CAPITULO 8

Mylala no quería abandonar su país. No quería dejar a su familia. Aunque comprendía sus razones, tenía miedo por ella. Me prometió que tomaría todas las precauciones. Mi doncella planeaba ocultarse en las colinas hasta que Kizashi fuera derrocado o huyera del país. Su familia cuidaría de ella. Le di todo lo que tenía, aunque era una miseria según los baremos de Inglaterra. Lloramos juntas antes de separarnos, como verdaderas hermanas que sabían que no iban a volver a verse.

Sí, ella era mi hermana, en espíritu y corazón. Nunca había tenido una confidente. Nunca pude confiar en mi verdadera hermana, Furofuki. Que te sirva de advertencia, hija mía. Si Furofuki sigue viva cuando tú seas mayor y te encuentras con ella algún día, protégete. No pongas tu fe en ella, Sakura. A mi hermana le encanta el engaño. Se alimenta del dolor de los demás.

¿Sabes?, tendría que haberse casado ella con Kizashi. Habrían sido muy compatibles. Se parecen mucho.

Anotación en el diario, 3 de septiembre de 1795

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Sasuke pasó la mayor parte de la tarde del viernes en la taberna de Bleak Jiraiya, situada en un barrio de muy mala fama. Claro que no había ido allí a beber, sino a conseguir información de los capitanes y tripulantes que acostumbraban a acudir a la taberna.

Se movía con facilidad en aquel ambiente. Aunque vestido con pantalones y chaqueta de montar de calidad, no necesitaba preocuparse de que intentaran asaltarlo. Siempre mantenían las distancias con él. Todo el mundo conocía su reputación. Lo temían, pero lo respetaban y entraban en conversación con él solo cuando les concedía audiencia con un gesto.

Sasuke estaba sentado con la espalda contra la pared. Jiraiya, un marino retirado desde el momento en que perdió la mano en una pelea a cuchillo, se sentaba a su lado. Sasuke había comprado la taberna y establecido a Jiraiya en los negocios como recompensa por su pasada lealtad.

Interrogaba a un hombre tras otro, negándose a impacientarse conforme pasaban las horas o los marineros mentían con el fin de ganarse una jarra de cerveza gratis. Un recién llegado llegó, pavoneándose, hasta la mesa y exigió su parte del botín. El hombrón cogió por el cuello al marinero con quien Sasuke estaba hablando y lo apartó a un lado con indiferencia.

Jiraiya sonrió. Seguía disfrutando con una buena pelea.

-¿Conoces al marqués Uchiha de Lyonwood? -le preguntó al forastero.

El marinero negó con la cabeza, se sentó y luego alargó la mano hacia la jarra de cerveza.

-Me importa un carajo quién sea -masculló amenazador-. Quiero lo que me merezco.

Los ojos de Jiraiya brillaron, divertidos. Se volvió hacia Sasuke y dijo:

-Quiere lo que se merece.

Sasuke se encogió de hombros. Sabía qué se esperaba de él. Todas las caras de la taberna estaban vueltas hacia él. Había que mantener las apariencias y, si quería una tarde tranquila, tendría que liquidar primero aquel asuntillo.

Esperó hasta que el marinero volvió a dejar la jarra encima de la mesa y, entonces, le clavó el tacón de la bota en la entrepierna.

Lo hizo con demasiada rapidez como para que el hombre llegara a protegerse. Antes de que pudiera gritar de dolor, Sasuke lo había cogido por el cuello. Apretó fuerte y luego lo lanzó hacia atrás.

La muchedumbre rugió, aplaudiendo. Sasuke no hizo caso alguno. Inclinó la silla hacia atrás, apoyándola de nuevo en la pared, sin quitar los ojos del hombre que se retorcía de dolor en el suelo.

-Ya has tenido lo que te merecías, pedazo de mierda. Ahora lárgate de aquí. Mi taberna es un sitio respetable -rugió Jiraiya entre carcajadas.

Un hombre delgado y temblequeante llamó la atención de Sasuke.

-Señor, me han dicho que busca información sobre los barcos procedentes de las colonias -dijo, tartamudeando.

-Toma asiento, Mick -indicó Jiraiya-. Es un buen hombre, honrado, Sasuke -continuó, reforzando sus palabras con un cabeceo.

Sasuke esperó hasta que el marinero hubo intercambiado noticias con Jiraiya.

Continuó observando al hombre que acababa de herir hasta que la puerta se cerró de golpe tras él.

Luego sus pensamientos volvieron a Sakura y a su misión.

Sasuke había decidido empezar desde el principio.

Se acabó lo de llegar a sus propias conclusiones basadas en supuestos lógicos. La lógica no funcionaba cuando se trataba de Sakura. Eliminó todas las explicaciones que ella le había dado sobre su pasado. El único hecho que conocía con certidumbre era que la condesa había vuelto a Inglaterra hacía unos tres meses.

Alguien tenía que recordar a la vieja lechuza. Aquella mujer era lo bastante repugnante como para atraer la atención quejándose de algo a alguien. Seguro que no había sido una pasajera agradecida.

Dio la casualidad de que Mick la recordaba. Y muy bien.

-El capitán Umino no fue un hombre justo conmigo, señor. Habría preferido fregar las cubiertas o vaciar los orinales que ser el mandadero de aquella Jofuku. Joder, me hacía correr arriba y abajo todo el día.

-¿Viajaba sola? -preguntó Sasuke. No dejó saber a Mick lo excitado que estaba por tener, por fin, una información auténtica, pensando que el hombre podría adornar sus respuestas a fin de contentarlo y conseguir más cerveza.

-Más o menos.

-¿Más o menos? Eso no tiene sentido, Mick. Cuéntalo sin rodeos -aconsejó Jiraiya.

-Lo que quiero decir, señor, es que subió a bordo con un caballero y una damita muy bonita. Solo pude echar una ojeada a la señorita. Llevaba una capa con la capucha puesta, pero antes de que la condesa la empujara bajo cubierta, me miró directamente y me sonrió. Sí, señor, lo hizo.

-¿Observó por casualidad de qué color tenía los ojos? -preguntó Sasuke.

-Eran verdes, tan verdes como el Jade.

-Dígame qué recuerda del hombre que viajaba con la condesa -indicó Sasuke. Hizo un gesto a Jiraiya para que volviera a llenar el vaso de Mick.

-No eran familia -explicó Mick después de pegar un trago a la cerveza-. Era misionero, eso les dijo a algunos de los hombres. A mí me sonaba a francés, pero nos dijo que había vivido en una parte salvaje de las colonias y que volvía a Francia para ver a sus parientes. Aunque era francés, me gustó. Por la forma que trataba a la pequeña. Era lo bastante viejo como para ser su padre y la trataba como si lo fuera, además. Como la Jofuku se quedó abajo la mayor parte del viaje, el misionero acompañaba a la guapa a pasear por las cubiertas.

Mick se detuvo para secarse la boca con el reverso de la mano.

-La vieja era una pájara extraña. No tenía nada que ver con los otros dos. Incluso exigió que le pusieran una cadena extra por dentro de la puerta. El capitán Umino trató de calmar sus miedos y le dijo que ninguno de nosotros la tocaría. Dios Todopoderoso, si no podíamos soportar ni verla, no tenía un carajo de sentido que pensara que íbamos a molestarla. Nos llevó un tiempo, señor, pero, al final, algunos averiguamos sus planes. Echaba el cerrojo a la puerta para protegerse de la señorita. Sí, señor, así era. Oyeron al misionero diciéndole a la pequeña que no estuviera triste porque su tía le tuviera miedo. ¿No es la leche?

Sasuke sonrió a Mick. Era todo el ánimo que necesitaba el marino para continuar.

-Era una cosita muy dulce. Claro que tiró a Louie por la borda. Lo volteó por encima del hombro, eso hizo. No podíamos creerlo, no, señor, no podíamos. Aunque Louie se lo estaba buscando. Vaya, se deslizó detrás de ella y la agarró. Entonces fue cuando le vi. el color del pelo. Un rosa muy claro. Siempre llevaba puesta la capucha, incluso por la tarde, cuando hacía más calor. Debía de ser más que incómodo.

-¿Tiró a un hombre por la borda? -preguntó Jiraiya. Sabía que no debía interferir en las preguntas de Sasuke, pero estaba demasiado asombrado por aquel comentario de Mick para guardar silencio-. Deja de hablar de la capucha, hombre. Cuéntame algo más de la chica.

-Bueno, Louie tuvo suerte de que no hubiera viento. Lo sacamos del agua sin demasiado dolor de espalda. Después de esa sorpresa, dejó en paz a la señorita. Ahora que lo pienso, la mayoría de los hombres la dejaron en paz.

-¿Cuándo volverá el capitán Umino a Londres? -preguntó Sasuke.

-No hasta dentro de uno o dos meses -dijo Mick-. ¿También querrá hablar con el misionero?

-Sí -respondió Sasuke, con una expresión impasible. Sonaba casi aburrido.

-Va a volver a Londres muy pronto. Nos dijo que solo se quedaría en Francia un tiempo y que luego pensaba visitar a la señorita antes de volver a las colonias. Protegía mucho a la chica. Además, estaba preocupado por ella. No lo culpo. Aquella vieja...

-¿Lechuza? -sugirió Sasuke.

-Sí, era una vieja lechuza -dijo Mick con una risilla.

-¿Te acuerdas del nombre del misionero, Mick? Hay una libra extra para ti si puedes darme su nombre.

-Lo tengo en la punta de la lengua -dijo Mick, frunciendo el ceño con concentración-. Cuando me venga te lo diré, Jiraiya. Me guardarás las monedas en sitio seguro, ¿eh?

-Pregúntales a tus compañeros -sugirió Jiraiya-. Seguro que alguno de ellos se acuerda del nombre.

Mick tenía tanta prisa por ganar su recompensa que se fue inmediatamente de la taberna en busca de sus compañeros.

-¿Se trata de un asunto del gobierno? -preguntó Jiraiya cuando se quedaron solos.

-No -respondió Sasuke-. Es una cuestión personal.

-Se trata de la damita, ¿no? No es necesario que disimules conmigo, Sasuke. Yo también estaría interesado por ella si fuera lo bastante joven.

Sasuke sonrió.

-Si no la has visto nunca -le recordó a su amigo.

-Eso no tiene ninguna importancia. Mick dijo que era una chiquilla con ojos verdes y pelo rosa. Suena bastante bonita para mi gusto, pero esa no es la verdadera razón por la que correría detrás de sus faldas. ¿Has visto alguna vez a Louie?

-No.

-Es tan grande como yo, aunque pesa unos cuantos kilos más. Cualquier dama que haya podido lanzarlo por la borda tiene que ser interesante de verdad. Dios, me gustaría haber estado allí para verlo. Nunca me gustó Louie. Suelta un olor apestoso. Y tiene una mente tan agria como su cuerpo. Joder, me gustaría haberlo visto caer al agua.

Sasuke pasó unos minutos más intercambiando información con Jiraiya y luego se levantó para marcharse.

-Ya sabes dónde encontrarme, Jiraiya.

El dueño de la taberna acompañó a Sasuke hasta la acera.

-¿Cómo le va a Naruto? -preguntó-. ¿Sigue haciendo de las suyas?

-Me temo que sí -dijo Sasuke-. Eso me recuerda, Jiraiya. ¿Tendrás la habitación de atrás libre para dentro de dos viernes? Naruto y yo vamos a montar una partida de cartas. Te daré los detalles dentro de unos días.

Jiraiya dedicó a Sasuke una mirada especulativa.

-Siempre tratando de adivinar lo que pienso, ¿eh, Jiraiya? -preguntó Sasuke.

-Mi cara no sabe ocultar lo que pienso –respondió Jiraiya, sonriendo-. Por eso nunca triunfaría en tu clase de trabajo -añadió.

Jiraiya aguantó la puerta del carruaje abierta para Sasuke. Esperó hasta que el marqués estaba a punto de cerrarla antes de decir su adiós habitual.

-Guárdate la espalda, amigo mío. -Y sin pensarlo mucho, añadió otra advertencia-: Y el corazón, Sasuke. No dejes que ninguna belleza te tire por la borda.

En opinión de Sasuke, aquel consejo llegaba un poco demasiado tarde.

Sakura lo había pillado con la guardia baja. Mucho tiempo atrás se había prometido no volver a involucrarse emocionalmente con otra mujer, por muchos años que viviera. Quería mantener relaciones cortas y fáciles.

Suspiró pensando que ya podía despedirse de esa promesa. No podía guardarse el corazón. Le pertenecía a ella.

Su pensamiento volvió al rompecabezas de los extraños comentarios de Sakura. Recordaba que le había dicho que su curiosidad podía hacer que lo mataran. ¿Mentía o hablaba en serio? Sasuke no lograba decidirlo.

Sakura había dicho la verdad cuando le anunció que no iba a quedarse mucho tiempo en Londres, que pensaba volver a casa. Por lo menos, parecía que decía la verdad.

No estaba dispuesto a dejar que se fuera a ningún sitio. Sakura acabaría perteneciéndole. Pero no iba a correr riesgos. Si conseguía huir de él, darle caza iba a resultar mucho más fácil si sabía exactamente dónde estaba su hogar.

-No va a ir a ninguna parte -masculló para sí. No, no iba a perderla de vista ni un minuto.

Con un gruñido de frustración, Sasuke aceptó la verdad. Solo había una manera de conservarla a su lado. Iba a tener que casarse con ella.

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-En nombre de Dios, ¿dónde has estado? Llevo horas esperando en tu biblioteca -Naruto le espetó la pregunta a voz en grito, en cuanto Sasuke entró en el recibidor de su casa-. Tengo mensajeros buscándote por toda la ciudad, Sasuke.

-No sabía que tuviera que rendirte cuentas, Naruto -le respondió Sasuke, despojándose de la chaqueta y entrando en el estudio-. Cierra la puerta. ¿Qué te crees que estás haciendo? No tendrías que dejarte ver en público. Alguien podría darse cuenta del vendaje. Has corrido un riesgo innecesario. Tu hombre no habría tardado mucho en encontrarme.

-Bueno, ¿dónde has estado? Ya es casi de noche -murmuró Naruto, dejándose caer en la silla más cercana.

-Estás empezando a hablar como una esposa gruñona -dijo Sasuke, riéndose-. ¿Cuál es el problema? ¿Es que tu padre tiene más dificultades?

-No, y como que hay infierno que no te reirás tanto cuando te diga por qué te he estado buscando por todo Londres. Será mejor que vuelvas a ponerte la chaqueta, amigo mío. Tienes trabajo que hacer.

La seriedad del tono de Naruto consiguió captar toda la atención de Sasuke. Se apoyó en la mesa, cruzó las manos sobre el pecho y dijo:

-Explícate.

-Es Sakura, Sasuke. Está en apuros.

Sasuke reaccionó como si acabara de alcanzarlo un rayo. De un salto se apartó de la mesa y cogió a Naruto por los hombros antes de que su amigo pudiera respirar de nuevo.

-Todavía queda bastante tiempo, Sasuke. Es que me preocupaba que te hubieras ido a tu casa de campo. Tenemos hasta medianoche antes de que vayan a por ella. En nombre de Dios, hombre, suéltame.

De inmediato, Sasuke dejó caer a Naruto de nuevo en su silla.

-¿Quiénes son? -exigió.

Tenía una mirada asesina. Naruto se sentía inmensamente agradecido de que Sasuke fuera su amigo y no su enemigo.

-Akebino y algunos hombres que ha contratado.

Sasuke cabeceó, asintiendo, enérgicamente, y luego salió de nuevo al recibidor.

A voz en grito pidió que trajeran su carruaje a la puerta.

Naruto lo siguió a la calle.

-¿No sería más rápido ir a caballo?

-Necesitaré el carruaje más tarde.

-¿Para qué?

-Akebino.

La forma en que pronunció el nombre de aquel bastardo le dijo a Naruto todo lo que necesitaba o quería saber. Esperó hasta que estuvieron los dos dentro del vehículo para explicárselo todo.

-A uno de mis hombres, mejor dicho, a uno de los hombres de Menma, le han ofrecido una suma importante para ayudar a llevarse a Sakura a Gretna Green. Akebino piensa en forzarla a casarse con él. Fui a reunirme con mis hombres para decirles que no iba a haber más asaltos. Uno de ellos es un tipo bastante decente para ser un bandido. Se llama Sai. Me dijo que Akebino le había hecho la oferta y que él había aceptado. Sai pensaba que era una forma bastante divertida de hacerse con algo de dinero fácil.

La expresión de Sasuke helaba la sangre en las venas.

-Akebino contrató a Sai y a otros tres. Le pagué a Sai para que fingiera aceptar el plan. No ayudará a Akebino, si es que podemos fiarnos de su palabra.

-¿Estás seguro de que está planeado para medianoche? -preguntó Sasuke.

-Sí -respondió Naruto-. Hay tiempo de sobra, Sasuke. -Soltó un largo suspiro-. De verdad, me siento aliviado de que te ocupes de este asunto -admitió.

-Desde luego que voy a ocuparme de este asunto.

La voz de Sasuke era tan queda como un suspiro. Hizo que un escalofrío le recorriera la espalda a Naruto.

-Ya sabes, Sasuke, que siempre pensé que Akebino era una víbora, pero nunca creí que tuviera el suficiente veneno como para hacer una cosa tan indecente. Si alguien averigua esta conspiración suya, la reputación de Sakura podría sufrir.

-Nadie va a averiguar nada. Yo me encargaré de ello.

Naruto asintió de nuevo.

-¿Podría ser que alguien le hubiera dado la idea, Sasuke? Porque ese hombre no es lo bastante listo ni siquiera para pensar algo así.

-Sí, claro que sí. Alguien le dio la idea. La condesa. Me apostaría la vida.

-Santo cielo, Sasuke, es la tía de Sakura. No puedes creer...

-Sí que lo creo -masculló Sasuke-. Ha dejado a Sakura sola. Un poco demasiado conveniente, ¿no te parece?

-¿Tienes una pistola para mí? -preguntó Naruto.

-No las uso nunca.

-¿Por qué? -preguntó Naruto, estupefacto.

-Demasiado ruido -respondió Sasuke-. Además, solo son cuatro, si es que podemos creer lo que ha dicho tu amigo.

-Pero son cinco.

-Akebino no cuenta. Echará a correr a la primera señal de problemas. Lo encontraré más tarde.

-No lo dudo -respondió Naruto.

-Naruto, cuando lleguemos a casa de Sakura, haré que el cochero te lleve de vuelta a la tuya. No quiero que mi carruaje se quede allí delante. Akebino lo vería. No queremos que cambie de planes. Haré que el cochero vuelva a buscarme una hora después de la medianoche.

-Insisto en echarte una mano -musitó Naruto.

-Solo tienes una buena para echarme -respondió Sasuke, con una sonrisa.

-¿Cómo puedes tomártelo todo tan a la ligera?

-La palabra es control, Naruto. Control.

Sasuke estaba fuera del carruaje, dando instrucciones al cochero antes de que el vehículo hubiera acabado de detenerse.

-Maldición, Sasuke. Podría ser de ayuda -gritó Naruto.

-Serías más un obstáculo que una ayuda. Vete a casa. Te avisaré cuando todo haya acabado.

Naruto pensó que su amigo parecía muy poco afectado por lo que estaba pasando. Pero él no se dejaba engañar. Casi sentía un poco de lástima por aquellos hombres estúpidos y avariciosos que se habían unido a Akebino. Los pobres insensatos iban a averiguar exactamente cómo se había ganado su fama el marqués de Lyonwood.

De verdad que odiaba perderse la acción.

-Ni hablar. No voy a hacerlo -masculló Naruto para sí.

Esperó su oportunidad. Cuando el carruaje redujo la velocidad al doblar la esquina, saltó a la calle. Cayó de rodillas, se maldijo por su torpeza; luego se sacudió la ropa y echó a andar hacia casa de Sakura. Sasuke iba a contar con su mano buena, tanto si quería como si no.

El marqués temblaba de cólera. Sabía que se calmaría en cuanto viera a Sakura y supiera que estaba bien. Ella se estaba tomando su tiempo para abrirle. Tenía los nervios a punto de estallar. A punto estaba de descerrajar la puerta con una de las herramientas especiales que siempre llevaba consigo para una eventualidad así, cuando oyó que descorrían el cerrojo. Aunque no había perdido la calma delante de Naruto, en cuanto Sakura abrió la puerta estalló.

-En nombre de Dios, ¿qué crees que estás haciendo abriendo la puerta vestida solo con una bata? ¡Por todos los infiernos, Sakura, ni siquiera has averiguado quién era!

Sakura se ajustó la bata uniendo las solapas y retrocedió, dejando el paso libre a Sasuke.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó.

-¿Por qué no ha contestado Gandō a la puerta? -exigió Sasuke. Fijó la vista en la frente de Sakura porque sabía demasiado bien que verla con aquella ropa tan ligera y el pelo suelto y desordenado le haría perder el hilo de lo que pensaba.

-Gandō ha ido a ver a su madre -explicó Sakura-. Sasuke, ¿no es horriblemente tarde para ir de visita?

-¿Su qué? -La cólera de Sasuke se había evaporado de repente.

-Su mamá. Me pregunto qué es lo que te divierte tanto. Tú eres el lagarto, Sasuke. Te pones a gritarme y luego, en un abrir y cerrar de ojos, rompes a reír.

-Camaleón, Sakura, no lagarto -instruyó Sasuke-. Gandō debe de tener ochenta años, como mínimo. ¿Cómo puede ser que su madre viva todavía?

-Ah, pero yo la he visto, Sasuke. Es una mujer encantadora. Además, es idéntica a Gandō. Bueno, ¿vas a decirme a qué has venido?

-Sube y vístete. No puedo pensar si andas dando vueltas por aquí, pavoneándote.

-No ando pavoneándome -protestó Sakura-. Estoy perfectamente quieta.

-Vamos a tener compañía dentro de poco.

-¿Ah, sí? -Ella negó con la cabeza-. Yo no he invitado a nadie. A decir verdad, no estoy de humor para recibir, Sasuke. Solo empezaba a llorarte y ahora tú vienes...

-¿Llorarme? -repitió Sasuke, igualando el ceño de ella-. ¿Por qué infiernos me estás llorando?

-No importa -dijo Sakura-. Y deja de enfadarte. ¿Quién viene a visitarnos?

Sasuke tuvo que respirar hondo para recuperar el control. A continuación le explicó todo lo referente a Akebino y sus hombres. Deliberadamente, no hizo mención a la implicación de la condesa, porque no quería disgustar a Sakura. Decidió esperar, pensando en encargarse de los problemas de uno en uno.

-¿Qué quieres que haga? -preguntó Sakura. Echó el cerrojo a la puerta y fue a ponerse directamente frente a él.

Sasuke inhaló el perfume de flores. Tendió los brazos para abrazarla.

-Hueles bien -le dijo.

Le cogió la angelical cara entre las manos. Ella lo miraba con una confianza absoluta.

-Tienes que decirme qué hacer -murmuró Sakura de nuevo.

-Bésame -ordenó Sasuke. Bajó la cabeza para robarle un beso rápido.

-Hablaba de los malhechores -dijo Sakura, cuando él se apartó-. La verdad es que no puedes pensar en nada durante más de un minuto seguido, ¿verdad, Sasuke? ¿Es un defecto de familia?

Sasuke negó con la cabeza.

-Claro que puedo pensar en algo más de un minuto. He estado pensando en cogerte entre mis brazos desde que has abierto la puerta. No llevas nada debajo de esa bata tan ligera, ¿verdad?

Ella habría negado con la cabeza si él no la hubiera tenido sujeta con tanta firmeza.

-Acababa de bañarme -explicó, sonriendo porque él acababa de reconocer que quería tocarla.

Era muy sincero. Sakura se puso de puntillas para darle lo que quería. Pensaba imitar el mismo beso rápido que él le había dado. Sasuke tenía otras ideas. Con el pulgar le empujó la barbilla hacia abajo lo suficiente como para meterle la lengua dentro de la boca, en busca de la de ella.

Sakura se sujetó a las solapas de su chaqueta, temiendo que se le doblaran las rodillas. Cuando estuvo segura de que no iba a quedar en ridículo cayendo al suelo, correspondió a su beso con igual ardor. Aquella manera de responder lo volvió medio loco. Pegó la boca a la de ella, con fuerza, posesivamente. Sakura no fue capaz de resistirse. Aquello excitó a Sasuke casi tanto como los susurrados gemidos, los suaves labios, la lengua enfebrecida. Su reacción le satisfacía totalmente. Estaba llegando rápidamente a la conclusión de que era la única vez que se mostraba sincera con él. Sasuke se separó de ella a regañadientes.

-Has hecho que me temblaran las manos -dijo Sakura-. No te seré de mucha ayuda si llaman a la puerta ahora.

-Lástima que no seas hábil con el cuchillo -observó él.

Esperó la mentira, seguro de que no podía admitir un entrenamiento de ese orden.

-Sí, una verdadera lástima -respondió Sakura-. Pero los cuchillos son para los hombres. Las mujeres se harían daño. Tampoco tengo pistola. Quizá estés decepcionado por las carencias de mi educación.

Por la forma en que había hablado, comprendió que buscaba su aprobación.

-Claro que no, cariño -dijo con voz inexpresiva. Le rodeó los hombros con un brazo y empezó a subir la escalera con ella-. Es deber del hombre proteger a su mujercita.

-Sí, así es en la mayoría de culturas -replicó Sakura. La voz se le volvió vacilante, casi tímida, cuando añadió-: Pero no te ofenderías mucho si esa misma mujercita sí que supiera defenderse, ¿verdad? Quiero decir, no pensarías que es indigno de una dama... ¿o sí?

-¿Es esta tu habitación? -preguntó Sasuke, evitando deliberadamente responderle.

Abrió la puerta del primer dormitorio, captó los colores oscuros y el olor a rancio, de perfume antiguo, y supo, antes de que Sakura le respondiera, que había violado las dependencias de la condesa. La habitación era lo bastante oscura como para complacer a una araña. O a una vieja lechuza, pensó Sasuke frunciendo el ceño.

-Es la habitación de mi tía -dijo Sakura. Echó una ojeada al interior-. Es horriblemente sombría, ¿verdad?

-Pareces sorprendida. ¿No has entrado nunca?

-No.

Sasuke estaba cerrando la puerta de nuevo cuando vio la cantidad de cerrojos y cadenas que había por el interior.

-Tu tía debe de tener un sueño muy agitado -comentó-. ¿Contra quién asegura su puerta?

Sabía la respuesta y ya estaba montando en cólera. Sasuke recordaba el comentario del marinero sobre que la condesa tenía miedo de la preciosa señorita. Los cerrojos estaban en el lado equivocado de la puerta, en opinión de Sasuke. Era Sakura quien debería protegerse de la condesa y no al revés. ¿Qué clase de vida se habría visto obligada a llevar Sakura desde que volvió con su familia y a su país natal? Sin ninguna duda, debía de haberse sentido sola. ¿Qué clase de mujer rechazaría a su único pariente?

-A mi tía no le gusta que la molesten mientras duerme -explicó Sakura. Sasuke reaccionó á la tristeza que había en su voz, abrazándola estrechamente.

-No lo has tenido fácil desde que volviste a casa, ¿verdad, amor?

Notó cómo se encogía de hombros.

-Mi habitación está al otro extremo del pasillo. ¿Es eso lo que estás buscando?

-Sí -respondió-, pero también quiero comprobar todas las ventanas.

-Hay dos ventanas en mi habitación -dijo Sakura.

Se apartó de él, lo cogió de la mano y se apresuró a ir a su dormitorio.

Sasuke tomó nota mental de todo con una mirada rápida. Era una habitación austera, comparada con lo que es habitual en la mayoría de mujeres, y enormemente atractiva según sus propios gustos. Las dos cómodas no estaban atestadas de chucherías. Tampoco había montones de nada. Una única butaca, haciendo ángulo en un rincón, un biombo detrás, una cama con dosel, cubierta con una alegre colcha blanca, y dos cómodas pequeñas eran los únicos muebles de la habitación, grande y cuadrada.

Era evidente que a Sakura le gustaba el orden. La habitación estaba impecable, salvo por una única manta que alguien había dejado caer junto al ventanal.

-El jardín queda justo debajo de mis ventanas -dijo Sakura-. Sería fácil escalar el muro. La vegetación llega hasta el alféizar. Me parece que las enredaderas son lo bastante resistentes para aguantar el peso de un hombre.

-Preferiría que no entraran por las ventanas -dijo Sasuke, casi distraído.

Comprobó los marcos y luego miró al jardín. Deseó que la luna no fuera tan complaciente. Había demasiada luz.

Sasuke dirigió la mirada a Sakura. Su expresión y su actitud habían cambiado. Drásticamente.

Sakura sintió deseos de sonreír. Era de verdad un guerrero. Tenía la cara impasible, como la de un bravo.

Sabía qué pensaba en aquel momento y la rigidez de su postura indicaba que se estaba preparando para la lucha.

-La sala solo tiene dos ventanas frontales, si recuerdo bien. ¿Hay otra entrada aparte de la que da al vestíbulo?

-No -respondió Sakura.

-Bien. Vístete, Sakura. Puedes esperar aquí dentro hasta que todo haya acabado. Haré que sea un lugar seguro.

-¿Cómo?

-Bloqueando las ventanas y las puertas -explicó Sasuke.

-No. Quiero decir, no quiero quedarme encerrada dentro de ningún sitio, Sasuke.

La vehemencia de su tono lo sorprendió. Luego recordó lo incómoda que se sentía dentro del carruaje cerrado. Sintió lástima de ella.

-Si preparo un cierre en el interior de la puerta, de forma que sepas que puedes salir si...

-Sí, eso sería perfecto -interrumpió Sakura, cabeceando decidida. Parecía muy aliviada-. Gracias por comprenderlo.

-Y ahora, ¿por qué frunces el ceño? -preguntó Sasuke, claramente exasperado.

-Acabo de darme cuenta de que tienes otra arma contra mi , otra debilidad -añadió, encogiéndose de hombros.

-No, acabas de insultarme -replicó Sasuke-. No conozco a muchos hombres ni a muchas mujeres que quisieran quedarse encerrados en una habitación, Sakura. Ahora deja de distraerme. Vístete.

Ella se apresuró a hacer lo que le pedía.

-Me parece que no quiero esperar en la sala, después de todo -murmuró para sí mientras cogía el primer vestido que encontró a mano y pasaba detrás del biombo para vestirse. Comprendió lo mal que había elegido después de haberse despojado de la bata y haberse puesto el vestido verde real.

-Sasuke. El vestido se abrocha detrás -dijo en voz alta-. No puedo hacerlo yo sola.

Sasuke se volvió de la ventana para encontrarse con Sakura que sujetaba el traje contra el pecho.

Cuando se dio la vuelta para ofrecerle la espalda, lo primero que vio fue su piel sin manchas. A la luz de las velas, tenía un aspecto demasiado seductor para su paz mental.

Lo segundo que observó fue que no llevaba absolutamente nada debajo. Eso tampoco dejó de afectarlo. Le temblaban las manos cuando se puso a la tarea de abrocharle el vestido, con dedos torpes, porque lo que quería era acariciarle aquella suave piel.

-¿Dónde está tu doncella, Sakura? -preguntó, confiando que la conversación lo apartaría de la poco caballerosa idea de cogerla, llevarla a la cama y seducirla.

-Estoy sola toda la semana. He dejado que Beatrice se tomara estos días libres.

Aquel comentario, expresado con tanta naturalidad, lo irritó.

-Por todos los santos, ninguna dama de alcurnia se queda sin compañía -masculló.

-Yo me las arreglo muy bien sola. Me intereso por mi misma.

-Te bastas a ti misma -dijo Sasuke con un suspiro. Tenía dificultades para abrocharle el último botón. Sus sedosos cabellos se le enredaban en los dedos.

-¿Cómo dices?

Sasuke le levantó el pelo y se lo echó hacia delante, por encima del hombro, Sonrió cuando vio que tenía la piel de gallina.

-Que te bastas a ti misma, amor, no que te interesas por ti misma.

-¿Hay alguna diferencia? -preguntó, intentando volverse para mirarlo.

-Estate quieta -ordenó Sasuke-. Sí que hay una diferencia. Tu tía se interesa por ella misma. Tú te bastas a ti misma.

-¿Sabes que nunca cometo errores salvo cuando estoy contigo, Sasuke? O sea que es solo culpa tuya que me confunda.

Sasuke no quería malgastar tiempo discutiendo con ella.

-Vamos -ordenó cuando acabó de abrocharle el vestido. La cogió de la mano y tiró de ella.

Sakura tenía que correr para seguirle el paso.

-No me he trenzado el pelo -dijo al cabo de un momento-. Tengo que hacerlo, Sasuke, de verdad. Podrían usarlo contra mí. Seguro que lo comprendes.

No lo comprendía y sabía que no debía preguntar, pero lo hizo de todos modos.

-¿Por qué tu pelo es un arma contra ti?

-Los hombres pueden cogerme si me agarran por el pelo, a menos que sea tan rápida como una pantera, tan intrépida como un lobo y tan astuta como un oso.

La mujer se estaba dejando llevar. Sasuke le dejó ver su exasperación cuando llegaron a la sala.

-¿Estarás bien aquí, a oscuras? -le preguntó. Fue hasta las ventanas, sacó el cordón trenzado de un lado de los cortinajes y se lo dio a Sakura.

-No tengo miedo de la oscuridad -respondió con aire contrariado-. Qué pregunta más tonta.

-Ata este cordón alrededor de las manijas de la puerta, Sakura. Asegúrate de que quede firme y seguro. Si alguien trata de entrar, oiré el ruido. ¿De acuerdo?

Sasuke comprobó las ventanas. El tiempo las había sellado.

-Sí, Sasuke. No te fallaré -dijo Sakura detrás de él.

-Ahora escúchame bien, pequeña guerrera -dijo Sasuke con voz severa. La cogió por los hombros y se los apretó-. Vas a esperar dentro de esta habitación hasta que haya pasado el peligro. ¿Me entiendes?

Habló con voz áspera, colérica. Sin embargo, a Sakura no pareció preocuparle. Seguía sonriéndole.

-De verdad me gustaría ayudarte, Sasuke. Bien mirado, me gustaría recordarte que van a atacarme a mí. Sin duda, me dejarás que haga mi parte.

-Sin duda, no te dejaré -rugió Sasuke-. Solo me estorbarías, Sakura -añadió con voz más suave.

-Muy bien -dijo Sakura.

Se volvió hacia un pequeño espejo oval que había en la pared opuesta a las ventanas y empezó la tarea de trenzarse el cabello. Tenía un aspecto lleno de gracia y feminidad. Cuando levantó los brazos, el vestido se le subió por encima de los tobillos.

-Te has olvidado de ponerte los zapatos -dijo Sasuke, con una sonrisa en la voz-. Otra vez.

-¿Otra vez? ¿Qué es lo que quieres decir? -preguntó Sakura, volviéndose hacia él.

Sasuke hizo un gesto negativo con la cabeza.

-No importa. No es necesario que le hagas nada a tu pelo. No vas a participar en nada.

La sonrisa de Sakura rezumaba sinceridad. Al instante, Sasuke sintió desconfianza.

-Dame tu palabra, Sakura. Ahora.

-¿Qué palabra? -preguntó ella, fingiendo inocencia.

Le volvió la espalda, evitando su mirada fulminante, y siguió trenzándose el pelo.

Sasuke no perdió la paciencia. La pequeña inocente no se daba cuenta de que podía ver su reflejo a través del espejo. Y ahora no parecía sincera, sino muy, pero que muy determinada.

Conseguiría su promesa aunque se la tuviera que arrancar. Su seguridad era lo que más le preocupaba. No estaba dispuesto a dejar que le pasara nada. Pero, además, había otra razón. Aunque fuera insignificante comparada con la primera, le preocupaba igualmente. La verdad es que no quería que ella lo viera. Había una posibilidad real de que Sakura se asustara más de él que de Akebino y sus hombres antes de que acabara la noche.

Sasuke no luchaba limpio, ni de forma honorable. Sakura no podía estar enterada de su pasado. Ahora que comprendía lo mucho que ella le importaba, quería protegerla del mundo en general, de bastardos como Akebino en particular... y también protegerla de averiguar cómo era su lado más oscuro. No quería desilusionarla. Ella creía que él era sencillamente el marqués Uchiha de Lyonwood, nada más y nada menos. Con la ayuda de Dios, deseaba conservar esa inocencia. Pensaba que la perdería si sabía la verdad.

-Te prometo que no me entrometeré hasta que tú me lo pidas -dijo Sakura, interrumpiendo sus adustos pensamientos-. Mistress Smitherson me enseñó a defenderme -se apresuró a añadir cuando él le echó una sombría mirada-. Sabría qué hacer.

-Summerton -respondió Sasuke, con un largo y lento suspiro-. Las personas que te criaron se llamaban Summerton.

Sakura pensó que su humor era como el viento. Absolutamente imprevisible. Ahora no sonreía. Tenía una expresión como si estuviera pensando en asesinarla.

-Actúas como si tuviéramos todo el tiempo del mundo antes de que lleguen nuestros visitantes -observó Sakura-. ¿No estarán aquí dentro de poco? -preguntó con la esperanza de desviar su atención de la siniestra idea, fuera cual fuese, que le hacía mirarla con tanta cólera.

-Todavía queda algo de tiempo -respondió Sasuke-. Quédate aquí mientras lo compruebo todo.

Sakura asintió. En cuanto él se perdió de vista, corrió al piso de arriba a buscar una cinta para el pelo. Y también su cuchillo, claro. Sasuke iba a contar con su ayuda, tanto si quería como si no.

Cuando él volvió, estaba de vuelta en la sala, sentada modosamente en el gastado sofá, con el cuchillo oculto bajo los cojines.

-He decidido ponerle las cosas fáciles a Akebino.

-¿Cómo?

-He dejado el cerrojo descorrido en la puerta de atrás.

-Eso es muy complaciente por tu parte.

Sasuke sonrió al oír el elogio en su voz. Fue hasta el sofá y se plantó directamente frente a ella. Tenía las grandes manos apoyadas en las caderas y las piernas separadas y bien afirmadas. Sakura tenía la desventaja de tener que echar la cabeza hacia atrás todo lo posible para poder verle la cara. Dado que sonreía de nuevo, dio por sentado que estaba de mejor humor.

-Si estás seguro de que van a venir por el jardín, ¿por qué dejarlos entrar en la casa? ¿Por qué no recibirlos fuera?

-¿Recibirlos? -Sasuke negó con la cabeza-. Sakura, no vienen para hablar contigo. Es muy probable que haya lucha.

Odiaba preocuparla, pero sabía que era necesario que ella lo entendiera.

-Pues claro que habrá lucha -respondió Sakura-. Por esa razón, preferiría que te enfrentaras a ellos fuera, Sasuke. Seré yo quien luego tendrá que limpiarlo todo, ¿sabes?

Él no había pensado en eso. Y cuando se dio cuenta que ella comprendía plenamente lo que iba a suceder, se sintió inmensamente aliviado.

-Eres muy valiente -le dijo-. Sin embargo, la luna da demasiada luz. Antes de apagar las velas, he memorizado todos los detalles de la sala en la que entrarán. Estarán en desventaja.

-Además, tendrán que entrar de uno en uno -interrumpió Sakura-. Una idea muy astuta, Sasuke. Pero ¿qué pasará si escalan por las enredaderas en lugar de entrar por la puerta?

-No lo harán, cariño.

Parecía tan seguro que Sakura decidió no preocuparse. Lo observó mientras se dirigía hacia las puertas.

-Es hora de apagar las velas, amor. Primero ata el cordón alrededor de las manijas de la puerta, ¿de acuerdo? No estás asustada, ¿verdad? Yo cuidaré de ti. Lo prometo.

-Confío en ti, Sasuke.

Su respuesta lo reconfortó.

-Y yo confío en que te quedarás aquí.

-Sasuke.

-¿Sí, Sakura?

-Ten cuidado.

-Lo haré.

-Ah, y...

-¿Sí?

-Procura no dejarlo todo hecho un asco, por favor.

-Lo intentaré.

Le guiñó un ojo antes de salir y cerrar la puerta. Sakura ató el cordón alrededor de las dos manijas de la puerta, formando un apretado doble nudo.

Apagó las velas y se dispuso a esperar.

Los minutos fueron transcurriendo a paso de tortuga. Sakura aguzaba el oído para tratar de captar sonidos procedentes de la parte trasera de la casa. Por esa razón, no estaba preparada para oír un ruido rasposo procedente de las ventanas.

No se suponía que fueran a entrar por la parte delantera. Sasuke se iba a sentir decepcionado. Sakura sentía deseos de dar instrucciones a los villanos para que fueran por la parte de atrás y luego comprendió lo estúpida que sería esa sugerencia. Decidió que tendría que esperar, con la esperanza de que abandonaran el intento de forzar las ventanas y se decidieran por probar con la puerta trasera.

-¿Sakura?

El nombre sonó en un susurro apenas audible, pero reconoció la voz de todos modos. El conde de Namikaze estaba tratando de captar su atención.

Descorrió las cortinas y se encontró con Naruto, colgado del alféizar y sonriéndole. La sonrisa no duró mucho, ni Naruto tampoco, a decir verdad. De repente, perdió el agarre y desapareció. A continuación se oyó un ruido sordo, seguido de varios juramentos soeces que informaron a Sakura de que el pobre no había caído de pie. Iba a tener que sacarlo de entre el seto. Estaba armando tanto jaleo que seguro que alertaba a los malhechores. Naruto se reunió con ella en la puerta delantera. Estaba hecho un desastre, con una manga de la chaqueta desgarrada, la corbata sucia y deshecha y cojeando de una pierna. Pensó que era un hombre muy torpe, pero sintió simpatía por él. Sasuke debía de haber confiado en él. Sakura creía que se había aventurado para prestarle ayuda a su amigo. Era la única explicación para una aparición tan inesperada.

-Parece como si ya hubieras perdido una pelea. ¡Naruto, detrás de ti!

El ruido procedente de la parte trasera casi ahogó la voz de Sakura. No obstante, Naruto captó su advertencia. Reaccionó muy rápidamente, perdió poco tiempo en darse la vuelta para enfrentarse a la amenaza y, utilizando el hombro derecho, le incrustó la puerta en la cara a un hombre de aspecto nervudo que trataba de introducirse por la abertura. Naruto aplicó toda la fuerza de sus piernas a la tarea, con la cara roja por el esfuerzo.

Cuando resultó evidente que no iba a conseguir cerrar la puerta sin su ayuda, Sakura añadió su propia fuerza.

-¡Sasuke!

El grito de Naruto le resonó en los oídos.

-Vete, escóndete en algún sitio -le dijo Naruto a Sakura, jadeando debido al esfuerzo.

-Sakura. Vuelve al salón.

La voz de Sasuke procedía de detrás de ella. Sakura pensaba echar solo una mirada por encima del hombro para explicar que su peso era necesario para conseguir cerrar la puerta, pero lo que encontró delante de los ojos le borró la explicación de la cabeza.

Se volvió lentamente y dio un paso indeciso hacia delante. Estaba demasiado aturdida para moverse con rapidez. La transformación del marqués de Lyonwood la tenía fascinada. Ya ni siquiera se parecía a un inglés respetable. La chaqueta había desaparecido y la camisa estaba desgarrada hasta la cintura. Le goteaba sangre de un corte al lado de la boca. No era una herida importante y no la asustó. Tampoco lo hizo la salpicadura de sangre que había en su manga; supo instintivamente que no era de él... no, no estaba asustada por su apariencia. La mirada de sus ojos era harina de otro costal; aquella mirada decía que estaba listo para matar. Parecía totalmente tranquilo. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión casi aburrida. Por supuesto, era mentira. La verdad estaba allí, en sus ojos.

-¡Ahora!

Su aullido la despertó de su aturdimiento. Sakura ni siquiera miró hacia atrás, hacia Naruto, mientras corría en dirección a la sala.

-Quítate de en medio, Naruto.

Naruto no vaciló en seguir la orden de Sasuke. En cuanto dio un salto atrás, tres hombres gigantescos se lanzaron al interior, cayendo uno encima del otro. Naruto se quedó en un rincón, confiando en que Sasuke pediría su ayuda. Sasuke permaneció de pie en medio del recibidor, esperando pacientemente a que los tres asesinos volvieran a ponerse en pie. Naruto pensó que aquello era un poco demasiado complaciente por parte de su amigo. Lo superaban en número, en peso y en armas. Los tres hombres que ahora se aprestaban a saltar sobre él blandían navajas. Uno de ellos tenía una daga en cada mano. Alguien empezó a soltar una risita burlona. Estaba claro que el pobre imbécil no comprendía que la ventaja seguía siendo de Sasuke. De repente, el gordo que estaba en el centro atacó a Sasuke con el cuchillo. La bota de Sasuke le dio debajo de la barbilla. La fuerza del golpe fue tal que el hombre se elevó lo suficiente como para que Sasuke le incrustara los puños en la entrepierna. El atacante perdió el sentido antes de llegar al suelo. Los otros dos atacaron al unísono, justo en el momento en que otro hombre subía los peldaños a la carga. Naruto lo oyó venir y cerró la puerta de una patada.

El aullido de dolor que se oyó a través de la puerta le dijo que había elegido el momento preciso. Naruto no le quitó los ojos de encima a Sasuke ni un momento. Aunque lo había visto pelear en otras ocasiones, su fuerza seguía impresionándolo. Sasuke utilizó un codo para romperle la mandíbula a uno de los hombres, mientras sujetaba el brazo del otro alejado de él. A continuación se ocupó del segundo y cuando Naruto oyó el ruido del hueso supo que Sasuke le había partido la muñeca. Los cuerpos se amontonaban a la entrada cuando Sasuke acabó.

-Abre la puerta, Naruto.

-Diablos, si ni siquiera jadeas -murmuró Naruto. Abrió la puerta y se apartó, para ver cómo Sasuke, sin esfuerzo aparente, levantaba a los hombres, de uno en uno, y los lanzaba a la calle.

-Funcionamos muy bien los dos juntos -comentó Naruto.

-¿Los dos juntos?

-Yo observo y tú trabajas -explicó Naruto.

-Ya veo.

-¿Qué ha pasado con Akebino? ¿Entró por la puerta trasera o huyó?

Sasuke sonrió a Naruto y luego señaló hacia la pirámide de cuerpos, al pie de los escalones.

-Akebino está debajo de todos. Me parece que le rompiste la nariz cuando le cerraste la puerta en la cara.

-Entonces hice mi parte -anunció Naruto, hinchándose como un pavo real.

Sasuke se echó a reír. Le dio una fuerte palmada a su amigo en la espalda y luego se volvió para encontrarse con que Sakura estaba de pie a la puerta del salón. Parecía como si hubiera visto un fantasma. Todo el color de sus mejillas había desaparecido y tenía los ojos muy abiertos, con una mirada aterrorizada. A Sasuke se le encogió el corazón. Dios, seguro que había visto la pelea. Dio un paso hacia ella, pero se detuvo al ver que ella daba un paso hacia atrás.

Se sintió derrotado. Ella le tenía miedo. Dios santo, quería protegerla, no aterrorizarla.

De repente, Sakura corrió hasta él. Se echó en sus brazos y a punto estuvo de tirarlos a los dos al suelo. Sasuke no comprendía la razón de aquel cambio de actitud, pero daba gracias de todos modos. El alivio eliminó la rigidez de su postura. La rodeó con los brazos, le apoyó la barbilla en la cabeza y soltó un largo suspiro.

-Nunca voy a conseguir entenderte, ¿verdad?

-Soy tan feliz de que no estés furioso conmigo...

La voz de ella sonó amortiguada contra su pecho, pero él comprendió lo que decía.

-¿Por qué tendría que estar furioso contigo?

-Porque he roto mi promesa -le recordó Sakura-. Salí del salón para dejar entrar a Naruto por la puerta delantera.

Sasuke miró hacia su amigo.

-Recuerdo haberte dicho específicamente que te fueras a casa. -Lo miró ceñudo y luego observó su aspecto-. ¿Qué te ha pasado? No recuerdo que participaras en la pelea.

-Un pequeño percance -dijo Naruto.

-Se cayó en el seto -explicó Sakura, sonriendo ante la incomodidad que veía en la cara de Naruto. Vaya, si el hombre estaba ruborizándose.

-¿El seto? -preguntó Sasuke con tono incrédulo.

-Me parece que me iré a casa. Seguramente tu carruaje debe de estar esperando delante de mi puerta, Sasuke. Haré que tu cochero lo traiga aquí. Buenas noches, princesa Sakura.

-No, no debes ir andando. Sasuke, tendrías...

-Déjale que ande. Es una distancia muy corta -la interrumpió él.

Sakura no siguió discutiendo. Alguien tenía que ir a buscar el carruaje y prefería que Naruto se encargara de aquel asunto para poder pasar unos minutos a solas con Sasuke.

-Gracias por tu ayuda, Naruto. Sasuke, ¿qué vas a hacer con esos hombres que se amontonan en mi entrada? ¿Me equivoco o hay un par más en la parte de atrás?

-Hay dos -dijo Sasuke-. Los tiré afuera.

-Volverán en sí y se largarán por pies -dijo Naruto-. A menos, claro, que tú...

-No, no lo hice -dijo Sasuke.

-¿Hacer qué? -preguntó Sakura.

-Matarlos -dijo Naruto.

-Naruto, no la asustes.

-Dios santo, espero que no. Piensa en cómo lo habrías puesto todo.

Sakura parecía horrorizada, pero por las razones equivocadas. Tanto Naruto como Sasuke se echaron a reír.

-¿No deberías estar llorando o algo así? -preguntó Naruto.

-¿Debería?

-No, Sakura, no deberías -dijo Sasuke-. Deja de fruncir el ceño.

-No llevas zapatos, Sakura -balbuceó Naruto de repente.

-Ve con cuidado al volver a casa -respondió Sakura, haciendo caso omiso del comentario sobre sus pies descalzos-. No dejes que nadie vea el vendaje. Podrían empezar a hacerse preguntas.

En cuanto cerraron la puerta, Sakura se volvió hacia Sasuke para encontrarse con que estaba a medio camino escaleras arriba, subiendo los escalones de dos en dos.

-¿Adónde vas?

-A lavarme. ¿No había una jarra de agua en tu habitación, Sakura?

Desapareció de su vista antes de que ella pudiera contestarle. Se apresuró a subir tras él. Cuando lo alcanzó deseó haberse quedado abajo. Sasuke ya se había quitado la camisa. Estaba inclinado sobre la jofaina, echándose agua en la cara y los brazos.

Sakura se sintió abrumada por su envergadura. Podía ver la fuerza nervuda de sus brazos y sus hombros. Tenía la piel del pecho cubierta de pelo negro, que disminuía hasta convertirse en una línea encima del estómago y luego desaparecía debajo de la cintura de los pantalones. Nunca había visto nada parecido. Estaba fascinada y se preguntaba cómo sería estar entre sus brazos en aquel momento.

Él cogió la toalla. Sakura se la quitó de las manos y empezó a darle golpecitos en la cara para secársela.

-Tienes la piel muy oscura, Sasuke. ¿Has trabajado al sol sin camisa? -le preguntó.

-Cuando estaba en el barco solía hacerlo -respondió él.

-¿Tienes un barco? -dijo Sakura con voz complacida.

-Tenía un barco -la corrigió él-. El fuego lo destruyó, pero pienso construir otro.

-¿Con tus propias manos, Sasuke?

Sasuke le sonrió.

-No, amor. Contrataré a otros para que hagan el trabajo.

-Me gustaba el barco en el que vinimos a Inglaterra. Pero no me gustaba mucho estar bajo cubierta. Era demasiado agobiante -reconoció, encogiéndose de hombros.

Le temblaba la voz y también las manos cuando empezó a secarle los hombros. Había varias señales gloriosas en el cuerpo de él y ver aquellas magníficas cicatrices hizo que se le acelerara el pulso.

Por primera vez en su vida, Sasuke se sentía un poco torpe. Sakura era una mujer muy hermosa, mientras que él estaba cubierto de marcas. Pensaba que eran recuerdos de su oscuro pasado, pero aquellas feas cicatrices no le habían preocupado hasta aquel momento.

-Prometo llevarte en mi nuevo barco -se oyó decir.

-Me gustaría, Sasuke -respondió Sakura. La toalla cayó al suelo cuando recorrió con la mano, suavemente, la larga y curvada cicatriz del pecho del hombre-. Eres tan apuesto... -murmuró.

-Estoy cubierto de taras -susurró Sasuke. La voz le sonó ronca.

-Oh, no, son marcas de valor. Son hermosas.

Lo miraba a los ojos y Sasuke pensó que nunca se acostumbraría a su belleza.

-Tendríamos que ir abajo.

No había acabado de decirlo cuando ya la había cogido entre sus brazos. Que Dios lo ayudara, pero no podía contenerse. Comprender que estaba solo con ella, que estaban en su dormitorio, eliminaba cualquier p pensamiento caballeroso de su mente.

-Bésame antes de que volvamos abajo -pidió ella.

Sasuke pensó que, por su aspecto, parecía como si ya la hubiera besado. Un ligero rubor le cubría las mejillas y los ojos volvían a ser de un color verde profundo.

Estaba claro que aquella mujer no comprendía el peligro en que estaba. Si supiera las salvajes ideas que corrían desbocadas por su cabeza, se pondría tan pálida como las blancas sábanas.

Ella confiaba en él. No le habría pedido que la besara si no confiara en él. Iba a tener que controlar sus instintos más bajos. Sí, tenía que ser un caballero. Seguro que un único beso no hacía ningún daño. Sentía deseos de cogerla entre sus brazos desde que acabó la pelea. En aquel momento la furia le corría como lava por las venas. La deseaba con una pasión tan primitiva que lo hizo estremecerse. Y entonces ella retrocedió, alejándose de él. El recuerdo lo sobresaltó.

-Sakura, ¿me tienes miedo?

Ella supo que hablaba en serio. La preocupación visible en sus ojos lo delataba. La pregunta era desconcertante.

-¿Por qué habría de tenerte miedo? -preguntó, esforzándose por no reír. Parecía tan preocupado.

-Después de la pelea, cuando te alejaste de mí...

Entonces sí que se le escapó una sonrisa, no pudo evitarlo.

-Sasuke, la pequeña escaramuza que presencié no podría llamarse una pelea... ¿y tú pensaste que estaba asustada?

Se quedó tan sorprendido por aquel comentario que empezó a defenderse.

-Bueno, reconozco que yo tampoco pensé que fuera una gran pelea, pero cuando me miraste con una cara tan asustada, supuse que estabas aterrada. Diablos, Sakura, la mayoría de mujeres se habrían puesto histéricas.

Para cuando acabó su explicación, en lugar de sonar ecuánime, barbullaba irritado.

-¿Era mi deber llorar, Sasuke? Te pido disculpas si te he contrariado, pero todavía no comprendo todas tus reglas.

-Podrías volver loco a un pato -afirmó Sasuke.

Como lo decía sonriendo, Sakura decidió no mostrar su exasperación.

-Eres un hombre de lo más desconcertante -observó-. Tengo que recordarme constantemente que eres inglés.

La tentación era demasiado fuerte. Antes de poder controlar su inclinación, tendió la mano y le tocó el pecho. El calor de su piel en los dedos era agradable, la mata de pelo fuerte, pero suave.

-No tenía miedo de ti, Sasuke -susurró, evitando mirarle a los ojos-. Nunca he tenido miedo de ti. ¿Cómo podría? Eres un hombre muy tierno y amable.

Él no sabía cómo contestarle. Sonaba como si estuviera llena de adoración por él. Claro que se equivocaba. Nunca había sido tierno ni amable. Pero un hombre podía cambiar. Sasuke decidió ser cualquier cosa, todo lo que Sakura quisiera que fuera. Si ella pensaba que era tierno, entonces sería tierno.

-Eres de verdad un guerrero, ¿no es así, Sasuke?

-¿Tú quieres que lo sea? -preguntó él, con una voz que sonaba confusa.

-Oh, sí -respondió Sakura, atreviéndose a mirarlo rápidamente.

-Los guerreros no son tiernos -le recordó.

Ella no quiso insistir en aquel asunto, porque sabía que no la comprendería.

Estaba equivocado, pero corregirlo sería una grosería por su parte. Le deslizó las manos alrededor del cuello, entrelazando los dedos en el pelo suave y lacio. Notó cómo se estremecía y se le tensaban los músculos.

Sasuke le habría hablado, pero estaba seguro de que la voz lo traicionaría. Sus caricias lo estaban volviendo loco.

Se advirtió que tenía que ser tierno con ella. Le dio un beso en la frente. Sakura cerró los ojos y suspiró, animándolo. A continuación la besó en la pecosa nariz y, finalmente, alcanzó sus suaves labios.

Fue un beso muy tierno. Dulce. Sin exigencias. Hasta que la lengua de ella tocó la suya. El ansia que sentía en su interior pareció inflamarse. La sensación era tan embriagadora, tan arrolladora que lo olvidó todo sobre la ternura. Su lengua penetró en la calidez de ella, probando, sondeando, tomando.

Cuando Sakura lo atrajo hacia ella, su exigencia aumentó hasta que no pudo pensar más que en llenarla... por completo.

Ella no se resistía. No, sus suaves gemidos le decían que no quería que se detuviera. Sus caderas acunaban su excitación. Sabía que era un movimiento instintivo, pero la forma en que se arqueaba lentamente contra él lo volvía loco. Sentía que era perfecta, que encajaba en él absolutamente.

Sasuke apartó la boca de la de ella con un áspero gruñido.

-Quiero hacerte el amor, Sakura -le musitó al oído-. Si hemos de parar, tiene que ser ahora.

La cabeza de Sakura se inclinó hacia atrás mientras Sasuke inundaba de besos húmedos la columna de su garganta. Sus manos, todavía entrelazadas en su pelo, agarraban, tiraban, suplicaban.

Supo que pronto dejaría de importarle todo. Sasuke trató de apartarse de aquel tormento.

-Por Dios, Sakura, aléjate de mí. Ahora.

¿Alejarse? Si apenas podía tenerse en pie. Cada parte de su cuerpo respondía a su contacto. Notaba la furia en su voz, sentía la tensión de su poderoso abrazo. Su cabeza trató de encontrar sentido a la confusión que le producía la reacción de él.

-No quiero parar, Sasuke.

Supo que la había oído. Sasuke la aferró por los hombros, apretándola hasta hacerle daño. Sakura lo miró a los ojos y vio el deseo en ellos. La fuerza de su pasión la arrolló, la despojó de su propia fuerza para pensar lógicamente.

-¿Sabes lo que me estás diciendo?

Le respondió de la única manera que sabía. Utilizó su cuerpo para darle permiso. Deliberadamente, se arqueó contra él de nuevo y luego atrajo su cabeza hacia ella.

Lo besó con una pasión que convirtió sus sentidos en un torbellino. Al principio, quedó demasiado estupefacto para hacer nada más que responder a su audacia, pero pronto se convirtió de nuevo en el agresor.

Quería darle un placer tan absoluto que cualquier recuerdo de otros hombres quedara borrado. Le pertenecería a él, ahora y para siempre.

Sasuke, torpemente, intentó desabrochar los botones de la espalda del vestido, con la boca unida a la de ella. Sakura oyó cómo se rompía la tela. De repente, él le apartó las manos y rasgó el traje de arriba abajo, dejándolo caer al suelo.

No había ropa interior que estorbara su mirada. Cuando dio un paso atrás, Sakura permaneció de pie, delante de él, con las manos caídas a los lados.

Su cuerpo le pertenecía a él. Él era su león. Sakura aceptó la verdad, la repitió una y otra vez dentro de su cabeza, tratando de superar su timidez, su temor.

No podía ocultarle su cuerpo... ni su corazón.

Los dos pertenecían a Sasuke.

Sasuke la recorrió de arriba abajo con una mirada voraz. Tenía unas formas perfectas; era muy, muy hermosa. Tenía la piel cálida, con aspecto cremoso a la suave luz de las velas. Sus senos eran altos, llenos, tensos. Los pezones estaban erectos, esperando que él los acariciara. Tenía la cintura estrecha, el vientre liso, las caderas esbeltas.

Era irresistible.

Y le pertenecía.

Las manos le temblaban cuando la cogió para volver a estrecharla entre sus brazos.

Sakura jadeó al contacto inicial de sus senos desnudos contra el pecho de él.

Su pelo le hacía cosquillas, su piel le daba calor y la forma en que controlaba su fuerza mientras la apretaba contra él, hizo que olvidara todos sus temores. No había conocido a ningún hombre, pero sabía con una certeza que hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas que Sasuke sería tierno con ella.

Lo besó en el cuello, donde notó los latidos de su pulso, luego apoyó la cabeza en el hueco del hombro, inhalando su maravilloso olor masculino, esperando que él le mostrara qué hacer.

Lentamente, Sasuke desató la cinta que sujetaba el final de la trenza de Sakura y luego deshizo los sedosos mechones hasta que un manto de rayos rosas le cubrió la espalda. La levantó en sus brazos y la llevó hasta la cama, deteniéndose solo para apartar la ropa antes de depositarla en el centro.

Sakura trató de protestar, de decirle que era su deber desnudarlo, pero Sasuke ya se había quitado los zapatos y los calcetines. Se le ahogó la voz en la garganta cuando él se despojó del resto de la ropa, y lo único que pudo hacer fue mirarlo maravillada.

Era el guerrero más magnífico que había visto nunca.

El poder estaba allí, en sus brazos y sus piernas. Su erección era plena, dura, y cuando se puso encima de ella, Sakura se abrió instintivamente. El se acomodó entre sus muslos. Sakura apenas acababa de aceptar su peso cuando él le apresó la boca con otro beso abrasador.

Sakura le rodeó la cintura con los brazos. Nunca su boca le había parecido tan maravillosa ni su lengua tan excitante. Sus manos no se detenían ni un momento, rozándola, acariciándola, provocándole escalofríos de placer. Sus piernas se entrelazaron y cuando Sasuke se movió para cogerle un seno con la boca, los dedos de sus pies rozaron las piernas de él. Los gemidos de placer de Sakura lo volvían loco. Le apretaba suavemente los senos mientras le lamía primero un pezón y luego el otro. Cuando finalmente, empezó a chupárselos, un nudo candente de deseo empezó a arder dentro de ella. Las caderas de Sakura se movían sin cesar, frotándose contra su erección. Quería tocarlo, rendir culto a su cuerpo de la misma forma en que él rendía culto al suyo, pero las sensaciones que le recorrían el cuerpo eran demasiado nuevas, demasiado salvajes. Solo podía aferrarse a él y suplicarle con sus gemidos.

Las manos de él se acomodaron entre sus muslos para excitarle la sensible piel. Sus dedos no tardaron en volverla loca de ansia cuando le acarició el botón protegido por sus suaves rizos hasta que estuvo húmeda de deseo. Sus dedos penetraron en su apretado estuche justo en el mismo momento en que su lengua le penetraba en la boca.

Sasuke notaba su increíble pasión. Ya casi no podía controlarse, porque Sakura respondía a su contacto de una forma carente de inhibiciones. Se advirtió de que no debía apresurarla incluso mientras le separaba más las piernas.

-Desde este momento me perteneces, Sakura. Ahora y para siempre.

Entró en ella con un empuje rápido y decidido, levantándole las nalgas con las manos para penetrarla.

Era virgen. Se dio cuenta demasiado tarde. Ya estaba completamente encajado dentro de ella. Respiró hondo y se esforzó por no moverse. El esfuerzo estuvo a punto de matarlo. Sakura estaba tan caliente, tan apretada, encajaba en él a la perfección...

El corazón le martilleaba en el pecho. Su respiración era entrecortada, jadeante.

-¿Por qué no me lo dijiste? -le preguntó por fin. Se incorporó, apoyándose en los codos para mirarla. Ella no había emitido ni un sonido. Se preguntó si le habría hecho daño-. ¿Por qué no me dijiste que nunca habías estado con un hombre? -volvió a preguntarle, cogiéndole la cara entre las manos.

-Por favor, Sasuke, no te enfades -murmuró Sakura; sabía que iba a ponerse a llorar. El fiero brillo de sus ojos la asustaba. Le dolía el cuerpo por su invasión y tenía todos los músculos tensos, vibrantes-. Siento haberte decepcionado -se disculpó con la voz rota-. Pero no quería que parases. ¿Podrías decepcionarte más tarde, por favor?

-No estoy decepcionado -respondió Sasuke-. Estoy muy complacido.

Trataba de mantener la voz tierna, suave. Era una tarea de titanes porque su erección le pedía alivio y lo único que él quería era derramar su semilla dentro de ella.
Pero antes iba a asegurarse de que ella consiguiera una satisfacción plena.

-Intentaré no hacerte daño, Sakura.

-Ya me lo has hecho.

-Dios mío, lo siento. Pararé -prometió, sabiendo sin sombra de duda que no lo haría.

-No -protestó Sakura. Le clavó las uñas en la espalda, manteniéndolo dentro de ella-. Ahora será mejor, ¿no es verdad?

Sasuke se movió, gimiendo por el placer que obtenía.

-¿Te gusta? -preguntó.

-Oh, sí -respondió ella. Arqueó las caderas contra él, empujándole más arriba en su interior-. ¿Te gusta?

Puede que él asintiera, pero ella estaba demasiado consumida por las oleadas de calor para darse cuenta. La boca de él se adhirió a la suya, exigiéndole toda su atención.

Sasuke trató de ser tierno, pero ella hacía que eso fuera una misión imposible. No dejaba de moverse, frotándose contra él, con exigencia, con urgencia. Toda la disciplina de Sasuke lo abandonó.

-Despacio, amor, no quiero hacerte daño.

-¡Sasuke!

-Sakura, ¿por qué me dejaste pensar que habías estado con otros hombres?

Sasuke estaba tumbado de espaldas, con las manos detrás de la cabeza. Sakura estaba acurrucada contra él, con una bien formada pierna por encima de su muslo y la cara sobre su pecho.

-¿Dejarte pensar? -le preguntó.

-Ya sabes a qué me refiero -dijo Sasuke, haciendo caso omiso de la risa que sonaba en la voz de ella.

-Me parecía que no tenía importancia discutir contigo. Ya habías llegado a una conclusión. Además, lo más probable es que, en cualquier caso, no habrías creído la verdad.

-Quizá sí que te habría creído -protestó él. Sabía que mentía. No, no la habría creído.

-¿Por qué pensaste que yo había...?

-Fue por la forma en que me besaste -explicó Sasuke, sonriendo.

-¿Qué hay de malo en mi manera de besarte? Solo te imitaba.

-Nada, no hay nada de malo, amor. Me gusta tu... entusiasmo.

-Gracias, Sasuke -dijo Sakura, después de mirarlo atentamente para ver si se burlaba de ella o no-. A mí también me gusta tu manera de besar.

-¿Qué más imitas? -preguntó Sasuke.

Como hablaba en broma, no estaba preparado para su respuesta.

-Todo. Lo hago muy bien, ¿sabes?, especialmente si me gusta lo que imito.

-Siento haberte hecho daño, Sakura -musitó-. Si me hubieras dicho que eras virgen, podría haber hecho que fuera más fácil para ti.

Sasuke se sentía un poco culpable, pero también terriblemente arrogante. Ella le pertenecía. No se había dado cuenta de lo posesivo que podía ser. Sasuke quería creer que Sakura no se habría entregado a él a menos que lo amara. Sabía que había llegado al orgasmo. Había gritado su nombre tan alto que los que pasaban por la calle tenían que haberlo oído. Se le fijó una sonrisa en la cara. Ella no había resultado ser la delicada florecilla que él pensaba. Cuando se dejaba ir, se dejaba ir. Salvaje, totalmente descontrolada. Y con buena voz. Todavía le resonaban en los oídos sus gritos de deseo. Sasuke no creía que nunca pudiera ser más feliz. No, Sakura no se había contenido. Tenía los arañazos de su espalda para probarlo.

Ahora lo único que quería saber de ella era la verdad de su corazón. Quería que le dijera lo mucho que lo amaba.

Sasuke soltó un largo suspiro. Estaba actuando como una virgen en su noche de bodas. Inseguro. Vulnerable.

-Sasuke, ¿todos los ingleses tienen pelo en el cuerpo?

Su pregunta lo apartó de sus pensamientos.

-Algunos sí y otros no -respondió con un encogimiento de hombros que casi la apartó de su pecho-. ¿Nunca has visto a mister Summerton sin camisa, amor? -le preguntó burlón.

-¿A quién?

No iba a volver a recordárselo. Si aquella mujer no podía recordar sus mentiras, él no iba a ayudarla. De inmediato se sintió irritado. Sabía que era culpa suya por sacar la mentira a la luz, pero eso no parecía importar.

-Sakura, ahora que estamos tan unidos, ya no tienes que inventar historias. Quiero saberlo todo de ti -añadió, con una voz algo más intensa de lo que hubiera querido-. No me importa cómo haya sido tu infancia, yo te seguiré queriendo.

Sakura no quería contestar a sus preguntas. No quería tener que mentirle de nuevo... no en aquel momento. Un cálido fulgor seguía envolviéndole el corazón.

Sasuke había sido un amante tan tierno.

-¿Te he complacido, Sasuke? -le preguntó, recorriéndole el pecho con los dedos para distraerlo.

-Mucho -respondió él. Le atrapó la mano cuando le llegaba al ombligo-. Tesoro, háblame...

-¿No vas a preguntarme si tú me has complacido? -le preguntó ella, liberando la mano.

-No.

-¿Por qué no?

Sasuke respiró hondo. Notaba que se iba poniendo duro otra vez.

-Porque sé que te he complacido -dijo entre dientes-. Sakura, para. Es demasiado pronto para ti. No podemos volver a hacer el amor.

La mano de ella rozó su erección, quitándole aliento a su protesta. Sasuke soltó un quedo gemido. Dejó caer la mano a un costado cuando ella empezó a darle besos húmedos en el vientre, moviéndose hacia abajo para saborearlo mejor.

-Basta -ordenó Sasuke.

La agarró por el pelo, retorciéndole los rizos para conseguir su atención.

-Si quieres jugar, será mejor que esperes a mañana -le advirtió-. Hay un límite a lo que un hombre puede aguantar, Sakura.

-¿Cuál? -murmuró ella. Su boca estaba cada vez más cerca de su duro ariete.

Sasuke tiró de ella para subirla de nuevo hasta su pecho.

-Solo tenemos esta única noche -protestó Sakura.

-No, Sakura -dijo Sasuke-. Tenemos toda la vida.

Ella no le contestó, pero sabía que estaba equivocado. Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando apartó la cara. Sentía una necesidad desesperada de tocarlo, de saborearlo. El recuerdo de su león tendría que quedarse con ella... para siempre.

Bajó la cabeza hasta su vientre de nuevo. Lo besó allí y luego en los muslos y, finalmente, entre ellos.

Su olor era tan embriagador como su sabor. Sin embargo, solo contó con unos minutos para averiguar sus secretos antes de que Sasuke tirara de ella y se la pusiera encima.

La besó vorazmente mientras la colocaba a su lado. Sakura le puso la pierna encima del muslo y le suplicó con la boca y con las manos que fuera a ella.

Estaba más que dispuesta para él. Sasuke se estremeció cuando tocó la suave humedad entre sus muslos.

Lentamente penetró su calidez, sujetándole las caderas con fuerza, decidido a no dejar que se hiciera daño empujando contra él demasiado rápidamente.

Ella le mordió en el hombro en represalia. Sasuke la volvía loca. La penetró lentamente y luego se retiró con igual lentitud. Era una agonía. Era enloquecedor.

Tenía la paciencia y la resistencia de un guerrero. Sakura pensó que podría soportar aquel dulce tormento durante el resto de su vida. Pero Sasuke conocía mejor las maneras de amar que ella. Cuando deslizó la mano entre los dos y la tocó de una forma tan sabia, su control se desvaneció por completo.

Su orgasmo fue inimaginable, consumiéndola. Sakura se aferró a él con la cara enterrada en su cuello y los ojos cerrados apretadamente para retener las ardientes sensaciones disparadas por todo su cuerpo.

Sasuke ya no se controlaba. Sus empujes se hicieron poderosos. Cuando ella se arqueó instintivamente contra él, apretándose en torno a él, se vació. La fuerza de su orgasmo lo asombró. Lo notó hasta lo más profundo de su alma.

Estaba en paz.

Transcurrieron varios minutos antes de que pudiera calmar su corazón desbocado o su respiración entrecortada. Estaba demasiado saciado para moverse.

Sakura estaba llorando. De repente, Sasuke notó la humedad de sus lágrimas en el hombro. Darse cuenta lo sacó de su atontamiento.

-Sakura -musitó, estrechándola contra él-. ¿Te he hecho daño otra vez?

-No.

-¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza incrustada debajo de su barbilla.

-Entonces, ¿por qué lloras?

Si él no hubiera parecido tan preocupado, quizá habría podido contenerse. Ya no había necesidad de no hacer ruido, ya que él sabía que estaba llorando y pronto su llanto sonaría fuerte y poco digno como el de una vieja squaw enloquecida.

Sasuke estaba horrorizado. Le dio media vuelta para ponerla de espaldas, le apartó el pelo de la cara y le secó suavemente las lágrimas.

-Dímelo, amor. ¿Qué te pasa?

-Nada.

Sasuke suspiró con tanta fuerza que le barrió las lágrimas de las mejillas. Le cogió la cara entre las manos y le acarició la suave piel de debajo de la barbilla con los pulgares.

-No voy a moverme hasta que me digas qué te preocupa, Sakura. Tu tía nos encontrará en esta posición cuando vuelva a casa la semana que viene.

Ella sabía que hablaba completamente en serio. Tenía una mirada obstinada. El músculo de la mandíbula estaba tenso.

-Nunca me he sentido como tú haces que me sienta, Sasuke. Me ha asustado -admitió.

De nuevo rompió a llorar. No sabía cómo iba a poder dejarlo nunca. La verdad era insoportable. Vergonzosa. Seguramente Sasuke la amaba. Se dijo que no era así, que Sasuke amaba a una princesa.

-Sakura, eras virgen. Es natural que te asustaras. La próxima vez no será tan aterrador. Te lo prometo, mi amor.

-Pero no puede haber una próxima vez -gimió Sakura.

Empujó los hombros de Sasuke, quien desplazó su peso inmediatamente y luego se dio media vuelta, poniéndose al lado.

-Pues claro que habrá otra vez -dijo-. Primero nos casaremos, lo antes posible. Dime, ¿qué acabo de decir?

Tuvo que gritar su pregunta. Sakura hacía tanto ruido que sabía que no podría oírlo si le hablaba con un tono normal de voz.

-Tú dijiste que no te casarías conmigo.

Así que aquella era la razón.

-He cambiado de opinión -anunció Sasuke.

Sonrió, porque ahora entendía la verdadera razón de su ansiedad. Además, se sentía muy satisfecho de sí mismo. Acababa de pronunciar la palabra matrimonio sin palidecer. Y lo más sorprendente era que de verdad quería casarse con ella.

Aquel cambio lo aturdía.

Sakura forcejeó para conseguir sentarse. Se echó el pelo hacia la espalda y se volvió para mirar a Sasuke. Lo miró mucho rato tratando de elaborar una explicación que no sonara confusa. Finalmente decidió decir lo menos posible.

-Yo también he cambiado de opinión. No puedo casarme contigo.

Saltó de la cama antes de que Sasuke pudiera impedírselo y se apresuró a ir a su tocador para coger la bata.

-Al principio pensaba que podría, porque sabía que tú podías hacer que mi estancia en Inglaterra fuera mucho más soportable, pero eso era cuando pensaba que sería capaz de dejarte.

-Maldita sea, Sakura. Si se trata de algún nuevo tipo de juego, te aconsejo que lo dejes.

-No es un juego -protestó Sakura. Se anudó el cinturón, deteniéndose para secarse las lágrimas que brotaban de nuevo de sus ojos y luego se acercó otra vez a los pies de la cama. Tenía la cabeza baja-. Tú quieres casarte con la princesa Sakura, no conmigo.

-Lo que dices no tiene ningún sentido -masculló Sasuke.

Se levantó y fue hasta donde ella estaba. No tenía ni la más remota idea de lo que pasaba por su cabeza y se dijo que no importaba.

-Puedes contarme todas las mentiras que quieras, pero la manera en que te has entregado a mí era sincera. Tú me deseas tanto como yo te deseo a ti.

Esta a punto de atraerla hacia él cuando su siguiente comentario lo obligó a detenerse.

-Eso no importa.

La tristeza de su voz lo hirió.

-Esto no es un juego, ¿verdad? Realmente crees que no vas a casarte conmigo.

-No puedo.

Aquella sencilla respuesta hizo que se pusiera lívido.

-Y una mierda no puedes. Vamos a casarnos, Sakura, en cuanto haga los arreglos necesarios. Como que hay Dios que si vuelves a decir que no una vez más voy a pegarte.

-No tienes por qué gritarme -dijo Sakura-. Ya casi ha amanecido, Sasuke. Los dos estamos demasiado cansados para discutir.

-¿Por qué me pediste que me casara contigo y luego has cambiado de opinión?

-Pensaba que podría casarme contigo solo durante un tiempo corto y luego...

-El matrimonio es para siempre, Sakura.

-Según tus leyes, no las mías -respondió ella. Se apartó un paso de él-. Estoy demasiado disgustada para hablar de esto ahora; además me temo que nunca lo entenderías...

Sasuke la cogió y la estrechó contra su pecho. Sus manos le rodearon la cintura.

-¿Sabías, antes de que hiciéramos el amor, que no ibas a casarte conmigo?

Sakura cerró los ojos para defenderse de la cólera que había en su voz.

-Ya habías declinado mi propuesta -dijo-. Y sí, sabía que no me casaría contigo.

-Entonces, ¿por qué te entregaste a mí? -preguntó, incrédulo.

-Tú luchaste por mi honor. Me protegiste -respondió ella.

La perplejidad que sonaba en su voz le sacó de quicio. Actuaba como si él debiera de haberlo comprendido.

-Entonces es una maldita suerte que ningún otro...

-No, no me hubiera acostado con ningún otro inglés. Nuestro destino es...

-Tu destino es convertirte en mi esposa, ¿entiendes, Sakura? -gritó.

Sakura se apartó de él, un tanto sorprendida de que se lo permitiera.

-Odio Inglaterra, ¿comprendes? -le gritó a su vez-. No podría sobrevivir aquí. Todos son tan extraños. Corren de una cajita diminuta a otra. Y hay tantos... una persona no tiene espacio para respirar. No podría...

-¿Qué cajitas? -preguntó él.

-Las casas, Sasuke. Nadie está nunca al exterior. Corretean como ratones de un sitio a otro. No podría vivir así. No podría respirar. Y tampoco me gustan los ingleses. ¿Qué me dices de esta verdad absoluta, Sasuke? ¿Crees que soy una demente? Puede que esté tan loca como todo el mundo cree que estaba mi madre.

-¿Por qué no te gusta la gente? -preguntó él. Ahora su voz era suave, sosegadora.

Sakura pensó que quizá creyera de verdad que ella había perdido la cabeza.

-No me gusta el modo en que actúan -declaró-. Las mujeres tienen amantes después de haberse comprometido con un compañero. Tratan a sus ancianos como si fueran basura. Es un defecto espantoso. Los ancianos deben ser honrados, no dejados de lado. Y los niños, Sasuke. He oído hablar de ellos, pero todavía no he visto ninguno. Las madres encierran a sus hijos en las escuelas. ¿No comprenden que los niños son el corazón de la familia? No, Sasuke, no podría sobrevivir aquí. -Se detuvo para respirar hondo y, de repente, se dio cuenta de que Sasuke no parecía muy disgustado por sus comentarios-. ¿Por qué no estás enfadado?

La cogió cuando trataba de alejarse de él de nuevo, la rodeó con los brazos y la estrechó contra él.

-Primero, estoy de acuerdo con la mayor parte de lo que acabas de decir. Segundo, durante toda tu airada protesta no has dejado de decir «ellos», no has dicho «vosotros». No me has incluido con los otros y, mientras quienes no te gusten sean los otros ingleses, a mí me parece bien. Una vez me dijiste que pensabas que yo era diferente. Esa es la razón de que te hayas sentido atraída por mí, ¿no? En realidad, no importa -añadió con un suspiro-. Tú y yo somos ingleses, Sakura. Es un hecho que no puedes cambiar, igual que no puedes cambiar el hecho de que ahora me perteneces.

-Yo no soy inglesa donde más importa, Sasuke.

-¿Y dónde sería eso?

-En mi corazón.

Sasuke sonrió. Ella hablaba como una niña pequeña que necesita consuelo. Justo en aquel momento se apartó de él, vio su sonrisa y se puso furiosa.

-¿Cómo te atreves a reírte de mí cuando te digo lo que hay en mi corazón? -le gritó.

-Me atrevo, claro que me atrevo -le respondió él, también gritando-. Me atrevo porque es la primera vez que has sido totalmente sincera conmigo. Me atrevo porque estoy tratando de comprenderte, Sakura -añadió, avanzando amenazador hacia ella-. Me atrevo porque da la casualidad de que me importas. Solo Dios sabe por qué, pero me importas.

Sakura le volvió la espalda.

-No continuaré con esta discusión -afirmó. Recogió sus pantalones del suelo y se los tiró-. Vístete y vete a casa. Me temo que tendrás que ir andando, porque no dispongo de un sirviente para ir a buscar tu carruaje.

Se volvió para mirarlo y vio su expresión sobresaltada. Una súbita idea la hizo exclamar:

-Tu carruaje no está esperando delante de nuestra puerta, ¿verdad?

-Maldita sea -masculló él. Se puso los pantalones en un instante y luego salió a grandes pasos del dormitorio, sin camisa ni zapatos, todavía mascullando entre dientes.

Sakura corrió tras él.

-Si alguien ve tu carruaje... seguro que alguien se lo cuenta a mi tía, ¿verdad?

-No te importa lo que piensen los ingleses, ¿recuerdas? -le replicó Sasuke, gritando. Abrió la puerta de la calle y luego se volvió para mirarla furioso-. Tenías que vivir en la calle principal -dijo, sonando como si su elección de casa hubiera sido, de algún modo, una provocación deliberada.

Después de lanzar esa acusación, Sasuke se volvió para darle instrucciones, a voz en grito, a su cochero.

-Ve y despierta a los sirvientes. Trae aquí a la mitad. Se quedarán con la princesa Sakura hasta que su tía vuelva del campo.

Las circunstancias le habían obligado a dar sus órdenes gritando. De lo contrario, su cochero no le habría oído. No, porque el desfile de carruajes que bajaban por la calle hacía demasiado ruido.

Sabía que tendría que haber sentido algo de vergüenza por lo que estaba haciendo a propósito. Cuando vio al primer carruaje que doblaba la esquina, lo mínimo que tendría que haber hecho habría sido hacerle una señal a su cochero para que se fuera y cerrar la puerta.

-Seguro que acaban de salir de la fiesta de los Hyūga -comentó, como sin darle importancia, a la mujer horrorizada que se mantenía detrás de su espalda.

A Sasuke se le escapó una sonrisa cuando oyó su exclamación ahogada. Le complació que se diera cuenta de las ramificaciones. Luego se apoyó en el marco de la puerta y saludó con un gesto a los estupefactos ocupantes de los carruajes.

-Buenos días, Madona, lady Malice -gritó, sin preocuparse lo más mínimo de que sus pantalones solo estuvieran parcialmente abotonados.

Por encima del hombro le dijo a Sakura:

-Lady Malice parece estar a punto de caerse del carruaje, amor. Saca más de medio cuerpo por la ventanilla.

-Sasuke, ¿cómo has podido? -preguntó Sakura, claramente horrorizada por su conducta.

-El destino, querida.

-¿Qué?

Saludó a tres carruajes más antes de cerrar finalmente la puerta.

-Eso tendría que bastar -comentó, más para sí mismo que para la escandalizada mujer que parecía dispuesta a matarlo-. Veamos, ¿qué decías sobre no casarte conmigo, cariño?

-Eres un hombre sin vergüenza -le gritó ella, cuando consiguió recuperar la voz.

-No, Sakura. Lo que he hecho es sellar tu destino, por así decirlo. Sigues creyendo en el destino, ¿no?

-No voy a casarme contigo, por grande que sea el escándalo que urdas.

Si no se hubiera sentido tan furiosa, quizá habría tratado de explicárselo de nuevo. Pero Sasuke le sonreía con una expresión tan victoriosa y arrogante en la cara que decidió guardarse toda la verdad para ella.

Él la vació de esa ira. De repente, la cogió entre sus brazos y la besó a conciencia. Cuando por fin la soltó, se sentía demasiado débil para protestar.

-Te casarás conmigo.

Se dirigió a la escalera para ir a buscar sus zapatos. Sakura se apoyó en la baranda, observándolo.

-¿Crees que arruinar mi reputación va a importar?

-Es un bonito principio -le respondió él-. Recuerda, lo que tenga que ser, será. Son tus palabras, Sakura, no las mías.

-Yo te diré lo que será -gritó ella-. No estaré en Inglaterra el tiempo suficiente para que me importe mi reputación. ¿No lo entiendes, Sasuke? Tengo que volver a casa.

Sabía que la había oído. Había gritado lo bastante fuerte como para hacer temblar las paredes. Sasuke desapareció por el rellano, pero Sakura esperó pacientemente a que volviera a bajar. No estaba dispuesta a seguirlo otra vez más. Sabía que si subía aquellas escaleras acabaría otra vez en la cama con él. Que Dios la ayudara, sabía que probablemente sería ella quien lo sugiriera. Sasuke era demasiado atractivo y ella tenía un corazón demasiado débil para luchar contra él. Se dijo que además lo odiaba. Aquel hombre tenía la moral de una serpiente de cascabel.

Estaba vestido cuando volvió a bajar. Además, no le hizo ningún caso. No volvió a pronunciar palabra hasta que su carruaje estuvo de vuelta con dos hombres corpulentos y una robusta doncella. Entonces habló con su personal comunicándoles sus órdenes.

Sakura estaba furiosa por sus modales prepotentes. Cuando dio instrucciones a los hombres para que se encargaran de protegerla y no dejaran que nadie entrara en la casa sin que él diera permiso, decidió protestar. La mirada que él le dedicó hizo que lo pensara mejor. Estaba viendo un aspecto diferente del carácter de Sasuke. Se parecía mucho a Lobo Negro cuando se dirigía a sus guerreros. Sasuke era igual de frío, igual de rígido y autoritario. Instintivamente, Sakura supo que sería mejor no discutir con él en esos momentos. Decidió hacer caso omiso de él, en la misma medida en que él hacía caso omiso de ella. No obstante, esa decisión tuvo una vida muy corta. Sakura permanecía con la mirada clavada en la chimenea, haciendo como si aquel hombre ni siquiera existiera, cuando oyó un rotundo juramento. Se volvió a tiempo de ver cómo Sasuke se levantaba del sofá de un salto.

Se había sentado encima de su cuchillo.

-Te está bien empleado -murmuró cuando él levantó el arma y la miró furioso.

Trató de quitársela, pero Sasuke no se lo permitió.

-Me pertenece -afirmó ella.

-Y tú me perteneces a mí, pequeña guerrera -le espetó él-. Reconócelo, Sakura, ahora, o te juro por el Gran Espíritu que te enseñaré cómo usa el cuchillo un guerrero de verdad.

Permanecieron un largo y pesado momento mirándose fijamente.

-En realidad no sabes qué estás tratando de atrapar, ¿verdad? Muy bien, Sasuke. Por el momento, es decir, hasta que cambies de opinión, te perteneceré. ¿Estás satisfecho?

Sasuke dejó caer el cuchillo y atrajo a Sakura hacia él. Y luego procedió a mostrarle exactamente lo inmensamente satisfecho que estaba.