Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.


Capítulo 8

Si trabajaba sin descanso antes de Edward, al menos había un descanso en el medio—unas horas entre mis clases y el trabajo para recuperar el aliento y organizar mis pensamientos. Ahora, parece que cada respiración y pensamiento que tengo de sobra le pertenece a Edward. No que me queje.

No puedo evitar pensar que mi madre encontraría toda esta situación inmensamente divertida. Ella, que siempre le gustaba decir «Bien, Bella, un hombre no perseguirá un autobús que ya ha atrapado», se reiría del hecho de quien logra permanecer fuera del alcance mientras anda tras de mí con extraordinaria determinación. No soy un juego para él; no está haciéndose el difícil. De hecho, él ha dejado jodidamente claro que ya lo he "conseguido"—de todas las formas menos una.

Y esa resistencia me está volviendo loca.

Sé que Edward me desea; me lo ha dicho. Pero hay un conjunto de reglas en su cabeza sobre qué debería suceder cuándo, y no estoy al tanto de los detalles. Todo lo que sé es que cuando se llega a un límite, él me interrumpe como a un cliente de bar borracho.

El incidente de anoche en su estudio nos hizo retroceder mucho. Pobre Edward, apenas fue capaz de besarme en los labios cuando me dejó en casa, como si tuviera que emparejar la "sesión pornográfica" con un beso casto que nos retrocedió en la segunda cita.

Los mensajes atormentados con los que me desperté esta mañana me dicen que Edward pasó una noche difícil castigándose aún más.

Confieso que sí miré todas las fotografías esta mañana, pero solo para copiarlas en una memoria USB para ti y borré todo en mi cámara y la nube.

Guardé esta para mi teléfono *guiño* [Aquí, Edward adjuntó una foto pura de mi rostro.]

¿Puedo verte antes del jueves? ¿Estás libre después de clase hoy?

La única manera que se me ocurre de tranquilizarlo es ir a su ritmo y no parecer demasiado entusiasmada de avanzar más rápido de lo que él está cómodo. No será fácil. Anticuado se vuelve cada vez más sexy, y su rutina de cortejo anticuado podría romperme.

¡Santo cielo! ¿Tenía que aparecerse en la entrada de la biblioteca, vistiendo su chaqueta de Lunes de Pastel de Carne y sosteniendo el ramo para hacer feliz a mamá de la semana? No es justo.

Bajo lentamente los escalones de la biblioteca, imaginando que mis pies se encuentran atados a grandes rocas así no doy un salto y tacleo al hombre al suelo. A pesar de una alarma temprana y una clase jodidamente aburrida sobre curvas de inventario y demanda, soy un pararrayos que espera su chispa—y allí está: esa descarga de reconocimiento cuando me ve por primera vez. Su hermosa sonrisa se extiende por su hermoso rostro, haciéndome estremecer. ¿Alguna vez no voy a responder de esta manera con él? No puedo imaginarlo.

Estoy entusiasmada antes que él siquiera tome mi mano; su suave beso en mi mejilla me hace derretir.

—Hola, hermosa.

—Hola, guapo. —Creo que soy un poco empalagosa, y ni siquiera me importa una mierda—. Estos tulipanes son bonitos. A tu mamá les va a encantar.

—No son para mi mamá. —Hola, hoyuelo.

—¿No? ¿Tienes otra chica en Shady Acres?

—Tengo otra chica justo aquí —dice, presionando el celofán contra mi pecho.

—¿Estas son para mí? —Él asiente—. ¿Qué va a decir tu mamá cuando llegues con las manos vacías? Primero, el paraguas; ahora, sus flores. Ella va a pensar que solo estoy contigo por tus cosas.

Se inclina y me susurra al oído.

—Le compraré una orquídea en la tienda de regalos.

¿Acaso acabo de ganarle a mamá Cullen la elección de ramo?

—¡Ja! ¡Qué bueno que no soy celosa, o comenzaría a preguntarme sobre ti y cada florista en la ciudad!

La manera en que dice «Mmhmm», confirma que no tengo nada de qué preocuparme, florista o no.

—Y bien, ¿cómo estuvo el profesor Monótono hoy?

—Emocionante, como siempre.

—Excelente. —Se mueve nerviosamente con algo dentro de su bolsillo frontal, y me doy cuenta que está girando la memoria USB, su motivo de verme aquí, una y otra vez entre sus dedos—. ¿Estabas a punto de entrar a estudiar o tienes tiempo para una taza de café?

—¿Esa es una pregunta trampa? —Lanzo mi mochila sobre un hombro, y Anticuado de inmediato la quita y la cuelga sobre su espalda, ofreciéndome su brazo—. Está bien. Tómala —mascullo alegremente, como si Anticuado alguna vez me permitiría cargar mi propio bolso.

—¡Esto está tan liviano! ¿No hay libros aquí adentro?

—Nop, solo mi computadora... y mi uniforme.

—¡Oh! ¡Con razón no pesa nada! —Ni siquiera intenta ocultar su sonrisa engreída. Pienso en golpear su brazo, pero la última vez que intenté eso, terminé con nudillos doloridos.

—¡Calla, tú!

Jala su brazo —y a mí— más cerca de él.

—He estado pensando en este jueves... —Capto su mirada de perfil. Es lunes, y él está pensando sobre nuestra cita dentro de tres días.

—Cambio de tema muy sutil. ¿Sí?

—Sé que es un poco cursi, pero ¿pensé que podríamos ir al muelle y echar un vistazo a todas esas atracciones chabacanas de turistas?

—Me encanta la idea. ¿Podemos ir al museo de Madame Tussaud?

—Solo si vas al de Ripley.

—Trato.

—Perfecto. ¿Cangrejo o comida mexicana?

—Los cangrejos podrían ser entretenidos. —¿Ensuciarse con Edward, martillos y una pila de cangrejos sobre mesas cubiertas de papel de embalaje? Sí, diablos.

Él voltea para mirarme de frente. Incluso con sus lentes de sol, puedo ver sus ojos felices.

—Haré una reserva en Crab House. Y de postre...

—¡Donas de cidra de manzana de los vendedores ambulantes!

—¿Cómo lo supiste? —Está sonriendo tan fuerte que su sonrisa llega a sus orejas.

—Una suposición.

Se detiene junto frente a la entrada de la cafetería.

—¿Es malo que ya conozcas todos mis secretos?

Podría mencionar exactamente lo que no sé: cómo luce sin ropa, exactamente cómo mueve ese cuerpo que deseo tanto, qué tipo de sonidos emite sumido en la pasión. ¿Cuáles son sus fantasías? ¿Cómo lo toco para volverlo loco?

Pero he hecho un pacto conmigo misma para quitar todos esos pensamientos de mi cabeza. O al menos, fingir que lo hago.

Tomo su mejilla y le doy un suave golpeteo.

—Síp, es todo más fácil desde aquí.

Mientras abre la puerta para mí, sacude la cabeza y suelta unas risitas—es bueno verlo así. Ambos tenemos la misma idea cuando vemos una pequeña mesa en el rincón.

Tomo asiento contra las dos paredes, mejor para observar mis fotos desnudas. Él cuelga mi mochila en el respaldo de mi silla.

—Las medialunas de chocolate suenan muy bien aquí.

—¿Cómo no pesas doscientos kilos? —pregunto—. ¿O estás usando fajas reductoras?

Él sacude un dedo en mi dirección.

—Allí vas de nuevo... siempre hablando de mi ropa interior.

Uno de estos días, pienso, pero no digo nada.

—¿Qué puedo traerte?

—¿Qué tal un café negro grande y ese bastón en tu bolsillo?

Ups. Dije eso.

Y lo escuchó, a juzgar por su carraspeo ronco, su ceja levantada de chica-mala, y la sacudida de su cabeza. Edward mete la mano en el bolsillo. La memoria USB aparece en la mesa, sus dedo firmemente sobre ella.

—Normalmente, revisamos estas juntos, ya sabes, si hubiera sido una sesión real. —Levanta su dedo como si pesara quince kilos, suspira, y regresa la mano a su bolsillo—. Pero como dije, aquí está todo, y es tuyo.

Coloco la palma de mi mano sobre los apreciados archivos.

—Gracias.

Fuerza una sonrisa.

—Voy a buscar ese café ahora.

Mi curiosidad se dispara. Saco mi computadora y contengo el aliento mientras los archivos se descargan en un recuento rápido de nuestra noche sin final feliz.

Vaya. Allí estoy, de acuerdo, en toda mi gloria y color, de pies a cabeza en algunas, pero muchos primeros planos también. Incluso en las tomas con perspectiva más amplia, apenas me reconozco—esa sensación de desenfreno salvaje se evidencia con asombrosa claridad. Los lentes de la cámara —no, Edward— viendo directamente mi alma y reflejándola frente a mí. Tal cual como él me lo describió.

Sé que soy una de las afortunadas—bendecida con buenos genes y una actitud saludable hacia mi cuerpo, una vez que atravesé esa etapa de demasiado-alta-para-todos-los-chicos-de-mi-clase. Puede que no sea una experta en relaciones, pero la dimensión física jamás ha sido un problema para mí. No que me quite la ropa para cualquiera, y ciertamente jamás he considerado posar así para nadie, pero no me siento mal por cómo me gano las propinas.

Aún así, hay una gran diferencia entre no sentirse mal y estar entusiasmada. Revisando estas fotografías, no hay duda de lo mucho que disfruté posar desnuda para la cámara o lo increíblemente talentoso que es Edward.

Un fuerte carraspeo señala el regreso de Edward. Se encuentra de pie incómodamente, sosteniendo el café —solo uno— del otro lado de la mesa. Sus mejillas están sonrojadas, lo cual podría ser de la bebida caliente junto a su barbilla, pero probablemente mi novio está sonrojándose.

Coloca mi café a una prudente distancia de mi computadora, y entonces se hunde en su asiento frente a mí. La experiencia me ha enseñado que cuándo un tipo no va a comenzar la conversación, y Edward claramente se encuentra allí.

Yo misma tengo problemas para encontrar las palabras correctas.

—Edward, estas... ¿Sueno engreída si digo que las fotos son simplemente hermosas? Porque no quiero decir que yo sea hermosa, pero...

—Eres espectacular, Bella. —Luce aliviado de haber tenido la excusa para decírmelo.

Ahora yo soy la que tiene que apartar la mirada.

Él se estira sobre la mesa y cubre mi mano con la suya, aún cálida por la bebida caliente.

—Estoy contento de que puedas ver lo que yo vi en esas fotos, lo que sentí en ese cuarto contigo. Tenemos una química increíble.

—Supuse que hacías sentir a todas de la misma manera, ya que es tu superpoder y eso. Fue tan fácil soltarme contigo. Sabes que jamás he hecho algo como esto antes, ¿cierto?

Él resopla.

—Yo tampoco.

Me siento confundida.

—¿Eh?

—Bella, realmente espero que no pienses por un momento que así es cómo me comporto con mis clientes.

—No, por supuesto que no. Sé que eres un profesional consumado. Pero, ¿qué tal con una... mujer que no es una cliente? —Ya me duele considerarlo con otra mujer.

—Dios, no. Jamás he traído a una cita a mi estudio antes. Por supuesto —dice con una suave risita—, jamás he hecho coq au vin tampoco.

—Culpemos todo al coq.

—Aunque aprecio el halago... hacia mi cocina... realmente fuiste . Estás tan cómoda en tu propia piel que no puedes evitar irradiar ese tipo de energía. Claramente, me alimenté de eso, y el hecho que eres perfecta...

—Edward, detente, por favor.

Sonríe, deslizando su pulgar sobre mis nudillos.

—De acuerdo. Pero, ¿puedo decirte que si estas fotos no fueran tan íntimas, querría mostrarlas en una galería en alguna parte? —Su sonrisa nostálgica tira de mi corazón—. Una cosa más, y entonces prometo parar. Esos quince minutos contigo del otro lado de mi cámara fueron sin duda los más fáciles que he tenido. He estado haciendo esto el tiempo suficiente para saber cómo se siente la verdadera inspiración y lo rara que es encontrarla. Solo quiero agradecerte por eso.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Este hombre. ¿Cómo tuve tanta suerte?

Antes de siquiera comenzar a expresar mi agradecimiento, me besa en la mejilla y se para para irse.

—Tengo que irme. El pastel de carne no espera a nadie.

De alguna manera, tengo el presentimiento que está equivocado. Creo que esperarían a Hombre Paraguas.

—Saluda a mamá de mi parte.

Él gira para guiñarme un ojo. Me derrito.