El Club de las Eminencias
Hermione miró nervisa el reloj por decimoquinta vez.
Draco había dicho que pasaría a recogerla a las seis y media y faltaban solo cinco minutos.
No se habían visto desde el día que él había irrumpido en su despacho diciéndole que no había estado con nadie más y que la echaba de menos.
Su corazón se aceleró de nuevo al recordar y se llevó una mano al corazón, que palpitaba como si fuera el de una tonta adolescente. Tras la interrupción de Ronald él había tenido que marcharse y ella terminó el día en una tardía reunión por lo que no volvieron a verse.
Al día siguiente él tuvo que salir a Turquía en un viaje relámpago tras un aviso de uno de los informantes del escuadrón y había estado ausente hasta la noche anterior cuando la escribió para preguntarle si iba a ir a la cena de antiguos alumnos de El Club de las Eminencias de Slughorn y si quería que la acompañara.
Pese a que había querido bromear con él y decirle que ya tenía acompañante para la ocasión, tenía tatas ganas de verle después de aquellos diez días que simplemente le había dicho que sí.
Se miró de nuevo en el espejo, se atusó el pelo una vez más y fue girando para verse desde todas las perspectivas.
Llevaba un vestido largo y rojo que se anudaba al cuello dejando los brazos y la totalidad de la espalda al descubierto, caía por las caderas en una fluida caricia que cubría sus piernas y apenas dejaba ver las puntas de sus zapatos dorados.
Se había recogido el pelo en un moño alto que parecía algo deshecho y dejaba que sus rizos se escaparan aquí y allá en un revoltijo muy elegante.
Al sonar el timbre de la puerta las manos le empezaron a sudar y su corazón comenzó un bombeo frenético dentro de su pecho.
—Está bien Hermione, eres una mujer adulta, respira hondo y abre la puerta.
Tomó el bolso de mano que hacía juego con los zapatos y exhalando de golpe se preparó mentalmente antes de abrir y quedarse sin respiración.
Merlín.
¿Cómo podía haber terminado Draco hurón Malfoy convertido en ese hombre tan increíble?
Llevaba una túnica de gala negra que se ajustaba a su cuerpo, un cuerpo que, desde que había entrado a formar parte del cuerpo de aurores se había hinchado en los lugares necesarios para hacer babear a una mujer. Su pelo ni siquiera llevaba fijación, estaba estratégicamente alborotado para hacerle parecer desenfadado a la par que elegante y sus ojos… Morgana bendita sus ojos la miraban como si quisiera arrancarla el vestido del cuerpo y devorarla lentamente.
—¿Crees que Slughorn se enfadaría mucho si no fuéramos a la cena? —preguntó con una voz gutural que, por experiencia, Hermione sabía que era el preludio a darse un festín con ella.
—Me temo que sí —murmuró en voz baja —sobre todo porque este año será su último año en Hogwarts.
Él dio un paso hacia delante para pegarse a ella y cerró la puerta a su espalda.
—¿Se jubila?¿Por qué? —susurró agachándose hasta que sus labios rozaron su frente —No puede tener más de ¿Cuánto? ¿Ciento cincuenta años?
Hermione rió entre dientes.
—Ciento veinte, creo.
Levantó el rostro para mirarle y, al ver cómo él bajaba la cabeza para buscar su boca, no pudo evitar ponerse de puntillas para interceptarle.
—Te eché de menos —murmuró Draco sobre sus labios antes de besarla sin disimular su ansia.
Hermione gimió y se aferró a su cuello, abriendo la boca para dejar que la arrasara con su necesidad.
—Más vale que nos vayamos —dijo Draco que no paraba de subir y bajar sus manos por la espalda desnuda de la bruja. —creo que voy a pasar la noche soñando con quitarte este vestido y descubrir de qué color es la ropa interior que llevas debajo.
Hermione le miró, los ojos brillantes y su labio inferior mordido por sus pequeños dientes blancos.
—Este vestido —replicó la mujer en un murmullo ronco que hizo que su cuerpo se estremeciera —no permite que lleve ropa interior.
—Joder
La cogió con brusquedad de las nalgas y amasó y palpó, sin duda buscando la verdad en sus palabras. Ella solo sonrió cuando le escuchó gruñir.
—Espero que luego me invites a acompañarte a casa, Hermione.
Ella solo rió, tomó una de las manos del hombre y la llevó a su propio pecho, donde uno de los pezones se apretaba contra el satén y Draco, al sentirlo, lo agarró entre su índice y su pulgar dando un pequeño tirón.
—Oh Dios —Hermione se apartó cuando notó cómo se humedecía su cuerpo y exhaló con fuerza—Luego —dijo mirándole con intensidad.
Él se lamió el labio inferior.
—Luego.
Llegaron juntos a los aposentos de Slughorn, quien, bajo autorización de la directora MacGonagall, había habilitado la red flú para sus visitantes y pronto fueron interceptados por el viejo profesor que, pese a las canas y las arrugas, parecía el mismo de siempre.
—Muchachos —dijo con voz cascada —cómo me alegro de que hayáis podido venir, pasad, pasad, por allí están los demás.
Les mostró la sala en la que se extendía la mesa donde algunos de los miembros del Club de su promoción ya se sentaban, esperando a los demás.
—¡Harry, Ginny!
Hermione saludó a sus amigos con alegría y fue hacia ellos. Draco retiró la silla que había al lado de Potter para que se sentara y ocupó la de su derecha mirando alrededor.
—Zabini —asintió con media sonrisa y se sorprendió cuando su ex amigo sonrió a su vez y levantó la copa en un brindis burlón.
—Hermione Granger, que bonita vista.
Draco contempló como el zopenco de MacLaggen se comía a Hermione con la mirada, demostrando la falta de educación y elegancia que siempre había tenido desde que estudiaba en Hogwarts.
Ocultó una sonrisa tras su mano al ver la mueca de disgusto que tenía Granger y se colocó la servilleta sobre las piernas a la par que ella.
—Cormac —respondió con sequedad.
—Mis queridos — Slughorn llegó con el profesor Longbottom quien se sentó al lado de Ginny con una amplia sonrisa — que emoción verlos a todos de nuevo —levantó una copa y todos se pusieron en pie —me enorgullece sumamente estar aquí hoy con nada más y nada menos que la Ministra, la señorita Granger —la miró con una beatífica sonrisa—gracias querida, por honrarnos con su presencia.
Todos volvieron a sentarse y el viejo mago fue interrogándoles uno a uno, sonriendo al escuchar los logros de algunos de ellos, como Zabini, quien tras la guerra había conseguido, junto con su mejor amigo, Theodore Nott, lanzar al mercado una marca de vino italiano que se había hecho famosa en el mundo entero o Ginny Potter quien, antes de casarse y tener hijos había sido una maravillosa cazadora de las Arpias de Holyhead. Pareció más que molesto cuando, MacLaggen, quien no había alcanzado ningún puesto digno de mención, comenzó a hablar de cosas sin sentido con Marcus Belby que todo lo que había hecho en su vida había sido hacer explotar el laboratorio de pociones de su tío al mezclar por error dos ingredientes altamente volátiles.
En general, pese a las tonterías de Belby y MacLaggen, la cena fue muy tranquila e interesante, incluso Slughorn felicitó a Malfoy por el giro que había dado a su vida, extendiéndole la invitación atrasada a su Club de Eminencias, feliz porque el muchacho hubiera conseguido limpiar su nombre tan maravillosamente y tuviera un hijo tan inteligente y educado como Scorpius.
Al terminar la cena, Harry y Ginny se fueron con Neville a dar una vuelta por el castillo y sin duda a rememorar viejos tiempos, pero cuando Hermione fue a aceptar la invitación que fue extendida a ellos, Draco la miró con aquella intensidad que hacía que sus rodillas flaquearan y, sin responder siquiera, le tomó la mano extendida y se marchó con él hacia la chimenea.
Le habría encantado dar un paseo por Hogwarts, pero después de aquellos meses en los que había pensado que él no volvería a su vida, tenían mucho tiempo perdido que recuperar
