Carroñeros

Ni bien pusieron un pie dentro de la casa Draco sujetó las mejillas de Hermione, acariciando sus pómulos con los pulgares, mientras la miraba a los ojos de una forma extraña que hizo que la piel de la bruja se erizara por completo.

Había deseo, sí, pero también una descarnada necesidad que hizo que le temblaran las rodillas porque, aunque leía en sus orbes de mercurio el ansia que el hombre tenía de su cuerpo, pudo ver que había algo más allí, una petición o quizás más bien una exigencia, de aceptación absoluta.

Draco sentía algo por ella.

Estaba allí, dibujado en el rictus de su boca, delineado en las pequeñas arrugas de su frente y sus ojos, marcado en aquella expresión de incomprensión y anhelo con la que bebía de ella.

— Merlín Hermione —dijo con la voz enronquecida —tengo tantas ganas de ti que siento que voy a explotar.

Ella tragó saliva y se aferró a sus muñecas, poniéndose de puntillas para acercarse a su boca. Al ver el gesto Draco se agachó para que ella alcanzara y sus bocas se encontraron, no fue un beso, fue únicamente un roce de una contra otra, un toque mullido y suave de ambos labios, que se reconocen una vez, dos veces.

— Draco —murmuró ella como si su nombre fuera una súplica —te necesito.

Él cerró los ojos, tenso y tratando de mantener el control, sintiendo que cada célula de su cuerpo se prendía, calentando su sangre hasta que se espesó, como magma dentro de un volcán, reptando por sus entrañas buscando la forma de hacer explosión.

Y lo hizo.

Lo hizo cuando las manos de Hermione dejaron sus muñecas para aferrar su cuello y obligarle a agacharse hasta que pudo pegarse a él, comiéndole la boca con una desesperación que rallaba en la locura.

Ella no le besaba, le devoraba como si fuera su plato preferido, lamiendo sus labios, el cielo de su paladar, su lengua ansiosa.

Y él no pudo contener durante más tiempo esa parte salvaje que quería mantener en control.

Se desató ese otro Draco desconocido que perdía la racionalidad y se convertía en un ser sexual sin cadenas o límites.

La tomó de las manos para desenredarlas de sus propios cabellos y la apartó lo justo para mirarla a los ojos. Rompió el húmedo beso y la contempló, jadeando, con los labios hinchados y enrojecidos, los ojos entrecerrados y el cabello desparramado sobre sus hombros.

—Gírate —ordenó con esa voz gutural que hizo que las piernas de Hermione se convirtieran en gelatina.

Ella lo hizo, mirándole por encima del hombro y Draco apretó los dientes, controlándose porque todo lo que su cerebro reptiliano le pedía en ese instante era sacarse la polla de los pantalones y apretarla para evitar correrse encima como un crío imberbe.

Se pegó a ella, apretándose contra su cuerpo para que sintiera la dureza de su erección, apartó el cabello sobre un hombro para poder besar el arco de su cuello fugazmente y caminó despacio, empujándola hasta una de las paredes del pasillo.

—Aquí —levantó sus manos unidas por encima de la cabeza de Hermione e hizo que las palmas de la mujer se pegases a la superficie —quiero que dejes las manos aquí, no las muevas ¿Puedes hacerlo, Hermione? —susurró en su oreja sonriendo cuando la piel de la mujer se erizó en respuesta —respóndeme —dijo cuando la vio asentir.

—Sí

Esa voz, sumisa y grave le hizo gruñir, porque que esa mujer, que no tenía ni un ápice de sumisión en todo su pequeño y perfecto cuerpo, se amoldara a él de ese modo tan absoluto, le hacía cosas a su mente en las que no quería pensar en ese instante.

—Llevo toda la noche obsesionado con tu espalda —pasó las manos ligeramente por la piel descubierta, disfrutando del temblor que recorrió a Hermione —con ver si es cierto que no llevas nada debajo de este vestido —apoyó las manos en sus nalgas, amasándolas, tocando sobre la tela —quiero verte —subió por sus costados, recorriendo los laterales de sus pechos con las yemas de los dedos hasta llegar al cuello donde quitó el broche que sujetaba el vestido dando un paso atrás.

El satén resbaló sobre el cuerpo de Hermione como si fuera agua deslizándose sobre la tersa piel tostada. Ella no se movió y no apartó las manos de la pared, pero cada milímetro que el vestido descubría encendía más y más a Draco.

—Joder —agarró sus nalgas desnudas y se arrodilló besando el arco de su espalda, regando de besos sus caderas y la parte trasera de sus muslos —separa las piernas—Hermione gimió y él pudo ver como se estremecía mientras intentaba hacer los que le pedía sin caerse —así —la ayudó y se sentó sobre los talones para mirarla.

La bruja no podía ocultar los temblores que recorrían su cuerpo, vergüenza, excitación, expectación.

—Draco, por favor

—Shhh —él introdujo la mano entre las piernas abiertas de la mujer y gruñó al sentir la humedad resbalando por sus dedos —tan mojada, tan preparada para mi —empujó hasta que las primeras falanges entraron y aquellos músculos internos le apretaron en torno a él, oprimiéndole en un silencioso ruego —eres perfecta —susurró sacando los dedos que resbalaban con facilidad para emujar de nuevo un poco más profundo — tan perfecta —besó su nalga y le dio un mordisco que la hizo dar un respingo —eso es, aprieta mis dedos, Hermione —ella lo hizo incosncientemente y Draco siguió penetrándola una y otra vez, de forma suave, tan terriblemente suave que ambos se impacientaron.

—Por favor —volvió a decir ella empujando hacia atrás las caderas en un intento de que él acelerase sus movimientos.

Le oyó reír, una risa oscura y densa.

—Impaciente —sintió su aliento calentar su espalda mientras se levantaba y sacaba los dedos de su interior —la sujetó del cuello, pasando el pulgar por su labio inferior —no seré tierno —dijo mordiéndola en el hombro —no la primera vez, al menos —besó el punto exacto en el que la había mordido —porque pienso pasar la noche demostrándote lo mucho que te he extrañado.

—Draco —se frotó contra su erección, completamente ajena a la verguenza o el decoro, necesitando que la llenara, que expulsara aquel vacío que sentía desde que habían estado juntos por última vez.

—Sí —dijo haciendo que bajara las manos para girarla —eres demasiado bajita para esto —sonrió besando sus labios y la tomó en brazos caminando con ella hacia la planta de arriba y entrando en la habitación —te deseo dijo dejándola caer sobre la cama.

Ella rebotó y se quedó allí, mirando mientras él desabrochaba lentamente los botones de su camisa, con aquella mirada velada y una sonrisa ladeada que presagiaba una noche irrepetible.

Antes de que pudiera sacar la camisa de los pantalones el sonido de unos picotazos en la ventana le hizo mirar hacia allí. Una lechuza golpeaba insistente y maldijo brutalmente abriendo la ventana.

—Es de Potter —gruñó entre dientes sentándose en el borde de la cama.

Hermione se arrodilló sobre el colchón y se acercó a él, apretándose contra su espalda y leyendo por encima de su hombro.

Avery nos ha dado la ubicación del último miembro junto a Mulciber. Scabior. Vamos a por él.

En diez minutos en Grinmauld.

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—¿Scabior? ¿Uno de los carroñeros? —preguntó Hermione que había salido de la bruma sensual en la que estaba de golpe —murió en la Batalla de Hogwarts, cayó del puente.

—No encontraron el cuerpo, en realidad Longbottom lo vio caer y se dio por supuesto. Parece ser que está vivo —de dio un puñetazo en la mano y tiró la carta de Harry —maldita sea —se giró a mirarla pasándose las manos por el pelo —lo siento —la tomó de los hombros y besó sus labios de una forma tan suave y cariñosa que Hermine sintió deseos de llorar.

—Vuelve cuando acabes —dijo simplemente ella apoyando las mejillas en su rostro alargado.

—No sé cuándo…

—No importa. Ven conmigo.

Algo brilló en los ojos de Draco y una pequeña sonrisa auténtica perfilo sus labios.

—Lo haré —susurró dándole un último beso antes de marcharse rumbo a Grinmauld Place.