Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

presenta

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Ala de Ávalon

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El avión caza de combate, aerodinámico modelo de un único tripulante, con las alas atrás y la hélice en la cola, maniobraba en una tormenta provocada por el fuego antiaéreo. El piloto se aferró a la palanca, la inclinó con un crujido y presionó con fuerza uno de los pedales. La nave se volteó de costado y bajó en picada, rápidamente, sobre un escuadrón de tres naves enemigas que mantenían su curso a poca altitud.

Los aviones eran de un modelo muy similar, con pequeñas alas a los costados de la cabina además de las dos más amplias en la parte de atrás. Pero sus fuselajes estaban pintados con un fuerte color azul, a diferencia del rojo intenso del atacante.

La mira de cristal se centró en el grupo de los tres aviones. El pulgar se deslizó y tembló sobre el gatillo, como todo el fuselaje de la nave ante las inmisericordes fuerzas de la gravedad y del viento. Saboreó la victoria.

La ráfaga de balas atrapó al avión en picada. El vidrio sobre la cabina se hizo añicos, chispas saltaron alrededor del cuerpo del piloto, que se sacudió con violencia, la carlinga se manchó de sangre. El avión dio pequeños estallidos del motor, prendiéndose en llamas y su caída se acentuó, ahora descontrolada.

Un avión azul cruzó sobre el piloto abatido. Los pilotos de las tres naves que volaban a menor altitud en formación, recién se percataron de lo ocurrido, con sus cabezas y sus brillantes cascos mirando hacia arriba. Saludaron con respeto al avión azul que los había salvado. Uno que tenía un lienzo bermellón dibujado en sus alas, que lo hacía diferente al resto.

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La lluvia bañaba la lápida, en una elevación rodeada de otra decena de tumbas. En un campo con más de un centenar de soldados caídos, una sucesión de postes grabados toscamente con los hombres de los pilotos caídos en combate, hasta perderse en una arboleda lejana. A espaldas del pequeño grupo parado frente a la lápida, de uniformes y capas impermeables, y un único trompetista que tocaba apenas bajo el agua, la planicie acababa en un acantilado sobre un mar gris.

Ranma, sin bajar la mano durante su saludo militar, dio una mirada a la tumba, luego a sus compañeros. Volvió la vista al frente y esperó a que la trompeta dejara de tocar.

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—¿Lo conociste bien? —preguntó Ryoga, disfrutando de la ronda que Saotome había invitado para todos.

Ranma se encogió de hombros, ambos compartían en torno a una mesa hecha con el fuselaje quemado de un viejo avión y sillas de metal. Los pilotos se reunían en el bar de la base a esa hora, atentos por si sonaba el llamado de la sirena y era su turno.

—La verdad, ayer lo designaron a nuestra cuadra —confesó Ranma—, apenas hablé con él.

—¿En serio?

El joven piloto de ojos azules y trenza se encogió de hombros.

—Sería muy triste que nadie recordara tu partida, ¿no te parece, cerdito?

—Eres una nena sentimental —bromeó Ryoga.

—¿No quieres que le pague a Hiroshi para que toque también en tu funeral?

—Cualquiera menos él, lo hace pésimo, hoy casi me hizo llorar. —Jugó con su vaso, girándolo entre los dedos—. Y si quiero que lloren en mi funeral, que sea porque me extrañan.

—Nadie te va extrañar.

Ranma se rio y se llevó la copa a los labios.

Las sirenas de la base sonaron.

—¿Otra vez? —se quejó Ryoga—, ¿es que esos malditos de Ávalon no duermen?

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Los veloces aviones propulsados por hélices en sus colas, y diseño aerodinámico, se movían como sombras contra el nuboso cielo nocturno. Los pilotos sudaban en las cabinas, con un ojo en los instrumentos y otro en un horizonte tan negro como sus esperanzas de volver a casa. Las pequeñas aeronaves vibraban violentamente bajo los fuertes vientos y los cascos y anteojos apenas los dejaban ver con claridad. Las máscaras poco servían para ayudarlos a respirar, cuando sentían la presión sobre sus costillas.

Tres aviones rojos se adelantaron a la formación, cuando vieron los primeros destellos a varios kilómetros. La luz del fuego en tierra les mostró también las oscuras siluetas de las montañas.

La radio se escuchaba apenas, como un zumbido constante y voces apenas inteligibles. Estaban en los picos del diablo, sobrevolando las minas de mineral magnético que provocaba que toda transmisión fuera casi imposible.

Estaban solos, suspendidos en una inmensidad negra, sin siquiera poder comunicarse entre ellos. Apenas vean los aviones de sus compañeros que estaban a pocas decenas de metros de separación. Tenían todas las luces apagadas, para no convertirse en un blanco fácil del enemigo. El incendio de la instalación minera en la superficie se había convertido ahora en su única fuente de luz y guía, para saber dónde estaba el suelo.

Notaron una gran sombra en el horizonte, adivinaron que se trataba de un bombardero.

Era un Ala de Ávalon, una nave muy plana, de punta achatada y cuerpo corto, pero sus alas eran enormes. Su tamaño completo era descomunal, como una fortaleza en el aire, armada con ametralladoras y un par de cañones, además de una mortal capacidad de bombas. No eran muchos los que se conocía que Ávalon tuviera en funcionamiento, pero bastaba uno solo para sembrar el caos y la muerte sobre el suelo enemigo. Además, iba acompañada de al menos seis escuadrones de cazas.

A la distancia los pilotos de rojo divisaron en la oscuridad la gran sombra que se confundía con el horizonte, y los pequeños puntos de otros aviones, decenas de ellos, esperándolos.

Uno de los pilotos tembló, pero otro avión de rojo se le adelantó por el costado, con una cicatriz pintada en su ala.

El avión de la cicatriz, un vehemente piloto de ojos azules, aceleró, confiando que sus compañeros lo seguirían, aunque no contaban con comunicación por radio.

Los cazas de rojo cargaron contra la formación que rodeaba al gigantesco bombardero, se separaron en dos grupos antes del encuentro. Un escuadrón de los aviones que escoltaban al Ala de Ávalon rompió la formación para salir a su encuentro.

Las primeras ráfagas de disparos fueron la única luz que guió a sus pobres almas en la oscuridad.

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Los últimos aviones de caza azul aterrizaron uno tras otro en la base aérea de la frontera, con horas de demora. Hombres y mujeres, todos uniformados, corrían para atender a los recién llegados. No había celebraciones, tampoco muchos lamentos. Se había ganado un poco, perdido otro, asesinado a muchos malditos bastardos de Kandam, pero también tendrían que lamentar otras tantas pérdidas de su propio bando.

Pocos podían llorar a un ser querido, porque muy pocos sobrevivían lo suficiente en el aire como para llegar a encariñarse. El promedio de vida de la fuerza aérea de Ávalon no era mayor a unas semanas, un mes como mucho.

Aquellos que sobrevivían un poco más, ya eran considerados leyendas.

En el pequeño bar de Ukyo se reunían los primeros que aterrizaron tras la operación. Entre ellos destacaba el grupo de mujeres, un escuadrón de veteranas que sobrevivieron gracias al valor y la destreza de su líder: la piloto del lienzo bermellón.

La televisión colgada del techo mostraba a una oficial que anunciaba las últimas noticias del frente de batalla.

Akane miraba los hielos derretirse en su copa.

—Ukyo, ¿sabes cuándo empezó la guerra? —preguntó.

Ukyo secaba una copa y se quedó mirándola.

—¿Por qué quieres saber eso?

Ella se encogió de hombros.

—Tengo curiosidad de saber si siempre fue así.

—Por supuesto que siempre fue así. Mi padre combatió en la marina, mi madre era guerrillera de infantería, mi abuela fue teniente de artillería. Yo seguiría luchando si no hubiera perdido una de mis piernas. ¡Qué preguntas más raras haces, Akane!

—Lo siento.

—Hoy estás muy callada, ¿sucedió algo?

Akane asintió.

—Perdimos a Shinnosuke.

—Ávalon lo recordará por siempre, cariño.

—Y había un piloto…

—Oh, qué interesante, ¿alguien que sobrevivió por más de dos minutos a nuestra hada? Porque no puedo imaginarme otra cosa que pudiera haberte causado tal conmoción.

—Más que eso.

—¿Tres?

—Más.

—¿Cuatro, cinco, diez minutos? Cariño, me estás asustando, eso nunca había pasado antes.

Ella recordó el avión rojo con la herida sangrante pintada en el ala.

—No lo derribé, Ukyo. —Akane movió el vaso—. De hecho, estuvo a punto de acabar conmigo.

Ukyo golpeó el mesón con una mano.

—¡No juegues, cariño!

En el fondo del bar, otras chicas discutían acaloradamente y con admiración, las piruetas que realizaron dos aviones que lucharon alrededor del Ala de Ávalon, tan diestramente como si hubieran estado danzando en el aire.

—La próxima vez lo atraparé —dijo Akane, y se sonrió.

Un hielo resbaló en el vaso.

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Fin

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Fue un día atroz, en el trabajo por supuesto, de esos que te dan problemas y luego, a la hora de escribir, la concentración anda más perdida que Ryoga Hibiki con un mapa comprando los mandados.

En fin, gracias a las porras de Randuril, y que me dio la tentadora palabra «avión», es que pude salir adelante de milagro. Me hubiera gustado haber profundizado más las escenas, detallar el mundo, que lo imaginé estilo Dieselpunk, con gente que nace, crece y vive en torno a una guerra sin fin, y también haber escrito la escena de acción alrededor del Ala de Ávalon. Espero puedan perdonarme, al final escribí y armé todo en apenas una hora con tantos problemas. También tenía miedo que se pareciera mucho al tono de Alas de Misawa, pero al final resultó ser distinta por estar más orientada a la acción.

Como dato trivia, Ávalon es la isla mitológica celta, tierra divina de hadas y espíritus donde descansa el rey Arturo. Kandam (Kumari Kandam) es un continente mítico de la india que se supone se hundió en el mar.

¡Sorpresa!, una en realidad para nosotros y también para ustedes, mis queridos lectores. Nuestra talentosa Rowen nos ha obsequiado un maravilloso fanart para nuestra saga La magia de… (prometemos que mejoraremos el nombre). Es un maravilloso trabajo donde podemos apreciar a nuestros protagonistas, con un particular toque gótico victoriano increíble. Espero todos puedan ver este hermoso trabajo que Rowen compartió en su cuenta de Twitter RowenStar, y en Instagram rowenstar(punto)art.

Muchas gracias por dedicar tanto trabajo para una de nuestras historias, ahora serás la culpable de que tengamos que agregar nuevos capítulos de esta saga. Fufufu…

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Gracias a todos por leernos y nos vemos en la siguiente historia.