"Tenemos que irnos." Dijo Gin a la vez que se agarraba el hombro herido y buscaba sus pertenencias. "Recoge todas tus cosas, no podemos quedarnos aquí."

"¿Y a dónde pretendes ir?" Preguntó sintiendo todavía la adrenalina del momento recorrer sus venas, escuchando como el teléfono de Rum empezaba a sonar dentro de su bolsillo.

"No lo sé, pero hay que salir de la ciudad...si sigue sin responder a las llamadas, no tardarán mucho en darse cuenta que las cosas no han ido como ellos planeaban." Dijo al percatarse como su teléfono empezaba a vibrar dentro de su bolsillo.

Ella se quedó parada unos segundos notando como las manos seguían temblándole. Había matado a Rum...le había apuñalado y lo había matado.

"Oye." Llamó su atención Gin a la vez que dejaba una muda cerca de ella. "Cámbiate rápido y salgamos de aquí."

Sherry asintió sin saber porque y se dirigió al baño para quitarse la sangre de las manos y cambiarse la ropa. Se sentía bloqueada y no podía hacer más que seguir sus peticiones, después de todo, ambos tenían ordenes de ser ejecutados y ambos se habían defendido en este encuentro con Rum.

Gin cargó una pequeña mochila en su hombro derecho y Sherry llenó otra antes de ponerse un sombrero y disponerse a salir de la habitación.

"¿Qué hacemos con el cadáver?" Preguntó mordiéndose el labio mientras Gin mantenía la puerta abierta.

"No te preocupes por eso, no serviría de nada intentar esconderlo ni tenemos tiempo para eso." Contestó haciéndole un gesto con la cabeza para que saliese. El pasillo estaba despejado, pero sabía con certeza de la cantidad de miembros que se dirigían hacia allí.

"Entonces...¿Pretendes que nos vayamos con el coche de Rum?" Preguntó cuando vio que pulsó el botón del aparcamiento en el ascensor.

"Sería demasiado peligroso y se lo pondríamos demasiado fácil para encontrarnos." Contestó bajando un poco su sombrero.

Las puertas del ascensor se abrieron al llegar al sótano y Gin observó la ubicación de las cámaras antes de dar un paso hacia fuera. Por suerte, había coches en cada una de las plazas, podían hasta permitirse el lujo de escoger entre todos ellos.

"Gin, por aquí." Le llamó después de dar con un despistado que no había cerrado su coche. El rubio se acercó a ella, pero la pelirroja no se apartó de la puerta del piloto. "Conduciré yo, tú tienes el hombro herido." El rubio gruñó pero no se entretuvo en ocupar el asiento copiloto.

Gin se inclinó para ayudarle a hacer el puente más rápido y el motor arrancó segundos después.

Un par de Jeeps aparecieron a gran velocidad en el aparcamiento y ella tiró marcha atrás lo más rápido que pudo para salir de esa ratonera antes de que fuese demasiado tarde.

"Acelera." Le ordenó él.

Pero ella ya apretaba el acelerador todo lo que podía. No estaba tan acostumbrada como ellos a las persecuciones en la carretera, pero no iba a dejar que los nervios le hiciesen fallar. "Agárrate." Le dijo a su compañero antes de acelerar hasta la salida sin dar tiempo a que las barreras se levantasen.

Las sirenas de la policía ya se escuchaban desde fuera del edificio y sus ojos no tardaron en reconocer como un mustang familiar intentaba alcanzar su velocidad.

"Akai." Apretó los dientes Gin. "No dejes de acelerar y desvíate hacia el túnel en cuanto puedas." Ordenó a la vez que calculaba la ruta más viable dentro de su cabeza. No había huida imposible para Gin, y Akai, no iba a ser quien le frenase los pies. Su libertad estaba en juego.

Ella asintió intentando no desconcentrarse de la carretera. No era tan experta como el rubio o Akai, pero tampoco estaba preparada para frenar y darle explicaciones a nadie. Era demasiado peligroso acercarse al FBI, no podía volver con ellos ahora.

El mustang de Akai llegó a ponerse a su nivel por un momento, y entonces, pudo ver que otra persona más le acompañaba.

Shinichi Kudo.

Podía verle maldecirle a través del espejo. Se veía preocupado y de sus labios podía leer constantemente la orden de que frenase el coche.

Pero ella no podía frenar.

Había seguido matando y seguía siendo la asesina que el detective tanto odiaba...

Apretó los dedos en el volante y aceleró más al ver que se acercaban al túnel. No quería girarse a mirarle, no quería que su maldito sentido de la justicia le hiciese flaquear en ese momento, ellos no eran iguales y él nunca la llegaría a entender por más que lo intentase.

Tenía que desaparecer, Shiho Miyano nunca había sido una buena compañía para Shinichi Kudo, ni para el profesor Agasa, ni mucho menos para Ran y los niños...

Las uñas se clavaron en el cuero del volante mientas observaba como Akai no se rendía en su persecución y justo cuando estuvo en la boca del túnel, dio un volantazo y se desvió para entrar por el túnel del sentido contrario. Era muy difícil para ella seguir esquivando los coches a esa velocidad, pero en ese momento, solo podía pensar en seguir hacia adelante.

"Hay una salida de emergencia. Si estacionas ahí podemos tomar la salida de emergencia hacia los túneles del metro."

Sherry frenó después de comprobar que ningún vehículo les seguía y se apresuraron a cruzar la puerta antes de que el FBI volviese a aparecer.

Sus pasos eran decididos, pero Gin no tardó en tener la necesidad de parar para recuperar el aire e intentar ignorar su cuerpo adolorido.

"Tu hombro sigue sangrando, deberíamos parar y curarte la herida." Comentó ella con cierta preocupación.

"No." Negó bruscamente. "No hay tiempo para eso ahora." Protestó ignorando su propuesta y tirando de su brazo para reanudar el paso.

Caminaron poco más de media hora antes de salir por la estación bastante cercana a la prefectura de Kanagawa. Las sirenas de la policía se seguían escuchando por su alrededor y ellos ya estaban agotados de tanta huida.

Se apoyaron detrás de una furgoneta para recuperar el aire y ella se percató en ese momento de que el estado del rubio parecía ser más grave de lo que imaginaba. Estaba pálido, tenía la respiración agitada y sus manos temblaban ligeramente.

"Gin." Le llamó a la vez que intentaba cogerlo antes de que se resbalase al suelo, pero él era demasiado pesado para que ella pudiese cargarlo. "Vamos, Gin. No podemos quedarnos aquí." Dijo mordiéndose el labio a la vez que veía como sus ojos se cerraban lentamente. "¡Vamos, Gin!"

"¡Tenemos que poner más controles!" Exigió Akai dándole un golpe a la mesa con el puño cerrado. "¡La ciudad tiene que quedar cerrada y controlada!"

"Tienes que calmarte, Akai." Comentó su superior, James, a la vez que se giraba hacia él y se acariciaba el bigote mientras trataba de pensar. "La ciudad está llena de cámaras, solo tenemos que ser un poco más observadores."

"Ha pasado una hora desde que les perdimos de vista y la policía metropolitana está haciendo controles en las salidas de la ciudad." Explicó Jodie señalando el círculo que marcaba el perímetro donde podían encontrarse.

"Por no hablar de que parece que Gin está herido." Comentó Shinichi apoyando su dedo indice en su barbilla para pensar mejor.

Akai sin embargo gruñó. A él le daba igual eso, lo que no podía quitarse de la cabeza, era el echo de que la pelirroja le hubiese esquivado a propósito de esa manera. Él quería protegerla, no tenía que huir de él.

"La organización también debe estar buscándoles, no va a ser fácil para ellos mantenerse escondidos con esta cantidad de persecutores detrás...en cuanto den un paso en falso, nosotros estaremos ahí." Dijo James convencido antes de aclararse la voz para dirigirse a toda la sala. "Quiero a todo el equipo bien concentrado, en este caso van a ser los pequeños detalles los que nos lleven a la resolución, así que quiero a todo el mundo con los ojos bien abiertos." Ordenó dando un par de palmadas para reanudar sus trabajos.

Jodie y Camel se quedaron comentando los últimos vídeos enviados y Shinichi se levantó de su silla para dirigirse a Akai, que se había quedado bastante serio y pensativo.

"Oye, ¿Vamos a por un poco de café?" Le preguntó apoyando una mano en su hombro. "Un día largo no puede combatirse sin cafeína."

Akai le miró un par de segundos antes de asentir y levantarse. Bajaron hasta la planta baja y salieron del edificio hacia una cafetería cercana. Kudo se pidió un capuchino y él un buen vaso de café solo.

Gin comprobó la manilla del Porsche después de cerrarlo y se dio media vuelta para entrar al edificio. Subió al ascensor y apoyó la espalda dejando caer la cabeza hacia atrás. Después de esas tres semanas fuera de Japón, no deseaba más que darse una ducha y estirarse de una vez por todas. Era realmente agotador tener que aguantar a Vermouth durante tantos días seguidos.

Cruzó el pasillo y marcó la numeración antes de acceder a la vivienda. Las luces del pasillo estaban apagadas, pero desde la entrada podía verse una tenue luz procedente del final del pasillo.

Gin recorrió el pasillo con el sigilo al que estaba acostumbrado y dejó el sombrero al lado del tocadiscos antes de apoyarse en el marco de la puerta.

Eran casi las tres de la mañana, pero nada parecía poder frenar nunca a una científica en pleno momento de inspiración. Estaba tan concentrada, que no había notado siquiera su presencia.

Sus ojos se veían cansados pero inquietos, y sus dedos, no dejaban de teclear en su ordenador a un ritmo más que acelerado. Había intentado recogerse el pelo, pero los mechones del flequillo se escapaban de su coleta, haciendo que tuviese que apartarlo tras su oreja constantemente.

Le gustaba pasar tiempo observándola, daba igual lo que estuviese haciendo. No llevaban ni medio año en ese piso y las paredes ya habían cambiado ese ambiente a apartamento vacío por uno extrañamente acogedor y con cierto olor a vainilla.

"¿Ahora también pasas las noches en vela?

El ruido de las teclas cesó y sus ojos verdes se alzaron para mirarle con sorpresa. Esta mañana estaba en Nueva York, y ahora, estaba justo a diez metros de ella.

Gin se acercó a ella después de quitarse la gabardina y cerró la tapa de su portátil para apartarlo del sofá.

"¡Oye! Estaba trabajando." Protestó intentando alcanzar el portátil inútilmente.

"No sé cuantas horas llevas tecleando, pero creo es suficiente por hoy." Comentó a la vez que deshacía su coleta y agarraba su barbilla.

Ella se sonrojó sin poder evitar mirarle a los labios y él sonrió acercándose más a ella a la vez que una fuerte brisa cruzó la habitación. Gin siempre le decía que tuviese cuidado y cerrase más a menudo, pero ella siempre lo tenía todas las ventanas abiertas.

"No te esperaba, has vuelto antes de lo que dijiste...¿Te lo has pasado bien por Nueva York?" Dijo rodando los ojos. "Ya he visto que compañía no te ha faltado."

Gin acercó su barbilla más a él, llegando a oler el café que parecía que se había tomado hacía poco. "La compañía de estas semanas, no se puede comparar a la de esta noche." Contestó acabando de acortar la poca distancia que les separaba para saborearla.

La brisa volvió a chocar contra su cara provocando que abriese los ojos con fuerza para deshacerse rápidamente del sueño o recuerdo que estaba teniendo. Se reincorporó de golpe al sentir que sus sentidos se despertaban, arrepintiéndose al momento nada más sentir una fuerte corriente de dolor atravesar su hombro.

"Deberías quedarte recostado." Habló ella sin desviar su mirada de la carretera.

Gin se quedó algo perplejo e intentó analizar la situación lo más rápido que pudo. Lo último que recordaba, era perder el conocimiento poco después de salir de los túneles, y ahora, se encontraba en el asiento copiloto de un cuatro por cuatro con una venda nueva en su hombro.

"¿A dónde se supone que vamos?" Preguntó observando los caminos de arena que atravesaban.

"No lo sé, todavía tenemos más de medio depósito para decidir." Contestó riendo ligeramente. Todavía estaba nerviosa y cansada, apenas había podido seguir su instinto de supervivencia.

Gin tampoco pudo evitar reír, habían sucedido demasiadas cosas en un solo día y cada una más irreal que la anterior, como el mero echo de que ambos estuviesen compartiendo el mismo coche para huir de todo.

Y ella estaba siendo la heroína.

Puede que todavía no sabían donde, pero Gin estaba seguro de que no sería un lugar en el que dejase que les encontrasen pronto.