Autobús noctámbulo

—Enserio, Potter —espetó Draco pronunciando su apellido de aquella forma en la que solía hacerlo en Hogwarts — ¿Esto era necesario?

Harry, que conocía la experiencia y que además estaba disfrutando más de lo que jamás admitiría, se agarró a un barrote justo a tiempo, a diferencia de Malfoy quien, mirándole con cara de Socorro, la hostia que me voy a dar, se resbaló, perdió pie y terminó con la cara pegada al cristal del autobús.

Una cabeza reducida que colgaba sobre su platinado cabello se rió de él justo antes de que aquel demente conductor acelerara de nuevo y las posaderas de Draco terminaran a los pies de Harry que le observaba divertido.

—Yo que tú me agarraría más fuerte, Malfoy.

El rubio lo hizo en el momento en que un nuevo frenazo movió todo el condenado autobús, el único problema es que se agarró a las piernas de Harry quien, al no esperarse ese peso extra, se soltó del barrote, cayó junto a Draco y rodó con él por el asqueroso suelo de aquel infernal medio de transporte.

Malfoy dio contra uno de los asientos y gruñó cuando Harry se estampó contra él.

—Mierda

Ambos hablaron a la vez porque sabían que iban a rodar de nuevo al lado contrario.

Cuando consiguieron levantarse y sujetarse casi con los dientes para no volver a ir de lado a lado como muñecos de trapo, Draco miró a Harry de nuevo con odio mal disimulado.

—¿Qué coño hacemos aquí, Potter?

—Cubrir la zona.

Draco abrió los ojos de par en par con gesto de incredulidad.

—¿Pero que zona? Si estamos dentro de esta máquina del infierno rodando como garbanzos en una puta olla.

Harry ignoró el comentario, internamente asombrado de que un snob como Malfoy supiera que los garbanzos se hacían en las ollas y se colocó las gafas.

—Avery nos dijo que cogía el autobús noctámbulo casi cada noche. Tengo al equipo repartido entre su casa, el club de juego, la casa de la bruja con la que supuestamente mantiene un affair y…

—Y el maldito autobús noctámbulo en el que me ha tocado estar a mi —masculló Malfoy.

—Y a mi —apostilló Harry.

—Tú eres el jefe ¿Por qué has querido estar aquí dentro?

—¿Sinceramente? Supuse que jamás en toda tu malcriada vida habías necesitado subir a este autobús y quería darte la experiencia y estar en primera fila.

—Habrías sido un condenado buen Slytherin, Potter.

—¿Alguna vez te he dicho que estuve a punto de serlo?

La cara de Draco fue de absoluto pasmo.

—¿Me tomas el pelo?

—No, el sombrero dudó un buen rato.

Ambos se miraron pensando en cómo podría haber sido todo si Harry hubiera terminado con las serpientes. Parecía tan bizarro que descartaron los pensamientos casi al mismo tiempo en que llegaron.

—No puedo creer que mi noche se haya ido a la mierda de esta forma —masculló Draco que estaba sujeto a la barra con manos y piernas —Hermione y yo estábamos…

—No —Harry fue tajante —tómatelo como una orden directa de tu superior, Malfoy. No quiero saber qué estabas haciendo con ella, he tenido bastante de eso para dos vidas. Además tener que aguantar a Ron gritándome acerca de lo asqueroso que es ver como, cito textualmente, mancilláis el honorable y respetuoso despacho en el que la Inglaterra Mágica decide su futuro y asienta las bases de su política, fue suficiente. Dio detalles tan escabrosos que me pregunto si ha rememorado la imagen en un pensadero más de una vez.

Draco le miró con la cabeza ladeada, y una ceja enarcada con horror.

—Eso sería… realmente… perturbador.

Se quedaron en silencio hasta que el autobús frenó de nuevo y, en aquella ocasión, la puerta se abrió para dejar paso a un nuevo mago que solicitaba el acceso.

Los dos aurores se ocultaron tas una litera y esperaron a que el revisor, un mago joven al que ninguno de ellos conocía, le diera el ticket y cerrara la puerta. En cuanto aquel peligro con ruedas se puso en marcha Harry se asomó para comprobar la identidad del mago.

—Bingo —dijo con una sonrisa.

—¿Bingo? ¿No es Scabior? —sacudió la cabeza, confundido —¿Quién es Bingo?

Harry rió entre dientes.

—Pide a Hermione que te lo explique. Prepárate, es él.

—¿Bingo?

Harry miró a Malfoy con el ceño fruncido, casi se había imaginado que estaba hablando con Ronald en ese momento.

—Scabior —siseó sacando la varita —haz tu trabajo hombre.

Como si hubieran ensayado aquella coreografía infinidad de veces ambos salieron a la vez de su escondite. Harry conjuró un par de hechizos protectores que aislara a los otros ocupantes de la posible refriega mientras Draco iba hacia el antiguo carroñero que comenzó un duelo ni bien vio a Malfoy acercarse a él con su túnica de auror.

—Qué vergueza —dijo Scabior arrastrando las palabras —un Malfoy trabajando para vivir.

—Trabajo para que la basura como tú esté donde debe estar, en Azkaban —Draco lanzó un Desmaius que el otro bloqueó con asombrosa rapidez.

Scabior rió, mostrando sus amarillentos dientes rotos.

—Ahí deberías estar también tú. Déjame ver tu marca Draquito —murmuró burlón atacando.

Los hechizos se cruzaron durante unos segundos hasta que Harry, con voz hastiada y gesto casi desdeñoso, alzó su propia varita apuntando a Scabior.

—Expelliarmus —dijo con suavidad, casi acariciado la palabra.

El mago, desarmado, se giró hacia Harry con sorpresa, momento que Draco aprovechó para inmovilizarle y, de paso, solo por gusto, quitarle la boca de la cara.

—Malfoy…

—¿Qué? —se encogió de hombros —me estaba aburriendo con tanta palabrería.

Harry puso los ojos en blanco, se acercó al hombre que había caído al suelo enredado en cuerdas y lo cogió de la parte trasera del cuello de la chaqueta para enderezarlo.

—Al Ministerio —le dijo a Malfoy antes de aparecerse — Hay que hacer los informes.

—Vaya mierda de noche.

Masculló Malfoy siguiendo a Harry, sabiendo que aquel capullo iba a dejarle a él todo el jodido papeleo, otra vez.