Disclaimer: Yu-Gi-Oh! no me pertenece. Sólo esta historia llena de clichés y el OC.


Les recuerdo que las respuesta a reviews anónimos/de invitados están al final del capítulo anterior. Este se editará con las respuestas a medida que los vaya aprobando y respondiendo (siempre que sean reviews de este capítulo o generales de la historia, y no más de una respuesta por persona).

¡Gracias a todos por sus comentarios, favs y follows!


LIBRO III

Capítulo 46


Floración Brillante

[Zombi/Cantante/Efecto/OSCURIDAD/Nivel 1/ATK 0/DEF 0]

Si esta carta es mandada al Cementerio: puedes desterrar esta carta en tu Cementerio; añade a tu mano 1 monstruo Zombi de Nivel 5 o mayor en tu Deck o, si "Mundo Zombi" está en una Zona del Campo, puedes Invocarlo de Modo Especial desde tu Deck en su lugar y además, en cualquier caso, no puedes Invocar monstruos de Modo Especial por el resto de este turno, excepto monstruos Zombi. Sólo puedes usar este efecto de "Floración Brillante" una vez por turno.


Fubuki nos estaba esperando, todavía recargado en el muro frente a la puerta de la oficina del profesor Chronos. Tenía su teléfono en las manos. Alzó la vista de la pantalla y guardó el aparato en su bolsillo en cuanto salimos.

—¿Qué tal todo?

—Debo ir a la enfermería.

Me miró con una ceja alzada.

—El profesor Chronos quiere estar seguro de que no hubo consecuencias adversas después del duelo de anoche —le aclaré con un suspiro de resignación.

—¿Hubo daño real?

Negué con la cabeza.

—¡Ah! Bueno, no deberías tardar mucho allí. Aun así, la salud es importante.

—De acuerdo…

Banshee había regresado. Fubuki la miró. Por un momento pareció desconcertado; luego, la sonrisa pícara que tenía antes de intentar ligar apareció en sus labios. Nunca me había molestado tanto como en ese momento.

—Me alegra ver que una señorita está de acuerdo conmigo.

Banshee lo miró. No parecía impresionada.

—Pero, no nos han presentado —dijo Fubuki.

—Soy Banshee del Necromundo. Y tú eres Fubuki Tenjouin.

—¡Sabes mi nombre! ¿Soy famoso también en tu mundo?

Esperaba una respuesta sarcástica. Sucedió todo lo contrario.

—He estado por aquí un tiempo, observando.

La sonrisa pícara de Fubuki creció aún más.

—Ya veo, ¡eres una pequeña acosadora!

Posiblemente, de haber podido, eso habría ameritado un golpe por parte de ella. En cambio, se rio. Casi parecía la risa de una de esas chicas bobas que seguían a Fubuki a todas partes. La misma risita boba que Momoe y Junko habrían soltado antes de pasar tanto tiempo con nosotros y acostumbrarse a la presencia de sus «chicos guapos».

—No exactamente —respondió Banshee, todavía riendo; luego, adoptó una expresión un poco más seria—. Sé a dónde vas. La respuesta a todo es: «no».

Fubuki fingió estar decepcionado.

—¡Oh! ¿Por qué? ¿Por qué soy humano?

—O por qué estás vivo —murmuré—. Eso es necrofilia.

Como es de esperarse, yo sí me gané una mala mirada de ella…, aun cuando el acosador pervertido era otro.

—Nada de eso, Fubuking —puso un énfasis especial en la última palabra. Tuve la extraña impresión de que solo lo hacía en respuesta a mi comentario anterior—. Eres un niño muy guapo, pero… no puedo tener una cita contigo.

Fubuki abrió la boca, listo para replicar. Para callarlo, ella le mostró su mano derecha.

—Eso es…

—Sí. Lo siento, guapo, pero eres muy joven. Además, soy casada. Y juré estar con esa persona en la vida y después de la vida. Siempre.

Fubuki, por una vez, parecía haberse quedado sin palabras. Yo también… Más o menos. ¿Qué edad tenía Banshee? Y, ¿cómo era eso de que estaba casada?

—Será mejor que vayas a la enfermería, ahora —me indicó Fujiwara, por fin interviniendo. Casi me había olvidado que él estaba allí—. Fubuki, deberíamos ayudar a los chicos a cambiar sus cosas de dormitorio.

Me despedí y me apresuré a la enfermería antes de que Fubuki tuviera otra ocurrencia, como que necesitaba escolta a la enfermería o algo similar. La verdad, después de lo descarado que había sido y pese a que era así con todas las chicas (y, al parecer, incluso si eran espíritus), solo quería poner mayor distancia entre él y…

Podía sentir a Banshee flotando detrás de mí.

—¿No crees que vas muy rápido?

—Cuanto antes terminé con esto, mejor.

—¡Oh!, ¿de verdad? —Su voz había recuperado el tono de burla—. No sé, casi podría decir que estás un poco… celoso.

Casi me tropecé, y ella respondió a eso riendo. Muy divertida.

En cuanto recuperé el equilibrio, miré a todas direcciones, recordando lo que el profesor Chronos había dicho sobre no ser tan explícito en público respecto a las cosas sobrenaturales y del futuro. Bueno, no exactamente así, pero supongo que hablar con un espíritu de duelo que pocos podrían ver, se incluye.

—No hay nadie —dijo ella—. Dudo que, con la emoción por el anuncio del director, haya muchos alumnos que quieran estar en el edificio principal por mucho tiempo. Salvo que sea en la tienda o en las arenas de práctica.

Asentí de acuerdo y seguí mi camino.

Mi mente estaba llena de preguntas. ¿De verdad Banshee estaba casada? No había podido ver bien su mano, pero el movimiento que había hecho hacia Fubuki no dejaba en duda que le había mostrado su argolla de matrimonio. ¿Los espíritus se casaban de acuerdo a las tradiciones occidentales?

—Habla —dijo ella de pronto.

Me detuve.

—Tienes muchas preguntas, así que, adelante, suéltalas.

Sacudí la cabeza.

—No es nada…

Ella resopló.

—¡Es verdad!

—¿Sabes? Eso que dicen que si repites una mentira las suficientes veces se convierte en verdad, es falso.

Me giré. Ella me estaba mirando con intensidad y parecía mucho más madura. En realidad, ella nunca había tenido esa mirada inocente y un poco perdida de la ilustración de su carta. Su rostro, por lo general, expresaba seguridad, burla, incredulidad, ironía… Considerando la clase de discusiones que teníamos normalmente, no era extraño que fuera así.

—No estoy mintiendo. Entre más pronto llegué a la enfermería, más pronto podré volver a ocuparme de todos mis deberes.

Alzó una ceja, como diciendo: «No te lo crees ni tú».

Iba a darme la vuelta para seguir caminando, cuando ella volvió a hablar.

—Lo que dije antes: que soy una mujer casada… —Esta vez no mostró el anillo—. Es verdad.

No sabía qué decir. Luego, recordé mis sospechas sobre ella. O, más bien, las pistas que me había dado desde el día anterior: el hecho de que conocía la letra de El dinosaurio Anacleto, sus referencias a estrategias y mazos que no existían aquí (al menos no de manera pública o en el mundo de los humanos) y la respuesta que dio a mi pregunta sobre el presidente de Estados Unidos. También mi impresión de que estaba probando los límites de cuanto podía decir, y que había cosas que simplemente no podía, como si una fuerza o barrera se lo impidiera.

—Tú… —Me mordí el labio—. ¿Eres de otro mundo?

—Sí…

Era una respuesta que podía ser de doble sentido. Tanto podría referirse a qué venía del mundo de los espíritus de duelo, como la confirmación de que venía de un mundo como el mío, si no es que el mismo. Es decir, su respuesta había sido lo suficientemente ambigua como para pasar el «filtro» por así decirlo.

—Esa persona… —Mi corazón estaba latiendo muy rápido—. Con la que estás casada… ¿Está en este mundo?

Sus labios temblaron. Abrió la boca, tratando de responder, luego la cerró de nuevo.

—No… —musitó—. Todavía no… Algún día, cuando esté… —se calló.

No supe qué decirle. Se veía tan triste que, por un momento, sentía muchas ganas de abrazarla. ¿Sería posible hacerlo? ¿Igual que Yubel abrazaba a Judai? Sacudí la cabeza.

—Bueno, lo siento.

—Lo veré de nuevo… siempre nos vemos de nuevo, aunque no siempre funciona como debería.

—Bueno, espero que eso sea pronto. —Mi voz fue un poco más torpe de lo que pretendía—. Si puedo ayudarte, solo dilo.

Ella negó.

—No lo harás si no te mueves primero y llegas a la enfermería. ¿No decías que tenías prisa? —Me quedó claro que estaba cambiando de tema para dejar de parecer vulnerable—. Chronos tiene razón, ¿sabes?

—Lo sé: un duelo… de los de verdad que no son solo juegos, deja sus huellas, aunque no las veamos.

—Sí. Y, si quieres ayudarme a que… Para que nos veamos de nuevo, primero tienes que asegurarte de estar sano.

En otras circunstancias, quizá habría respondido con algún sarcasmo. Como estaban las cosas, simplemente asentí y seguí caminando, ahora más despacio.

Todavía tenía preguntas, no obstante, decidí guardarlas para mí. Si ella estaba probando los límites de cuanto podía decir y cuanto no, entonces esperaría e iría juntando las pistas. Con estas cosas podía haber consecuencias muy graves si se intentaba romper esas barreras por la fuerza.

Durante todo el camino, la presencia de Banshee permaneció allí. Se sentía algo melancólica, lógico, considerando las cosas que había revelado.

Dejé de sentirla en las cercanías cuando llegué a la puerta de la enfermería y llamé.

—Adelante —me dio el paso la profesora Ayukawa—. Estaba esperando cuánto iba a venir a verme.

En fin, como había dicho antes: «al "mal" paso darle prisa».

Como esperaba, o deseaba, no parecía haber consecuencias palpables de mi duelo con Leon, más allá del agotamiento que era una constante para mí. Eso sí, la profesora amenazó con solicitar que cambiaran mi residencia permanente a la enfermería si seguía haciendo cosas como esas y luego no iba a revisar que todo estuviera bien.

—Puede irse por ahora. Y, por favor, no más cacerías nocturnas de espíritus.

Estuve tentado a responder algo como: «¡Yo no soy quien las busca!». Me callé, en parte porque ella daba miedo cuando estaba enojada, en parte porque habría sido hipócrita de mi parte. Independientemente de si Haou había sido responsable, sea de manera parcial, o completa, como Banshee lo había insinuado antes, la verdad era que en esta ocasión sí que me lo había buscado yo mismo.

Ahora tocaba lidiar con el regaño de Johan.

—No vuelvas a los dormitorios, no todavía —me indicó Banshee una vez que estaba de vuelta en los pasillos y me dirigía hacia las puertas principales.

—¿Estás viendo los problemas en los que estoy metido?

—Sí, aun así, hay algo que debemos hacer. Y tiene que ser ahora, antes de que terminé el día.

Eso atrajo mi curiosidad. Sin embargo…

—Es sobre las semillas. ¿Sabes lo que son?

—¿Las que me dio Haou? ¿Qué son? ¿Habichuelas mágicas?

—Jajá, muy gracioso. Créeme, dadas las circunstancias, nos darán algo más valioso que conducirnos a un gigante para robarle su gansa de los huevos de oro.

—¿Qué es exactamente?

—Semillas brillantes…

—Sí, me di cuenta. —Rodé los ojos.

—No estás entendiendo. Dijiste que querías ayudarme, pues bien, estas semillas serán de mucha ayuda.

Alcé una ceja, inquiriendo sobre cómo podrían hacer eso.

—Te ayudarán a mantenerte vivo a lo que viene en el futuro. Dijiste que Pegasus no quiso darte las tres copias de la «Floración Brillante». Pues bien, esta es tu oportunidad de tenerlas. Si él no te la da, las cultivaremos.

—¡Espera! —Si eran lo que Banshee estaba insinuando, ahora tenía mucho sentido porque Yubel insinuó que debía disfrutarlas. Era una jodida carta muy buena que me iba a permitir invocar monstruos grandes muy fácilmente, eso sin contar con el hecho que era un monstruo Cantante. Sería el primer paso que daría para evolucionar mi mazo hacia esa dirección.

—¿Ya te diste cuenta? En serio, cada día estás más lento. —Ella continuó antes de que pudiera replicar—: Dependiendo cuándo y dónde las plantes, las semillas pueden dar dos tipos diferentes de frutos… Supongo que ya sabes cuáles son. Estamos en el límite del tiempo para cultivar su versión Zombi.

—¿Y Haou decidió darme eso justo la noche anterior de esa fecha? Una enorme coincidencia.

—No hay tal cosa. Te digo que él planeó todo. No sé cómo, pero de alguna forma lo hizo. Tal vez incluso encontró la manera de manipular tus impulsos para que fueras a hacer esa estupidez con el trío de bobos.

No lo había pensado de esa manera, aunque, ella tenía un punto. Dado el control aterrador que Haou parecía tener sobre la parte de la Oscuridad Gentil dentro de mi alma, no sonaba a algo tan descabellado.

Pero, podría lidiar con eso más tarde. Por ahora, teníamos una cosa muy importante que hacer.

—¿Dónde exactamente vas a cultivarlas?

—Anoche, mientras revisaba las habitaciones de la casa de la condesa de Báthory, encontré un invernadero. Está diseñado para cultivar un tipo específico de plantas: las que crecen en los Reinos Inferiores; y eso incluye al Necromundo.

Sabía que eso podía significar meterme en más problemas, sin embargo, si solo había una oportunidad, no debía desperdiciarla.

- GX -

La cueva de Erzsébet se veía un poco, solo un poco, menos amenazadora de día que de noche.

Parecía que la suerte estaba de nuestro lado por una vez, ya que no nos encontramos con nadie que pudiera cortar nuestro camino. También es probable que, quizá y solo quizá, tuvo que ver el hecho de que, deliberadamente, esquivé los caminos principales y me mantuve por los senderos menos transitados. Eso nos costó tardar casi el triple del tiempo que habríamos hecho de seguir el camino más corto, pero era mejor así.

Tampoco parecía que Daitokuji estuviera por allí.

Ahora que tenía chance de pensar un poco mejor en cuáles podrían ser sus motivos para haber estado esperándome en la salida la noche anterior, me di cuenta de un detalle: el que fue el dormitorio de la élite no era precisamente un dormitorio abandonado en esta realidad. Así que, ¿era posible que se refería a usar la casa de Erzsébet como su laboratorio de alquimia?

También podía ser que Haou lo hubiera enviado a vigilar ese lugar, y solo se quedó atrás para evitar que yo volviera. Claro, había un gran «pero» en esa hipótesis: de ser el caso, simplemente tendría que haberme acompañado de regreso al dormitorio.

William apareció en cuanto entramos a la cueva. Al igual que Leon, quien se mantenía a una distancia prudente, observando. Imaginé que estaba tratando de cumplir el trato que había hecho con Chronos.

Nos dirigimos directamente a la puerta que, según Banshee había constatado la noche anterior, llevaba al invernadero.

La habitación tenía un clima muy parecido al de Necromundo, de acuerdo con lo dicho por Banshee. William la secundo al respecto; aunque, él admitió que hacía ya tanto tiempo desde que había pisado los llamados Reinos Inferiores por última vez, que no estaba del todo seguro de que tanto podría haber cambiado el lugar en ese tiempo. Además, era muy grande, tanto que parecía más una especie de jardín que un invernadero como tal.

Para nuestra suerte, el miasma y otras sustancias que la magia demoníaca de los monstruos zombis producía, eran increíblemente buenos para fertilizar la tierra… Por desgracia, también parecía ser tóxica para las plantas, así que mantenerlas expuestas a esos gases hacía que se pudrieran o secaran. Al menos era así para la vegetación del mundo de los humanos. La suya era una tierra de no-muertos, después de todo.

Banshee pareció tomar como su misión personal el asegurarse que las semillas germinaran. Nada más pusimos un pie en el invernadero, se dedicó a recorrer el lugar en busca del sitio adecuado para cultivar las floraciones brillantes, además de cualquier herramienta de jardinería que fuera de utilidad.

Para Zombino y Zombina estar allí era casi como un día de campo, ya que de inmediato salieron de sus cartas y comenzaron a jugar al ogro alrededor del inmenso jardín interno de Erzsébet.

Por mi parte, me dediqué a examinar el sitio con más detenimiento, aprovechando que, por una vez, no estábamos allí para un duelo potencialmente mortal. Todavía estaba un poco sorprendido de que un sitio como ese pudiera existir en esa cueva. Se suponía que era una especie de ilusión, a pesar de lo cual se sentía muy real. Todo era tan sólido y nítido que en definitiva no parecía ser algo falso. ¿De verdad era una especie de recreación en miniatura del castillo de Drácula? ¿Qué otros secretos había allí? ¿Un laboratorio? ¿Una biblioteca?

Ciertamente, me atraía más la idea de esto último. Quizá incluso había pistas allí de ese libro que se suponía debería buscar.

Mientras revisaba el lugar, noté que Leon se había quedado de pie cerca de la puerta. Parecía un buen sitio para vigilarnos, a la vez que se cercioraba de que no hubiera enemigos cerca.

Decidí que ese era el mejor momento para hablar con él, aprovechando que ni Johan ni Judai estaban por allí. Tal vez podría tener más suerte en conectar con él con ayuda de esos dos, pero, a final de cuentas, más allá de las circunstancias que nos llevaron a ese punto, ahora éramos socios. Tenía que encontrar la forma de entenderme con él por mí mismo… Especialmente si iba a tomar el rol de mentor que Fubuki había descuidado.

Eso me hizo darme cuenta de un detalle: Haou no lo forzó a hacer ningún juramento. Aunque, bien podría ser debido a que debían preparar alguna especie de ceremonia de ordenación o algo así. A la realeza le encantaban esa clase de protocolos pomposos que solo lo complicaba todo, así que no parecía algo tan descabellado.

En todo caso, era mejor hablar con él ahora. Sin embargo, antes de que pudiera acercármele, Banshee regresó.

—Definitivamente, crecerán bien en este lugar. Aunque tardaran un poco más de lo normal. Por desgracia, no las tendremos para el torneo. Pero, no está del todo mal: para Halloween deberían de estar listas.

—Es bueno escuchar eso —dije—. Vamos, muéstrame el sitio.

Banshee se cruzó de brazos y resopló.

—Si te involucras directamente, vas a arruinarlo.

Fruncí el ceño.

—Vaya, cualquiera pensaría que no tienes ni un poco de fe en mí —contesté con sarcasmo. Y eso que solo hacía hora y media se había mostrado tan vulnerable e incluso había aceptado mi ayuda.

—¿Confiar en ti para cuidar de un jardín? He escuchado el desastre que fue tu proyecto de hortalizas en sexto grado.

La fulminé con la mirada. ¿Quién había ido por allí contando esas cosas? Comenzaba a pensar que mis cartas se aburrían tanto que se pasaban el tiempo esparciendo rumores y comentando chismes…

Por otro lado, tuve una imagen mental un tanto horrible: mis monstruos, los de Judai, los de Johan, y todos los demás, reuniéndose a tomar el café y pasarse chismes sobre lo que estábamos haciendo. Considerando las fiestas ruidosas de los Ojama y los Escorpiones Oscuros en la habitación de Manjoume ocurridas en el canon, en realidad no sería tan extraño que algo así pasara.

—Entonces, he de suponer que eres experta en jardinería —dije.

—Por supuesto…

—Pero no tienes ni un poco de modestia.

—¿Quieres tus monstruos Cantantes o no? —me cuestionó cruzándose de brazos al escuchar eso de mí.

—Podría pedírselos a Pegasus.

—No, no vas a hacerlo. Lo hubieras hecho hace mucho. Estaban a tu alcance, solo tenías que ser firme al respecto.

»Y no solo eso: tienes todas esas conexiones con quienes, podemos decir, son la realeza del mundo, de los duelos en el plano de los humanos… Uno de ellos prácticamente es visto como un dios por ciertos clanes de monstruos, y no tienes ni siquiera un poco de la ambición que hace falta para hacer uso de esa "buena suerte".

»¿Sabes por qué no lo haces? —siguió ella antes de que pudiera responderle—. Porque, a pesar de que te arrastraron aquí y te lo deben, tienes una tendencia a pensar que debes hacer todo tú solo, sin ayuda de nadie. "¿Debería pedir un monstruo poderoso al tipo que claramente se siente culpable y estaría más que dispuesto a ayudarme de cualquier forma posible a ser más fuerte? No, mejor voy a gastar todo el dinero que gané trabajando en la tienda del abuelo, comprando decenas de sobres a ver si por casualidad sale la carta que necesito". Así de idiota suenas.

Resoplé, fastidiado.

—Bueno, tú estás aquí, ¿verdad? Y también Zombino y Zombina…

—Por qué estaba fuera de tu control. Escuché que todos estuvieron rogándote por meses hasta que, por fin, les hiciste caso.

—Sí, bueno, perdóname por ser cuidadoso y no querer romper el equilibrio.

Ella me miró como diciendo: «Cómo si no estuviera ya hecho pedazos»,

—Y esos dos pequeños —continuó tras eso—, casi mueres agotando tu propia energía de duelo. Seguro estabas tan mal que ni siquiera podías pensar bien. O, de otra forma, jamás habrías aceptado sus cartas.

Me crucé de brazos mientras la miraba con una mezcla de indignación y enojo. Ella ni siquiera estaba allí, no tenía derecho a decir nada de eso.

—¿Estás diciendo que debo aprovecharme de las personas para conseguir cartas más fuertes? Eso no es…

Sucedió muy rápido. Sentí el golpe, mi cabeza pareció girar, provocándome un mareo, mientras el dolor se esparcía por mi mejilla. Banshee, frente a mí, respiraba agitadamente. Su mano se había vuelto blanca debido a la fuerza de la bofetada, mientras su cuerpo comenzaba a parpadear, como si le costara mantener estable su forma física; a pesar de que en la cueva de Erzsébet eso debía ser muy simple para ella.

—¡Idiota! No es una cuestión de hacer o no hacer trampa en un simple juego. ¡Es supervivencia! Si ibas a involucrarte en estas cosas peligrosas, lo menos que podías hacer era asegurarte de tener las mejores posibilidades para salir vivo.

Dio media vuelta y se alejó dando zancadas.

Me dejé caer sobre la hierba seca, mirando a Banshee hasta que desapareció de la vista cuando volvió a adentrarse en lo más profundo del invernadero.

—No sé, tal vez deberías considerar ser un poco más amable con ella —susurró una voz femenina que no reconocí—. De verdad se preocupa por ti… No, es mucho más que eso.

De reojo, pude ver a una mujer de piel pálida, cabellos plateados y un traje al estilo gótico que dejaba muy poco a la imaginación con respecto a su bien formada figura. Se sentó junto a mí, replegando un par de alas similares a las de un murciélago que crecían de su espalda.

Me estremecí cuando pasó su mano limpiando la sangre que me escurría por la barbilla. Banshee me había dado tan fuerte que incluso me había reventado el labio, y no me di cuenta hasta que ella hizo eso.

Se llevó la sangre a la boca y se estremeció de placer mientras la probaba, como alguien que degusta un buen tinto.

—Deliciosa —susurró.

Me quedé allí un rato, sin poder moverme.

—¿Sabes? Ella es linda —dijo la vampira junto a mí, de pronto, con un tono que no dejaba espacio a la duda respecto a en qué estaba pensando.

—Mujer Vampira —la reconocí.

—¡Eso es grosero! —me respondió ella, cruzándose de brazos—. ¿Acaso yo te llamó «niño humano»?

—Bueno, no tengo el placer… —Nada más dije eso, ella comenzó a reírse de una manera que habría hecho sentir orgulloso a Fubuki de haber estado allí—. De ser presentados, quiero decir —me apresuré a aclarar. Mi rostro se sentía caliente, así que no dudo que haya estado tan rojo como un tomate.

—¡Claro, claro! Todavía eres muy joven para tener el placer de hacer otra cosa conmigo —respondió con esa voz que habría hecho sentir orgulloso a Fubuki, para luego cambiar su tono a uno que pretendía ser más serio—: No puedo decirte mi nombre completo. Supongo que ya sabes por qué.

—Los nombres tienen poder y todo eso.

—¡Exacto! Pero, puedes llamarme Drusilla.

Parpadeé un par de veces, y luego solté una pequeña carcajada.

—¡Oye! No te rías de mí. Drusilla es un buen nombre. Una emperatriz romana se llamaba así.

—¿No era la hermana de Calígula? —inquirí, a lo que ella solo se encogió de hombros—. En todo caso, no es eso. Es solo que, bueno, ¿qué sigue? ¿«Castigo Escarlata Vampiro» se llama Angelus?

—No le veo la gracia —resopló.

—Tienes razón. Solo es una coincidencia. Yo decidí darle a William su nombre, no por Spike, el vampiro en que se convirtió, sino por…

—No entiendo de qué hablas —me interrumpió ella.

—Es cierto… ¿Sabes?, no importa. Sí, Drusilla es un buen nombre. Adecuado para una Bebedora de Sangre. Además, la vampira de televisión que lo llevaba era muy guapa. Yo siempre dije que Buffy, la protagonista, era la best waifu, pero Drusilla… —Sacudí la cabeza—. Estoy divagando.

—Me di cuenta. El golpe debe haber movido algo allí adentro —dijo mientras daba un pequeño golpe en mi frente.

Fruncí el ceño.

—Cuéntame más de ese Angelus. Parece interesante. La verdad, me entretengo mucho con las historias que los mortales se inventan sobre nosotros.

—Bueno, lo llamaban «el Azote de Europa». Era un ser vicioso, sádico, que vivía por y para la destrucción de otros. Se decía que, hasta el siglo XIX, Europa había tenido dos grandes calamidades: la primera fue la peste negra; la segunda fue Angelus.

—¡Oh, era un chico malo! Son mis favoritos.

Era curioso que ella dijera eso. De haber sido la Drusilla de Buffy, Angelus la habría torturado hasta llevarla a la locura y luego, en un acto por completo repulsivo, la habría convertido con el único objetivo de que esa locura perdurará por toda la eternidad. Incluso tenía el descaro de llamarla «su obra maestra como artista».

La verdad, Drusilla había sido un personaje tan trágico y divertido a la vez que, simplemente, la amaba. Además, podía ver al futuro, generalmente cosas horribles. Eso era lo que había atraído la atención de Angelus hacia ella en primer lugar.

Y luego ella convirtió a William Pratt, quien más tarde fue conocido como Spike: el mejor personaje de todo el Buffyverso.

Por algún motivo, la culpa se deslizó por mi estómago, y las palabras que Banshee había pronunciado horas atrás, con un cierto toque de sarcasmo, volvieron a mi cabeza: «Podría terminar ayudando a un trío de vampiros a provocar el fin del mundo».

Quizá con un demonio artificial diseñado para «limpiar el mundo de la plaga que era la humanidad», como esos tres intentaron durante la segunda temporada.

Sacudí la cabeza. Solo era coincidencia. El comentario de Banshee había encajado con un capítulo de un viejo programa de los noventa que había visto en otra vida. Eso era todo.

Los héroes siempre ganan…

¡Y tenía razón!: Buffy había volado al juez en pedazos con una bazuca.

Necesitaba sacar todas esas ideas de mi cabeza, así que comenté lo primero que se me ocurrió:

—Entonces, supongo que eres parte del mazo de Erzsébet…

—Condesa Erzsébet para ti, mortal. O, si te cuesta mucho, Lady Báthory.

—Lo siento. En este mundo ya no se usan esos títulos, salvo en unos pocos países. En Japón tenemos una familia real, pero es como si no existiera.

—Pues, deberías acostumbrarte. Escuché que hiciste un trato con nuestro rey. Si él te engendra, serás nuestro príncipe.

La miré, sorprendido. No había pensado en eso.

—No va a pasar —dije—. Es una precaución en caso de que… Pero no va a ocurrir.

—Entonces, teniendo la oportunidad de escapar de la muerte, ¿la elegirías sobre la posibilidad de vivir hasta el final de los tiempos? Ustedes los humanos son raros y tontos… Unos tontos raros, más bien.

—Vivir para ver el fin de los tiempos —repetí—. Eso da más miedo que, no sé, tener un diagnóstico médico que te diga que vas a morir en seis meses.

—¿Cómo una eternidad puede ser peor que tener solo seis meses?

Por su tono de voz, era fácil saber que no estaba fingiendo. De verdad encontraba confuso que yo tuviera esa clase de pensamientos.

—Bueno, vivir eternamente suena agotador y doloroso. Seguir aquí, día tras día… Noche tras noche, en el caso de tu clan, mientras todos a quienes amas, tus amigos y familia, van muriendo y te dejan solo… Esa perspectiva de existir sin la certeza de si, como creen muchas religiones, algún día podrás verlos de nuevo…

—Siempre puedes compartir la sangre con todos ellos.

—No… ¿Qué si ellos no quieren? ¿Cómo podrías vivir si todo el cariño que alguna vez hubo se transforma en odio y rencor?

El Drácula de Coppola, cuando mina le pedía que la convirtiera en algo como él, se había negado. «Porque te amo demasiado para condenarte a ser lo que yo soy». Quizá, en cierto contexto cursi de los romances actuales, eso habría sido tomado a la ligera. Pero, pensando bien en la paz que era la muerte, podía entender al Conde de esa película. Los humanos no estábamos hechos para vivir tanto tiempo. Cumplíamos un ciclo en la Tierra, y luego seguíamos adelante. Incluso si reencarnáramos, era una tortura hacerlo con recuerdos.

Y pese a eso, quería recuperar los míos. Era casi una necesidad para mí, como si sintiera que merecía llevar ese peso.

Sacudí la cabeza y fui consciente que la mujer vampira me estaba viendo con una ceja alzada. Al final, se encogió de hombros y retomó el punto del que habíamos estado hablando.

—En realidad, si aceptas su sangre, no tendrían mucho tiempo para meditar sobre esas cosas. Los primeros años son una burbuja perfecta, sin preocupaciones, en la que todo lo que quieres hacer es ganar la aprobación de tu Padre o tu Madre en la Sangre. Y, por lo general, incluso cuando eso termina, el vínculo que te une a la persona que te Engendró es demasiado importante como para sentir odio o resentimiento…

»A menos que tu Padre, o tu Madre, sea un bastardo que no te enseñó nada y te arrojó a aprender todo por ti mismo, como los espartanos abandonando a los niños a ver si lograban sobrevivir.

Eso no era nada tranquilizador.

—Por otro lado, casi nadie hace eso. Cuando Engendras, lo haces por tres razones: amas a esa persona y deseas estar con ella toda la eternidad, lo quieres como a un hijo o, la más común, te falta algo de servidumbre en la casa. ¿Dejarías vagar por allí a un empleado nuevo sin capacitarlo primero?

Se rio de manera un poco cruel al decir eso último.

Fruncí el ceño.

—Dime una cosa, ¿cuánto tiempo has estado rondando por aquí? Tengo la impresión de que quieres meterme ideas en la cabeza.

Ella volvió a reírse, como preguntando: «¿Solamente ideas?».

—Tú te llevarías de maravilla con Fubuki —murmuré.

—¡Oh, no lo niego! Él haría un maravilloso vampiro. Si pudiera, iría por él.

Me estremecí un poco al escuchar la franqueza en esas palabras.

—Yo… realmente no quiero saber mucho más; pero, no respondiste a mi pregunta.

—¿Por cuánto tiempo? Desde que Lady Báthory te dejó al cuidado del pequeño Ferenc. —Por primera vez desde que había comenzado esa peculiar conversación, su voz era seria y carente de toda burla o tono sugestivo—. No queríamos quedarnos; no todos, al menos. Es decir, proteger al pequeño Maestro es importante, pero, a causa de eso, ahora Lady Báthory está…

—Está allá sola, a merced de los enviados del Dragón.

—Sí… Por otro lado, creo que quedarnos contigo no fue del todo un desperdicio. Tenemos al legendario Belmont a nuestra merced. Si lo hiciera mío, tendríamos un arma poderosa para usar contra el Dragón. ¡Oh!, y están todos esos estudiantes con poderes tan fascinantes. En especial los heraldos.

—Nunca podrías convertir a Judai y a Haou —le dije, poniéndome de pie—. Yubel te destruiría antes de que siquiera pudieras enterrar tus colmillos en ellos. Eso suponiendo que te las arreglas para llegar tan cerca.

Eso la hizo reír.

—Me gustan los retos… Aunque, en realidad, no me refería a eso. —Sus ojos se movieron hacia donde estaba Leon, todavía de pie recargado en el viejo árbol muerto. Durante toda la conversación lo había sentido observando nuestro intercambio con sospecha—. Él, por otro lado… Ya lleva nuestro nombre en su carta. Reclamarlo por completo solo sería confirmar que nos pertenece.

—¿Convertir a Leon Belmont en un vampiro…? No sé, creo que se mordería la lengua para suicidarse antes siquiera considerar el convertirse en uno de ustedes. Si la historia es como… —Suspiré.

—¿Cómo que…?

—Nada. Belmont nunca se uniría a ustedes —remarqué.

—Oh, ¿de verdad? No miento, al comienzo será como un niño tratando de complacer a quien lo Engendre. Cuando esa etapa pasé, bueno, estará tan acostumbrado a ser uno de nosotros, que perderá todas las ganas de querer destruirnos.

Ser un dhampiro nunca había detenido a Alucard, ¡y él era hijo del mismísimo Drácula! Pero no iba a decirle eso. Ni siquiera estaba seguro sobre si en este mundo él… Esa era una buena pregunta: ¿existía Adrian Tepes en este mundo? ¿Sería posible revisar alguna lista de víctimas de la Inquisición para buscar a su madre?

Sabía una cosa, porque lo había estado investigando desde que había conocido a Erzsébet: la Iglesia del Dios del Juicio era mucho más hermética que las iglesias cristianas de mi mundo. La ayudaba, creo, que jamás hubo cisma alguno. Mucho menos una reforma protestante. En consecuencia, sus dirigentes no sentían necesidad de ser más abiertos por miedo a perder fieles con la iglesia de enfrente. Y eso incluía al islam: estaban tan bien adoctrinados, o lo habían estado antes de la Ilustración, que les temían demasiado como para querer escucharlos.

La vampira se levantó, avanzando hacia mí, y se inclinó para susurrar una última cosa lejos del alcance de oídos ajenos:

—Gracias a ti, ya tengo a uno de sus aliados más fuertes. Al usar mi efecto en ese duelo para apoderarte de él, me permitiste implantar mi dominación sobre su mente. Es tan excitante tomar el control de otros que son capaces de hacer lo mismo. Deberías verlo ahora: tan dispuesto a obedecer todo lo que le ordeno.

Se apartó, riendo.

—Cuida de la linda Banshee. Pero, si le rompes el corazón, no dudaré en hacer mi movimiento. Ella es de mi tipo, después de todo.

Me guiñó un ojo antes de desaparecer. Fruncí el ceño, haciendo lo posible por ignorar las punzadas de rabia que ese comentario me había provocado. Se sentían incluso peor que cuando vi a Fubuki coquetear con ella de manera descarada.

Fui consciente de la presencia de William.

Me senté en una banca cercana, que reforzaba la idea de que, más que un invernadero, eso era una especie de jardín interno. William se quedó cerca, sin decir nada.

—¿Es cierto? Lo que ella… Lo que dijo Drusilla. ¿La sangre de verdad…?

—Es cierto. La sangre crea un vínculo entre el Padre en la Sangre y sus Crías. Ese lazo, dependiendo de las circunstancias, puede ser desde el amor más puro, hasta el odio más visceral.

Hice una mueca. Supongo que no es tan diferente al vínculo que hay entre padres e hijos en los humanos. Es decir, no es raro que algunos padres sean tan horribles con sus hijos que todo el cariño que deberían tenerles termina transformado en odio.

Sentí un sabor en la boca.

La diferencia entre ser deseado y no…

Casi podía escuchar las burlas del hombre con aspecto de gánster en mi cabeza.

William desapareció. Me di cuenta de que fue porque Banshee caminaba hacia mí. Estaba cubierta de tierra, pero se veía muy satisfecha consigo misma.

—Muy bien, está hecho. Ahora, vamos. Judai y Johan van a gritarte mucho, y yo quiero estar en primera fila.

—Ja, qué graciosa.

Me sacó la lengua y se volvió invisible.

Suspiré.

—¡Niños, es hora de ir a casa!

Zombino y Zombina llegaron corriendo dos minutos más tarde.

—Somos una linda familia, ¿verdad? —murmuró Banshee, aun sin dejarse ver.

—¿Eso es sarcasmo? —No obtuve respuesta.

Zombino me tiró de la mano derecha, y Zombina hizo lo propio con la otra. No pude evitar sonreír. Tal vez había algo de razón en las palabras de Banshee…

Suspiré, y decidí cambia de tema, mientras comenzaba a caminar.

—Entonces, ¿qué se supone que haremos con las Floraciones Brillantes una vez que crezcan?

—Ponerlas en cartas —me respondió.

—Sí, lo imaginé. Pero, exactamente, ¿cómo haremos eso? Es decir, no creo que sea tan simple como trasplantarlas.

Ella apareció de nuevo.

—No vamos a pedir ayuda a Haou, eso es seguro. Tal vez podamos investigar por nuestra cuenta. Hay una biblioteca aquí, podría haber algo en ella.

—Así que, hicimos todo esto y ni siquiera estás segura de si servirá de algo.

—Bueno, Haou debió darte esas semillas por algún motivo.

—Sin embargo, no quieres su ayuda.

—¿Luego de lo que hizo? —Resopló—. Además, no ha hecho nada que merezca mi respeto. Y yo no soy un gatito asustado que se inclina ante él como tú.

Hice una mueca.

—Como dije: encontraremos la manera.

—Solo que ninguno de nosotros es capaz de crear cartas. Así que, si no encontramos nada en la biblioteca, ¿nos saltamos a Haou y acudimos a alguien más?

—¿Hayato?

Me encogí de hombros.

—Podría ser —siguió ella—, pero está demasiado cerca de Pegasus, y él no quiso darte esas cartas por un motivo.

—No revelar al mundo que existen los Monstruos de Sincronía, supongo.

—Pero le dio los péndulos a Johan.

—Con la condición de que no los usara a menos que fuera una emergencia.

—Pues, pudo hacer la misma excepción para ti, ¿no te parece?

No era algo en lo que me hubiera detenido a pensar antes. Las otras Invocaciones del Deck Extra siempre habían sido tratadas por todos como un arma secreta, al igual que los Péndulos.

—No sé… aunque, ¿no podría haber impreso las cartas sin ser cantantes?

—No —dijo Banshee—. No puedes simplemente cambiar la naturaleza de una carta, en especial la de un monstruo.

Fruncí el ceño.

—¿Qué hay de los dragones de Manjoume? Se supone que el «Dragón del Final Oscuro» y el «Dragón del Fin de la Luz» deberían ser Monstruos de Sincronía.

—No puedes cambiar la naturaleza de una carta de monstruo, pero esta puede evolucionar. Y, las floraciones brillantes evolucionaron como consecuencia de la aparición de la Invocación de Sincronía.

»Y, antes de que me preguntes: probablemente esas cartas pueda evolucionar de alguna manera a sus formas de Monstruos de Sincronía. Como ustedes buscaron hacer con la carta del "Dragón Arco Iris" de Johan.

Fruncí el ceño.

—¿Estamos hablando de Duelo de Monstruos o Pokémon? —Sacudí la cabeza—. Estás muy enterada de todo lo que pasa.

—He estado observando.

—¡Ah! Fubuki tenía razón: eres una acosadora.

—De verdad, te estás ganando otra bofetada.

Una vez más, estábamos fuera.

La tarde ya estaba muy avanzada. Las copas de los árboles se estaban tiñendo de color dorado. Y, dada la espesura de esa parte del bosque, el camino estaba realmente oscuro.

Los niños desaparecieron. Leon, una vez más, nos seguía como una escolta silenciosa.

Revisé mi teléfono. Faltaban cinco minutos para las siete. Iba a llegar muy tarde a la cena.

Hice una mueca. No quería lidiar con las preguntas de todos.

—Bueno, tienes que admitir algo —dijo Banshee, seguramente adivinando lo que estaba pensado—: de verdad se preocupan por ti.

Me detuve. Eso era… cierto. Tal vez me estaba comportando como un tonto (no tal vez, lo estaba haciendo), algo que podría achacar a mi tonto cerebro adolescente llenó de hormonas. Si contaba los treinta años que había vivido en mi vida anterior, quizá era hora de dejar de comportarme como un mocoso que se molesta porque sus padres quieren controlar su hora de llegada, solo porque ya va en preparatoria y se siente que es demasiado mayor para eso.

Banshee, sin burla alguna en su voz, volvió a hablar:

—Escúchame bien: nunca serás lo bastante viejo como para no ser cuidado por tu familia.

¿Una familia? Recordé a mamá y papá, se habían esforzado tanto para que yo pudiera recuperarme de una depresión que en realidad ni siquiera sabían cuál era la causa, cuando pudieron tirar la toalla como otros padres a los que les toca lidiar con niños enfermos. Según el tío Kouji, ellos no pensaban que pudieran llegar a tener un hijo. No según las estimaciones médicas. Los dos abortos espontáneos anteriores a mi nacimiento, y el que sucedió cuando yo tenía como tres años, eran una muestra de eso. Yo había sido su única oportunidad. Por eso jamás se rindieron.

Recordé a la tía Megumi, como había llegado a discutirle a Yugi, e incluso se había atrevido a gritarle a Kaiba al respecto, sobre su insistencia en involucrarnos en sus asuntos de juegos de lo oscuro cuando éramos unos simples niños con menos de diez años.

Y Johan, siempre tratando de hacerme ver la razón sobre por qué debía pedir ayuda en vez de ir y hacer todo por mi cuenta.

Banshee tenía razón. Jamás eras lo bastante viejo para que tu familia cuidara de ti.

Entonces caí en cuenta de otra cosa: las constantes riñas de Banshee, la tristeza en su voz cuando me pidió que no cortara los lazos, la súplica en su mirada cuando aceptó mi ayuda… su comentario anterior: «Somos una familia».

Banshee me consideraba parte de su familia, y ese simple pensamiento, fue suficiente para quitarme un gran peso de encima.


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