SamanthaBenitez: espero que tu examen fuera bien! y muchas gracias ^^

NoraCg: gracias! estaba muy nerviosa porque quería que su primera vez fuera tan especial como los dos se merecen :)

Nena Taisho: gracias a ti por leer

Gaiasole: gracias! me alegro de que te guste ^^

Alex: muchas gracias! el final está cada vez más cerca


Capítulo Treinta y Ocho

Atramentum relinquo


Todas las velas se encendieron solas en cuanto entraron en el baño. Hermione miró de reojo a Draco, que se estaba quitando el albornoz junto al lavabo, y él arqueó una ceja en su dirección.

—Después de lo que hicimos anoche, no me digas que te da verguenza quitarte la ropa —murmuró, avanzando hacia ella y desatando el nudo del suyo mientras inclinaba la cabeza y rozaba sus labios con los suyos.

Ella apartó la mirada, escondiendo un sonrojo, y él se rio entre dientes.

—Me gusta todo de ti, Granger —susurró, rodeándola con sus brazos y besándola hasta robarle el aliento. —No te escondas de mí.

Hermione inspiró profundamente y dejó que su albornoz cayera al suelo. Entró en la ducha de paredes grises y sintió el calor corporal de Draco detrás de ella.

Giró la cabeza y lo miró a los ojos, mordiéndose el interior de su mejilla.

Llevaba horas pensando en lo mismo y se iba a volver loca si no se lo preguntaba.

—¿Me mentiste?

Él dio un paso atrás y su ojos se abrieron, llenos de pánico.

—¿Qué? —preguntó con el ceño fruncido.

Hermione sacudió la cabeza, desviando la mirada al suelo.

—En realidad no debería importarme...

Una mano sujetó su barbilla.

—Granger. Mírame.

Levantó la mirada, encontrando un par de ojos grises fijos en los suyos.

—¿Cuándo crees que te he mentido?

Hermione tragó saliva.

—Dijiste que eras virgen.

Draco asintió.

—Lo era —una pequeña sonrisa curvó sus labios y dio un paso más hacia ella, enroscando el otro brazo alrededor de su cintura y apretándola contra su pecho. —Ya no.

—¿Y cómo...? —Hermione carraspeó, intentando controlar los latidos acelerados de su corazón. —¿Cómo sabías tanto?

Odiaba ser tan tímida al hablar de esos temas, pero no podía evitarlo.

El entrecejo de Draco se arrugó otra vez. Necesitaba explicarse mejor.

—Sabías donde tocar y cómo hacerlo. Es como... como si ya lo hubieras hecho antes —añadió en voz baja mientras el sonrojo se extendía hasta su cuello.

Él palideció y maldijo en voz baja, apretando los dientes. Hermione sintió una punzada de un sentimiento que no era suyo en el estómago.

—¿Estás avergonzado? —preguntó, sorprendida.

Draco hundió la cabeza en sus rizos, inspirando profundamente.

—No puedo mirarte mientras digo esto.

Ella pestañeó, aún más confundida.

—¿Qué...?

—Pansy me ha explicado muchas cosas estos meses —la interrumpió él, susurrando las palabras en su oreja. —Quería asegurarse de que yo... de que tú tuvieras un buen recuerdo de tu primera vez. De que los dos lo tuvieramos.

Hermione contuvo la respiración.

—¿Qué cosas te ha contado? —preguntó, rozando con la punta de sus dedos la zona más alta de su espalda, justo donde aparecían sus alas.

Draco se estremeció entre sus brazos.

—No me hagas repetir sus palabras, Granger —pidió con voz áspera, abrazándola más fuerte. —Con escucharlo una vez fue suficiente.

Ella intentó contenerse pero una carcajada escapó de su garganta al pensar en Draco escuchando con atención mientras su mejor amiga hablaba sobre el cuerpo femenino.

—¿Hablábais de sexo? ¿Tú y Pansy?

—Blaise también estaba ahí, aunque él solo escuchaba —murmuró Draco entre dientes.

Ella asintió, sonriendo ante la idea de los dos chicos escuchando todo lo que Pansy tenía que decir sobre las mujeres.

Draco chasqueó la lengua y sus dedos se clavaron en su cintura.

—Deja de reirte.

—Pero es muy gracioso —contestó ella entre risas.

Él se alejó y puso los ojos en blanco. Giró el grifo y el agua empezó a caer sobre ellos, aplastando los rizos de Hermione contra su frente.

Ella sonrió cuando Draco los apartó de su rostro. Su mirada bajó hasta su pecho y observó las cicatrices blancas que atravesaban su pecho.

Hermione examinó una de ellas, trazándola con su dedo índice y deteniéndose cuando él se tensó.

—No me gustan —confesó Draco en voz baja.

—A mí sí —dijo ella, trazando la más larga que llegaba hasta su costado. —Son parte de ti.

Escuchó a Draco suspirar cuando colocó la otra mano sobre su pecho, tocando otra cicatriz.

—Hermione...

Su voz grave diciendo su nombre despertó algo en lo más bajo de su vientre. Los labios de Draco chocaron contra los suyos, empujándola hasta que ambos estuvieron bajo el chorro de agua.

Él cerró la mano que tenía enterrada en sus rizos, tirando suavemente hacia atrás y alzando más su barbilla. Profundizó el beso a la vez que la presionaba contra el mármol, devorándola lentamente.

Cuando rompió el beso Hermione necesitó unos segundos para recordar dónde estaba.

—¿Cómo te sientes?

Se encontró con la mirada preocupada de Draco al abrir los ojos y sonrió.

—Estoy bien —murmuró, dejando una caricia en su espalda.

—¿Seguro?

Ella asintió y volvió a besarlo. Su respiración se entrecortó al sentir algo duro contra su vientre.

—No tenemos que... —empezó Draco, apartándose.

Ella se sujetó con más fuerza a su cuello, impidiendo que se alejara.

—Pero yo quiero.

Un brillo plateado apareció en los ojos de Draco al escucharla.

—Joder —siseó, atacando de nuevo sus labios. —Yo también.

La levantó y ella colocó las piernas alrededor de su cintura, respondiendo a sus besos con la misma intensidad. La mano izquierda de Draco bajó por su cuerpo, trazando cada una de sus curvas, y deteniéndose en su entrepierna.

Dibujó círculos en su punto más sensible con el pulgar y se alejó de sus labios, observando las reacciones que provocaba en ella con sus caricias.

Hermione echó la cabeza hacia atrás, jadeando cuando un dedo se adentró en su interior. Intentó tocarlo también, pero sentir sus dedos moviéndose dentro de ella la distraía demasiado.

No podía concentrarse.

Acarició a Draco y él gimió sobre su cuello, temblando con cada movimiento de su mano.

Hermione abrió los ojos al escuchar un pequeño golpe. Sus alas plateadas habían chocado contra la mampara de cristal al salir de su espalda.

—Menos mal que esta ducha es grande —comentó, rozando las plumas mojadas con sus dedos.

Draco se estremeció.

—Deberíamos ir a la cama —murmuró, repartiendo besos por su hombro.

—No —Hermione enterró la mano en su pelo, esperando hasta que la miró. —Aquí.

Un gruñido resonó en lo más profundo de su pecho. Draco agarró sus muslos y jadeó sobre su mejilla.

—¿Así? —preguntó, juntando sus caderas.

Ella asintió, conteniendo la respiración cuando empujó un poco más.

Dolía. Dolía más que la noche anterior.

—Mierda —gruñó él, deteniéndose y apoyando la frente en su hombro. —Sabía que no era buena idea.

Draco apagó la ducha y la sujetó, saliendo del baño con ella entre sus brazos. Abrió la boca pero Hermione la tapó con su mano.

—No te disculpes —pidió, besando la curva de su cuello. —No es culpa tuya.

Él se dejó caer sobre la cama, girando hasta estar tumbado encima de ella y sonriendo al escuchar su risa. Tras varios minutos de besos y caricias Draco se colocó entre sus piernas, empujando hasta que sus caderas se unieron y ambos jadearon.

—¿Mejor? —preguntó, paseando la mirada entre sus ojos.

Hermione sonrió sobre sus labios, dejando salir un suspiro tembloroso.

—Mucho mejor.

Draco correspondió a su sonrisa y volvió a besarla, gimiendo cuando ella acarició sus alas.

—Muy pronto haremos todo lo que quieras en una ducha, Hermione —murmuró, sujetando sus manos a la altura de su cabeza y entrelazando sus dedos con los de ella. —Y en mi bañera.

Ella ahogó un gemido al sentirlo más profundo que nunca.

—Pero primero tenemos muchas camas que probar —añadió Draco, casi sin aliento.

Cada movimiento, cada sonido que se escapaba de su garganta era increíble. Hermione se agarró con fuerza a sus hombros, girando las caderas al mismo ritmo que él.

—Esto se siente bien.

Draco asintió con un gruñido.

—Demasiado bien.

No era suficiente, necesitaba sentirlo más cerca. Hermione usó los codos para incorporarse.

—Quiero...

Draco sujetó sus hombros, empujándola para que volviera a tumbarse.

—No —dijo, cortante. —Pansy dice que tu cuerpo necesita acostumbrarse a esto.

Volvió a moverse y empujó aún más profundo. Ella apretó los dientes, cerrando los ojos ante la oleada de sensaciones que arrasaba con su cuerpo.

«Hermione... no puedo...»

—Está bien —susurró ella, acariciando su mejilla y besándolo. —No tienes que parar.

Draco sacudió la cabeza.

—Tú primero —sus dedos bajaron hasta su entrepierna y el corazón de Hermione se aceleró. —Tú siempre primero.

Sentirlo dentro de ella y recibir sus caricias a la vez era demasiado. Hermione se estremeció sin control y Draco atrapó sus labios entre los suyos, moviendo de nuevo sus caderas y besándola mientras los espasmos seguían recorriendo su cuerpo.

Tras tres movimientos más mordió con fuerza su labio, gruñendo suavemente con sus enormes alas temblando a su alrededor.

Draco escondió el rostro en su cuello mientras ambos recuperaban el aliento.

—Dame unos días —susurró, apoyándose en uno de sus brazos y besando su frente. —Y te dejaré hacer lo que quieras conmigo.

—¿Lo que quiera?

Él asintió con expresión divertida, dejándose caer a su lado.

—¿Y si quiero volver a tu piscina gigante? —preguntó Hermione, levantando las cejas.

Draco le dedicó una sonrisa torcida.

—No sabía que te gustara tanto el agua.

Ella apartó un mechón rubio de su frente y se encogió de hombros.

«Está tan atractivo con el pelo mojado.»

La sonrisa de Draco se amplió y ella entrecerró los ojos.

—¿Has escuchado eso? —preguntó, apretando los labios.

Sus brazos la rodearon.

—A mí también me gustas mojada —susurró Draco en su oreja, haciendo que un escalofrío bajara por su espalda. —Duerme un poco. Pronto tendremos que hacer la maleta.

Hermione hizo una mueca y suspiró, apoyando la cabeza en su hombro y cerrando los ojos.


El grito de Harry retumbó por las paredes de color tierra en cuanto aparecieron en la chimenea de Grimmauld Place.

—¡Habeis vuelto!

Avanzó hacia su amiga con una sonrisa, deteniéndose a poca distancia y mirando a Draco de reojo.

—No pasa nada —aseguró Hermione, dando un paso más y abrazándolo. —Draco ya no siente dolor, ¿verdad? —preguntó, mirando hacia atrás.

Él tenía la nariz arrugada y los observaba con los brazos cruzados.

—Eso no significa que me guste.

Las escaleras crujieron cuando alguien bajó por ellas a toda velocidad.

—¡Hermione!

Ella no pudo evitar sonreír al ver a su otro mejor amigo, lanzándose a sus brazos. Ron frunció el ceño, lanzando una mirada llena de confusión a Draco.

Él simplemente se encogió de hombros, mirándolos con expresión aburrida.

Ron correspondió al abrazo de Hermione, sonriendo y buscando su mirada.

—Mira quien ha venido — añadió, apartándose a un lado sin dejar de sonreír.

Hermione jadeó al ver a la chica que acababa de bajar las escaleras.

—¡Padma! —corrió hacia ella, saludándola con un abrazo y girándose hacia Ron. —¿Entonces ya es oficial?

Las orejas de Ron se volvieron rojas.

Al otro lado del salón, Draco se inclinó hacia Harry.

—¿El qué es oficial? —preguntó en voz baja.

Él levantó una ceja, señalando a sus amigos con un movimiento de barbilla.

—Ron y ella están saliendo.

Draco resopló, poniendo los ojos en blanco.

—¿Cómo ha ido todo por Italia? —añadió Harry en un susurro, dando otro paso hacia él para que los demás no escucharan la conversación.

Draco cuadró la mandíbula, evitando su mirada.

—Bien.

—Tienes buen aspecto —comentó Harry, observándolo de arriba a abajo con una sonrisa cómplice.

Draco carraspeó y un pequeño sonrojo se extendió por sus mejillas.

—Gracias, Potter —murmuró entre dientes, mirándolo de reojo. —Por todo.

Harry palmeó su hombro con una gran sonrisa.

—De nada, Draco.

Ambos volvieron a mirar hacia donde estaban los demás y la risa de Hermione llenó la sala mientras escuchaba algunos detalles vergonzosos de la primera cita de Padma con su amigo.

El sonrojo de Ron empeoró.

—Tengo una mala noticia —dijo Harry de repente.

Draco giró hasta estar frente a él y entrecerró los ojos con desconfianza.

—Esta noche vamos a ir a ir a cenar a la Madriguera —anunció Harry, apretando los labios para no sonreír al ver cómo palidecía. —Todos.

Draco dio un paso atrás.

—No pienso ir —gruñó entre dientes.

—Tu madre está allí, Draco —contestó Harry, ladeando la cabeza. —y va siendo hora de que tú también entierres el hacha de guerra con los Weasley.

Draco cerró y abrió los puños, mirando a su alrededor en busca de algo que lo ayudara.

No encontró nada. Soltó un suspiro lleno de resignación y apoyó su espalda en la pared.

—Supongo que, si Granger y tú los tolerais... No estarán tan mal.

—No, no lo están —confirmó Harry. —Y les encanta jugar al Quidditch en su jardín trasero.

Draco se pasó la lengua por los dientes, intentando recordar cuándo fue la última vez que jugó al Quidditch.

—Interesante.

Harry metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña pelota dorada, mostrándosela a Draco.

—Será como en los viejos tiempos —añadió, volviendo a guardar la snitch.

Los labios de Draco se curvaron hacia arriba.

—Pero esta vez te ganaré, Potter.

—¿Habéis leído el profeta de esta mañana? —comentó Padma en voz alta. —¡Viktor Krum se ha mudado a Inglaterra! Dicen que ha comprado una casa en el sur de Londres.

El rostro de Draco se oscureció y le lanzó una mirada de odio a Harry cuando él tosió para disimular su carcajada.

—¡Los Montrose Magpies lo han fichado! ¿No es genial? —dijo Ron, entusiasmado.

—Maravilloso —murmuró Draco con sarcasmo.

Hermione contempló a su amigo pelirrojo con una ceja levantada.

—¿Ahora vuelve a gustarte Viktor?

—Nunca dejó de hacerlo, solo estaba algo celoso —admitió Ron, frotándose la nuca y encogiéndose de hombros. —Por suerte ya no soy un adolescente de catorce años.

Padma asintió con una sonrisa burlona en su rostro.

—Deberíamos irnos ya —añadió Ron, mirando su reloj de pulsera. —Mamá odia que lleguemos tarde.

Sujetó la mano de Padma y ambos desaparecieron entre las llamas verdes. Harry cogió un puñado de polvos flu y se detuvo junto a la chimenea.

—¿Venís? —preguntó, mirando hacia atrás.

Hermione sacó dos pequeños rectángulos de su bolsillo, golpeándolos con su varita y haciendo que volvieran a su tamaño normal.

—Antes quiero dejar nuestras maletas en mi cuarto.

Harry asintió.

—Os esperamos allí.

Hermione cruzó una mirada con Draco una vez que el rugido de las llamas desapareció. Él seguía apoyado en la pared con las manos en sus bolsillos.

Tragó saliva al ver un destello de algo peligroso en sus ojos.

—Viktor es mi amigo, Draco. Nada más.

Silencio. El nudo que sentía en su estómago se deshizo y la expresión de Draco se suavizó.

—Ron está nervioso. Su familia va a conocer a Padma —añadió ella, intentando cambiar de tema.

Subió las escaleras hasta la segunda planta, escuchando los pasos de Draco tras ella mientras la seguía. Abrió la puerta de su cuarto y apuntó a su cama con la varita, dejando las dos maletas sobre el colchón.

Hermione abrió la suya y apuntó a su armario. Su ropa levitó, metiéndose de forma ordenada en los cajones.

—Creo que yo también se lo voy a contar a todos esta noche.

Draco giró la cabeza hacia ella muy rápido.

—¿Contarles el qué?

Sabía que él estaba sintiendo sus nervios desde hacía rato aunque no hubiera comentado nada. Hermione lo miró de reojo y levantó su mano izquierda.

—Esto —añadió, señalando el anillo. Sonrió al ver que Draco dejaba salir un suspiro de alivio. —¿En serio pensabas que les diría algo sobre lo que ha pasado en Italia?

Él sacudió la cabeza, acercándose y rodeando sus hombros con los brazos.

—Con que Potter lo sepa es suficiente.

—También lo saben tus amigos —le recordó ella, levantando la barbilla para mirarlo a los ojos. —Y tu madre.

Draco hizo una mueca de disgusto.

—No me lo recuerdes.

Hermione sonrió, ruborizándose cuando él enredo los dedos en su pelo, jugando con sus rizos. Su mirada cayó sobre su escritorio y su piel perdió el color al ver los dos libros que había sobre la mesa, junto con un pergamino lleno de anotaciones.

Dio un paso atrás y Draco arrugó el entrecejo, mirándola fijamente mientras ella se acercaba a la mesa.

—Lo había olvidado —murmuró Hermione, sujetando el pergamino entre sus dedos.

Volvió a los pies de la cama y sacó su varita, señalando el colchón con la punta.

—Sientate, Draco.

Él obedeció, aunque la confusión era evidente en su rostro. Hermione suspiró, flexionó su mano libre y la colocó sobre su hombro. Leyó por última vez el conjuro y dejó el pergamino sobre la cama.

—Puede que te duela un poco.

Se concentró con todas sus fuerzas en su varita, que empezó a vibrar entre sus dedos. Hermione frunció el ceño y la sujetó con más fuerza, colocando la punta en el cuello de Draco.

Justo encima del tatuaje de runas.

Él contuvo la respiración y sus hombros se tensaron.

Hermione esperó unos segundo pero Draco no se movió. Confiaba en ella.

Conteniendo sus emociones, susurró las palabras que había encontrado en uno de los libros de la biblioteca Black.

—Atramentum relinquo.

La punta de su varita se iluminó y la tinta negra desapareció sin dejar rastro. Hermione sintió una punzada de dolor, aunque el rostro de Draco no mostró nada.

Al ver el resultado y dio un paso atrás, bajando su varita. Él se llevó una mano al cuello, frotando la zona donde debería estar su tatuaje de Azkaban.

—¿Qué has hecho?

Se suponía que quedaría una marca, pero la piel de Draco se había quedado como si nunca hubiera habido un tatuaje mágico bajo ella.

Hermione sonrió y apartó su mano, observando la piel enrojecida con detenimiento.

—Te dije que encontraría la forma de borrarlo.

Draco apretó los labios y volvió a levantar la mano. Ella sujetó su muñeca.

—¡No te lo toques! Estás irritando la piel.

Él resopló con fastidio, abriendo su maleta y colocándola sobre su regazo. Sacó un pequeño frasco lleno de la misma pasta rojiza que había usado en ella la noche que la atacaron y echó una gota en su dedo, extendiendola por su cuello.

Hermione esperó hasta que su piel la absorbió, dejando que mirara su cuello en el espejo.

—Vamos o llegaremos tarde.

Al girarse hacia ella una chispa de emoción cruzó por su rostro.

Hermione no tuvo tiempo de reaccionar. Draco se lanzó sobre ella y la aplastó contra la pared, colocando las manos alrededor de su cuello y besándola profundamente. Una pequeña llama empezó a arder en su interior, extendiéndose por todo su cuerpo mientras sus lenguas se rozaban. Ella hundió las manos en su pelo y se perdió entre sus labios.

Era imposible pensar con claridad cuando la besaba así.

Hermione rompió el beso, jadeando, y empujó contra su pecho para poner algo de distancia entre ambos.

—¡Draco! —siseó, empujando con más fuerza cuando él intentó besarla otra vez. —Tenemos que irnos.

Él sonrió, juntando sus frentes y colocando un rizo tras su oreja.

—Gracias.

Hermione sonrió. Pasó los dedos por su pelo rubio, peinándolo hacia atrás hasta que estuvo igual que antes, y cogió su mano.

—Vamos.