.
—Tengo que conseguir para la próxima vez. —Próxima vez—. ¿Por qué no termino yo la ensalada mientras disfrutas de tu trago?
—Eso estaría genial.
Él sacude la cabeza y se ríe para sí mismo mientras retira los vegetales uno a la vez del bol de ensalada. Saca tres cuchillos del bloque para cuchillos antes de encontrar el que quiere. Su técnica de corte —rodajas lentas, ineficientes y desiguales— jamás le conseguirá algún premio de "Mejor Chef" a Edward, pero no puedo apartar la mirada del movimiento cuidadoso de sus manos. Termina de cortar el pepino y levanta la mirada para ver si sigo observando. Diablos, sí, lo estoy. Soy recompensada con un guiño asesino que puedo sentir ahora mismo hasta los pies.
Quita las rodajas de pepino de la tabla de cortar y coloca la cebolla colorada en su lugar. Después de un intento casual de pelar la piel, se da por vencido y corta la raíz. Estoy muy segura que Edward no tiene idea de lo que está haciendo pero es increíblemente entretenido de mirar.
El cuchillo se desliza por el centro más ancho de la cebolla, liberando una ola de gas lacrimógeno que provoca que Edward parpadee. Actúa como un hombre y finge que no lo molesta, pero después de unas rebanadas más, baja el cuchillo y lleva su manga a los ojos.
—Tienes una cebolla fuerte —dice.
—Oficialmente descarto a chef como una de las posibilidades.
Sus cejas se alzan cuando se dan cuenta que estamos de vuelta en el tema de su trabajo.
—Eso es seguro.
—Toma —digo, deslizando su copa de martini hacia su mano—. El alcohol mantiene las lágrimas lejos.
—¿Ah sí? —Edward levanta su copa, toma un trago abundante, y lo baja de nuevo con un fuerte chasqueo de sus labios.
—¿Ves? ¿Mejor, no? —Bebo un largo trago de mi bebida también, siendo sociable y todo.
Levanta el escarbadientes hacia su boca y envuelve su lengua alrededor de una aceituna.
—De hecho —dice, llevando sus ojos llorosos hacia mí—, he escuchado que besar ayuda.
—¿Ah sí?
—Mmhmm. —Inclinándose sobre la encimera, presiona sus labios brillantes contra los míos, abriéndolos con su lengua salada. Sabe a un día en la playa—. Síp, no más lágrimas para mí —dice con una sonrisa feliz.
Hay una calidad de ensueño en su expresión que me hace querer saltar sobre la encimera y perderme en sus brazos. Desliza su nariz contra la mía como si pudiera leer mis pensamientos, y entonces se aparta con un suspiro.
—Será mejor que termine mi trabajo con el cuchillo filoso antes que me emborraches.
—¿Yo? ¡Usted sirvió los tragos, señor!
Ambos estamos sonriendo tan fuerte cuando él regresa a su tarea, cortando tomate en rodajas prolijas. No solo corta el pimentón rojo como una persona normal, sino que quita el centro lleno de semillas y rebana la piel en hermosos anillos. No sé si Edward está alardeando o si este es su comportamiento normal, pero acomoda los vegetales cortados sobre la lechuga en un diseño complejo y vierte el aderezo en un espiral que comienza al centro y se extiende hacia los extremos del bol.
—Vaya. Podríamos colgar eso en la pared.
Él resopla mientras lleva el bol hacia la mesa.
—No me gusta desperdiciar una oportunidad para experimentar la belleza.
—¡Ya sé! Eres un artista de vegetales.
—¿Eso existe? —Sonríe grande, sacudiendo la cabeza—. Vamos. Siéntate. —Por supuesto, aparta mi silla.
La mesa cuadrada está puesta con dos individuales tejidos, uno junto al otro, un simple plato blanco en cada uno. Dos margaritas hermosas se arquean sobre un jarrón de porcelana. Clásico, elegante, puro.
Edward sirve una ración prolija de ensalada en mi plato.
—Y bien, ¿quieres seguir adivinando mi ocupación, o debería terminar con tu sufrimiento?
—¡Dime! Quiero decir... si quieres hacerlo.
—Bella, estoy más que feliz de contarte sobre mi trabajo. Es solo que algunas mujeres con las que he salido en el pasado lo han encontrado un poco intimidatorio.
—Espera, eres un cirujano plástico, ¿o no?
Eso encajaría bien. Todo este tiempo que pensé que él estaba mirando mis tetas, estaba calculando cómo mejorarlas. O quizás ha notado que el lado derecho de mi boca no se eleva tanto como el izquierdo cuando sonrío.
—Todo lo contrario a un cirujano plástico. Y por favor, no tomes eso como alguna crítica al campo.
—De acuerdo. ¿Entonces cómo eres lo opuesto a eso?
—Soy un fotógrafo. Capturo lo que es.
—¿Trabajas en bodas?
—No, ya no. Me especializo en retratos.
—¿Como Sears?
Sus labios quieren sonreír.
—Un poco más íntimo.
Vaya, pensaba que tenía a Anticuado descifrado.
—¿Haces sesiones pornográficas? ¡Con razón tus citas se sienten intimidadas!
Edward me responde con una sonrisa divertida, como normalmente.
—No, no hago sesiones pornográficas. Todo es muy elegante, te lo aseguro.
—¿Como fotografía glamour?
—Me gusta llamar lo que hago "fotografía de empoderamiento". Mis clientes vienen a mi estudio...
—¿Tienes tu propio estudio?
—Sí, abajo. La mayoría de mis clientes tienen algún tipo de problema con su imagen corporal que evita que se acepten como son. Al ver realmente quiénes son a través del lente de mi cámara, puedo ayudarlas a ver la belleza en ellas.
Este hombre definitivamente es demasiado bueno para ser real.
—Tu cámara es como un espejo muy amable.
Edward asiente, y la luz única con la que ilumina al mundo se asoma por esos hermosos ojos.
—En un buen día, así es exactamente cómo me siento.
—Entonces, ¿no haces ningún retoque?
—No corrijo biología. No hay retoque de lunares o papadas. Ni cambios en partes del cuerpo.
—¿Y tus clientes están de acuerdo con eso? Quiero decir, incluso Instagram tiene una opción de editar.
—No cambio las características físicas de un cliente. Lo que hago es reflejar la belleza del alma de esa persona en una fotografía. Cuando observamos las fotos juntos, esa mujer ve algo diferente a lo que todos hemos aprendido a ver por fuera, y ella recuerda cómo se sintió ella misma durante nuestra sesión.
—Sigues diciendo "ella". ¿Todas tus clientes son mujeres?
—Mayormente. No es que no haga sesiones con hombres; simplemente encuentro que me conecto mejor con las mujeres.
Por supuesto que sí.
—¿Esto es a lo que te referías cuando dijiste que tu trabajo a veces intimida a otras mujeres?
—Sí. Lo que hago es intenso e íntimo. Si no me meto de lleno en la experiencia, no añado ningún valor artístico.
¿Es raro que me sienta orgullosa de él?
—Lo entiendo.
Me da una de sus sonrisas gentiles.
—¿Estás lista para el plato principal?
Por un segundo, pienso que se refiere a lo que espero que pase después de cenar —más besos y quizás, con suerte, llevar las cosas uno o dos pasos más allá— cuando se estira en busca de la cuchara para servir. Eso funciona también. Estoy realmente hambrienta, y mi boca ha estado haciendo agua desde que llegué aquí.
—Sí, por favor. —Edward toma un pedazo de pollo del horno holandés y lo coloca en mi plato—. No puedo esperar a probar tu coq... ¡Oh, mierda!
Ambos nos quedamos quietos mientras mi metida de pata es asimilada. Edward suelta la cuchara dentro del plato y estalla en carcajadas.
—Dime cómo te sientes en verdad, Bella.
Estoy demasiado mortificada como para hablar.
Toma mi barbilla con su mano, forzándome a observar esos ojos grises suaves.
—Bella, ¿acaso no crees que he hecho algunos comentarios de Hooters en mi cabeza desde que te conocí?
—¿Lo has hecho?
—Eh, soy un hombre.
—Definitivamente he notado eso.
—Y yo te he notado a ti. Eres una mujer hermosa y sexy. Solo porque te respete no quiere decir que no quiero arrancarte la ropa.
Gulp.
—Gracias por aclarar eso.
—Cuando quieras. —Desliza su pulgar sobre mi labio inferior, observándome con su mirada ardiente mientras me derrito por dentro.
No estoy segura de cómo logro comer después de eso, pero el primer bocado se derrite en mi lengua.
—Mmm.
—¿Te gusta? —Está tan jodidamente satisfecho consigo mismo por complacerme. Es Edward pos-dona de nuevo.
—A riesgo de hacer el ridículo de nuevo, tu coq está más que delicioso.
Anticuado no pica el anzuelo. De hecho, hay una pizca de rosa en sus mejillas mientras prueba el primer bocado.
—Ajá, est bastante bueno.
No ayuda saber que Edward quiere exactamente lo mismo que yo, y aún así aquí estamos, terminando nuestros platos de coq au vin de manera civilizada, intercambiando sonrisas tímidas y cómplices.
Parece que mientras más tiempo paso con Edward, más ansío su presencia. Mientras más conozco de él, más preguntas tengo. No puedo recordar haberme sentido tan completamente insaciable antes.
—¿Te gustaría un poco más? —pregunta, y de nuevo, me pregunto si Edward puede leerme la mente, pero solo está ofreciendo lo que hay en la olla.
—Estoy agradablemente llena, gracias.
—¿Quieres esperar un poco antes del postre?
—¿Hay alguna posibilidad de que me muestres tu estudio?
Levanta la cabeza rápidamente, y me da una mirada que no puedo leer.
—Claro, si eso quieres.
¿La oportunidad de ver a Edward en su espacio personal?
—Realmente me gustaría.
Rodea la isla y toma mi mano.
—Ven.
Coq au vin: Pollo al vino. Coq y cock (polla en español) se pronuncian igual, se ahí el doble sentido de "no puedo esperar a probar tu coq".
